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LECTIO DIVINA DOMINGOS CICLO A

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El cántico de alabanza que resuena eternamente en las moradas celestiales y que Jesucristo, sumo Sacerdote, introdujo en este destierro ha sido continuado fiel y constantemente por la Iglesia situando a Dios como centro de nuestra vida durante todas las horas del día -Liturgia de las horas- y todos los días del año -Lectio Divina-.

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2° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 49,3.5-6

3 El Señor me dijo <<Tú eres mi siervo, Israel, y estoy orgulloso de ti».

4 Aunque yo pensaba que me había cansado en vano y había gastado mis fuerzas para nada; sin embargo, el Señor defendía mi causa, Dios guardaba mi recompensa.

5 El dice: << No solo eres mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer a los supervivientes de Israel, sino que te convierto en luz de las naciones para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra».

  

•·• La primera lectura recoge parte del segundo cántico del <<Siervo de YHWH». En total, cuatro composiciones poéticas referidas a un  personaje llamado <<Siervo del Señor» (Is 42,1-9; 49,1-7; 5o,4-11; 52,13-53,12). La  identificación del siervo resulta, al menos, misteriosa.

        Reiterados intentos han querido fijar un nombre y un rostro para este personaje. Entre otros, han sugerido que se trata del pueblo de Israel, del mismo profeta, de Ciro, en cuanto libertador de los judíos desterrados en Babilonia. Sin embargo, ninguno de los <<candidatos» se corresponde plenamente con los requisitos necesarios para ser  identificado como <<Siervo de YHWH», hombre elegido por Dios, integro en su fe, al que se le ha confiado una misión universal. Es necesario esperar a Jesucristo para encontrar la respuesta satisfactoria y definitiva.

El texto actual, en efecto, ha sido elegido para crear una conexión entre el <<Siervo de YHWH>> y el <<Cordero de Dios» (del evangelio). Las dos expresiones denotan en el lenguaje y la teología de Juan el Bautista la misma realidad. La lectura litúrgica selecciona algunas frases del segundo canto del siervo para subrayar su misión universal. La frase  central, puesta en los labios de Dios, suena así: <<Te convierto en luz de las naciones para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra» (v. 6). El peso teológico descansa en la idea de salvación que llega desde Dios a los hombres por la mediación del siervo; además, tal salvación alcanza a todos.

La figura del siervo encuentra pleno cumplimiento en Jesús, la luz venida al mundo para alumbrar a todos los hombres, el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La humanidad no tiene que seguir esperando; por fin, la esperanza se llena con un contenido preciso.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 1,1-3

1 Yo Pablo, llamado por voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, y el hermano Sóstenes,

2 a la Iglesia de Dios que esta en Corinto. A vosotros, que, consagrados por Cristo Jesús, habéis sido llamados a ser pueblo de Dios en unión con todos los que invocan en cualquier lugar el nombre de Jesucristo, que es Señor suyo y nuestro,

3 gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.

 

¤» Hoy comienza la primera carta de Pablo a la comunidad de Corinto. Encontramos, como de costumbre, el saludo y sus elementos tradicionales: el remitente, el destinatario y el anuncio inicial. En seguida aparece una profusión de títulos y concreciones que acompañan tanto al remitente como a los destinatarios.

El nombre de Pablo, engrandecido con el titulo de <<apóstol»,  certifica el origen de su misión. Y si no fuese suficiente, el doble añadido - <<apóstol de Cristo Jesús» y <<por voluntad de Dios» (v. 1)- insiste en la sacralidad y oficialidad de su cometido. Lejos de ser un titulo vanidoso, la conciencia apostólica de Pablo sirve para revalorizar su modo de hablar y actuar Pablo no actúa en nombre propio, ni decide según criterios puramente humanos. El es fundamentalmente un <<llamado» que responde a la solicitud divina. Pablo asocia consigo a Sóstenes, designándolo <<hermano>». Existe una delicada voluntad de asociarlo como colaborador al trabajo apostólico. El apóstol nunca actúa como un marinero solitario; su vocación divina lo pone en comunión con todos aquellos que Dios llama a su servicio.

Los destinatarios de la carta són todos los creyentes, << la Iglesia de Dios», expresión preferida de Pablo. El término ekklesia indica la asamblea litúrgica convocada por Dios para ser su pueblo santo mediante una vocación especial. Esta nueva comunidad, con respecto de Israel, está marcada con el sello pascual y tiene en Jesús al verdadero cordero inmolado. Se encuentra mencionada en referencia a una ciudad; <<en Corinto». Y la especificación consiste en indicar una iglesia local. La iglesia, sin embargo, es la realidad nacida de la confluencia entre el amor trinitario y la aceptación del hombre. La concepción paulina de iglesia ha sido asumida y suscrita por el Concilio Vaticano II, que hizo suya esta cita de san Cipriano: <<La Iglesia universal se manifiesta como "una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y Espíritu Santo"» (LG 4).

El anuncio inicial esta compuesto por un binomio que permanecerá invariable en todas las cartas <<gracia y paz», dones que tienen en el Padre y en Cristo su manantial; expresan la comunión con Dios, en cuanto dón gratuito, que viene de lo alto (<<gracia») y perdura, gracias a la colaboración humana (<<paz»). El inicio de la carta ofrece una entonación teológica que presagia la sinfonía que se desarrollara a continuación.

 

Evangelio: Juan 1,29-34

29 Al día siguiente, Juan vio a Jesús, que se acercaba a él, y dijo: - Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

30 A éste me refería yo cuando dije: <<Detrás de mi viene uno que ha sido colocado delante de mi porque existía antes que yo».

31 Yo mismo no lo conocía, pero la razón de mi bautismo era que él se manifestara a Israel.

32 Juan prosiguió: - Yo he visto que el Espíritu bajaba desde el cielo como una paloma y permanecía sobre él.

33 Yo mismo no lo conocía, pero el que me envióé a bautizar con agua me dijo: <<Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautizará con Espíritu Santo».

34 Y como lo he visto, doy testimonio de que él es el Hijo de Dios.

 

*·> La solemne apertura del evangelio había presentado a la Palabra eterna del Padre entrando en la historia de los hombres y convirtiéndose en Jesús de Nazaret. Era necesario encontrar un nexo para que Jesús pudiera vincularse concretamente en la historia. Todos los profetas habían hablado de él. El último, dotado de un carisma particular el <<precursor>>, se llama Juan: el portavoz del actual texto evangélico. En un estupendo primer plano, el Bautista es presentado como el testigo leal. Ese que empeña todo su ser en hablar de Jesús, reconociéndolo como el Mesías y proporcionando las credenciales fundamentales. Su testimonio se expresa con tres frases de recia teología: Jesús es <<el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (v. 29); el Espíritu se ha posado sobre el y permanece de forma estable (v. 32);

Jesús es el elegido de Dios, es decir, el <<Hijo de Dios» (v. 34). Són tres afirmaciones, ligadas entre si, que desvelan la idea que tiene Juan sobre el Mesías. Las tres imágenes encuentran correspondencia parcial en los cantos del <<Siervo de YHWH» y el porque de su elección como primera lectura.

La obra principal de Jesús consiste en << quitar el pecado del mundo». Para Juan, el evangelista, existe un único pecado: rechazar la Luz que ha venido al mundo para iluminar a todos los hombres (Jn 1,9). Rechazar a Cristo es el mayor y único pecado; las demás transgresiones (pecados) son manifestaciones incompletas. Jesús cumplirá esta colosal obra de reconciliación entre Dios y el hombre porque él mismo es Dios. El texto lo dice claramente. La escena del bautismo sirve para mostrar la presencia del Espíritu, que desciende sobre Jesús y permanece sobre él.

 

MEDITATIO

Aunque hay pluralidad de funciones o diversidad de llamadas, el fin debe ser común: la realización de si mismos y la gloria de Dios. Puesto que la vocación viene de Dios, él, que es unidad y amor convoca a todos a la plena realización. El siervo de la primera lectura ha sido enviado para llevar la luz a todos los pueblos. Ya no existen barreras, ni muros divisorios, sino un único y gran proyecto: construir la familia humana, ligada por la misma ley que le une con Dios, dador de todo bien.

Pablo, en la segunda lectura, se dirige a la comunidad - y a nosotros actualmente - presentándose como apóstol que ha recibido una misión que cumplir. Toma consigo al hermano Sóstenes - idealmente, a todo hermano en la fe- recordando que todos tienen como encargo un servicio apostólico. Desde la pluralidad de papeles, es común el empeño de dar a conocer y amar a Jesucristo. A través de ellos, la comunidad de Corinto tiene la <<gracia» de descubrir a Jesucristo y, en él, encontrar la novedad de vida que adquiere el nombre teológico de <<salvación» o <<redención». Pablo es el instrumento elegido por la Providencia para hacer llegar a numerosos pueblos el mensaje del Evangelio.

El texto evangélico muestra la peculiar vocación de Juan, ser el precursor y mensajero que anuncia la presencia de Jesús. El Bautista no se limita a una atestación física (<<esta aquí, es aquél de allí»). Ofrece un cuadro teológico de hondo espesor. Esto significa que toda verdadera vocación, incluida la nuestra, antes de ser testimonio externo, es descubrimiento interior de la realidad de Cristo. El es <<el Cordero que quita el pecado del mundo». El carga con nuestras miserias y transforma la iniquidad en santidad. En él, todos podemos esperar un nuevo nacimiento, del agua y del Espíritu, para construir una sociedad donde la fraternidad sea el estatuto y el amor la única regla de convivencia.

En Cristo, con Cristo y por Cristo, tiene hueco y sentido nuestra vocación; conservamos la propia originalidad, que debe desarrollarse autónoma y completamente; encontrarnos el tiempo y el modo apropiado para relacionarnos con Dios. Insertados en Cristo, el bautizado se realiza en la singularidad exclusiva de su ser y en la comunión de una humanidad que, con Cristo, camina al encuentro del Padre para rendirle eterna alabanza.

 

ORATIO

Para que tuviéramos la luz, te hiciste ciego.

Para que obtuviéramos la unión, experimentaste la separación del Padre.

Para que poseyéramos la sabiduría, te hiciste <<ignorancia».

Para que nos revistiéramos de la inocencia, te convertirte en <<pecado>>.

Para que esperáramos, casi te desesperaste.

Para que estuviera Dios en nosotros, lo sentiste lejos de ti.

Para que fuera nuestro el cielo, sentiste el infierno.

Para darnos una apacible morada en la tierra entre cientos de hermanos, fuiste excluido del cielo y de la tierra, de los hombres y de la naturaleza.

Eres Dios, eres mi Dios, nuestro Dios de amor infinito.

(Chiara Lubich, <<Perché fosse nostro il cielo», en Cimi Nuova, 1975/3, p. 35).

 

CONTEMPLATIO

Tu eres en verdad el único Señor; tu, cuyo dominio sobre nosotros es nuestra salvación, y nuestro servicio a ti no es otra cosa que ser salvados por ti. ¿Cual es tu salvación, Señor origen de la salvación, y cual tu bendición sobre tu pueblo, sino el hecho de que hemos recibido de ti el don de amarte y de ser por ti amados? Por esto has querido que el Hijo de tu diestra, el hombre que has confirmado para ti, sea llamado Jesús, es decir Salvador, porque <<él salvará a su puebla de los pecados» (Mt 1,21) y << ningún otro puede salvar» (Hch 4,12). El nos ha enseñado a amarlo cuando, antes que nadie, nos ha amado hasta la muerte en la cruz. Por su amor y afecto suscita en nosotros el amor hacia él, que fue el primero en amarnos hasta el extremo.

Así es, desde luego. Tú nos amaste primero para que nosotros te amáramos. No es que tengas necesidad de ser amado por nosotros, pero nos habías hecho para algo que no podíamos ser sin amarte [...], Tal es la Palabra que tu nos dirigiste, Señor: el Verbo todopoderoso que, en medio del silencio que mantenían todos los seres - es decir el abismo del error - vino desde el trono real de los cielos a destruir enérgicamente los errores y a hacer prevalecer dulcemente el amor Y todo lo que hizo, todo lo que dijo sobre la tierra, desde los oprobios, los salivazos y las bofetadas, hasta la cruz y el sepulcro, no fue otra cosa que la Palabra que tu nos dirigías por medio de tu Hijo, provocando y suscitando, con tu amor nuestro amor hacia ti. Sabias, en efecto, Dios creador de las almas, que las almas de los hombres no pueden ser constreñidas a ese afecto, sino que conviene estimularlas, porque donde hay coacción no hay libertad, y donde no hay libertad no existe justicia tampoco.

Quisiste, pues, que te amaramos los que no podíamos ser salvados por la justicia, sino por el amor pero no podíamos tampoco amarte sin que este amor procediera de ti. Así pues, Señor como dice tu apóstol predilecto, y como también aquí hemos dicho, tu nos amaste primero, y te adelantas en el amor a todos los que te aman. Nosotros, en cambio, te amamos con el afecto amoroso que tu has depositado en nuestro interior Por el contrario, tu, el mas bueno y el sumo bien, amas con un amor que es tu bondad misma, el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, el cual, desde el comienzo de la creación, se cierne sobre las aguas, es decir sobre las mentes fluctuantes de los hombres, ofreciéndose a todos, atrayendo hacia si todas las cosas, inspirando, aspirando, protegiendo de lo dañino, favoreciendo lo beneficioso, uniendo a Dios con nosotros y a nosotros con Dios (del tratado de Guillermo, abad del monasterio de San Teodorico, Sobre la contemplación de Dios 9-11; SC 61, 90-96).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Está escrito en el libro que cumpla tu voluntad>> (Sal 39,8b-9a).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Con cada hombre viene al mundo un ser nuevo que no ha existido nunca, alguien original y único. <<Cada israelita esta obligado a reconocer y considerar que es único en el mundo, que jamás ha existido nunca ningún hombre idéntico a él: si ya hubiera existido un hombre idéntico, no tendría sentido su existencia. Cada persona es diferente y debe realizar su propio ser. Que esto no suceda es lo que retrasa la llegada del <<Mesías». Todos están llamados a desarrollar y realizar personalmente esta unicidad e irrepetibilidad, y a no volver a repetir mas lo ya realizado por otro, por muy grande que fuese ésta persona.

Ya viejo, el sabio Rabí Bunam dijo un día: <<No me cambiaría por el padre Abrahán ¿Qué le reportaría a Dios si el patriarca Abrahán se convirtiera en el ciego Bunam y el ciego Bunam en Abrahán?>>. La misma idea ha sido expresada con mayor agudeza por el Rabí Sussja, quien a punto de morir exclamó: <<En la vida Futura no me preguntaran: ”¿Por qué no has sido Moisés?”; me preguntarán; "¿Porque no has sido Sussia?”>>.

Estamos ante una enseñanza basada en la inigualdad natural de las personas y la imposibilidad, por tanto, de hacerlos iguales. Todos los hombres tienen acceso a Dios, pero cada uno tiene una senda diferente. La diversidad humana, la diferenciación de sus cualidades y tendencias, es la grandeza del género humano. La universalidad de Dios consiste en la multiplicidad infinita de caminos que conducen hasta él, y cada uno de ellos está reservado a un hombre [,..]. Así, el camino a través del cual cada hombre tiene acceso a Dios le viene indicado únicamente por la conciencia de su propio sen; por el conocimiento de su especificidad y la singularidad de su existencia. <<En cada persona hay algo único que no existe en ninguna otra>> (M, Buber, Il cammino del huomo, Magnano 199o, 27-29).

 

  

3° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 8,23-9,3

8-23b En un primer momento humilló el Señor al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero luego ha cubierto de gloria el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles.

9,1 El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en tierra de sombras una luz les ha brillado.

2 Has multiplicado su alborozo, has acrecentado su alegría: se alegran ante ti con la alegría de la siega, como se regocijan al repartirse un botín.

3 Porque, como hiciste el día de Madién. has roto el yugo que pesaba sobre ellos, la vara que castigaba sus espaldas, el bastón opresor que los hería.

 

•• El presente anuncio de liberación se lee en el contexto histérico de la victoriosa campaña militar de Teglatfalasar, rey asirio. El texto proyecta una luz esperanzadora. Se abre con un llamativo contraste entre un pasado humillante y un futuro glorioso. <<Zabulón y Neftalí» (8,23) son dos tribus del norte con una frontera común, el monte Tabor Su territorio fue conquistado por Teglatfalasar en el año 732. Y su elite, deportada, <<humillada>> (cf Sal 136,23, donde <<humillación» se corresponde con <<exilio»), ahora es rescatada mediante un anuncio triunfal. La gloria viene representada con dos imágenes: la luz que ilumina el camino del pueblo en marcha y el gozo que se experimenta, como durante la siega o al repartirse un botín (9,2).

Al final se da el verdadero motivo de la gloria futura: una experiencia liberadora, la raíz concreta de dicha alegría. Se alude a la liberación del pesado yugo de los asirios, aun mas insoportable debido a una actitud persecutoria (<<el bastón opresor>>, 9,3). La victoria se remonta directamente a Dios (<<tú has roto»), que ha intervenido de modo inesperado y espléndido, igual que en otras ocasiones; como en el caso de Gedeón, que con la ayuda de Dios venció a los Madianitas (cf Jue 7,15-25). Un acontecimiento que hizo historia (cf Sal 83,1o; Is 1o,26) y simboliza los prodigios realizados por Dios a favor de su pueblo. La gloria de Dios se revela, convirtiéndose en gloria para su pueblo. El profeta es el gozoso heraldo de una primavera de vida que tiene su origen en Dios.

El texto prepara la comprensión del Evangelio, donde Jesús anuncia la irrupción de la soberanía de Dios (su Reino) en la historia de los hombres.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 1,10-13.17

1.10 Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os pongáis de acuerdo para que no haya divisiones entre vosotros, sino que conservéis la armonía en el pensar y en el sentir

11 Os digo esto, hermanos míos, porque los de Cloe me han informado de que hay discordias entre vosotros.

12 Me refiero a eso que unos y otros andáis diciendo: <<Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Pedro, yo de Cristo».

13 Pero ¿es que está dividido Cristo? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?

17 Porque Cristo no me ha enviado a bautizar sino a evangelizar y esto sin hacer ostentación de elocuencia, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo.

 

iv Pablo exhorta a la unidad porque la ve amenazada (v. 10). Después pasa a exponer la situación, tal como la conoce por algunos empleados de la familia de Cloe: en la comunidad han surgido varios grupos religiosos que están minando la comunión (vv. llss). Y a continuación expone el pensamiento teológico dominante: Cristo es el único que congrega, en cuanto que solo él ha dado la vida por los hombres (v. 13). El discurso se enlaza con el v. 17, donde Pablo refiere que su ministerio es principalmente el de la Palabra, y no un anuncio cualquiera, sino esencial: presentar a Cristo crucificado.

El tono de Pablo es pesaroso (<<os ruego»: v. 10) porque la comunión está seriamente amenazada por una comunidad pendenciera, lacerada por cuatro grupos: el de Pablo, el de Apolo, el de Pedro y el de Cristo (v. 12). No es que estas personas hayan creado la división; se trata de la utilización instrumental de su nombre por parte de algunos cristianos de Corinto. La intervención del apóstol es seria, sin llegar a ser áspera. Se dirige a los <<hermanos» y los exhorta <<en el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (v. 1o). Pablo reivindica su misión de apóstol del Evangelio. Lo dice con fuerza, refiriéndose al mismo Cristo: <<Cristo no me ha enviado a bautizar sino a evangelizar [= anunciar el Evangelio]». Pablo apunta directamente a Cristo: de él procede totalmente la nueva realidad. En él convergen todos los hombres, porque con su muerte ha reunido a quienes estaban dispersos. Embrollos seudoteológicos y reclamos de pertenencia que dañan la unidad son un atentado contra Cristo, antes que contra la concordia de la comunidad.

 

Evangelio: Mateo 4,12-23

4-12 Al oír Jesús que Juan había sido encarcelado, se volvió a Galilea.

13 Dejó Nazaret y se fue a vivir a Cafarnaun, junto al lago, en el término de Zabulón y Neftali,

14 para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:

15 Tierra de Zabulon, tierra de Neftali camino del mar al otro lado del Jordán, Galilea de los pagunos.

16 El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande,

17 los que habitaban en una región de sombra de muerte una luz les brilló.

18 Desde entonces empezó Jesús a predicar diciendo: - Arrepentíos, porque esta llegando el Reino de los Cielos.

19 Paseando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos: Simon, llamado Pedro, y su hermano Andrés, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores.

20 Les dijo: -Veníos detrás de mí y os haré pescadores de hombres.

21 Ellos dejaron al instante las redes y lo siguieron.

22 Mas adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, el de Zebedeo, y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre, Zebedeo, reparando las redes. Los llamó también, y ellos, dejando al punto la barca y a su padre, le siguieron.

23 Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas. Anunciaba la Buena Noticia del Reino y curaba las enfermedades y las dolencias del pueblo.

 

i> El texto litúrgico está tejido con cuatro unidades pequeñas: el sentido teológico del regreso de Jesús a Galilea (vv. 12-16); el comienzo y el contenido esencial de su predicación (v. 17); la llamada de los primeros cuatro discípulos (vv. 18-22); y el resumen de la predicación, que está acompañado de signos prodigiosos (v. 23).

Texto común con Marcos y Lucas, la indicación geográfica - estamos en Galilea (v. 12)- encuentra amplia resonancia en Mateo: la asocia con una preciosa cita y le otorga una orientación particular (vv. 15ss) con la cita de Isaías, algo adaptada (cf primera lectura), el evangelista apunta que Jesús fija su residencia en Cafarnaun. La luz brilla en <<Galilea de los paganos» (v 15), es decir entre los gentiles, superando un mezquino nacionalismo que pretendía confinar los beneficios de Dios a los estrechos limites de Israel.

El primer anuncio de Jesús es parco, pero esencial: <<Arrepentíos, porque está llegando el Reino de los Cielos» (v. 17). La conversión, entendida como una adaptación continua a la voluntad de Dios, es condición y requisito para divisar el Reino de los Cielos. Antes de enunciar el programa detallado de la predicación (cf 5,1ss) y antes de hacer milagros, Jesús elige a algunas personas para que lo sigan. La prioridad de tal acción se comprende: es necesaria la presencia de testigos que experimenten cuanto Jesús ha dicho y ha hecho, para que un día puedan comunicárselo a otros y entren ellos también en comunión con Jesús. Galilea, territorio de paganos, es terreno fértil de vocaciones.

El v. 23 cierra el presente texto litúrgico y recoge de modo sintético la actividad de Jesús: las palabras y hechos milagrosos. Palabras y hechos portentosos, en efecto, son el armazón del evangelio. La predicación se desarrolla en las sinagogas. Esta dirigida a los judíos, quienes necesitan ayuda para comprender la situación de absoluta novedad que están viviendo: Jesús se presenta no sólo como el enviado de Dios anunciado por los profetas, sino aun mas: como el propio Dios. Todo el evangelio se volcará en desvelar la identidad de Jesús.

 

MEDITATIO

Las lecturas actuales facilitan una reflexión profunda sobre la Iglesia, pues presentan sus elementos constitutivos: una, santa, católica y apostólica.

Una. La Iglesia es una porque tiene en Cristo a su Señor. Todas las comunidades cristianas se reconocen como parte de la única Iglesia fundada por Cristo. Existe un solo bautismo, una sola fe, que une a los creyentes con Cristo. Por eso Pablo combate vigorosamente a los Espíritus sectarios y las manipulaciones grupales. Es una tentación reiterada pensar que un grupo sea la mediación exclusiva o privativa de la salvación. Los grupos son instrumentos, medios, no mas, y deben resistirse al sutil engaño de la monopolización.

Santa. La Iglesia o comunidad es santa porque <<está bautizada» en Cristo. La santidad es ante todo don gracioso, absolutamente gratuito. Después, es respuesta generosa que toma el nombre de conversión, en continua armonía con la voluntad del Padre, como Cristo la ha dado a conocer y como el Espíritu continuamente la propone.

Católica. La llamada a las tribus del norte, Zabulón y Neftali; la incesante llamada a Galilea, zona poblada o transitada por paganos, le recuerda a la Iglesia su vocación de estar abierta al mundo. Jesús ha elegido vivir e iniciar su vida publica en Galilea para evidenciar la proximidad geográfica con los últimos y los excluidos, preludio de cercanía moral, para que todos se reconozcan como hermanos. <<En la Iglesia, ningún hombre es extranjero», recordaba Juan Pablo II en el Día del Emigrante, el 5 de septiembre de 1995.

Apostólica. El único fundamento, Cristo, toma forma histórica en los apóstoles y en sus sucesores (los obispos), en comunión con el obispo de Roma, el papa. La explícita llamada de los apóstoles (los primeros cuatro del evangelio de hoy) expresa la voluntad concreta de Jesús de organizar la Iglesia de este modo. Llamados a seguirlo para ser testigos de la Palabra y los milagros del Maestro. La apostolicidad de la Iglesia esta en estrecha relación con su catolicidad; entre las tareas principales de los apóstoles y sus sucesores destaca la de anunciar a Cristo a todos los pueblos.

 

ORATIO

Señor; ilumina tu rostro sobre nosotros, para que gocemos del bienestar en la paz, para que seamos protegidos con tu mano poderosa y tu brazo extendido nos libre de todo pecado y de todos los que nos aborrecen sin motivo.

Danos la concordia y la paz a nosotros y a todos los habitantes del mundo, como la diste a nuestros padres, que piadosamente te invocaron con fe y con verdad. A ti, el único que puedes concedemos estos bienes y muchos mas, te ofrecemos nuestra alabanza por Jesucristo, pontífice y abogado de nuestras almas, por quien sea a ti la gloria y la majestad, ahora y por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén (san Clemente de Roma, <<Carta a los Corintios», 60, en Padres apostólicos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 195o, 234).

 

CONTEMPLATIO

La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios, Padre todopoderoso, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen (cf Heh 4,24); y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por los profetas anuncio los planes de Dios, el advenimiento de Cristo, nuestro Señor [...] La Iglesia, pues, diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa, y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. [...] Pues, aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos. Las Iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los iberos o de los celtas, de Oriente, Egipto, Libia o del centro del mundo. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad. En las Iglesias no dirán cosas distintas los que son buenos oradores, entre los dirigentes de la comunidad (pues nadie esté por encima del Maestro), ni la escasa oratoria de otros debilitaré la fuerza de la tradición, pues siendo la fe una y la misma, ni la agranda el que habla mucho ni la empequeñece el que habla poco (san Ireneo, <<Contra las herejías>> I, 1o, 1-3, en PG 7, 55o-554).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?» (Sal 26).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Hay que conseguir desarmarse.

Yo me afané en esa guerra. Durante años y años.

Ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado,

Yo no le tengo miedo a nada, porque <<el amor ahuyenta el miedo>>.

Aplaqué la pretensión de imponerme, de justificarme a costa de los demás,

Yo no estoy en alerta, celosamente aferrado a mis riquezas.

Acojo y comparto.

No me aferro o mis ideas, a mis proyectos.

Si me proponen otros mejores, los acepto con buen ánimo.

O no mejores, más buenos.

Lo sobéis, he renunciado al comparativo...

Lo que es bueno, verdadero, real, dondequiera que sea, es lo mejor para mi.

Por eso, ya no tengo miedo.

Cuando no se posee nada, ya no se tiene miedo.

<<¿Quién nos separará del amor de Cristo?>> 

Pero si nos desarmamos, si nos despojamos, si nos abrimos al Dios-hombre que hace nuevas todas las cosas, entonces él transforma nuestro pasado ruin y nos restituye a un tiempo nuevo donde todo es posible.

(Atenágoras, Chiesa Ortodossa e Fufuro ecumenico. Dialoghi con Olivier C/émenf, Brescia 1995, 209-211)

 

 

4º domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Sofonías 2,3; 3,12-13

3 Buscad al Señor vosotros todos, humildes de la tierra, los que cumplís sus preceptos; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá así encontraréis cobijo el día de la ira del Señor

12 Yo dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que buscaré refugio en el nombre del Senior

13 El resto de Israel no cometeré más iniquidad, no diré más mentiras, ni hablaré con falsedad. Se alimentarán y reposarán sin que nadie los inquiete.

 

i> El profeta había dirigido anteriormente un discurso cargado de amenazas contra los pecadores. Ahora cambia de registro y se dirige <<a los buenos» en un tono parecido al discurso de las bienaventuranzas de la actual liturgia de la Palabra.

La exhortación, buscad al Señor, queda especificada posteriormente: <<buscad la justicia, buscad la humildad» (2,3). Esto significa evitar las exhibiciones de poder delante de los hombres y renunciar a <<considerarse buenos>> ante Dios. Si el pueblo cultiva esta doble actitud, tal vez logre evitar la amenaza del exilio que pesa dramáticamente sobre los principales responsables. <<Quizá», porque el profeta no quiere —ni puede- dar ninguna seguridad. Probablemente, el destierro es inevitable y el pueblo ha de sufrir esta triste experiencia. Pero el Señor tiene pensado algo consolador. Dejar <<un resto>>, una pequeña porción, que sea como el retoño de un pueblo nuevo, calificado como <<humilde y pobre» (3,12). Estos rasgos poseen sobre todo una connotación Espiritual y sirven para designar a la gente que confía en el Señor que lo pone en su mente y en su corazón como el único valor con el cual miden y hacen depender todos los demás. El camino para que pase el mensaje de las bienaventuranzas propuesto por Jesús esta abierto.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 1,26-31

26 Y si no, hermanos, considerad quiénes habéis sido llamados, pues no hay entre vosotros muchos sabios según los criterios del mundo, ni muchos poderosos, ni muchos nobles.

27 Al contrario, Dios ha escogido lo que el mundo considera necio, para confundir a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil, para confundir a los fuertes;

28 ha escogido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo, para anular a quienes creen que son algo.

29 De este modo, nadie puede presumir delante de Dios.

30 A él debéis vuestra existencia cristiana, ya que Cristo se ha hecho para nosotros sabiduría divina, salvación, santificación y redención.

31 De esta manera, como esta escrito, el que quiera presumir que lo haga en el Señor.

 

•» A la comunidad de Corinto, <<gloria y suplicio» del apóstol Pablo, van dirigidas estas palabras sobre la verdadera sabiduría. Los griegos eran admiradores y estudiosos de la sabiduría, entendida como investigación, reflexión, meditación y elaboración sistemática del pensamiento. Pablo, sin despreciar la realidad humana, encuentra la sabiduría humana limitada e incapaz de transformar radicalmente al hombre. Por eso, propone una nueva sabiduría, la de Dios, aparentemente ilógica e ineficaz, aunque <<paradójica»: esa sabiduría revela su originalidad revolucionaria al escoger <<lo que el mundo considera necio... vil, despreciable>>. La referencia a la cruz de Cristo es clara y explicita.

Los miembros de la comunidad son personas sencillas, sin mayores letras, carentes de orígenes nobles. Dios no se fija en el pedigrí de las personas, sino en su condición de hijos, condición adquirida por la muerte y resurrección de Jesús. En él, crucificado y resucitado, esta la fuente de la auténtica nobleza. En él hay que fijarse, con él hay que estar, si queremos encaminamos por el sendero de la verdadera y fructuosa sabiduría.

Esta lectura, como la anterior, ilustra y ofrece una valiosa aportación para comprender rectamente las bienaventuranzas, luz teológica y Espiritual que irradia el presente texto evangélico.

 

Evangelio: Mateo 5,1-12

1 Al ver a la gente, Jesús subió al monte, se sentó, y se le acercaron sus discípulos.

2 Entonces comenzó a enseñarles con estas palabras:

3 Dichosos los pobres en el Espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.

4 Dichosos los que estén tristes, porque Dios los consolará.

5 Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra.

6 Dichosos los que tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, porque Dios los saciará.

7 Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos.

8 Dichosos los que tienen un corazón limpio, porque ellos verán a Dios.

9 Dichosos los que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

10 Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

11 Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía.

12 Alegraos y regocijaos porque será grande vuestra recompensa en los cielos, pues así persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

 

» En el contexto del famoso <<sermón de la montaña», y como abertura del mismo, resuenan las bienaventuranzas. Jesús ha pronunciado estas palabras para todos, y siguen siendo actuales. Palabras que, ante todo, las ha corvertido en vida. El discurso no prevé situaciones imposibles; no esta dirigido a una minoría selecta, ni a un grupo de perfectos, ni tampoco se limita a ofrecer una ética de orientación interior. El discurso es concreto, serio, expositivo, exigente y decididamente <<revolucionario». Por motivos de espacio, sólo presentaremos algunas bienaventuranzas.

<<Dichosos los pobres en el Espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos» (v. 3). El primer anuncio de dicha se refiere a los pobres. Desde el principio se deduce el efecto que produce en el lector. Una ayuda, que facilite una mayor comprensión, nos la proporciona la especificación <<pobres en el Espíritu», exclusiva de Mateo, respecto al texto paralelo de Lucas. El <<pobre», en sentido bíblico, es quien se vacía de si mismo y renuncia a la pretensión de construir su vida de modo independiente, para dejarle cada vez mas espacio y mas cabida a Dios. Pobre se identifica con humilde (cf primera lectura): quien no se encierra en si mismo porque esta abierto a Dios y a los otros. Quien se libera de si mismo para abrirse a los proyectos divinos encuentra la plenitud de la riqueza, el Reino de los Cielos.

<<Dichosos los que están tristes, porque Dios los consolará» (v. 4). La aflicción es un lacerante dolor que corroe interiormente. También se podría traducir por <<los que lloran>>. Al margen de una posible identificación, reconocemos en este grupo a todos los verdaderos discípulos de Cristo que viven de corazón los problemas del Reino y sufren por una Iglesia dividida y lacerada, no santa, como debería ser Sufren y lloran especialmente por sus pecados, que ralentizan, o impiden, una renovación profunda.

<<Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el Reino de los Cielos» (v. 1o). El sujeto de este nuevo aspecto de la felicidad son <<los perseguidos por hacer la voluntad de Dios». La voluntad de Dios aparece en la cuarta bienaventuranza, donde se habla de aquellos que tienen hambre y sed de justicia (= voluntad de Dios). Ahora se ensancha el tema, con una variante. Si antes la cuestión de interés consistía en buscar la voluntad de Dios, ahora destaca la perseverancia, cuando la situación resulta difícil y humanamente insoportable. Jesús ha sido el primero en vivir esta bienaventuranza, demostrando y enseñando una fidelidad a toda prueba. Por amor al Padre y a los hombres, ha ido hasta el final, bebiendo el cáliz que el Padre le había preparado (cf Mt 2o,22). Los cristianos serán felices si saben imitarlo en la entrega total, sin retroceder cuando la prueba se hace molesta y la cruz pesada.

 

MEDITATIO

Para el líder de un grupo religioso, que quiera ganarse la simpatía de los demás y conseguir partidarios, el manifiesto programático de las bienaventuranzas parece, a primera vista, un despropósito. Escuchar esta letanía, marcada por el inicial <<dichosos», puede suscitar sentimientos contradictorios y opuestos desde el cándido placer de sentirse acariciado por la felicidad, hasta el disgusto por una inversión de términos que trastocan la realidad.

La promesa de beatitud o felicidad llega desde todas partes, y todos hacen gala de poseer la receta milagrosa. Hay quien invita a disfrutar de la vida, explotándola al máximo, porque es breve y fugaz: disfrutar del cuerpo, la mesa, la cama, el juego, la lectura, la naturaleza; en fin, una especie de insaciable carpe diem. Hay quien, en la vertiente opuesta, considera que el deseo es el instrumento infernal del dolor. De aquí la necesidad de controlar el potencial del deseo hasta reducirlo al mínimo y neutralizarlo. Hay quien piensa que la felicidad se consigue destruyendo el arsenal que la azota y propugna luchar contra la enfermedad, el sufrimiento, la marginación, la pobreza. Hay quien juzga con pesimismo la realidad y cree que nada puede proporcionar una felicidad verdadera y estable, porque el hombre esta achatado por el sufrimiento físico y moral; no hay que resignarse a una situación sin salida. Hay quien se refugia en el sueño, evadiéndose de este valle de lágrimas, y señala con el dedo un paraíso perdido, viviendo con la ilusión de encontrarlo un día, aunque sea después de la muerte. Este tipo también es un resignado que, en vez de <<preagónico», como el anterior responde al envite.

Jesús no elude la tarea de ofrecer su fórmula, porque sabe muy bien que el deseo de felicidad esta arraigado en el hombre y pertenece a sus necesidades fundamentales, como el aire, el agua, la comida, la vivienda, los amigos. La propuesta evangélica es, a primera vista, arriesgada y aparentemente ilógica y utópica. En cambio, tiene a su favor dos razones concretas.

La primera consiste en la experiencia directa de Jesús: esta proclamando aquello que vive; la segunda, está avalada por el tiempo; dos mil años de historia del evangelio no han empañado en nada el valor de esta página, que ha encontrado a lo largo de los siglos no solo convencidos defensores, sino también entusiastas practicantes. La historia verifica el resultado de la formula propuesta a cada uno de nosotros. ¿Qué lugar ocupan las bienaventuranzas en nuestra vida?

 

ORATIO

¡Señor, tenemos tanta hambre y sed de alegría…!

Queremos ser felices, siempre. Tus bienaventuranzas nos entusiasman y nos descorazonan. Nos entusiasman porque vemos en ti al intérprete de la felicidad, la persona que sabe dar las indicaciones precisas, acrisoladas por ti y experimentadas por millones de personas que se han fiado de ti y han confiado en ti.

El tiempo no ha desgastado tu mensaje, ni lo ha superado, a pesar de los sobresaltos de las modas. También esto nos entusiasma. Estamos perplejos y un poco descorazonados, porque encontramos que es un programa valiente, con exigencias fuertes, para hombres firmes.

Gracias, Señor, porque no nos menguas en el empeño, porque nos propones cumbres sublimes; gracias, sobre todo, porque te haces cercano para que nuestro sueño sea una realidad y ya hoy nos permites saborear tu gozo, como anticipo de aquel que no tiene fin contigo, con el Padre y con el Espíritu Santo.

 

CONTEMPLATIO

¿Como podemos decir que las bienaventuranzas son el programa de la felicidad, si ensalzan a los pobres, los humildes, las personas que no cuentan o que están en el último peldaño de la escala social? Señalemos algunas características de la felicidad.

Encarnada. Tiene que ser realista, concreta, si no quiere ser confundida con una ilusión o, aún peor, con una droga. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús tienen un marcado acento autobiográfico. Antes de proclamarlas, las vive. Realmente, la Buena Nueva es Cristo. Jesús es el pobre, el humilde, el misericordioso, el constructor de la paz... En Cristo se identifican mensaje y mensajero, el decir, el actuar y el ser

Total e interior. La felicidad tiene que tocar las cuerdas íntimas del ser, involucrar a toda la persona. Una felicidad que solo fuese epidérmica se confundiría con la del payaso, obligado por profesión a hacer reír aunque por dentro le zarandee la zozobra. Cuando Jesús refiere situaciones de dolor y marginación quiere indicar que la felicidad no hunde sus raíces en el bienestar: cuando me encuentro bien, poseo seguridad económica y psicológica, soy respetado y honrado, mantengo una buena relación con los otros... Si fuese así, la condena a la infelicidad estaría asegurada, porque tal situación es utópica: antes o después, en un punto o en otro, se resquebraja y falla.

Un bien a exportar. Se advierte que las bienaventuranzas estén abiertas al exterior: el hambriento de justicia, los misericordiosos, los constructores de paz... La alegría cristiana no es una casualidad; es una virtud. No es un bien para ser consumido, sino donado: <<Hay mas alegría en dar que en recibir» (Heh 2o,35).

Un bien duradero. Con perspectivas de eternidad, Excepto la primera y la última, las bienaventuranzas están formuladas en futuro. Puede parecer una promesa cuya realización no esta garantizada o un modo elegante para evadirse del presente. Obviamente, no es así. Jesús vive la alegría y la comunica. El anuncio de Jesús contiene fecundas semillas de felicidad. El porvenir indicado, aunque presente en la vida cotidiana, alcanzará su plenitud solo al final. La idea de un bien perdurable se logra al final de la etapa.

Dios es la verdadera alegría. La primera bienaventuranza lo afirma con una expresión preferida por el evangelista Mateo, <<Reino de los Cielos», en cuanto que es el propio Dios quien reina (cf también la ultima). Los pobres son declarados felices porque tienen a Dios y Dios esta con ellos. No se trata de posesión, sino de comunión: comunión en cuanto relación de intimidad. La verdadera alegría es una cuestión de relación personal (las cosas no dan la verdadera alegría) basada en el amor. Esta relación es con Dios mismo. Ya, y aquí, se da una relación de comunión con él, aunque la comunión plena sélo se realizara en la eternidad (anónimo).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Buscad al Señor todos vosotros, humildes de la tierra» (Sof 2,3).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Entre los diez grupos en que se pueden distribuir y agrupar las diferentes bienaventuranzas bíblicas, sélo una hace referencia a la posesión de bienes materiales. Es lo dicho de aquel padre que, por la fecundidad de su mujer, se encuentra rodeado de un determinado numero de hijos, sanos y robustos, y que, por ello, es honrado y respetado entre sus congéneres. Otras Bienaventuranzas de tipo material no existen. Ni los ricos, ni los poderosos, ni los prepotentes, ni los dominadores, ni mucho menos los vividores, tienen cabida, directamente, en las bienaventuranzas bíblicas, entre el número de los bienaventurados. Ni la riqueza, altamente estimada entre los bienes deseables de la vida del hombre en la mentalidad bíblica veterotestamentaria. Es verdad que pobreza e indigencia nunca tuvieron buena acogida. En cambio, a diferencia de las bienaventuranzas egipcias o griegas, las bienaventuranzas bíblicas nunca consideraron que la riqueza, por si sola, bastase para dar la felicidad. Ni tampoco la gloria, el honor o el prestigio.

Ciertamente, todos estos bienes san altamente apreciados y estimadas. Pero nunca han sido considerados como constitutivos de la felicidad humana. Son bienes complementarios, pero no constitutivos.

Sirviéndonos de esta distinción, bienes constitutivos y bienes complementarios, en realidad el mayor bien constitutivo, según nueve de los diez grupos de bienaventuranzas, no es otro que Dios. O dicho de otra forma, la posesión por parte del hombre de todas las actitudes mas genuinas y auténticas relacionadas can la realidad divina: fe en un único Dios (grupo I); plena confianza y esperanza en su acción salvífica (II); respeto profundo, temor y amor (III); confesión humilde de los pecados y deseo de perdón (IV); estima y anticipación activa en el culto y la liturgia del templo (IV); mirada vigilante y escucha atenta a la presencia de Dios en el mundo y en la historia (V); consideración de la Ley como reflejo y testimonio de la manifestación de la acción salvadora de Dios (VI); respetuoso comportamiento ante la justicia (VII) y, finalmente, aceptación humilde de algunas carencias físicas, de un estado de sufrimiento (VIII).

Estamos, como se puede apreciar; ante un conjunto de actitudes religiosas, mediante las cuales las personas toman conciencia de sus incapacidades, limitaciones, y no se cierran orgullosamente en si mismas, sino que reconocen que solo en Dios encuentran su plenitud (A. Mattioli, Beatifudini e Felicita nella Bibbia d’IsraeIe, Prato I992, 542ss).

 

 

5° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 58,7-10

Así dice el Señor

7 Comparte tu pan con el hambriento, da albergue a los pobres sin techo, proporciona vestido al desnudo y no te desentiendas de tus semejantes.

8 Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán en seguida, tu recto proceder caminará ante ti y te seguirá la gloria del Señor

9 Entonces clamarás y te responderá el Señor, pedirás auxilio y te diré: <<Aquí estoy». Si alejas de ti toda opresión, si dejas de acusar con el dedo y de levantar calumnias,

10 si repartes tu pan al hambriento y satisfaces al desfallecido, entonces surgiré tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se volveré mediodía.

 

¤» El autor de los cc. 56-66 de Isaías, un profeta anónimo del siglo VI—V a. de C., dirigiéndose al pueblo que ha vuelto del exilio, profiere una serie de oráculos condenatorios y liberadores. El regreso a la tierra de Judá, después del entusiasmo inicial, alimentado por las expectativas de una inminente y definitiva liberación, ha conducido a Israel a un progresivo desaliento, causado, en buena medida, por una repatriación difícil y desilusionante.

Como mensaje central del Tercer Isaías brota un renovado anuncio de salvación (cc. 6o-62), enmarcado en un cuadro temático - al que pertenece también este texto - del que emergen tonos de denuncia áspera ante un culto falso e hipócrita. Como en un pleito apasionado, Dios acusa a Israel de practicar un ayuno exterior desprovisto de autenticidad (ayuno/ayunar, en el c. 58, son palabras claves y aparecen siete veces).

El pueblo esta convencido de que hasta con ayunar para ganarse la benevolencia divina y frente a la aparente lejanía de Dios (58,3), en lugar de poner en tela de juicio su ambigua actitud, le reprocha a Dios que no ve ni considera los sacrificios realizados. En este tipo de ayuno no tiene espacio lo auténticamente necesario: las obras de justicia y misericordia.

En la relación de gestos requeridos (vv. 7.1o) para reemplazar una practica formal con una adhesión coherente del corazón, Dios apunta hacia un <<denominador común»: la compasión. Solo quien sabe asumir el sufrimiento y las limitaciones del otro, quien sabe comprometerse luchando contra cualquier tipo de injusticia, sin hacer distinción de personas, descubrirá la verdadera luz de Dios y se convertirá en un manantial permanente. Las obras de misericordia que el creyente esta llamado a practicar implican dos opciones fundamentales: tienen que alcanzar a las victimas de las injusticias, sin distinguir entre paisanos y extranjeros (es la perspectiva universal de la obra del Tercer Isaías, y señalada aquí en el v. 7b), y tienen que comportar un empeño personal - compartir el pan (vv. 7 y 1o)- con quienes ayunan no por elección, sino porque estén hambrientos debido a las vejaciones de los ricos.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 2,1-5

1 En lo que a mi toca, hermanos, cuando vine a vuestra ciudad para anunciaros el designio de Dios, no lo hice con alardes de elocuencia o de sabiduría.

2 Pues nunca entre vosotros me he preciado de conocer otra cosa sino a Jesucristo, y a este crucificado.

3 Me presenté ante vosotros débil, asustado y temblando de miedo.

4 Mi palabra y mi predicación no consistieron en sabios y persuasivos discursos; fue más bien una demostración del poder del Espíritu,

5 para que vuestra fe se fundara no en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios.

 

*• La acción salvífica de Dios es totalmente gratuita; en Jesucristo, el Padre ha ofrecido la salvación a todos. La lógica escandalosa de la cruz modifica los criterios de mérito y privilegio e invierte el horizonte de la sabiduría humana. Desde un primer momento, Pablo evidencia esta perspectiva hablando de la fuerza de la locura de la cruz (1,18-25); a continuación, pone como ejemplo a la comunidad de Corinto (1,26-31) y, por último, propone su propio comportamiento misionero (2,1-5).

Pablo no se ha servido de raciocinios elocuentes o de hábiles argumentaciones (2,1): en el centro de su anuncio está únicamente Jesucristo, y éste crucificado. El apóstol funda y refuerza su proclamación en la fuerza del Espíritu. Sólo esta acción potente y el contenido del mensaje, despojado de cualquier estrategia persuasoria, conducen a una adhesión de fe auténtica, que no depende de las capacidades intelectivas y lógicas del predicador.

Según este principio, anunciar el Evangelio significa confiar por entero en la obra de Dios.

 

Evangelio: Mateo 5,13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús:

13 Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará? Para nada vale ya, sino para tirarla fuera y que la pisen los hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.

15 Tampoco se enciende una lámpara para taparla con una vasija de barro, sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.

16 Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre, que esta en los cielos.

 

¤» Mateo ensambla dos imágenes (en los otros dos evangelios sinópticos se encuentran separadas; cf Mc 9,49 y Lc 14,34ss para la <4sal»; Mc 4,21 y Lc 8,16; 11,33 para la <<luz») y las utiliza para crear, en el contexto del <<sermón de la montaña», una especie de engranaje entre el texto de las bienaventuranzas (5,1-12) y el de la Ley (5,17-46). Se quiere poner el acento en la tarea confiada a los discípulos, que deben vivir en referencia a tiempo-mundo, de modo no distinto y separado, sino como alternativa. El empleo del <<vosotros sois», al inicio del v. 13, resalta la unión entre las dos metáforas de nuestro texto y la ultima bienaventuranza precedente (5,1 1-12).

La primera imagen, la de la sal, sugiere los diferentes modos conocidos de utilizar este elemento natural e indispensable: sazona las comidas, conserva y preserva los alimentos y, en el terreno específicamente religioso, esta relacionada con los sacrificios de oblación (Lv 2,13; Ez 43,24). Si la sal se desvirtúa (eventualidad posible, puesto que la sal se obtenía con técnicas rudimentarias e imperfectas, y sin mayor control de calidad), no sirve para nada, <<para tirarla fuera y que la pisen». En estas dos ultimas expresiones, es evidente que la referencia al juicio de Dios, bien sea con <<echar>>/»tirar», que Mateo también usa en otros contextos (3,10; 7,19; 5,25; 5,29; etc.), o <<pisotear», término utilizado por Isaías para describir la suerte reservada a los impíos (10,6; 25,10; etc.), esta dirigida al discípulo que no realiza debidamente su vocación y se vuelve <<insípido>> (el verbo moraino del v. 13 expresa tanto la pérdida de sabor como el ser necio>>;   Mt 25,1-I3).

La segunda indicación dada a los discípulos a través de la imagen de la luz, y relacionada con la de la ciudad, se enlaza con la idea profética de la peregrinación de los pueblos, quienes de ahora en adelante serán atraídos no por Jerusalén (cf Is 2,2-5), sino por la luz de Cristo irradiada mediante los discípulos. El horizonte de esta <<difusión» se expande para que alcance a todos los pueblos; no se puede circunscribir igual que no se puede ocultar el resplandor difundido por una lámpara colocada en el centro de la casa. Un imperativo, <<brille» (v 16), cierra la perícopa e invita al oyente a depurar su adhesión personal al Evangelio conforme a la facultad de realizar <<buenas obras» (no mencionadas aquí, aunque si explicitadas en Mt 25,35ss), que den gloria al Padre celestial.

Sin esta praxis, el seguimiento resulta insípido, y el camino, incierto, envuelto en tinieblas.

 

MEDITATIO

Para las personas que buscan el sentido que anime su vida, la Palabra de Jesús abre perspectivas siempre inéditas, añade colores sorprendentes e impensables y proporciona el deseo de un proyecto de vida radicalmente diferente del que pueden ofrecer las realidades del <<mundo», Una vez degustado el <<sabor» nuevo de una existencia iluminada por Cristo, no hay mas posibilidad para aquello que a menudo, y de modo mediocre, satisface fugazmente nuestros deseos de felicidad, dejándonos insatisfechos y decepcionados. Cuando permitimos que se avive el anhelo de una vida plena y <<en abundancia» (cf Jn 10,10), que de sentido auténtico a nuestro ser y a nuestro obrar permitimos que una fuerza, la del Espíritu, que trasciende nuestra valía, se manifieste al mundo a través de nosotros. <<Sal» y <<luz», tesoro valioso que llevamos en vasijas de barro, son dones no para retenerlos, sino para verterlos en los lugares donde se ha perdido el gusto y la esperanza de una vida digna de ser vivida o cuando alguien ha apagado la confianza.

Ninguna ritualidad exterior puede reemplazar las implicaciones más que comprometedoras descritas por Isaías: los gestos de compartir, la opción en favor de quienes sufren la privación injusta y forzada de aquellos bienes necesarios para vivir y que hacen visible y creíble la fe. La misión, y con ella el discípulo del Evangelio, conoce los tiempos del mensaje gritado desde las azoteas y la difusión de la Palabra escandalosa de la cruz hasta los confines del mundo, y también sabe reconocer los momentos silenciosos, discretos, extraordinariamente potentes de una caridad solidaria de la que hablan las <<buenas obras» que dan gloria al Padre, que esta en los cielos. La comunidad cristiana no vive separada del mundo, sino inmersa en los acontecimientos de su tiempo, en los que esta llamada a obrar como la sal, que en si no es ninguna comida y solo unida, mezclada, deshecha en los alimentos, puede desarrollar su cometido de la misma forma, la Palabra que el creyente anuncia tiene que penetrar y vivificar desde dentro los ambientes en los que es sembrada. Es un quehacer fiel y constante que debe hacerse presente en un testimonio de vida sencillo y sobrio, a veces trémulo y <<débil», pero revestido de la fuerza de Dios, quien asegura su validez y eficacia.

 

ORATIO

Padre, fuente de misericordia y de justicia, que cuidas de todos tus hijos, escucha el grito de los pobres, sé refugio del afligido y desconsolado. También en nuestros días hay desposeídos de bienes, privados de dignidad, hambrientos de pan y de amor Y hartos y satisfechos, con almacenes repletos y casas vacías, envanecidos con sus rezos y ayunos, que huelen a incienso y no perfuman la vida.

En tu Hijo Jesús nos has revelado tu predilección por los pequeños, te has mostrado compasivo y misericordioso con quienes confían en ti. El, desnudo y crucificado, le indica a quien quiere seguirle un camino serio y arriesgado, una puerta estrecha por donde no se puede pasar si no nos liberamos de las ataduras que suponen el patrimonio, los bienes, la cultura, las estrategias pastorales.

Padre, no queremos poseer mayor honor ni tener mayor gloria que el nombre de tu Hijo crucificado y resucitado, mas preciado y valioso que el oro y la plata, para levantar y hacer andar a quien tiene necesidad de esperanza. Su Palabra es la luz que nos confías para reavivar los lugares aprisionados por las tinieblas; el Evangelio es la lámpara que no se consume, el sabor incorruptible para incorporar a la existencia. Entonces brillarán nuestras buenas obras como un sol sin ocaso, porque ha prendido tu resplandor

 

CONTEMPLATIO

No se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín. ¿Qué beneficio se obtiene tapando la llama de la lámpara?.   En realidad, Dios se ha servido del celemín como símil apropiado para la sinagoga, pues ésta acumuló para si los frutos producidos y mantuvo fija la medida a observar. No obstante, ahora, con la llegada del Señor, se encuentra vacía, sin frutos e incapaz de ocultar la luz. Desde este momento, la lámpara de Cristo no puede ponerse debajo de ninguna vasija, ni ocultarse bajo la tapadera de la sinagoga; al contrario, suspendida del leño de la pasión, tiene que irradiar la luz eterna a todos los que habitan en la Iglesia. Los apóstoles son exhortados a brillar con una luz semejante para que, viendo sus obras, alaben a Dios, de modo que nuestras obras, aunque no les prestemos atención, resplandezcan entre quienes vivimos (Hilario de Poitiers, Comentario a Mateo IV, 13).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Encomienda al Señor tu camino, confía en él, que él actuará» (Sal 37,5ss).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Y lo que le sucede a la Iglesia nos sucede también a cada uno de nosotros en particular. Sus peligros son nuestros peligros. Sus combates son nuestros combates. Si la Iglesia fuera en cada uno de nosotros más fiel a su misión, ella sería, sin duda ninguna, lo mismo que su mismo Señor, mucho más amada y mucho más escuchada; pero también, sin duda alguna, sería, como él, más despreciada y más perseguida <<Yo les he dado Tu Palabra y el mundo los aborreció>> (Jn 17,iA; ci i5,10-2]   Si los corazones se manifestaran más claramente, el escándalo sería mucho más evidente, y este escándalo supondría un nuevo impulso para el cristianismo, porque <<adquiere un poder mayor cuando es aborrecido por el mundo>> (san Ignacio de Antioquía, Ad Ro- manos Ill, 3). El que el anticlericalismo esté <<en baja>>, cosa de lo que solemos felicitarnos, puede no ser siempre una señal feliz. Es verdad que este fenómeno puede ser debido o un cambio en la situación objetiva o a un mejoramiento tanto de una parte como de la otra, pero también podría significar que aquellos por quienes se conoce a la Iglesia, aun proponiendo todavía al mundo algunos valores dignos de estimación, se hubiesen acomodado a él, a sus ideales, a sus cláusulas y a sus costumbres.

En ese caso, dejarían de ser embarazosos. Que la sal se puede desazonar es cosa que nos repite el Evangelio. Y si vivimos —me refiero a la mayor parte de los hombres - relativamente tranquilos en medio del mundo, esto quizá sea debido a que somos tibios (H. de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, Ediciones Encuentro, Madrid °1988, 162; traducción, Luis Zorita).

  

 

6° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Eclesiástico 15,15-21

15 Si quieres, guardarás los mandamientos; de ti depende el permanecer fiel.

16 Fuego y agua he puesto ante ti, alarga tu mano a lo que quieras.

17 Ante el hombre están vida y muerte; lo que él quiera se le dará.

18 Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo.

19 Sus ojos miran a los que lo temen, él conoce las acciones de los hombres.

20 A ninguno obligo a ser impío, a ninguno ha dado permiso para pecar

 

¤> El autor escribe en Jerusalén alrededor del año 180 a. de C. Se siente heredero de la fecunda tradición teológica sapiencial y quiere ofrecer, como testigo, una actualización de la nueva y compleja situación. Su enseñanza sobre la sabiduría, sobre Dios y sobre el mundo hunde sus raíces en los surcos de la tradición patriarcal; el profeta se autodefine como un <<rebuscador tras los vendimiadores>> (33,16) y al mismo tiempo, se presenta como un <<conservador iluminado», abierto al desafío que suponen los influjos procedentes de los nuevos escenarios culturales de estilo helenístico. El presente texto pertenece a la primera colección del libro, los cc. 1-23. Los vv. 11 y 12 del c. 15 recogen dos críticas que Ben Sira utiliza para introducir su reflexión sobre la libertad del hombre: <<No digas: "El Señor me incitó a pecar”>>; <<no digas: “el Señor me ha extraviado"». La fuerza del mensaje del texto propuesto hoy por la liturgia de la Palabra gira en torno al tema de los dos caminos, el del pecado y el de la muerte, formulado en Dt 3o,15-2o; Jr 21,8 y, en ámbito sapiencial, Prov 2,8-9,12-2o. Según este sabio maestro, Dios no puede ser el origen del pecado, puesto que <<él no hace lo que detesta» (v. 1 1, ni quiere violentar la libertad del hombre. Solo desde la libertad es como el creyente puede afianzar su fidelidad a la Ley. Dios manifiesta su omnipotencia y su profunda sabiduría sin coaccionar la elección que el hombre realiza responsablemente.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 2,6-10

Hermanos:

6También nosotros tenemos una sabiduría para adultos en la fe, aunque no es una sabiduría de este mundo, ni de los poderes que gobiernan este mundo y estén abocados a la destrucción.

7 De lo que hablamos es de una sabiduría divina, misteriosa, escondida; una sabiduría que Dios destino para nuestra gloria antes de los siglos

8 y que ninguno de los poderosos de este mundo ha conocido, pues, de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria.

9 A nosotros, en cambio, como dice la Escritura: lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni al hombre se le ocurrió pensar que Dios podía tenerlo preparado para los que lo aman,

10 eso es lo que nos ha revelado Dios por medio de su Espíritu. El Espíritu, en efecto, lo escudriña todo, incluso las profundidades de Dios.

 

El segundo capitulo de la primera Carta a los Corintios presenta una reflexión sobre el tema de la sabiduría articulada en dos panes, ofreciendo antitéticamente un cuadro doctrinal unitario, Si en la primera sección (vv 1-5) Pablo hablaba de la necedad de la cruz oponiéndola a la sabiduría autosuficiente del hombre, en la segunda (vv 6-16) traza los rasgos que caracterizan la verdadera sabiduría cristiana, ya sea por los destinatarios que están en actitud de acogerla o por el contenido especifico que encierra. Así, Pablo habla de cristianos <<perfectos», <<adultos en la fe» (cf 14,2o; Flp 3,15; Col 1,28), a quienes Dios les ha manifestado una sabiduría <<misteriosa>>, <<escondida» y eterna, como Dios que es, destinada <<para nuestra gloria antes de los siglos» y distinta de la sabiduría <<de este mundo», descrita por Pablo en un lenguaje de carácter apocalíptico (v. 7ss).

Por este motivo, frente a aquellos corintios que se tenían por <<Espirituales» porque poseían una gnosis o conocimiento superior los creyentes que han recibido el anuncio del apóstol no tienen que considerarse inferiores. Al revés, gozan de un don inmenso y gratuito: haber conocido en Cristo el plan de Dios para la salvación del mundo. Y quien anuncia esta sabiduría a los <<adultos en la fe» no entrega un don obtenido por méritos propios, sino que hace participe a otros de cuanto le ha sido revelado <<por medio del Espíritu» (v. 1o), lo que Dios <<tenía preparado para los que lo aman» (v. 9). La puerta de acceso que conduce a las <<profundidades de Dios» (v. 1o) no es un conocimiento—gnosis fundado en presuntas capacidades humanas, sino en el amor

 

Evangelio: Mateo 5,17-37

17 No penséis que he venido a abolir las enseñanzas de la Ley y los profetas; no he venido a abolirlas, sino a llevarlas hasta sus ultimas consecuencias.

