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Oh hombre, lleno de miseria y debilidad. Sal un momento de tus preocupaciones habituales; ensimísmate un instante, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones agobiadoras, aparta de ti tus trabajosas inquietudes. Busca a Dios un momento; descansa, si quiera, un instante en su seno. Entra en el santuario de tu alma. Apártate de todo, excepto de Dios y de lo que puede ayudarte a alcanzarle. Búscale en el silencio de tu soledad. (San Anselmo)

 

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Sentido de la Vida ¿Qué es la Vocación? ¿Cómo saber si se tiene Vocación?
¿Cuál sería el proceso interior de una Vocación? Vida Contemplativa: Hay que decidirse y decidirse ya

                  

 

 

 

 

 

 

Sentido de la Vida

        En el principio de los tiempos, antes de que existiesen día y noche, cielos y tierra, Dios estaba pensando en todos y cada uno de nosotros . No nacemos ni vivimos hoy por azar. Todo estaba perfectamente dispuesto en la Voluntad de Dios quien "dispuso para cada uno  de nosotros el tiempo y lugar donde debemos habitar con el fin de encontrarle" . (Hch 17,26-28).

      Todos hemos nacido en este Mundo, y en este mundo estamos para hacer algo positivo. La mayoría de las veces que lo pensamos no sabemos qué hacer ni cómo. Todos tenemos una vocación en este mundo, estamos en él para algo y este algo está dentro del plan de Dios, que nos ha llamado a la vida y que espera de cada uno de nosotros una respuesta libre y generosa. Todos estamos (tú principalmente) en el plan de Dios desde el principio de los tiempos, antes de los orígenes de la tierra y estamos hoy y aquí para hacer algo importante: depende de tu voluntad, de tu entrega. Sabes que puedes contar con Él. Y con Él todo es posible. Solo depende de tí: de tu voluntad, de quitarte tus miedos, tus tinieblas y de entregarte totalmente  para ser parte de Dios, de sus planes, de su Iglesia. " Y, si le escuchas, serás feliz porque el que encuentra a Dios ha encontrado la vida" . (Prov.8.22)

        Se sobrecoge el corazón al escuchar el grito de San Pablo: ¡Esta es la Voluntad de Dios: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra! (Ef. 1, 9-10). En efecto, ésta es la voluntad de Dios y la razón de ser de nuestra existencia : atender la llamada de Dios a nuestra santidad personal para pacificar las almas con auténtica paz, para transformar la tierra, para buscar en el mundo y a través de las cosas del mundo a Dios Señor Nuestro. Para que su Nombre sea Santificado, para que se haga su Voluntad, para que a este nuestro pequeño mundo venga el Reino de Dios: El Reino del Amor, la Paz, la Justicia y la Verdad.

        Así, Dios llama y espera una respuesta. "La peor prisión es un corazón cerrado" (JP II). En el respeto a la libertad que Él mismo nos ha dado, espera una respuesta libre y acogiendo tu respuesta libre, te regala esta misión para construir con ella tu felicidad y la de tus hermanos y el camino para conseguirlo no es otro que frecuentar el trato con Dios mediante la Oración para así crecer en la familiaridad y en la confianza con Dios tratándole en la oración, hablando con Él, manifestándole –de corazón a corazón– nuestro afecto.

Pero no podemos olvidar que estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que Él permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios. Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa Sangre redentora, para fortalecernos.

En ese momento sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira! Y el alma rompe otra vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe también mirada amorosamente por Dios, a todas horas. Con esta entrega, el celo apostólico se enciende, aumenta cada día –pegando esta ansia a los otros–, porque el bien es difusivo. No es posible que nuestra pobre naturaleza, tan cerca de Dios, no arda en hambres de sembrar en el mundo entero la alegría y la paz, de regar todo con las aguas redentoras que brotan del Costado abierto de Cristo, de empezar y acabar todas las tareas por Amor "He venido a prender fuego a la tierra; y ¡cómo desearía que ya estuviese ardiendo!" (Lc 12-49).

    Para el creyente,  la vocación específica se puede comprender como el particular camino de Cristo que cada persona emprende. Son muchos los caminos que llevan a la misma meta: ser otro Jesús. Es