18 Porque os aseguro que, mientras duren el cielo y la tierra, la más pequeña letra de la Ley estará vigente hasta que todo se cumpla.

19 Por eso, el que descuide uno de estos mandamientos mas pequeños y enseñe a hacer lo mismo a los demás será el mas pequeño en el Reino de los Cielos. Pero el que los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.

20 Os digo que, si no sois mejores que los maestros de la Ley y los fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

21 Habéis oído que se dijo a nuestros antepasados: No matarás, y el que mate será llevado a juicio.

22 Pero yo os digo que todo el que se enfade con su hermano será llevado a juicio; el que le llame estúpido será llevado a juicio ante el sanedrín, y el que le llame impío será condenado al fuego eterno.

23 Así pues, si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja allí tu ofrenda delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda.

25 Trata de ponerte a buenas con tu adversario mientras vas de camino con el, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel.

26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.

27 Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio.

28 Pero yo os digo que todo el que mira con malos deseos a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.

29 Por tanto, si tu ojo derecho es ocasión de pecado para ti, arráncatelo y arrójalo lejos de ti; te conviene mas perder uno de tus miembros que ser echado todo entero al fuego eterno.

30 Y si tu mano derecha es ocasión de pecado para ti, córtatela y arrójala lejos de ti; te conviene mas perder uno de tus miembros que ser arrojado todo entero al fuego eterno.

31 También se dijo: El que se separe de su mujer que le dé un acta de divorcio.

32 Pero yo os digo que todo el que se separa de su mujer salvo en caso de unión ilegitima, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una separada comete adulterio.

33 También habéis oído que se dijo a nuestros antepasados <<No jurarás en falso, sino que cumplirás lo que prometiste al Señor con juramento

34 Pero yo os digo que no juréis en modo alguno; ni por el cielo, que es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, que es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran rey

36 Ni siquiera jures por tu cabeza, porque ni un cabello puedes volver blanco o negro.

37 Que vuestra palabra Sea <<sí» cuando es Sí, y <<No>> cuando es No. Lo que pasa de ahí viene del maligno.

 

• El v. 17 introduce un nuevo argumento que será expuesto hasta la conclusión del c. 5. Tenemos la presentación del tema (vm 17-2o), o la relación de Jesús con la Ley y los profetas, y seis lógia (vv. 21-48) con el mismo esquema, donde Jesús es el intérprete de las prescripciones del Antiguo Testamento. Dos afirmaciones negativas abren el pasaje evangélico (v 17a) y acentúan el contenido del anuncio: Jesús ha venido a dar cumplimiento, a llevar hasta sus últimas consecuencias la Ley y la profecía bíblica, ya que nada ha sido abrogado (el verbo “plérosai” indica, aquí, dar cumplimiento a través de la enseñanza): su misión tiene como objetivo no abolir lo que ya ha sido revelado, sino promulgar definitivamente la voluntad de Dios.

La nueva justicia no se volverá a medir mas en términos <<cuantitativos», como observancia externa de unos preceptos; sera valorada en virtud de la adhesión del corazón a las exigencias del Reino. Jesús enumera seis ejemplos y los presenta de manera antitética (en este domingo leemos los cuatro primeros, vv. 21-37). Los dichos comienzan con la fórmula estereotipada <<Habéis oído que se dijo [a nuestros antepasados]», seguidos de una cita del Pentateuco, y concluyen con esta expresión de Jesús: <<Pero yo os digo... ». El procedimiento utilizado, por el estilo, es el de las escuelas rabínicas, que contraponían las distintas interpretaciones de la Ley.

La primera antítesis (vv. 21-26) se refiere al mandato de <<No matar», presente en el <<decálogo» (cf Ex 2o,13; Dt 5,17) y reinterpretado por Jesús: también la ira y el insulto manifiestan un conflicto y un juicio que amenazan y trastornan la vida de la comunidad. Las penas son presentadas gradualmente - tribunal, sanedrín y Geenna -, pasando de una perspectiva jurídica a una religioso-escatológica: la autenticidad del culto se verificara según la capacidad de vivir reconciliados (vv. 23ss).

El adulterio (vv. 26-3o) también es sometido a consideración: la unión con la mujer de otro hombre, incluso antes de quebrantar el derecho a la propiedad del marido, tiene su raíz <<en el corazón», sede de los sentimientos profundos y de la personalidad moral del individuo. Quien <<desea», en la acepción del verbo hebreo correspondiente (hamad), quiere adueñarse con violencia de lo que no le pertenece, y, para evitar un destino mortal, tiene que estar dispuesto a sacrificar una parte de si mismo (vv. 29ss).

La tercera antitesis es sobre el matrimonio (vv. 31ss) y nos remite al texto de Dt 24,1. Comete adulterio, según el dicho de Jesús, tanto quien se separa de su mujer como quien se casa con una separada. La excepción del v. 32, salvo en el caso de “poméia”, ha sido objeto de una pluralidad de interpretaciones: una solución apropiada es la que atribuye la cláusula de Mateo a los casos de uniones ilegitimas entre consanguíneos, algo no infrecuente dentro de su comunidad. La exclusión de cualquier tipo de juramento (vv 33-37), que volverá a aparecer en 23,16-22, pretende desenmascarar la costumbre de abusar de la autoridad de Dios: es una llamada a la verdad y a la sinceridad (véase la sentencia del v. 37) y un rechazo de cualquier forma de hipocresía.

 

MEDITATIO

<<Pondré mi Ley en su interior, la escribiré en su corazón» (Jr 31,33), Si escudriñamos qué esconde la profundidad de nuestro corazón, si nos empleamos a fondo para descifrar lo escrito por una mano sabia y discreta, descubrimos que <<lo que el ojo no vio», a veces misterioso hasta para nosotros, Dios lo ha preparado, lo ha diseñado, como un proyecto viable para nuestra vida; un proyecto que nos invita a vivir la única ley que nos hace libres, la del amor Guiados por el Espíritu vivimos en el mundo anunciando una <<Buena Noticia» que nos anima a vivir como cristianos adultos, a superar esas faltas de madurez que podrían llevarnos a una fe construida sobre una obediencia estéril y formal: <<Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hambre, he dejado las cosas de niño>> (1 Cor 13,11). Para entrar en el Reino de los Cielos, Jesús pide una justicia superior a la observancia mecánica y desencarnada; solicita una adhesión capaz de interiorizar la norma y manifestar las verdaderas intenciones del corazón.

Esta nueva justicia transforma las dimensiones más profundas y personales de la relación con Dios en la cualidad de las relaciones que el discípulo establece con los hermanos. Dios <<conoce las acciones de los hombres» y sabe que en una ofensa también se puede ocultar la voluntad de destruir al otro, que en una mirada, a veces, esta latente el deseo de poseer, incluso con prepotencia, lo que no nos pertenece. Dios, que lo <<ve todo», no acepta que el hombre reemplace con prácticas cultuales la exigencia de construir caminos de reconciliación, porque la misericordia vale mas que los sacrificios.

Vivir según este estilo de vida nuevo, que Jesús ha inaugurado y que el Espíritu mantiene vivo, significa comprender la voluntad de Dios inmersos en la lógica del mundo, una lógica que parece sobrepasar la sabiduría oculta en nuestro interior. Entre el <<si» al camino evangélico y el <<no» pronunciado a los <<dominadores de este mundo», entre la vida y la muerte, pidamos que nuestra elección sea sin titubeos, inclinada al compromiso y no confusa o tibia.

 

ORATIO

Padre, Dios del cielo y de la tierra, te alabamos por el misterio escondido en tu Hijo, Jesús. El se ha hecho uno de nosotros, ha compartido nuestra vida, se ha mostrado atento a nuestras necesidades y ha cargado con nuestros pecados. Dios misericordioso, quieres que seamos un pueblo libre, libre para aman y por eso -en Cristo- nos entregas una nueva Ley escrita en el corazón del hombre. Tu lo ves todo, sondeas y conoces nuestros pensamientos y sabes leer nuestras mas secretas intenciones en los gestos que realizamos. No queremos sentirte como un huésped indeseado que viola nuestra intimidad, sino como el amigo que nos brinda la mano para llevarnos hasta la vida eterna con la libertad de los hijos de Dios zarparemos mar adentro y, guiados con tu Palabra y el Espíritu, marcaremos la ruta de la verdadera paz,

 

CONTEMPLATIO

Por todas partes, pues, resulta que, si Cristo no mantiene la antigua Ley, no es porque sea mala, sino porque había llegado el momento de preceptos superiores. El hecho de que sea más imperfecta que la nueva no prueba tampoco que sea de suyo mala, pues, en ese caso, lo mismo habría que decir de la nueva. El conocimiento que ésta nos procura, comparado con el de la otra vida, es también parcial e imperfecto y, venido el otro, desaparecerá. Porque <<cuando venga lo perfecto -dice el apóstol— desaparecerá lo imperfecto» (1 Cor 13,1o), lo mismo que sucedió con la antigua Ley al venir la nueva.

Mas no por eso despreciaremos la nueva Ley, aunque también haya de ceder el paso y retirarse cuando alcancemos el Reino de los Cielos. Porque entonces —dice— <<desaparecerá lo imperfecto». Y sin embargo, decimos que es grande. Ahora bien, como son mayores los premios que se nos prometen y mayor la gracia del Espíritu Santo, también se nos exigen combates mayores. Ya no se nos promete una tierra que mana leche y miel, ni pingue vejez, ni muchedumbre de hijos, ni trigo y vino, ni rebaños mayores y menores, sino el cielo y los bienes del cielo: la filiación divina y la hermandad con el Unigénito y tener parte en su herencia y ser juntamente con El glorificados y reinar a par suyo, y los infinitos galardones que allí nos esperan. Ahora que también gozamos de mayor ayuda, oye como lo dice Pablo; <<Ya no pesa, par tanto, condenación alguna sabre las que viven en Cristo Jesús. La ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte>> (Rom 8,1ss) (Juan Crisóstomo, <<Homilías sobre el evangelio de san Mateo», 16,5, en Obras de san Juan Crisóstomo, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, 3 19-32o).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hay la Palabra: <<El Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad» (2 Cor 3,17).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Respecto a la totalidad que nos manifiesta la sabiduría, las formas provisionales necesariamente se encuentran ligadas al principio de la coacción, de la constricción, y la constricción no es la ley del corazón. Esta condición de la existencia es una condición dura y ha que vivirla con la esperanza de que un día pasará este mundo, anclado en el pecado. Tenemos que preparar aquel mundo y, dentro de lo posible, anticiparlo ahora entre nosotras, sabiendo que se trata de una breve lluvia benéfica, de un fugaz rayo solar, ya que la verdadera estación esta por llegar Debemos, de alguna manera insertar la levadura futuro dentro del presente. Esta es nuestra tarea, en lo pequeño y en lo grande. Estas son las nuevas formas propuestas clara y límpidamente, can la maravillosa y misteriosa música de las palabras evangélicas: <<Habéis oído que se dijo, pero yo os digo».

Nos encontramos en esta oscilación y es muy importante vivirla conscientemente, sin bandazos, sin fanatismos místicos que destruyen la antinomia de este mundo provisional, y sin mundanalidad —enorme en numerosos cristianos—, sino integrando las dos dimensiones y convirtiendo las palabras de la sabiduría en principio normativo de la saciedad, en regla de vida social.

Ninguna sociedad responderá jamás, hasta que salgamos de este mundo transitorio, a las esperas y esperanzas que brotan de lo profundo. La respuesta que nos viene del Espíritu es una respuesta que brilla en el futuro, y sólo llega a nuestros días el reflejo de la luz (E. Balducci, Gli ulfimi Iempi, Roma 1998, 1 15).

 

 

 

7° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Levítico 19,1-2.17-18

1 El Señor dijo a Moisés:

2 Di a toda la comunidad de los israelitas: Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo.

17 No odiarás a tu hermano, sino que lo corregirás para no hacerte culpable por su causa

18 No tomarás venganza ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor

 

¤• A partir del c. 17, después de una primera parte de tipo cultual, el libro del Levítico reúne una colección de leyes (Lv 17-26) conocida comúnmente con el nombre de <<Ley de santidad.» En esta sección, sobre todo en el c. 19, reaparece repetitivamente la declaración en la que Dios fundamenta su petición: <<Yo soy el Señor [vuestro Dios]». Tal afirmación demuestra como la Ley no se basa en si misma, sino que presupone la revelación de un Dios que ama y libera. Junto a esta llamada del Dios liberador se le añade una segunda muletilla, referida al Dios santo (cf 19,2; 2o,3; 2o,26; 21,8; 22,2; 22,32) y extensiva, esa misma santidad, a toda la comunidad de Israel. La santidad de Dios es su absoluta y radical diversidad, no contenida, sino comunicada en virtud de una elección gratuita. Por este motivo, el don otorgado al pueblo le exige una respuesta, no le asegura privilegio alguno ante los demás pueblos: la santidad pertenece de modo exclusivo a Dios, e Israel ha de vivir conforme a la vocación recibida. Hay actitudes irreconciliables con esta llamada, entre otras, el odio y la venganza, mencionadas en los vv 17ss, que resaltan aún mas la invitación conclusiva -<<Amarás a tu prójimo como a ti mismo»- y que Jesús citará junto a Dt 6,5. La solidaridad con los miembros del mismo pueblo y la corrección fraterna, que sana de raíz cualquier conflicto, tendrán cabida mas tarde, cuando, en el L 34, se aluda al inmigrante que el israelita tiene que acoger.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 3,16-23

Hermanos:

16 ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

17 Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros.

18 Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros piensa que es sabio según el mundo, hágase necio para llegar a ser sabio.

19 Porque la sabiduría del mundo es necedad a los ojos de Dios. Pues dice la Escritura: Dios es quien atrapa a los sabios en su astucia.

20 Y también: El Señor conoce los pensamientos de los sabios y sabe que son vanos.

21 Por tanto, que nadie presuma de quienes no pasan de ser hombres. Porque todo es vuestro

22 Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, lo presente y lo futuro; todo es vuestro,

22 Pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios.

 

» Pablo quiere recalcar a los corintios que algunas actitudes obstaculizan la acción del Espíritu. El orgullo, las divisiones, minan el edificio de Dios, que es la comunidad (3,4-17); profanan la obra que Dios quiere realizar y de la cual se muestra celoso: quien ose atentar contra la propiedad de Dios se acarreará su propia destrucción. Si sobre la iglesia, templo de Dios, no prevalecerá ninguna fuerza (cf Mt 16,18), es igualmente verdad que cualquier comunidad, cualquier iglesia local, tiene que estar atenta a las vicisitudes que amenacen su integridad. Después de esta advertencia, Pablo concluye su reflexión sobre la sabiduría (vv 18-23) recordando que sólo quien acoge con humildad la locura de la cruz podrá ser realmente sabio. Por delante, todo un camino a recorrer: de la sabiduría autosuficiente del hombre viejo, a aquella otra, la de los pequeños, a quienes Dios revela su misterio (Mt 11,25).

        El Señor conoce los pensamientos de los sabios (v 2o): són,como fácilmente puede deducirse, los complots que determinan los conflictos entre los grupos, las camarillas guiadas por cabecillas que se apropian de honores indebidos, El discípulo vinculado a Cristo y dedicado a su causa puede considerarse sabiamente dueño de todo. <<Todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios » (v 23): se trata de una pertenencia exclusiva que abole y demuele cualquier soberanía pretendida por los hombres y que no le permite a nadie en el seno de la comunidad mandonear en la vida de los otros (cf 2 Cor 1,24).

 

Evangelio: Mateo 5,38-48

Jesús dijo a sus discípulos:

38 Habéis oído que se dijo: ojo por ojo y diente por diente.

39 Pero yo os digo que no hagáis frente al que os hace mal; al contrario, a quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra;

40 al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto;

41 y al que te exija ir cargado mil pasos, ve con él dos mil.

42 Da a quien te pida y no vuelvas la espalda al que te pide prestado.

43 Habéis oído que se dijo: <<Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo».

44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen.

45 De este modo, seréis dignos hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos.

46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa merecéis? ¿no hacen también eso los publicanos?

47 Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de mas? ¿no hacen lo mismo los paganos?

48 Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

 

Nos encontramos ante las dos últimas antítesis presentes en Mt 5,21-48. La alusión veterotestamentaria apunta a la llamada <<ley del talión», referencia normativa para otros pueblos del antiguo Oriente. Se basa fundamentalmente en el principio de la proporcionalidad, en la práctica del resarcimiento conforme al bien lesionado. El camino indicado por Jesús para quien sufra algún mal no prevé ningún método violento, sino el rechazo a la <<contraposición» (cf el verbo “anthístemi” del v. 38) basada en la venganza. Los casos señalados (vv. 38b-42) reflejan situaciones emblemáticas del ambiente palestino, desde el humillante <<revés» hasta el préstamo al indigente, y tienen en común la rotura con la lógica que consiente la utilización de las mismas artimañas que el agresor.

El objetivo no es tanto indicar un comportamiento pasivo y no violento como sugerir actitudes y estilos que permitan salir de modo activo y positivo, de la espiral de revanchas y represalias. Sólo así podrá ser recuperado el adversario, De este modo, llegamos a la última antítesis, a la cumbre de esta sección.

Para ser <<mejores» que los escribas y los fariseos (v. 20), es necesario extender el amor al prójimo, incluso a los enemigos. Este es el modo más auténtico de imitar a Dios, su santidad y su perfección (v. 48). No hay excusas que valgan: en el corazón del discípulo, en la médula de las bienaventuranzas, la oración por los perseguidores es la primera respuesta para crear nuevas relaciones con quien se muestra hostil. A la oración le deben acompañar gestos que expresen la relación filial con el Padre, gestos que permitan reconocer y experimentar el rostro paterno de Dios.

Igual que en 5,9, Mateo habla de los <<hijos de Dios», y en ambos casos conecta esta expresión con quienes saben establecer lazos de paz y amor La <<perfección>> (como indica el término teléios, que volverá a aparecer de nuevo en 19,21 en el encuentro de Jesús con el joven rico) es el resultado del amor incondicional y universal que anima este proceso, y no podrá ser nunca el resultado matemático de una obediencia legalista. Es esencialmente don y empeño que el discípulo ve constantemente manifestado en su encuentro con Jesucristo.

 

MEDITATIO

Da la impresión que el evangelio de hoy nos propone algo imposible de practicar. Esta deducción nos parece lógica o, al menos, impregnada de sentido común, pues experimentamos, incluso superficialmente, lo que sucede dentro y fuera de nosotros. Y algo desencantados y quizá, resignados nos preguntamos: ¿el Dios de Jesucristo qué idea tiene del hombre para proponerle semejante osadía»? Inmediatamente podemos invertir la cuestión: ¿qué imagen nos hemos hecho de Dios para considerar utópico el horizonte que nos despliega Jesús?. Destruida la tablilla con el listado de penas calculadas sobre la base de la ofensa cometida y desenmascarados por Dios, nos mostramos titubeantes ante su modo de comportarse: <<¿No puedo hacer lo que quiero con lo mío? ¿O es que tienes envidia porque soy bueno?» (Mt 20,15).

Esta es la santidad de Dios, su radical diversidad respecto a la sabiduría del mundo, Sin embargo, corremos el riesgo de extraviarnos cuando, fascinados y atraídos por su perfección, caminamos fijándonos solo en aquello que estimamos con sano realismo pero que apaga el interés de ese <<sue1io» de Dios, ver las espadas transformadas en arados.

No es posible vivir odiando, en enemistad profunda e irreversible. El daño interior provocado por una relación rota corroe nuestras mejores energías, nos sumerge en la convicción de que, antes o después, el otro pagará por cuanto ha hecho. El templo de Dios en nosotros se deteriora, y sentimientos de revancha lo saquean, lo deforman, lentamente, a veces sin que nos enteremos de ello hasta el momento en que, si no hemos apaciguado constantemente nuestras palabras y nuestros gestos, sentimos desencadenarse en nuestro interior una violencia devastadora. El perdón es el testamento escrito por Jesús en la cruz, la herencia y la bendición otorgadas desde el costado traspasado por donde pasa el odio esparcido a lo largo de las estaciones de la historia humana y de las páginas menores de nuestra historia.

Dios nos cura con su perdón, que desciende como lluvia sobre justos e injustos para devolverles la viveza a nuestras asperezas; un don a imploran procedente de lo alto, que podemos compartir con los otros.

 

ORATIO

Si fuésemos como nos quieres, Señor;

la tierra seria diferente:

estaríamos gozosos de existir

comprender darnos y perdernos.

¡Igual que el Padre, que hace brillar el sol

sobre los campos de buenos y malos:

estaríamos radiantes al vencer por amor

y poner fin a una historia de muerte!

¡Así es, solo así: de otro modo

no podéis salvaros, hombres!

Si matéis a Caín

siete veces os aniquilaré la muerte.

Señor te pedimos

que todos se libren del insidioso deseo de vengarse,

del instinto justiciero a la medida,

de devolver golpe por golpe: éste es el cáncer que nos devora;

que tus creyentes, al menos, extirpen del corazón

la idea del enemigo. Amén

(D, M. Turoldo).

 

CONTEMPLATIO

Dios quiere que seamos perfectos en todos los órdenes y en todas partes. Antiguamente, en la Ley, se decía: <<Amarás al amigo y odiarás al enemigo»; tal precepto fue dado por necesidad, y con carácter provisional, a un pueblo terreno y carnal, por ello se explica este dicho: <<Ojo par ojo, diente por diente». Ahora, a un pueblo evangélico le han sido entregados mandamientos de una doctrina celeste y de una justicia próxima a la perfección; se nos ordena amar a los enemigos, amar a quien nos odia, orar por quienes nos calumnian y persiguen; sólo de este modo mereceremos ser dignos hijos de Dios, quien -bueno como es- al repartir sus dones no hace distinción entre buenos y malos, justos e injustos: se trata de bienes que se gozan aquí abajo, frutos de un don celeste del Padre. El Espíritu Santo, por boca de Isaías, nos espolea a custodiar celosamente tales normas evangélicas cuando proclama: <<Escuchad la Palabra del Señor los que tembláis ante su Palabra. Vuestros hermanos, que os detestan y os rechazan por mi causa, dicen: "Que el Señor muestre su gloria para que veamos vuestra alegría". Pues quedarán confundidos. También David, y con rectitud, lo corrobora en un salmo: <<Señor; mi Dios: si he hecho eso, si he devuelto mal por mal, que quede desamparado frente a mis enemigos» [.,,].

El Señor nos da a entender que es imposible alcanzar un amor perfecto si solo amamos a quienes estamos seguros de conseguir a cambio un amor igual, pues —y no es ningún secreto— un amor parecido lo podemos ver entre los paganos y los pecadores. El Señor quiere que superemos la ley del amor humano mediante la ley del amor evangélico (Cromacio de Aquilea, Comentario al evangelio de Mateo, tratado 26, I,1-II,l).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<La caridad todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta» (1 Cor 13,7).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Deberíamos realizar un progresivo desarme intelectual, moral y religioso. No justificar lo injustificable. Creer en lo fuerza del amor Sacar de la eucaristía la certeza de curar nuestras heridas profundas. Quisiera detenerme en esta última idea; la fuerza terapéutica de la eucaristía como memoria. Cada vez que hacemos memoria de la muerte y resurrección de Cristo, el mismo Señor nos introduce, por el Espíritu, en la plenitud de su existencia pascual, donde se ha transformado por siempre en don ofrecido y alabanza perenne, incluido su humanidad. La memoria es un gran regalo del Creador y Redentor; nos permite recordar con gratitud el pasado, rememorar las grandes obras realizadas por Dios en favor nuestro, reanimar con atención y discernimiento el momento presente, insertarnos con vigor, esperanza y responsabilidad en lo historia de la salvación.

Durante la misa, cuando el sacerdote extiende las manos sobre el pan y sobre el vino, invoca al Espíritu Santo no sólo para que estos elementos se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo, sino también para que nosotros, unidos con Cristo, nos transformemos en ofrenda agradable, capaces de comprometernos en la historia de la salvación por el reino de amor y de paz. En la eucaristía, el Espíritu actúa en nosotros para que nuestra memoria se cure de cualquier tipo de rencor resentimiento y se colme de recuerdos agradecidos. Uno de los frutos más preciosos es el vivir el presente can la máxima solicitud y caminar hacia el futuro con viva esperanza y fiel empeño como constructores de paz. En una memoria agradecida, moldeada por la espiritualidad eucarística, no cabe el rencor el odio, la venganza, la violencia. Conscientes de nuestra total dependencia de la gracia, pedimos <<vivir en constante oración y súplica, guiados por el Espíritu>> (Et 6,l8). Así crece en nosotros la <<conformidad con la voluntad de Dios>>, aceptamos las cosas como desafío y kairés, como don e invitación para corresponder desde la Fe a nuestro empeño de ser testigos de la paz. La memoria agradecida de lo que Cristo ha hecho por nosotros se convierte en un medio formidable para transformar nuestras eucaristías en una ocasión donde nos revestimos con las armas de la paz, verdad y justicia (B. Haring - V. Salvolcli, Nón violenza. Per osare la pace, Padua 1992, 26ss).

 

 

8° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 49,14-15

14 Sión decía: <<Me ha abandonado Dios, el Señor me ha olvidado».

15 ¿Acaso olvida una madre a su hijo y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.

 

•» En esta breve lectura, en seguida se advierte un marcado contraste, sobre todo si se tiene en cuenta el contexto anterior (Is 49,1-13), donde el regreso del pueblo elegido es presentado como un acto exclusivo de Dios, fiel y misericordioso.

Comienza con una ruda provocación, un vituperio lanzado por Israel contra Dios. En multitud de ocasiones, Dios ha manifestado claramente que es un Dios exigente e indulgente, un Dios que cuando mejor expresa toda su omnipotencia es cuando puede perdonar y socorrer a los pobres. Sin embargo, la ingratitud del pueblo elegido sobresale en todas las etapas de la historia de la salvación. El Señor no se deja sorprender; rápidamente reacciona y corrige: <<¿Acaso olvida una madre a su hijo?» (v. 15). Sin dejar lugar a ninguna duda, Dios recurre al amor materno, el más fuerte e indiscutible amor que pueda pensarse, aun más fuerte que el amor nupcial.

La imagen propuesta debe ser bien entendida. El len-guaje adoptado por el profeta es inequívoco: no se trata de una mera semejanza, sino de un argumento a Fortiori empleado para decir que el amor de Dios por su pueblo es infinitamente superior al de una madre por su hijo. Así lo expresa, a las claras y abiertamente, el profeta Oseas: <<No dejaré correr el ardor de mi ira, no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, no un hombre» (11,9).

 

Segunda lectura: 1 Corintios 4,1-5

Hermanos:

1 Que se nos considere, por tanto, como ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios.

2 Ahora bien, lo que se exige a los administradores es que sean fieles. 3 En cuanto a mi, bien poco me importa el ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo.

4 De nada me remuerde la conciencia, mas no por eso me considero inocente, porque quien me juzga es el Señor

5 Así, pues, no juzguéis antes de tiempo. Dejad que venga el Señor. El iluminará lo que se esconde en las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones del corazón. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que merezca.

 

•» Las relaciones de Pablo con la comunidad de Corinto han sido algo problemáticas. Aquellos cristianos, entre otros, le acusaban de no ser apóstol como los Doce, sin llegar a juzgar la altura de la misión que desarrolló.

Pablo, después de dejar claro la centralidad de Cristo, único fundamento puesto por Dios para la construcción de la Iglesia (1 Cor 3,1o-15), y de haber dicho que por encima de cualquier apóstol esta la Iglesia, casa y templo de Dios (3,16-21), define con total nitidez la identidad del auténtico apóstol: ser un colaborador (un <<ministro»: v. 1a) de Cristo y, al mismo tiempo, un ecónomo (<<administrador>>) de los <<misterios de Dios>>.

En esta ocasión, los complementos -<<de Cristo», <<de Dios »— tienen mayor valor que los sustantivos (colaborador y ecónomo). Esto le da al apóstol una gran libertad interior y exterior; ni esta preocupado por el qué dirán los otros (cf también Gal 1,1o: <<Porque, vamos a ver: ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿trato acaso de agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo») ni se para a emitir juicios sobre si mismo; tan solo espera y esta atento al juicio de Dios.

Los cristianos de Corinto deben aprenderse la lección y no juzgar, al menos por ahora. Juzgar es competencia de Dios. Es digno de notar la contraposición entre <<día humano» (del v. 3, traducido aquí por <<tribunal humano>>)y <<el tiempo» (del v 5, en griego kairés) de la venida del Señor.

 

Evangelio: Mateo 6,24-34

Dijo Jesús a sus discípulos:

24 Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y al otro no le hará caso. No podéis servir a Dios y al dinero.

25 Por eso os digo: No andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber para sustentaros, o con que vestido vais a cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?

26 Fijaos en las aves del cielo: ni siembran ni siegan ni recogen en graneros, y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?

27 ¿Quién de vosotros, por mas que se preocupe, puede añadir una sola hora a su vida?

28 Y del vestido, ¿por qué os preocupáis? Fijaos como crecen los lirios del campo: no se afanan ni hilan,

29 y, sin embargo, os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos,

30 Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno Dios la viste así, ¿qué no hará con vosotros, hombres de poca fe?

31 Así que no os inquietéis diciendo: ¿Que comeremos? ¿qué beberemos? ¿Cón que nos vestiremos?

32 Esas son las cosas por las que se preocupan los paganos. Ya sabe vuestro Padre celestial que las necesitáis.

33 Buscad ante todo el Reino de Dios y lo que es propio de él, y Dios os dará lo demás.

34 No andéis preocupados por el día de mañana, que el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su propio afán.

 

En el contexto del <<sermón de la montaña», esta pagina encaja perfectamente. Muy bien puede ser el desarrollo de la primera bienaventuranza —<<Dichosos los pobres en el espíritu»: Mt 5,3- o la aplicación de la invocación del padrenuestro: <<Danos hoy el pan que necesitamos» (6,11). Será bueno tener presente esta unidad, literaria y temática, pues nos ayudara a adentrarnos en una de las enseñanzas mas características de Jesús.

Hay que notar algunos elementos de la estructura, de por si instructiva. Al comienzo se encuentra una afirmación esencial (<<Nadie puede servir a dos amos», v. 24) acompañada de algunas exhortaciones de Jesús (<<Por eso os digo... ») relativas a la comida (cón referencia a los <<pájaros del cielo») y al vestido (cón referencia a los <<lirios del campo»), que ocupan los vv 25-32. Y, al final, otra afirmación fundamental: <<Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia...» (wz 33).

Como se puede apreciar, también aquí, como en la profecía de Isaías, nos topamos con un argumento a fortiori: <<Si a la hierba que hoy está en el campo... Dios la viste así ¿qué no hará con vosotros, hombres de poca fé?». Las exhortaciones de Jesús se fundamentan en la fidelidad de Dios creador a su amor por nosotros. En la misma línea interpretativa hay que entender <<su justicia» (lo que es propio de Dios, no del Reino); no como un Dios verdugo o justiciero, sino como el Dios, Padre de Jesús y Padre nuestro, que se manifiesta justo, fiel, compasivo y misericordioso.

 

MEDITATIO

No hay ninguna duda: el término mammona es el dinero personificado. Dicha personificación hace pensar que, según Jesús, el dinero es como una potencia capaz de someter el mundo entero y, con él, a las personas. Por este motivo, Lc 16,13 lo califica como <<mammona de iniquidad», traducido en algunas ocasiones como <<la inicua riqueza» o <<el mezquino dinero».

Detengamos por un momento nuestra mirada en el principio de la pagina evangélica para subrayar su gran actualidad. Lo enunciado por Jesús de manera concluyente y decisiva nos impresiona y nos encausa. Habla de <<amos» y de <<servir», de <<odio» y de <<amor», de <<preferencia» y de “desprecio». El lenguaje no puede ser más elocuente y claro.

Por último, hay que añadir que <<servir» tiene en la Biblia, y con bastante frecuencia, un sentido cultual. Ante Dios, mammona es considerado por lo que es, un falso dios: un ídolo, un anti-dios. No olvidemos que el verbo griego duleuein no hace referencia exactamente a la actitud del siervo, sino a la del esclavo. La situación del que se encomienda a mammom se agudiza: renuncia a su libertad y se vende a su amo.

 

ORATIO

Aquí estoy Señor, soy criatura tuya, débil y fuerte al mismo tiempo, pobre y rico, inseguro y crédulo. Haz que sepa perfeccionar en mi tu <<imagen y semejanza» para vivir en la santidad de mi vocación y en la libertad de los hijos de Dios.

Aquí estoy, Señor soy un pobre pecador, consciente de mi miseria espiritual y de tu infinita misericordia. Ayúdame, no permitas que me abata la fuerza del Malvado; ayúdame a buscar con ahínco la docilidad a tus mandamientos, el abandono a tu providencia entrañable.

Aquí estoy, Señor, soy hijo tuyo, hijo en el Hijo Jesús y hermano de todos. Concédeme estar siempre abierto al dialogo, ser sensible a las necesidades de los demás, mantenerme siempre disponible para el servicio desinteresado y generoso con los mas necesitados.

 

CONTEMPLATIO

        Ved, hermanos míos, ved, hijos míos; considerad lo que os digo. Luchad contra vuestro corazón cuanto podáis. Si vierais que vuestra ira se levanta contra vosotros, rogad a Dios contra ella. Hágate Dios vencedor de ti mismo; hágate Dios vencedor no de un enemigo exterior a ti, sino de tu ánimo interior a ti. El se hará presente y lo realizará. Quiere que le pidamos esto antes que la lluvia. Veis, en efecto, amadísimos, cuantas peticiones nos enserio el Señor; y, entre todas, solo una habla del pan de cada día, para que en cuantas cosas pensemos vayan dirigidas a la vida futura. ¿Por qué vamos a temer que no nos lo dé quien lo prometió al decir: <<Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y Dios os dará lo demás>>?. Pues ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis» (cf Mt 6,8.32ss)

Muchos, en efecto, fuerón sometidos a la tentación del hambre y, hallados ser oro puro, Dios no los abandonó. Hubieran perecido de hambre si nuestro pan interior de cada día hubiese faltado a su corazón. Anhelemos sobre todo ese pan. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Puede él contemplar con ojos misericordiosos nuestra debilidad y vernos según aquello. Acuérdate de que somos polvo. Quien hizo al hombre del polvo y le dio vida, entregó a la muerte al Hijo único por este barro. ¿Quién puede explicar o al menos pensar dignamente, cuán grande es su amor? (Agustín de Hipona, <<Sermón» 57,13, en Obras completas de san Agustín, X, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1983, 143-144).

 

ACTIO

Repite can frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Buscad primero el Reina de Dios» (Mt 6,33).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Puesto que hemos encontrado el sentido de la vida en nuestro corazón y hemos aceptado nuestra solicitud no como un destino, sino como una vocación, podemos ofrecerles libertad a los demás [...]. Si logramos ser pobres, podremos practicar bien la hospitalidad. La paradoja de la hospitalidad esta en que la pobreza nos hace ser hospitalarios. La pobreza es la disposición interior que nos permite rebajarnos y convertir a los enemigos en amigos. Solo veremos a un extraño como enemigo si tenemos algo que defender, pero en cuanto digamos: <<Entra. Mi casa es tu casa, mi alegría es tu alegría, mi tristeza es tu tristeza y mi vida es tu vida», no tenemos nada que proteger, porque no tenemos nada que perder, sino todo es dar. ¿Quién nos va a robar nada sabiendo que todo aquello que quiere quitarnos es algo que nosotros le ofrecemos como un regalo? ¿Quién puede mentirnos, si sólo vale la verdad, incluso para él? ¿Quién va a entrar por la puerta trasera, furtivamente, si nuestra puerta principal se encuentra abierta? La pobreza es instrumento de hospitalidad.

Todo esto nos puede ayudar para entender la importancia de una <<educación>> en la hospitalidad, en el servicio, igual que educar en la pobreza voluntaria. Una verdadera educación para el servicio requiere un proceso de autodesprendimiento difícil y, a menudo, doloroso. Enseñar no a enriquecerse, sino a hacerse pobres voluntariamente; no a satisfacerse, sino o vaciarse; no a dominar a Dios, sino a entregarse a su poder salvador. Todo esto, en un mundo que habla de la importancia del poder y lo autoridad, se puede conseguir con empeño y no sin fatigas. Sin embargo, es importante que en este mundo todavía haya voces dispuestas a gritar que la realización personal consiste en vaciarse, en convertir lo útil en inútil, en pasar del poder a perder el poder.

Este es el aspecto más importante y más difícil de la vida espiritual: nuestra relación con él., que es quien da: (H. J. M. Nouwen, Waggio spiriruu/e per l’uomo contemporaneo, Brescia 1999, 92ss y 97ss),

  

 

9° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Deuteronomio 11,18.26-28.32

Moisés hablé al pueblo, diciendo:

18  Grabad en vuestro corazón y en vuestra alma estas palabras, atadlas como signo a vuestras muñecas, ponedlas como serial en vuestra frente.

26 Mirad, hoy pongo delante de vosotros bendición y maldición.

27 Bendición, si escucháis los mandamientos del Señor vuestro Dios, que yo os prescribo hoy

28 Maldición, si no escuchéis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, y os apartáis del camino que hoy os señalo, siguiendo a dioses extranjeros, que no conocéis.

32 Pondréis en práctica todas las leyes y los preceptos que yo os promulgo hoy

 

El binomio <<bendición—maldición» esta muy presente en la Biblia, sobre todo en contextos exhortativos, y apunta a las exigencias que surgen de la alianza. También aquí se habla de las maravillas realizadas por Dios en favor de Israel, de las palabras -los <<Diez mandamientos»— custodiadas en el arca, unas palabras que son fruto de la alianza.

De la postura de Israel ante la alianza, de su fidelidad o infidelidad, depende el resultado alternativo de bendición o maldición. Lo más valioso del texto es el motivo teológico formulado: la maldición es la consecuencia que conlleva olvidar a Dios, lo que en terminología bíblica se llama idolatría. No observar la alianza y desobedecer las palabras de Dios es igual que abandonar el camino justo para recorrer otro, mas cómodo pero no indicado por Dios; es como amar a alguien desconocido y al mismo tiempo, dejar de amar a aquel que es conocido y con quien se ha establecido una relación reciproca, La idolatría no se consuma en la esfera de las ideas, sino en el ámbito de las vivencias: comporta una elección alternativa a lo estipulado en la alianza con Dios, la opción de vivir como si Dios no existiese, como si Dios no hubiera hablado; la opción de vivir sin Dios.

 

Segunda lectura: Romanos 3,21-25a.28

Hermanos:

21 Ahora, con independencia de la Ley, se ha manifestado la fuerza salvadora de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas.

22 Fuerza salvadora de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo, alcanzaré a todos los que crean. Y no hay distinción:

23 todos pecarón y todos están privados de la gloria de Dios;

24 pero ahora Dios los salva gratuitamente por su bondad en virtud de la redención de Cristo Jesús,

25 a quien Dios ha hecho, mediante la fe en su muerte, instrumento de perdón.

28 Pues estoy convencido de que el hombre alcanza la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la Ley.

 

» El mensaje central de la Carta a los Romanos de san Pablo es bien conocido por todos y esta perfectamente expresado en esta lectura: el hombre alcanza la salvación por la fe. La fe que nos hace justos ante Dios. Es decir, la fe es la puerta de la salvación, y no las obras de la Ley. Pero para entender bien este mensaje capital es necesario precisar algunos conceptos.

Ante todo, hay que tener presente que Pablo está polemizando con unos creyentes deseosos de conseguir un cristianismo regado y empapado por el judaísmo. Por eso el lenguaje de Pablo es enérgico, cortante: le empuja a decir entera y totalmente la verdad, aunque dañe a alguien. El apóstol formula una enseñanza válida para todos, ya sean judíos o paganos. Sobre todos pesa la realidad del pecado, <<todos están privados de la gloria de Dios»; sin embargo, a todos se les ofrece la posibilidad de ser salvados gratuitamente. Jesús ha muerto y ha resucitado por todos, y su sacrificio lo ha aceptado el Padre.

En este orden de ideas, la fe, que Pablo pone como condición necesaria para la salvación, es libre, total y gozosa acogida del don de Dios. Es decir, la fe es acoger a Jesús en la plenitud de su misterio y en la totalidad de su persona. La fe es, antes de nada, el don que Dios ofrece a la humanidad. Es la primera gracia, el primer regalo que Dios da a todos; y puesto que la salvación es fruto de la fe, la salvación es absolutamente gratuita.

 

Evangelio: Mateo 7,21-27

Dijo Jesús a sus discípulos:

21 No todo el que me dice: ¡Señor; Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.

22 Muchos me dirán aquel día: ¡Señor, Señor! -¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

23 Pero yo les responderé: —No os conozco de nada. ¡Apartaos de mi, malvados!

24 El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica es como aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca.

25 Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa, pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.

26 Sin embargo, el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica es como aquel hombre necio que edifico su casa sobre arena.

27 Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, se abatieron sobre la casa y esta se derrumbó. Y su ruina fue grande.

 

Con estos versículos concluye el <<sermón de la montaña». Desarrollan una doble trama. En un primer momento, Jesús perfila la figura del verdadero discípulo (vv. 21-23); posteriormente, con dos parábolas, sella las enseñanzas del primer discurso (vv. 24-27).

Las palabras de Jesús sobre las dos formas de ser discípulo son de carácter apodíctico: <<No todo el que me dice... Yo les responderé,..». Jesús adopta la actitud del maestro que quiere dejar bien claro la ley fundamental de su método educativo: la correspondencia entre decir y hacen entre fe y vida. Jesús lo expresa decididamente con la frase <<hacer la voluntad del Padre», expresión que, según la perspectiva de Mateo, se hace realidad en los compromisos diarios, aunque tiene proyección escatológica (cf vv 22ss).

La función de las dos parábolas al final del <<sermón de la montaña» es clara y remite expresamente a la primera lectura: bendición y gozo para quien escucha y <<hace» (literalmente en el texto griego) la Palabra de Dios, estas palabras de Jesús. Y por el contrario, maldición y tristeza para quien escucha y no hace. Para Mateo, a diferencia de Lucas (6,47-49), este doble contraste de actitudes puede ser calificado de <<sabio>> y <<necio>>, en el sentido bíblico de los términos, pues revelan la adhesión o la ruptura con la Ley de Dios, la nueva ley de Dios, que requiere precisamente fidelidad a la voluntad divina.

 

MEDITATIO

Las lecturas de este domingo nos brindan la ocasión de reflexionar sobre la relación entre conocimiento y amor, entre fe y vida. Una experiencia religiosa auténtica combina siempre estos elementos. Es verdad que no se puede pretender amar a una persona si antes no se conoce a la persona con la cual se quiere establecer una relación vital. Ni tampoco puede decirse que se conoce a una persona si no se la ama. Todo esto es enteramente válido en nuestras relaciones con Dios. Hay que desconfiar de una concepción intelectualista de la fe, donde baste con entender y decir y no se pase de ahí; como también hay que evitar el polo opuesto: entender la fe solo experiencial y empíricamente reducida a sentimientos y gestos devocionales.

La Palabra de Dios, especialmente la enseñanza evangélica, nos proporciona la luz necesaria y nos abre el camino justo. Estamos en una situación privilegiada: todo cuanto necesitamos conocer de Dios nos lo ha hecho llegar; se nos ha revelado y nos pide que le amemos no solo con palabras, sino con la vida; no con miedo, sino con agradecimiento.

 

ORATIO

Hágase tu voluntad, Señor, siempre y en todo lugar aun cuando mis deseos no coincidan con tus pensamientos. Enséñame a querer lo que tu quieres, a entrar en tus proyectos, a compartir tus opciones. Haz, Señor, que tus deseos los acoja y los ame.

Hágase tu voluntad, Señor, porque solo en ella encuentro la paz y la plenitud de la vida. Enséñame a preferir siempre la luz a las tinieblas, el bien al mal, la gracia al pecado. Haz, Señor, que mis elecciones sean conformes a lo que esperas.

Hágase tu voluntad, Señor, mientras viva en este valle de lágrimas esperando reunirme contigo. Enséñame a no perder nunca de vista la meta, a no dejarme embaucar por los falsos maestros. Haz, Señor; que vaya a tu encuentro y contemple para siempre tu rostro.

 

CONTEMPLATIO

El motivo de escribir el apóstol san Pablo a los Gálatas es para que entiendan que la gracia de Dios lleva consigo el no estar ya sometidos a la ley Al serles predicada la gracia del Evangelio, hubo algunos de la circuncisión que, aunque cristianos, aun no habían recibido el beneficio de la gracia; por tanto, todavía querían hallarse sometidos a las cargas de la Ley las cuales el Señor Dios había impuesto a los servidores del pecado, no a los de la justicia. Había dado una ley justa a los hombres injustos para patentizarles sus pecados, más no para borrárselos, pues ninguna cosa borra los pecados, sino la gracia de la fe, que obra por el amor,

Establecidos ya los Gálatas bajo esta gracia, quisieron los judíos situarlos bajo el peso de la Ley afirmando que de nada les aprovechaba el Evangelio si no se circuncidaban y se sometían a las demás observaciones carnales del rito judaico. Por esto, comenzaron a sospechar que el apóstol san Pablo, quien les había predicado el Evangelio, no tuviera la doctrina de los demás apóstoles, los cuales obligaban a judaizar a los gentiles. El apóstol Pedro había cedido ante el escándalo de tales hombres y, por lo mismo, fue arrastrado a la simulación, como si él estuviese convencido de que de nada aprovechaba el Evangelio a los gentiles si no cumplían las cargas de la Ley. De esta simulación le apartó el mismo apóstol san Pablo, como lo demuestra en esta misma epístola.

Esta cuestión se halla también en la epístola dirigida a los romanos; sin embargo, parece que hay alguna diferencia; porque allí soluciona la contienda y zanja la disputa que se había originado entre los creyentes judíos y gentiles, al creer los unos que se les había dado el Evangelio como en pago de los méritos de las obras de la Ley cuya recompensa no querían que se diera a los incircuncisos, por considerarles sin méritos; éstos, por el contrario, se esforzaban en presentar a los judíos como asesinos del Señor En esta epístola escribe a los que ya se hallaban alterados por la autoridad de aquellos que procedían del judaísmo y obligaban a las observancias de la Ley, pues comenzaban a creerlo como si el apóstol san Pablo no predicase cosas verdaderas porque no quiso circuncidarlos. Y por eso comienza así la carta: <<No salgo de mi asombro al ver qué pronto habéis abandonado a quien os llamé mediante la gracia de Cristo y con qué rapidez habéis abrazado otro evangelio» (Gal 1,6) (Agustín de Hipona, <<Exposición de la epístola a los Gálatas. Prologo», en Obras de san Agustin, XVIII, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1959, 105-107).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Por medio de la fe en Jesucristo se manifiesta la fuerza salvadora de Dios» (Rom 3,22).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Apenas digo: <<Dios existe>>, mi vida ya no esta en el centro, porque la esencia del conocimiento de Dios revela que mi existencia proviene enteramente de su ser. Esta es la verdadera experiencia de conversión. No permitir que el conocimiento de mi existencia sea el centro desde el que encauzo, proyecto, deduzco o intuyo la existencia de Dios; de repente, o gradualmente, descubro que mi vida me viene manifestada por el conocimiento de Dios y por medio de él. Entonces se convierte en realidad que pueda amarme y amar al prójimo, porque Dios me ha amado primero. La experiencia que transforma la vida no es descubrir que puedo elegir y decidir de qué manera vivir mi existencia, sino ser consciente de que no soy el centro. Una vez que <<conozco>> a Dios, que he experimentado su amor como el amor que contiene todas las experiencias humanas, sólo puedo desear una cosa: estar en el amor: <<Estar» en otro lugar resulta ilusorio y letal 

Nada es real si su realidad no procede de Dios. Ha sida el gran hallazgo de san Francisco cuando repentinamente ve el mundo en las manos de Dios y se pregunta por qué Dios no lo deja caer. San Agustín, santa Teresa de Ávila, san Juan Maria Vianney y todos los santos, son santos propiamente por que le dieron la vuelta a su vida y vieron, sintieron y -sobre todo- entendieron con el corazón que fuera de Dios nada existe, ni respira, ni se mueve, ni vive. De Dios deriva la conciencia que esta en la base de coda ministerio, no en la vida moral, sino en la vida mística. El problema no es vivir bien y cuanto podamos, sino hacer que nuestra vida encuentre su fundamento en la vida divina (H. J. M. Nouwen, <<¡Gracias!», en ed., Il primato de l’amore. Scritri scelfi, Brescia 2001 ).

 

 

10° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera Lectura: Oseas 6,3-6

3 Esforcémonos en conocer al Señor; su venida es tan segura como la aurora; como aguacero descenderá sobre nosotros, como lluvia primaveral que riega la tierra.

4 ¿Que voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá?. Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío que pronto se disipa.

5 Por eso los he quebrantado por medio de los profetas; los he aniquilado con las palabras de mi boca, y mi juicio resplandece como la luz.

6 Porque quiero amor no sacrificios; conocimiento de Dios, y no holocaustos.

 

*·• Ciertamente, entre los profetas, Oseas es quien más claramente ha proclamado el amor misericordioso de Dios (2,13; 11,9), aunque no es el único. Y de la misma forma, el profeta mantiene que nuestra respuesta debe corresponderse con el amor de Dios, una respuesta impregnada siempre de misericordia.

Dos son los aspectos del mensaje profético —el aspecto divino y el aspecto humano—, y ambos son inseparables, con esta luz debe ser leída e interpretada esta pagina. Si por un lado Dios siempre es fiel a su amor misericordioso -<<El ha desgarrado y él nos curará; él ha herido y él vendará nuestras heridas»; vv. 1ss-, por el otro, en cambio, el amor del pueblo es incierto y huraño, <<como nube mañanera, como rocío que pronto se disipa» (v. 4).

La nota final de la profecía es polémica e insiste en la misma idea, un concepto común con otros profetas (cf, por ejemplo, Is 1,1o-2o): a Dios no le agradan ayunos y sacrificios si éstos no están acompañados de una auténtica conversión a él, si esta conversión no se traduce concretamente en actos compasivos y fraternales de ayuda al prójimo.

 

Segunda lectura: Romanos 4,18-25

Hermanos:

18 Contra toda esperanza creyó Abrahán que sería padre de muchos pueblos, según le había sido prometido: Así será tu descendencia.

19 Y no decayó su fe al ver que su cuerpo estaba sin vigor —tenia casi cien años- y que Sara ya no podía concebir.

20 Tampoco vaciló por falta de fe ante la promesa de Dios; al contrario, se consolidó en su fe dando así gloria a Dios,

21 plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete.

22 Lo cual le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación.

23 Estas palabras de la Escritura no se refieren solamente a Abrahán.

24 Se refieren también a nosotros, que alcanzaremos la salvación si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor,

25 entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación.

 

¿Como es posible comprender el mensaje paulino de la salvación por la fe independientemente de las obras de la Ley? (cf 3,28 y el comentario a la segunda lectura del domingo pasado). Fijándonos en Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien la fe le fue tenida en cuenta para la salvación (4,9ss) no después, sino antes, de la circuncisión (considerada por Pablo <<obra de la Ley»).

De la misma forma, la promesa de convertirse en heredero de un gran pueblo le fue hecha a Abrahán antes de prestarle obediencia a Dios (Gn 22,1-12 en relación a Gn 12,2ss; 15,1-6): solo fue sustentado por la fe. Y aunque la promesa auguraba realidades humanamente increíbles (como el nacimiento de un hijo con Sara, la anciana), Abraham <<contra toda esperanza tuvo fe» (v. 18).

En esta página paulina la relación fe-promesa es estrechísima y encuentra su plena confirmación en Abrahán. Y esto también vale para nosotros (v 24) si verdaderamente creemos en otro acontecimiento humanamente imposible, la resurrección de Jesús de entre los muertos.

Es de dominio común que Pablo no tardara en decir que quien cree en Jesús muerto y resucitado siente la necesidad de vivir conforme a lo que cree (Rom 6,1-4).

 

Evangelio: Mateo 9,9-13

9 Cuando se marchaba de allí, vio Jesús a un hombre que se llamaba Mateo, sentado en la oficina de impuestos, y le dijo: —Sígueme. El se levanto y lo siguió.

10 Después, mientras Jesús estaba sentado a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron con él y sus discípulos.

11 Al verlo los fariseos, preguntaban a sus discípulos: —¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y los pecadores?

12 Lo oyó Jesús y les dijo: —No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.

13 Entended lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios; yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

 

» Este relato evangélico es autobiográfico: Mateo esta hablando de si mismo, cuenta su vocación y, a su vez, el sentido profundo de la misma.

Sorprende, sobre todo, el carácter imprevisible de su conversión (v 9): en cuanto Jesús le llama, Mateo se levanta y le sigue. Seguidamente, todo sucede de manera provocadora: Jesús se sienta a la mesa con gente impura, contraviniendo las más elementales prescripciones rabínicas y acarreándose las críticas de los fariseos (v ll). Pero es esto precisamente lo que esta en el corazón del Maestro; introducir a sus discípulos en la inteligencia y en la aceptación de la novedad evangélica (vv 12ss).

Esta novedad se transparenta en dos detalles: las palabras finales de Jesús y la cita de Os 6,6, justo la que hemos desgranado como primera lectura de esta liturgia. Las palabras de Jesús -(<No necesitan médico los sanos, sino los enfermos ..., · yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»— ocultan, y es un decir, la experiencia de Mateo y describen con exactitud la verdadera naturaleza de la misión de Jesús.

La cita del profeta Oseas, con la que Jesús se dirige a los fariseos para que aprendan como se lee el Antiguo Testamento y cual es su mensaje central, confirma que, a pesar de la diferencia en el tiempo, Dios mantiene y propone siempre el mismo método, el del amor misericordioso.

 

MEDITATIO

A menudo, la experiencia de la salud y de la enfermedad nos acompaña a lo largo de nuestra vida; por lo tanto, no es difícil entender y sopesar las palabras con las que Jesús describe su misión. El se presenta como el médico celeste, como el liberador del pecado. Prestemos atención: la imagen médica nos remite a la realidad histórica, la liberación de los pecadores, y esta realidad queda descrita mediante aquella. Según Mt 8,16ss, Jesús nos ha liberado experimentando él mismo la enfermedad, enfermo con los enfermos: <<El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Is 53,4), Jesús es al mismo tiempo médico y enfermo, pastor y cordero, docente y obediente, Señor y esclavo, rey y siervo.

En la tensión reinante entre los dos términos de cada binomio está toda la vida, toda la historia, toda la solicitud, toda la espiritualidad de Jesús y el misterio pascual que ha vivido en cada instante de su vida terrena. Esta ha sido la experiencia de Abrahán y también es la nuestra.

 

ORATIO

¡Señor Jesús, tu eres mi médico celeste! Tú estas cerca de mi, conoces todas mis debilidades y todas mis energías espirituales. Ayúdame a superar las primeras y a tener en cuenta las segundas.

¡Señor Jesús, tu eres mi libertador! Te has hecho cargo de mis pecados e infidelidades, has cuidado de esta débil criatura. Ayúdame a despegarme de los ídolos que me seducen y a confiar solo en ti.

¡Señor Jesús, tu eres para mi la revelación del amor misericordioso del Padre! Te has hecho pequeño y pobre para que yo pudiera parecerme a ti. Ayúdame a ser pequeño con los pequeños para mostrarles el tamaño de tu corazón. Ayúdame a ser pobre con los pobres para manifestarles las riquezas de tu persona.

 

CONTEMPLATIO

En todo momento, tu corazón y tu boca deben meditar la sabiduría, y tu lengua proclamar la justicia; siempre debes llevar en el corazón la ley de tu Dios. Por esto, te dice la Escritura: <<Háblales de ellas estando en casa o yendo de viaje, acostado o levantado» (Dt 6,7). Hablemos, pues, del Señor Jesús, porque él es la sabiduría, él es la palabra, y Palabra de Dios.

Porque también está escrito: <<Abre tu boca a la Palabra de Dios». Por él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de él. Si hablamos de sabiduría, él es la sabiduría; si de virtud, él es la virtud; si de justicia, él es la justicia; si de paz, él es la paz; si de la verdad, de la vida, de la reconciliación, él es todo esto.

Esta escrito: <<Abre tu boca a la Palabra de Dios>>. Tú ábrela, que él habla. En este sentido dijo el salmista: <<Voy a escuchar la que dice el Señor» (cf Sal 85,9), y el mismo Hijo de Dios dice: <<Abre tu boca, que te la llene» (Sal 81,11). Pero no todos pueden percibir la sabiduría en toda su perfección, como Salomón o Daniel; a todos, sin embargo, se les infunde, según su capacidad, el espíritu de sabiduría, con tal de que tengan fe. Si crees, posees el Espíritu de sabiduría.

Por esto, medita y habla siempre las cosas de Dios, <<estando en casa» (Dt 6,7). Por la palabra <<casa» podemos entender la Iglesia o, también, nuestro interior; de modo que hablemos en nuestro interior con nosotros mismos. Habla con prudencia, para evitar el pecado, no sea que caigas por tu mucho hablar Habla en tu interior contigo mismo como quien juzga. Habla cuando vayas de camino, para que nunca dejes de hacerlo. Hablas por el camino si hablas en Cristo, porque Cristo es el camino. Por el camino, háblate a ti mismo, habla a Cristo.

Cuando te levantes, habla también de él, y cumplirás así lo que se te manda. Fíjate cómo te despierta Cristo. Tu alma dice: <<¡Un silbo! Es mi amado que llama», y Cristo responde: <<líbrame, hermana mía, amada mía» (Cant 5,2). Ahora ve cómo despiertas tu a Cristo. El alma dice: <<Yo os conjuro, muchachas de Jerusalén. No molestéis, ni despertéis a mi amor» (Cam 3,5). El amor es Cristo (Ambrosio de Milán, Comentario al Salmo 36, 65-66).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Quiero amor; no sacrificios» (Os 6,6).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La auténtico solicitud, la verdadera disponibilidad, excluye la indiferencia y es el polo opuesto de lo apatía. Etimológicamente, la palabra inglesa care, <<cura», deriva del gótico Kara, que significa <<lamento>>. El significado primero de cure es afligirse, sentir dolor, compartir el grito doloroso del otro. El sustrato del término care me golpea profundamente, porque nosotros tendemos o considerar la solicitud como la actitud del fuerte respecto al débil, del poderoso frente al menesteroso, del rico ante el pobre. Antes de intentar hacer algo para aliviar el dolor ajena comprobamos que nos resulta incómodo hacer nuestro el dolor del otro.

Cuando nos preguntamos francamente quiénes son para nosotros las personas más importantes y significativos en nuestras vidas, descubrimos que no son, precisamente, las que nos han dado buenos consejos o nos han ofrecido soluciones o remedios, sino, sobre todo, aquellos que han compartido nuestro dolor y han tocado nuestros heridas con mono sensible y cariñoso. El amigo que sabe estor cercano en los momentos de dolor o angustia, el amigo que sabe aceptar sin entender sin encontrar remedio, el amigo que sabe mirar con nosotros lo realidad de nuestra impotencia: éste es verdaderamente el solícito, quien se hace cargo del otro [...].

No solo somos propensos a rehuir las realidades dolorosas, sino que tratamos de modificarlos lo más rápidamente posible. Sin embargo, la solicitud que no sea diligente y compartida nos transforma en individuos dominantes, controladores y manipuladores; nos hace impacientes, nos incapacita para compartir el peso de los otros (H. J. M. Nouwen, Forza dc/Ic: solitudine, Brescia l998, 34-37).

 

 

 

11° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Excdo 19,2-6a

En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí

2 y allí acamparon, frente a la montaña.

3 Moisés subió al encuentro de Dios y el Señor lo llamó desde el monte y le dijo: —Así hablarás a la estirpe de Jacob, así dirás a los hijos de Israel:

4 Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios y como a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí.

5 Ahora bien, si me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es mía;

6 seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación santa.

 

i• El relato litúrgico actual abre la parte central del libro del Éxodo (19,1-24,11), marco del acontecimiento fundador de Israel: la alianza sinaítica. El solemne ritual del don de la Ley, entregada por YHWH al pueblo, su acogida y la proclamación del Decálogo, tienen como escenario la montaña del Sinaí (in 2), lugar de la gran teofanía (cf Ex 19,1oss) y punto referencial de la experiencia religiosa de Israel (cf 1 Re 19). La iniciativa de la alianza es de YHWH y se fundamenta en su amor fiel (cf Dt 1o,15), El pueblo ha experimentado la liberación de la esclavitud egipcia y la andadura por el desierto (v. 4; cf Dt 4,37; 7,7-8). Moisés es el mediador entre Dios y el pueblo (v. 3). La adhesión a la alianza se efectúa mediante la escucha obediente de la Palabra de YHWH, estableciendo Israel una relación personal y amorosa con Dios, y YHWH manteniendo su fidelidad (v 5; cf Ex 19,8a). No solo algunos privilegiados acceden a Dios, sino que Dios mismo les posibilita a todos comunicarse con él, todo Israel es pueblo sacerdotal (<<reino de sacerdotes»: v. 6a). Mediante la alianza, Israel establece una relación única con Dios y participa de su misma vida <<nación santa»; v. 6a).

 

Segunda lectura: Romanos 5,6-11

Hermanos:

6 Estábamos nosotros incapacitados para salvamos, pero Cristo murió por los impíos en el tiempo señalado.

7 Es difícil dar la vida incluso por un hombre de bien, aunque por una persona buena quizá alguien esté dispuesto a morir

8 Pues bien, Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aun éramos pecadores.

9 con mayor razón, pues, a quienes ha puesto en camino de salvación por medio de su sangre los salvará definitivamente del castigo.

10 Porque si, siendo enemigos, Dios nos reconcilió consigo por la muerte de su Hijo, mucho mas, reconciliados ya, nos salvará para hacemos participes de su vida.

11 Y no solo esto, sino que nos sentimos también orgullosos de un Dios que ya desde ahora nos ha concedido la reconciliación por medio de nuestro Señor Jesucristo.

 

•·• En los primeros capítulos de la Carta a los Romanos (cf 1,18-4,25), Pablo desarrolla un argumento sobre la situación de judíos y paganos ante Dios y concluye que, por la fe, todos son justos (es decir, salvados) en virtud de la redención de Jesús en la cruz (cf especialmente Rom 4,24-5,1).

En este texto, la reflexión teológica se colorea con una nueva tonalidad: el amor inimaginable de Cristo. En efecto, cuando llego ala plenitud de los tiempos» (cf Gal 4,4), Cristo murió por nosotros, que éramos pecadores (v. 6).

Pablo compara este gesto con la experiencia humana común y constata que, a lo sumo, se puede estar dispuesto a dar la vida por alguien que sea digno, pero no por quien sea culpable (v, 7). Sin embargo, cuando la humanidad se encontraba justamente en esta situación, Dios entrego a su Hijo, a Jesús, que murió por todos (v 8). En esta acción, que manifiesta un amor ilimitado, se asienta la esperanza cristiana (cf Rom 5,2.5); el momento en que Dios, por medio de Cristo, justificó a los hombres, a pesar de ser pecadores. Ciertamente, ahora, convertidos en nuevas criaturas, Dios no descuidará la obra de la salvación (cf 2 Cor 2,17). El creyente, muy a gusto, puede gloriarse de esta obra de reconciliación de la humanidad realizada por Dios en Jesucristo (vv. 10ss; cf 2 Cor 5,18; Col l,2lss).

 

Evangelio: Mateo 9,36-10,8

9.36 Al ver Jesús a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor

37 Entonces dijo a sus discípulos: -La mies es abundante, pero los obreros son pocos.

38 Rogad, por tanto, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

10.1 Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder para expulsar espíritus inmundos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.

2 Los nombres de los doce apóstoles son: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; luego Santiago, el hijo de Zebedeo, y su hermano Juan;

3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, el hijo de Alfeo, y Tadeo;

4 Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

5 A estos doce los envié Jesús con las siguientes instrucciones: —No vayáis a regiones de paganos ni entréis en los pueblos de Samaria.

6 Id más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

7 Id anunciando que esta llegando el Reino de los Cielos.

8 Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, expulsad a los demonios; gratis lo recibisteis, dadlo gratis.

 

» La perícopa del evangelio de Mateo propuesta por la liturgia nos introduce en el llamado <<discurso misionero» (Mt 1o,5-42). Jesús es el enviado del Padre para anunciar la presencia del Reino de Dios, realizar signos eficaces y proclamar una buena noticia (cf Mt 3,2; 4,23; 9,35; Jn 5,36). El anuncio de Jesús reúne a los hombres y les lleva a descubrir la grandeza de ser hijos de Dios y hermanos entre ellos (cf Mt 23,8-9); es un discurso reparador de cansancios y abatimientos (9,36). Llama a los discípulos y los envía (1o,1.5; cf Jn 15,16).

Mateo inserta aquí la lista con el nombre de los Doce (10,2-4), los primeros discípulos de Jesús, y los presenta como <<apóstoles>>, es decir, <<enviados>>, <<mandados>>. El origen del mandato está en el Padre (v 38); Jesús es el mediador y les otorga a los enviados el poder de realizar los signos que él mismo realiza (10,1.8a). ¡Donde está presente el Reino de Dios no hay espacio para el demonio! (10,7). Es el anuncio de la salvación en acción, manifestado y realizado en la persona de Jesús. El discípulo que descubre la gratuidad de este don vive la exigencia de corresponder con gratitud, comunicándolo con la misma gratuidad que lo ha recibido (10,8b).

    El evangelista Mateo describe una misión restringida únicamente a Israel (10,6). Sin embargo, tal misión, limitada a un radio, alcanzara una perspectiva universal (cf Mt 28,18-20).

 

MEDITATIO

Dios ha creado y ha amado a cada uno de forma personal, individual, única e insustituible. Pero no nos ha creado aislados: somos pueblo, somos familia. La vida que Dios nos da se comunica y fluye como don. Dios ha querido, y quiere, tener necesidad de la voz del hombre para que sea su voz ante los otros. Jesús es el mediador por excelencia, es la misma Palabra de Dios, que se ha hecho carne, visible y tangible. Y también Jesús quiere tener necesidad de quien, en comunión con él, muestre a los otros el don de Dios.

Esta tarea no es privativa de ningún colectivo, sacerdotes o <<entendidos>>; todos somos misioneros del amor, todos estamos llamados a suscitar esperanza en este mundo, a sacudir expectativas adormecidas de un bien que ya esta aquí. Es fácil retirarse y decir <<no es asunto mío» o <<no soy capaz». ¿Quizá no nos quema bastante en el corazón el ardor del amor —absoluta gratuidad— con el que Dios nos ha envuelto, y para siempre, en su abrazo de perdón?

Sí, es asunto nuestro, porque hemos recibido gratuitamente el don de la fe. Si, somos capaces, porque el Espíritu del Señor nos anima, nos da fuerza e inteligencia.

 

ORATIO

¡Grande es tu amor, Dios!. Quieres tener necesidad de los hombres para darte a conocer a ellos, y así unes tu acción y tu Palabra divina a las acciones y palabras de personas que no son ni perfectas ni mejores que otras.

¡Grande es tu amor Dios!. No te asusta ni nuestra fragilidad ni nuestro pecado: así lo dispusiste, para que tu vida curase nuestros males.

¡Grande es tu amor Dios!. Renuevas tu alianza gracias a quien parte el pan de vida, a quien pronuncia las palabras del perdón, a quien vocea buenas nuevas, a quien sirve a los hermanos, testigos de tu amor infinito que hacen visible el Reino. Te pedimos, Dios: haz que estas personas no falten nunca.

 

CONTEMPLATIO

Porque si ahora mandaba a segar a sus discípulos, claro esta que no los mandaba a campo ajeno, sino a lo que él mismo había sembrado por medio de los profetas. Mas no se contenta el Señor con animar a sus discípulos por el hecho de llamar cosecha a su ministerio, sino haciéndolos aptos para ese mismo ministerio [...].

Mas considerad ahora, os ruego, la oportunidad del momento de su misión. Porque no los envió desde el principio, no. Cuando ya habían por bastante tiempo gozado de su compañía, cuando habían ya visto resucitado a un muerto, apaciguado por su intimación el mar, arrojados los demonios, curado un paralítico y perdonados sus pecados; cuando ya el poder del Señor estaba suficientemente demostrado por obras y palabras, entonces es cuando él los envía (Juan Crisóstomo, <<Homilías sobre el evangelio de san Mateo» 32,3, en Obras de san Juan Crisóstomo, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, 638-639).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Gratis lo recibisteis, dadlo gratis» (Mt 10,8).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Quien posee tu Espíritu irá. Nos imaginamos que para ir hacen falta calles, paradas y paisajes que cambien. Mas tu camino no va por ahí. Es la vida, sencillamente. La vida que corre y en la que nos movemos si hemos levantado anclas [...]. <<Id...>>, repite abundantemente el evangelio. Para estar contigo en la misma senda hace falta andar, aun cuando la pereza nos empuje a pararnos. Nos has elegido para mantener un equilibrio extraño. Un equilibrio que no puede establecerse ni mantenerse si no es en movilidad, en ejercicio. Un poco como una bicicleta sin cruceta, que no rueda; una bicicleta que queda abandonada contra un muro hasta que alguien la ensambla y la hace rodar velozmente por la calle. Nuestra condición es de una inseguridad vertiginosa, universal. En cuanto que somos conscientes, nuestra vida se hace oscilante y huidiza. No podemos estar erguidos, a no ser para caminar y zambullirnos de un salto en la caridad. Comienza otro día. Jesús quiere vivirlo conmigo. El no se ha retirado. Camina entre los hombres de hoy. Jesús, por todas partes, no ha dejado de ser enviado. No podemos eximirnos de ser en cada instante, los enviados de Dios en el mundo. Jesús, por medio de nosotros, no deja de ser enviado, durante este día que empieza, a toda la humanidad, de nuestro tiempo, de cualquier tiempo, de mi ciudad y del mundo. A través de los hermanos mas próximos, él nos hará servir; amar, salvar; las ondas de su caridad llegarán hasta el final del mundo, llegaran hasta el final de los tiempos (M. Delbrél, II piccoio monaco. Un taccuino spirituale, Turin i99o, 73.7787.88).

 

 

12° domingo del tiempo ordmario

 

LECTIO

Primera lectura: Jeremías 20,10-13

Dice Jeremías:

10 He escuchado las calumnias de la gente: <<¡Terror por todas partes! <<¡Denunciadlo, vamos a denunciarlo!».

Todos mis familiares espiaban mi traspié: <<Quizá se deje seducir, lo podremos y nos vengaremos de él!»

11 Pero el Señor está conmigo como un héroe poderoso; mis perseguidores caerán y no me podrán,

probarán la vergüenza de su derrota, sufrirán una ignominia eterna e inolvidable.

12 ¡Oh Señor todopoderoso, que pruebas al justo, que sondeas los pensamientos y las intenciones,

haz que yo vea cómo te vengas de ellos, porque a ti he confiado mi causa !

13 Cantad al Señor alabad al Señor que libró al pobre del poder de los perversos.

 

• Este texto, sacado de las Confesiones de Jeremías (cf 11,18-12,5; 15,1o-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,7-18), transparenta el estado de ánimo del profeta, sometido a escarnio y afrenta. Advierte un ambiente de conjura: falsos amigos aguardando la ocasión propicia para deshacerse de él y estrujarlo por las duras palabras proféticas pronunciadas (v. 1o; cf Jr 19,15-2o,6). Situaciones similares son una constante en la vida de Jeremías (cf Jr 1,18ss), quien le confiesa a Dios su tormento, su injusta persecución (cf Jr 12,1; 15,11.15; Sal 31,12-19); a Dios, fuerte y valeroso (cf Is 42,13), le confía el desenlace final de su estado según la ley del talión (vv, 11.12b; cf Ex 21,23-25; Dt 19,21; Jr 12,1; 15,15).

YHWH es el juez justo, quien conoce la verdad del hombre (v. 12a). El pasaje termina con una invitación a alabar a YHWH, que se hace cargo de la suerte del que se encomienda a él.

 

Segunda lectura: Romanos 5,12-15

Hermanos:

12 Por un hombre entró el pecado en el mundo y, con el pecado, la muerte. Y como todos los hombres pecaron, a todos alcanzó la muerte.

13 Cierto que ya antes de la Ley había pecado en el mundo; ahora bien, el pecado no se imputa al no haber ley.

14 Y sin embargo, la muerte reinó sobre todos desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que había de venir.

15 Pero no hay comparación entre el delito y el don. Porque si por el delito de uno todos murieron, mucho mas la gracia de Dios, hecha don gratuito en otro hombre, Jesucristo, sobreabundó para todos.

 

Pablo, utilizando la figura literaria semítica del paralelismo, reflexiona sobre la condición del hombre liberado del pecado por Cristo. Primero habla de Adán, el primogénito de la humanidad pecadora, ya que con un acto de desobediencia -a Dios- ha introducido en el mundo el pecado y la consiguiente separación de Dios, cuya señal es la muerte. Todos los hombres quedan incorporados de alguna manera al pecado de Adán, bien sea por desobediencias análogas o porque de él heredan una naturaleza herida propensa al pecado (v. 12). Esto también es válido para los hombres que vivieron antes de que Moisés recibiese la Ley, y que no pudieron infringirla culpablemente (vv. 13-14a).

A continuación, Pablo introduce el segundo elemento del paralelismo: Cristo, el primogénito de toda criatura (cf Col 1,15), prefigurado antitéticamente en Adán (v. 14b). También con Cristo los hombres quedan incorporados, pero con una adhesión infinitamente superior al daño ocasionado por el pecado de Adán, y no a la muerte, sino a la vida. En efecto, gracias a la obediencia de Jesús, todos los hombres reciben abundantemente el don de la salvación (v. 15).

 

Evangelio: Mateo 10,26-33

Dijo Jesús a sus discípulos:

26 Así pues, no les tengáis miedo, porque no hay nada oculto que no haya de manifestarse, ni nada secreto que no haya de saberse.

27 Lo que yo os digo en la oscuridad decidlo a la luz; lo que escuchéis al oído proclamadlo desde las azoteas.

28 No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden quitar la vida; temed más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno.

29 ¿No se vende un par de pájaros por muy poco dinero? Y sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre.

30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.

31 No temáis, vosotros valéis más que todos los pájaros,

32 Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial;

33 pero a quien me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre celestial.

 

Jesús sabe que la misión de los discípulos estará marcada por la persecución; por otra parte, <<el discípulo no es más que su maestro» (Mt 10,24) y el Maestro será rechazado y lo matarán (cf Mt 16,21; 17,22ss; 2o,17-19). Jesús exhorta a los Doce a ser valientes, a no tener miedo (vv 26.28.31), confiando en el Padre, que los cuida y los protege, que los conoce y los ama personalmente (vv. 3oss). La persecución se desencadenará contra los discípulos de Jesús porque la palabra que anuncian es palabra de verdad que desenmascara mentiras, coartadas y componendas, muy preciadas para quienes no quieren convertirse al amor. Sin embargo, tienen que proclamarla a todos, y la verdad prevalecerá, como la luz sobre las tinieblas (vv. 26ss). La misión de dar testimonio de Jesús y anunciar su Palabra no está reservada a un círculo restringido de personas, sino que, de hecho, cada discípulo —uniendo su suerte a la del Maestro- es constituido en testigo y apóstol. Propio del testimonio, y así lo establece Jesús, es la comunión real y la pertenencia reciproca con él (v. 32). Si alguien no da testimonio de Jesús siempre, no será reconocido como discípulo suyo delante del Padre (v. 33).

 

MEDITATIO

Si somos cristianos, actuemos a cara descubierta. ¿Acaso se puede parar la fuerza de la Palabra que quiere transmitirse a través de nosotros?

Es inevitable que el cristiano, fiel a la Palabra, entre en conflicto por una serie de gestos que van a contracorriente del estilo opulento de vida de nuestro mundo; gestos incomprensibles, aparentemente, y que en realidad denuncian un modo de vivir egoísta e injusto. Los cristianos -si realmente lo son- molestan y procuran eliminarlos: atrayéndolos a una vida tranquila, marginándolos, poniéndolos en el punto de mira. ¿Nos sorprende?. Si realmente buscamos vivir el amor experimentaremos el temor de acogerlo y tropezaremos con el rechazo. ¡Antiguo pecado, que anida en nuestro corazón y en el de nuestros semejantes!

Jesús nos ha liberado del pecado. Somos libres si permanecemos en comunión con él, Lo que se opone a la Palabra (la raíz del pecado) esta dentro de nosotros. Procuremos que todo nuestro ser -el cuerpo, el afecto, el pensamiento, la historia— esté reconciliado. Entonces seremos fuertes en la verdad, que es Jesús. Allí donde suframos desprecios y oposiciones llevaremos la Palabra del amor, fiándonos del Padre que a todos protege y salva.

 

ORATIO

¡Hazme testigo de tu Evangelio, Señor!

Dame ánimo para no negar que te conozco cuando se burlen de ti hablando como de un mito y de tus seguidores como de gente alienada.

Dame fuerza para no acobardarme cuando me percato de que ser coherente con tu enseñanza puede significar pérdidas y obstáculos en la sociedad.

Dame la alegría de saber que estoy contigo cuando dejo a los amigos que consideran una pérdida de tiempo la oración y la eucaristía.

Dame el valor de superar los respetos humanos y no avergonzarme del Evangelio cuando ser fiel comporta sentirme <<diferente» de la gente que crea opinión y costumbre.

    ¡Hazme testigo de tu amor Señor!

 

CONTEMPLATIO

[Habla Jesús:] Es normal que as acechen las persecuciones. Si me imitáis predicando el Evangelio y siguiendo la verdad, las persecuciones que me cercan os aguardan: recibidlas con alegría, como preciados distintivos de identidad conmigo, como imitación del Bienaventurados. Soportadlas con calma, sabiendo que si os dominan, yo lo he permitido, y solo os golpearán en la medida que yo lo permita, sin mi permiso ni uno solo de vuestros cabellos cae... Aceptad pacientemente la voluntad de Dios, dándole la bienvenida a todo lo que suceda.

Sufrid con coraje vuestros padecimientos, ofreciéndoselos a Dios como un sacrificio, sufridlos rogando por vuestros perseguidores, ya que son hijos de Dios y yo mismo os he dado el ejemplo de rezar por todos los hombres: perseguidores y enemigos (Ch. de Foucauld, All’ultimo pasta. Ritiri in terra santa (1897-1900), Roma 1974, 40ss).

 

ACTIO

Repite can frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Tú eres, Señor; mi salvador» (cf Jr 2o,13).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

<<La cruz de la Madre Teresa ha sido el primer signo cristiano que se ha vista en la televisión estatal, al menos desde 1967», declaraba un refugiado albanés a su llegada a Italia en l990. La cruz de la que hablaba era aquella cruz negra que la Madre Teresa llevaba en su sarga blanca.

Si a partir de 1944 el régimen marxista había perseguida a los creyentes (católicas, ortodoxos y musulmanes), la situación empeoró en I967. Fue entonces cuando Albania se declaré oficialmente como la única nación atea de la Tierra. La religión fue atacada ferozmente. El modo como fueron tratados los católicos recordaba las persecuciones de los emperadores romanos mas crueles. En los tiempos modernos, la iglesia ha sido reducida como en los años de las catacumbas.

Un hecho sorprendente: mientras los albaneses no tenían derecho a pronunciar públicamente el nombre de Jesús, la Madre Teresa recorría el mundo con el nombre de Jesús en los labios y prodigando obras de misericordia. A un párroco que se encontraba en prisión le pidió un detenido que bautizase a su hijo, en secreto. Cuando las autoridades descubrieron esta desobediencia, el sacerdote fue condenado a muerte. Fue uno de los sesenta sacerdotes que murieron, ahorcados, fusilados o agotados por el rigor de los campos de trabajos forzados. Las persecuciones, como sabemos, se han cebado con el cristianismo. Los perseguidos son llamados <<dichosos>> porque defienden y enseñan la justicia.

La promesa que acompaña a esta bienaventuranza es asombrosa: nada memos que poseer el Reino de los Cielos. Señor Jesús, sabemos que para imitarte tenemos que hacer el bien a todos. Nos has dicho que sufriríamos trabajando por los otros contra la opresión, contra la degradación, contra la guerra.

Cada día encontramos la oposición, la contradicción. Ayúdanos a aceptar nuestros pequeños sufrimientos, porque conocemos su valor redentor. Transforma nuestra tristeza en gozo, mientras nos esforzamos en cumplir tu voluntad (E. Egan — K. Egan, Madre Teresa e le Beafifudini, Brescia 2ooo, 129-131).

 

 

13° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: 2 Reyes 4.8-11.14-16a

8 Un día Eliseo pasaba por Sunam. Vivía allí una mujer distinguida, la cual le invitó con insistencia a comer. Y en adelante, siempre que pasaba, se detenía a comer en su casa.

9 La mujer dijo a su marido: -Creo que ése que viene a comer con nosotros es un hombre de Dios, un santo.

10 Vamos a prepararle arriba una habitación con una cama, una mesa, una silla y un candelabro, para que cuando venga a nuestra casa pueda instalarse en ella.

11 Un día, llegó allí Eliseo, se retiró a la habitación y se acostó.

12 Eliseo seguía pensando qué podría hacer por la mujer cuando Guejazí le sugirió:

-Mira, no tiene hijos y su marido es ya viejo.

13 Eliseo le ordenó:

-Llámala.

La llamó, y ella se presentó a la puerta.

14 Eliseo le dijo:

-El año próximo, por estas fechas, tendrás un hijo.

 

El relato de la hospitalidad ofrecida a Eliseo por una rica sunamita (u 8) se encuentra en una sección que agrupa una serie de milagros realizados por el profeta (2 Re 4,1-6,7). En este texto se subraya la generosidad con la que una mujer y su marido acogen a Eliseo, conocido como <<un hombre de Dios», (vv 9ss).

Abriéndole las puertas de la casa al profeta y asegurándole hospedaje en sus viajes desde el monte Carmelo (cf 2 Re 4,25), la mujer practica la fe en YHWH, de quien Eliseo es mediador con un gesto desinteresado (cf 4,13). El nacimiento de un hijo será para esta mujer la inesperada recompensa, signo de la bendición divina (vv. 14-16a).

 

Segunda lectura: Romanos 6,3-4.8-11

Hermanos:

3 ¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo hemos sido vinculados a su muerte?

4 En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo, quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.

8 Por tanto, si hemos muerto con Cristo, confiemos en que también viviremos con él.

9 Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, que la muerte no tiene ya dominio sobre él.

10 Porque cuando murió, murió al pecado de una vez para siempre; su vivir, en cambio es un vivir para Dios.

11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en unión con Cristo Jesús.

 

El cristiano, mediante el bautismo, se une a Jesucristo muerto y resucitado. Pablo expresa esta verdad con la imagen del rito bautismal de la inmersión. Sumergido en el agua, el catecúmeno participa de la muerte y la sepultura de Jesús: pone fin a la antigua vida de pecado que aúna a todos los hombres (cf Rom 5, 12 . 1 5).

Jesús no solo ha muerto, sino que el Padre lo ha resucitado, y en él ha manifestado definitivamente su amor salvador. Los bautizados, unidos a Jesús resucitado, viven ya en la fe una <<vida r1ueva» y <<definitiva» (v 4b.8-9). Jesús ha compartido la naturaleza humana: ha padecido la muerte y resucitando, ha derrotado para siempre a la muerte y al pecado. También la naturaleza humana en Cristo vive ahora la plena comunión con Dios (v. 1o). Los cristianos, estando íntimamente unidos a Jesucristo, deben coherentemente abandonar cualquier comportamiento pecaminoso y vivir para Dios (v 11).

 

Evangelio: Mateo 10,37-42

Dijo Jesús a los discípulos:

37 El que ama a su padre o a su madre mas que a mi no es digno de mi; y el que ama a su hijo o a su hija mas que a mi no es digno de mi.

38 El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mi.

39 El que quiera conservar la vida, la perderé, y el que la pierda por mi, la conservará.

40 El que os recibe a vosotros me recibe a mi, y el que me recibe a mi recibe al que me envié.

41 El que recibe a un profeta por ser profeta recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo recibirá recompensa de justo;

42 y quien dé un vaso de agua a uno de estos pequeños por ser discípulo mío, os aseguro que no se quedaré sin recompensa.

 

*» El discípulo, el misionero, esta llamado a ser sin equívocos un hombre de fe y un hombre libre; la Palabra que anuncia exige que nada pueda ensombrecer su claridad, su transparencia. Por eso, su estilo de vida es sobrio (cf Mt 10,9-10) y sus vínculos afectivos están jerarquizadas por el amor a Jesús (v 37). Jesús es el valor absoluto para el discípulo, quien le hace capaz de afrontar los sufrimientos e incluso la muerte (vv 38ss). Quien acoge al misionero también vive un vinculo de comunión intenso con Jesús y con el Padre, ya que, según la concepción común del judaísmo, el enviado es igual al que envía; quien acoge al misionero acoge a Jesús y en él al Padre que lo ha mandado (v. 4o). Actuando así manifiesta fe concreta, amor humilde y servicial. También quien abre la casa y el corazón al misionero coopera en la extensión del Reino de Dios y participa de la misma dicha que el misionero (vv. 4lss).

 

MEDITATIO

En nuestro tiempo, en distintos ámbitos de la vida personal y social, experimentamos las dificultades de acoger <<al otro»: al extraño o al vecino; al padre anciano o al hijo concebido; al enfermo crónico o al terminal, a quien sencillamente sus opciones son diferentes a las nuestras. Advertimos que acoger es correr un riesgo, el de renunciar a algo nuestro en favor del otro, y nos asustamos. Y además, ¿el otro qué hará con la acogida que le ofrezco?

Sin embargo, correr el riesgo puede significar un descubrimiento: el del amor que crece. El otro no es primariamente un desconocido del que defenderse; es sobre todo un misterio enriquecedor por descubrir. El Señor nos recuerda que en la persona que acogemos se hace visible su presencia, Renunciar a un poco de espacio y a un poco de tiempo, ampliar los círculos de amistad para abrazar nuevas amistades, compartir lo que somos, sabemos y tenemos no es privación, sino potenciación fecunda.

Lógica absurda, desde las exigencias urgentes de una rígida contabilidad de dar/tener. Lógica de un amor que ha dado la propia vida para hacer vivir a todos: el amor del Señor, Jesucristo. Es la lógica que cada bautizado hace suya. ,¿Cual es la mía?

 

ORATIO

Perdóname, Señor: he cerrado la puerta de mi corazón y la puerta de mi casa; a veces por miedo, otras por pereza. Perdóname, Señor También tengo que decir: perdóname, hermano; perdóname, hermana, porque no has encontrado en mi lugar donde descansar, estar a gusto, sentirte <<en casa». Si, perdóname. Sé que es posible vivir de otra manera, desplegar el amor y ayudar a otros.

Y todavía te suplico, mi Dios: haz que camine contigo en la vida nueva, sin temores infundados, sin sospechar de nadie, sin levantar barricadas. Que haga de la confianza y del compartir no la cantinela de buenos propósitos o eslóganes espirituales momentáneos, sino Ia repetida experiencia de todos los días. Que corra por mis venas tu vida resucitada y florezca en expresiones de verdadero amor

 

CONTEMPLATIO

Y por eso dijo [el Señor]: <<El que acoge a este niño en mi nombre, a mi me acoge; y el que me acoge a mi acoge al que me ha enviado» (Lc 9,48). En efecto, quien acoge a un imitador de Cristo acoge al mismo Cristo, y el que acoge la imagen de Dios acoge a Dios. Pero precisamente porque no podíamos ver la imagen de Dios, El se nos ha hecho presente por medio de la encarnación de su Verbo, para así acercarnos la divinidad, realidad que esta tan por encima de nosotros (Ambrosio de Milaán, <<Comentario al evangelio de san Lucas», VII, 24, en Obras de san Ambrosia, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1966, 357).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Llevemos una vida nueva>> (Rom 6,4).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Dios, que me entrega tesoros para que los guarde, me permite que los custodie y los administre bien   Me agrada relacionarme con los demás. Mi intensa participación, me parece, irradia lo mejor y más sincero de mí; las personas se muestran sinceras conmigo, cada uno es una historia, y todos me cuentan su vida. Y mis ojos encantados no tienen que leer. [...]. Soy un enfermo, no puedo hacer nada. Mas tarde enjugaré lágrimas y replegaré miedos, allá abajo. En el fondo, ya lo hago en esta cama. ¿Quizá sea por esto que tengo fiebre y mareos?. No quiero ser cronista de horrores. Ni tampoco de sucesos sensacionales.

Esta mañana le he dicho a Jopie: siempre llego a la misma conclusión, la vida es bella. Y creo en Dios. Quiero estar entre los  <<horrores» y decir igualmente que la vida es bella. Ahora, con fiebre y mareos, acostado en un rincón, no puedo hacer nada. Hace poco me he despertado con la garganta seca, he aferrado mi vaso y he agradecido los sorbos de agua; he pensado: si pudiese andar entre los millares de hombres amontonadas por ahí y pudiese ofrecerles un trago... Me digo: no es nada, tranquilo, no es nada, tranquilo.

Cuando una mujer o un niño hambriento se ponía a llorar detrás de nuestras mesas de grabación, me arrimaba, le abrazaba sobre mi pecho, le apretaba, le sonreía y suavemente le decía a quien se encontraba acurrucado y aturdido: no es nada, no es nada. Me quedaba allí y, si podía, hacía algo. A veces me sentaba cerca de alguien, le ponía el brazo encima del hombro, guardaba silencio y le miraba a la cara. Nada resultaba nuevo, ninguna de aquellas expresiones de dolor humano. Todo me parecía familiar; como si ya hubiera vivido cada casa. Algunos me decían: tienes nervios de acero para resistir. No creo que tenga nervios de acero; mas bien, nervios sensibles, capaces de <<resistir>>. Tengo el coraje de mirar de frente al dolor. Al final de coda día me decía: ¡quiero tanto a los hombres! (E. Hillesum, Diario 794i-7943, Milán 5i 992, 232ss).

 

 

 

14º domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Zacarías 9,9-10

Así dice el Señor:

9 Salta de alegría, Sión, lanza gritos de júbilo, Jerusalén, porque se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un joven borriquillo.

10 Destruiré los carros de guerra de Efraín y los caballos de Jerusalén. Quebraré el arco de guerra y proclamaré la paz a las naciones. Dominaré de mar a mar desde el Eúfrates hasta los extremos de la tierra.

 

•» La segunda parte del libro del profeta Zacarías es obra de otro autor el Segundo Zacarías. El contexto histórico es diferente: falta la perspectiva de la restauración inminente de la monarquía davídica y ni siquiera se vuelve a hablar de la construcción del templo. El pueblo, decepcionado y resignado, entrevé una esperanza grandiosa. Este oráculo invita a la alegría y al grito triunfal con los términos utilizados para celebrar la realeza del Señor y la llegada de la era mesiánica, Las líneas tradicionales del mesianismo político se entremezclan con elementos nuevos e inesperados. El rey que viene no tiene los atributos del dominador victorioso y esperado: su poder deriva únicamente de su relación con Dios. El es el <<justo»,· es decir quien lleva a cabo plenamente la voluntad del Dios e imparte justicia a los pobres; el <<salvador» (tal cual) establecido por Dios. Se advierte la influencia de los cánticos del <<Siervo de YHWH» (en concreto, Is 53,110-12a: <<Mi siervo traerá a muchos la salvación>>…..Le daré un puesta de honor); en este pasaje, la visión es universalista, en claro contraste con las promesas, que no permitirían atisbar un futuro igual. Paradójicamente, la humildad es el camino de la realeza: triunfa el rechazo de la violencia, la modestia del que adopta la pacifica cabalgadura de los antiguos príncipes y extiende su dominio hasta los confines de la tierra. Las esperanzas mesiánicas, insólitas y fascinantes, requieren, por el modo de realizarse, un completo cambio de mentalidad; solicitan una verdadera transformación de la mente, del corazón y de las obras.

 

Segunda lectura: Romanos 8,9.11-13

Hermanos:

9 Vosotros no vivís entregados a tales apetitos, sino que vivís según el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, es que no pertenece a Cristo.

11 Y si el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos haré revivir vuestros cuerpos mortales por medio de ese Espíritu suyo que habita en vosotros.

12 Por tanto, hermanos, estamos en deuda, pero no con nuestros apetitos para vivir según ellos.

13 Porque si vivís según ellos, ciertamente moriréis; en cambio, si mediante el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.

 

Quien mediante el bautismo se une a la muerte y resurrección de Cristo (Rom 6,3ss) es un hombre libre. La fragilidad de nuestra naturaleza (<<carne», en el lenguaje paulino) nos inclina con gran facilidad hasta someternos al pecado: Pablo expresa esta realidad con los términos <<vivir»/<<caminar» <<según la carne». Sin embargo, no se trata de un destino ineluctable, pues un nuevo principio dirige la vida del que pertenece a Cristo: el mismo Espíritu de Jesús, garantía de la resurrección de los creyentes (vv. 9.1 1). Y donde esta el Espíritu de Dios hay libertad (2 Cor 3,17). La nueva, la espléndida condición del cristiano, que Pablo anuncia con orgullo (Rom 8,1 4), es tanto don irrevocable de Dios (cf 11,29) como empeño cotidiano del hombre. La libertad verdadera es continuamente elección y se concreta en la renuncia de si mismo, condición imprescindible para seguir a Cristo (Lc 9,23-25). El Espíritu concede la luz y la fuerza para que cada uno vea y dé los pasos correspondientes por el camino de la libertad, un camino que a través de la mortificación conduce a la vida plena (v 13).

 

Evangelio: Mateo 11,25-30

25 Entonces Jesús dijo: -Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos.

26 Si, Padre, así te ha parecido bien.

27 Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y al Padre no lo conoce mas que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelan

28 Venid a mi todos los que estáis fatigados y agobiados y yo os aliviaré.

29 Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas.

30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

 

» Esta perícopa, casi idéntica a Lc 10,21-22, ha sido definida como <<el Magnificat de Jesús». Los sinópticos dan testimonio de que Jesús tenia conciencia de ser el Hijo de Dios de forma única e inefable. Unos pocos versículos bastan para mostrar el corazón de este Hijo e invitamos a poner en él nuestro cobijo.

El contexto, ligeramente diferente en Mateo y Lucas por motivos redaccionales, destaca en ambos el marcado contraste entre la mentalidad común y los pensamientos de Dios (cf Is 55,8ss). Jesús bendice al Senior del cielo y de la tierra llamándolo familiarmente <<Padre» y alaba el conocimiento que, insondable en su sencillez, no se puede adquirir mediante el esfuerzo o trabajo humano. Este conocimiento es puro don de Dios, revelación de Dios a los sencillos (nepíoi v. 25). Solo los <<pequeños» son capaces de acoger con naturalidad, los misterios del Reino de los Cielos anunciados por Jesús. El lo subraya con claridad: tal es el plan del Padre.

En esta afirmación, Jesús nos revela su rostro interior perfilado por una adhesión inquebrantable a la voluntad de Dios, de quien recibe todo y al que le devuelve todo con obediencia amorosa (vv. 26-27a). Esta obediencia inaugura una comunión perfecta con Dios, que en el lenguaje bíblico se expresa con el término conocimiento: no un conocer nocional, sino una relación vital, en la que el Hijo puede introducimos (v. 27b).

Retomando la antigua invitación de la Sabiduría (Prov 8,5; 9,5), llama a los oprimidos por el peso de las tribulaciones de la vida y les ofrece un yugo diferente al de la Ley. Acoger las enseñanzas de Jesús no significa, en efecto, cargar con un cúmulo de normas a observar, sino aprender de él la sencillez y humildad de corazón, que hacen mas llevadera la prueba y mas leve la tribulación (vv 28-30). Quien concuerda su corazón con el del Hijo encuentra descanso y sosiego (v. 29b): el peso del Amor alza a quien lo lleva.

 

MEDITATIO

La liturgia de la Palabra de hoy, como un sorbo de agua de manantial, reconforta nuestra sed de caminantes. Todo lo sencillo e intacto conserva el poder de encandilamos y renovarnos internamente si por un instante nos detenemos y disfrutamos de ello. Con la sencillez de los pequeños, Jesús desenmascara los propósitos que nos formamos, quizá de buena fe, pero que no se corresponden con los planes de Dios. Con frecuencia, nos empeñamos en trabajar por el Reino de los Cielos con materiales y utensilios equivocados: nos hacemos una idea del <<éxito» que solo encaja en un horizonte estrecho, abajo el dominio de la carne». La Palabra nos llama a la humildad de Dios y de Cristo, nos conduce a la rectitud que triunfará el día del Señor nos invita a edificar la paz en nuestro alrededor apaciguando el corazón.

Admitamos que aun no nos hemos aprendido esta lección; verdaderamente, no conocemos ni al Padre ni al Hijo. Ser conscientes de ello es el primer fruto de escuchar la Palabra. Seamos sus discípulos: <<Venid a mi», nos dice la Sabiduría. Despojaos de los sofisticados andamios de vuestra pretendida inteligencia y eficiencia, que terminan aprisionándoos. Descended a las extremas profundidades de mi muerte, y mi Espíritu os resucitaré internamente para una vida nueva y libre. Si la libertad y la paz son valores todavía estimados, su nombre secreto no esta de moda: humildad y sencillez de corazón. Miremos al Dios hecho hombre: contemplémosle y quedaremos radiantes.

 

ORATIO

Te ruego, Señor que derribes los andamios de mi ciencia humana; líbrame de la lógica enmarañada de mis razonamientos, de mi orgullosa autosuficiencia, y concédeme la sencillez del niño, que descubra cada mañana la novedad de todo cuanto sucede, cuando siempre parece igual. Hazme pequeño y libre, Señor, que me encuentre entre los dichosos que tienen ojos para ver y oídos para oír las grandes cosas que has revelado. Y entonces comprenderé que el nuevo orden del mundo, el orden de la justicia y de la paz, lo has depositado en mis manos. Amen.

 

CONTEMPLATIO

<<Venid a mi todos los que estáis fatigados y agobiados y yo os aliviaré» (Mt 11,28). No éste o aquél, sino todos los que tenéis preocupaciones, sentís tristeza o estáis en pecado. Venid no porque yo os quiera pedir cuentas, sino para perdonaros vuestros pecados. Venid no porque yo necesite vuestra gloria, sino porque anhelo vuestra salvación. Porque yo -dice— os aliviaré. No dijo solamente: <<os salvaré», sino lo que es mucho mas: <<os pondré en seguridad absoluta».

No os espantéis —parece decimos el Señor- al oír hablar de yugo, pues es suave; no tengáis miedo de que os hable de carga, pues es ligera. —Pues ¿cómo nos hablo anteriormente de la puerta estrecha y del camino angosto? -Eso es cuando somos tibios, cuando andamos espiritualmente decaídos, porque, si cumplimos sus palabras, su carga es realmente ligera. —¿Y como se cumplen sus palabras?— Siendo humildes, mansos y modestos. Esta virtud de la humildad es, en efecto, madre de toda filosofía. Por eso, cuando el Señor promulgó aquellas sus divinas leyes al comienzo de su misión, por la humildad empezó (cf 7,14). Y lo mismo hace aquí, ahora, al par que señala para ella el más alto premio. Porque no solo -dice— serás útil a los otros, sino que tu mismo, antes que nadie, encontraras descanso para tu alma. Encontraréis —dice el Señor- descanso para vuestras almas. Ya antes de la vida venidera te da el Señor el galardón, ya aquí te ofrece la corona del combate y de este modo, al par que poniéndote El mismo por dechado, te hace más fácil de aceptar su doctrina.

Porque ¿qué es lo que tu temes? —parece decirte el Señor? ¿Quedar rebajado por la humildad? Mírame a mi, considera los ejemplos que yo os he dado y entonces verás con evidencia la grandeza de esta virtud (Juan Crisóstomo, <<Homilías sobre el evangelio de san Mateo», 38,2-3, en Obras de san Juan Crisóstomo, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, 759-760).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Aprended de mi que soy sencillo y humilde de corazón» (Mt 11,29).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Este es el más bello canto de amor filial que jamás se haya entonado en la tierra. El Hijo de Dios lo ha cantado, lejos de la casa paterna, lejos de la patria celestial, como los devotos israelitas durante el destierro elevaban a Dios salmos de conmovedora nostalgia. Desde su corazón de pobre e Hijo cariñoso, Jesús, exultando en el Espíritu, eleva al Padre este himno de júbilo que revela el sentimiento de extrema pequeñez y confianza con el que, en cuanto Hombre, se dirige a Dios, el Omnipotente, el Creador del cielo y de la tierra. Jesús es el <<pequeño>> por antonomasia al que le han sido revelados los misterios del Reino de los Cielos. Para hacerse <<pequeño>>, Jesús se he despojado de su gloria divina, y nosotros, para llegar a ser pequeños, en el sentido evangélico, tenemos que despajarnos del hombre viejo, del pecado. Jesús se ha despojado de la gloria divina y ha asumido nuestra condición humana; nosotros tenemos que despojarnos de nuestra falsa grandeza, de nuestro orgullo, y seguirlo. El Espíritu Santo, cuando toca las cuerdas del corazón, las hace sensibles a las vibraciones de la gracia y suscita en ellas un canto divino, la música del amor Sin embargo, Jesús no canturrea solo ni para si; quiere atraer con su cántico a todos los hombres dispersos y reunirlos y restituirlos; para eso ha venido, junto a Dios, como hijo. Su canción se convierte en una inmensa sinfonía cósmica (A. M. Canopi, Il vangelo de la vita nuova, Milan 2000, 35).

 

  

 

15° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 55,10-11

Dice el Señor:

10 Como la lluvia y la nieve caen del cielo y solo vuelven allí después de haber empapado la tierra, de haberla fecundado y hecho germinar para que de simiente al que siembra y pan al que come,

11 así seré la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí de vacío, sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cabo mi encargo.

 

La Palabra del Señor tiene una fuerza intrínseca, posee una eficacia indudable. Este oráculo lo expresa con una imagen elocuente. El ciclo del agua contiene una finalidad. De él depende el ritmo de la naturaleza y de la vida. Es un milagro siempre nuevo y necesario. Como la lluvia y la nieve, la Palabra del Señor está orientada a un fin preciso e, inevitablemente, producirá un efecto vital: regresar henchida de frutos de gracia. Al principio <<dijo Dios: “Haya..." y así fue»; ahora, en el tiempo marcado por el pecado, la Palabra creadora se hace redentora. Mantiene la potencialidad infinita de suscitar conversión y vida nueva en los corazones, de conceder el sustento al Espíritu. Aun mas, quiere ser acogida, poder encarnarse en nuestra cotidianeidad. Y como la Virgen de Nazaret, es necesario el consentimiento personal. <<Et Verbum caro factum es» (Jn 1,14).

 

Segunda lectura: Romanos 8,18-23

Hermanos:

18 Entiendo, por lo demás, que los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelaré.

19 Porque la creación misma espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios.

20 Condenada al fracaso no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso, la creación vive en la esperanza

21 de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

22 Sabemos, en efecto, que la creación entera esta gimiendo con dolores de parto hasta el presente.

23 Pero no solo ella; también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando porque Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo.

 

El cristiano ha sido liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte y del yugo de la ley —incapaz de salvar— para vivir como hijo de Dios, guiado por el Espíritu (8,1-5.14). El sufrimiento no contradice esta realidad, ni puede ensombrecer su esplendor: se convierte en medio, en una efectiva y necesaria participación en el misterio pascual de Cristo (v. 17). Este es el meollo, la clave de todo acontecimiento humano y cósmico. En efecto, el dolor es un legado del pecado, consecuencia de la maldición que lleva consigo (Gn 3,14-19); el hombre, a quien Dios le había confiado lo creado <<para que lo cultivara y lo guardara>> (Gn 2,15), ha sido arrastrado a la servidumbre (iz 21). Sin embargo, la Pascua de Cristo ensalza al hombre por encima de la antigua majestuosidad de su condición originaria, lo orienta hacia una gloria futura incomparable, transforma <<los padecimientos del momento presente» en instrumento de redención (v 8). Y cuando esta redención se realice, también el cosmos será transfigurado (vv. 19-21).  El tiempo presente es largo, un estrépito de parto para toda la creación, pero el gemido que lo acompaña se transformara en alegre melodía cuando entremos <<en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (v. 21).

 

Evangelio: Mateo 13,1-23

1 Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago.

2 Se reunió en torno a él mucha gente, tanta que subió a una barca y se sentó, mientras la gente estaba de pie en la orilla.

3 Y les expuso muchas cosas por medio de parábolas. Decía: -Salió el sembrador a sembrar

4 Al sembrar; parte de la semilla cayó al borde del camino, pero vinieron las aves y se la comieron.

5 Parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra; brotó en seguida porque la tierra era poco profunda,

6 pero cuando salió el sol se agostó y se secó porque no tenía raíz.

7 Parte cayó entre cardos, pero éstos crecieron y la ahogaron.

8 Finalmente, otra parte cayó en tierra buena y dio fruto: un grano dio cien, otro sesenta, otro treinta.

9 El que tenga oídos para oír que oiga.

10 Los discípulos se acercaron y le preguntaron: -¿Por qué les hablas por medio de parábolas?

11 Jesús les respondió: -A vosotros Dios os ha dado a conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.

12 Porque al que tiene se le dará, y tendrá de sobra, pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitara.

13 Por eso les hablo por medio de parábolas, porque aunque miran no ven, y aunque oyen no escuchan ni entienden.

14 De esta manera, se cumple en ellos lo anunciado por Isaías: Oiréis, pero no entenderéis; miraréis, pero no veréis,

15 porque se ha embotado el corazón de este pueblo, se han vuelto torpes sus oídos y se han cerrado sus ojos; de modo que sus ojos no ven, sus oídos no oyen, su corazón no entiende, y no se convierten a mi para que yo los sane.

16 Dichosos vosotros por lo que ven vuestros ojos y por lo que oyen vuestros oídos,

17 porque os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

18 Así pues, escuchad vosotros lo que significa la parábola del sembrador

19 Hay quien oye el mensaje del Reino, pero no lo entiende; viene el maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón. Este es como la semilla que cayó al borde del camino.

20 La semilla que cayó en terreno pedregoso es como el que oye el mensaje y lo recibe en seguida con alegría,

21 pero como no tiene raíz en si mismo y es inconstante, al llegar la tribulación o la persecución a causa del mensaje, en seguida sucumbe.

22 La semilla que cayó entre cardos es como el que oye el mensaje, pero las preocupaciones del mundo y la seducción del dinero asfixian el mensaje y queda sin fruto.

23 En fin, la semilla que cayó en tierra buena es como el que oye el mensaje y lo entiende; éste da fruto, sea ciento, sesenta o treinta.

 

El c. 13 del evangelio de Mateo recoge siete parábolas sobre el misterio del Reino de los Cielos. Es la enseñanza que Jesús le ofrece a una muchedumbre innumerable, a sabiendas de que pocos la acogerán. Ya lo presagian las primeras reacciones a su misión. La cuestión que le plantean los discípulos (v 10) y la respuesta de Jesús (vv. 11-17) refuerzan el sentido de esta parábola que abre la serie.

A través de las imágenes de la semilla y del terreno, la Palabra de Dios es representada como una semilla con un inmenso potencial de vida, que se desarrollaré según la acogida que reciba.

La manera de exponer en parábolas, se asemeja a la cáscara de las semillas: salvaguarda la comprensión de la enseñanza de Jesús, porque <<al que no tiene» el deseo sincero de comprender y convertirse <<aún aquello que tiene se le quitará»: escucha aparente e interés superficial y momentáneo (vv. 10-13). Sin embargo, Dios, en su gratuidad, supera la obstinación que endurece el corazón del hombre: el sembrador de la parábola esparce por todas partes la simiente, sin cicaterías ni ardides; el <<mensaje del Reino» (v. 19) es anunciado (vv. 3ss y 14ss) y propuesto a todos. La colaboración empieza con la escucha atenta, intensa y solícita de la Palabra, de modo que penetre profundamente en el corazón y lo sane (v. 15b). Las entrañas del ser humano pueden estar enfermas: la insensibilidad, la superficialidad, la infinidad de intereses egoístas, son lugares donde la semilla no podrá crecer (vv. 19-22). Cuando la Palabra sea acogida con un corazón bueno, producirá su fruto de gracia, según la correspondencia de cada uno al don de Dios (v. 23).

 

MEDITATIO

Si, como sugieren los Padres del desierto, antes de hablar nos preguntásemos con qué intención lo hacemos, en seguida enmudeceríamos: a menudo, nuestras palabras son charlatanería o, aun peor maledicencia.

La Palabra de Dios es diferente: está en todo y siempre; es comunicación de su proyecto, de sus deseos. ¿No significa comunicar poner en común? Dios <<pone en común>> su Realidad mediante su Palabra.

        Una comunión ofrecida es como una semilla esparcida: lleva en si misma la vida que nacerá, si bien solo es una propuesta hasta que no encuentre un terreno donde germinar: el corazón del hombre. Si éste se endurece, como un camino trillado, la Palabra no penetrará: nos encontraremos más encerrados y egoístas, pues estamos rechazando la comunión con Dios. Si nuestro corazón es superficial, la Palabra no echará raíces: estaremos más solos, pues no dejamos hueco a la presencia del Señor. Si nuestro corazón se inquieta con afanes mundanos y preocupaciones fútiles, la Palabra no crecerá: la verdadera alegría quedara asfixiada, ahogada por ilusiones y espejismos. Sin embargo, seremos dichosos si nos presentamos ante Dios con un corazón dispuesto a escuchar. Entonces, vendrá el Hijo, Palabra viviente, y crecerá en nosotros <<tomando cuerpo» en nuestra vida, en nuestras relaciones y en nuestras múltiples acciones. El grano de trigo que ha muerto produciendo fruto abundante (cf Jn 12) hará que demos el ciento por uno, hasta poder afirmar con Pablo: <<Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios» (Gal 2,20).

 

ORATIO

Jesús, divino Sembrador; ven y siembra el campo que somos nosotros. Prepara el terreno, límpialo de espinos y piedras, rotura con profundos surcos la tosca tierra, sáchala, allana los terrones y, después, atravesando el campo con pasos largos, con gesto grandioso, solemne, desparrama a voleo la semilla con tus admirables manos.

Jesús, divino Sembrador y semilla de vida eterna, ven, en esta hora de gracia, siembra en nuestros corazones tu Palabra, tu mismo, y que germine, florezca y fructifique la Iglesia peregrina para los graneros del Cielo, Amén.

 

CONTEMPLATIO

        ¿De qué provino, pues, decidme, que se perdiera la mayor parte de la siembra? Ciertamente que no fue culpa del sembrador sino de la tierra que recibió la semilla; es decir por culpa del alma, que no quiso atender a la Palabra. —¿Y por qué no dijo que una parte la recibieron los tibios y la dejaron perderse, otra los ricos y la ahogaron, otra los vanos y la abandonaron? —Es que no quería herirlos demasiado directamente, para no llevarlos a la desesperación, sino que deja la aplicación a la conciencia de sus mismos oyentes.

Mas no pasó esto solamente con la siembra, sino también con la pesca, pues también allí la red sacó muchos peces inútiles. Sin embargo, el Señor pone esta parábola  para animar a sus discípulos  y enseñarles que, aun cuando la mayor parte de los que reciben la Palabra divina hayan de perderse, no por eso han de desalentarse. Porque también al Señor le aconteció eso, y, no obstante saber El de antemano que así había de suceder, no por eso desistió de sembrar.

    - Mas ¿en qué cabeza cabe, me dirás, sembrar sobre espinas y sobre roca y sobre camino? -Tratándose de semillas que han de sembrarse en la tierra, eso no tendría sentido; mas, tratándose de las almas y de la siembra de la doctrina, la cosa es digna de mucha alabanza. El sembrador que hiciera como el de la parábola  merecería ser justamente reprendido, pues no es posible que la roca se convierta en tierra, ni que el camino deje de ser camino, y las espigas, espigas. No así en el orden Espiritual. Aquí si que es posible que la roca se transforme y se convierta en tierra grasa, y que el camino deje de ser pisado y se convierta también en tierra feraz, y que las espinas desaparezcan y dejen crecer exuberantes las semillas. De no haber sido así, el Señor no hubiera sembrado. Y si no en todos se dio la transformación, no fue ciertamente por culpa del sembrador sino de aquellos que no quisieron transformarse. El hizo cuanto estaba de su parte; si ellos no cumplieron su deber, no fue ciertamente culpa de quien tanto amor les mostrara (Juan Crisóstomo, <<Homilías sobre el evangelio de san Mateo>>, 44,3, en Obras de san Juan Crisóstomo, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, 847-848).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc 11,28).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Toda nuestra andadura por la tierra no consiste en otra cosa que en ser semejantes a Jesús, imagen del Padre, en estor cada vez más unidos a él. ¿Por qué hemos escuchado esta parábola del sembrador? Porque la comunión con el Señor es fruto de lo unión de lo fe, y la parábola del sembrador nos recuerda las exigencias preliminares de eso unión. Jesús nos revela al Padre porque es lo Palabra y lo imagen del Padre. Nosotros únicamente podemos conocer al Hijo acogiendo su Palabra y creyendo en su nombre. Nuestros ojos no pueden abrirse y reconocerlo si previamente nuestro corazón no se transforma arde gracias a la escucha de lo Palabra, como les sucedió a los discípulos  de Emaus. Y esto solo es obra del Espíritu Santo, que es capaz de crear en los que perseveran <<un corazón para entender, ojos para ver; oídos para oír>> (Dt 29,3). Esto significa que, para poder transfigurarnos a semejanza del Hijo amado, es necesario, sobre todo, escucharlo. Su luz mona para nosotros desde lo Palabra de Dios. Algo verificable en nuestras relaciones humanas si pasamos unos junto a otros sin decirnos nada, es el infierno; pero si desde el corazón se le dirige lo palabra al otro, que ha sido creado a imagen de Dios, esa palabra se convierte en luz, en una palabra de comunión. Nuestro Dios es luz porque es amor. Todo tiene su origen en aquella Palabra que es Jesús y que debemos escuchar, acoger y custodian Es la Palabra del Padre, que se convierte en luz para nosotros, despierta nuestra fe y abre los ojos de nuestro corazón. La Palabra que nos dice: somos amados por él, nada podré separarnos de su amor y este amor esta destinado a transformar nuestra vida. Sí, si le escuchamos, respondiéndole en el silencio del corazón, seremos <<luz>> en la verdad de nuestras acciones. Podremos amar. Sin él no podemos nada, absolutamente nada, pero can la fuerza del Espíritu, sea cual sea el abismo de nuestra debilidad, nada es imposible. Arraigados en el Amor que es Dios, produciremos el único fruto auténtico del Espíritu: el fruto del amor (J. Carbon, La goia del Padre, Magnano 1992 45—47).

 

  

 

16° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Sabiduría 12,13.16-19

13 Fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo, a quien tengas que demostrar que tus juicios no son injustos.

16 Porque tu fuerza es principio de justicia, y tu dominio sobre todo te hace indulgente con todos.

17 Despliegas tu fuerza cuando no se cree en tu poder y confundes la osadía de los que no lo conocen.

18 Pero, como dominas tu fuerza, juzgas con benignidad y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes utilizar tu poder cuando quieras.

19 Al actuar así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser compasivo y diste a tus hijos una dulce esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.

 

Después de contemplar y alabar la Sabiduría en si misma, el autor sagrado considera su intervención en la historia (cc. 10-19) y responde ahora a una pregunta implícita al contexto del que ha sido extraída esta perícopa: ¿por qué Dios no ha castigado a los enemigos de Israel —egipcios y cananeos- de modo drástico e inmediato? Y enseña como la Sabiduría que guía el actuar divino es mas sublime, magnánima y prudente que nuestros criterios. El Dios creador también es la eterna Providencia que cuida de cada criatura: ¿quién puede enjuiciar su proceder y acusarlo de injusto (v, I3)? Posee la plenitud de la fuerza (término clave que introduce los vv 16-18): nada teme, a diferencia de los poderosos de este mundo, ni ser abrumado, ni perder algo. El Señor actúa según la justicia, la bondad y la mansedumbre, <<dosificando>> la fuerza a los objetivos de una sabia pedagogía (vv 17.19ss). Todos los interrogantes sobre el actuar divino encuentran una misma respuesta: su amor por los hombres, la filantropía. Por amor sabe esperar nuestro arrepentimiento y nos enseña a amar (vv. 19ss) con su misma caridad, paciente y benigna (1 Cor 13,4).

 

Segunda lectura: Romanos 8,26-27

Hermanos:

26 El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos inefables.

27 Por su parte, Dios, que examina los corazones, conoce el sentir de ese Espíritu, que intercede por los creyentes según su voluntad.

 

• El tiempo presente es un largo periodo de parto del que nacerá la creación nueva. Es el tiempo del gemido del cosmos y del hombre (vv. 22ss). Profundizando en la reflexión, Pablo afirma algo inaudito: Dios hace suyo el sufrimiento de la creación a través de su Espíritu, que lleva adelante este colosal embarazo desde el interior desde el corazón de los creyentes. El Espíritu Santo transforma cada dolor espera y esperanza en un lenguaje   - para nosotros misterioso, pero comprensible para Dios- inefable de gemidos, gemidos que son prenda de victoria, porque Dios e intercede por los creyentes según su voluntad» (v. 27).

Nuestra debilidad nos hace no solo impotentes para obrar el bien, sino hasta para comprender cual es el bien verdadero. Y Dios viene a socorrernos justo en este punto. No nos sustrae —por ahora— de nuestra condición; al contrario, se hace débil con nosotros y en nosotros por medio del Espíritu. Así, se prolonga en el tiempo, a través de los creyentes, el escándalo de la cruz de Cristo: <<Pues lo que en Dios parece locura es más sabio que los hombres; y lo que en Dios parece debilidad es más fuerte que los hombres» (1 Cor 1,25). Esta necedad y debilidad de Dios conducirá la historia de los hombres al resultado definitivo que el Señor conoce y por el que el Espíritu intercede insistentemente.

 

Evangelio: Mateo 13,24-43

24 Jesús les propuso esta otra parábola:

—Con el Reino de los Cielos sucede lo que con un hombre que sembró buena semilla en su campo,

25 Mientras todos dormían, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.

26 Y cuando creció la hierba y se formó la espiga, apareció también la cizaña.

27 Entonces los siervos vinieron a decir al amo: al Señor: ¿no sembraste buena semilla en tu campo?.¿Cómo es posible que tenga cizaña?.

28  El les respondió <<Lo ha hecho un enemigo». Le dijeron; <<¿Quieres que vayamos a arrancarla?».

29 El les dijo: <<No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo.

30 Dejad que crezcan juntos ambos hasta el tiempo de la siega; entonces diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, pero el trigo amontonadlo en mi granero».

31 Les propuso otra parábola: -Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo,

32 Es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace como un árbol, hasta el punto de que las aves del cielo pueden anidar en sus ramas.

33 Les dijo otra parábola: -Sucede con el Reino de los Cielos lo que con la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.

34 Jesús expuso todas estas cosas por medio de parábolas a la gente, y nada les decía sin utilizar parábolas,

35 para que se cumpliera lo anunciado por el profeta:

Hablaré por medio de parábolas,

publicaré lo que estaba oculto

desde la creación del mundo.

36 Entonces dejó a la gente y se fue a la casa. Sus discípulos se le acercaron y le dijeron: - Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

37 Jesús les dijo: - El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;

38 el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; y la cizaña, los hijos del maligno;

39 el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo; y los segadores, los ángeles.

40 Así como se recoge la cizaña y se hace una hoguera con ella, así también sucederé en el fin del mundo.

41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino a todos los que fueron causa de tropiezo y a los malvados

42 y los echarán al horno de fuego. Allí llorarán y les rechinarán los dientes.

43 Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga.

 

La predicación de Jesús sobre el Reino de los Cielos trasciende las expectativas de sus contemporáneos y transparenta una imagen nueva del rostro de Dios. Es cuanto emerge de las tres parábolas del evangelio de hoy. Contrariamente a lo esperado, el Reino de Dios no tendrá una dimensión triunfal en la historia; la victoria sobre los opositores y las fuerzas del mal no se llevará a cabo en este mundo. Esto no significa que Dios, el sembrador de la buena semilla, de alguna manera sea derrotado. Más bien, porque es dueño de la situación, puede frenar la impaciencia de sus siervos (vv. 28-30). Ciertamente, la buena semilla comienza a crecer junto con la cizaña; en nuestra historia, e1 bien siempre estará obstaculizado por el mal. Pero Dios ve el tiempo desde la perspectiva de la eterna meta final (vv. 39-43): solo con la siega tendrá lugar el discernimiento definitivo.

Es una lección de sabia paciencia ante fariseos y zelotas de cualquier generación, partidarios, de distintas formas, de una pureza religiosa y nacionalista que excluye sin apelación a los <<otros». Y también lo es para nosotros, dispuestos a constituimos rápidamente en jueces y verdugos.

Otra enseñanza <<contra corriente» viene de la parábola siguiente (v. 31ss): el Reino de los Cielos no tiene la apariencia desbordante que se esperaba. Esta cerca y presente (cf Mc 1,15), pero es insignificante en su aspecto, como el grano de mostaza. Sin embargo, desde este estado incipiente germinara una exuberante realidad vital. Dios realiza cosas admirables sirviéndose de instrumentos y materiales humildes. Es la enseñanza gemela que también se desprende de la parábola  de la levadura (v. 33): el Reino de los Cielos es una pequeña cosa en este mundo, esta oculto y amasado con los acontecimientos de la historia humana, y contiene en si una potencialidad y un dinamismo irresistibles. Los <<hijos del Reino» (v. 38) nunca deben separarse del resto de la humanidad, sino fermentar desde el interior las situaciones, seguros de que nada les impedirá producir frutos desde el amor, que subsistirá eternamente (vv. 30b.43; cf 1 Cor 13,13).

 

MEDITATIO

La liturgia actual nos invita a abandonar los esquemas habituales de pensamiento para asumir los pensamientos de Dios, que sobrepasan a los nuestros, como el cielo dista de la tierra (cf Is 55,8ss). Cuántas veces, viendo que el mal quedaba impune, nos hemos preguntado: donde esta la justicia de Dios. Cuantas veces, al surgimos absurdas dificultades, hemos exclamado: << ¡hasta cuándo...!».

La Palabra, hoy nos muestra la paciencia de Dios y nos ayuda a comprender mejor la realidad de su Reino. Para nosotros, es fuerte quien supera cualquier dificultad, tiene éxito y esta seguro. Para Dios, la fuerza esta en el amor, hasta el punto de que el Omnipotente es, por decirlo así, el <<Omni-paciente». Espera, otra vez, de nuevo y siempre, a que cada uno de sus hijos se arrepienta: la puerta de la casa paterna siempre esta entreabierta para todos hasta el día definitivo. Y aun mas, no se limita a esperan sino que sale al encuentro, haciéndose débil con los débiles, para conducir a la humanidad hacia la redención plena, la nueva creación, la realización del Reino.

A través de la cruz de Cristo y de los gemidos del Espíritu, que habita en nosotros, el Padre acompaña, sostiene y sustenta el peregrinar del hombre a lo largo de la historia. El enemigo nos obstaculizara, pero no podrá frustrar el plan de Dios. De nosotros depende apresurar el paso. ¿Cómo? Haciendo nuestro, en las situaciones concretas, el modo de actuar divino; evitando los inexorables juicios condenatorios, apagando el ferviente deseo de erradicar el mal con la fuerza.

Aprendamos a cosechar en las realidades más humildes e insignificantes las grandes ocasiones de caridad que se nos presentan. Entonces, el tiempo de los hombres fermentara con la levadura del amor de Dios; entonces, el Reino de los Cielos crecerá desmesuradamente en nuestra historia; entonces, el gemido del Espíritu se convertirá en canto de alabanza impetuosa de toda la creación.

 

ORATIO

Señor, tu eres bueno y siembras a la luz del día en el campo de la Iglesia, en cada uno de nosotros, amor, paz y alegría. Y después, viene el enemigo durante la noche y esparce la cizaña: pensamientos, deseos, sentimientos hostiles y traiciones ocultas que envuelven en tinieblas nuestro corazón.

Danos el Espíritu de vigilancia y que no nos asalte el malvado; haznos fuertes en la tentación y humildes en la reprensión de nuestras caídas. Haz que no pretendamos de los otros una perfección que ni nosotros mismos tenemos; danos ojos que sepan ver, además de la cizaña, la buena semilla; concédenos un corazón que sepa amar como el tuyo, con humildad y paciencia, incansable,

 

CONTEMPLATIO

El campo, que es el mundo, es la Iglesia extendida por el mundo. Quien es trigo, persevere hasta la siega; los que son cizaña, háganse trigo. Porque entre los hombres y las espigas de verdad o la cizaña real hay esta diferencia: cuando nos referimos ala agricultura, la espiga es espiga y la cizaña es cizaña. Pero en el campo del Señor esto es, la Iglesia, a veces, lo que era trigo se hace cizaña y lo que era cizaña se convierte en trigo, y nadie sabe lo que será mañana. Por eso los obreros, indignados con el padre de familia, querían ir a arrancar la cizaña, pero no se lo consintió; quisieron arrancar la cizaña y no se les permitió separar esa cizaña. Hicieron aquello para lo que servían y dejaron la separación a los ángeles. No querían reservar a los ángeles la separación de la cizaña; mas el padre de familia, que conocía a todos y sabía que era menester dejar para más tarde la separación, les mandó tolerarla, no separarla. Ellos preguntaron: ¿Quieres que vayamos y la recojamos? El respondió: No, no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo. ¿Entonces, Señor, la cizaña estará también con nosotros en el granero? Al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged la cizaña y atad los haces para quemarla. Tolerad en el campo lo que no tendréis con vosotros en el granero.

Escuchad, carísimos granos de Cristo; escuchad, carísimas espigas de Cristo, escuchad, carísima mies de Cristo; reflexionad sobre vosotros mismos, mirad a vuestra conciencia, interrogad a vuestra fe, preguntad a vuestra caridad, despertad vuestra conciencia; y si os reconocéis mies de Cristo, traed a vuestra mente: Quien perseverare hasta el fin, ése será salvo. Pero quien, al escudriñar su conciencia, se encontrare entre la cizaña, no tema cambiarse. Todavía no hay orden de cortar, aun no llega la siega; no seas hoy lo que eras ayer o no seas mañana lo que eres hoy. ¿De qué te sirve lo que dices, sino en cuanto cambies? Dios promete indulgencia si cambias tú, pero no te promete el día de mañana. Tal como seas al salir del cuerpo, tal llegaras a la siega.

Muere alguien, no sé quién y era cizaña; ¿acaso podrá allá hacerse trigo? Es aquí en el campo donde el trigo puede hacerse cizaña y la cizaña trigo; aquí eso es posible, pero allá, es decir; después de esta vida, es tiempo de recoger lo que se hizo, no de hacer lo que no se hizo (Agustín de Hipona, <<Serm6n» 73/a, 1-2, en Obras completas de san Agustín, X, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1983, 372-375).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<El Señor es paciente y misericordioso» (Sal 144,8).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La indulgencia es una expresión finísima de la caridad, porque es a la vez comprensión, discreción, paciencia y confianza. Con ésta -y solo con ésta- se supera un gran obstáculo que normalmente se interpone entre nosotros y nuestro prójimo.

De hecho, lo que hace más difícil el ejercicio de la caridad son, frecuentemente, los defectos que encontramos en los demás. Y estamos fácilmente llevados a verlos, a verlos mucho mas que los nuestros, y así estamos siempre dispuestos a la crítica.

Este obstáculo no se supera espontáneamente, porque el defecto de por sí no acerca a las almas, ya que es una falta, y lo que falta no puede nunca ser un elemento positivo de unión. Por consiguiente, es necesario suplir voluntariamente lo que falta en la persona defectuosa, con algo que les permita a las almas encontrarse. Este algo lo da precisamente la <<indulgencia».

La indulgencia de la que hablamos no consiste, sencillamente, en <<cerrar los ojos» a los defectos de los demás: el cerrar los ojos lleva, la mayoría de los veces, al desinterés. Sin embargo, con la verdadera indulgencia los defectos se ven bien; solo que se les <<indulta», es decir, se le <<concede» el perdón, pero no al defecto, sino a la imperfección moral de la persona, en cuanto que nos concierne y nos choca, quitándonos algo. Por tanto, un perdón así implica también el propósito de enmienda de los demás, para que la persona no quede privada de aquel bien moral que se deriva de corregir aquel defecto. Y por esta enmienda se le concede confianza. La verdadera indulgencia consiste en esto.

¿Y hasta qué punto hay que emplear la indulgencia? La respuesta nos la proporciona el Señor diciéndonos que hay que perdonar a los hermanos <<setenta veces siete>>, es decir, siempre. Naturalmente, es difícil una indulgencia tan generosa y delicada; sin embargo, estamos llamados precisamente a hacer esto con los <<hermanos>> que <<pecan>> o -por seguir en nuestro contexto- con los defectos de nuestro prójimo.

La indulgencia permite así demostrar el amor con su exquisita delicadeza, que contiene realmente lo mejor del alma y del corazón. De hecho, en este caso, el amor no se busca a si mismo, ni busca su satisfacción; busca sélo el verdadero bien de la persona amada. Y es un amor profundamente activo, porque obra de verdad, es decir, <<da»: da el perdón y da también la confianza a la persona con la que tiene indulgencia. Amar a una persona virtuoso no es difícil, pero tener indulgencia y amor a una criatura defectuosa exige la fuerza grande de la virtud, Ya que, además de una gran generosidad, que permite pasar por encima de uno mismo, se necesita aquí una paciencia confiada, que sabe esperar a que los demás se enmienden sin cansarse nunca. Y esto acrecienta todavía más la alta moral del amor (R. Bessero Belti, Lo que vale un corazón lleno de la presencia interior del Espíritu, Eunate, Pamplona l995, 79-8] ; traducción, Julia Bellido).

 

  

 

17° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: 1 Reyes 3,5.7-12

5 Allí el Señor se le apareció en sueños a Salomón durante la noche y le dijo:

- Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré.

Respondió Salomón:

7 Y ahora, Señor Dios mío, tu me has hecho rey a mi, tu siervo, como sucesor de mi padre, David, pero yo soy muy joven y no sé como gobernar

8 Tu siervo esta en medio del pueblo que tu has elegido, un pueblo numeroso, que no se puede contar y cuya multitud es incalculable.

9 Da, pues, a tu siervo un corazón sabio para gobernar a tu pueblo y poder discernir entre lo bueno y lo malo. Porque ¿quién, si no, podrá gobernar a un pueblo tan grande?

10 Agradó mucho al Señor esta petición de Salomón,

11 y le dijo: - Ya que me has pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino Sabiduría para obrar con justicia,

12 te concederé lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no ha habido antes de ti ni lo habrá después.

 

» Un joven y un pueblo numeroso, imposible de contar. Una vez más, la Escritura nos presenta la paradoja de Dios, tanto en su intervención soberana en la historia del hombre como en su imprevisible juicio. Dios confía el pueblo a un joven monarca que reinara como sucesor del gran rey David, depositario de promesas divinas y esperanzas mesiánicas. Hay una realidad superior que destaca como garantía: entre el <<joven» y el pueblo, ambos elegidos, el único Señor es Dios. Salomón es consciente de ello, sabe que ha sido elevado al rango de <<siervo» de Dios al servicio del pueblo y que éste no es de su propiedad: <<Tu siervo está en medio del pueblo que tú has elegido» (v 8). El pueblo es como un <<primogénito» entre los demás pueblos, y el joven rey un monarca estremecido ante la admirable grandeza del encargo. La confianza y la responsabilidad del que es investido de poder le hacen tomar conciencia de su propia inadecuación para el cargo. Es en este paso, de humildad, cuando nace como rey.

Y real es su ruego frente a la ayuda que el propio Dios le ofrece, acudiendo abiertamente a su oculto azoramiento: <<Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré» (v. 5).

La súplica no versa sobre bienestar, poder o glorias terrenas: larga vida, riquezas y muerte de los enemigos.

Todo se concentra en aquello que el hombre de por si no puede conseguir si Dios no se lo concede: un corazón sabio e inteligente, capaz de discernir con equidad y veracidad. Reinar como aquí se reconoce, es servir según estas altas prerrogativas: <<La humildad precede a la gloria» (Prov 15,33).

 

Segunda lectura: Romanos 8,28-30

Hermanos:

28 Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus designios.

29 Porque a los que conoció de antemano los destino también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, llamado a ser el primogénito entre muchos hermanos.

30 Y a los que desde el principio destino, también los llamo; a los que llamé los puso en camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación les comunico su gloria.

 

En el ser humano hay una existencia escondida; el designio divino de su deificación en Cristo. Cinco verbos recalcan el admirable proyecto del Altísimo: conocer, predestinar, llaman justificar y glorificar. El primero expresa una relación de tipo existencial: ¿qué vínculo media entre el Creador y la criatura? Se trata de un <<conocimiento» fundado en una predilección de amor.

El segundo le asigna a Dios la primacía en la iniciativa de esta elección y apunta al objetivo final, correlativo con el origen por su aprobación. Este <<destino» manifestado a priori no reduce la libertad humana, ya que conserva totalmente la facultad de adherirse o no al proyecto divino.

El tercer verbo implica la vocación que se manifiesta en el corazón del hombre. Dios se dirige directamente al interior del ser humano. La libertad de la persona, desde dentro, agita el proceso de deificación en colaboración con la gracia divina.

El cuarto verbo formula con un término jurídico el concepto de recibir cuanto es debido pero con creces, más allá del derecho. Un Dios que es amor ejerce un dominio único sobre la creación: la vida. Referido al hombre, esto se traduce en benevolencia profunda: misericordia.

Se entra así en el sentido pleno del quinto verbo: glorificar. Mais que un deber del hombre, reconocer y proclamar la gloria de Dios forma parte de su llamada. La alabanza de su gloria es que el hombre viva para siempre como imagen de la santidad que adquirió desde el principio.

 

Evangelio: Mateo 13,44-52

Dijo Jesús a la gente:

44 Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo deja oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

45 También sucede con el Reino de los Cielos lo que con un mercader que busca ricas perlas y que,

46 al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.

47 También sucede con el Reino de los Cielos lo que con una red que echan al mar y recoge toda clase de peces;

48 una vez llena, los pescadores la sacan a la playa, se sientan, seleccionan los buenos en cestos y tiran los malos.

49 Así será el fin del mundo. Saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos

50 y los echarán al horno de fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes.

51 Jesús pregunté a sus discípulos: -¿Habéis entendido todo esto?

Ellos le contestaron: - Si.

52 Y Jesús les dijo: -Todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos, es como un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.

 

•» El Reino de Israel se basaba en estructuras terrenales y remitía a la Señoría última de Dios, tres veces santo, inefable e invisible. El Reino de Dios, en cambio, radica en un misterio totalmente Espiritual, se revela con la llegada del Verbo encarnado, que declara estar dentro de nosotros (cf Lc 17,21). Las parábolas de Mateo sobre el Reino se entienden desde esta clave de lectura, donde símbolo y analogía hacen referencia a una verdad siempre mas elocuente que la intuición inmediata.

Ante todo, es como <<un tesoro escondido» (v. 44), pues no es una realidad visible, ni perceptible para todos. El término tesoro, emparejado con escondido, ofrece la idea de un valor inapreciable. La segunda parábola presenta el Reino de los Cielos como <<un mercader que busca ricas perlas» (v. 45). Es interesante advertir que aquí la comparación análoga no es con la perla, sino con el mercader: la perla verdadera es este hombre. La tercera parábola  pasa de la imagen de un sujeto singular a la de una pluralidad de individuos: el Reino de los Cielos es como <<una red que echan al mar y recoge toda clase de peces... seleccionan los buenos y tiran los malos» (cf vv. 47ss). La visión tiene una fuerte marca escatológica, y no por esto deja de ser actual. La red simboliza una realidad inmaterial mediante la cual pasa al cedazo desde el mar de la historia la carga de la humanidad. El Reino se manifiesta en esta realidad, perceptible y recóndita, preciada y buscada, que se realiza en el hombre, capaz de adueñarse de ella, una vez encontrada, y que impregna de salvación a toda la humanidad.

 

MEDITATIO

Estamos delante de la máxima lección de antropología teológica: hijo de Dios convertido en imagen, hombre divinizado al emprender su historia, alabanza de quien es su origen y que trasciende su naturaleza. Por eso tiene una única <<pre-destinación: el Reino de los Cielos, es decir participar plenamente de la visión y de la naturaleza del mismo Dios, Inculcada desde el principio, toda esta realidad esta crucificada como el pecado y resucitada en la redención por Cristo, con Cristo y en Cristo. <<Pre-destinar» no significa estar obligados a recorrer una vía preestablecida con una meta ya fijada, sino, sencillamente, estar ordenados u orientados a ella con el ajuar de todas las potencialidades y gracias necesarias para conseguirla. Quien rechaza el proyecto misericordioso del designio divino —y puede hacerlo— se malogra a si mismo saliéndose fuera de la meta, se descarrila. El secreto del éxito es la humildad, e igual de oculta es la dimensión divina sembrada en el hombre. Con insistencia, la Escritura recuerda la lección del temor de Dios como escuela de Sabiduría (cf Prov 15,33), por el que únicamente al hombre <<le ha sido dado conocer los misterios del Reino de los Cielos»   (Cf. Mt 13,11) 

 

ORATIO

Dios mío, envuelve y traspasa mi alma con el fulgor de tu santidad y como el sol con sus rayos ilumina, purifica y fecunda la tierra, así tu ilumina, purifica y santifica mi ser.

Enséñame a contemplarme en ti, a conocerme en ti, a considerar mis miserias a la luz de tu perfección infinita, a abrir mi alma a la irrupción de tu luz purificadora y santificadora (G. R., una consagrada de nuestro tiempo).

 

CONTEMPLATIO

Cada uno de nosotros puede resplandecer con resplandores que deslumbren al mismo sol, levantarse sobre las nubes, contemplar el cuerpo de Dios, ascender hacia él, unírsele en supremo vuelo y mirarle por fin en el más dulce reposo. El coro de los buenos servidores circundará a su Señor cuando aparezca en el cielo. Y resplandeciendo él, les comunicara sus mismos resplandores. ¡Qué espectáculo ver una admirable muchedumbre de antorchas resplandecientes sobre las nubes, hombres que se entregan a una fiesta sin ejemplo, un pueblo de dioses alrededor de Dios, hermosos en presencia, servidores en tomo a su Señor, que no envidia a los siervos la participación de sus esplendores ni estima disminución de su gloria la asociación de muchos al trono de su realeza, como sucede en los hombres, que, aunque entreguen a los súbditos cuanto poseen, no sufren ni por ensueño que participen del cetro!

Y es que él no los considera siervos, ni los honra con honores de siervos; los estima como amigos y observa con ellos las leyes de la amistad que él mismo estableció desde el principio: la comunidad absoluta. En consecuencia, no les da esto o aquello, sino que los hace participes de la realeza y les ciñe su misma corona.

¿No es esto lo que dice el bienaventurado san Pablo cuando escribe que somos herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rom 8,17) y que reinarán con Cristo los que participaron de sus penas? (1 Tim 2,12).

¿Qué hay tan agradable que pueda rivalizar con esta visión? ¡Coro de bienaventurados, pueblo de los que se alegran!

Él bajó resplandeciente de los cielos a la tierra. Y la tierra hace levantar otros soles que suben hacia el Sol de justicia, invadiéndolo todo con su luz (N. Cabasilas, La vida en Cristo, Madrid 1999, 282-284; traducción, Luis Gutiérrez Vega y Buenaventura García Rodríguez).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Se puede definir al hombre como el que busca la verdad» (Juan Pablo II).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La vida que Dios da al hombre es original y diferente de la de los demás criaturas vivientes, o que el hombre aunque proveniente del polvo de la tierra (cf Gn 2,7; 3,19; Job 34,15; Sol 103,14; 104,29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencio, resplandor de su gloria (cf Gn 1,26-27; Sol 8,6). Al hombre se le ha dado un altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une o su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios.

En la vida del hombre, la imagen de Dios vuelve o resplandecer y se manifiesta en toda su plenitud con lo venida del Hijo de Dios en carne humana: <<El es Imagen de Dios invisible>> (Col 1 ,15), <<resplandor de su gloria e impronta de su sustancia» (Heb 1,3). El es la imagen perfecta del Padre... La plenitud de la vida se da a cuantos aceptan seguir a Cristo. En ellos, la imagen divina es restaurada, renovada y llevada a perfección. Este es el designio de Dios sobre los seres humanos; que <<reproduzcan la imagen de su Hijo» (Rom 8,29). Solo así con el esplendor de esta imagen, el hombre puede ser liberado de lo esclavitud de lo idolatría, puede reconstruir lo fraternidad rota y reencontrar su propio identidad (Juan Pablo II, carta encíclica Evangelium vitae, nn. 34.36).

 

                                                                      

18° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 55,1-3

Dice el Señor:

1 Venid por agua todos los sedientos; venid aunque no tengáis dinero;

comprad trigo y comed de balde, vino y leche sin tener que pagan

2 ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no sacia, el salario en lo que no quita el hambre?

Escuchadme atentamente y comeréis bien, os deleitaréis con manjares.

3 Prestad atención, venid a mi; escuchadme y viviréis.

Sellaré con vosotros una alianza perpetua, seré fiel a mi amor por David.

 

El Señor por boca del profeta, dirige una palabra de esperanza al pueblo, que está en el destierro. Los productos pregonados proceden de este mundo: <<Comprad trigo y comed de balde» (v. 1). Es la antelación en figura de la gratuidad de la redención, de la <<justicia» de un Dios rico en misericordia. El texto termina con una promesa: <<Sellaré con vosotros una alianza perpetua» (v. 3). Ahora, en el horizonte de quien se debate en la incertidumbre y el dolor se dibuja una gracia inigualable.

Es interesante, en el breve oráculo, el doble binomio de verbos: <<escuchadme y comeréis», <<escuchadme y viviréis». <<Escuchar» al Señor significa abrir el corazón y llevar a la práctica su Palabra, dejándose transformar por ella, ya que posee el germen de la vida nueva. Si el primer binomio subraya el efecto <<nutritivo» -<<comeréis»—, el segundo evidencia la consecuencia última y magnífica: <<viviréis», una certeza imperativa y absoluta.

Los elementos mencionados son cuatro: el agua, el vino, la leche y el pan. El agua es principio y fundamento de la vida. El vino alude a la alegría y es signo del banquete mesiánico. La leche esté asociada a la prosperidad y la abundancia de bienes concedidos por un Dios de consuelo y ternura con su pueblo. El último, el pan, es nombrado de modo <<apofático», es decir por lo que no es. En efecto, otro seré el pan bajado del cielo, el de la vida eterna: Jesucristo, nuestro Señor.

 

Segunda lectura: Romanos 8,35.37-39

Hermanos:

35 ¿Quién nos separaré del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?

37 Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas.

38 Y estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase,

39 ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

 

El apóstol presenta un cuadro dramático del cristiano que rechaza todo aquello a lo que no se adhiere connaturalmente: la corrupción, la pasividad, el pecado y la muerte. En general, esto también vale para todos, inmersos en el oleaje de la historia, en un mar que quiere engullirlos con sus tribulaciones y angustias. Pero cada privación tiene su certeza, que convierte la trágica situación en una realidad luminosa: el amor de Dios, que es más fuerte que la muerte. El cuadro se perfila en favor del hombre gracias a <<Dios, que nos ama» (v 37).

Ninguna criatura, por fuerte o poderosa que sea, podrá separarnos del <<amor de Dios manifestado en Cristo Jesús» (v 39). Este pasaje paulino nos evoca otro texto del apóstol, donde afirma: <<El mundo, la vida, la muerte, lo presente y lo futuro; todo es vuestro. Pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor 3,22ss). En el amor de Dios y en la humanidad divina de Cristo, el hombre redimido vuelve al dominio de aquél al que todo pertenece y de cuyo misterio participa todo.

 

Evangelio: Mateo 14,13-21

13 Jesús, al enterarse de lo sucedido, se retiró de allí en una barca a un lugar tranquilo para estar a solas. La gente se dio cuenta y lo siguió a pie desde los pueblos.

14 Cuando Jesús desembarcó y vio aquel gran gentío, sintió compasión de ellos y curó a los enfermos que traían.

15 Al anochecer sus discípulos  se acercaron a decirle: - El lugar está despoblado y es ya tarde; despide a la gente para que vayan a las aldeas y se compren comida.

16 Pero Jesús les dijo; - No necesitan marcharse; dadles vosotros de comer

17 Le dijeron: - No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.

18 El les dijo: -Traédmelos aquí.

19 Y después de mandar que la gente se sentase en la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, se los dio a los discípulos  y éstos a la gente.

20 Comieron todos hasta hartarse, y recogieron doce canastos llenos de los trozos sobrantes.

21 Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

 

Jesús, informado de la muerte de Juan el Bautista, siente la necesidad de apartarse: <<Se retiró de allí a un lugar tranquilo» (v. 13). Jesús esta de luto, podría pensarse. La humanidad, representada por el gentío, <<aquel gran gentío», acude al lugar desértico y entra en su soledad. El Dios hecho hombre se hace solidario del dolor humano y acoge espontáneamente al hombre en este vía crucis de la existencia, en una historia donde da la impresión que prevalece el sufrimiento y la tribulación. Tres verbos escalonan la intervención del Salvador: <<vio»,

<<sintió compasión>> y <<curó». El corazón de Dios se estremece ante aquella indigencia humana, que de por si clama al Altísimo. Dos detalles completan la ausencia de cualquier esperanza posible: <<el anochecer>> y <<el lugar desértico». Es la hora del <<nada es imposible para Dios».

Ante la fe del hombre, la humildad de Dios se convierte en gloria. A los atónitos discípulos  Jesús les dice: <<Dadles vosotros de comer» (v. 16). Sorprende este <<vosotros». Jesús traslada su iniciativa a la actuación de los apóstoles: él podía haber intervenido personalmente. Pero es desde la libertad de la fe cuando pueden actuar, los discípulos  cooperan y todos reciben comida abundantemente.

 

MEDITATIO

El hambre y la sed de la humanidad no se sacian con bienes materiales. A lo largo de la historia, la humanidad, fatigada y oprimida por múltiples angustias y problemas, siempre ha experimentado, y cada vez mas, la incapacidad de darse una salvación meramente terrenal, obtener una paz duradera y alcanzar una justicia ecuánime. El hombre, en el fracaso de sus esfuerzos y aspiraciones, aún es mas consciente de que necesita una ayuda de lo alto; y esto, por sus designios trascendentes, no puede ser sino un don. Su gratuidad es tan extraordinaria como inconmensurables son su valor y su obtención. Una es la experiencia inmediata de todo esto; <<Dios es más grande que nuestro corazón» (1 Jn 3,20). En esta verdad se basa la alianza eterna.

La <<compasión» de Jesús por la muchedumbre desvela el móvil del don de Dios en el Hijo unigénito para la vida del mundo: una coparticipación viva, palpitante y auténtica. Prefigura la hora del Calvario y compendia completamente el contenido eucarístico del sacrificio del banquete divino ofrecido en símbolo mediante el milagro. El tiempo mesiánico se ha manifestado: Dios sacia a su pueblo <<de balde»; lo nutre de cosas buenas: gracia y verdad, vida y alegría. Y aún más, lo vincula con una comida que es prenda de eternidad: el Verbo encarnado y entregado por nosotros. En él, cualquier añoranza humana de Dios es atendida ampliamente mediante el cumplimiento de la promesa y el vínculo perenne con Dios.

 

ORATIO

El cansancio y la debilidad han oprimido nuestros corazones. No tenemos ni alimento Espiritual, ni descanso corporal, ni consuelo. La nostalgia, la espera y la        esclavitud nos estén ahogando. Jesús misericordioso, imploramos tu compasión, nos abrazamos a tu costado abierto. Corazón misericordioso e inflamado de amor; apriétanos con los lazos de la piedad, el amor y la unión. Ayúdanos a regresar pronto a nuestra tierra, para que podamos cumplir mejor, siempre mejor, las tareas encomendadas por el Creador Amén. (jóvenes lituanos en un campo de concentración siberiano).

 

CONTEMPLATIO

Ha colmado de bienes a los hambrientos. Primero ha humillado, después ha alimentado. El Espíritu de profecía narra los hechos futuros como si ya hubiesen pasado. ¿Por qué los hambrientos todavía no han sido colmados de bienes? Si lo hubiesen sido, ¿como podrían estar hambrientos? Y si están hambrientos, ¿cómo pueden ser colmados de bienes? A no ser que lo entendamos en el sentido de aquellas palabras: <<Los ángeles desean contemplarlo». Los ángeles siempre están viendo el rostro del Padre, y se encuentran hambrientos y colmados de bienes al mismo tiempo. Mantienen el deseo aun en la saciedad e incluso la saciedad en el deseo. Es un hartazgo que no conoce el hastío, es un hambre sin tormento; es, más bien, esa hambre que es hambre de beatitud, que los sacia sin fin. Pero en el camino no es como en la patria celestial. En el camino se tiene sed y hambre de justicia; en la patria quedarán saciados cuando se manifieste la gloria. Sin embargo, ya en este camino terrenal, los hambrientos son colmados de bienes, porque Dios les da la comida a su tiempo. Son colmados de bienes, son liberados de males. Son colmados de bienes, es decir, de los dones del Espíritu Santo. Y éste es el motivo por el que Dios nos alimenta y nos viste en este viaje nuestro, por el que colma a los hambrientos de bienes consoladores: para que nos convirtamos como Israel, o sea, para que seamos contemplativos (Dionisio el Cartujario, Torneró al mio cuore, Magnano 1987, 51).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Tú eres mi fortaleza, Dios fiel>> (Sal 58,18).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

[El autor, un médico alemán, recuerda la experiencia vivida en las minas de Vorkuto, un campo de concentración soviético, el número 9/IO].

        Cada mañana, hacia los cuatro, se celebraba la santa misa y se distribuía la comunión. Del grupo que estaba orando, se apartó un minero, vestido como los demás, con un mono, y se acercó al altar improvisado (a unos doscientos metros bajo tierra). Era el sacerdote. Después, de la muchedumbre solió otro: el ayudante. Sobre el altar improvisado, un minúsculo cáliz y un misal pequeño. El ayudante sacó del bolsillo del mono una campanilla minúscula. El cáliz de plata medía unos siete centímetros de alto y cuatro de ancho y había sido hecho por los mismos mineros. Durante la santa misa, muchos se acercaron poro recibir lo comunión. Las hostias venían de Lituania. Los comunistas, que no subían de qué se trataba, les llamaban <<pan lituano». El vino llegaba con enormes dificultades al campo de concentración de Crimea. Durante lo Pascua, más de cuatrocientos pudieron comulgar. A los mineros les entregaban, según lo acordado, una cajetilla de tabaco y, debajo de la primera fila de cigarrillos, les colocaban el Santísimo envuelto en un trocito de cándido lino. La hostia consagrada se partía y era distribuida entre cuatro personas, más o menos (cf J. Scholmer, Die Toten kehren ziiruck, Berlin 1954).

 

 

 

19° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: 1 Reyes 19,9:1.11-13a

9 Cuando Elías llegó al monte, entró en una gruta y pasó allí la noche. El Señor le dirigió su palabra:

- Sal y quédate de pie ante mí en la montaña. ¡El Señor va a pasar!

11 Pasó primero un viento fuerte e impetuoso, que removía los montes y quebraba las peñas, pero el Señor no estaba en el viento. Al viento siguió un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto.

12 Al terremoto siguió un fuego, pero el Señor no estaba en el Fuego. Al fuego siguió un ligero susurro.

13 Elías, al oírlo, se cubrió el rostro con su manto y, saliendo afuera, se quedé de pie a la entrada de la gruta.

 

» Las grandes teofanías son signos mediante los cuales Dios manifiesta su presencia sin llegar a identificarse con ellos. En el Horeb, el profeta Elías se percata de <<un viento fuerte e impetuoso, que removía los montes y quebraba las peñas» (m 11). ¿Como no darse cuenta del poder de Dios? Montañas y rocas son prodigios de la naturaleza, majestuosos y soberbios, que el hombre puede contemplar; lo que puede desconcertarle es realmente una majestad y una potencia superior. El terremoto es otro fenómeno natural que provoca en las personas terror, sentido de pequeñez e insignificancia. De modo espontáneo, todo lo que no puede ser controlado ni dominado produce temor: las certidumbres internas se desvanecen como se desmoronan los edificios tras un temblor. El Señor es un Dios que agita las seguridades humanas. El fuego, aun sin precisan hace referencia al indecible, inefable y superlativo atributo divino: la santidad.

La perícopa nos hace ver que estas características evidencian la distancia entre la trascendencia divina y la pequeñez humana. Elías había recibido la orden de salir de la cueva y permanecer en la presencia del Señor, pero, asustado ante el insólito suceso desencadenado por las fuerzas de la naturaleza, se metió de nuevo. Solo al <<ligero susurro» (v 12) salió y se quedó a la entrada de la gruta. La delicadeza inmanente de un Dios que se oculta le permite al hombre acercarse a él y gozar de la amistad primordial (cf Gn 3,8).

 

Segunda lectura: Romanos 9,1-5

Hermanos:

1 Digo la verdad como cristiano, y mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento

2 al afirmar que me invade una gran tristeza y es continuo el dolor de mi corazón.

3 Desearía, incluso, verme yo mismo separado de Cristo como algo maldito por el bien de mis hermanos de raza.

4 Son descendientes de Israel. Les pertenecen la adopción filial, la presencia gloriosa de Dios, la alianza, las leyes, el culto y las promesas.

5 Suyos son los patriarcas y de ellos, en cuanto hombre, procede Cristo, que esta sobre todas las cosas y es Dios bendito por siempre. Amén.

 

*» La confidencia del apóstol es conmovedora <<Me invade una gran tristeza y es continuo el dolor de mi corazón» (v 2). La causa de este martirio interior es la solidaridad <<según la carne» con sus hermanos, los judíos, separado de ellos debido a la fe en Jesucristo, el Señor. Judío <<según la carne » y cristiano <<según la fe» que profesa, Pablo, como hombre, experimenta una de las mas profundas laceraciones: ser judío y cristiano al mismo tiempo. La herida le hace expresar una idea imposible; <<Desearía, incluso, verme yo mismo separado de Cristo como algo maldito por el bien de mis hermanos de raza» (v. 3).

En veinte siglos de cristianismo, es el primero del grupo de los santos que ha experimentado este tipo de martirio: hacerse maldicién por la salvación de los hermanos, aceptar la máxima infamia para liberar a otros de cuanto ensombrece la verdad y dificulta la plena comunión con Dios. <<Anatema» significa poner aparte y reservarle a Dios la destrucción total. Después, con el tiempo, el vocablo invirtió su significado y la idea dominante paso a ser la de <<maldición». Para el cristiano, la maldición es la separación de Cristo. Perseguidores y mártires han rivalizado sobre este gozne de la conciencia para probar su firmeza, unos con perversidad y otros con fe.

El apóstol presenta una lectura esperanzadora basándose en las promesas divinas. La llamada a Israel se basa en la memoria de un pueblo, en una elección, en una alianza en la que Cristo es también el sello según la carne.

 

Evangelio: Mateo 14,22-33

22 Luego, Jesús mandó a sus discípulos  que subieran a la barca y que fueran delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.

23 Después de despedirles, subió al monte para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí solo.

24 La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

25 Al final ya de la noche, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago.

26 Los discípulos, al verlo caminar sobre el lago, se asustaron y decían:

- Es un fantasma. Y se pusieron a gritar de miedo.

27 Pero Jesús les dijo en seguida:

- ¡Animo! Soy yo, no temáis.

28 Pedro le respondió:

-Señor si eres tu, mándame ir hacia ti sobre las aguas.

29 Jesús le dijo:

—Ven.

Pedro saltó de la barca y andando sobre las aguas, iba hacia Jesús,

30 Pero al ver la violencia del viento se asustó y como empezaba a hundirse, gritó:

-¡Señor: sálvame!

31 Jesús le tendió la mano, lo agarró y le dijo:

-¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?

32 Subieron a la barca, y el viento se calmó.

33 Y los que estaban en ella se postraron ante Jesús, diciendo:

-Verdaderamente, eres Hijo de Dios.

 

•» Jesús subió al monte <<para orar a solas» (v. 23). Es una imagen que nos transporta fuera del tiempo y del espacio: todo parece pararse en la quietud eterna del silencio del Hijo en el Padre. Como si no hubiese anochecen esa es la impresión. Mientras, los discípulos  están desconcertados: es de noche y la barca es sacudida por el oleaje (v. 24). Despunta el alba y Jesús se aproxima. Pero esto no significa el final de la turbación. Al contratiempo de los elementos externos y naturales le sucede ahora un acontecimiento fascinante e imprevisible, además estremecedor, que les conmociona interiormente: Jesús se acercó a ellos caminando sobre las aguas (v 25). El evangelio recoge la reacción de los discípulos: <<se pusieron a gritar de miedo» (v. 26). El miedo es la antigua esclavitud del hombre y se contrapone a la fe. La réplica del Señor: <<¡Ánimo! Soy yo, no temáis» (v. 27) parece calmar la atmosfera.

Pedro emprende un acto atrevido, no por fe, sino por verificación, impulsivo. Contesta: <<Serio1; si eres tú>> (v. 28). La iniciativa humana no es suficiente para caminar al encuentro de Jesús. El miedo lo hunde y solo la humildad de la fe lo salva. El acontecimiento tiene su diagnóstico: <<¿Por qué has dudado?» (v. 31). El desenlace final es de adoración coral. A la luz del día le siguió la calma: <<El viento se calmó» (v 32), es decir, a la luz de la verdad en Cristo, con Cristo y por Cristo, el hombre consigue, después de la prueba, la calma del corazón en Dios.

 

MEDITATIO

Los tres textos de la liturgia reflejan el tema de la fe en el Dios-con-nosotros, presente y activo tanto en la historia universal como en los acontecimientos personales de cada uno. Y a su vez, nos proponen una reflexión sobre la continuidad de la experiencia de fe judía y cristiana, de la diferencia de calidad y modos. Elías, Pablo y Pedro son tres campeones con quienes podemos confrontar nuestra experiencia de fe en el Dios trascendente, supremo y santo, que es todo para el hombre; el Dios de los <<padres» envuelto en aureola misteriosa es el Dios que actúa dentro de la historia como el que salva; el Dios cuya esencia es incognoscible, pero cuya voluntad y deseo se inclinan en favor del hombre, en mimarlo y llevarlo cogido de la mano. Esto no permite fáciles abstracciones filosóficas, sino empeñar todo el ser en la opción fundamental de la fe. No son simples mensajes, sino hechos. El Dios <<totalmente otro» no se manifiesta en imágenes, sino que se revela mediante la Palabra y, al llegar la plenitud de los tiempos, en el Hijo unigénito. La fe no puede quedar relegada a la esfera afectiva del hombre. La fe es compromiso y empeño, pues la historia no es una secuencia de hechos, sino un único acontecimiento salvífico, cuya trama la teje Dios con toda la humanidad.

 

ORATIO

Concédenos, Señor la vista que nos permita ver tu amor en el mundo, a pesar de los chascos humanos. Concédenos la fe para confiar en tu bondad, a pesar de nuestra ignorancia y debilidad. Concédenos el conocimiento, para que sigamos orando con un corazón consciente, y muéstranos lo que cada uno de nosotros tiene que hacer para favorecer la llegada del día de la paz universal (los astronautas del Apolo VIII, desde el espacio, el 24 de diciembre de 1968).

 

CONTEMPLATIO

¿Por qué, pues, se lo permitió Cristo? Porque de haberle dicho; <<No puedes», él, ardiente como era, le hubiera contradicho. De ahí que quiere el Señor enseñarle por vía de hecho, para que otra vez sea mas moderado. Más ni aun así se contiene. Bajado, pues, que hubo de la barca, empezó a hundirse por haber tenido miedo. El hundirse dependía de las olas, pero el miedo se lo infundía el viento. Bajado, pues, que hubo Pedro de la barca, caminaba hacia Jesús, alegre no tanto de ir andando sobre las aguas cuanto de llegar a él. Y es lo bueno que, vencido el peligro mayor, iba a sufrir apuros en el menor; por la fuerza del viento, quiero decir; no por el mar Tal es, en efecto, la humana naturaleza. Muchas veces, triunfadora en lo grande, queda derrotada en lo pequeño. Cuando todos estaban llenos de miedo, él tuvo valor de echarse al agua; en cambio, ya no pudo resistir la embestida del viento, no obstante hallarse cerca de Cristo. Lo que prueba que de nada vale estar materialmente cerca de Cristo si no lo estamos también por la fe. Esto, sin embargo, sirvió para hacer patente la diferencia entre el maestro y el discípulo y para calmar un poco a los otros.

Mas ¿por qué no mando el Señor a los vientos que se calmaran, sino que, tendiendo él su mano, cogió a Pedro? Porque hacia falta la fe del propio Pedro. Cuando falta nuestra cooperación cesa también la ayuda de Dios... Así, de no haber flaqueado en la fe, fácilmente hubiera resistido también el empuje del viento. La prueba es que aun después de que el Señor lo hubo tomado de la mano, dejo que siguiera soplando el viento; lo que era dar a entender que, estando la fe bien firme, el viento no puede hacer daño alguno. Y como al polluelo que antes de tiempo se sale del nido y esta para caer al suelo, la madre lo sostiene con sus alas y lo vuelve al nido, así hizo Cristo con Pedro (Juan Crisóstomo, <<Homilías sobre el evangelio de san Mateo», 50,2, en Obras de san Juan Crisóstomo, II, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1956, 75-76).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<No temas, yo estoy contigo» (Hch 18,10).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Dios mío, he nacido para contemplarte, para vivir en ti, para actuar por ti. Sólo la conciencia de servirte fielmente puede darme la paz. Tengo miedo de pensar que no soy digno de ti. Este es el verdadero <<temor de Dios>>, Dios mío, he crecido y he tenido que soportar que seas un desconocido no sólo de pensamientos, sino también de palabras y de obras... En mi interior me he propuesto resarcir esas ofensas, ser impecable y valiente caballero tuyo.

Me he equivocado, he pecado contra ti, no me he entregado a ti con todas mis fuerzas, me he distraído; también yo te he ofendido. He tenido miedo de cumplir tu voluntad; han surgido en mí prepotencias y villanías que de ningún modo quería sentir. Pero la violencia usada en tu nombre o —mejor- la resistencia al mal en tu nombre es santa, aunque resulte dolorosa a alguien. Y como alguien, Dios, quieres que esté yo, y estaré con el más fuerte para participar de su fuerza, si bien, pienso, después, que esto puede bloquearme de cara a uno más débil que yo, de cara a alguien que tengo más necesidad que yo. No obstante, ¿perderé la fuerza que tengo?, ¿se me comunicará la debilidad ajena? Quizá, el riesgo existe, pero la salvación consiste en neutralizar las influencias o, mejor dicho, en mantener un equilibrio tal para poder dar sin ser arrastrados (Mario Finzi, un joven judío de Bolonia, el 23 de marzo de 1944, ocho días antes de su detención y deportación a Auschwitz).

 

 

20° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 56,1.6-7

1 Así dice el Señor: Guardad el derecho, actuad con rectitud, pues ya llega mi salvación y está a punto de revelarse mi liberación.

6 Y a los extranjeros que deciden unirse y servir al Señor que se entregan a su amor y a su servicio, que observan el sábado sin profanarlo y son fieles a mi alianza.

7 los llevaré a mi monte santo y haré que se alegren en mi casa de oración. Aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios, pues mi casa será casa de oración para todos los pueblos.

 

Con esta página comienza la tercera parte del libro de Isaías, introducida con un oráculo que se remonta al regreso de Israel del destierro babilónico (538 a. de C,). La salvación llega, y con ella la justicia y el derecho. Será dichoso quien observe el sábado, el mandamiento principal de la normativa judía y la señal elocuente de la justa relación del hombre con Dios, sobre el que tanto insisten los guías de Israel durante el periodo postexílico. Ni el extranjero (el prosélito reclutado entre los paganos) que se adhiera al Señor ni el eunuco (el judío nacido de un matrimonio ilegítimo contraído con extranjeros) que observe el sábado serán excluidos de la salvación. Así resuenan los vv. 2-5 omitidos en la lectura de la liturgia. Extranjeros y eunucos entrarán en la alianza y se reunirán en el templo, que se llamaré casa de oración para todos los pueblos» (cf Mc 11,17). El culto sacrificial ofrecido por quienes antes estaban excluidos es ahora aceptado. Un signo profético del pueblo de la alianza, llamado a promover la alianza de los pueblos (A. Chouraqui).

 

Segunda lectura: Romanos 11,13-15.29-32

Hermanos:

13 Me dirijo ahora a vosotros, los paganos. Precisamente porque soy apóstol de los paganos, trataré de honrar este ministerio mío,

14 a ver si provoco la emulación de los de mi raza y logro salvar a algunos de ellos.

15 Porque si su fracaso ha servido para reconciliar al mundo, ¿no será su readmisión como un volver de los muertos a la vida?

16 Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.

30 También vosotros erais en otro tiempo rebeldes a Dios, pero ahora, por la desobediencia de los israelitas, habéis alcanzado misericordia.

31 De igual modo, ellos son ahora rebeldes debido a la misericordia que Dios os ha concedido, para que también ellos alcancen misericordia.

32 Porque Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener misericordia de todos.

 

·» Después de resaltar el rechazo del Mesías-Cristo por Israel, Pablo se pregunta si un acto así conlleva el repudio de Israel por parte del Dios de la alianza. Una vez dicho que es imposible, queda por explicar la razón de un hecho de tal importancia: la razón consiste en los <<celos» que habría provocado en el pueblo elegido el traspaso de las promesas de los judíos a los paganos, estimulando, de esta manera, la fidelidad al Dios de los Padres y a sus designios salvíficos. Pablo, por el contrario, escribe que el rechazo de Cristo por parte de Israel ha significado la reconciliación del mundo. Pero cuando Israel reconozca que en Cristo <<tiene su cumplimiento la Ley>> (Rom 10,4), entonces seré <<como un volver de los muertos a la vida», un acontecimiento estrepitoso que sólo la potencia divina puede realizar.

        Para clarificar mejor su reflexión, el apóstol desarrolla (en la sección omitida por la liturgia) la metáfora del acebuche (los paganos) injertado en el olivo (los judíos) y concluye diciendo: <<Si tú has sido cortado de un olivo silvestre, al que por naturaleza pertenecías, y has sido injertado contra tu naturaleza en el olivo bueno, ¿con cuánta mayor facilidad podrán ser injertadas las ramas originales en el propio olivo?» (v. 24). En este punto Pablo habla de <<misterio», del plan providencial de Dios, que espera el ingreso de todos en el Reino mesiánico, y, por supuesto, el acceso esta abierto para Israel. Ninguno de los dos pueblos —judíos y paganos— puede arrogarse derechos de progenitura, porque a entrambos cruza la desobediencia y ambos son llamados a experimentar la misericordia divina.

 

Evangelio: Mateo 15,21-28

21 Jesús se marchó de allí y se retiró a la región de Tiro y Sidón.

22 En esto, una mujer cananea venida de aquellos contornos se puso a gritar:

-Ten piedad de mi, Señor Hijo de David; mi hija vive maltratada por un demonio.

23 Jesús no le respondió nada. Pero sus discípulos  se acercaron y le decían:

—Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros.

24 El respondió:

—Dios me ha enviado solo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

25 Pero ella fue, se postró ante Jesús y le suplicó:

—¡Señor, socórreme!

26 El respondió:

—No esta bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos.

Ella replicó:

27 —Eso es cierto. Señor, pero también los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.

28 Entonces Jesús le dijo:

- ¡Mujer: qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides. Y desde aquel momento quedé curada su hija.

 

Después de una serie de gestos y palabras que tienen por escenario el lago de Tiberiades, Cristo se adentra en territorio pagano, en la comarca fenicia que forma parte de Siria y es limítrofe con Galilea. Al encuentro le sale una mujer cananea (Marcos habla de una mujer <<sirofenicia») y le dirige una suplica en la que reconoce implícitamente el mesianismo (<<Hijo de David») y el señorío de Cristo.

        Habría bastado esta premisa, máxime sabiendo que se trataba de una posesión diabólica (los paganos estaban considerados bajo el dominio de Satanás) y que estaba acompañada de la invocación de la piedad divina, para ganarse favorablemente la voluntad de Cristo. Sin embargo, aunque Jesús haya venido apara destruir <<las obras del diablo>> (1 Jn 3,8), declara su preferencia actual por <<las ovejas perdidas del pueblo de Israel» (cf Mt 10,6).

La insistencia y los razonamientos de la mujer obtienen el resultado esperado y el Señor le descubre a la cananea la grandeza de su fe: <<¡Qué grande es tu fe!>>, muy superior a la de los observantes judíos, que desde el rechazo y la incomprensión <<se sentían ofendidos al oír las palabras» del Señor (Mt 15,12).

 

MEDITATIO

Con el episodio de la cananea, la Iglesia de los orígenes afrontaba una cuestión de capital importancia, y no menos decisiva para la Iglesia de hoy: la salvación del que todavía no ha sido alcanzado por el Evangelio de Jesús. La intervención de la mujer se puede formular de la siguiente manera: <<La salvación pasa por el reconocimiento del mesianismo y el señorío de Cristo». El mismo Mateo nos enseña en el gran cuadro del juicio universal (c. 25) que tal reconocimiento puede ser implícito, ya que esta mas ligado al amor al prójimo que a la pertenencia formal a la Iglesia. Con eso se salvaguarda la unicidad de la salvación, que tiene en Cristo muerto y resucitado a su artífice, y al mismo tiempo, la apertura universal a los dones divinos.

Tal apertura ya fue anunciada proféticamente para la era mesiánica: ver el templo de Dios abierto a toda la gente. Este <<nuevo templo>> es la humanidad misma de Cristo, como recordara la Carta a los Hebreos, donde habita la divinidad, de modo que cada hombre que ore puede considerarse, según Pablo, <<templo de Dios», llamado a insertarse como miembro vivo en el cuerpo de Cristo.

Toda la familia humana tiene cabida en el misterio divino que comporta la recapitulación de cada criatura en Jesucristo, el Señor Así lo enseña el Concilio Vaticano II: <<Una sola es la vocación última de todos los hombres, es decir; la vocación divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo que solo Dios conoce, se asocien a su misterio pascual» (Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 22, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid *1976, 289-291).

 

ORATIO

Señor Jesucristo, hijo de David, acoge nuestra súplica. Aunque no venimos de tierras paganas sometidas por el maligno, siempre somos ovejas extraviadas de tu rebaño. En nuestros corazones pende un pasado de idolatría e infidelidad. Ciertamente, no somos dignos de sentarnos a la mesa de los hijos, pero una migaja de tu pan celeste puede redimirnos de nuestras perversiones y proporcionarnos el don de la salvación. Suscita en nosotros una <<fe grande», como la de la cananea, de modo que podamos testimoniar entre los hombres los prodigios de tu amor.

 

CONTEMPLATIO

La verdad es que Cristo había salido de sus términos y la mujer de los suyos, y de este modo pudieron encontrarse uno con otro. Comienza el evangelista por acusar a la mujer a fin de poner más de relieve la maravilla y proclamarla luego con más gloria. Al oír ese nombre de <<cananea», acordaos de aquellas naciones inicuas que fundamentalmente trastornaron aun las mismas leyes de la naturaleza. Y con ese recuerdo, considerad el poder de la presencia de Cristo. Porque los que habían sido expulsados de la tierra para que no extraviaran a los judíos, esos mismos se muestran ahora tanto mas aptos que los judíos, que salen de sus propios términos para acercarse a Cristo, mientras aquéllos lo arrojan de los suyos cuando va a ellos.

Acercándose, pues, a Jesús, la mujer cananea se contenta con decirle: <<¡Ten piedad de mi! », y pronto con sus gritos reúne en tomo a si todo un corro de espectadores. A la verdad, tenia que ser un espectáculo lastimoso ver a una mujer gritando con aquella compasión, y una mujer que era madre, que suplicaba en favor de su hija, y de una hija tan gravemente atormentada por el demonio. Porque ni siquiera se había atrevido a traer a la enferma en presencia del Señor sino que, dejándola en casa, ella dirige la suplica y solo le expone la enfermedad y nada mas añade.

La cananea, después de contar su desgracia y lo grave de la enfermedad, solo apela a la compasión del Señor y la reclama a grandes gritos. Y notemos que no dice: <<Ten piedad de mi hija», sino <<¡Ten piedad de mi!». Mi hija en realidad no se da cuenta de lo que sufre. <<Más él no le respondió palabra». ¿Qué novedad, qué extrañeza es esta? ¡Y ni respuesta se le concede! Tal vez, muchos de los que la oyeron se escandalizaron, pero ella no se escandalizó. Yo creo que los mismos discípulos  del Señor tuvieron alguna compasión de la desgracia de la mujer y hasta se turbaron y entristecieron un poco. Y, sin embargo, ni aun turbados se atrevieron a decirle al Señor: <<Concédele esta gracia». No. <<Y llegándose sus discípulos , le rogaban, diciendo: Despáchala, porque viene gritando detrás de nosotros», Pero Cristo les respondió: <<Dios me ha enviado solo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel ».

¿Qué hace, pues, la mujer? ¿Se calló por ventura al oír esa respuesta? ¿Se retiró? ¿Aflojó en su fervor? ¡De ninguna manera! Lo que hizo fue insistir con más ahínco. Realmente, no es eso lo que nosotros hacemos. Apenas vemos que no alcanzamos lo que pedimos, desistimos de nuestras suplicas cuando, por eso mismo, mas debiéramos insistir A la verdad, ¿a quién no hubiera desanimado la Palabra del Señor? El silencio mismo pudiera haberla hecho desesperar de su intento, y mucho mas aquella respuesta, Y sin embargo, la mujer no se desconcertó. Ella, que vio que sus intercesores nada podían, se desvergonzó con la más bella desvergüenza.

Cuanto mas la mujer intensifica su súplica, con más fuerza también él se la rechaza. Ya no llama ovejas a los israelitas, sino hijos; a ella, en cambio, solo le llama cachorrillo. ¿Qué hace entonces la mujer? De las palabras mismas del Señor sabe ella componer su defensa, He ahí por qué difirió Cristo la gracia: él sabía lo que la mujer había de contestar. Así puntualmente con esta cananea. No quería el Señor que quedara oculta virtud tan grande de esta mujer De modo que sus palabras no procedían del ánimo de insultarla, sino de convidarla, del deseo de descubrir aquel tesoro escondido en su alma, Por eso no le dijo Cristo: <<Quede curada tu hija», sino: <<Mujer; ¿qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides». Con lo que nos da a entender que sus palabras no se decían sin motivo, ni para adular a la mujer sino para indicarnos la fuerza de la fe (Juan Crisóstomo, <<Homilías sobre el evangelio de san Mateo», 52,1-2, en Obms de san Juan Crisóstomo, H, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1956, 105-106).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Ten piedad de mi Señor Hijo de David» (Mt 15,22).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Lu mujer de la región de Tiro y Sidón ora forzada y empujada por la necesidad. No puede hacer otra cosa, porque su hija está <<poseída>>, expresión que, entre otras cosas, significa que la comprensión entre ella y su hija hace tiempo que se ha roto, que ha cesado desde mucho tiempo atrás la inteligencia mutua y que ya no es posible volver a reconocer el alma de la otro detrás de las manifestaciones externas de los gestos y las palabras; como bajo la influencia de un poder extraño, la persona de la otra escapa a la percepción. Eso es lo que la Biblia designa con la terrible palabra <<demonismo» (Dämonie). Teniendo presente el tormento de semejante enfermedad, la mujer se dirige a Jesús y, bajo la presión e la necesidad, nada podré detenerla. Impulsada por los desvelos y la preocupación por su hija, no se deja apartar como una pesada, como pretenden los discípulos. Abraza cualquier Forma de humillación y se abandona a una forma de súplica que se podría calificar de perruna, si no se viese en ella precisamente la grandeza de su humanidad.

Así de poderosos pueden llegar a ser los lazos del amor en la súplica de unos por otros (E. Drewermann, El mensaje de las mujeres: La ciencia del amor, Herden Barcelona 1996, 134- 135; traducción, Claudio Gancho).

 

  

 

21° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 22,19-23

Dice el Señor:

19 Te quitaré de tu puesto, te echaré de tu cargo

20 y llamaré aquel día a mi siervo Eliaquin, el hijo de Jelcías.

21 Le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda y le confiaré tus poderes. El será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.

22 Pondré en sus manos las llaves del palacio de David: cuando abra, nadie podré cerrar; cuando cierre, nadie podrá abrir.

23 Lo hincaré como un clavo en un lugar firme y será motivo de gloria para la casa paterna.

 

Este oráculo se sitúa después de la liberación de Jerusalén en el 701 a. de C., que pone fin a la, hasta entonces, campañía victoriosa de Senaquerib» (Biblia de Jerusalén). Isaías, que había anunciado la liberación, invita con este episodio a reconsiderar la precariedad de las ambiciones humanas y como solo la iniciativa divina puede garantizar el orden y el progreso. Se trata de la sustitución del mayordomo del rey Ezequías (716-687 a. de C.), debido a la megalomanía demostrada al querer construirse un mausoleo subterráneo en una altura rupestre (v, 16b). Quien recibe la investidura del mismo Dios —se refiere al mayordomo mayor que esta al cargo, cuidado y gobierno de la casa del rey— se revela como <<padre» de sus compañeros, seré juez ecuánime y se convertirá en un firme punto de referencia para la estabilidad del Reino. El traspaso de poderes simbolizado en las llaves se ha vuelto a utilizar en referencia al mesianismo de Cristo (Ap 3,7) y al papel de Pedro en la comunidad de Jesús (Mt 16,19). También lo hallamos en la antífona <<O» de las vísperas de la liturgia prenavideña del 20 de diciembre; <<O Clovis David...».

 

Segunda lectura: Romanos 11,33-36

33 ¡Oh profundidad de la riqueza, de la Sabiduría y de la ciencia de Dios!

34 ¡Qué insondables son sus decisiones e inescrutables sus caminos!

35 Porque: ¿Quién conoce el pensamiento del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? ¿Quién le ha prestado algo para pedirle que se lo devuelva?

36 De él, por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por siempre. Amén.

 

» La perícopa paulina retoma los versículos conclusivos de la sección dedicada al pueblo de Israel, que abarca los cc. 9-11 de la Carta a los Romanos. Pablo profundiza en el <<misterio» del pueblo de la Alianza, un pueblo que no ha reconocido en Jesús de Nazaret al Mesías esperado. Pablo, después de haber intentado captar el sentido providencial de un acontecimiento dramático, como hombre de estricta observancia judía e incondicional profesión cristiana, restalla con expresiones de estupor ante la impenetrabilidad de los designios (<<decisiones>>) y la conducta (<<caminos») de Dios, que esconden una profunda riqueza de Sabiduría y conocimiento, y refuerza su ponderación citando al profeta Isaías (40,13.28): en su argumentación resuena la enseñanza sapiencial de la Escritura (cf Sal 138; Job 41).

 

Evangelio: Mateo 16,13-20

13 De camino hacia la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

14 Ellos le contestaron:

-Unos que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.

15 Jesús les preguntó:

-Y vosotros ¿quién decís que soy yo?

16 Simón Pedro respondió:

-Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

17 Jesús le dijo:

- Dichoso tu, Simon, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre, que esté en los cielos.

18 Yo te digo; tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del abismo no la harán perecer

19 Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

20 Entonces mandó a sus discípulos  que no dijesen a nadie que el era el Mesías.

 

•·• Jesús se encuentra en un extremo del territorio —en la ciudad de Cesarea, fundada por el tetrarca Herodes Filipo, a unos 40 kilómetros al norte del lago Tiberiades— con los discípulos  e, interesado por la opinión que se habían ido formando de él, los <<sondea». La gente cree que es un profeta, un título, en aquel entonces, con una clara referencia mesiánica. Tanto es así que <<algunos» lo consideraban como de los antiguos profetas, que ha resucitado» (cf Lc 9,19) o hasta el mismo Juan el Bautista, <<que ha resucitado de entre los muertos» (cf Mt 14,2). Esta es la opinión de la gente, y vosotros —enfatiza el Señor- ¿quién decís que soy yo?» Toma la palabra Simon Pedro, como portavoz del grupo, quien manifiesta tener pleno conocimiento no solo del mesianismo, sino de la divinidad de Cristo. Es verdad que los evangelios han sido escritos después de que los acontecimientos se hayan producido; sin embargo, la bienaventuranza pronunciada por Cristo (<<dichoso tú») y la razón ofrecida (<<porque eso...») testimonian la importancia del reconocimiento: Pedro, desde el principio, es confirmado en el nuevo encargo con el cambio de nombre, Cefas, en arameo, totalmente desconocido hasta entonces (Mt 4,18; cf Jn 1,42).

 

MEDITATIO

El reconocimiento de Simon Pedro de la verdadera identidad de Cristo señala el momento culminante de la experiencia de los apóstoles y de la Iglesia, que tiene en Cristo su fundamento. Pedro, según el texto del cuarto evangelio (6,69), <<cree y conoce» que Jesús de Nazaret es << es el santo de Dios», el consagrado por excelencia, el Mesías—Cristo. Las consecuencias de tal reconocimiento han marcado una historia bimilenaria y todavía activa. Sobre todo, subraya que reconocer a Cristo es fruto de la revelación del Padre acogida con Espíritu de fe (¡creído y conocido!). En segundo lugar, un acto semejante es, a su vez, fuente de aquella bienaventuranza que le concede al testimonio cristiano empuje y alegría. En tercer lugar es sobre la roca de Pedro y los apóstoles donde tiene el fundamento la comunidad de Jesús, el nuevo y universal pueblo de Dios. Contra él resultaran impotentes las fuerzas de la muerte (<<las puertas del infierno», en el lenguaje bíblico). Pedro y los apóstoles (cf Mt 18,18) ejercen el poder de Cristo (cf Ap 1,18), la triple tarea de gobernar (<<atar>> y <<desatar>>), santificar y enseñar. El estupor de Pablo ante los designios divinos bien puede equipararse al episodio evangélico de la investidura de Pedro y la constitución de la Iglesia como una comunidad cimentada sobre la roca de la fe y -lo recuerda Juan al final del evangelio- del amor.

 

ORATIO

Concédele a tu Iglesia, Señor,

que no alimente actitudes soberbias,

sino servicios humildes, agradables a ti.

Que desdeñe el mal

y practique cuanto es recto

con amor y plena libertad

(oración fijada por la antigua liturgia romana para el 15 de junio, en memoria de los mártires).

 

CONTEMPLATIO

Como sabéis, el Señor Jesús eligió antes de su pasión a sus discípulos, a quienes llamó apóstoles. Entre ellos solo Pedro ha merecido personificar a toda la Iglesia casi por doquier. En atención a esa personificación de toda la Iglesia que solo él representaba, mereció escuchar: ¡Te daré las llaves del Reino de los Cielos!. Estas llaves no las recibió un solo hombre, sino la unidad de la Iglesia. Por este motivo se proclama la excelencia de Pedro, porque era figura de la universalidad y unidad de la misma Iglesia cuando se le dijo: Te daré, lo que en realidad se daba a todos. Para que veáis que es la Iglesia la que recibió las llaves del Reino de los Cielos, escuchad lo que en otro lugar dice el Señor a todos sus apóstoles: <<Recibid el Espíritu Santo». Y a continuación: <<A quien perdonéis los pecados les quedarán perdonados, y a quienes se los retengáis les serán retenidos». Esto se refiere al poder de las llaves, del que se dijo: <<Lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo, y lo que atéis en la tierra será atado en el cielo». Pero lo de antes se dijo solo a Pedro. Para ver que Pedro personificaba entonces a toda la Iglesia, escucha lo que se le dice a él, y en él a todos los santos fieles: <<...lo que atéis en la tierra quedará atado también en el cielo, y lo que desatéis en la tierra será desatado también en el cielo». La paloma ata, la paloma desata. Ata y desata el edificio levantado sobre la piedra. Teman los atados, teman los desatados (Agustín de Hipona, <<Discurso 295 »,1-2, en Obras completes de san Agustín, XX\L Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1984, 257-258).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente» (Mt 16,16).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Lo esencial de la gran contienda entre el Oriente cristiano y el Occidente cristiano, desde el inicio hasta hoy, se reduce a lo siguiente: la Iglesia de Dios tiene que desempeñar una tarea concreta entre los hombres; ¿para realizar ese encargo es necesario aunar todas las fuerzas eclesiales cristianas bajo la insignia y el poder de una  autoridad eclesiástica central? Dicho con otras palabras: ¿la iglesia, como Reina de Dios presente, debe tener en la tierra representantes y ser una, estar unida, puesto que un reino dividido contra si mismo no subsistirá, mientras que la Iglesia, según la promesa evangélica, subsistirá hasta el final y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella?

La Iglesia romana se pronunció resolutivamente con una respuesta afirmativa; se fijó esencialmente en el cometido práctico del cristianismo en el mundo, en el sentido de la Iglesia como reino eficiente o ciudad de Dios (Civitas Dei), y desde el inicio personalizó el principio de la autoridad central que de modo visible y práctico le confiere unidad a la actividad terrenal de la Iglesia. Por eso, la cuestión abstracta del significado de la autoridad central en la Iglesia se reduce a la cuestión histórica y viva del sentido de la Iglesia romana. Ella, sus ideas y sus acciones constituyen el verdadero objeto de la gran contienda. El principio de la autoridad eclesiástica, del poder Espiritual representado sobre todo por la Iglesia romana, tiene una triple cara y suscita una triple cuestión. Primera, en el ámbito de la Iglesia, nos preguntamos cuál debe ser la relación del poder eclesiástica central con los representantes de las Iglesias locales nacionales; segunda, surge el tema de la relación de la Iglesia con el Estado, de la autoridad Espiritual con la laica; y tercera, la relación entre el poder Espiritual y la libertad Espiritual del individuo, la cuestión de la libertad de conciencia (V. S. Solov’ev, Il problema del l’ecumenisma, Milan I973, 63ss).

 

 

22° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Jeremías 20,7-9

7 Tú me sedujiste, Señor y yo me dejé seducir; me has violentado y me has podido. Se ríen de mi sin cesar, todo el mundo se burla de mi.

8 Cada vez que hablo tengo que gritar y anunciar: <<Violencia y 0presión». La Palabra del Señor se ha convertido para mi en constante motivo de burla e irrisión.

9 Yo me decía: <<No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre». Pero era dentro de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos; me esforzaba en contenerlo, pero no podía.

 

•• El texto está tomado de la última de las <<Confesiones» de Jeremías, interpoladas entre los capítulos precedentes del libro (cc. 11; 15; 17; 18), donde mejor aflora la compleja personalidad del profeta, incomprendido y perseguido. Una lectura completa de la perícopa, hasta el v. 18, ilustraría mejor la variedad de sentimientos que afligen y desgarran al profeta (algo irrefrenable: adentro de mi era como un fuego devorador, (cf v 9).

Describe a Dios como un seductor violento y poderoso; según el profeta, Dios, y no otro, es el origen y la causa de todas las desdichas de su vida <<maldito el día en que nací», v. 14), Aquella palabra irresistible, que en otro tiempo Jeremías devoraba con avidez y era la delicia de su corazón (Jr 15,16), ahora se ha convertido en motivo de burla e irrisión. Desertar de la misión profética es como querer apagar en su propio corazón el ardor de la llama divina: es imposible.

 

Segunda lectura: Romanos 12,1-2

1 Os pido, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que os ofrezcáis como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Este ha de ser vuestro auténtico culto.

2 No os acomodéis a los criterios de este mundo; al contrario, transformaos, renovad vuestro interior, para que podáis descubrir cual es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

 

Al final de la sección dedicada al tema de la salvación, Pablo concluía que la misericordia divina es el motor del plan salvador de Dios para judíos y gentiles, para todos. Ahora, en nombre de la misericordia de Dios -gancho introductorio de la ultima parte de la carta, de índole exhortativa—, y en respuesta a la gracia recibida, Pablo anima a los hermanos en la fe para que le den a la vida una dimensión sacra y sacrificial. El culto Espiritual (literalmente, loghikós; <<¡según el Logos!»), realizado en el Espíritu del Resucitado, conlleva que nos presentemos delante del Señor (el verbo tiene resonancias esponsalicias) en la globalidad y en la concreción (<<cuerpo») de lo que somos, como sacrificio <<vivo, Santo y agradable a Dios». No se trata de ofrecer sacrificios sustitutivos de víctimas animales en lugar de ofrendas humanas, sino de ofrecerse en sacrificio, y el Espíritu de adopción filial, infundido en nuestros corazónes, transformara el <<sacrificio>> en <<santo y agradable a Dios». Las consecuencias de una orientación de vida semejante nos defienden, por un lado, del <<Conformismo >> frente a la mentalidad del mundo presente, que se sitúa en las antípodas de las enseñanzas evangélicas, y por el otro, nos permiten realizar la <<metamorfosis>>, que comporta la renovación de la mente (la metánoia evangélica). Así se consigue el auténtico discernimiento, cuyo fruto consiste en hacer cuanto es bueno, agradable y perfecto ante Dios; esto es, el cumplimiento de la voluntad divina.

 

Evangelio: Mateo 16,21-27

21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y que tenía que sufrir mucho por causa de los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley; que lo matarían y al tercer día resucitaría,

22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, se puso a recriminarle:

- Dios no lo quiera, Señor; no te ocurrirá eso.

23 Pero Jesús, volviéndose, dijo a Pedro:

- ¡Pónte detrás de mi, Satanás! Eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres.

24 Y dirigiéndose a sus discípulos, añadió:

- Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a si mismo, cargue con su cruz y me siga.

25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la conservará.

26 Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? O ¿qué puede dar a cambio de su vida?

27 El Hijo del hombre está a punto de venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles. Entonces tratará a cada uno según su conducta.

 

Con el reconocimiento del mesianismo de Jesús se abre una nueva etapa en el Camino del evangelio. Mateo lo subraya: <<Desde entonces comenzó Jesús...>> (v. 21) a mostrarles con claridad el destino que le esperaba: el rechazo (<<sufrir mucho») por parte de las autoridades judías que constituían el sanedrín (<<los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley »), la muerte ignominiosa (<<lo matarían>>) y, finalmente, la resurrección (v. 21).

Afrontar un destino semejante es un deber (<<tenía que ir a... »), una necesidad ineludible que entra en la lógica de la encarnación: compartir hasta el final el camino del hombre pecador. Jesús reproduce con exactitud la antigua profecía del siervo sufriente.

La primera oposición a la meta de Jesús nace desde dentro del grupo de los discípulos. Antes, Pedro, por revelación del Padre, se erigió en portavoz del mesianismo de Jesús; ahora, haciendo valer sus credenciales ante el Maestro, explaya su humanidad (<<carne y sangre», Mt 16,17), pretende evitar una misión cuyo resultado es tan desconcertante como ofensivo. Y reacciona <<tomándolo aparte» (v. 22); Cristo quiere restituir la situación y, públicamente, corrige al apóstol. Reconoce en la propuesta de Pedro la presencia del Tentador y rechaza la tentación con la misma rotundidad que lo había hecho durante su estancia en el desierto: <<¡Satanás! Eres para mi un obstáculo» (M 23; cf Mt 4,10).

La incomprensión de los discípulos pende como una espada de Damocles sobre el seguimiento y culminará con la traición de Judas y la negación de Pedro, quien en esta ocasión <<no ha tenido los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús» (cf Flp 2,5). Llegado el momento, Cristo explica su elección: la vida (¡el alma!) se salva haciéndola don y ofrenda. Si la vida tiene un valor absoluto, la vida es la condición imprescindible del seguimiento (cf Mt 10,38ss, donde aparecen los mismos versículos).

 

MEDITATIO

Podemos releer el presente fragmento evangélico a la luz del testimonio de Jeremías y la exhortación de Pablo y transformar la vida en un sacrificio Espiritual en constante discernimiento.

Cristo, figura del profeta perseguido (cf Mt 16,14: <<...otros que Jeremías), después del discernimiento madurado en la soledad del desierto y del reconocimiento de su mesianismo por boca de Pedro, quiere abrir la mente de los apóstoles al sentido profundo de su misión, según el oráculo del siervo sufriente de Isaías. El camino de la salvación nunca puede ser el

de la perdición, pues la desobediencia primera ha sido reemplazada con la obediencia incondicional al designio divino, que ha tomado cuerpo con la encarnación.

El Verbo hecho carne, una vez que asume la naturaleza humana y se adentra en la maraña de la historia, tiene que acoger hasta el final la trayectoria connatural de los acontecimientos humanos. En el caminar de su vida ve reflejado el significado profundo de la existencia humana, llamada a realizarse en la donación de si misma. Y es en esta ofrenda, realizada en la cotidianeidad de la vida, donde el hombre celebra el auténtico culto Espiritual.

 

ORATIO

Tomad, Señor y recibid toda mi libertad,

mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad,

todo mi haber y poseer

Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.

Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad.

Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.

(Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 234).

 

CONTEMPLATIO

Hijo, no puedes poseer libertad perfecta si no te niegas del todo a ti mismo.

En prisiones están todos los ricos y amadores de si mismos, los codiciosos, ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de gusto y no las de Jesucristo, sino que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar.

Porque todo lo que no procede de Dios perecerá.

Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego.

Reflexiona bien esto y, cuando lo cumplieres, lo entenderás todo.

Señor, no es ésta obra de un día, ni juego de niños; antes en tan breve sentencia se encierra toda la perfección religiosa.

Hijo, no debes volver atrás, ni decaer presto en oyendo el camino de los perfectos; antes debes esforzarte para cosas mas altas o, a lo menos, aspirar a ellas con deseo.

¡Ojalá hubieses llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo y estuvieses dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me agradarías sobremanera y toda tu vida correría gozosa y pacífica.

Aún tienes mucho que dejar; que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que me pides (Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, III, 32,1-3).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Dáme, Señor los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (cf Flp 2,5)a

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

<<Aprende a despreciar las cosas exteriores y dirigirte a las interiores y verás venir el Reino de Dios a ti>> (Imitación de Cristo, 2,1).  Se trata de separarse, y con fuerza, de esa exterioridad en que queda aprisionada y reducida la vida del hombre, para volverse y renovar el interior, eso interioridad que caracteriza al hombre. El logro de una conquista semejante requiere distanciamiento de las cosas exteriores, yo que mientras estés ocupado en ellas no puedes pensar en ti: Cristo vendrá a ti si le has reparado en tu interior una digna vivienda; por eso el autor de la Imitación te sugiere insistentemente: hazle sitio en tu interior a Cristo y niégale la entrada a todo lo demás. ¿Cuántos desapegos no están incluidos en <<todo lo demás»!

Desapego de las cosas, de todas las cosas a las que a veces se apega nuestro corazón inadvertidamente y que nos impiden adherirnos totalmente a Cristo; desapego de los lugares a los que fácilmente el corazón se vincula bajo la apariencia de bien; desapego de las personas, en el sentido de que los afectos no obstaculicen el triunfo de Cristo en nosotros ni se lo impidan a los demás... (G. Luzzcnti, Il Regno di Dio é in mezzo o noi, I, Milán, 1976, Wss).

 

 

 

23° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Ezequiel 33,7-9

Dice el Señor:

7 Hijo de hombre, yo te he constituido a ti centinela del pueblo de Israel. Cuando te hable, los advertirás de mi parte.

8 Si cuando yo diga al malvado: ¡Eres reo de muerte! tu no le adviertas para que deje su conducta el malvado morirá por su maldad, pero yo te pediré cuentas de su muerte.

9 Sin embargo, si tu adviertes al malvado acerca de su conducta para que se corrija, y él no se corrige, morirá él por su maldad, y tu habrás salvado la vida.

 

El trasfondo histórico del oráculo de Ezequiel es la caída de Jerusalén y la invasión de Nabucodonosor. El oráculo señala la segunda etapa de su ministerio. La misión actual del profeta es sustentar la esperanza de Israel asegurándole al pueblo exiliado que Dios cumplirá sus promesas e iniciara un nuevo periodo de reconstrucción nacional.

La imagen del centinela -utilizada en la vocación del profeta (3,16-19) en un perfecto paralelismo con esta perícopa— expresa la nueva misión de Ezequiel. Ser el vigía de un pueblo sin ciudad y sin murallas; otear desde lejos el horizonte de los acontecimientos para prevenir al pueblo de las inminentes amenazas, leer los signos recónditos de vida y muerte, interpretarlos y comunicárselos a la casa de Israel. La tarea del guardián encierra una paradoja: los peligros que apremian al pueblo no provienen de fuera, sino de dentro, del mismo Señor. Sin embargo, en lugar de acercarse sin avisar, en silencio y de puntillas, y sorprender a sus víctimas, el Señor envía al centinela para avisarles. Y, si aun fuese poco, el Señor le obliga en conciencia al <<contraespionaje» para prevenir al pueblo amenazado. Es una paradoja reveladora: la secuencia pecado-amenaza-castigo engloba un nuevo elemento en la sucesión, pecado-amenaza-conversión-perdón, porque Dios quiere la vida y no la muerte.

Destaca el corazón cariñoso y paternal del Señor; que siempre encuentra el medio para salvar de la muerte al propio hijo, Israel, y conducirlo por el camino de la conversión y la vida. Junto al amor del Señor, fundamento de su proceder, el relato de Ezequiel resalta la responsabilidad del profeta que acoge la Palabra del Señor y se convierte en su portavoz, una responsabilidad que se detiene ante el umbral de la libre elección personal.

 

Segunda lectura: Romanos 13,8-10

Hermanos:

8 con nadie tengáis deudas, a no ser la del amor mutuo, pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley

9 En efecto, los preceptos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro que pueda existir; se resumen en éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

10 El que ama no hace mal al prójimo; en resumen, el amor es la plenitud de la Ley.

 

El fragmento de la Carta a los Romanos pertenece a la parte exhortativa, donde Pablo pasa del plano doctrinal al practico, a la vida del cristiano. El apóstol centra la atención del relato en el mandamiento del amor, con unas expresiones tan sintéticas y eficaces que perfectamente podría llevar por título <<el segundo himno paulino a la caridad».

En los versículos precedentes, Pablo se detenía en los deberes del cristiano y las autoridades civiles, particularmente en el cumplimiento de dar a cada cual lo que le corresponda» (v. 7); ahora, habla de una <<deuda» singular, inextinguible: la del amor mutuo. Esta deuda, observaba H. U. vón Balthasar, <<desciende del título de cristianos; la contraen porque quieren vivir de acuerdo a la alianza de amor de Dios con la humanidad, alianza que se realiza en el sacramento de la Iglesia. Nadie los obliga a creer aunque si "creen" deben “amar" libremente, incondicionalmente, tan incondicionalmente como lo es la fe. Y "deben", como Cristo, amar "libremente" a los enemigos como amigos, única posibilidad para atraer a los enemigos a la reciprocidad del amor o encomendarlos a la correspondencia de la nueva y eterna alianza».

Pablo está citando Lv 19,18 (<<Amarás a tu prójimo como a ti mismo>>) y lo interpreta según la nueva acepción ofrecida por Jesús en Mt 22,40, donde el <<prójimo» no es solamente uno de los míos, el hermano y miembro de la comunidad cristiana, sino cada persona. El proyecto de vida cristiana encuentra su fulcro en el mandamiento del amor, compendio y resumen de la Ley tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. En este sentido, <<el amor es la plenitud de la ley» (v 10), es decir su cumplimiento, su plena consumación y su núcleo esencial.

 

Evangelio: Mateo 18,15-20

Dijo Jesús a sus discípulos:

15 Por eso, si tu hermano te ofende, ve y repréndelo a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.

16 Si no te escucha, toma contigo uno o dos, para que cualquier asunto se resuelva en presencia de dos o tres testigos.

17 Si no les hace caso, díselo a la comunidad; y si tampoco hace caso a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.

18 Os aseguro que lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

19 También os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi Padre celestial.

20 Porque donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

 

El texto evangélico de hoy pertenece al <<discurso eclesial» de Jesús (o discurso sobre la fraternidad). En el evangelio de Mateo se encuentra después de la parábola de la oveja perdida y la solicitud de Jesús con los <<pequeños», con las personas mas débiles en la fe y, por lo tanto, mas expuestas al peligro del desaliento o la deserción. El presente relato se puede leer como la ilustración práctica de la búsqueda solicita de la oveja perdida.

Si hacemos una lectura superficial de las palabras de Jesús, nos puede dar la impresión de que se trata de un discurso duro: enumera detalladamente una serie de normas disciplinares y concluye con una sentencia judicial. En realidad, la enseñanza de Jesús responde a una preocupación pastoral: salvar a los hermanos mas frágiles y exhortar a todos para que se responsabilicen del hermano que ha pecado y le ayuden a volver.

El mandato categórico <<ve» (vt 15) sobreentiende que se requiere coraje para corregir al hermano extraviado, que es necesario vencer una resistencia interior para dar este paso, pues el bien del hermano vale mas que el malestar percibido, y a gusto y por él, se sacrifica el propio “bienestar». Jesús sugiere el itinerario a seguir en la corrección fraterna. Se parte con una primera tentativa admonitoria, cara a cara, con delicadeza y discreción, sin intención de humillar o mortificar; sino con el deseo de comunicar el sufrimiento de la comunidad, causado por el pecado y la separación, y a la espera de abrazar afectuosamente al hermano.

Si este intento fracasa, se recurre a la corrección en presencia de dos o tres testigos; y solo en el caso de un ulterior fiasco se hace participe del problema a toda la comunidad. Si a pesar de la intervención de la comunidad el resultado es negativo, queda el reconocimiento oficial de la separación del hermano de la Iglesia. No se trata, propiamente, de una <<excomunión», sino de la declaración explícita de una situación de hecho ya ocurrida: <<considéralo como un pagano o un publicano» (v. 17), es decir, como alguien extraño a la comunidad.

El hincapié sobre la comunión es insistente en los versículos finales (vv. 19ss): la concordia de los corazónes -en griego, <<sintonía» o <<sinfonía»- puestos de acuerdo para pedir cualquier cosa asegura la acogida de la petición, la comunión <<en el nombre de Jesús».

Es decir, reunirse en torno a la persona de Jesús, adhiriéndose a su Palabra y a su misión en la historia, asegura la presencia de Dios. El texto evangélico podríamos leerlo ahora a partir de estos versículos finales, con cuya luz se ilumina el rostro auténtico de la Iglesia: una comunidad de amor que hunde sus raíces en el misterio de Cristo, el misterio del amor hasta el extremo.

 

MEDITATIO

La Palabra de Dios propuesta por la liturgia orienta nuestros pasos y guía nuestra mente y nuestro corazón hasta el mandamiento evangélico de la corrección fraterna: el profeta Ezequiel proclama la responsabilidad personal, el apóstol Pablo recuerda que en el amor mutuo hunde sus raíces y, por ultimo, el evangelista Mateo enseña a practicarla con el estilo de Jesús.

        Frente a este tema experimentamos una sensación de malestar una cierta resistencia. Y a menudo -así hay que reconocerlo- eludimos la corrección fraterna. Por tanto, es necesario redescubrir el sentido teológico profundo de la corrección fraterna. Contemplemos con mirada atenta el misterio de la cruz de Jesucristo mediante la cruz nos llega la salvación; la cruz es el signo del gran amor que Dios nos tiene; salvándonos, nos hace portadores de su salvación. La auténtica corrección fraterna nace justo <<en ese punto de encuentro donde la salvación obtenida se convierte en salvación entregada, donde un pecador perdonado se convierte en instrumento de perdón redentor de mediación salvadora, y sale al encuentro del hermano pecador como él, para que acoja el do de Dios, igual que él» (A, Cencini).

Si la cruz de Jesús es el centro de la experiencia religiosa personal, también será el centro de la fraternidad que se reúne en su nombre: por la cruz pasará nuestra interrelación. Sólo la cruz de Jesús tiene el poder de juzgar y reconciliar, y si vivo en la escucha humilde y sincera de la Palabra de la cruz, si me dejo <<radiografiar» en mi verdad y forjar en la verdad de Dios-Amor entonces, y sólo entonces, podré ser un instrumento de corrección y reconciliación, libre de cualquier tipo de juicio. Este camino de corrección fraterna evita tanto los excesos de la impotencia como de la prepotencia, excesos -uno y otro— que revelan un escaso sentido de la comunicación y de la disponibilidad para corregir y dejarse corregir fraternalmente.

Todavía resuenan hoy las proféticas palabras de Pablo VI en su exhortación Paterna cum benevolentia: <<La corrección fraterna es un acto de caridad mandado por el Señor [...]. Su práctica obliga a quien la rea1iza a sacar primero la viga de su ojo (cf Mt 7,5), para que no se pervierta el orden de la corrección. La práctica de la misma se dirige desde el principio como un movimiento a la santidad, que solo puede obtener en la reconciliación su plenitud; consistente no en una pacificación oportunista que disfrazase la peor de las enemistades, sino en la conversión interior y en el amor unificador en Cristo que se deriva» (cap. VI). En esta línea comprendemos 1a grandeza de la corrección fraterna: un instrumento indispensable que ayuda a crecer a la comunidad y a cimentarla en el amor de Cristo.

 

ORATIO

Ayúdame, Señor; a permanecer enmudecido a los pies de tu cruz para escuchar tu Palabra y dejarme alcanzar y modelar por ella. Solo la Palabra de tu cruz revela la verdad de mi vida y desvela el disfraz de mi mentira. Tu Palabra me juzga, Señor, me juzga severamente; ante ella no puedo, ni quiero, esconderme. Descubro con la delicia y la alegría del niño que, mientras tu Palabra <<hiere, cura>> (cf Job 5,18), de ella nace una vida nueva.

Descubro que <<el Señor reprende a quien ama, como un padre a su hija predilecto>> (cf Prov 3,12). Descubro que <<él reprende, corrige, enseña y conduce como un pastor su rebaño» (cf Sir 18,13). Y aun descubro que la Palabra de la cruz me atrae y su potencia divina acoge mi debilidad palmaria y transforma el mal en bien. Señor, ayúdame a ser según tu Palabra.

 

CONTEMPLATIO

Debemos querer la salvación de todos; empleemos saludablemente la severa corrección para que no perezcan o se pierdan otros. Sólo a Dios toca el hacerla provechosa a los que El previó y destinó para ser conformes a la imagen de su Hijo (Rom 8,29). Pues si alguna vez nos abstenemos de corregir por temor a que alguien se pierda ¿por qué hemos de corregir por temor a que alguien no se pervierta mas? No tenemos nosotros entrañas mas piadosas que el apóstol cuando dice; <<Os exhortamos asimismo, hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seis pacientes con todos. Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal; antes bien, procurad siempre el bien mutuo y el de todos» (1 Tes 5,14ss). Estas palabras significan que se vuelve mal por mal cuando se descuida la corrección que debe hacerse y se evita con culpable disimulo. Pues dice también: <<A los culpables, repréndelos delante de todos, para que los demás cobren temor» (1 Tim 5,20).

Se alude aquí a los pecados públicos, pues de lo contrario daría motivo para pensar que el lenguaje del apóstol es contrario al del Salvador que manda: <<Si tu hermano te ofende, ve y repréndelo a solas» (Mt 18,15). Y, sin embargo, El también lleva la severidad mas adelante, añadiendo: <<Si no les hace caso, díselo a la comunidad; y si tampoco hace casa a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano» (Mt 18,17).

¿Y quién amó mas a los enfermos que El, pues por todos se hizo flaco y por todos fue crucificado a causa de su humanidad?

Siendo esto así, luego ni la gracia excluye la corrección ni la corrección excluye la gracia. Por consiguiente, al prescribirse lo que exige la justicia, se ha de pedir con fiel oración a Dios la gracia para cumplirla, y ambas cosas han de hacerse sin que se descuide la justa corrección. Y todo hágase con caridad, porque la caridad no peca y cubre multitud de 1os pecados (1 Pe 4,8) (Agustín de Hipona, <<De la corrección y de la gracia», 16.49, cn Obras, VI, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1949, 201).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<El que ama no hace mal al prójimo» (Rom 13,10).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Hay un significado clásico de la corrección fraterna, en perfecta consonancia con el mandato evangélico de Mt 18, que entiende este servicio fraterno, en la línea de recuperación de quien se ha equivocado, como un modo evangélico de situarse ante el pecado ajeno. La corrección fraterna <<es un gesto purísimo de caridad, realizado con discreción y humildad, en relación con quien ha errado; es comprensión caritativa y disponibilidad sincera hacia el hermano para ayudarle a llevar el fardo de sus defectos, de sus miserias y debilidades a lo largo de los arduos senderos de la vida; es una mano tendida hacia quien ha caído para ayudarle o levantarse y reemprender el camino...; es una práctica y eficaz catequesis que hace creíbles el amor y la verdad; es uno solícita intervención fraterna que quiere curar las heridas del alma sin causar sufrimientos ni humillaciones».

Pero hay también otro significado que está abriéndose camino progresivamente en la interpretación de la corrección fraterna. <<A lo largo  de los últimos años, la corrección fraterna se ha desplazado desde la esfera penitencial hacia la Espiritual», es decir, ha pasado gradualmente de la finalidad exclusivamente negativa (el reproche por un error) a una positiva <<propositiva>>, que se articula <<en una pluralidad de intervenciones graduales, no fácilmente definibles a priori, que van desde la ayuda que se presta al hermano para que no se extravíe, el apoyo que se ofrece a los débiles o el estímulo dirigido a los pusilánimes, la exhortación, la llamada de atención y la corrección, hasta la drástica medida de la excomunión, en el caso de que se revele como útil >>.

Así pues, siempre se trata de una intervención motivada por la presencia del mal, de lo limitación, de la debilidad, de la incertidumbre, pero con la intención de superar todas estas realidades en virtud de la fuerza positiva siempre presente en el sujeto; la corrección fraterna quiere poner de manifiesto este bien para hacerlo fructificar. Se trata de corregir <<promoviendo>> y de <<promover» corrigiendo. Precisamente, gracias a esta apertura o a esta mirada prospectiva tiene lugar la integración del mal.

        En este sentido, la corrección fraterna es <<un conjunto de comportamientos de iluminación, consejo, estimulo, reproche, amonestación y súplica que hay que cultivar pacientemente para adquirirlos como estilo propio y para hacerlos practicables cada día», por medio de los cuales se trata de ayudar al hermano a desistir del mal y hacer el bien. <<La corrección fraterna es entrar en la intimidad y del culpable, pero éste alberga en su interior quién sabe cuántos valiosos elementos positivos: hay que reservar un elogio para ellos>>.

Supone una notable ampliación de significado y, de todos modos, en línea con ese sentido de fraternidad responsable que es la clave de la  lectura de Mateo 18, 15-17. En efecto, el verbo reprender traduce un término hebreo cuya raíz significa también <<exhortar y educar>>, no solo <<corregir y castigar>>. Existe, además, una interpretación etimológica realmente sugestiva (aunque no sé en qué medida esta fundada), según la cual <<corregir>> vendría del verbo cumregere, esto es, literalmente significaría <<llevar juntos>>, llevar juntos el peso de un problema, de una debilidad, de un pecado, en definitiva, de una situación complicada del hermano, para no dejarlo solo y ayudarle a salir de sus problemas. En cierto modo, como aquellos hombres del evangelio de Lucas que cargaron sobre sus espaldas al paralítico y lo llevaron ante Jesús para que lo curara: Jesús lo curó, como ya sabemos, al ver su fe (cf Lc 5,7-26). Corrección fraterna es también esto: cargar con el peso de alguien que es débil y que solo con sus fuerzas nunca podría llegar a resolver sus problemas, teniendo bien presente que, en otras ocasiones, nosotros mismos hemos sido llevados por otro. Entonces se realiza realmente la integración del mal (A. Cencini, Como ungüento precioso, San Pablo, Madrid 2000, 2ll—213; traducción, José Francisco Domínguez).

 

  

24° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera Lectura: Eclesiástico 27,30-28,1-9

27.30 También el rencor y la ira son detestables; el pecador las guarda en su interior

28.1 Del vengativo se vengará el Señor, que de sus pecados llevaré cuenta exacta.

2 Perdona a tu prójimo la ofensa y, cuando reces, serán perdonados tus pecados.

3 El que alimenta rencor contra otro, ¿como puede pedir curación al Señor?

4 Si un hombre no se compadece de su semejante, ¿como se atreve a suplicar por sus culpas?

5 Si es un simple mortal y guarda rencor ¿quién le va a perdonar sus pecados?

6 Acuérdate de tu fin y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y sé fiel a los mandamientos.

7 Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.

 

<<Acuérdate de los mandamientos…», <<Acuérdate de la alianza del Altísimo… >> (v. 7); la Sabiduría nos invita a recordar la alianza. Y aun mas, en el libro del Sirácida, la Sabiduría es identificada can el libro del la alianza (<<Todo está es el libro de la alianza del Dios Altísimo, la ley promulgada par Moisés como herencia para las asambleas de Jacob [...] rebosa sabiduría [...], está llena de inteligencia [...], va repleta de disciplina», 24,23-26).

Esta es la relación que el <<sabio de Israel», a caballo entre el sigo III y el II a. de C., establece can la Torah. Ciertamente, Ben Sira no es un legalista: la ley, para él, es la ley de la vida; se refiere, en este sentido, al libro del Deuteronomio (cf 4,1.6) y a la tradición de los profetas (cf, por ejemplo, Bar 3,36-4,4).

Entonces, ¡acuérdate! Recordad principalmente que existe un novum, un punto, un término, un fin ultimo de la vida, de la historia, de la creación: <<Acuérdate de tu fin y deja de odiar» (tal cual, literalmente, 28,6). Escucha el mandamiento <<No tomarás venganza ni guardarás rencor a las hijas de tu pueblo. Amarás a tu prójimo coma a ti mismo>>, (Cf Lv 19,18), el mandamiento mas importante (cf Lc 10,25-28); el perdón es la actuación ordinaria, cotidiana, del mandamiento doble del amor a Dios y al prójimo. Y hay una correspondencia entre el perdón humana y el divino que Ben Sira acentúa en este texto.

Esta correlación, formulada en el Antigua Testamento, esta corroborada en el Nuevo. En el comentario del padrenuestro, Jesús declara: <<Si vosotras perdonáis a las demás sus culpas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas» (Mt 6,14ss).

 

Segunda lectura: Romanos 14,7-9

Hermanos:

7 Ninguno de nosotros vive para si mismo ni muere para si mismo;

8 si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Así pues, tanto si vivimos como si morimos, somos del Señor

9 Para eso murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.

 

• Pablo afronta un asunto espinoso: la comunidad cristiana de Roma esta dividida entre quienes denomina <<fuertes» y <<débiles>>. Es un problema delicado: los débiles se abstienen de comer carnes y guardan un determinado calendario, son vegetarianos y celosos cumplidores de un rígido ascetismo. Los fuertes, por el contrario, comen de todo sin ningún problema y no hacen distinciones de días. Entre ambas partes ha surgido una disputa de recíproca acusación y condena. Pablo les exhorta a la acogida mutua: <<acogeos unos a otros, como también Cristo os acogió para gloria de Dios>> (Rom 15,7); <<no destruyáis la obra de Dios por una cuestión de comida» (14,20). Y para que sea posible una acogida mutua y común, <<cada cual actúe según su propia conciencia» (14,5), nadie debe reivindicar pretensiones sobre los demás, un derecho de posesión inexistente sobre el hermano o los hermanos.

Pablo distingue entre lo secundario y lo importante, y el problema, el motivo de la contienda, es marginal, aún sumando todos los elementos de la discusión. Sin embargo, el punto central si lo reafirma: es el principio universal de la pertenencia a Cristo (vv. 7-9). Es fundamental que la comunidad reconozca que Cristo es, efectivamente, el único Señor en virtud de su muerte y resurrección. Por tanto, cada uno esta llamado a comprobar su pertenencia a Cristo, la autenticidad de su fe y, respecto al tema aludido, la acogida del hermano.

 

Evangelio: Mateo 18,21-35

21 Entonces se acercó Pedro y le preguntó: - Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces?

22 Jesús le respondió:

- No te digo siete veces, sino setenta veces siete.

23 Porque con el Reino de los Cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

24 Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

25 Como no podía pagan; el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda.

26 El siervo se echó a sus pies suplicando: <<¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo!».

27 El señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda.

28 Nada mas salir aquel siervo encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo: << ¡Paga lo que debes!».

29 El compañero se echó a sus pies, suplicándole: <<¡Ten paciencia conmigo y te pagaré !».

30 Pero él no accedió, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda.

31 Al verlo sus compañeros, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido.

32 Entonces el señor lo llamó y le dijo: <<Siervo malvado, yo te perdoné aquella deuda entera porque me lo suplicaste.

33 <<¿No debías haber tenido compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?».

34 Entonces su señor, muy enfadado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagase toda la deuda.

35 Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no os perdonáis de corazón unos a otros.

 

*» Estamos en el corazón del denominado <<discurso eclesial» (o comunitario) de Mateo, que ocupa todo el capitulo 18. La principal interpelada es la comunidad cristiana, la Iglesia, <<la asamblea de los llamados» (vv 17).

El discurso no esta dirigido a extraños, sino a hermanos que viven juntos. Se trata de dar consistencia al amor fraterno: <<Señor: ¿cuántas veces ....? ». La pregunta de Pedro es clara (v. 21). La cuestión es de cálculo, el límite o las fronteras del perdón... <<¿Siete veces?» Hasta cuántas veces, llegados a un punto, basta, porque la paciencia tiene un limite.

Jesús, como de costumbre, le contesta con una parábola (vv 23-34), y quien quiera entender que entienda. Es un drama, de corte sapiencial, en tres actos, sin paralelo en los otros sinópticos. Los protagonistas, un rey y sus siervos.

El primer acto, estructurado con una lógica extraña, abre el drama; este rey decide ajustar las cuentas con sus sirvientes. Le presentan a un siervo con una deuda enorme: diez mil talentos. Imposible de saldar Un talento correspondía a 36 kilos, en peso, o a 10.000 denarios, en monedas. Si un denario era el jornal de un obrero, para que el siervo hubiese podido pagar la deuda debería haber trabajado una cantidad inconmensurable de años. Y aunque el rey hubiese logrado vender a aquel siervo, con toda su familia y sus bienes (como había amenazado) habría obtenido mas bien poco (la venta de un esclavo oscilaba entre 500 denarios, como mínimo, y 2.000 denarios, como máximo). La propuesta del siervo, <<te lo pagaré todo», es completamente absurda. Sin embargo, lo sorprendente es la reacción del rey-Señor a la súplica del siervo: <<Tuvo compasi6n». Esta es la primera respuesta a la pregunta de Pedro, y con él - portavoz de la comunidad - a todos los discípulos: reconocerse deudores, totalmente insolventes, aunque beneficiarios de un <<super-don», inmerecido y absolutamente gratuito, procedente de Dios.

El segundo acto del drama, el perdón fraterno, mutuo e ilimitado: <<No te digo siete veces, sino setenta veces siete» (v. 22). El rey-Señor desaparece de la escena y quedan únicamente los siervos. Un segundo siervo le debe 100 denarios al primero (al siervo que le había sido perdonado el enorme débito); bastaría con tener un poco de paciencia, como legítimamente le pedía el segundo siervo a su compañero, (<<Ten paciencia conmigo y te pagaré») y todo se resolvería. Pero —he aquí el drama- el primer siervo no quiere esperar y reivindica, de manera agresiva, lo que considera suyo, la deuda. Sin acceder a prórroga de ningún tipo, decide zanjar el asunto rompiendo definitivamente cualquier relación con el otro:

<<Lo metió en la cárcel» (M 30).

El último acto de la parábola es la consecuencia del comportamiento mezquino del siervo. Es inútil decirlo. El rey, muy enfadado, emite un juicio (M 32) y concluye formulando una pregunta retórica: <<¿No debías haber tenido compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti? (M 33).

 

MEDITATIO

<<Acuérdate de tu fin y deja de odiar» (Sir 28,6). ¿Cuál es el <<fin», las <<cosas últimas», de las que habla la Escritura? Si nos fijamos en la pagina del evangelio de Mateo, el fin se refiere al Reino de los Cielos; y si hojeamos la Carta a los Romanos, coincide con el Señor (<<Vivimos para el Señor», 14,8). El Reino de los Cielos es el horizonte ultimo de la historia, Cristo resucitado es el acontecimiento último del hombre. Pues el perdón mira al presente desde el fin, es decir, del novum, del éschatón, de lo definitivo que esta por venir El perdón <<no se sitúa en un plano ético, sino escatológico. El perdón es la profecía del Reino» (E. Bianchi).

En el texto de Mateo, hay dos dimensiones en tensión: la comunidad cristiana que vive en el tiempo, imperfectamente, y el Reino de los Cielos, que domina el fin de los tiempos. El perdón, como posibilidad ilimitada de relación y convivencia fraterna en el presente, también es la condición -gratuitamente ofrecida - de acceso a la comunión con Dios. Allí donde el pecado es ruptura de la relación, el perdón es restablecimiento, reconstrucción y consolidación de vínculos.

Se trata de abrir las puertas de nuestro corazón al amor - mas precisamente, a la misericordia de Dios- y permitirle que vivifique lo que el pecado mata. Se puede decir que la fuerza del perdón es la paciencia, entendida como esperanza, oración y empeño por la conversión propia y del hermano. Perdonar conlleva, en cierto sentido, participar de la paciencia divina: él es el <<paciente», el <<clemente», el <<compasivo», el <<misericordioso» y el <<fiel» (Ex 34,6). El primer movimiento del perdón es tener paciencia, aceptar las imperfecciones propias y ajenas. El segundo consiste en dar: estar en actitud de disponibilidad (darse) y acogida (ofrecerse) con el ofensor.

 

ORATIO

¡Santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro!

Perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos y la intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.

Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos plenamente, haz tu, Señor que plenamente lo perdonemos, para que por ti amemos de verdad a los enemigos y en favor de ellos intercedamos devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal (cf 1 Tes 5,15), y para que procuremos ser en ti útiles en todo.

Y no dejes caer en tentación: oculta o manifiesta, imprevista o insistente.

Mas líbranos del mal: pasado, presente y futuro. Gloria al Padre... (Francisco de Asís, <<Paráfrasis del padrenuestro», en San Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la época, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1978, 28-29).

 

CONTEMPLATIO

Perdonadlo todo de corazón, perdonad cuanto tengáis contra quien sea de corazón; perdonad allí donde Dios ve. A veces el hombre perdona de palabra, pero se reserva el corazón, perdona de palabra por respetos humanos y se reserva el corazón porque no teme la mirada de Dios. Perdonad completamente todo; cualquier cosa que hayáis retenido hasta hoy, perdonadla al menos estos días. Ni un solo día debió ponerse el sol sobre vuestra ira, y han pasado ya muchos. Pase de una vez vuestra ira, pues celebramos ahora los días del gran Sol, aquel del que dice la Escritura: <<Amanecerá para vosotros el sol de justicia y en sus alas vendrá la salvación. ¿Qué significa en sus alas? Bajo su protección. Por esto dice el salmo: Protégeme a la sombra de tus alas. Los otros, en cambio, que tardíamente se han de arrepentir en el día del juicio e infructuosamente se dolerán, de los cuales habla el libro de la Sabiduría, ¿qué dirán entonces, pagando ya por sus culpas y gimiendo en su Espíritu angustiado? Aquel Sol amanece para los justos; en cambio, a este sol visible, Dios le hace salir cada día para buenos y malos. Es a los justos a quienes pertenece ver aquel Sol, que por el momento habita en nuestros corazones a través de la fe. Si, pues, llegas a airarte, que no se ponga este Sol en tu corazón por tu ira: No se ponga el sol sobre vuestra ira. Evita que, al airarte, se ponga para ti el Sol de la justicia y quedes en tinieblas.

No penséis que la ira es cosa sin importancia. ¿Qué es la ira? El deseo de venganza. ¿Qué es el odio? La ira inveterada. Lo que al principio era solamente ira se convirtió en odio porque se hizo vieja. La ira es la paja; el odio, la viga. A veces reprendemos al que se aíra, manteniendo nosotros el odio en el corazón. Nos dice entonces Cristo: ¿Ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo». ¿Por que la paja, creciendo, llegó a hacerse una viga? Porque no fue sacada al momento. Tantas veces toleraste que saliera y se pusiera él sobre tu ira, que la hiciste vieja. Acumulando falsas sospechas, regaste la paja; negándola, la nutriste; nutriéndola, la hiciste una viga. Al menos, tiembla cuando se te dice: <<El que odia a su hermano es un homicida».

Haced, pues, lo que esta dicho: <<Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores», y pedid con seguridad: <<Perdónanos nuestras deudas», porque en esta tierra no podréis vivir sin deudas (Agustín de Hipona, <<Sermón 58», 7-8, en Obras completas de san Agustín, X, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1983, 150-153).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Acuérdate del fin y deja de odiar» (Sir 28,6).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Después de haber compuesto el bienaventurado Francisco las predichas alabanzas de los creaturas que llamó Cántico del hermano sol, aconteció que se produjo una grave discordia entre el 0bispo y el podestá de la ciudad de Asís. El obispo excomulgó al podestá, y éste mandó pregonar que ninguno tratara de vender ni de comprar nada al Obispo, ni de celebrar ningún contrato con él.

El bienaventurado Francisco, que oyó esto estando muy enfermo, tuvo gran compasión de ellos, y más todavía porque nadie trataba de restablecer la paz, Y dijo a sus compañeros:  <<Es para nosotros, siervos de Dios, profunda vergüenza que el obispo y el podestá se odien mutuamente y que ninguno intente crear la paz entre ellos>>. Y al instante, y con esta ocasión, compuso y añadió estos versos a las alabanzas sobredichas:

<<Loado seas, mi Señor,

por aquellos que perdonan por tu amor

y soportan enfermedad y tribulación.

Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,

pues por ti, Altísimo, coronados serán>>.

Llamó luego a uno de sus compañeros y le dijo: <<Vete al podestá y dile de mi parte que tenga a bien presentarse en el obispado con los magnates de la ciudad y con cuantos ciudadanos pueda llevar>>.

Cuando salio el hermano con el recado, dijo a otros dos compañeros: <<Id y cantad ante el obispo, el podestá y cuantos estén con ellos el Cántico del hermano sol. Confío en que el Señor humillará los corazones de los desavenidos, y volverán a amarse y a tener amistad como antes».

Reunidos todos en la plaza del claustro episcopal, se adelantaron los dos hermanos y uno de ellos dijo: <<El bienaventurado Francisco ha compuesto durante su enfermedad unas alabanzas del Señor por sus creaturas en loor del mismo Señor y para edificación del prójimo. Él mismo os pide que os dignéis escucharlas con devoci6n». Y se pusieron a cantarlas.

Inmediatamente, el podestá se levantó y, con las manos y los brazos cruzados, las escuchó con la mayor devoción, como si fueran palabras del evangelio, y las siguió atentamente, derramando muchas lágrimas. Tenía mucha fe y devoción en el bienaventurado Francisco.

Acabado el cántico de las alabanzas, dijo el podestá en presencia de todos: <<Os digo de veras que no solo perdono al obispo, a quien quiero y debo tener como mi Señor, sino que, aunque alguno hubiera matado a un hermano o hijo mío, le perdonaría igualmente>>. Y, diciendo esto, se arrojó a los pies del obispo y dijo: <<Señor, os digo que estoy dispuesto a daros completa satisfacción, como mejor os agradare, por amor a nuestro Señor Jesucristo y a su siervo el bienaventurado Francisco>>.

El obispo, a su vez, levantando con sus manos al podestá, le dijo: <<Por mi cargo debo ser humilde, pero mi natural es propenso, pronto a la ira: perdóname>>. Y, con sorprendente afabilidad y amor, se abrazaron y se besaron mutuamente» (<<Espejo de perfección>>, X,101 , en san Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la época, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1978, 773-774).

 

 

 

25° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 55,6-9

6 Buscad al señor mientras se deja encontrar; invocadlo mientras está cerca.

7 Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; el Señor se apiadará de él, si se convierte, si se vuelve a nuestro Dios, que es rico en perdón.

8 Porque mis planes no son como vuestros planes, ni vuestros caminos como los míos, oráculo del Señor

9 Cuanto dista el cielo de la tierra, Así mis caminos de los vuestros, mis planes de vuestros planes.

 

•·• Con este oráculo, Isaías se dirige al pueblo de Israel, que ha vuelto del destierro babilónico. El profeta invita a los suyos a reconocer la presencia de Dios en los acontecimientos imprevisibles de la vida y a reconsiderar la idea que se han hecho de Dios, una idea muy a la medida... del hombre. El tono del oráculo es un tanto revelador pues en pocos versículos encontramos expresada una de las paradojas que caracterizan a Dios: su cercanía e intimidad con el hombre, Así como su suma trascendencia.

La profecía da comienzo con la invitación a buscar al Señor (v. 6): a buscarlo porque me deja encontrar>>, a invocarlo porque <<está cerca». Tan cerca, que su presencia cuestiona la vida del hombre en la esfera de sus relaciones mundanas (<<caminos») y consigo mismo (<<planes») y le pide que abandone el camino del malvado y el plan del criminal. Que el Señor esté cerca no quiere decir que se puedan conocer fácilmente sus planes y modos de actuar y mucho menos que éstos sean según las medidas humanas. Para hacerse una idea justa de la proporción, Dios toma la palabra —ha habido un cambio repentino de la tercera a la primera persona- e indica el trecho cielo—tierra como la unidad métrica para calibrar la distancia entre sus planes y los nuestros, sus caminos y los nuestros. La misma medida, desbordante y abierta al infinite, que utiliza el salmista cuando canta la misericordia de Dios: <<Como la altura del cielo sobre la tierra...» (Sal 103,11).

La estructura literaria quiástica (mis planes, vuestros planes; vuestros caminos, mis caminos) introduce de nuevo, dentro del oráculo, el elemento de la cercanía de Dios al hombre. Nuestros caminos y nuestros planes quedan envueltos y abrazados por los de Dios. Un Dios trascendente, inaprensible mediante cálculos y previsiones humanas; una trascendencia que no es separación, pues envuelve al mundo y la vida del hombre, sino una trascendencia cuidadosamente solicita, sumamente sabia y eternamente providente.

 

Segunda lectura: Filipenses 1,20c-24.27a

Hermanos:

20 Cristo manifestará en mi cuerpo su gloria.

21 Porque para mi la vida es Cristo, y morir significa una ganancia.

22 Pero si continuar viviendo en este mundo va a suponer un trabajo provechoso, no sabría qué elegir.

23 Me siento como forzado por ambas partes: por una, deseo la muerte para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor;

24 por otra, seguir viviendo en este mundo es mas necesario para vosotros.

25 Persuadido de esto último, presiento que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para provecho y alegría de vuestra fe.

26 Así, cuando vaya a veros otra vez, vuestro orgullo de ser cristianos será mayor gracias a mi.

27 Únicamente os pido que llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.

 

» Pablo escribe la Carta a los Filipenses desde la cárcel y, a las primeras de cambio, desea informar a los suyos sobre la situación personal en que se encuentra. Es tal la pasión por el Evangelio que, en primer lugar y antes de que hable de si mismo, cuenta como su encarcelamiento está contribuyendo a la difusión del Evangelio. Y entrañablemente, abre su corazón a los destinatarios de la carta: ¿será condenado a muerte o será absuelto?

Pablo esta convencido de que en ambos casos —<<tanto si vivo como si muero» (v. 20)- su persona será el lugar de la manifestación del Señor. Y esto, porque la vida y la muerte tienen un nuevo sentido para él: <<Para mi la vida es Cristo». A primera vista, parece decir: frente a esta esclarecedora certeza, la vida y la muerte son relativas. Ninguna de las dos condiciones es de por si mejor que la unión con Cristo. Quien cuenta es él, la comunión con él, la adhesión a su voluntad. El modo y el estado de vivir todo esto... es sencillamente un don que se acoge. Pablo rehúye tanto el apego materialista a la tierra como un dualismo Espiritualista que le reste valor a la existencia terrena. Se plantea si morir, para estar con Cristo, o continuar viviendo en este mundo, e, indiscutiblemente, morir significa unirse al Señor en comunión plena, una ganancia, sin ninguna duda. Sin embargo, sabe que su existencia terrena seria provechosa para sus comunidades. Encontrándose en la tesitura de desear lo mejor para si o lo mas necesario para la Iglesia, Pablo elige la posibilidad segunda.

 

Evangelio: Mateo 20,1-16

Dijo Jesús a sus discípulos:

1 Por eso, con el Reino de los Cielos sucede lo que con el dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña.

2 Después de contratar a los obreros por un denario al día, los envió a su viña.

3 Salió a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo

4 y les dijo; <<Id también vosotros a la viña y os daré lo que sea justo».

5 Ellos fueron. Salió de nuevo a mediodía y a primera hora de la tarde e hizo lo mismo.

6 Salió por fin a media tarde, encontró a otros que estaban sin trabajo y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?»,

7 Le contestaron: <<Porque nadie nos ha contratado». El les dijo: <<Id también vosotros a la viña>>.

8 Al atardecen el dueño de la viña dijo a su administrador:

9 Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros».

10 Vinieron los de media tarde y cobraron un denario cada uno.  Cuando llegaron los primeros, pensaban que cobrarían mas, pero también ellos cobraron un denario cada uno.

11 Al recibirlo, se quejaban del dueño,

12 diciendo: <<Estos últimos han trabajado sélo un rato y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor»,

13 Pero él respondió a uno de ellos: <<Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario?

14 Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a este último lo mismo que a ti,

15 ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿O es que tienes envidia porque yo soy bueno?»,

16 Así los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.

 

• Un hombre, una viña y unos obreros contratados a jornal. Esta parábola nos descubre el secreto del Reino de Dios, nos introduce en el estilo de vida y en el clima que se respira. Nos dice cual es el modo de pensar y de actuar que reina, contrastándolo con el modo de pensar y de actuar que impera entre los hombres.

La descripción de las repetidas llamadas del dueño de la viña y las respuestas de los obreros, enviados en distintas horas del día, apuntan hacia el momento culminante de la parábola, ése en el que se produce una ruptura en el desarrollo de los acontecimientos con el modo habitual de pensar. De improviso, irrumpe en la trama de los hechos una lógica diferente, que orienta el relato en otra dirección, sugiriendo pensamientos, relaciones y acciones nuevas. Por eso no es esencial dar una explicación precisa de cada uno de los elementos que aparecen en la parábola; el decisivo es el que marca la fractura con el punto de vista del lector. Y aquí Jesús, indudablemente, consigue el efecto.

El momento imprevisible se produce al atardecen a la hora de recoger el jornal, cuando las expectativas de los obreros —·y nuestras— se ven completamente trastocadas y decepcionadas. Porque jamás quien ha trabajado solamente <<un rato» es tratado como el que <<ha soportado el peso del día y del calor» (v 12). El comportamiento de Dios es así, diferente del comportamiento de los hombres, aunque pueda parecer injusto. <<Amigo, no te hago ninguna injusticia» (v. 13), contesta el dueño de la viña. Que es como decir: a los últimos les he hecho un regalo, y a ti no te he quitado nada de lo que es tuyo. La parábola se remonta hasta la raíz de la diferente lógica que guía el actuar de Dios, por una parte, y las expectativas del hombre, por la otra, con la pregunta final: <<¿O es que tienes envidia porque yo soy bueno?» (v. 15). La envidia y la bondad son direcciones opuestas del corazón. Jesús nos invita a cambiar de mentalidad, nos guía hacia el horizonte de su Reino a partir de un modo diferente de <<ver» y <<comprender» el bien, la justicia y el amor.

 

MEDITATIO

Es sugestivo el oráculo de Isaías, ya que nos ayuda a ver el mundo y la vida según la perspectiva de Dios, desde el <<cielo». Y es sorprendente la enseñanza de la Palabra del Evangelio, porque en Jesucristo lo anunciado por Isaías alcanza su plenitud y su sentido pleno, encuentra su realización. En Jesús tenemos al Dios-con-nosotros, Dios cercano para siempre, viaducto entre el cielo y la tierra. En Jesús tenemos <<hecho hombre» (Col 2,9) y <<en su condición de hombre» (Flp 2,7) el pensamiento de Dios y, a su vez, el camino para encontrarlo.

La parábola de Mateo nos adentra en el misterio del Reino de Dios, en el pensamiento de Cristo, en el corazón del Padre, desvelándonos el secreto. Es, para todos, una fuerte invitación a cambiar de mentalidad, a pasar de la lógica del mérito, de quien vive de pretensiones y no reconoce ni admite regalos, al mundo de la gratuidad, que es la raíz del amor y el secreto del Reino de Dios. Al inicio de la historia de cada uno hay un don: la llamada a ser y a trabajar en la viña. La vida es el regalo precioso del tiempo para vivir y trabajar en la viña. Al final del día tendrá lugar la recompensa, que no será para nadie el fruto de sus propios méritos o esfuerzos, sino un regalo divino e inmerecido. Aquello que es profundamente nuestro —<<lo tuyo>>— es la llamada de Dios a participar en su vida y en su obra, la posibilidad de trabajar y fatigarnos, de gastar la vida por él. Infeliz, murmurador y envidioso es quien no reconoce el regalo.

Quien se siente acreedor, con derechos ante Dios y la vida, porque piensa que ya ha hecho demasiado, considera todo lo gratuito como un robo, como una amenaza a la presunta justicia. Sin embargo, descubrir que somos amados gratuitamente es empezar a responder desde esa hora a la llamada de Dios; descubrir que todo es don —la viña, el vino, el trabajo, la fatiga...— es el modo de estar en la Iglesia buscando el Reino de Dios.

Pablo nos muestra que es posible y hermoso vivir así: responder a la llamada, esforzarse en su viña y esperar de sus manos la recompensa del modo que quiera y el día que quiera. Solo quien vive Así puede decir: <<Para mí la vida es Cristo».

  

ORATIO

¡Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Tu estabas dentro de mi,

y yo afuera,

y Así por fuera te buscaba;

tu estabas conmigo,

mas yo no estaba contigo.

Me llamaste y clamaste,

y quebrantaste mi sordera;

brillaste y resplandeciste,

y curaste mi ceguera;

exhalaste tu perfume

y lo aspire,

y ahora te anhelo;

gusté de ti

y ahora siento hambre y sed de ti;

me tocaste

y deseé con ansia la paz que precede de ti.

(Agustín de Hipona, <<Confesiones», 10,27, en Obras de san Agustín, II, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1946, 75 1).

 

CONTEMPLATIO

Tu vete en siendo llamado. Se te llama a la hora de sexta; ven. El amo también te ha ofrecido un denario si vienes a la undécima, pero que vivas hasta la hora undécima, eso nadie te lo ha prometido. No digo hasta la undécima, sino hasta la séptima. ,¿Por qué, cierto del salario, mas incierto del día, haces esperar a quien te llama? Mira, no te quedes, por tu dilación, sin la prometida retribución (Agustín de Hipona, <<Sermón» 87,8, en Obras de san Agustín, VII, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 195o, 247).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Mis planes no son como vuestros planes» (Is 55,8).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Habiendo entrado, o las cinco y diez de la mañana, en una capilla del barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra.

Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda, y aun más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar - hasta el punto me parecía pasado, desde hacía mucho tiempo, a la cuenta de pérdidas y ganancias de la inquietud y de la ignorancia humanas-, volví a salir, algunos minutos más tarde, <<católico, apostólico, romano>>, llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable.

        Al entrar tenía veinte años. Al salir era un niño, listo para el bautismo y que miraba en torno a si, con los ojos desorbitados, ese cielo habitado, esa ciudad que no se había suspendido en los aires, esos seres a pleno sol que parecían caminar en la oscuridad, sin ver el inmenso desgarrón que acababa de hacerse en el toldo del mundo. Mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantingado, ya no existían; mis propias costumbres habían desaparecido y mis gustos estaban cambiados.

No me oculto lo que una conversión de esa clase, por su carácter improvisado, puede tener de chocante, e incluso de inadmisible, para los espíritus contemporáneos que prefieren los encaminamientos intelectuales a los flechazos místicos y que aprecian cada vez menos las intervenciones de lo divino en la vida cotidiana. Sin embargo, por deseoso que esté de alinearme con el Espíritu de mi tiempo, no puedo sugerir los hitos de una elaboración lenta donde ha habido brusca transformación; no puedo dar las razones psicológicas, inmediatas o lejanas, de esa mutación, porque esas razones no existen; me es imposible describir la senda que me ha conducido ala fe, porque me encontraba en cualquier otro camino y pensaba en cualquier otra cosa cuando caí en una especie de emboscada. Nada me preparaba a lo que me ha sucedido: también la caridad divina tiene sus actos gratuitos (A. Frossard, Dios existe. Yo lo he encontrado, Rialp, Madrid 2001, 6-8; traducción, José María Carrascal Muñoz).

 

 

26° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Ezequiel 18,25-28

Así dice el Señor:

25 Vosotros decís: <<No es justo el proceder del Señor>>. Escucha, pueblo de Israel: ¿Acaso no es justo mi proceder? ¿No es mas bien vuestro proceder el que es injusto?

26 Si el honrado se aparta de su honradez, comete la maldad y muere, muere por la maldad que ha cometido.

27 Y si el malvado se aparta de la maldad cometida y se comporta recta y honradamente, vivirá.

28 Si recapacita y se convierte de los pecados cometidos, viviré, no moriré.

 

• El problema de la responsabilidad personal y colectiva recorre toda la Biblia con pinceladas y matices no siempre convergentes. En la antigüedad, la pertenencia de un hombre o una mujer desde el nacimiento hasta la muerte, a un grupo étnico bien definido y concreto conllevaba amoldarse y someterse continuamente a las tradiciones del clan y, por lo tanto, a las directrices del jefe del grupo, del patriarca. El espacio de libertad o de opciones individuales era casi inexistente. La misma ley divina, comunicada solemnemente por Dios al responsable del grupo (patriarca o jefe), no admitía posibilidad alguna ni de arreglos ni de interpretaciones.

La conciencia personal nace despacio y gradualmente. Junto a ella crece, poco a poco, una relación diferente de la persona con el grupo, el clan o la tribu, y con las tradiciones. La ley, en el pasado, sometía al hombre y a la mujer a una observancia exterior. Al declarar las sanciones y penas previstas en las leyes, la autoridad responsable juzgaba y aplicaba las normas de manera objetiva, atendiendo puramente a lo exterior. Es decir tan solo se tenia en cuenta la culpa, no al culpable; el pecado, no al pecador. Los jueces se regían exclusivamente por el hecho, sin considerar la intencionalidad.

Ezequiel se convierte en el defensor de la responsabilidad personal. En el Deuteronomio, Dios, por boca de Moisés, había hablado de la observancia de la Ley como fuente de vida o de muerte (cf Dt 30,19ss: <<Elige la vida y viviréis tu y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y uniéndote a él»). El texto de Ezequiel afirma; <<Si el malvado se aparta de la maldad cometida y se comporta recia y honradamente, vivirá. Si recapacita y se convierte de los pecados cometidos, vivirá, no morirá» (vv. 27ss). La responsabilidad ante el bien y ante el mal es sobre todo personal. Una de las verdades que el cristianismo ha ofrecido a toda la humanidad.

 

Segunda lectura: Filipenses 2,1-1 1

1 Si de algo vale una advertencia hecha en nombre de Cristo, si de algo sirve una exhortación nacida del amor, si vivimos unidos en el Espíritu, si tenéis un corazón compasivo,

2 dadme la alegría de tener los mismos sentimientos, compartiendo un mismo amor; viviendo en armonía y sintiendo lo mismo.

3 No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; sed, por el contrario humildes y considerad a los demás superiores a vosotros mismos.

4 Que no busque cada uno sus propios intereses, sino los de los demás.

5 Tened, pues, los sentimientos que corresponden a quienes estén unidos a Cristo Jesús.

6 El cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios.

7 Al contrario, se despojé de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición de hombre

8 se humillé a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

9 Por eso Dios lo exalté y le dio el nombre que está por encima de todo nombre,

10 para que ante el nombre de Jesús doble la rodilla todo lo que hay en los cielos, en la tierra y en los abismos,

11 y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor; para gloria de Dios Padre.

 

La exhortación de Pablo reflexiona en profundidad esta frase: <<Tened los sentimientos que correspondan a quienes están unidos a Cristo ]essús» (v. 5).

Jesús ha planteado el tema de la responsabilidad personal. Pensemos en la parábola de los talentos cada uno dará cuenta de lo que ha recibido. Pero también ha expuesto el tema de la responsabilidad colectiva –o mejor aun, comunitaria—- de cara al bien y al mal, en concreto con los mas débiles, con los pequeños. Y no solo en polémica con los judíos, desafiándolos por sus pecados; él mismo, que no ha cometido pecado, ha tomado sobre si todos los nuestros. Y se ha convertido en pecado por nuestra Salvación.

Cada uno de nosotros, de alguna manera, tiene que rendir cuentas de todo y todos de cada uno mismo. El, por nosotros, se ha hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Ha vivido la justicia y la rectitud haciendo de la voluntad del Padre su alimento. Se ha hecho justificación por todos y cada uno de nosotros. Si lo seguimos, podemos estar seguros, nosotros que somos pecadores, de pasar de la muerte a la vida. Podemos experimentar este paso ya, desde la vida terrena, y tener la esperanza cierta de la eternidad.

 

Evangelio: Mateo 21,28-32

Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

28 ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo; <<Anda, hijo, ve a trabajar hoy en la viña».

29 El respondió; <<No quiero». Pero después se arrepintió y fue.

30 Luego se acercó al segundo y le dijo lo mismo. El respondió: <<Voy, señor». Pero no fue.

31 ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?

Le contestaron:

-El primero.

Entonces Jesús les dijo:

- Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el Reino de Dios.

32 Porque vino Juan a mostraros el camino de la salvación y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y vosotros, a pesar de verlo, no os arrepentisteis ni creísteis en él.

 

• La parábola, referida por Jesús durante su actividad en Jerusalén, antes de la pasión y de la muerte, muestra, ante la voluntad explicita e imperativa del padre y la reacción de cada uno de los dos hijos, no solo la diferencia y la distancia entre las palabras y los hechos, sino el cambio y la transformación interior en el modo de pensar.

El primero de los hijos da la impresión de ser sincero, y, de forma veraz, le comunica al padre su voluntad: <<No quiero». Pero después de la respuesta use arrepintió» (v. 29), y obedeció, <<y fue» (v 29). El segundo hijo escucha formalmente las palabras del Padre y respetuosamente le dice: <<Voy Señor>> (v 30). Pero no tiene intención de hacer efectivas sus palabras, y desobedeció, <<y no fue» (v. 3o). El primer hijo reconsidera la decisión de cumplir la voluntad del Padre y cambia de actitud; Jesús lo subraya: <<Se arrepintió». El Maestro, con una pregunta, implica a los presentes para que se pronuncien sobre el distinto comportamiento de los dos hijos: <<¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Los interpelados le contestaron; <<El primero».

Jesús había dicho: <<No todo el que me dice: ¡Señor; Señor! entrará en el Reino de [os Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Muchos me dirán aquel día: ¡Señor; Señor! ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Pero yo les responderé: No os conozco de nada. Apartaos de mi malvados» (Mt 7,21-23). Y Jeremías, a propósito del sentido de la circuncisión (4,4): <<Circuncidaos para consagraros al Señor; quitad el prepucio de vuestro corazón, habitantes de Judd y de Jerusalén, no sea que estalle mi ira como fuego y arda sin que nadie pueda apagarla, por la maldad de vuestras acciones».

Puede parecer que el arrepentimiento y la conversión brotan de un <<conocimiento>> de la ley que dicta normas de comportamiento. En realidad, tienen la raíz en el corazón de la persona que reconoce en el legislador no a un amo, sino a un padre. En la persona que ve en la ley la expresión de la voluntad del padre - de un padre que quiere hacer feliz al hijo (pues hasta la ley le supone al hijo esfuerzo y sacrificio).

 

MEDITATIO

<<Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el Reina de Dios. Porque vino Juan a mostraros el camino de la salvación y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y vosotros, a pesar de verlo, no os arrepentisteis ni creísteis en él» (Mt 21,31-32).

La referencia básica de la lectura es el <<arrepentimiento», la conversión del corazón. <<Arrepentirse para creer>>. Jesús ha invertido intencionadamente el orden de los verbos. No es sélo <<creer para arrepentirse». Arrepentirse para creer consiste, ante todo, en no considerarse ni justos, ni rectos, ni Santos. Ni tampoco pensar que por observar tal o cual ley no somos como el resto de los hombres que no la observan.

Tener conciencia de ser pecadores nos pone en actitud de conversión. Creernos justos nos impide encauzar los pasos por el camino de la conversión. Quien nos hace justos, rectos y santos es Sólo Dios (la parábola del fariseo y del publicano de Lc 18,9-14 no deja lugar a dudas ni a equívocos). Arrepentirse para creer consiste en no ser nosotros quienes determinemos qué es bueno o malo, justo o injusto, recto o torcido, santo o profano, sino el Señor

El discurso de Ezequiel, entre Dios e Israel, arranca con un interrogante: ,¿Acaso no es justo mi proceder? ¿No es mas bien vuestro proceder el que es injusto? Es lícito -y necesario- preguntarse: ¿Qué sabe Israel de <<rectitud»? La respuesta Sólo la puede dar Dios: la iniquidad es causa de muerte; la justicia y la rectitud son causa de vida. Pasar de la iniquidad a la justicia y a la rectitud es pasar de la muerte a la vida. ¿Quién determina este paso? Dios.

 

ORATIO

Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia para que esté conmigo, y obre conmigo, y persevere conmigo hasta el fin.

Dame que desee y quiera siempre lo que te es mas acepto y agradable a ti.

Tu voluntad sea la mía, y mi voluntad siga siempre la tuya y se conforme en todo con ella.

Tenga yo un querer y no querer contigo, y no pueda querer y no querer sino lo que tu quieres y no quieres.

Dame, Señor que muera a todo lo que hay en el mundo, y dame que desee por ti ser despreciado y olvidado en este siglo.

Dame, sobre todo, lo que se puede desean descansar  en Ti y aquietar mi corazón en ti.

Tu eres la verdadera paz del corazón, tu el único descanso; fuera de ti todas las cosas son molestas e inquietas.

En esta paz permanente, esto es, en ti, sumo y eterno Bien, dormiré y descansaré. Amen (Tomas de Kempis, La imitación de Cristo, III,15,3).

 

CONTEMPLATIO

Dios omnipotente y eterno, señor del universo, creador y dueño de todas las cosas, tu, por obra de Cristo, has hecho del hombre el esplendor del mundo, le has entregado la ley natural y la escrita para que viva ordinariamente como ser dotado de razón, y, cuando peca, le propones como norma tu bondad para que se arrepienta, dirige tu mirada a quienes con su vida se desvían de ti, porque tu no quieres la muerte del pecador sino que se convierta, de modo que se aparte del camino de la perdición y viva.

Tu que has aceptado el arrepentimiento de los habitantes de Nínive, tu que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, tu que has abrazado con cariño paternal al hijo que dilapidó disolutamente los bienes y volvió arrepentido, acoge también ahora la penitencia de quienes te suplican, para que nadie peque en tu presencia: si te fijas en nuestras iniquidades, Señor, Señor, ¿quién podrá resistir?.Que agradable es estar en tu presencia.

Devuélvele a la Iglesia la dignidad y la condición primera, por intercesión de Cristo, Dios y salvador nuestro, a ti la gloria y el honor con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén (<<Constituciones de los apóstoles», VIII, 9, en S. Pricoco — M. Simonetti [eds.], La preghiem dei cristiani, Milan 2000, 125).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Señor; ten piedad de mí» (Mt 15,21).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Mi Dios, en mi se enfrentan dos hombres en cruenta batalla.

Uno, lleno de amor; seguirle fielmente ansía.

Mas el otro, rebelde a tu deseo, contra la ley estalla.

El primero siempre vuelto al cielo me dispone,

inclinado a los bienes eternos,

de los terrenales despreocupado.

El segundo me curva hacia la tierra con su funesto peso.

Infeliz, si conmigo peleo, ¿cuando alcanzaré la paz?

Quiero el bien, lo sé, y no lo hago. Lo quiero, y he aquí la miseria,

aquello que amo no lo hago, y el mal que no amo si lo hago, ¿qué horror!

¡Oh gracia, resplandor salvador ven y ponme de acuerdo!

Domina con tu dulzura a este hombre que tanto te contraría.

(J. Racine, Preghiere de l’umanita, Brescia l993, 46).

 

  

 

27º domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 5,1-7

1 Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor dedicado a su viña: Mi amigo tenia una viña en una fértil colina.

2 La cavó y despedregó, plantó cepas selectas, levantó en medio una torre y excavó también un lagar. Esperaba que diera uvas, pero dio agrazones.

3 Ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, juzgad entre mí y mi viña.

4 ¿Qué cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho? ¿Por qué esperando uvas dio agrazones?

5 Pues os voy a decir lo que haré con mi viña: le quitaré su cerca y servirá de pasto, derribaré su tapia y será pisoteada.

6 La convertiré en un erial, no la podarán ni la escardarán, crecerán cardos y abrojos y prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella.

7 La viña del Señor todopoderoso es el pueblo de Israel, y los hombres de Judá, su plantel escogido. Esperaba de ellos derecho y no hay mas que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos.

 

• El profeta nos presenta en la parábola al <<amigo», imagen de Dios, y <<su viña», estampa de Israel. El profeta entona para <<su amigo>> un <<cántico>> (vv. 1ss). El tema del canto es el amor que siente el amigo por su viña, A continuación prosigue con las acciones personales del amigo, implicando a los <<habitantes de Jerusalén, hombres de Judá» (v. 3), para que sean jueces entre él y su viña (<<¿Qué cabía hacer por mi viña; que yo no haya hecho?», v 4) y dicten sentencia. El profeta apunta que el amigo convertirá la viña en un erial» (v. 6) y concluye con la hermenéutica de la parábola (v. 7).

Dios puede trazar tanto una viña como un jardín. La evocación del Génesis es evidente. En esta ocasión, el proyecto de Dios es <<el pueblo de Israel». Los habitantes de Judá son el <<plantel escogido». Y ahora, la responsabilidad del jardín es del pueblo elegido. Si Israel no vive en la viña-jardín con corazón agradecido y no produce los frutos esperados, Dios convertirá el jardín en un desierto.

A Israel no solo le ha faltado la sensibilidad suficiente para reconocer la bondad y la generosidad de Dios y mostrarle gratitud, sino que le ha negado a Dios hasta los frutos de la justicia y el derecho. En la viña-jardín no hay mas que sangre derramada y gritos de lamento.

La parábola es un canto al amor y al mimo de Dios por Israel y una denuncia de la dureza de corazón del pueblo de Israel. En el fondo, siempre hay una llamada amorosa de Dios, que escucha y atiende el grito de los oprimidos.

 

Segunda lectura: Filipenses 4,6-9

6 Que nada os angustie; al contrario, en cualquier situación presentad vuestros deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias.

7 Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos por medio de Cristo Jesús.

8 Por último, hermanos, tomad en consideración todo lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de limpio, de amable, de laudable, de virtuoso y de encomiable.

9 Practicad asimismo lo que habéis aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto en mí. Y el Dios de la paz estará con vosotros.

 

Pablo, a punto de concluir la Carta a los Filipenses, les propone unas recomendaciones finales. Ante todo, no caer en la <<angustia». No sucumbir ante los apuros que la vida impone por tantos y tantos motivos, y que producen, dentro y fuera, tantas y tantas preocupaciones cotidianas, hasta el punto de arrebatar la paz y la tranquilidad. Pablo aconseja: <<Que nada os angustie» (v. 6). El creyente tiene un clarísimo método evangélico para superar esas miserias: hacer de Dios el referente primero de las oraciones, súplicas, intercesiones y acciones de gracias. Todo un precioso abanico de posibilidades, de distintas formas de orar, expresado con un vocabulario de rica inspiración bíblica. Basta con pensar en los salmos.

Quien se fía de Dios y confía en él encomendándole continuamente peticiones, dialogando y entablando coloquios filiales, recibirá el regalo de la paz (v. 7). La paz <<que supera cualquier razonamiento»; esto es, cualquier pensamiento, proyecto o iniciativa de paz humana. Porque la fuente de la verdadera paz es Dios mismo: el Padre que ha enviado al mundo a su hijo Jesucristo, <<nuestra paz>>.

 

Evangelio: Mateo 21,33-43

Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

33 Escuchad esta otra parábola: Había un hacendado que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se ausentó.

34 Al llegar la vendimia, envió sus criados a los labradores para recoger los frutos,

35 Pero los labradores agarraron a los criados, hirieron a uno, mataron a otro y al otro lo apedrearon.

36 De nuevo envió otros criados, en mayor número que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo,

37 Finalmente les envió a su hijo, pensando: <<A mi hijo lo respetarán,>>

38 Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: <<Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia».

39 Le echaron mano, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.

40 ¿Qué os parece? Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿que hará con esos labradores?

41 Le respondieron:

- Acabará de mala manera con esos malvados y arrendaré la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.

42 Jesús les dijo:

- ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que rechazaron las constructores se ha convertido en piedra ungular; esta es obra del Señor y es realmente admirable?

43 Por eso os digo que se os quitará el Reino de Dios y se entregará a un pueblo que dé a su tiempo los frutos que al Reino corresponden.

 

• La parábola de los labradores homicidas, en el evangelio de Mateo (presente en los tres sinópticos, aunque con algunas diferencias y con elementos Comunes; por ejemplo, la muerte del hijo fuera de la viña), viene a continuación de aquella de los dos hijos que el padre envía a trabajar en la viña, la lectura del domingo anterior propuesta por la liturgia.

El dueño tiene la viña extraordinariamente cuidada. Ha transformado un terreno laborable en un auténtico jardín. Seto, lagar y torre no son precisamente elementos frecuentes en una viña (cf v. 33). En ésta, si. Y aún hay más. Arrienda la viña a unos labradores para que la gestionen con plena libertad. Confía en ellos y se ausenta. Y en el tiempo de la vendimia, prudentemente, envía unos criados (según el texto, en numero de tres) a los labradores <<para recoger los frutos» (v 34), pero a uno lo hirieron, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. E1 dueño vuelve a enviar a otros criados, <<en mayor número que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo» (v. 36). Entonces, el dueño de la viña tomó la decisión, do1orosa y responsable, y mas arriesgada, si se considera el comportamiento precedente de los labradores, de enviar a <<su hijo». <<A mi hijo lo respetarán>> (v. 37), pensaba. A1 verlo, los labradores manifiestan la intención que inicialmente les había movido y que ahora les empuja hasta el extremo de matar al hijo. <<Este es el heredero. Vamos a matarlo» (v. 38).

En este punto, Jesús, mediante una inflexión, involucra a los presentes y pasa de la parábola a la historia: <<¿Que os parece? Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con esos labradores?» (v. 4o). Y honestamente, aunque, quizá, sin pensar en las consecuencias, se la dan: <<Acabará de mala manera con esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo» (v. 41). Entonces Jesús trae a colación la Palabra de Dios para que dé testimonio. La viña es el Reino de Dios. Los jornaleros homicidas son los oyentes que se le acercaron, los representantes de los judíos. La piedra rechazada será él mismo, Jesús. En el horizonte, <<un pueblo que dé a su tiempo los frutos que al Reino corresponde>> (v. 43). Los presentes, sumos sacerdotes y fariseos, comprendieron el sentido de la parábola de Jesús y querían <<echarle mano» (v. 46). Pero no lo hicieron por temor a la gente (cf v. 45).

 

MEDITATIO

Releamos dos frases que resumen la lectura profética y el pasaje evangélico: <<La viña del Señor todopoderoso es el pueblo de Israel, y los hombres de Judá, su plantel escogido. Esperaba de ellos derecho y no hay mas que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos» (Is 1,7). <<Jesús les dijo: ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra angular; esto es obra del Señor y es realmente admirable? Por eso os digo que se os quitará el Reino de Dios y se entregará a un pueblo que dé a su tiempo los frutos que al Reino corresponden» (Mt 21, 42-43).

Dios se ha manifestado y ha hablado con los patriarcas, les ha propuesto establecer una alianza con ellos y, para proveer al pueblo, le ha elegido un terreno, la tierra prometida, y una descendencia futura, numerosa, <<como las estrellas del cielo y la arena del mar».

Abrahán, Isaac y Jacob, a pesar de sus <<crisis», pero confiando en Dios y guardando la alianza, han encaminado los pasos de su vida hacia la constitución del <<pueblo de Israel». con el Éxodo, guiado por Moisés, y la instalación en la tierra prometida, realizada por Josué, aparece visiblemente el <<pueblo de Israel». Superado el periodo de los jueces, surge David y, con él, el reino unido de Judá e Israel, tipo del <<Reino mesiánico». Rápidamente sobreviene la división y con ella, la débil fidelidad a la alianza del pueblo elegido. El <<pueblo de Israel » y el <<Reino de Dios» siempre han mantenido una relación difícil y conflictiva. Los profetas en vano han vociferado apasionadamente la fidelidad de Dios y la infidelidad del pueblo. Después de la caída del Reino del Norte y posteriormente, la del Reino del Sur la situación ha sido de un sufrimiento difícil de aliviar.

        La responsabilidad colectiva de los labradores y, según la conclusión de la parábola, de Israel, emerge con fuerza. Dios, el <<amigo» y el <<dueño», ha dicho y ha hecho cuanto podía para que fructificase la viña y los labradores asumieran la responsabilidad. Los resultados son amargos e Israel es responsable. Sin embargo, Dios no se da por vencido: como en otras ocasiones, no se rinde ante el pasado.

Jesús denuncia el pecado del pueblo elegido con la parábola de los labradores homicidas. El auténtico final, expresión de la misericordia del Padre celeste, es la urgencia y apremio de la invitación de Oseas: <<Vuelve, Israel, al Señor; tu Dios, pues tu iniquidad te ha hecho caer. Buscad las palabras apropiadas y volved al Señor decidle: “Perdona todos nuestros pecados; como ofrenda te presentamos las palabras de nuestros labios"» (Os 14,2-3).

 

ORATIO

Señor, Señor, tu que abarcas con tu mano inmaculada el orbe entero, ten paciencia. con nosotros y compadécete de nuestras iniquidades, recuerda tu compasión y piedad. Visiíanos con tu bondad y concédenos, ayudados con tu gracia, huir el resto de este día de las múltiples tramas del Maligno y, con la gracia del Espíritu Santo, ampara nuestras vidas de sus insidias.

Por la misericordia y la bondad de tu Hijo unigénito, con el que eres bendecido, junto con el Espíritu Santo vivificante. Ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén (<<La liturgia delle ore. Quinta preghiera», en S. Pricoco - M. Simonetti [eds.], La preghiera dei cristiani, Milán 2000, 305).

 

CONTEMPLATIO

Ven, luz verdadera. Ven, vida eterna. Ven, misterio oculto. Ven, tesoro escondido. Ven, realidad inenarrable. Ven, persona inconcebible. Ven, regocijo inconmensurable. Ven, luz sin ocaso. Ven, esperanza verdadera de los que serán salvados. Ven, despertar de quienes duermen. Ven, resurrección de los muertos. Ven, omnipotente, con voluntad hacedora, renueva y transforma todas las cosas. Ven, invisible, intangible e impalpable. Ven, tu que ni cambias ni te mudas y en cada momento nos visitas y vienes a quienes yacemos en el infierno, tu que estas en las alturas. Ven, sumamente deseado y continuamente repetido, inefable e indecible. Ven, alegría eterna. Ven, corona inmarcesible. Ven, púrpura divina y rey nuestro. Ven, cinturón límpido, repujado de piedras preciosas. Ven, diestro consejero, purpúreo y soberano. Ven, tu que has deseado y deseas mi alma infeliz.

Ve junto al que esté solo, y yo lo estoy, ven. Ven, me separaste de los demás y solitario estoy en esta tierra. Ven, tu que te has convertido en deseo dentro de mi y te has hecho desear por mi, incluso siendo totalmente inaccesible. Ven, mi oxigeno y mi vida. Ven, consuelo de mi pobre vida humana. Ven, mi alegría y mi delicia ilimitada (Simeón el Nuevo Teólogo, Invocación al Espíritu Santo).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Somos tu viña y tu pueblo, Señor ten piedad de nosotros».

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Ahora te amo o ti sólo, o ti sólo sigo y busco, a ti solo estoy dispuesto a servir; porque tu solo justamente señoreas; quiero pertenecer o tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y obre mis ojos poro ver tus designios; destierra de mi todo ignorancia paro que te reconozca o ti. Dime adónde debo dirigir la mirada para verte o ti, y espero hacer todo lo que mandes. Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies, basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus contrarias, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de ti. Ahora comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque estoy llamando; enséñame el camino para llegar hasta ti. Solo tengo voluntad; sé que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de Io seguro y eterno. Esto hago, Padre, porque esto solo sé, y todavía no conozco el camino que lleva hasta ti. Enséñamelo tu, muéstramelo tu, dame la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a ti los que te buscan, no me

niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mi la fe, aumenta la esperanza, aumenta la caridad. ¡Oh, cuan admirable y singular es tu bondad! (Agustín de Hipona, <<Soliloquios», 1,1,5, en Obras de san Agustín, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1979, 440).

 

 

28º domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 25,6-10a

6 El Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares exquisitos, vinos refinados.

7 Y en este monte destruirá la mortaja que cubre todos los pueblos, el sudario que tapa a todas las naciones.

8 Destruirá la muerte para siempre, secará las légrimas de todos los rostros y borrará de la tierra el oprobio de su pueblo - lo ha dicho el Señor -.

9 Aquel día dirán; <<Éste es nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación, éste es el Señor en quien confiábamos; alegrémonos y hagamos fiesta, pues él nos ha salvado».

10 Se ha posado en este monte la mano del Señor.

 

El texto de Isaías nos presenta el banquete mesiánico que el Señor de los ejércitos preparará en lo alto de un monte, en Jerusalén. Se trata de un festín espléndido, con manjares que satisfacen el apetito y sacian el hambre, dispuesto por el Señor para todos los pueblos, incluso para aquellos que todavía no han podido contemplar el rostro del Señor porque lo tenia cubierto.

En otro lugar del libro de Isaías figura: <<Aquel día habrá una calzada de Egipto a Asiria: los asirios entrarán en Egipto y los egipcios en Asiria, y egipcios y asirios adorarán juntos al Señor: Aquel día, Israel, junto con Egipto y Asiria, será bendito en medio de la tierra, porque el Señor todopoderoso los bendice diciendo: "Bendito sea mi pueblo, Egipto; y Asiria, obra de mis marzos; e Israel, mi heredad"» (Is 19,23-25). El Señor, destruyendo la muerte, la última enemiga, enjugará las lágrimas del rostro de todos los pueblos.

Israel, su pueblo y su heredad, podrá expresar su gozo y su alegría porque su afligida y atormentada esperanza ha conseguido lo prometido. El señor ha sido fiel a su palabra, a pesar de la larga espera. Sin embargo, Moab, pertinaz en su soberbia, no participará del banquete (cf la Segunda parte del v. 10, omitido en la lectura litúrgica).

 

Segunda lectura: Filipenses 4,12-14.19-20

Hermanos:

12 Sé pasar estrecheces y vivir en la abundancia. A todas y cada una de estas cosas estoy acostumbrado: a la hartura y al hambre, a que me sobre y a que me falte.

13 De todo me siento capaz, pues Cristo me da la fuerza.

14 Sin embargo, habéis tenido un hermoso gesto al solidarizaros conmigo en la tribulación.

19 Mi Dios, que es rico, atenderé con largueza todas vuestras necesidades por medio de Cristo Jesús.

20 A nuestro Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

• Pablo inicia este texto usando términos antitéticos: estrechez y abundancia, hartura y hambre, sobrar y faltar son palabras opuestas o contrarias, con las que se expresa la idea de totalidad. Así, dice: <<A todas y cada una de estas cosas estoy acostumbrado» (u 12). Y añade que la iniciativa y la capacitación proceden de Cristo: <<Pues Cristo me da la fuerza» (v. 13). Dios es Todo, y quien se sumerge en él se sumerge en el Todo. Teresa de Ávila dirá; <<Nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta».

La vida, en su totalidad, no excluye las adversidades. Los filipenses socorren a Pablo en los momentos de tribulación y colaboran con él. Pablo se lo agradece, y diré que la ayuda prestada ha sido Kuna ofrenda de suave olor y sacrificio que Dios acepta con agrado» (v 18, omitido por la liturgia). Dios - añade Pablo - no se deja ganar en generosidad. Atenderá cualquier necesidad de los filipenses, según su riqueza y conforme a su magnificencia por medio de Cristo Jesús. Pues: <<A nuestro Dios y Padre, sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (V. 2o).

 

Evangelio: Mateo 22,1-14

1 Jesús tomó de nuevo la palabra y dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola:

2 - Con el Reino de los Cielos sucede lo que con aquel rey que celebraba la boda de su hijo.

3 Envió a sus criados para llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.

4 De nuevo envió otros criados encargándoles que dijeran a los invitados: <<Mi banquete esta preparado; he matado becerros y cebones, y todo esta a punto; venid a la boda».

5 Pero ellos no hicieron caso y se fueron unos a su campo y otros a su negocio.

6 Los demás, echando mano a los criados, los maltrataron y los mataron.

7 El rey entonces se enojó y envió sus tropas para que acabasen con aquellos asesinos e incendiasen su ciudad.

8 Después dijo a sus criados: <<El banquete de boda esta preparado, pero los invitados no eran dignos.

9 Id, pues, a los cruces de los caminos y convidad a la boda a todos los que encontréis»,

10 Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala se llenó de invitados.

11 Al entrar el rey para ver a los comensales, observó que uno de ellos no llevaba traje de boda,

12 Le dijo: <<Amigo, ¿como has entrado aquí sin traje de boda?», El se quedó callado.

13 Entonces el rey dijo a los servidores: <<Atadlo de pies y manos y echadlo fuera a las tinieblas; allí llorará y le rechinarán los dientes».

14 Porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos.

 

·• La parábola ha sido contada por Jesús en Jerusalén, en las vísperas de su pasión y muerte. El Reino de los Cielos, dice Jesús, se parece a un rey que organiza el banquete de bodas de su hijo. Cuando todo está listo, manda a unos criados para que <<llamen a los invitados» (<<llamar a los llamados», es como se expresa el texto griego). Quizá quiera subrayar que el rey ha confeccionado una lista de huéspedes que, de alguna manera, ostentan algún título para ser invitados. De todas formas, esta claro el título (trato) de reconocimiento y benevolencia concedidos por el rey. La <<voluntad» de los invitados no es solo de rechazo. Algunos tienen otros intereses en los que pensar —atender los asuntos personales— y no quieren perder tiempo. Y otros tienen intenciones hostiles: maltratan y matan a los criados del rey Estos últimos no solo le muestran indiferencia al rey, sino que actúan violentamente. Y, a su vez, el rey reacciona con dureza (cf v. 7).

Entonces comienza la Segunda parte de la parábola (vv. 8-1o). El rey actúa con una sensibilidad bien diferente a la mostrada con los primeros invitados. Amplía la invitación, extensiva a <<todos los que encontréis» (v 9), y los criados invitaron <<a todos los que encontraron, buenos y malos» (v. 1o). La parábola desvela el corazón del <<Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45). El banquete pierde el sentido elitista y la <<llamada>> adquiere decididamente un alcance universal. La sala se llena de comensales.

Para comprender la tercera parte de la parábola (vv. 1 1-14), el rey que entra para <<ver» a los comensales y encuentra a uno de ellos sin traje de boda, es necesario recordar que, en Oriente, el anfitrión (rey que <<invitaba a los invitados») les proporcionaba habitualmente el traje de boda. Si este es el caso, el invitado no ha aceptado la vestidura y ha entrado rechazando el gesto amigable del rey, casi imponiéndole su presencia.

 

MEDITATIO

En la primera lectura leemos: <<El Señor todopoderoso preparará en este monte para todos los pueblos un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares exquisitos, vinos refinados>>i Y en el evangelio <<Jesús tomó de nuevo la palabra y les dice esta parábola: Con el Reino de los Cielos sucede lo que con aquel rey que celebraba la boda de su hijo...».

La Palabra de este domingo se centra en los banquetes (cf también el salmo responsorial). La Iglesia nos ofrece datos y noticias de banquetes extraordinarios organizados por personajes importantes: el señor de los ejércitos (primera lectura) o un rey (evangelio). Cuentan con un programa detallado: se trata de un banquete que tendrá lugar en Jerusalén (primera lectura) o de otro, con ocasión de unas bodas reales, que se celebrará en un edificio regio (evangelio). Y un menú: excelente y exquisito en ambos casos: manjares suculentos y vinos de solera (primera lectura), cebones y capones (evangelio). Los invitados al convite son agasajados espléndidamente por los anfitriones. Invitados todos los pueblos, sean muchos o pocos, todos los que se encuentren en las encrucijadas, sean hombres o mujeres.

Tanto en la primera lectura (el caso de Moab) como en la parábola del evangelio (el invitado sin vestido), los comensales invitados al banquete se han debido preparar responsable y concienzudamente, Moab es uno de los pueblos enemigos, ancestral y de siempre, de Israel. Sus orígenes son narrados como incestuosos, y su rey Balac (Nm 21ss.) intentó maldecir a Israel contratando al profeta Balaán. Sin embargo, Rut, una moabita, nuera de Noemí, ha entrado en la genealogía de David y, por lo tanto, del Mesías. El invitado, sorprendido sin traje de boda, no lo ha revestido el rey, como era costumbre en Oriente, sino que se lo ha ofrecido para que honre a todos los comensales.

No podemos - y no debemos - comportarnos ni como el infiel moabita (soberbio) ni como los ingratos invitados al banquete que respondieron hostilmente al rey, incluso matándole al hijo, ni tampoco como el comensal que no quiso vestirse de fiesta. Hagamos nuestros los sentimientos del salmo 23 y prolonguemos el momento del banquete <<en la casa del Señor por días sin término». ¡Dios es realmente grande y enormemente generoso!

 

ORATIO

Tu, que quieres que venzamos el mal con el bien y que oremos por quienes nos persiguen, apiádate, Señor de mis enemigos y de mi y condúcenos a tu celestial Reino.

Tu, que agradeces las oraciones de tus siervos, que pidamos unos por otros, recuerda tu gran benevolencia y apiádate de nosotros, Señor; de quienes tenemos presentes a los demás en nuestras oraciones, ellos en las suyas y yo en las mías. Tu, que ves la buena voluntad y las obras buenas, recuerda, Señor a quienes por cualquier razón, por pequeña que sea, no dedican tiempo a la oración. Apiádate de quienes padecen extrema necesidad, socórrelos, Señor. Apiádate de nosotros, de ellos y de mi, Piedad.

Recuerda, Señor a los niños, a los adultos y a los jóvenes, a los ancianos y a los venerables, a los hambrientos, a los sedientos y a los desnudos, a los prisioneros y a los extranjeros, a los que no tienen ni amigos ni sepulturas, a los delicados y a los enfermos, a los posesos, a los propensos al suicidio, a los atormentados, a los desesperados y a los confusos, a los débiles, a los afligidos y a los apesadumbrados, a los condenados a muerte, a los huérfanos, a las viudas, a los vagabundos, a las parturientas y a los niños de pecho, a los que se arrastran esclavizados en las minas, en las cárceles o en soledad (Lancelot Andrewes, en Le preghiere dellhmanitd, Brescia 1993).

 

CONTEMPLATIO

Santa Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo —Dios omnipotente en tres personas iguales y coeternas—, ten misericordia de mi. Delante de tu Majestad reconozco humildemente, desde lo hondo de mi miseria y mezquindad de pecador que he afanado mi vida en el pecado, desde mi infancia hasta hoy

Y ahora, Señor bueno y misericordioso, que me has concedido la gracia de reconocer mis pecados, concédeme la gracia de arrepentirme no solo de palabra, sino de corazón, con el dolor y pesar de la contrición. Y distanciarme para siempre. Perdóname los pecados de mi mente, ofuscada en afanes terrenos, en inclinaciones maléficas y costumbres dañinas, todo por mi insuficiencia para reconocerlo como pecado. Ilumina mi corazón, Señor misericordioso, y otórgame la gracia de mantener el conocimiento y tener conciencia. Perdóname los pecados que por descuido he olvidado y refréscame la mente para que pueda reconocerlos claramente.

Dios glorioso, que por tu gracia, y desde ahora, ponga en ti mi corazón y no dé mas valor a las cosas terrenas, y así, con tu santo apóstol Pablo, pueda decir: <<El mundo está crucificado para mi y yo para el mundo» (Gal 6,14). <<Para mi la vida es Cristo, y morir una ganancia. Deseo la muerte para estar con Cristo» (Flp 1,21.23).

Dame la gracia de corregir mi vida y de esperar sin aversión a la muerte, que para aquellos que mueren en ti; Señor, es una puerta abierta a la feliz vida (Tomas Moro, en Preghiere dellhmanita, Brescia 1993, 631).

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Ven, Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a tu oveja perdida>>.

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Ven, Señor Jesús, y busca o tu siervo, busca o tu oveja perdida.

Ven, pastor, busca, como José buscaba a las ovejas. Se ha extraviado tu oveja mientras tardabas deambulando por los montes. Deja las noventa y nueve y ven a buscar a la oveja que esta perdida. Ven sin perros, sin siervos ni asalariados, que no entrón por la puerta. Ven sin zagal y sin mensajero. Desde hace tiempo espero tu llegada. Sé que vendrás, pues <<no he olvidado tus mandamientos». Ven no con vara, sino con caridad y Espíritu de mansedumbre.

No titubees en dejar por los cerros a las noventa nueve ovejas; los lobos feroces no atacarán hasta que no lleguen a los montes. La serpiente, en el paraíso, solo consiguió hacer daño una vez; sin embargo, después de la expulsión de Adán, ha perdido el gancho de la seducción y sin él no puede dañar. Ven, que esta atormentado por el ataque de lobos peligrosos. Ven, que me han expulsado del paraíso y mi infortunio está mordido con el veneno de la serpiente. Ven, que me encuentro errando lejos del rebaño por estos collados. Yo también era de tu rebaño, pero el lobo nocturno me ha alejado de tu redil. Búscame, pues yo te busco; búscame y encuéntrame, tómame y llévame. Tu encuentras al que buscas, tomas al que encuentras, y cargas sobre tus hombros al que has tomado. No sientes molestia por un peso que te inspira piedad, no te pesa una carga que consideras justa. Ven, pues, Señor, que aunque estoy extraviado, sin embargo <<no he olvidado tus mandamientos» y conservo la esperanza de la medicina.

Ven, Señor, porque sólo tu eres capaz de hacer volver a la oveja perdida. No entristezcas a quienes se han alejado de ti. También ellos se alegrarán por la vuelta del pecador. Ven y trae la salvación a la tierra y la alegría al cielo. Acógeme no como a Sara, sino como a Maria, para que sea no solo virgen intacta, sino virgen inmaculada, por efecto de tu gracia, de cualquier mancha de pecado. Ponme bajo la cruz que da la salvación a los extraviados donde encuentran reposo los cansados y vivirán todos los que mueren (Ambrosio de Milán, <<Comentario al salmo 128», XXII, 28-30, en S. Pricoco - M. Simanehi [eds.], La preghiera dei crisriani, MiIan 2000, 169).    

 

29º domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Isaías 45,1.4-6

4 Así dice el Señor a Ciro, su ungido: Te he tomado de la mano para someter ante ti las naciones y destronar a los reyes; para hacer que las ciudades se te rindan sin que nadie pueda cerrarte sus puertas,

5 Por causa de Jacob, mi siervo, y por amor a Israel, mi elegido, te llamé por tu nombre, te dí un título, aunque no me conocías.

6 Yo soy el Señor y no hay otro; no hay dios fuera de mí. Te he dado autoridad, aunque no me conoces,

7 para que sepan de oriente a occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor; y no hay otro.

 

» De las palabras del profeta, activo durante el destierro babilónico y conocido como el <<Segundo Isaías», se deduce el vigoroso plan de YHWH, el Señor de la historia. Para cumplir su proyecto utiliza todos los medios, incluso los más impensables e ilógicos que pudiera imaginar nadie. Así, Ciro, un rey pagano y persa, sin saberlo, es elegido por YHWH como instrumento de su plan de liberación en favor del pueblo de Israel (cf v. 4). La investidura real de Ciro es un acontecimiento querido por Dios. Si algo se opusiese, será neutralizado por la voluntad divina (así que nadie puede cerrarte sus puertas»). El Señor ha decidido que el pueblo de Israel recobre la libertad, Jerusalén sea reconstruida y el templo restaurado.

En la historia del pueblo elegido, es la primera vez que Dios se dirige a un rey extranjero con un oráculo favorable y que el rey pagano es mencionado con el título de ungido, <<consagrado>>. Dios introduce a este extranjero —que ni siquiera conoce su nombre (v 5)- en la dinámica de la historia de la liberación de su pueblo. El Señor se muestra —sirviéndose de Ciro, instrumento de la nueva liberación— como el supremo árbitro de la historia y del tiempo.

El pueblo elegido aparece en medio de la historia de la salvación, pero no es el centro. Dios, Señor de la historia, actúa a través de los acontecimientos y de las personas dirigiendo su propio proyecto, Esta claro que la centralidad no la ocupa el pueblo de Israel, sino el Señor, Dios (no hay dios fuera de mí>> (v. 6), único e incomparable en su proceder como Creador y Salvador potente.

 

Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 1,1-5

1 Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los tesalonicenses, que es la iglesia de Dios Padre y de Jesucristo, el Señor A vosotros, gracia y paz.

2 Damos gracias continuamente a Dios por todos vosotros y siempre os recordamos en nuestras oraciones,

3 Ante Dios, que es nuestro Padre, hacemos sin cesar memoria de la actividad de vuestra fe, del esfuerzo de vuestro amor y de la firme esperanza que habéis puesto en nuestro Señor Jesucristo.

4 Conocemos bien, hermanos amados de Dios, como se realizó vuestra elección.

5 Porque el Evangelio que os anunciamos No se redujo a meras palabras,  sino que estuvo acompañado de la fuerza y plenitud del Espíritu Santo.

 

¤• Son los primeros renglones escritos de la primera página del Nuevo Testamento. Pablo se dirige a los ciudadanos de Tesalónica convertidos del paganismo y los define, sin ninguna dificultad, con el término iglesia, es decir, <<asamblea» (v. 1), igual que la comunidad cristiana de Jerusalén. Forman una comunidad de salvados por el Padre y Jesús, destinatarios del mismo gesto de predilección y elección; pertenecen al pueblo de la llamada de Dios a la salvación y viven la experiencia originaria de iglesia participando de la nueva vida de Cristo resucitado, el Señor, y de Dios Padre, el Dios de los cristianos. Toda la carta esta escrita bajo la Señal del agradecimiento, gratitud a Dios —el origen de la llamada a la fe de los tesalonicenses (vv. 3ss)— y gratitud a los tesalonicenses, que han perseverado en el Evangelio recibido y viven- en las tres virtudes teologales especificas de la vida cristiana: fe, esperanza y caridad (v 3). Son amados por Dios, y de este amor procede su empeño en la fe, que no se reduce a una mera actitud contemplativa, sino que esta acompañada de caridad eficiente, de la cual se desprende una firme esperanza que no es fuga del presente, sino ánimo para soportar las tribulaciones.

El estilo de vida de los tesalonicenses es el fruto preciado del Evangelio que, como fuerza del Espíritu, alcanza el corazón del hombre y lo transforma. Se entiende por qué Pablo agradece que su evangelio no haya sido en vano, no se haya reducido a simple ruido, a meras palabras, sino Palabra de Dios que los tesalonicenses han acogido como tal, <<escuchándola». El evangelio, acogido como Palabra de Dios, <<estuvo acompañado de la fuerza y la plenitud del Espíritu» (cf v 5), capaz de transformar la voluntad y los deseos de las personas y suscitar la plena convicción de vivir una auténtica vida cristiana y dar un testimonio eficaz.

 

Evangelio: Mateo 22, 15-21

15 Entonces los fariseos se pusieron de acuerdo para buscar algún motivo de acusación en sus palabras,

16 y le enviaron discípulos suyos con los partidarios de Herodes a decirle:

—Maestro, sabemos que eres sincero, que enseñas con verdad el camino de Dios y que no te dejas influir por nadie, pues no miras las apariencias de las personas.

17 Dinos, pues, tu parecer: ¿estamos obligados a pagar tributo al Cesar o no?

18 Jesús se dio cuenta de su mala intención y les dijo:

—¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas?

19 Mostradme la moneda del tributo.

Ellos le presentaron un denario,

20 y él les preguntó

—¿De quién es esta imagen y la inscripción?

21 Le respondieron:

-Del César

Jesús les replicó:

-Pues dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.

 

·» Fe y Política. A lo largo de la historia del cristianismo, las distintas respuestas a la cuestión de la relación de los dos temas abarcan un amplio abanico de posibilidades. La importancia del problema lleva a Mateo a recoger el episodio del tributo al César que se coloca dentro de las controversias de Jesús con los representantes de los diferentes grupos religiosos y políticos del judaísmo de la época (cf Mt 21,23-22,40).

Jesús no rehúye la trampa tramada por los fariseos y los herodianos (¡insólita asociación!) ofreciendo una improbable respuesta que satisfaga a unos, sin inquietar a los otros. Sabe perfectamente que los integristas judíos niegan a los romanos el derecho de cobrar impuestos y que los herodianos, colaboracionistas del régimen imperial, no pueden oponerse al pago del tributum capitis. Jesús sitúa el planteamiento a un nivel mas profundo: Dios y el hombre, el problema de la relación humana con Dios. Pide que le muestren la moneda del tributo —un denario, acuñado con la efigie del emperador- y le digan de quién es la imagen y la inscripción grabada (vv. 19ss). Clarísimamente invierte la situación y hace zozobrar las expectativas de sus interlocutores (M 21). Desbaratada la mala intención del increíble consorcio y desplaza la respuesta del plano ideológico al práctico, poniendo en el primerísimo puesto la decisión religiosa de la relación con Dios: sin tal opción, la solución de la interrelación de fe y poder resulta ambigua.

La célebre respuesta de Jesús (<<Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», m 21) recuerda la necesidad de distinguir los dos planos y denuncia cualquier tipo de mezcolanza teocrática, ya sea por divinización (culto al emperador) o por injerencia del dominio religioso en el ámbito político. La reacción de quienes buscaban algún motivo de acusación en sus palabras (<<Al oír esto, se quedaron asombrados, lo dejaron y se fueron», v 22) refleja confusión y perplejidad; han fallado en el intento de encontrar un pretexto para encarcelar a Jesús. Sin embargo, si quieren escuchan han encontrado un mensaje: anteponer a cualquier táctica política la búsqueda de la voluntad de Dios y someterse sinceramente a ella.

 

MEDITATIO

La primera lectura nos recuerda que, a pesar de todas las apariencias, las autoridades de este mundo reciben el poder de Dios, que es el Señor de la historia. Esto no quiere decir que se trate de un poder absoluto, de derecho divino y, por lo tanto, inopinable, sino todo lo contrario: quiere decir que todo poder esta llamado, siempre y en todo momento, a responder ante Dios de la veracidad y justicia de su propio ejercicio. Este es el reclamo de la celebre sentencia evangélica sobre el tributo debido al Cesar y la entrega completa a Dios.

Inspirarse en la Palabra de Jesús para tratar la problemática del poder y la responsabilidad del cristiano en el mundo significa distinguir dos planos distintos, el de Dios y el de los hombres, y saberlos interrelacionar Significa separar la cuestión del poder terreno —legítimo e ilegítimo— de las exigencias de la voluntad de Dios. El evangelio nos recuerda que no solo se debe responder de las decisiones públicas ante los hombres, sino que todos son responsables de sus decisiones, públicas y privadas, ante Dios.

Como el poder del Cesar alcanza exactamente hasta donde llegan las monedas con su efigie, Así el poder de Dios llega hasta donde alcanza su imagen. Y puesto que el hombre es la criatura modelada por Dios a imagen y semejanza (Gn 1,26), se sigue que, en cuanto <<imagen» de Dios, pertenecemos plenamente a Dios, que cualquier dimensión de nuestra vida se refiere a él, incluida la política. Esto no nos mengua, sino mas bien nos ayuda a liberamos de espejismos ante el poder y de colisiones frente a regimenes económicos, políticos y militares que impidan a la humanidad realizar con libertad y justicia su vocación de ser imagen de Dios. Distinguir los dos planos, indicados claramente por Jesús también nos pone en guardia frente a las recurrentes tentaciones integristas que anidan solapadamente bajo formas de <<fundamentalismo cristiano».

 

ORATIO

Señor, tu eres el Rey de la historia y todo lo que haces es para bien de los que te aman: incluso en las pruebas más difíciles. Te pedimos que con la ayuda del Espíritu veamos con la luz de la fe los complejos acontecimientos de la historia y contemplemos la mano amorosa que dirige el maravilloso proyecto de salvación de tu pueblo y de toda la humanidad. Te damos gracias porque nos llamas a colaborar en tus designios y nos pides que asumamos responsabilidades civiles y políticas. La Palabra de tu Hijo es esclarecedora: nos enseña a tomar conciencia de que el poder humano no puede ser ni <<demonizado» ni divinizado, sino que en él se debe manifestar la orientación de nuestra libertad.

Te damos gracias por crearnos a tu imagen y descubrirnos la grandeza de la vocación cristiana. Gracias porque podemos responderte con pequeñas y grandes cosas en la vida cotidiana, en el trabajo, en la política, en el voluntariado, en los asuntos sociales y mundanos, sin evadirnos del compromiso, la fatiga, ni las pruebas del tiempo: la fidelidad y la perseverancia, Gracias porque con tu ayuda podremos vivir todo esto, dándole al Cesar lo que es del César y a ti, nuestro Dios, cuanto es tuyo: nuestras vidas.

 

CONTEMPLATIO

Y así, si les pregunta, no es que él ignore lo que pregunta, sino que quiere condenarlos por sus mismas respuestas. Les preguntó, pues, el Señor: <<¿De quién es esta imagen y esta leyenda?». Y ellos le respondieron: <<Del César>>, Y les replicó: <<Pues dad al Cesar lo que es del César. Porque aquí no se trata de dar; sino de pagar y esto se demuestra por la imagen y la leyenda de la moneda, Mas por que no pudieran echarle en cara: ¿Luego tu nos sometes a los hombres?, prosiguió: <<Y a Dios lo que es de Dios». Posible es, en efecto, cumplir lo que toca a los hombres y dar a Dios lo que a Dios le debemos. De ahí que también Pablo diga: <<Dad, pues, a cada uno lo que le corresponda: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto, y al que honor; honor» (Rom 13,7). Por lo demás, cuando se os dice; <<Dad al César lo que es del César», entended que habla e1 Señor solo de aquellas cosas que no pugnan con la religión, pues, en caso contrario, ya no seria tributo pagado al César sino al diablo (Juan Crisóstomo, <<Homilías sobre el evangelio de san Mateo», 70,2, en Obras de san Juan Crisóstomo, II, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1950, 425-420).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Yo soy el Señor; y no hay otro» (Is 45,5).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir pora establecer y consolidar la comunidad humana según la ley [...].

El concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la ciudad eterna, o cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el Espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que a propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fuesen ajenos del todo a la vida religiosa, pensando que éstos se reducen meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinados obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. Ya en el Antiguo Testamento los profetas reprendían con vehemencia semejante escándalo. Y en el Nuevo Testamento sobre todo, Jesucristo personalmente conminaba graves penos contra él. No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entre las ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religioso por otro. El cristiano que falta a sus obligaciones temporales falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, o sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación. Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo octual, nn. 42-43, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1970, 319-322).

 

  

30° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO ·

Primera lectura: Éxodo 22,20-26

Así dice el Señor:

20 No molestes ni oprimas al forastero, porque vosotros también fuisteis forasteros en Egipto.

21 No maltrates a la viuda y al huérfano;

22 si los maltratas, clamará a mí y yo escucharé su clamor;

23 mi ira se encenderé y os haré morir a espada; entonces vuestras mujeres quedarán también viudas, y huérfanos vuestros hijos.

24 Si prestas dinero a alguno de mi pueblo, a un pobre vecino tuyo, no te portes con él como un usurero, exigiéndole intereses.

25 Si tomas en prenda el manto de tu prójimo se lo devolverás antes de la puesta de sol,

26 porque es lo único que tiene para cubrir su cuerpo. Si no, ¿con qué va a dormir? Si recurre a mi, yo lo escucharé, porque soy misericordioso.

 

¤• La venganza - o, dicho con otros términos equivalentes, el <<rescate» o la <<redención» (véase la raíz hebrea g'l)— era en el Antiguo Testamento un deber moral y un modo de practicar la justicia en una sociedad sin estructuras jurídicas adecuadas; sin embargo, y con frecuencia, degeneraba y resultaba incontrolable. A pesar de los prejuicios, incluso la ley del talión (Ex 21,23-25) expresa el Espíritu del <<código de la alianza» (Ex 20,22-23,33), que es una ley de misericordia.

El presente texto es una prueba de esta afirmación. Su lectura muestra que la Ley debe ser entendida como signo de la presencia del Señor que es misericordioso con su pueblo (cf v. 2ó) y cuida especialmente, con esmero y amor; de aquellos miembros mas desasistidos e indigentes, desprovistos de defensor <<vindicador» o <<redentor»: de quienes carecen y estén faltos de un <<clan», los extranjeros; de un padre o marido, el huérfano o la viuda; de un abogado, el pobre. De estas personas Dios se presenta como el defensor, o sea, como abogado, marido, padre y familia.

Las relaciones entre los hombres —si no empañasen la verdad del Dios que se ha revelado a Israel— no deberían impregnarse ni de criterios egoístas ni de intereses económicos personales o grupales (v. 24), sino de Espíritu de solidaridad, compasión y comprensión, como Israel ha podido experimentar con Dios. El versículo inicial de la lectura trae a la memoria la liberación de la esclavitud de Egipto (v 20) y continúa con unas enseñanzas que transpiran este Espíritu de misericordia. No son simples normas de filantropía interracial o interclasista, sino expresiones de una exigencia teológica: quien ha conocido a Dios debe actuar conforme a la verdad de este Dios misericordioso y cariñoso que sale a su encuentro como liberador.

 

Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 1,5b-10

Hermanos:

5 Sabéis de sobra que todo lo que hicimos entre vosotros fue para vuestro bien.

6 Por vuestra parte, seguiréis nuestro ejemplo y el del Señor recibiendo la Palabra en medio de grandes tribulaciones, pero con el gozo que viene del Espíritu Santo.

7 De esta manera habéis llegado a ser modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.

8 Y no solo en Macedonia y Acaya habéis hecho resonar la Palabra del Señor sino que por todas partes se ha extendido la fama de vuestra fe, de suerte que nada tenemos que añadir por nuestra parte.

9 Ellos mismos refieren la acogida que nos dispensasteis y cómo os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero

10 y para vivir con la esperanza de que su Hijo Jesús, a quien resucité de entre los muertos, se manifieste desde el cielo y nos libere de la ira que se acerca.

 

La comunidad de Tesalónica es una iglesia muy joven. Hace poco tiempo que ha recibido el mensaje del Evangelio y vive la frescura y la novedad de la vida de Cristo resucitado. Pablo se siente orgulloso y ve revivida su propia experiencia en la de esta comunidad (v 6).

Bajo la acción del único Espíritu, Jesús y los apóstoles, Pablo y sus comunidades, están embarcados en el mismo destino y se encuentran unidos por la misma vocación; son solidarios en el camino de la cruz y copartícipes de la alegría de los frutos de la resurrección. Por esta razón, como Pablo, la iglesia de Tesalónica <<ha llegado a ser modelo», punto de referencia y foco de irradiación del Evangelio. Es una iglesia que imita de Pablo la <<alegría» de vivir según el Evangelio: la alegría es un don del Espíritu, del Espíritu Santo que ha guiado a Jesús hasta la entrega de si mismo y que ahora conduce a Pablo en medio de las pruebas y tribulaciones. La comunidad también imita la entereza con la que Pablo acoge la persecución y los contratiempos por causa del Evangelio. Y justo por esto, los tesalonicenses se han convertido en un ejemplo a imitar para los cristianos de Grecia: <<De esta manera habéis llegado a ser modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya» (v. 7). La iglesia de Tesalónica ha seguido de Pablo el ejemplo de la misma acogida entusiasta del Evangelio y se ha encargado de evangelizar al resto de Grecia con palabras y hechos, con la propia vida: <<Y no sélo en Macedonia y Acaya habéis hecho resonar la Palabra del Señor» (v. 8).

Cuanto ha sucedido en la conversión de los tesalonicenses es un poco el paradigma del kerygma cristiano a los paganos: pasar del politeísmo idolátrico al monoteísmo confiado, <<abandonar los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero» (v. 9) y adherirse a la revelación cristológica, que espera su pleno cumplimiento en la parusía, es decir, el regreso glorioso de Cristo (wa 10). Este argumento constituiré uno de los temas fundamentales de la carta.

 

Evangelio: Mateo 22,34-40

34 Cuando los fariseos oyeron que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron,

35 y uno de ellos, experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

36  —Maestro, ¿cuál es el mandamiento mas importante de la Ley?

37 Jesús le contestó:

—Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

38 Este es el primer mandamiento y el más importante.

39 El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como a ti mismo.

40 En estos dos mandamientos se basa toda la Ley y los profetas.

 

La pregunta del escriba, <<experto en la Ley» (v. 34), no es solo un recuerdo histérico de la confrontación entre Jesús y sus adversarios, siempre dispuestos a acabar con él, sino un reflejo de las preocupaciones de la comunidad a la que se dirige Mateo. La comunidad a la que Mateo escribe el evangelio quiere saber qué precepto resume todas las enseñanzas de la Ley y los profetas y evitar la confusión que supone el cumplimiento de una miríada de obligaciones y deberes. Los interlocutores de Jesús no le preguntan, como en Marcos, cuál es el primer mandamiento, sino cuál es <<el mas grande» (v 30), un semitismo para expresar <<el más importante».

La respuesta de Jesús a la pregunta del escriba se articula en dos momentos: primero, se refiere al shemá Israel (<<Escucha, Ismel», Dt 6,4ss,), la oración cotidiana de los judíos; después, la asocia con el precepto del amor al prójimo (Lv 19,18). Al final, añade: <<En estos dos mandamientos se basa toda la Ley y los profetas>>, (v. 40). El amor es la única respuesta verdaderamente adecuada que el creyente puede darle al Dios que lo ha amado primero y que le ofrece su amistad. Un amor, como ya enseñaba el Antiguo Testamento, único e indiviso, aglutinador de todos los componentes del ser: la inteligencia, la voluntad y las fuerzas vitales. Un amor Así necesita salir de la dispersión y encontrar la integración, una unidad de vida consciente y libre.

El verdadero amor a Dios, síntesis de la Ley, posee un nexo inseparable con el amor al prójimo; <<El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo coma a ti mismo» (wz 39). En caso contrario, hay que denunciar el carácter hipócrita, tal como lo han hecho con insistentes avisos los profetas de Israel, de un culto formalista que no practique la justicia y la misericordia con el prójimo. La unidad inherente entre los dos mandamientos es indudablemente el corazón de la predicación profética y de la Torah, como muestra, por ejemplo, la primera lectura, tomada del antiguo código de la alianza.

 

MEDITATIO

La respuesta de Jesús al escriba con la cita del <<Escucha, Israel» nos ayuda a aclarar qué conlleva amar a Dios, una actitud que no puede entenderse como el mero sentimiento con el que una persona ama a otra para hacerle el bien. En el Antiguo Testamento, <<amar a Dios» es escucharlo, es confiar en su palabra prometedora, es condicionar la vida a la Palabra. Amar a Dios equivale a decidirse por Dios con la totalidad del ser; sin reservas. La actualidad de la respuesta de Jesús a la cuestión propuesta por el escriba sobre el precepto mas importante de la Ley ilustra aspectos de hoy día. Por ejemplo, numerosos bautizados vacilan y se preguntan qué hacer en situaciones particulares, y todo porque no han decidido en realidad qué es lo mas urgente o conveniente en la vida. Solo Dios es la causa por la cual vale la pena invertir todos los recursos vitales, la única en la que tiene sentido gastar la existencia.

La verdad del primer mandamiento depende de cómo se viva el segundo, el amor al prójimo. ¿Y qué es amar al prójimo según la perspectiva de Jesús? Jesús introduce una novedad en el concepto del prójimo que supera toda barrera: no es solo el amigo o el consanguíneo, sino también el extraño o extranjero, e incluso el enemigo (cf Mt 5,43-48). El prójimo no viene determinado ni definido por un listado de principios generales, sino por el amor concreto que descubre al otro y lo que puede hacer por él. Jesús nos enseña la realización perfecta de este amor concreto con su profunda compasión por cualquier persona necesitada, sana o enferma. En Jesús descubrimos el modelo supremo para hacemos próximos, el ejemplo donde inspiramos en las situaciones de <<proximidad». Podemos enumerarlas bajo una triple tipología: el amor al prójimo como atención solicita ante las necesidades del otro, como perdón y reconciliación con el enemigo, y como servicio al amigo o al hermano.

 

ORATIO

Señor, te bendecimos porque nos muestras el sendero de la vida con el mandamiento del amor cuya practica nos acerca cada vez mas a ti y nos conforma mejor con Jesucristo, tu amadísimo Hijo.

Ayúdanos a amarte, destronando de nuestro corazón los ídolos y dejando que tu Palabra plasme en nosotros la criatura nueva, que te pertenece por entero. Te hacemos hueco en nuestra vida. Queremos amarte, Dios nuestro, como el único y reconocer que eres el guía de la vida. Tu nos permites superar las indecisiones en las pequeñas y grandes elecciones y nos ayudas a vencer nuestro pequeño yo <<autárquico», que continuamente nos dice que para vivir hasta con nuestros propios recursos y que somos autónomos para amar. Que tu Palabra nos libere de la seducción de este yo <<diminuto», chato de ideales, encorvado sobre si mismo y privado de amor y solidaridad con el prójimo.

Te pedimos que nos concedas la gracia de tu Espíritu para que podamos servirte fielmente amando a nuestros hermanos, especialmente a los necesitados y humildes, tus preferidos.

 

CONTEMPLATIO

¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo perfectas; que para ser unos con El y con el Padre, como su Majestad le pidió, mirad qué nos falta para llegar a esto. Acá solas estas dos que nos pide el Señor: amor de su Majestad y del prójimo; es en lo que hemos de trabajar; guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y Así estaremos unidos con El. Mas ¡qué lejos estamos de hacer como debemos a tan gran Dios estas dos cosas, como tengo dicho! Plega a Su majestad nos dé gracia para que merezcamos llegar a este estado, que en nuestra mano esta si queremos.

La mas cierta Señal que - a mi parecer - hay de si guardamos estas dos cosas es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber (aunque hay indicios grandes para entender que lo amamos), mas el amor del prójimo, si. Y estad ciertas que mientras mas en este os viereis aprovechadas, mas lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene que en pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto yo no puedo dudar (Teresa de Jesús, << Moradas del castillo interior», V, 3,7-8, en Obras completas de santa Teresa, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1902, 380-381).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y al prójimo como a ti mismo» (cf Mt 22,37.39).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Antes de la venido de Jesús, los imprecaciones de los profetas recordaban que los sacrificios no le agradaban o Dios y que era imposible darle culto sin un corazón humilde que no practicara la justicia con el prójimo   Un por de frases sólidas de los labios de Cristo nos bastan para que sepamos qué meditar y qué hacer hasta el final del mundo: <<Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros. Como yo os he amada, así también amaos los unos o tos otros». ¡Y es todo!

¿Por qué este mandamiento es nuevo? Antes de pronunciar estas palabras, a la pregunta: << Cual es el mandamiento mas importante de la Ley?>a>, Jesús no hace otra cosa que recordar la Ley: <<Amarás at Señor tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu alma y con todo tu mente. Este es el primer mandamiento y el más importante. El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como o ti mismo. En estos dos mandamientos se basó toda  la <<Ley y los profetas>>. Después de recordar que en el Antiguo Testamento esté escrito: <<Amarás a tu prójimo, odiarás a tu enemigo>>, <<Ojo por ojo, diente por diente>>, Jesús añade: << Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen; a quien os abofetee en la mejilla derecha presentadle también la otra». Entiéndase: esto no es una aplicación, sino una consecuencia,

Lo nuevo en el mandamiento de amarnos unos a otros es, desde ahora, amar a nuestros hermanos como Jesús nos ama [..,]. Y aun hoy otro aspecto de este mandamiento del Señor, no siempre bien comprendido, sobre el que debemos reflexionar brevemente. En efecto, en el mandamiento de la Ley tenemos que amar al prójimo <<como a ti mismo». Se ha visto en esta  término uno especie de <<minimización» del amor o los otros y casi la justificación de una solapada prudencia egoísta. Y ciertamente, no estamos obligados a amar o nuestros hermanos mas que a nosotros mismos. No tenemos que pretender excesivos cosos con los otros, yo que es necesario empezar por nosotros mismos. Y se acaba con una filosofía de la vida muy mediocre y con una concepción muy humana y egoísta del amor al prójimo. El Señor repite este mandamiento y lo asume como propio (R, Voillome, Con Gesu nel deserto, Brescio i969, 103ss.).                        

 

 

 

31° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Malaquías 1,14b-2,2b.8-10

14 Yo soy un gran rey, dice el Señor todopoderoso, y mi nombre es temido entre las naciones.

2.1 Y ahora, a vosotros, sacerdotes, se dirige este aviso.

2 Si no escucháis, si no os proponéis dar gloria a mi nombre, dice el Señor todopoderoso, yo lanzaré contra vosotros la maldición: convertiré en maldiciones vuestras bendiciones; de hecho, ya las he convertido en maldiciones porque ninguno hace caso.

8 Pero vosotros os habéis desviado del camino; con vuestra enseñanza habéis servido de tropiezo a muchos y habéis invalidado la alianza de Leví, dice el Señor todopoderoso.

9 Por eso, también yo os he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, porque vosotros no me habéis obedecido, ni en vuestras decisiones habéis tratado a todos por igual.

10 ¿No tenemos todos nosotros un mismo Padre? ¿No nos ha creado un solo Dios? ¿Por qué nos engañamos unos a otros y violamos la alianza que Dios hizo con nuestros antepasados?

 

•·• La voz de Malaquías se eleva firme, vehemente, y sin mayores sutilezas diplomáticas denuncia a los responsables del pueblo -en concreto, a los sacerdotes y levitas- porque han reducido la religión a unos gestos rituales, a una conducta exterior; privándola de una efectiva incidencia en la vida personal y social. La moralidad, mas que búsqueda del bien y de la justicia, es una practica pervertida y avalada por un sacerdocio corrompido, que menosprecia la alianza y se ha convertido en motivo de maldición, mas que de bendición; es causa de tropiezo y no sirve.

Se advierte que eran funciones fundamentales del sacerdocio bendecir y enseñar (cf Nm 6,22-27; Neh 8,7ss), pero estas acciones son compatibles solo si los sacerdotes llevan una vida coherente y honesta, una vida que proceda según el edificante ejemplo de los ilustres predecesores, y no según los indignos deseos personales. Esta conducta es ocasión de divisiones en la comunidad, en lugar de ser muestra de una comunidad unida y fraterna que tiene un mismo padre, un solo Dios. Han hecho de la comunidad un lugar de ritos vacíos, incapaces de crear comunión y vínculos fraternos y sin repercusiones en las relaciones sociales. Ciertamente, el texto es provocador; en concreto, para los sacerdotes, a quienes se dirige el aviso de volver a la alianza que Dios ha establecido con ellos y que han ido invalidado (v 8) a medida que han apagado la vocación inicial y las exigencias primeras de servir.

También el poder recibido lo han ejercido con parcialidad y favoritismos personales, unas practicas que chirrían con la igualdad y hermandad queridas por YHWH para que reinen en el pueblo de Israel, a quien ha liberado y le ha revelado su rostro de Padre (v 10). Esta acción salvífica es la <<creación» a la que se refiere Malaquías: el fundamento del proyecto social de Israel y la tarea propia del ministerio de los levitas.

 

Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 2,7-9.13

Hermanos:

7 Nos comportamos afablemente con vosotros, como una madre que cuida de sus hijos con amor

8 Tanto os queríamos que ansiábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas. ¡A tal punto llegaba nuestro amor por vosotros!

9 Recordad, hermanos, nuestras penas y fatigas; recordad cómo trabajamos día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros mientras os anunciábamos el Evangelio de Dios.

13 Por todo ello, no cesamos de dar gracias a Dios, pues al recibir la Palabra de Dios que os anunciamos, la abrazasteis no como palabra de hombre, sino como lo que es en realidad, como Palabra de Dios, que sigue actuando en vosotros los creyentes.

 

¤• He aquí un rápido esbozo autobiográfico de la vida de Pablo. Normalmente el apóstol se muestra vigoroso, recio y algo rudo; sin embargo, aquí se revela como una persona llena de sentimientos efusivos y tiernos. Pablo concibe la misión cristiana, la tarea de evangelizar y fundar una comunidad, como un cometido materno (<<como una madre que cuida de sus hijos», v. 7). Es una imagen entrañable en la literatura bíblica y presente en el corazón del mensaje de Jesús. Dios ama con tanta ternura que tal amor encuentra una imagen humana —la menos inadecuada posible— en el amor materno. Pablo, con el cariño y la ternura con los que una madre cuida a sus hijos, ha engendrado en la fe a los cristianos de la comunidad de Tesalónica con el anuncio vital del Evangelio. Y como una madre, él transmite no solo palabras, sino, con el Evangelio de Dios, su propia vida (v. 8); no se trata simplemente de la comunicación de un mensaje, sino del regalo de su persona, volcada totalmente en este servicio, con todas las fibras de su ser.

        Pablo se ha hecho siervo del Evangelio con palabras y con la vida, con dedicación plena e incondicional, pasando penas y fatigas, trabajando día y noche, procurándose con sus propias manos lo necesario para vivir para no ser ni gravoso a nadie ni confundido con tantos predicadores itinerantes de la época (v 9). Conseguir el sustento mediante el trabajo personal era un rasgo característico del estilo misionero (cf 1 Cor 4,12; 9,ó-14; Hch 18,3). Completando el uso de la metáfora de la maternidad, en el versículo siguiente (2,11, no recogido en la lectura litúrgica), el apóstol se atribuye la cualidad de <<padre» de los tesalonicenses: <<Porque, aunque tuvierais diez mil muestras en la fe, padres no tenéis muchos; he sido yo quien os ha hecho nacer a la vida cristiana por medio del Evangelio (1 Cor 4,15).

La proclamación del Evangelio realizada por Pablo no ha sido el anuncio de una palabra sobre Dios, sino de la Palabra de Dios, esto es, dicha por Dios, acompañada de la fuerza y eficacia de la potencia de Dios, del Espíritu, que produce los frutos de una vida nueva (v 13). Y los tesalonicenses la han acogido como tal. Es un motivo incesante de agradecimiento a Dios, especialmente para el apóstol.

 

Evangelio: Mateo 23,1-12

1 Entonces Jesús, dirigiéndose a la gente y a sus discípulos, les dijo:

2 -En la cátedra de Moisés se han sentado los maestros de la Ley y los fariseos.

3 Obedecedles y haced lo que os digan, pero no imitéis su ejemplo, porque no hacen lo que dicen

4 Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen a las espaldas de los hombres, pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas.

5 Todo lo hacen para que los vea la gente: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del mamo;

6 les gusta el primer puesto en los convites y los primeros asientos en las sinagogas;

7 que los saluden por la calle y les llamen maestros.

8 Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

9 Ni llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo.

10 Ni os dejéis llamar preceptores, porque uno solo es vuestro preceptor: el Mesías.

11 El mayor de vosotros seré el que sirva a los demás.

12 Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

 

» En el evangelio de Mateo, la controversia con los fariseos y los escribas adquiere un tono algo áspero. Los exégetas consideran que la problemática de Mt 23, en una época donde ya se ha producido la separación entre la Sinagoga y la Iglesia, es mas el reflejo de las tensiones internas de la comunidad mateana que los encuentros del Jesús histórico con las autoridades religiosas. Además, y hay que advertirlo, la denuncia de la hipocresía, asociada a la dura polémica de los siete <<¡ay!» (23,13-36) contra los escribas y fariseos —que habían hecho de la Ley el perno de su vida Espiritual-, en ultimo término esta encaminada a los destinatarios del Evangelio, es decir a los cristianos expuestos a los mismos riesgos.

En la presente perícopa Jesús se dirige a los fariseos con tres duros reproches, contrapuestos a tres rasgos característicos del estilo del discípulo auténtico. De ningún modo pretende escarnecer a los maestros del judaísmo (escribas), que han sabido conservar la enseñanza de Moisés, aunque no la han puesto en práctica (v. 3). Ante todo, condena la disociación entre la enseñanza y la vida (vv. 3ss); después, la teatralidad a la hora de hacer el bien, como exhibir vistosamente filacterias llamativas (envolturas de cuero y tiras de pergamino con ciertos pasajes de la Escritura, atadas una al antebrazo izquierdo y otra a la frente, según una interpretación literal de Dt ó,8). Y por ultimo, Jesús censura la conducta ostentosa de los escribas y los fariseos propensos a las reverencias y gustosos de los aplausos públicos (vv 5-7a) y reprende el deseo solapado de poder oculto en el modo de comportarse (por ejemplo, el trato y reconocimiento de Rabbí, v. 7b).

No basta con no dejarse llamar Rabbí -o sea, no ambicionar puestos y dignidades que el discípulo, consciente de su fragilidad, no podría sobrel1evar—, sino que es necesario evitar en la vida comunitaria cualquier servilismo que ensombrezca aquella hermandad que tiene su origen en el amor divino (v. 9). La insistencia en el único Maestro (vv. 8.10) o en el único Padre (v. 9) tiene como cometido no tanto enseñar una importantísima verdad dogmática como advertir e instruir al discípulo de una amenaza muy presente en la vida de fe: la tentación de estar mas preocupados de la aprobación de los hombres que de la relación con Dios. Esta ultima es la fuente de una vida comunitaria marcada por el servicio y la humildad (vv. 11ss).

 

MEDITATIO

Las palabras de Malaquías a los levitas del templo también son validas para nosotros: funcionan como espuelas, para que todo ministerio en la Iglesia persiga la realización de una vida eclesial según el proyecto divino, que quiere una comunidad realmente fraterna, caracterizada por relaciones no dominadas por la lógica del poder, de la gloria y del aparentan sino de la entrega y la búsqueda amorosa de la voluntad de Dios. Purificarnos de esta lógica mundana es renunciar —como nos enseña el Evangelio— al amor desordenado, que es la raíz de la incoherencia entre palabras y obras, de la dureza y severidad con el prójimo y del culto obsesivo por destacar y ser distinguido públicamente.

Como discípulos de Jesús, el único Maestro, e hijos del único Padre, estamos llamados a llevar un estilo de vida coherente y a vigilar la autenticidad de nuestras relaciones con Dios y los otros. El servicio, la humildad y la gratitud nacen de la conciencia de haber sido engendrados a una vida nueva por el amor del único Padre celeste; sólo con estas actitudes interiores evitaremos comportamientos arrogantes, teatrales e irrespetuosos con los mas débiles, que ofuscan enormemente la percepción del único origen y de la misma dignidad de todos los miembros de la Iglesia en cuanto hijos del Padre. Si conseguimos ser humildes discípulos, ofreceremos un testimonio auténtico. Y, quizá, otros descubran en ese testimonio la paternidad de Dios y la vida de Cristo. Como antídoto contra la hipocresía nos servirán las palabras de Jesús sobre el estilo humilde y el servicio desinteresado requerido al discípulo: <<El mayor de vosotros será el que sirva a los demás. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» (Mt 23,11ss).

Un ejemplo a imitar es Pablo, patente en la primera Carta a los Tesalonicenses, con su apostolado, generoso y exento de intereses personales, preocupado por anunciar con toda franqueza el Evangelio que conduce a la vida nueva.

 

ORATIO

Señor; líbranos de la hipocresía. Deseamos con la ayuda del Espíritu Santo seguir el estilo de vida propio del discípulo de Cristo. Permítenos reconocer nuestras  incoherencias, que ofuscan el esplendor del Evangelio, y cuidar las relaciones contigo y con nosotros. Te damos gracias porque en tu Pascua nos has engendrado para una vida nueva, manifestándonos tu amor de Padre.

No permitas que en nuestras relaciones comunitarias prevalezca la búsqueda de intereses propios, haciendo valer títulos y honores, sino el don inestimable de la fraternidad, que nace de seguir a Jesús y tenerte como Padre.

Señor, deseamos ser tus discípulos, sin pretender convertirnos en maestros de otros, y aprender de tus labios, único Maestro, siempre con gozo renovado, el amor de Dios Padre por nosotros, sus hijos.

 

CONTEMPLATIO

¡Que lástima! El fariseísmo esta tan extendido por el mundo...! ¡Apariencias de religiosidad! Cifran su fe en palabras y obras y no se preocupan apenas más que de las apariencias. Ponen la mira en el dinero, el honor la propia conveniencia, la fama, el disfrute. En una palabra, todo lo que hacen es con intención de medrar. Es decir, tener más y mejor apariencia, ser más distinguidos y famosos. Todas esas cosas, por grandes y dignas que parezcan, no valen para nada a los ojos del Señor. Como los efectos dependen de la causa, las obras valen por la raíz de intención que tiene quien las hace.

Fariseísmo interior. Hay allí fariseísmo interior, mis amigos. Cualquier cosa que haga el hombre farisaico siempre procede de egoísmo. Obran Así algunas personas religiosas que piensan, sin embargo, que son los mejores ante Dios. Al considerar de cerca sus obras, oración o cualquier otra actividad, en el fondo no hay mas que egoísmo, En todo persiguen el propio interés, aun sin advertirlo. Apenas hay diferencia entre esta clase de personas. Hacen grandes cosas y hermosas, corren a ganar indulgencias, rezan, se dan golpes de pecho. Delante de imágenes se paran para engordar sus gustos, van de iglesia en iglesia por toda la ciudad.

Dios no tiene cuenta ninguna de sus obras. Su intención y sentimiento descansan en criaturas. Consciente y deliberadamente buscan los propios gustos, provecho o comodidad, placer y utilidad interior y exteriormente. Distan mucho de poner por obra el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el Espíritu. Nada cuentan sus obras ante Dios (Juan Tauler, Obras, Universidad Pontificia de Salamanca, Madrid 1984, 300; traducción, Teodoro H. Martin).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado» (Mt 23,12).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

¿Quién es entonces el discípulo? Es aquel que sigue a Jesús yendo detrás de él, como se va detrás del Maestro, pero reconociendo en él a alguien que es mas que un Maestro y haciendo de él el único guía: <<Uno sólo es vuestro Maestro: el Cristo>> (Mt 23,10), porque es el Mesías mismo.

Esta relación no está fundada sobre la institución, sobre la doctrina, sino sobre la fe, sobre la adhesión a su persona.

Jesús se mostró como Rabbí, pero no porque es Rabbí hay que seguirle. Si no entendemos este punto discriminante, es inútil nuestro seguimiento: se transforma entonces para algunos sólo en un maestro Espiritual, en un hombre carismático para otros, un revolucionario para otros mas, y esto no basta para fundamentar la fe y hacer de nosotros unos creyentes. Estemos atentos: el cristianismo siempre ha tenido el grave peligro de entrever y a veces predicar el Jesús Rabbí en base a la actualidad encontrada en su enseñanza: ha salido así el Jesús socialista, el Jesús hippy, el Jesús gurú, el Jesús filántropo... Si esta lectura de Jesús se impusiera, seria el fin de la fe cristiana.

A los discípulos que le llamaban Maestro y Señor Jesús les dice que hacían bien, pero se presenta a ellos como Señor y Maestro (cf Jn 13,13ss).

Ante todo, kyrios, y, subordinado a esto, rabbí.

Si la <<forma», la condición, en que se presentó Jesús era la de un Rabbí, la percepción que de él tuvo la comunidad apostólica trascendió, fue mas alla de la Forma (E. Bianchi, Seguir a Jesús, el Señor, Narcea, Madrid 1982, 46-47; traducción, Rita de Nardo).

 

 

32° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Sabiduría 6,12-16

12 Radiante e inmarcesible es la sabiduría; se deja ver sin dificultad por los que la aman y hallar por los que la buscan.

13 Se adelanta para manifestarse a los que la anhelan.

14 Quien madrugue para buscarla no se fatigará, pues la encontrará sentada a sus puertas.

15 Meditar sobre ella es prudencia consumada, y el que por ella se desvela pronto estará libre de inquietud.

16 Pues ella misma busca a los que son dignos de ella y por los caminos se les muestra benignamente, saliendo al encuentro de todos sus pensamientos.

 

» En la Biblia, el sabio es quien teme a Dios y se aparta del mal (cf Job 28,28). Nuestro autor quiere suscitar en sus oyentes el movimiento de desear la sabiduría y salir a su encuentro. La sabiduría, pintada con los colores mas brillantes, viene representada con la imagen de una bella joven, radiante, atractiva y anhelada, sentada a la puerta de su casa y dispuesta a entregarse totalmente a los suyos. Los versículos personifican a la sabiduría y la comparan con una amiga o una esposa. El hombre justo la ama, la desea, sale en su búsqueda desde muy temprano y la encuentra sentada en su puerta (v. 14; cf Cant 3,2). Otro tanto ocurre con Dios. El se deja hallar por quien lo busca (v. 12; cf Prov 8,17; Sir ó,27); aun mas, él sale a su encuentro, como un buen padre con su hijo. Lo importante es hacerse discípulo y aprender las sabias enseñanzas de la vida.

El comportamiento de Dios con el hombre es siempre el mismo: se da gratuita y graciosamente, es misericordioso y solícito, y trata a todos con cariño (cf Jn 6,44; Flp 2,13; 1 Jn 4,10). Al hombre se le pide disponibilidad, apertura y espera vigilante. Dios, en efecto, se hace el encontradizo con aquel que lo busca con corazón sincero y manifiesta buena disposición interior para acoger su Palabra. Esto ha hecho el Hijo, eterna <<fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1,24), que ha venido al encuentro de la humanidad en el misterio de la encarnación. El siempre ha estado abierto a la Palabra del Padre y a su plan de salvación y ha recorrido los caminos del hombre para buscarlo, atraerlo y ofrecerle un modo de vivir; es decir la <<sabiduría».

 

Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 4,13-18

13 No queremos, hermanos, dejaros en la ignorancia acerca de los que han muerto, para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.

14 Nosotros creemos que Jesús ha muerto y ha resucitado y que, por tanto, Dios llevará consigo a los que han muerto unidos a Jesús.

15 Y esto es lo que os decimos como Palabra del Señor: que nosotros, los que estamos vivos, los que aun quedamos, cuando venga el Señor no tendremos preferencia sobre los que han muerto.

16 Pues cuando se dé la orden, cuando se oiga la voz del arcángel y resuene la trompeta divina, el Señor mismo bajará del cielo, y los que murieron unidos a Cristo resucitarán en primer lugar.

17 Después nosotros, los que aun quedamos vivos, seremos arrebatados junto con ellos entre nubes y saldremos por los aires al encuentro del Señor. De este modo estaremos siempre con el Señor

18 Consolaos, pues, unos a otros con estas palabras.

 

• El discurso de Pablo a la comunidad de Tesalónica es sencillo y esta lleno de imágenes. Hoy, algunos aspectos de su mensaje, quizá, no nos preocupen demasiado; por ejemplo, el que hace referencia a la convicción de estar vivos en el momento de la parusía (v. 17) ye de este modo, poder ver y admirar la venida gloriosa de Cristo. Sin embargo, el mensaje que transmite Pablo conserva actualmente su interés. El apóstol no quiere que sus hermanos en la fe se aflijan <<como los que no tienen esperanza» (v. 13).

El cristiano se distingue por la esperanza, el hombre de fe se distingue porque es capaz de esperar Los tesalonicenses, conscientes de la inseguridad del momento presente, siempre estarán expectantes, unidos a Cristo en la fe, en la esperanza y en el amor; y recibirán la salvación que Jesús les ha conseguido con su muerte y resurrección. La esperanza cristiana encuentra su fundamento en la resurrección del Señor: <<Nosotros creemos que Jesús ha muerto y ha resucitado» (v. 14). La vida para el creyente no termina aquí; tiene un futuro, y este es el gran gozo: <<Consolaos, pues, unos a otros con estas palabras» (v. 18).

Pablo basa sus palabras en la esperanza, que es la comunión entre los creyentes y el Señor Jesús los reuniré y vivirán para siempre en común unión con él (v 17).

 

Evangelio: Mateo 25,1-13

Dijo Jesús a sus discípulos:

1 Sucede con el Reino de los Cielos lo que con aquellas diez jóvenes que salieron con sus lámparas al encuentro del esposo.

2 Cinco de ellas eran necias y cinco sensatas.

3 Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite,

4 mientras que las sensatas llevaron aceite en las alcuzas, junto con las lámparas.

5 Como el esposo tardaba, les entre sueno y se durmieron.

6 A medianoche se oyó un grito: <<Ya esta ahí el esposo, salid a su encuentro».

7 Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

8 Las necias dijeron a las sensatas: <<Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan.

9 Las sensatas respondieron: <<Como no vamos a tener bastante para nosotras y vosotras, será mejor que vayáis a los vendedores y os lo compréis».

10 Mientras iban a comprarlo, vino el esposo. Las que estaban preparadas entraron con el a la boda y se cerro la puerta.

11 Mas tarde llegaron también las otras jóvenes diciendo: <<Señor, señor, ábrenos».

12 Pero él respondió: <<Os aseguro que no os conozco»,

13 Así pues, vigilad, porque no sabéis el día ni la hora.

 

La parábola de las diez jóvenes, cinco sabias y cinco necias, forma parte del <<discurso escatológico» (cf Mt 24-25). El evangelista pretende conseguir un doble propósito: mantener viva la certeza del retorno del Señor e indicar una sana sugerencia sobre como comportarse durante este tiempo de vigilancia. Los peligros existen y deben ser superados por el cristiano. A saben vivir con vigilante impaciencia, despreocupado de los afanes del mundo, seria una evasión, Así como afanarse por las cosas del mundo, hasta despreocuparse de estar vigilante, sería una mundanización. La parábola ofrece una sabia enseñanza: hay que ser previsores y estar preparados ante cualquier eventualidad, sin desanimarse con facilidad o hacer excesivos cálculos. Olvidarse del Señor o no tener paciencia para esperar su vuelta es un riesgo, igual que relajarse y descuidar la actitud vigilante. En realidad, no cuenta si la vuelta de Jesús es inmediata o se demora, sino <<estar preparados», porque todos los momentos son decisivos para la salvación.

La sabiduría del cristiano está en un planteamiento prudente de la vida y no en teorías especulativas. La seriedad del momento presente exige preparación y compromiso personal. Cuando venga el esposo, solo aquellos que tienen las lámparas con aceite suficiente entraran con él a la boda. Los no preparados, no previsores, se encontraran la puerta cerrada, excluidos definitivamente del Reino. Será inútil golpear la puerta; la respuesta sonaré así: <<Os aseguro que no os conozco» (v, 12).

 

MEDITATIO

El año litúrgico esta llegando al final y la Iglesia lanza una mirada de fe hacia <<las cosas ultimas» para subrayar los principios fundamentales de la sabiduría humana y cristiana. El libro de la Sabiduría nos invita a hacer de la Palabra de Dios el principio orientador de la vida: <<Quien madrugue para buscarla no se fatigará, pues la encontrará sentada a sus puertas. Meditar sobre ella es prudencia consumada» (6,14ss). Vivimos en una sociedad, en muchos momentos, improvisada, instintiva, superficial, impulsiva e irreflexiva, de aquí que sea tan útil la llamada a ser sabios y a concentrarnos en lo esencial.

También la parábola de las diez vírgenes nos invita a estar preparados y ser previsores, sin olvidar que somos peregrinos del Señor Todos tenemos necesidad de ser sabios, y no importa la edad, y de ajustar nuestras ideas, elecciones, comportamientos y decisiones. La verdadera sabiduría, de la cual hablan las Escrituras, es un don, desciende de Dios y se implora con paciencia y perseverancia. También la sabiduría ha de ser buscada, deseada y amada por nosotros. Para apropiarnos de ella es necesario ponderar y velar sin perderse en comportamientos vanos y estériles. Se anticipa a quien la desea y sale al encuentro de quienes son merecedores de ella.

Esta sabiduría, llena de vida, fe y ahínco evangélico, está estrechamente vinculada con el anhelo del corazón por las realidades del mas allá y la espera vigilante del Señor, el Esposo que debe venir, el impulso que nos mantiene fieles al cielo y a la tierra.

 

ORATIO

Señor Jesucristo, Hijo de Dios y Sabiduría del Padre, Verbo hecho carne y resplandor de la gloria, tu te acercas a nosotros, vienes a nuestro encuentro y nos invitas a la boda de la Iglesia con Dios, Padre de todos. Que nuestro amor anhele y busque, alcance y logre tu sabiduría y permanezca siempre en lo que ha descubierto.

Deseamos invocarte y suplicarte con las palabras litúrgicas: <<Dichosos los invitados a la mesa del Señor», esto es: <<Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero» (Ap 19,9), o con las de san Agustín: <<El tiempo es como la noche, el momento en que la Iglesia vela, con los ojos de la fe fijos en la Sagrada Escritura como antorchas resplandecientes en la oscuridad, hasta la llegada del Señor».

Somos como aquellas cinco vírgenes prudentes, sentadas a la mesa con el esposo. Confiemos humildemente un deseo a la generosidad de nuestro Dios: que todos nosotros, que permanecemos en la fe y vivimos la vigilante espera de la paz sabática, nos reunamos un día en tu Reino, en el banquete eterno, y que nadie se quede fuera, sin cruzar la puerta, donde <<será el llanto y el rechinar de dientes>>. Señor que, cuando vengas, encuentres a tu Iglesia vigilante a la luz del Espíritu y despiertes este cuerpo, que yaceré dormido en la tumba.

 

CONTEMPLATIO

Las lámparas que encendiste [inmediatamente después del bautismo] son la imagen de aquel cortejo de luces con las que, como luminosa alma de virgen no adormilada por la pereza y la indolencia, caminaremos al encuentro de Cristo esposo con las lámparas resplandecientes de la fe, no vaya a ser que aquel al que esperamos se nos presente de repente y sin saberlo, y nosotros, desprovistos del aceite y de las buenas obras, nos quedemos excluidos de la sala nupcial.

Veo con la mente el triste y lamentable acontecimiento. Cuando resuene el grito que nos dispondré a su encuentro, entonces se presentaré él [...]. Entraré rápidamente y las vírgenes prudentes pasarán con él; sin embargo, las necias, que han esperado a preparar las lámparas cuando era el tiempo de entrar; serán excluidas y se quejaran a grandes voces, comprendiendo demasiado tarde qué han perdido por su descuido e indolencia. En efecto, aunque clamen y supliquen, ya no pueden entrar en la sala de bodas; se han quedado fuera por su culpa (Gregorio Nacianceno, Sermones [PG 36, 426-428], en L´ora dell’ascolto, Casale Monf. [Al] 1989, 2.144).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Ya está ahí el esposo, salid a su encuentro» (Mt 25,6).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Lo realmente triste no es cuando, al anochecer, regresas y no tienes a nadie que te espere en casa, sino cuando tu no esperas nada de la vida [...]. Esperar, esto es, experimentar el gozo de vivir.

Dicen que la santidad de una persona se mide según el espesor de su espera. Quizás sea verdad. Si es así, hay que concluir que Maria es la más santa de las criaturas, porque toda su vida aparece marcada por el gozo de quien espera […]. Santa María, virgen de la esperanza, danos de tu aceite, que nuestras lámparas se apagan. Mira: se han agotado las reservas. No nos mandes a otros vendedores. Reaviva en nuestras almas el antiguo ardor que nos quemaba por dentro, cuando bastaba una pequeñez para rebosar de alegría: la llegada de un amigo lejano, el rojo atardecer después de una tormenta, la caída de las hojas anunciando el regreso del invierno, los repiques de campanas en los días de fiesta, el vuelo raso de las golondrinas en primavera, el acre olor emanado de los lagares, el canturreo de las cantinelas otoñales, el encorvarse tierno y cadencioso del regazo materno, el perfume del espliego al preparar la cuna.

Si hoy no sabemos esperar es porque estamos escasos de esperanza. Se han desecado las fuentes. Sufrimos una profunda sequía de deseos. Y, satisfechos con los miles de sucedáneos que nos asedian, ya no esperamos nada de las promesas selladas con la sangre del Dios de la alianza [...]. Santa Maria, virgen de la esperanza, danos un alma vigilante. Cercanos a los umbrales del tercer milenio, nos sentimos, lamentablemente, mas hijos del crepúsculo que profetas de la claridad que llega. Centinela del mañana, despierta en nuestro corazón la pasión por los jóvenes anuncios para transmitirlos al mundo, que se siente ya viejo. Entréganos el arpa y la citara, y contigo madrugaremos para despertar la aurora. Frente a los cambios que sacuden la Historia, haz que experimentemos de nuevo los estremecimientos primeros, Haznos comprender que no basto con acoger: es necesario esperar. Acoger es, a veces, Señal de resignación. Esperar es, siempre, signo de esperanza. Haznos, por tanto, ministros de la espera. Y el Señor que viene, Virgen del adviento, nos sorprenda, también junto a tu materna complicidad, con la lámpara en la mano (A. Bello, Maria, donna dei nostri giorni, Cinisello B. [Mi] 51995, l7.l8·2O [edición española; María, Señora de nuestros días, San Pablo, Madrid l996]).

 

 

 

33° domingo del tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Proverbios 31,10-13.19-20.30-31

10 Una mujer de valía ¿quién la encontrará? Es más preciosa que las perlas.

11 Su marido confía en ella y no le faltarán ganancias.

12 Le trae beneficio y no perjuicio todos los días de su vida.

13 Busca lana y lino y trabaja con mano solícita.

19 Aplica sus manos a la rueca y sus dedos sostienen el huso.

20 Tiende su brazo al desvalido, alarga sus manos al indigente.

30 Engañosa es la gracia, vana la hermosura; la mujer que teme al Señor merece alabanza.

31 Ensalzadla por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.

 

El libro de los Proverbios finaliza con una composición alfabética (cf. 31,10-31), cantando la valía de la mujer, esposa y buena administradora, y la alegría con la que sabe llenar su casa. ¿Quién es esta mujer fuerte, tan alabada? Hay diversas interpretaciones. Para algunos, estamos frente a una brava esposa y fiel madre, que tiene irresistiblemente fascinados al esposo y a los hijos; para otros, es la personificación del pueblo de Israel, que rinde homenaje a Dios, su esposo, con su trabajo cotidiano y su renovada fidelidad; sin embargo, para otros, el texto nos presenta el retrato de la sabiduría con los rasgos y detalles de esta mujer-símbolo.

¿A quién se refiere el texto bíblico? El autor evidencia las cualidades esenciales de la grandeza femenina: el trabajo como fuente de bienestar; la buena administración (vv 13-19); la caridad con los desvalidos y los indigentes (v. 20); la prudencia al hablar sabia y amorosamente con todos (v, 26). Por eso, la mujer perfecta, arna del hogar; difunde la felicidad, la irradia. El marido está gozoso con ella, encuentra sosiego y descanso y se beneficia de su apoyo y vigor. Los hijos la elogian y le felicitan por su sabiduría e iniciativa (w. 27ss). La esposa y madre, ciertamente, enriquece la personalidad del hombre, desarrollándola y haciéndola madurar.

El poema acaba con una alusión al temor de Dios, superior a la gracia natural y a la belleza, porque es la virtud Espiritual que ilumina toda la vida de la mujer, madre y esposa.

 

Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 5,1-6

Hermanos:

1 En cuanto al tiempo y a las circunstancias, no tenéis necesidad de que se os escriba.

2 Sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche.

3 Cuando los hombres hablen de paz y seguridad, entonces caerá sobre ellos la ruina de improviso, igual que los dolores de parto sobre la mujer embarazada, y no podrán escapar

4 Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas. Por tanto, el día del Señor no debe sorprenderos como si fuera un ladrón.

5 Todos vosotros sois hijos de la luz, hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.

6 Por consiguiente, no durmamos, como hacen los demás, sino vigilemos y vivamos sobriamente.

 

•» El texto de Pablo expresa con imágenes, presentes en otros pasajes del Nuevo Testamento (cf Mt 24,43ss; Ap 3,3; 16,15), el carácter imprevisible de la llegada del Señor y en consecuencia, la necesidad de estar preparados y vigilantes. La venida del Señor es imprevista e imprevisible; <<Vendrá como un ladrón en plena noche» (v 2), llegará cuando menos se espere (v. 3). Constantemente hay que estar despiertos y preparados ante cualquier eventualidad. No hay demoras que valgan o mayores tardanzas.

El apóstol resalta las características que asume la vigilancia del cristiano, expectante por la llegada del Señor. Esta actitud no es solo de orden intelectual, sino también moral. Pablo, en efecto, explica qué significa <<vigilar» cuando dice de modo conciso: <<No durmamos, como hacen los demás, sino vigilemos y vivamos sobriamente>> (v 6).

La sobriedad es esa virtud que se abstiene de todo lo que nubla la mente y aflige la conciencia y el corazón. Quien quiera mantener una actitud vigilante, decidir justamente en la vida, necesita equilibrio, mesura y libertad. Estar sin freno en la vida produce somnolencia, recorta la voluntad y genera superficialidades. El valor de la vida, dirá el apóstol, es la muerte y el encuentro con Jesucristo, el Señor: La resurrección de Cristo es la que da sentido a la muerte. El cristiano que se mantiene <<despierto» y <<sobrio» es <<hijo del día», desafía la noche caminando con alegría al encuentro del Señor que viene.

 

Evangelio: Mateo 25,14-30

Dijo Jesús a sus discípulos:

14 Sucede también con el Reino de los Cielos lo que con aquel hombre que, al ausentarse, llamó a sus criados y les encomendó su hacienda.

15 A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno según su capacidad; y se ausentó.

16 El que había recibido cinco talemos fue a negociar en seguida con ellos y ganó otros cinco.

17 Asimismo, el que tenia dos ganó otros dos.

18 Pero el que había recibido sólo uno fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

19 Después de mucho tiempo, volvió el amo y pidió cuentas a sus criados.

20 Se acercó el que había recibido cinco talentos, llevando otros cinco, y dijo: <<Señor; cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco, que he ganado».

21 Su amo le dijo: <<Bien; criado bueno y fiel; como fuiste fiel en cosa de poco, te pondré al frente de mucho: entra en el gozo de tu señor»,

22 Llegó también el de los dos talemos y dijo: <<Señor; dos talentos me entregaste, aquí tienes otros dos, que he ganado.

23 Su amo le dijo: <<Bien, criado bueno y fiel; como fuiste fiel en cosa de poco, te pondré al frente de mucho: entra en el gozo de tu señor».

24 Se acercó finalmente el que solo había recibido un talento y dijo: <<Señor, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;

25 tuve miedo y escondí tu talento en tierra; aquí tienes lo tuyo».

26 Su amo le respondió: <<¡Criado malvado y perezoso! ¿No sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí?

27 Debías haber puesto mi dinero en el banco y, al volver yo, habría retirado mi dinero con los intereses,

28 Así que quitadle a él el talento y dádselo al que tiene diez.

29 Porque a todo el que tiene se le dará y tendrá de sobra, pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará.

30 Y a ese criado inútil arrojadlo fuera a las tinieblas. <<Allí llorará y le rechinarán los dientes».

 

*» La parábola narrada por Jesús a sus discípulos debe entenderse bien. Normalmente, se piensa que los talentos son dotes o capacidades intelectuales que Dios nos da. Sin embargo, para Mateo son las ocasiones que nos ofrece la vida, las responsabilidades que estamos llamados a asumir las tareas que nos han confiado. La parábola, en efecto, refiere que aquel hombre llamó a sus criados y, antes de ausentarse, <<les encomendó su hacienda. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno» (v. 15). Los dos primeros siervos son un ejemplo de laboriosidad y actividad: han negociado los talentos y han conseguido el doble de lo recibido, y cada uno de ellos es llamado <<bueno y fiel» por su Señor (vv. 21.23). El tercer siervo, en cambio, se muestra holgazán e inactivo; no quiere correr riesgos, se limita a conservar el talento y no produce nada, y por este motivo es llamado <<malvado y perezoso» (v. 26) y <<criado infiel» (v. 30). El contraste entre los siervos es la oposición que existe entre laborioso y perezoso, entre actividad y pasividad.

La parábola se fija, sobre todo, en el comportamiento del siervo malvado y en el dialogo del dueño con él. Este siervo, inactivo y temeroso, tiene una idea del dueño: la de que es un hombre duro que cosecha donde no siembra. En esta mentalidad solo hay sitio para el miedo y la estricta observancia de las normas. No quiere correr riesgos y esconde el talento recibido en un lugar seguro, creyéndose que Así restituirá lo recibido: <<Tuve miedo y escondí tu talento en tierra; aquí tienes lo tuyo» (v. 25).

Jesús invita a sus oyentes a cambiar de mentalidad: del temor receloso y la mezquina obediencia, a la perspectiva del amor. La verdadera naturaleza de la relación entre Dios y el hombre es el amor. El discípulo de Jesús debe actuar siempre con la lógica del amor y traducir el mensaje evangélico en actos concretos, generosos y atrevidos.

 

MEDITATIO

El mensaje del libro de los Proverbios es actual. Pensemos, por un momento, todo lo que se escribe, se dice y se habla sobre la promoción de la mujer. Y no tenemos por menos que apreciar la ponderada opción de la Escritura en favor de la mujer y de sus derechos. La constitución pastoral La Iglesia en el mundo contemporáneo, del Vaticano II, no duda en tomar partido, afirmando que la mujer es la verdadera compañera del hombre, con total igualdad de derechos, incluido, como no, el de la participación en la vida socio-cultural (cf GS 9.29.49). La lectura de la Palabra de Dios nos hace pensar. La mujer cada vez pasa menos tiempo en el hogar. En parte, porque trabaja fuera de casa, pero también porque abandona deliberadamente y por desamor las tareas domésticas. Una negligencia que amenaza con debilitar los lazos de unión entre los miembros del hogar y, al mismo tiempo, con hacer vacilar el edificio socio-religioso sobre el que se cimenta la familia.

Solo la verdadera sabiduría merece elogios, una vez superados posibles envanecimientos y vanaglorias. En el mundo moderno, es lícito que las mujeres realicen, al servicio del bien común, un mayor numero de actividades que en el pasado. Y es verdad que su cooperación, ya, se revela muy fructuosa en el mundo intelectual, no me- nos que en otros campos, como en la gestión empresarial o en el gobierno de un país. Estas reflexiones quieren ser un reclamo que ayude a descubrir la vocación profunda de la mujer, una llamada para hacer fructificar sus talentos.

 

ORATIO

Padre bueno, tú que sigues realizando grandes obras en los pequeños y en los humildes, ayúdanos a valorar la hermosa vocación de las esposas y madres de nuestras familias. Te encomendamos, Padre, haciendo de tu Palabra oración, a todas las mujeres del mundo, especialmente a las vilipendiadas y ultrajadas por su condición de mujer. Queremos tener presente a Maria, que bajo la cruz recibió del Hijo moribundo el nombre humilde e inefable de <<mujer» (Jn 19,26) y que antes de Inmaculada, Virgen y Madre de Dios, fue, como ellas, y todavía lo es, mujer Protege a todas las jóvenes, para que no se encierren en una vida sin sentido, sino que tengan el coraje de afrontar aquellas responsabilidades diarias que construyen comunidad, un hogar en la paz y en la justicia.

Padre bueno, te pedimos por las familias faltas de amor, para que sepan aceptarse mutuamente y asuman el reto educativo de los hijos, fundamento de la nueva humanidad.

 

CONTEMPLATIO

El siervo que recibió un solo talento, se fue, hizo un hoyo en la tierra y lo escondió, debería haber entregado el dinero de su Señor a los banqueros y retirarlo, con los intereses correspondientes, cuando hubiese regresado. La mesa de los banqueros es la Escritura divina, donde se ha depositado el pan de la Palabra que nutre a las personas y en torno a la cual se sientan los cristianos para saciarse Espiritualmente.

Quien confía su fe en este banco la encontrara multiplicada. Igual que el dinero aumenta invirtiéndolo, lo mismo sucede con la fe en Cristo Jesús: si la mantenemos pasiva en el corazón, languidecerá y disminuirá hasta extinguirse. En cambio, si la ejercitamos mediante la Escritura, 1a estimulamos con la ayuda de predicaciones asiduas y lecturas meditadas, si la hacemos oración y la vivimos con buenas obras en favor de nuestros hermanos, especialmente los mas necesitados, no sólo se multiplicará, sino que no dejaré de crecer durante toda la vida (homilía anónima sobre la parábola de los talentos, en PG 56,941).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vivo hoy la Palabra: <<La mujer que teme al Señor merece alabanza» (Prov 31,30).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Creo que el temor a malgastarse es la razón que impide a las personas emplear sus mejores capacidades. Si, tras un laborioso proceso de días y días, conseguimos llegar hasta las fuentes internas de nuestro ser, yo lo llamo <<Dios», después logramos conservar lo libertad necesaria, <<trabajando en nosotros mismos>>, entonces, continuamente estaremos renovados y no tendremos por qué preocuparnos de que se agoten nuestros recursos   .

Ser Fieles a todo lo que nos surge espontáneamente, y hasta el final. Ser fieles en el sentido mas amplio del término, fieles a si mismos, fieles con Dios, fieles en todo momento. Significa estar al <<cien por cien». Mi quehacer consiste en ser. Especialmente, en ser fiel a mi talento creativo, por modesto que sea. De cualquier modo, son tantas cosas las que quisiera decir y escribir, que debería articularlas. Sin embargo, intento huir y fallo, no lo consigo   Vivo la vida plenamente y cada vez me siento con mayor responsabilidad ante, y Así los llamo, mis talentos. Por dónde comenzar, Dios mío. Hay tantas cosas. No pretendo escribirlas con la intensidad vivida, sería un error. No se trata de eso. Todavía no sé como controlar toda esa materia. Solamente sé que tendré que hacerlo todo yo solo y que tengo la fuerza y paciencia necesarios para lograrlo. Tengo que ser fiel, no puedo dispersarme como arenilla al viento. Estoy dividido entre atentos e impresiones, zarandeado par personas y emociones. Tengo que mantenerme fiel; sobre todo, debo ser fiel a mi talento, <<Vivir» insuficientemente una realidad no basta; requiere algo más.

Cada vez veo mejor los abismos que engullen las fuerzas creativas y la alegría de vivir del hombre. Son hoyos que se tragan todo, agujeros que estén en nuestro propio ser. A cada día le basta su pena (E. Hillesum, Diario i947—i943, Milan 5l992, 220.222ss).

 

  

Jesucristo, Rey del Universo

34º domingo

 

LECTIO

Primera lectura: Ezequiel 34,11-12.15-17

11 Porque esto dice el Señor: Yo mismo buscaré a mis ovejas y las apacentaré.

12 Como un pastor cuida de sus ovejas cuando están dispersas, así cuidaré yo a mis ovejas y las reuniré de todos los lugares por donde se habían dispersado en día de oscuros nubarrones.

15 Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a la majada, oráculo del Señor

16 Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada; vendaré a la herida, robusteceré a la flaca, cuidaré a la gorda y robusta; las apacentaré como se debe.

17 En cuanto a vosotros, rebaño mío, esto dice el Señor: Yo juzgaré entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.

       

•» El texto, dirigido a los responsables del pueblo, utiliza la imagen del pastor empleada por Jn 23,1-6. Dios reprueba a los reyes y a cuantos estaban investidos de poder (sacerdotes y escribas) porque han faltado a sus deberes y han incumplido las funciones de guiar al pueblo. Todo lo que han hecho con las ovejas (Israel) ha sido nefasto, deletéreo y mortal: han pensando siempre en ellos y nunca en el pueblo, han empleando la violencia con sus hermanos y los han entregado en las manos de los pueblos vecinos.

Al rey, Dios le echa en cara su culpa y le anuncia que le quitaré el pueblo y él mismo cuidaré y apacentará a su rebaño como rey y Mesías (vv. 11-16; cf Is 40,11; Sal 22). No es cuestión de sustituir unos jefes indignos por otros para que conduzcan al pueblo, ni es cuestión de invertir el orden; se {rata del anuncio de una teocracia. La profecía se hizo realidad: a la vuelta del destierro de Babilonia, el <<resto de Israel» no volvió a tener mas un rey, sino la anunciada teocracia. Dios mismo alimentaré a su pueblo, proveeré sus necesidades y los deseos de todos.

Ezequiel inauguró así la nueva teocracia divina, en la cual Cristo, verdadero pastor del pueblo, puso a sus enemigos como escabel de sus pies. El, en efecto, no <<desperdiga», sino que <<reúne>>; conduce a los pastos a sus ovejas y les proporciona descanso; va en busca de la oveja perdida y venda a la herida. Estos son los rasgos que los evangelios le aplican a Cristo. El rey Mesías es el rey para los demás: su majestad es servicio, no dominio; es entrega de si mismo y predilección por los pobres y los débiles.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 15,20-26a.28

Hermanos:

20 Cristo ha resucitado de entre los muertos como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte.

21 Porque lo mismo que por un hombre vino la muerte, también por un hombre ha venido la resurrección de los muertos.

22 Y como por su unión con Adán todos los hombres mueren, así también por su unión con Cristo todos retornarán a la vida.

23 Pero cada uno en su puesto: como primer fruto, Cristo; luego, el día de su gloriosa manifestación, los que pertenezcan a Cristo.

24 Después tendrá lugar el fin, cuando, destruido todo principado, toda potestad y todo poder, Cristo entregue el Reino a Dios Padre.

25 Pues es necesario que Cristo reine hasta que Dios ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.

26 El último enemigo a destruir será la muerte.

28 Y cuando le estén sometidas todas las cosas, entonces el mismo Hijo se someterá también al que le sometió todo, para que Dios sea todo en todas las cosas.

 

i> Este texto paulino relaciona la soberanía de Jesús con la resurrección y la victoria sobre el pecado y la muerte. Es una visión grandiosa de la realeza de Cristo, una majestad en desarrollo: Jesús, aunque ha resucitado, aun esta en lucha contra el pecado del mundo y la muerte. Al final, las potencias del mal y de la muerte serán derrotadas y Cristo podrá entregar su Reino al Padre.

El texto comienza diciendo que <<por su unión con Adán todos los hombres mueren» (v. 22), excepto el primogénito de la nueva humanidad, Jesucristo, el resucitado, que se ha liberado de toda esclavitud. El no ha querido ser el único en triunfar sobre la muerte, sino que ha unido consigo a la Iglesia, indicándole los medios prácticos para vencer la muerte y el mal.

El primer Adán, en efecto, arrastró a la humanidad a la muerte, mientras que el segundo Adán, Jesucristo, arrastra a los suyos a la resurrección. El ya ha resucitado como <<primicia» (<<primer fruto», in 23), como primera célula del mundo nuevo. Luego, después de su venida, resucitaran <<los que pertenezcan a Cristo» (v. 23). El último enemigo que sera destruido sera <<la muerte» (v. 26). Entre las primicias de la resurrección de Cristo y el acontecimiento final de la resurrección de sus seguidores esta la historia y la vida del mundo, que se encuentran dominadas por la lucha de Cristo y las potencias: <<Es necesario que Cristo reine hasta que Dios ponga u todos sus enemigos bajo sus pies » (v. 25). Ahora, esta lucha continua, pero al final la muerte será vencida.

 

Evangelio: Mateo 25,31·46

Dijo Jesús a sus discípulos:                                      

31 Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria con todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria.

32 Todas las naciones se reunirán delante de él y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

33 y pondrá las ovejas a un lado y los cabritos al otro.

34 Entonces el rey dirá a los de un lado: <<Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

35 Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me alojasteis;

36 estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme».

37 Entonces le responderán los justos: <<Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento y te dimos de beber?

38 ¿Cuándo te vimos forastero y te alojamos, o desnudo y te vestimos?

39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?».

40 Y el rey les responderá: <<os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos mas pequeños, conmigo lo hicisteis».

41 Después dirá a los del otro lado: <<Apartaos de mí, malditos, íd al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.

42 Porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber;

43 fui forastero y no me alojasteis; estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis».

44 Entonces responderán también éstos diciendo: <<Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?».

45 Y él les responderé: <<Os aseguro que cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo>>.

46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

 

» Estamos frente a la clásica visión del juicio final, que Mateo pone como conclusión del <<discurso escatológico>> y de todos los discursos de Jesús. En realidad, Jesús no pronuncio este discurso con la intención de describirnos los acontecimientos finales relativos al juicio definitivo. Sin embargo, leyendo los hechos de su tiempo, Jesús si ha querido inculcarnos los medios concretos para salir victoriosos en la prueba final de la vida, cuando toda la humanidad se encuentre frente a él, como rey universal restaurando su Reino. La página evangélica posee una fuerza extraordinaria tanto por el mensaje en si como por lo sugestivo de la escena. El texto se encuentra articulado en tres partes: una, la introducción, que presenta la llegada del Hijo del hombre, la convocación de los pueblos y la separación de los mismos (vv. 31-33); otra, el dialogo del rey con los de un lado, quienes entraran y tomaran posesión de su Reino, 34 a continuación, con los del otro lado, los excluidos (vv. 34-45); y la ultima, la conclusión, que reanuda y ejecuta las distintas sentencias (v. 46).

La parte más importante del texto es la que se fija, y con insistencia, en las actitudes de amor o indiferencia, es decir en la acogida amorosa o en el rechazo de los pobres y los necesitados. Las obras misericordiosas y gratuitas son premiadas por Dios. Esta claro que este rey y juez escatológico, que cumple las profecías antiguas, es Jesús de Nazaret, el crucificado, aquel que experimento el hambre, la desnudez, la soledad, el dolor. Este rey y Señor que se identifica con los pequeños y los pobres, vive escondido y oculto en <<sus hermanos más pequeños».

 

MEDITATIO

Estamos concluyendo otro ano litúrgico con toda la Iglesia. Es bueno que hagamos un balance personal —y comunitario, también— y nos preguntemos si durante el tiempo transcurrido hemos realizado una coherente acción evangelizadora, de promoción humana, de santificación personal y fraterna con quienes vivimos, de glorificación a Dios en Cristo, hacia donde convergen como meta todas las actividades de la Iglesia. Y debemos planteamos mas cosas, a la luz de la Palabra de Dios, en esta fiesta de Cristo Rey: ¿cómo estamos viviendo la vida presente?, ¿tenemos presente la vida futura?

Nuestra vida tiene dos tiempos. El primero es terrenal: el <<tiempo propicio» que estamos viviendo, el de la salvación (cf 2 Cor 6,2), donde contamos con Cristo como <<buen pastor» y decidimos, porque esta en nuestras manos, si nos salvamos. Y después vendrá <<aquel día», cuando Cristo como juez se siente en su trono de gloria y nada quede impune ante él. La Escritura nos invita en este día a reflexionar austeramente. La fiesta de Cristo Rey nos ayuda a reconsiderar que todavía estamos en el tiempo favorable de la salvación, donde todo depende de la disponibilidad para acoger la invitación de Dios. El, buen pastor, nos invita a no endurecer el corazón para no ser seducidos por el pecado. Merece la pena repetir convencidamente: <<El Señor es mi pastor: nada me falta».

 

ORATIO

Señor, con la palabra, tajante y auténtica, que nos has dirigido hoy hemos comprendido que lo esencial en la vida no es, ni mucho menos, confesarte con palabras, sino practicar el amor con los pobres y desfavorecidos. En esto consiste la voluntad del Padre, en vivir de ti y como tú, incluso de parte de quienes no te conocen bien. Señor Jesús, tu te identificaste con los perseguidos, con los pobres, con los débiles. Nos has mostrado un claro ejemplo de vida, contenido en el evangelio y condensado en las bienaventuranzas.

La Señal de que ha llegado tu Reino se encuentra en que en ti el amor concreto de Dios alcanza a los pobres y los marginados, y no por sus méritos, sino por su condición de excluidos y oprimidos, porque tu eres Dios y porque lo últimos serán los <<clientes>> tuyos y del Padre.

Ayúdanos, Señor a entender que descuidar este amor concreto por los pobres, los forasteros, los prisioneros, los desnudos o los hambrientos, significa no vivir según la fe del Reino, sino apartamos de su lógica. Faltar al amor es negarte, porque los pobres son tus hermanos, y lo son justamente por su pobreza. Haznos comprender con todas sus consecuencias que ellos son el lugar privilegiado de tu presencia y del Padre celestial.

 

CONTEMPLATIO

Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, Padre santo y justo, Señor rey de cielo y tierra (cf Mt 11,25), te damos gracias por ti mismo, pues por tu santa voluntad, y por medio de tu único Hijo con el Espíritu Santo, creaste todas las cosas Espirituales y corporales, y a nosotros, hechos a tu imagen y semejanza, nos colocaste en el paraíso (cf Gu 1,26; 2,15). Y nosotros caímos por nuestra culpa.

Y te damos gracias porque, al igual que nos creaste por tu Hijo, así, por el santo amor con que nos amaste (cf Jn 17,26), quisiste que él, verdadero Dios y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima Santa Maria, y quisiste que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz, y sangre, y muerte (Francisco de Asís, <<Reglas para los hermanos menores», XXIII, 2-3, en San Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la época, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1978, 109-110).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<El Señor es mi pastor; nada me falta» (Sal 23,1).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Es importante saber lo que pasa a nuestro lado y tener conciencia de las personas y las situaciones. Es importante saber que Jesús es el Señor y que él representa la visita personal definitiva de Dios a la humanidad. Es importante saber que debemos ser sensibles a las necesidades urgentes de los otros, especialmente de los más pobres, sucios y malolientes. Pero el saber no es decisivo. Lo decisivo es el hacer efectivo. No se salva el que sabe y dice; <<Señor, Señor...», sino el que hace lo que Dios pide. La salvación tiene lugar cuando se da el salto de la teoría a la práctica verdadera. Lo que nos proporciona la salvación es el amar desinteresadamente, el perdonar con sinceridad y el extender la mano generosa.

Simón de Cirene fue el buen samaritano para Jesús que sufría en el camino. El no socorrió a un condenado y criminal a los ojos de la justicia romana y judía. Dio asistencia y ayuda al mismo Dios.

<<Señor, ¿cuándo te vimos sufriendo y te servimos? ¿Cuándo te vimos caído y bañado en sangre te levantamos? ¿Cuándo te vimos llevando la cruz y te ayudamos llevándola nosotros mismos?» Y el Señor nos dirá: <<En verdad os digo que cada vez que hagáis como Simón de Cirene, que cargó con la cruz de un condenado, conmigo lo hacéis».

Verdaderamente, Dios se esconde y va de incógnito debajo de todo necesitado. Suplica compasión. Implora liberación. Quiere ser auxiliado. Es importante saberlo, Pero más importante, incluso decisivo, es ayudar, abajarse, tomar sobre sí la cruz y caminar junto al otro. Es la elección perenne que Simón de Cirene nos legó. 

Al juzgar sobre nuestra salvación seremos juzgados de amor. Los pobres no constituyen un tema del Evangelio. Pertenecen a la esencia misma del Evangelio. Porque <<evangelio» quiere decir <<buena nueva», alegría de la justicia mesiánica para quien se encuentra sometido a la injusticia, liberación para quien se ve oprimido y salvación para quien se halla perdido. Sólo a partir del lugar de los pobres se entiende la esperanza del Evangelio de Jesús. Y solo se salva quien asume la perspectiva de los pobres 

El Evangelio, ciertamente, va destinado a todos. Todos son interpelados por él; los que poseen el control de los bienes de este mundo y los desposeídos; los que poseen el privilegio de saber y los ignorantes. No se restringe a una clase. Pero solo participa del Reino de Dios y se salva el que vive y trabaja, aun siendo rico, asumiendo los clamores de los pobres, suplicando justicia; quien en su proyecto de vida incluye el anhelo mayor de los pobres, que es el de la construcción y el logro de una convivencia equitativa y fraterna para todos, y ayuda a concretarlo (L, Boff, Via crucis de la justicia, Ediciones Paulinas, Madrid l980, 58-64; traducción, Antonio Alonso].

 

  

La Santísima Trinidad

(Domingo después de Pentecostés)

 

LECTIO

Primera lectura: Éxodo 34,4b-6.8-9

4 Subió Moisés al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en sus manos las dos losas de piedra.

5 El Señor descendió sobre una nube y se quedó allí junto a él, y Moisés invocó el nombre del Señor

6 Entonces pasó el Señor delante de Moisés clamando:

- El Señor el Señor: un Dios clemente y compasivo, paciente, lleno de amor y fiel.

8 Inmediatamente, Moisés cayó rostro a tierra

9 y le dijo:

- Mi Señor si gozo de tu protección, que venga mi Señor entre nosotros, aunque este sea un pueblo obcecado. Perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado y tómanos como heredad tuya.

 

¤• La renovación de la Alianza, después de ser quebrantada por el pueblo de Israel (el episodio del becerro de oro: Ex 31,18-32,35), es el contexto de la perícopa. La renovación de la Alianza conlleva tallar unas nuevas losas de piedra (las primeras las destruyó Moisés: 32,19), <<como las primeras>> (34,1.4). El Señor escribirá de nuevo la Ley en las losas de piedra. La nube es el símbolo de la presencia de Dios, la envoltura del misterio divino.

Este misterio es desvelado por la autopresentación del Señor que pasa proclamando el significado de su nombre: YHWH es misericordioso y  compasivo, adjetivos realzados por la endíadis <<gracia y fidelidad» (v. 6). La nube, de la que desciende Dios para ponerse junto a Moisés, se convierte en el ámbito para conocer al Señor su identidad, gracias a su revelación. La presencia de la nube hace que Moisés interceda invocando el nombre del Señor: Dios se manifiesta como el Dios del perdón, que está en medio de su pueblo (<<su heredad», v 9) acompañándolo. La imagen que reproduce el texto de YHWH es la del Dios amor que corrige la infidelidad. La actitud adecuada frente a este amor es la de la adoración y la invocación. Una actitud que expresa la reacción suscitada por la revelación de la identidad de Dios: desear que otros experimenten el perdón y la cercanía del Señor.

 

Segunda lectura: 2 Corintios 13,11-13

11 Por lo demás, hermanos, estad alegres, buscad la perfección, dejaos guiar, tened un mismo sentir, vivid en paz; de este modo, el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.

12 Saludaos unos a otros con el beso santo. Os saludan todos los hermanos en la fe.

13 La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios y la comunión en los dones del Espíritu Santo, estén con todos vosotros.

 

• Pablo, en la conclusión de la carta, quiere defender la autoridad de su ministerio ante algunos miembros de la comunidad que no la reconocen. La iglesia de Corinto estaba lacerada por las divisiones (cf l Cor 1,10-12).

Por eso, en la última exhortación, el apóstol les invita a vivir en la paz y en la concordia y a animarse mutuamente (v. 11): estas actitudes son el modo concreto de <<buscar la perfecci6n» y se convierten en la condición para experimentar la presencia del <<Dios del amor y de la paz». La designación de Dios tiene valor sintético y señala el objetivo de la acción de Dios en Jesucristo. Pablo recuerda que es el centro de su anuncio: la reconciliación (2 Cor 5,18-20). Todo se resume en la fórmula trinitaria final; la gracia, la paz y la comunión vienen atribuidas, respectivamente, a Jesucristo, a Dios y al Espíritu Santo. La distinción entre los tres términos mantiene su valor: la gracia indica la bondad gratuita que los creyentes experimentan en Jesucristo, particularmente en la cruz; el amor muestra la identidad de Dios y su correspondiente entrega a los hombres; la comunión es el resultado de la acción del Espíritu Santo en la comunidad. La fórmula, en su unidad, sugiere que la acción reconciliadora de Dios en Jesucristo encuentra su verificación en la comunión que la comunidad vive como fruto del Espíritu.

El texto relaciona la identidad y la acción de Dios con la vida de la comunidad: el misterio de Dios se muestra en sus efectos, y la acogida de la identidad de Dios se traduce en la paz, la concordia y la comunión.

 

Evangelio: Juan 3,16-18

16 Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo único  para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él.

18 El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree en él ya esta condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.

 

¤·• El fragmento del evangelio de Juan forma parte del <<comentario» del evangelista al diálogo de Jesús con Nicodemo (sin embargo, la lectura litúrgica introduce el texto con la expresión: <<En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo»). Consiste en la explicación de las palabras de Jesús referentes a tener vida eterna gracias a la fe en aquel que Dios ha levantado en alto (Jn 3,15). En el cuarto evangelio <<levantar» significa, al mismo tiempo, crucificar (ser levantado en la cruz) y ensalzar La repetición del dicho <<para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna>>, en el v. 16, subraya la relación entre creer en Jesús y obtener la vida. La afirmación manifiesta la intención de Dios, el amor tan grande al mundo, que incluso entrega a su Hijo unigénito para arrancar a la humanidad de la muerte. El verbo <<entregar» asume aquí la doble valencia de enviar al mundo al Hijo y de entregarlo hasta la muerte. Se recalca así que en la entrega de Jesús esta implicado el Padre. La humanidad (en este sentido la humanidad es el mundo), mediante el pecado, ha creado una separación entre ella y Dios, exponiéndose a la muerte. Dios quiere superar ese abismo. Y a la situación <<suicida» de la humanidad le contrapone el don de la vida, que requiere la fe. Es voluntad de Dios cumplir esta condición —repetida con insistencia— para salir del abismo y no (re)caer en él. El eventual juicio no depende, por tanto, de Dios, sino de la elección que cada uno hace ante aquel que se ha entregado. El juicio es correlativo a la incredulidad, lo contrario a la voluntad de Dios. La fe en el Hijo del hombre enviado es ya experiencia de vida, en cuanto que es apertura al amor vivificante de Dios.

 

MEDITATIO

La concepción que se tenga de Dios nace en buena parte de nuestra experiencia en las relaciones humanas. Generalmente, hay dos aspectos bien diferenciados: el fundamento que la sostiene y el misterio que la envuelve. La supremacía de un aspecto sobre el otro determina los sentimientos: si el predominio es el del primero, será de confianza, al sentirse protegido y cuidado; si la preponderancia es el del segundo, será de temor, al considerarse supeditado y dominado. Las dos impresiones se expresan de dos formas en la oración: la alabanza agradecida y la invocación perpleja. En toda vivencia religiosa, incluida la cristiana, conviven distintas sensibilidades y formas de orar; sin embargo, ¿no nos sentimos ante Dios protegidos y amenazados, al mismo tiempo, y gozosos de mantener una relación cordial con él y suspicaces ante el temor de quedar anulados en algún momento por fiarnos totalmente?

Los textos que la liturgia nos propone en la solemnidad de la Trinidad nos presentan una descripción de Dios que va más allá de la proyección en la que, a menudo, caemos al prestarles atención a los sentimientos espontáneos que nos surgen. La manifestación de Dios como amor quiere recordarnos insistentemente que él se dirige a nosotros con la dedicación y el cariño de quien esta en el corazón de nuestra vida. El perfil de una vida así no esta determinado por nuestros deseos, solo pálidamente. En efecto, nuestro deseo de vida, por muy grande que sea, no logra alcanzar la plenitud de cuanto Dios quiere entregarnos; se aproxima solamente, igual que se aproxima la concepción que podemos tener del amor de Dios manifestado en Jesús.

Este amor; que aparece como el verdadero rostro del misterio, causa un estupor indecible: sentirse el centro de la atención y de los cuidados de Aquel que es la vida misma, rebosante y salvadora. Así se aprende que no es encerrándose, sino dándose, como se obtiene verdaderamente la vida. La vida coincide con el amor entendido como entrega, y la plenitud de la vida se experimenta cuando, abrazados y transformados, por tal amor nos dirigimos a él en alabanza agradecida, signo de que el temor ha desaparecido definitivamente.

 

ORATIO

Gloria a ti, Dios, Padre, Hijo y Espíritu, que eres el término excelso de mis ambiciones y el manantial inagotable de mis deseos. Gloria a ti, que has querido entrar en nuestra historia, y en la mía, y mostrarme mi soledad derrotada y vencida la muerte. Gloria a ti, que destronas mi temor a perderme si te dejo espacio en mi corazón. Gloria a ti, que me envuelves en tu nube y en ella me desvelas tu misterio, que es el misterio de mi vida, ardientemente buscado. Gloria a ti, que eres el amor rebosante, que me acoges y me salvas en mi fragilidad. Gloria a ti, que me concedes entrar en comunión contigo y me revelas relaciones inimaginables. Gloria a ti, que me conduces por el camino de la entrega seduciendo mi Espíritu deseoso de plenitud. Gloria a ti, que eres el principio, el ámbito y la meta de todo cuanto puedo disfrutar. Gloria a ti, que lo eres Todo.

 

CONTEMPLATIO

¡Oh, mi Dios, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mi, para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Vos, ¡oh mi Inmutable!, sino que a cada minuto me sumerja más en la profundidad de vuestro misterio.

Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje jamás allí solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, entregada del todo a vuestra acción creadora.

Oh mi Cristo amado, crucificado por amor; quisiera ser una Esposa para vuestro Corazón; quisiera cubriros de gloria, quisiera amaros... ¡hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y os pido <<revestirme de Vos mismo», identificar mi alma con todos los movimientos de la vuestra, sumergirme, invadirme, sustituirme Vos a mi, a fin de que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra vida. Venid a mí como Adorador como Reparador y como Salvador;

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándoos; quiero estar atenta a vuestras enseñanzas, a fin de aprenderlo todo de Vos. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero estar fija siempre en Vos y permanecer bajo vuestra inmensa luz. ¡Oh, mi Astro amado!, fascinadme, para que no pueda ya salir de vuestra irradiación.

¡Oh fuego consumidor, Espíritu de Amor! <<descended a mi», para que se haga en mi alma como una encarnación del Verbo. Que yo sea para él como una humanidad complementaria, en la que renueve todo su misterio.

Y Vos, ¡oh Padre!, inclinaos ante vuestra pobre pequeña criatura, <<cubridla con vuestra sombra», no veáis en ella más que al <<Amado en quien Vos habéis puesto todas vuestras complacencias».

¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, soledad infinita, inmensidad donde me pierdo! Yo me entrego a Vos como una presa. Encerraos en mi, para que yo me encierre en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas (Isabel de la Trinidad, <<Notas íntimas», en Obras selectas, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2000, 110-112; traducción, Enrique Llamas).

 

ACTIO

Repite con frecuencia el signo de la cruz, pensando intensamente en el significado de estas palabras: <<En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu».

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Si se pretendiese que una oración tuviera la precisión de un tratado de teología, entonces la oración a la Trinidad seria una cima casi inalcanzable. Sin embargo, la oración no es el fruto de unos razonamientos. En caso contrario, esperemos que la teología nos saque de esta contradicción. Ella, en efecto, ha creado el término técnico de circumincesión (o pericoresis, según la etimología griega) para hablar del <<movimiento inamovible>> de la presencio recíproca de las tres personas de la Trinidad -<<Lo mismo que tu estés en mi y yo en ti», le dice Jesús al Padre- en el rico <<tránsito» de la circulación del Amor. De la misma forma, la verdadera oración trinitaria, como cualquier oración cristiana pasa sin cesar de una Persona a la otra. De este modo, Cristo, desde el momento que lo contemplamos como Hijo de Dios, nos remite al Padre, que nos lo <<entrega», y el Padre, cuando le expresamos nuestra acción de gracias, nos remite al Espíritu que el Hijo nos da <<de parte>> del Padre, y así incesablemente, cualquiera que sea el orden que empleemos e indistintamente de la Persona a la que inicialmente nos dirijamos en nuestra oración. Porque la oración trinitario sigue la lógico del amor, que es compartido y comunicado (J. Moingt, I Tre Visitatori. Conversazioni sulla Trinitá, Brescia 2000, 105ss [edición española: Los tres visitadores. Conversaciones sobre la Trinidad, Mensajero, Bilbao 2000]).

 

 

 

Santísimos Cuerpo y Sangre de Cristo

(Domingo después de la Santísima Trinidad)

 

LECTIO

Primera lectura: Deuteronomio 8,2-3.14-16

Moisés habló al pueblo diciendo:

2 Acuérdate del camino que el Señor tu Dios, te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años a través del desierto, con el fin de humillarte y probarte, para ver si observas de corazón sus mandatos o no.

3 Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre; te ha alimentado con el maná, un alimento que no conocías ni habían conocido tus antepasados, para que aprendieras que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor

14   No te olvides del Señor tu Dios. Fue él quien te sacó de Egipto, de aquel lugar de esclavitud;

15 quien te ha conducido a través de ese inmenso y terrible desierto, lleno de serpientes venenosas y escorpiones, tierra sedienta y sin agua; fue él quien hizo brotar para ti agua de la roca de pedernal

16 y te ha alimentado en el desierto con el maná, un alimento que no conocieron tus antepasados.

 

*·> El trasfondo de la primera lectura nos introduce en la espantosa y asoladora aspereza del desierto sinaítico: el hambre atroz, la sed aterradora, la piedra pelada, los riesgos mortales, los estragos del camino, las alimañas, serpientes venenosas y alacranes temibles. En una palabra, un entorno de muerte donde el hombre no puede sobrevivir con sus solas fuerzas. De hecho, nadie, solo y por su cuenta, lo intenta. Se sentiría humillado en su altanería. Choca contra su propia debilidad y es incapaz de conseguirlo. Entonces advierte que la única confianza la puede encontrar exclusivamente en Dios. Uno solo no lo logra.

No en balde dice el texto: <<Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre» (v. 3) antes de darte el pan y el agua. Y, en efecto, solo Dios ha salvado a Israel. Le ha dado la <<Palabra que sale de la boca del Señor>>. La Palabra de Dios es el verdadero regalo del Señor. El maná es entendido como una demostración: <<No sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios ».

La Palabra de Dios es la protagonista principal de esta historia en el desierto. Sin ella, el maná no habría aparecido en el árido peñascal del desierto. Sólo así, en el páramo del desierto, donde el hombre no puede subsistir con sus propios medios, sino que tiene que rendirse y depender de Dios, el maná y la Palabra divina se convierten en la misma realidad.

 

Segunda lectura: 1 Corintios 10,16-17

Hermanos:

16 El cáliz de bendición que bendecimos ¿no nos hace entrar en comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿No nos hace entrar en comunión con el cuerpo de Cristo?

17 Pues si el pan es uno solo y todos participamos de ese único pan, todos formamos un solo cuerpo.

 

Pablo alude en los primeros versículos de la primera Carta a los Corintios a la misma experiencia de la primera lectura (vv. 16ss), aunque con un lenguaje distinto, el de la liturgia tradicional de la <<cena del Señor>>. Aquí, la humillación a la que es sometido el hombre por la falta de pan es vista según la dimensión personal y real de la <<comunión» (dos veces aparece en el texto). El hombre necesitado de pan y agua solo puede vivir de la relación con Dios y los hermanos. Para expresar este concepto, Pablo se vale de la experiencia eucarística que se vive en la comunidad de Corinto. La participación y la comunión del pan eucarístico, a través del cáliz y el pan del altar ayudan a entrar en una relación personal, profunda e intima, con <<el cuerpo de Cristo», es decir con su vida y su amor.

La lectura que nos propone la liturgia expresa la densa consecuencia que el apóstol deduce de esta unión, por medio de la fe, con <<el cuerpo de Cristo» (vv. 16ss). Puesto que el cuerpo de Cristo es <<un único pan>> para muchos, todos los que nos acercamos a la comunión formamos <<un solo cuerpo». Comiendo el cuerpo de Cristo nos convertimos en <<cuerpo de Cristo». O, dicho de otra forma, formamos entre nosotros, que nos comunicamos con Cristo, un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo: <<Incluso siendo muchos, somos un cuerpo solo».

    Puede parecer inverosímil, pero es verdad: <<Todos formamos un solo cuerpo>>

 

Evangelio: Juan 6,51-58

51 Jesús añadió:

- Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo.

52 Ésto suscitó una fuerte discusión entre los judíos, los cuales se preguntaban:

- ¿Como puede éste damos a comer su carne?

53 Jesús les dijo:

—Yo os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.

54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

55 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

56 El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él.

57 El Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él. Así también, el que me coma vivirá por mí.

58 Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el pan que comieron vuestros antepasados. Ellos murieron, pero el que coma de este pan, vivirá para siempre.

 

*·• El evangelio se puede leer a la luz de la primera lectura, la dramática situación del pueblo en el desierto. Dios ha conducido a Israel a una situación horrorosa. No existe ningún camino, no tienen pan ni agua, no poseen mayor seguridad y nadie habla de una posible salvación. Solo mantienen una fe ciega en Dios y en su Palabra. La fe es suficiente. Es la premisa del milagro del maná.

El evangelio completa esta fusión entre la Palabra de Dios y el maná (pan) en la persona de Cristo, quien dándose a si mismo realiza la unidad de ambas. Solo aquel que lo recibe como alimento tiene en si la Palabra de Dios y a Dios mismo, en cierto sentido. Esto roza lo increíble. Jesús no explica como puede realizarse este milagro, superior al mana que comieron los antepasados en el desierto, que, después de comerlo y quedar saciados, <<murieron» (vi 58). Jesús quiere que, al participar en la eucaristía, pensemos que en el desierto de nuestra vida también podemos lanzarnos como hambrientos a los brazos de Dios.

Jesús no explica como tiene lugar el milagro. Sin embargo, si precisa como él es <<el pan de vida». Prepara a los discípulos, por medio de la fe, a una afirmación aun más asombrosa: el pan que le ofrece a los hombres para que realmente lo coman es él. Por esto dice: <<Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (v 55). Sorprendentes palabras, porque, de no ser así, comenta: <<No tendréis vida en vosotros» (xc 53). Se refiere a la muerte en cruz como ofrenda  sacrificial de su carne entregada por nosotros para que vivamos siempre con él. Jesús nos da a comer su propia carne inmolada en la cruz para que <<vivamos para siempre» (v. 58). Si nos tomamos en serio estas palabras, descubrimos que la carne de Jesús inmolada en la cruz se convierte en la comunión eucarística en la unión profunda de vida con él. Uniéndose a nosotros, a nuestra debilidad, Jesús se transforma en nuestro pan.

Todo esto es, efectivamente, una locura divina, y supera cualquier esfuerzo humano que intente captar su sentido insondable. Solo se comprende si concebimos que Dios es amor con sinceridad, preguntémonos si creemos real y verdaderamente en la vida eterna. La vida eterna no es otra que la vida de Dios. Y nuestra vida se encuentra en el amor de Dios, un amor tan grande que vence todas nuestras debilidades. Y precisamente porque somos débiles, Dios viene en nuestra ayuda.

 

MEDITATIO

Nos impresionan las palabras del Senior proclamadas en el evangelio de hoy. Significan que la <<muerte» no tiene ninguna posibilidad de acceso allí donde se come <<el pan de la vida». Sabemos que el pan de la vida es la carne de Jesús entregada para la vida del mundo. Quien come su carne vive en Cristo. Es transformado en una realidad eterna. Y desde ahora. Vive ya la vida eterna, que es propia de Dios.

Después, el futuro: <<Y yo lo resucitaré el último día». El horizonte de la eucaristía es la resurrección de los muertos: <<El que come mi carne y vive mi sangre tiene vida eterna». Nunca más el horror del desierto, la angustia de la noche y las insidias del camino, sino la vida eterna. Mejor aun, el misterio del amor que reina entre el Padre y el Hijo en la Santísima Trinidad. La vida eterna esta presente en quien come el cuerpo de Cristo. Es una realidad tangible. Es una vida que extiende y propaga el fuego inagotable de Dios y transforma al hombre, preparándolo para la <<boda eterna». Por cierto, siempre existe el riesgo de tropezar en las propias limitaciones. Pero el Señor es el <<pan vivo» que esta continuamente a nuestra disposición, El nos ayuda a vivir en la fe, esperanza y caridad y a gustar desde ahora, incluso sufriendo la soledad del desierto, la verdad de la resurrección. No por nada la vida eterna es la resurrección.

Ahora sólo nos queda corear el gozo y la alegría de haber encontrado en el corazón de nuestra vida un camino que no conocíamos. El camino que conduce a la resurrección. Desde ahora, y hasta el final, la resurrección esta aquí con nosotros: <<El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día» (Jn 6,54).

 

ORATIO

Te damos gracias, Dios de eterno amor por el regalo de la eucaristía, comuni6n y uni6n con Cristo y los hermanos. Cuando participamos en la eucaristía no sólo nos unimos a Cristo y formamos una sola cosa con el (<<un solo cuerpo»), sino que nos ponemos en común unión entre nosotros y nos convertimos en <<un solo cue1po» con Cristo y los demás. Te pedimos perdón porque no siempre hemos experimentado el misterioso e irresistible atractivo de la eucaristía, porque a veces hemos gastado el tiempo en conseguir seguridades personales, embaucados por nuestros egoísmos y atrapados por la desconfianza y la desesperaci6n.

Te rogamos, Padre, que nos concedas el don de la sabiduría para que comprendamos que la fatigosa peregrinación por el desierto de nuestra vida es ya una confortable estancia en la patria del cielo. Porque <<no sólo de pan viva el hombre», sino de ese <<pan» que es él, en cuanto Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarlo. Te suplicamos que, comulgando del cuerpo de Cristo, nos convirtamos en lo que somos, como nos dice san Agustín: cuerpo de Cristo y miembros los unos de los otros. Este es el deseo profundo que queremos cultivar con la oración y en el corazón: dejar que tú, Señor, obres este milagro en nosotros. Tú eres el Señor; úu lo puedes todo. Amén.

 

CONTEMPLATIO

El unigénito Hijo de Dios, queriendo que participáramos de su divinidad, asumió nuestra naturaleza y se hizo hombre para hacer de nosotros, hombres, dioses. Todo lo que asumió lo estimó para nuestra salvación. De hecho, le ofreció a Dios Padre su cuerpo como víctima sobre el altar de la cruz para nuestra reconciliación. Derramó su sangre haciéndola valer como justiprecio y no como simple aspersión, para que —redimidos de la humillante esclavitud— fuésemos purificados de todos los pecados con el fin de que quedara en nosotros un recuerdo constante de tan gran beneficio, les dejo a sus fieles su cuerpo como comida y su sangre como bebida, bajo las especies del pan y el vino.

¡Oh inapreciable y maravilloso banquete que a los comensales les da la salvación y la alegría sin fin! ¿Qué puede haber más grande que esto? No se ofrecen suntuosas carnes de becerros y machos cabríos, como en la antigua ley, sino a Cristo, verdadero Dios, como alimento. ¿Qué puede existir más sublime que este sacramento? En realidad, ningún sacramento es tan saludable como éste: por su virtud son borrados los pecados, crecen las buenas disposiciones, y la mente es enriquecida con todos los carismas espirituales. En la Iglesia, la eucaristía, habiendo sido instituida para la salvación de todos, es ofrecida por los vivos y por los muertos, para provecho de todos.

Nadie puede expresar la suavidad de este sacramento. Se gusta la dulzura espiritual en la misma Fuente y se hace memoria de la altísima caridad, que Cristo ha demostrado en su pasión (Santo Tomas de Aquino, Opusc. 57, en la fiesta del Corpus Christi, lect. 1-4).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<El que come de este pan vivirá siempre» (Jn 6,51).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Cuando en 1975 me metieron en la cárcel, se abrió camino dentro de mi una pregunta angustiosa: <<¿Podré seguir celebrando la eucaristía?». Fue la misma pregunta que más tarde me hicieron los fieles. En cuanto me vieron, me preguntaron: <<Ha podido celebrar la santa misa?>>.

En el momento en que vino a faltar todo, la eucaristía estuvo en la cumbre de nuestros pensamientos: el pan de vida. <<El que come de este pan viviré siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo>> (Jn 6,51).

¡Cuántas veces me acordé de la frase de los mártires de Abitene (siglo IV), que decían: <<¡Sine Dominica nón possumus!» (<<No podemos vivir sin la celebración de la eucaristía>>).

En todo tiempo, y especialmente en época de persecución, la eucaristía ha sido el secreto de la vida de los cristianos: la comida de los testigos, el pan de la esperanza.

Eusebio de Cesarea recuerda que los cristianos no dejaban de celebrar la eucaristía ni siquiera en medio de las persecuciones: <<Cada lugar donde se sufría era para nosotros un sitio para celebrar…., ya fuese un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisi6n...». El martiriológico del siglo XX está lleno de narraciones conmovedoras de celebraciones clandestinas de la eucaristía en campos de concentración. ¡Porque sin la eucaristía no podemos vivir la vida de Dios! [...].

Cuando me arrestaron, tuve que marcharme en seguida, con las manas vacías. Al día siguiente me permitieran escribir a los míos para pedir lo más necesaria: ropa, pasta de dientes... Les puse: <<Por Favor, enviadme un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago>>. Los fieles comprendieron en seguida. Me enviaron una botellita de vino de misa, con esta etiqueta: <<Medicina contra el dolor de estómago>>, y hostias escondidas en una antorcha contra la humedad.

La policía me preguntó:

- ¿Le duele el estómago?

- Si.

- Aquí tiene una medicina para usted.

Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Este era mi altar y ésta era mi catedral! Era la verdadera medicina del alma y del cuerpo: <<Medicina de inmortalidad, remedio para no morir; sino para vivir siempre en Jesucristo>>, como dice Ignacio de Antioquia.

A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la cruz con Jesús, de beber con él el cáliz más amago. Cada día, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida! (F.X. Nguyen Van Thuan, Testigos de esperanza. Ejercicios espirituales dados en el Vaticano en presencia de S. S. Juan Pablo II, Ciudad Nueva, Roma 72000, 143-146; traducción, Juan Gil Aguilar).

 

 

 

 

El Sagrado Corazón de Jesús

(Viernes posterior al segundo domingo después de Pentecostés)

 

LECTIO

Primera lectura: Deuteronomio 7,6-1 1

Moisés habló al pueblo diciendo:

6 Tu eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios, y a tí te ha elegido el Señor tu Dios, para que seas el pueblo de su propiedad entre todos los pueblos que hay sobre la superficie de la tierra.

7 El Señor se fijó en vosotros y os eligió no porque fuerais mas numerosos que los demás pueblos, pues sois el más pequeño de todos,

8 sino por el amor que os tiene y para cumplir el juramento hecho a vuestros antepasados. Por eso os ha sacado de Egipto con mano fuerte y os ha librado de la esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto.

9 Reconoce, pues, que el Señor tu Dios, es un Dios fiel, que cumple sus pactos y tiene misericordia por mil generaciones con quienes le aman y cumplen sus mandamientos,

10 pero castiga a los que le odian y al punto los hace perecer; a quien le odia, él le castiga.

11 Guarda, pues, los mandamientos, las leyes y los preceptos que yo te prescribo hoy.

 

El libro del Deuteronomio consta de tres partes y la primera está formada por dos discursos de Moisés. El texto de esta lectura pertenece al segundo discurso, un relato histórico que se fija en los acontecimientos del Horeb, el Decálogo y el código legal deuteronomista. La perícopa tiene como tema central la elección del pueblo de Israel y la predilección de Dios, libre, gratuita y amorosa, por este pueblo. Las palabras iniciales del texto (v. 6) revelan la elección, la consagración y la santidad del pueblo. E, inmediatamente, destaca la motivación profunda de este privilegio: el amor libre y gratuito de Dios. El pueblo ha sido elegido y consiguientemente, ha sido santificado; ha sido consagrado al Señor para que sea su propiedad. No se trata de una cualidad intrínseca que posea en si mismo, sino de una condición particular de su existencia que deriva de la elección de Dios, es decir de la decisión de Dios de separarlo y consagrarlo a su servicio. Esta elección ha sido ratificada por la alianza. La teología de la elección es un tema característico del Deuteronomio y la revelación veterotestamentaria: Israel es, esencialmente, el pueblo de Dios, el pueblo separado, el pueblo consagrado a Dios; es el pueblo de la alianza.

La continuación del texto refiere las consecuencias que comporta la revelación del amor gratuito de Dios: pertenecer a Dios requiere una conducta digna, obliga a ser conscientes de la propia pequeñez y tomar conciencia de la elección, y exige reconocer a Dios como el único y verdadero Señor a quien hay que darle culto auténtico, observando los mandamientos, y corresponderle fielmente a su amor Al pueblo, ante el amor gratuito de Dios, le toca responden con admiración y entusiasmo, con gratitud laboriosa y cumplida lealtad.

 

Segunda lectura: 1 Juan 4,7-16

7 Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

8 Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor

9 Dios nos ha manifestado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único, para que vivamos por él.

10 El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados.

11 Queridos míos, si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros.

12 Nadie ha visto jamás a Dios; si nosotros nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su perfección.

13 En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que él nos ha dado su Espíritu.

14 Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre ha enviado a su Hijo como Salvador del mundo.

15 Si uno confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.

16 Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

 

¤• El tema central de la primera carta de Juan es la comunión con Dios, y lo desarrolla siguiendo un movimiento en espiral. El autor parte de una convicción: los creyentes participan de la vida divina. Y, acto seguido, les indica a los destinatarios las condiciones para conseguir la vida eterna y los criterios para reconocerla.

La caridad, considerada anteriormente en la epístola en su aspecto parenético y cristológico, ahora es vista específicamente en su vertiente divina y teológica: <<Dios es amor>> (vv. 8.16). Dios es <<agàpe». No es ni una teoría sobre Dios ni una definición filosófica o metafísica de su naturaleza; es una descripción operativa y salvadora: <<Dios es amor» significa que Dios nos ama. Dios ama a Israel y le manifiesta su amor eligiéndolo; a nosotros nos ha manifestado de modo supremo su amor a través de su Hijo unigénito (<<Dios nos ha manifestado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único, para que vivamos por él», v 9) y del Espíritu Santo (<<él nos ha dado su Espíritu», v. 13), dos dones inmensos.

El envío del Hijo y del Espíritu, a nosotros, marca la total y absoluta autodonación de Dios, la suprema revelación. Dios nos manifiesta el amor, la caridad, el agàpe. El Hijo, por su parte, manifiesta el amor haciéndose víctima sacrificial de expiación por nuestros pecados. Dios, siendo amor y donándose a través del Hijo y del Espíritu Santo, nos comunica la capacidad de amar con su mismo amor

 

Evangelio: Mateo 11,25-30

25 Entonces Jesús dijo:

-Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos.

26 Sí, Padre, así te ha parecido bien.

27 Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y al Padre no lo conoce más que el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar

28 Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados y yo os aliviaré.

29 Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas.

30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

 

•• El texto del evangelio de Mateo pertenece a la sección narrativa y presenta el rechazo que encontrará el Reino entre los hombres según la voluntad y el designio divinos.

El texto de la lectura se articula en tres partes. La primera (vv. 25ss) es el himno de bendición y alabanza que Jesús dirige al Padre por el designio de salvación elegido, consistente en revelar <<a los sencillos» los misterios del Reino y en escondérselos <<a los sabios y prudentes>>, es decir a los fariseos y a los escribas. El motivo profundo de esta elección es porque así le ha parecido bien (la eudokía, la complacencia). Dicho de otra forma, por su libertad para amar y elegir.

La segunda parte es la revelación de la relación íntima entre el Padre y el Hijo (v. 27). Esta relación la presenta como un <<conocimiento», entendido no solo como comunicación intelectual, sino como total intimidad de vida, con las siguientes características: exclusivo (nadie.,. sino... »), recíproco, permanente e idéntico. A la hora de revelarse, el Padre y el Hijo ostentan la mismísima condición divina, recíprocamente íntimos el uno al otro e inaccesibles para todos los demás. El Padre y el Hijo son iguales en dignidad. Es la revelación de la clara conciencia que tiene Jesús de ser semejante al Padre.

En la tercera parte (vv. 28-30), Jesús se presenta como <<sencillo y humilde de corazón>>, los mismos términos empleados para definir y calificar a los pobres. Jesús asume la actitud religiosa del <<sencillo y pobre de corazón>> y se ofrece como maestro de sabiduría y consuelo. Invita a los fatigados y agobiados por las penalidades y las angustias de la vida a encontrarse con él, que los aliviaré. La presencia del vocablo <<corazón», precisamente en este día de fiesta, ofrece un claro mensaje evangélico: en el corazón de Jesús reside la plenitud no solo de la humanidad, sino también de la divinidad.

 

MEDITATIO

En las tres lecturas esta presente el tema del amor: Dios elige a Israel y lo consagra como pueblo de su heredad porque lo ama. Dios envía a su Hijo unigénito y dona el Espíritu Santo porque Dios es amor; nos ama enormemente y, a través del envío del Hijo y el don del Espíritu, se manifiesta como amor caridad, agàpe. En el texto evangélico, Dios revela los misterios del Reino a los pequeños, y no a los sabios y entendidos, porque los ama. Jesús repone los ánimos de quienes acuden a él porque es sencillo y humilde de corazón, porque es amable y ama.

El centro y el vértice de la fiesta litúrgica del Corazón de Jesús esta en el culto al amor salvífico por nosotros; en él se encuentra la raíz de todas las gracias, de todos los favores, de todas las bondades que continuamente recibimos. Sobre todo, el don de la vida divina, de la filiación divina a través del bautismo, perfeccionada en la confirmación, nutrida en la eucaristía, recobrada en el perdón y vertida abundantemente en todos los sacramentos que derivan de la pasión y muerte de Cristo, el acto supremo de amor, ya que <<nadie tiene amor mas grande que quien da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).

 

ORATIO

Y tanto amaste al mundo, Padre santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo. El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así compartió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos, y a los afligidos el consuelo. Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida. Y porque no vivamos ya para nosotros, sino para él, que por nosotros murió y resucité, envié, Padre, al Espíritu Santo como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a plenitud su obra en el mundo (plegaria eucarística IV).

 

CONTEMPLATIO

Así, pues, el Corazón de nuestro Salvador, en cierto modo, refleja la imagen de la divina Persona del Verbo y es imagen también de sus dos naturalezas, la humana y la divina; y podemos considerar no solo el símbolo, sino también, en cierto modo, la síntesis de todo el misterio de nuestra Redención. Luego, cuando adoramos el Corazón de Jesucristo, en él y por él adoramos tanto el amor increado del Verbo divino como su amor humano, con todos sus demás afectos y virtudes, pues por un amor y por el otro nuestro Redentor se movió a inmolarse por nosotros y por toda la Iglesia, su Esposa, según el apóstol: Cristo ama a su Iglesia y se entregó a si mismo por ella, para santificarla, purificándola con el bautismo de agua por la Palabra de vida, a fin de hacerla comparecer ante sí llena de gloria, sin mancha ni arruga ni casa semejante, sino siendo santa e inmaculada (Ef 5,25-27).

Cristo ha amado a la Iglesia y la sigue amando intensamente (1 Jn 2,1) con ese amor que le mueve a hacerse nuestro abogado para proporcionarnos la gracia y la misericordia del Padre, siempre vivo para interceder por nosotros (Heb 7,25). La plegaria, que brota de su inagotable amor; dirigida al Padre, no sufre interrupción alguna (Pío XII, encíclica Haurietis aquas sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús, III, 6).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Aprended de mi que soy sencillo y humilde de corazón>> (Mt 11,29).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

¡Oh Señor Jesús, [haciéndote hombre] nos has mostrado el inmenso amor de Aquél que te ha enviado, tu Padre celestial! A través de tu corazón humane vislumbramos tenuemente el amor divino con el que somos amados y con el cual tu nos amas, porque tu y el Padre sois uno.

¡Es tan difícil para mí creer plenamente en el amor que surge de tu corazón...! Soy inseguro y timorato, estoy indeciso y desalentado. Mientras que de palabra digo que creo plena e incondicionalmente en tu amor, sigo buscando afecto, apoyo, aceptación y elogios entre los demás, esperando de los mortales aquello que solo tu me puedes dar. Oigo claramente tu voz: <<Venid a mi todos los que estéis fatigados y agobiados y yo os aliviaré... que soy sencillo y humilde de corazón» (Mt.11,28ss); sin embargo, corro en otras direcciones, como si no confiara en ti y, de alguna manera, me sintiera más seguro en compañía de personas que tienen el corazón dividido y, a menudo, confuso.

Oh Señor; ¿por que deseo con ansia recibir halagos y cumplidos de las demás personas, incluso cuando la experiencia me enseña lo limitado y condicionado que es el amor que viene del corazón humano? Son tantos quienes me han demostrado su amor y su cariño, tantos los que me han dirigido palabras consoladoras y estimulantes, tantos los que han sido tan amables y me han manifestado su perdón..., pero nadie ha llegado al hondón, a ese lugar profundo y recóndito donde residen mis temores y esperanzas. Solo tú conoces aquel sitio, Señor [...]. Tu corazón esta tan deseoso de amarme, tan inflamado de fervor que me reaviva. Quieres darme un techo, un sentido de pertenencia, un lugar pora vivir, un cobijo donde resguardarme y un refugio donde me sienta seguro. Confío en ti, Señor, sigue ayudándome en los momentos de duda y desengaño (H. J. M. Nouwen, De cuore a cuore. Preghiere al Sacro Cuore di Gesu, Brescia *2000, i9—30).

 

 

  

Asunción de la Virgen María

15 de agosto

 

LECTIO

Primera lectura: Apocalipsis 11,19a; 12,1-6a.10

19 Se abrió entonces en el cielo el templo de Dios y dentro de él apareció el arca de su alianza.

12.1 Después, una gran señal apareció en el cielo una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

2 Estaba encinta y las angustias del parto le arrancaban gemidos de dolor

3 Entonces apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo con siete cabezas y diez cuernos y una diadema en cada una de sus siete cabezas.

4 con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra, Y el dragón se puso al acecho delante de la mujer que iba a dar a luz, con ánimo de devorar al hijo en cuanto naciera.

5 La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a regir todas las naciones con vara de hierro, el cual fue puesto a salvo junto al trono de Dios,

6 mientras, la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios.

10 Y en el cielo se oyó una voz potente que decía: <<Ya está aquí la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios. Ya esta aquí la potestad de su Cristo».

 

» La <<gran señal» de la mujer vestida del sol, a punto de dar a la luz un hijo varón, esta precedida de otra aparición que tiene lugar en el santuario de Dios, en el cielo: <<Apareció en el cielo el templo de Dios y dentro de él apareció el arca de su alianza en media de relámpagos, de retumbar de truenos, de temblores de tierra y de fuerte granizada» (Ap 11,19). El cuadro descrito aquí evoca clarísimamente la grandiosa teofanía sinaítica (Ex 19,16-18). Concluida la Alianza en las faldas de la montaña del Sinaí, Dios manda construir el arca, signo visible de la morada de Dios en medio de su pueblo (Ex 25,8).

El autor del Apocalipsis, en parte, recuerda el arca de la primera Alianza (Ap 11,19). Y a continuación, sugiere que con la llegada de Cristo surge otra arca, símbolo de la nueva Alianza. Esta segunda arca, que lleva a cumplimiento las profecías de la antigua, es la <<mujer», y en su seno lleva a un niño varón, a Cristo, el Mesías (Ap 12,1-5). El regazo de la mujer es la nueva arca de la alianza, portadora de la presencia encarnada del Hijo de Dios. Ella es sencillamente la <<mujer de la Alianza». Queda asociada, simbólicamente, con Eva, Israel y la Iglesia: un trinomio que arranca de la antigua alianza y concluye en la nueva. En la <<mujer» del Apocalipsis, que no tiene nombre propio, podemos reconocer a Eva, la hembra de Gn 3, La <<mujer», en otro de sus rasgos, representa a la mujer-esposa de la antigua alianza, esto es, al pueblo de Israel, formado por las doce tribus y simbolizado por las doce estrellas de la corona (cf Gn 37,9). Y por último, la <<mujer» es la figura de la Iglesia de Cristo. Después aparece como la madre del Mesías, <<el cual fue puesto a salvo junto al trono de Dios» (vv 5), y de los que observan los mandamientos divinos y dan testimonio de Jesús (y. 17).

El parto de la <<mujer» es una escena simbólica que alude a la pasión - resurrección de Cristo. El hijo varón que ha dado a luz es Cristo resucitado. El Padre lo <<pone a salvo», es decir, lo libra del poder de sus enemigos mediante la fuerza del Espíritu, y lo entroniza a su derecha como rey mesiánico. El resucitado es el hombre nuevo nacido al mundo de la nueva creación inaugurada por su Pascua (cf Jn 16,21ss; 19,5; Hch l3,32ss). La persecución desencadenada contra Cristo, el Mesías, se extiende ahora a su Iglesia (Jn 15,18), peregrina por el desierto hacia Dios (Ap 12,6.14). El la asiste, según la promesa: <<En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir pero tened ánimo, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33; Ap 13-17).

 

Segunda lectura: 1 Corintios 15,20-26

Hermanos:

20 Cristo ha resucitado de entre los muertos como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte.

21 Porque lo mismo que por un hombre vino la muerte, también por un hombre ha venido la resurrección de los muertos.

22 Y como por su unión con Adán todos los hombres mueren, así también por su unión con Cristo todos retornarán a la vida.

23 Pero cada uno en su puesto: como primer fruto, Cristo; luego, el día de su gloriosa manifestación, los que pertenezcan a Cristo.

24 Después tendrá lugar el fin, cuando, destruido todo principado, toda potestad y todo poder Cristo entregue el Reino a Dios Padre.

25 Pues es necesario que Cristo reine hasta que Dios ponga a todos sus enemigos bajo sus pies,

26 El último enemigo en destruir será la muerte,

27 porque él ha puesto todas las cosas bajo sus pies.

 

        Pablo afirma la realidad central de nuestra fe: <<Cristo ha resucitado de entre los muertos» (v. 20). Sin embargo, Cristo no es un <<triunfador» en solitario, sino <<anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte » (v. 20). Si Adán, el primer ser humano de la antigua creación, es la causa de la muerte para todos, Cristo —el segundo Adán, primicia de la nueva creación— es la causa de la resurrección de la humanidad, llamada a convertirse en propiedad <<de Cristo» a través de la fe en él (v. 23). Cristo, por tanto, es <<el primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29), <<el primogénito de los que triunfan sobre la muerte» (Col 1,18), o sea, <<el primer nacido» al mundo nuevo establecido mediante su resurrección.

En el designio divino hay un <<orden», una <<sucesión» (v 23). El principio (la <<primicia») de la resurrección personal de Cristo establece un [711 (el <<término»), es decir, la conclusión de la historia de la salvación, marcada por la <<venida de Cristo» (w. 23.24). Entonces también seré vencida la muerte, que es <<el último enemigo» en ser eliminado (v 26); el <<hueso duro de roer», podríamos decir. La hora en la que <<todos retornarán a la vida en Cristo» (v, 22).

Entre la resurrección de Cristo y la parusía al final de los tiempos se interpone la amplitud infinita de la historia. Una historia recorrida por el Resucitado, <<el alfa y la omega, el principio y el fin» (Ap 21,6; 22,13). Este es el campo en el que la energía divina del Viviente de entre los muertos derrotará gradualmente a las fuerzas del mal. El pondrá <<a todos sus enemigos bajo sus pies » (v 25), hará <<nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Con el lenguaje apocalíptico de la época (cf 1 Pe 3,22; Ef 1,20ss; 6,12; Col 1,16; 2,10.15),

Pablo muestra que, cuando tenga lugar el fin y Cristo entregue el Reino a Dios Padre, quedaré destruido <<todo principado, toda potestad y todo poder» (v. 24), esto es, todas las realidades demoníacas, que, incluso estando sujetas a Dios, pueden ejercer influjos negativos sobre nuestro mundo (potencias políticas deificadas, personas, estructuras, leyes, instituciones, desviaciones psíquicas...). Todo seré reducido bajo el poder de la soberanía real del resucitado. Hasta la muerte, que nos tenía esclavizados de por vida (cf Heb 2,14ss), quedará subyugada por <<medio de Cristo» (cf Col 2,15).

 

Evangelio: Lucas 1,39-55

39 Por aquellos días, María se puso en camino y se fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá.

40 Entré en casa de Zacarías y saludé a Isabel.

41 Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño empezó a dar saltos en su seno. Entonces, Isabel, llena del Espíritu Santo,

42 exclamó a grandes voces: - Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre,

43 Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?

44 Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno.

45 ¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

46 Entonces María dijo:

47 Mi alma glorifica al Señor y mi Espíritu se regocija en Dios, mi Salvador,

48 porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,

49 porque ha hecho en mi cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo

50 y es misericordioso siempre con aquellos que le honran.

51 Desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio,

52 Derribó de sus tronos a los poderosos y ensalzó a los humildes.

52 Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.

53 Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia,

54 como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre.

55 María estuvo con Isabel unos tres meses; después, volvió a su casa.

 

¤• Fijemos nuestra atención en dos motivos del texto evangélico que pueden tener una estrecha relación con la Asunción: el <<arca de la Alianza» y las <<grandes cosas del Poderoso».

Lucas no afirma explícitamente que María es el arca de la Alianza. Sin embargo, el texto del evangelio elegido para la fiesta de hoy lo sugiere implícitamente. Según la explicación de muchos exégetas, el viaje de María a la casa de Zacarías esta calcado del traslado del arca desde Baalá de Judá (antigua Quiriat Yearin, cf Jos 15,9.60; 18,14) a Jerusalén (cf 2 Sam 6; 1 Cro 13;15). El traslado del arca fue promovido por el joven rey David después de conquistar la colina de Sión a los jebuseos (2 Sam 5,6-9).

Entre el relato de Lucas y el del segundo libro de Samuel se dan algunos paralelismos: la región de Judá como área geográfica de los dos viajes; los brincos de regocijo y la entusiasmada danza del pueblo y de David delante del arca y los saltos de alegría de Juan Bautista en el seno materno; la exclamación de David y la de Isabel; los <<tres meses» del arca en casa de Obededón de Gat y de María con Isabel, en casa de Zacarías... Teniendo en cuenta las correspondencias de los dos episodios, sobreentendidas y latentes, es posible pensar que Lucas presenta a María, con Jesús en su vientre, como la nueva arca. ¡De la arqueta de madera al seno de la mujer!; del <<arca del Señor» a la <<madre del Señor>>: he aquí el paso de la antigua a la nueva Alianza.

Las <<grandes cosas» hechas por Dios son las intervenciones de gracia -maravillosas, potentes y terribles- que ha realizado en la historia de la Alianza con su pueblo. El destinatario habitual de estas <<grandes cosas» ha sido la comunidad de Israel: <<El Señor ha hecho grandes cosas por ellos», canta el salmista (Sal 126,2; cf también 106,21). No es raro que el Señor haga <<cosas grandes>> en favor de una persona, elegida como vehículo de bendición para todo el pueblo. Tal es el caso de Abrahán (Gn 12,2), David (2 Sam 7,21; 22,51), Judit (Jdt 13,8.10)... La finalidad de las <<grandes cosas» prodigadas por el Señor es siempre eclesial y comunitaria por naturaleza. También el Magníficat refleja esta economía. Al menos tres veces la Virgen se siente vinculada con la comunidad a la que pertenece. María canta al Dios de la Alianza porque ha mirado su <<humildad» y ha ensalzado <<a los humildes» (Lc 1,48a.52b); porque se ha fijado en su <<sierva» y ha tomado de la mano a <<Israel, su siervo» (Lc 1,48a.54a), y porque ha hecho <<grandes cosas» en su persona y ha cumplido las promesas en favor de <<Abrahán y su descendencia>> (Lc 1,49a.55).

 

MEDITATIO

Las páginas de la Escritura nos invitan a contemplar a la Virgen, que, después de cruzar el umbral de la casa de Zacarías, ha atravesado el umbral de la morada celeste. Allí, en la casa del Padre, Jesús ha preparado para ella <<un lugar» (cf Jn 14,1-2). La antigua arca estaba colocada dentro del Santo de los Santos, en el templo de Jerusalén (1 Re 8,6; 2 Cro 5,7); ahora, la nueva arca tiene su lugar en el corazón de la Trinidad Santa, en virtud de la resurrección de Cristo, su Hijo.

La Asunción es el epílogo de las <<grandes cosas» que el Dios de la Alianza ha hecho en la Madre de su Hijo. Y como estas maravillas de Dios tienen siempre una connotación eclesial, la Asunta es el icono entregado a la Iglesia, corazón del mundo. Es la garantía del triunfo escatológico ofrecido a cada criatura. El Vaticano II lo había intuido clarísimamente: <<La Madre de Jesús, de la misma manera que, ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (cf 2 Pe 3,10)» (LG 68), Tema que esta recogido en el prefacio: <<Ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra».

La tradición bíblica enseña que la resurrección al final de la vida es el gesto máximo de consuelo y misericordia divina hacia su pueblo (2 Mac 7,29; TgCant 8,5; Tgls 66,7 9.12-14; 1 Tes 4,13-18; 2 Tes 2,16ss, etc.). Con maternal ternura, ese día el Señor <<enjugará las lágrimas de sus ojos» (Ap 21,4; cf Is 25,8). Cristo resucitado consuela y conforta a la Iglesia sobre todo con su resurrección. Delante de nuestra mirada resplandecerá su humanidad, transfigurada por la gloria de la Pascua. El resucitado es el crucificado y el crucificado es el resucitado. La corporeidad asumida por Cristo en la encarnación y martirizada por la pesadez de nuestros egoísmos no es simplemente destruida o disuelta por la resurrección, sino transformada, y se convierte en imagen luminosa de los cielos nuevos y la tierra nueva. La continuidad es sublimada (no anulada) por la novedad.

Nosotros, discípulos del resucitado, estamos llamados a ejercer el ministerio de la consolación mediante una catequesis inspirada en la resurrección del Señor. En la órbita de Cristo resucitado se mueve la Asunta. En ella contemplamos la señal anticipada de la transformación final del mundo. La Asunta es la Dolorosa y la Dolorosa es la Asunta. Sale fortalecida la virtud de la esperanza, algo difícil, aunque no imposible.

 

ORATIO

    Oh Santa María, virgen de los inicios, confiados te invocamos en el umbral ansiado del tercer milenio de la vida de la santa Iglesia de Cristo:

    Iglesia tu misma, tienda humilde del Verbo, mecida por el soplo del Espíritu.

    Misericordiosa, acompaña nuestros pasos hasta las fronteras de una humanidad redimida y apaciguada y mantén contento y firme nuestro corazón en la certeza de que el Dragón no es más fuerte que tu Belleza, mujer frágil y eterna, salvada la primera y amiga de las criaturas, que todavía en el mundo gimen y esperan. Amén.

(Juan Pablo II, oración recitada al concluir el ángelus el 15 de agosto de 1988, dia de la clausura del año mariano 1987-1988).

 

CONTEMPLATIO

Entiendo que a continuación ocurrieron unos hechos que fueron como el coronamiento de los anteriores. Me refiero a la llegada del Rey celestial junto a su propia Madre para recibir en sus divinas y purísimas manos el alma santa e incólume de toda mancha, de la Virgen. Ella pronuncié entonces estas oportunas y apropiadas palabras: <<A tus manos, Hijo mío, encomiendo mi espíritu. Recibe, pues, mi alma, que tanto amas y que preservaste de toda culpa. A ti y no a la tierra entrego mi cuerpo. Guarda sano y salvo este cuerpo en el que te dignaste habitar y cuya virginidad preservaste cuando naciste. Llévame contigo para que donde tú estas esté también yo, habitando en tu compañía. Voy presurosa hacia ti, que bajaste a mi seno sin causar detrimento alguno. Al producirse mi transito, consuela a estos amadísimos hijos míos, a quienes te dignaste llamar hermanos tuyos. Cuando yo extienda sobre ellos mis manos para bendecirles, otórgales también tu bendición.

Seguidamente, alzando ella las manos, bendijo a los que estaban reunidos. Entonces el Señor dirigió a la Virgen estas palabras: <<Ven a mi descanso, oh bendita Madre mía. Levántate, ven, amiga mía, la más hermosa entre las mujeres. Ha pasado el invierno y llega el tiempo de la poda» (Cant 2,10-11). <<Eres toda hermosa, amiga mía y no hay en ti mancha alguna» (Cant 4,7). <<El aroma de tus perfumes sobrepuja toda fragancia» (Cant 4,10). Después de haber escuchado estas cosas, la Virgen santa entregó el Espíritu en las manos de su Hijo [...].

Con David (2 Sam 6,14), saltemos de júbilo en el Espíritu, pues hoy el arca del Señor ha entrado en el lugar de su reposo con el príncipe de los ángeles Gabriel, exclamemos: <<Salve, llena de gracia, el Señor es contigo>> (Lc 1,28). Salve, oh inagotable mar de gracia. Salve, oh única libertadora de toda tristeza. Salve, oh medicina que de todos los corazones hace desaparecer el dolor. Salve, oh María, por cuya mediación ha sido expulsada la muerte y nos ha llegado la vida (Juan Damasceno, <<Segunda homilía sobre la dormición>>, 10.16, en Homilías cristológicas y marianas, Ciudad Nueva, Madrid 1996, 184.194).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabras: <<El Poderoso ha hecho en mi cosas grandes» (Lc 1,49).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La gloria, contemplada hoy en el rostro de la Virgen, nos descubre en cualquier rostro, no importa que sean pobres y humillados, el mismo diseño de gloria. La grandeza de la dignidad del hombre y su inestimable valor se fundamentan tanto en su origen como en su destino. El hombre es creado en su realidad carnal por manos divinas antes de que el Espíritu habite en él y para que el Espíritu pueda habitar en él. Y es recreado en la resurrección con las mismas manos -manos horadadas, ahora- para que todo confluya en quien ha venido expresamente a su encuentro.

Caridad para nuestras vidas, misericordia para nuestros cuerpos. La salvación camina con el son de los latidos de nuestro pobre corazón de carne. En el mundo actual -no importa que hoy sea Fiesta- hay 1.500 millones de pobres que no comen lo suficiente, 1.5OO millones de trabajadores que no tienen un sueldo suficiente para vivir dignamente. Nosotros hacemos fiesta en honor de la Asunción de la Virgen, la Madre de todos, y está bien, pero, tal vez, no nos demos cuenta de que en su gloria inmaculada extendemos una sombra de injusticia tejida con nuestras manos.

Incluso en la gloria, la Virgen no deja de ser Madre ni de estremecerse en cada momento con infinita piedad por nuestra pobre carne, que le atañe de igual manera con la que pertenecemos a la gloriosa humanidad de Cristo. El Calvario aun no ha sido desmantelado; a los pies de la cruz está la Madre, suya y nuestra, que deposita en sus brazos justo aquello con lo que no queremos cargar; la aflicción o congoja, el lamento y la angustia del Unigénito. Y Así hasta el final de los tiempos, cuando todos serán recapitulados en la gloria eterna del Hijo y de la Madre y sobre la tierra <<los miembros de Cristo no tendrán nunca mas ni hambre ni sed>> (R Mazzolari, La Farola che nón passa, Vicenza “i 96] , 229-231 ).

 

 

 

Todos los Santos

(1 de noviembre)

 

LECTIO

Primera lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14

2 Y ví otro ángel que subía del oriente; llevaba consigo el sello del Dios vivo y gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar:

3 - No hagáis daño a la tierra, ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente con el sello a los servidores de nuestro Dios.

4 Y oí el número de los marcados con el sello: eran ciento cuarenta y cuatro mil procedentes de todas las tribus de Israel.

9 Después de esto, miré y ví una muchedumbre enorme que nadie podía contar. Gentes de toda nación, raza, pueblo y lengua; estaban de pie delante del trono y del Cordero. Vestían de blanco, llevaban palmas en las manos

10 y clamaban con voz potente, diciendo:

- A nuestro Dios, que esté sentado en el trono, y al Cordero. se debe la salvacion.

11 Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono, alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro a tierra delante del trono y adoraron a Dios,

12 diciendo:

- Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amen.

13 Entonces uno de los ancianos tomó la palabra y me preguntó:

- Estos que están vestidos de blanco ¿quiénes son y de dónde han venido?

14 Yo le respondí:

- Tú eres quien lo sabe, Señor:

Y él me dijo:

- Estos son los que vienen de la gran tribulación, los que han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero.

 

» Sólo <<el retoño de David» (Ap 5,5) puede deshacer los sellos que cierran el libro. El sexto sello se corresponde con la visión de un terrorífico trastorno cósmico, bruscamente impedido por un misterioso ángel que viene de oriente y anuncia la salvación <<a las servidores de nuestro Dios» (v. 3), Los cuatro ángeles encargados de destruir la tierra tienen que detenerse y esperar a que marquen con el sello la frente de los elegidos: el <<resto» de los hijos de Israel, doce mil por cada una de las doce tribus. La imagen evoca el Éxodo, cuando el ángel exterminador <<pasó de largo» (Ex 12) por las casas de los judíos untadas con la sangre del cordero.

Concluido el listado de los marcados, habría que esperar la destrucción. En cambio, inesperadamente irrumpe en la escena una muchedumbre incalculable, que desborda los confines étnicos de Israel: la salvación alcanza a todos los pueblos y naciones, caracterizados por los blancos vestidos del bautismo y las palmas del martirio. Esta muchedumbre inmensa se une al <<resto de Israel» y juntos alaban a Dios y al Cordero. Los ángeles, los ancianos y los cuatro vivientes estén postrados delante del trono de Dios.

Uno de los ancianos se dirige al vidente preguntándole; <<¿Quiénes son éstos?» y ofreciéndole, posteriormente, la respuesta: son los que vienen de la persecución y el martirio (vv l3ss). Quizá se trate de la persecución de Domiciano, prototipo de todas las tribulaciones que en cualquier tiempo y lugar puedan afligir a los creyentes. Es el testimonio de la fe y, sobre todo, de la sangre redentora de Cristo.

 

Segunda lectura: 1 Juan 3,1-3

Hermanos:

1 Considerad el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre, hasta el punto de llamarnos hijos de Dios; y en verdad  lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a él,

2 Queridos, ahora somos ya hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

3 Todo el que tiene en él esta esperanza se purifica a si mismo, como él es puro.

 

•» con el capítulo 3 de la primera Carta de Juan da comienzo la segunda parte, dedicada a <<vivir como hijos de Dios». La primera se centra en <<caminar a la luz». La conexión entre ambas secciones se consigue mediante una disposición quiástica: la manifestación del Hijo de Dios (2,28) se corresponde con las manifestaciones de los hijos de Dios (3,2); la justicia de Dios (2,29) se corresponde con el hecho de ser hijos de Dios (3,1).

El v. 1 pone en paralelo la <<consideración» (<<...qué amor tan grande»), hecha posible por la revelación del amor de Dios, con el rechazo al <<conocimiento» que viene de la fe. El mundo no nos conoce porque no conoce el amor: o, mejor dicho, no reconoce a los discípulos porque ha rechazado el amor de Jesucristo. El v, 2 remacha: <<Somos hijos de Dios», y juega con los verbos relativos a la revelación: <<manifestar y <<conocer/ver». Todavía no se nos ha manifestado lo que seremos. Sabemos (hemos visto con los ojos de la fe) que cuando se manifieste seremos semejantes a él, porque lo <<veremos» <<tal cual es», en su gloria. El v. 3 explica el sentido de este <<ser semejantes a él», es decir; a Dios. Ahora vivimos en la esperanza: apartados de lo profano, transformados en puros y santos para el culto del templo, como Cristo, el modelo perfecto del creyente.

 

Evangelio: Mateo 5,1-12a

1 Al ver a la gente, Jesús subió al monte, se sentó, y se le acercaron sus discípulos.

2 Entonces comenzó a enseñarles con estas palabras:

3 Dichosos los pobres en el espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.

4 Dichosos los que estén tristes, porque Dios los consolara.

5 Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra.

6 Dichosos los que tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, porque Dios los saciaré.

7 Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendré misericordia de ellos.

8 Dichosos los que tienen un corazón limpio, porque ellos verán a Dios.

9 Dichosos los que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

10 Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

11 Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía.

12 Alegraos y regocijaos, porque será grande vuestra recompensa en los cielos.

 

» Las bienaventuranzas son la dirección del <<sermón de la montaña»: los pobres en el espíritu, los tristes, los limpios de corazón... son los destinatarios del discurso. Las bienaventuranzas son la <<Carta Magna» del Reino de los Cielos: para entrar o tener parte hay que encontrarse en alguna de las categorías mencionadas. No son simples <<consejos», sino la <4ley» del evangelio. El monte (5,1) es una clara referencia al otro monte, el Sinaí, donde subió Moisés para recibir las tablas de la Ley.

Cada versículo presenta una situación de debilidad, malestar o sufrimiento, que es considerada <<dichosa» no en si misma, sino porque es fuente de bendición y recompensa futura. La primera y la octava forman una inclusión, la promesa es idéntica: <<De ellos es el Reino de los Cielos» (5,3.10). La última, la más articulada, se refiere directamente a los discípulos, y en concreto por sufrir persecución <<por mi causa». Las cuatro primeras siguen un esquema de contraposición: los pobres poseerán el Reino de los Cielos; los llorones serán consolados; los humildes heredaran la tierra y los hambrientos serán saciados. En otras se hace una constatación: los misericordiosos encontrarán misericordia; los constructores de paz serán llamados hijos de Dios; los perseguidos tendrán su recompensa en los cielos.

Aparecen vocablos muy sugerentes en el lenguaje bíblico, especialmente profético: justicia, misericordia, paz, pureza de corazón, pobreza. Los <<dichosos» descritos por Mateo se corresponden con los <<pobres de YHWH», los piadosos, los profetas perseguidos e incomprendidos del Antiguo Testamento, Algunos añadidos de Mateo, con respecto a Lucas, no son atenuaciones, sino profundizaciones. Los pobres <<en el espíritu» no excluyen, sino que incluyen, a los <<pobres>> a secas. No se puede saciar el hambre <<de justicia» sin saciar el hambre material.

 

MEDITATIO

Una multitud de hermanos y hermanas nos acompañan, más allá de las barreras del tiempo y del espacio, más allá del infranqueable foso excavado por la muerte.

La celebración de Todos los Santos es la fiesta de la caridad y de la  comunidad, La liturgia la sitúa junto a la conmemoración de todos los difuntos: todos nuestros seres queridos, desconocidos para muchos y mediocres para otros, pero todos acogidos por la misericordia infinita de Dios.

La muchedumbre innumerable del Apocalipsis nos invita a no etiquetar la salvación: no nos pertenece a nosotros confeccionar listas, establecer criterios, extender billetes de ingreso, y mucho menos juzgar. El contraste entre los creyentes y el <<mundo» existe, y es fuerte, pero la línea divisoria no la marca la pertenencia jurídica; pasa por el interior del corazón y sólo el Señor lo desvelara. El criterio, en todo caso, lo fijan las bienaventuranzas: estas sencillas palabras tenemos que acogerlas en nuestro corazón para <<ver>> y <<reconocer>> el amor.

Un corazón puro, un Espíritu pobre, una vida al servicio de la paz y de la justicia, el coraje de ser testigos del amor hasta la muerte: aquí tenemos a los <<santos» que nos precedieron y nos acompañarán en el camino de la Iglesia sin honores ni charangas, a los modelos que la liturgia nos propone hoy.

 

ORATIO

Señor, tu Palabra me reconforta.

Te doy gracias porque no me dejas solo, sino que me muestras la multitud inmensa de quienes has llamado junto a ti. ¡Son tantos, Señor incalculables! Muchos más que los marcados por el ángel con tu sello. En tu Reino caben quienes no tienen ningún sello. También yo tengo hambre de justicia: haz que la busque en ti y no en mis acciones violentas. También yo deseo la paz: haz que sea una realidad y no una simple intención. También yo vivo la pobreza: haz que sea condición de libertad y no un motivo de angustia. También yo lloro: haz que no caiga en la desesperación. Creo que soy humilde, aunque quizá sólo sea un cobarde. Creo que soporto la persecución, aunque quizá cedo ante los compromisos. Creo que soy misericordioso, aunque quizá sólo soy un superficial e indiferente. Dame, oh Señor, los ojos de la fe para <<ver>> y un corazón puro para <<amar>>.

 

CONTEMPLATIO

Me llamaste y clamaste,

y quebrantaste mi sordera;

brillaste y resplandeciste,

y curaste mi ceguera;

exhalaste tu perfume

y lo aspiré,

y ahora te anhelo;

gusté de ti

y ahora siento hambre y sed de ti;

me tocaste

y deseé con ansia la paz que procede de ti.

(Agustín de Hipona, <<Confesiones», 10,27, en Obras de san Agustín, II, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1946, 751).

 

ACTIO

Repite com frecuencia y vive hoy la Palabra: <<Ya somos hijos de Dios» (1 Jn 3,2).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

¿De qué les sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. La veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mi respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mi un fuerte deseo.

El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable, y llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires, con la asociación de los confesores, con el coro de las vírgenes; para resumir, el deseo de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.

Despertémonos, por fin, hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos los bienes de arriba, pongamos nuestro corazón en los bienes del cielo. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de nuestra alma. Hemos de desear no solo la compañía, sino también la Felicidad de la que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya presencia deseamos. Esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.

El segundo deseo que enciende en nosotros la conmemoración de los Santos es que, como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, que nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria. Entretanto, aquel que es nuestra cabeza se nos presenta no tal como es, sino tal como se hizo por nosotros, no coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros pecados. Teniendo a aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros, miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión.

Llegará un día en que vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordarnos que también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con él. Se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros, cuando transfigurara nuestro cuerpo pobre en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él.

Deseemos, pues, esta gloria con un afán seguro y total. Mas, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también, en gran manera, la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas (san Bernardo, <<Sermón 5>>, en Obras completas de san Bernardo, IV, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, 563-573).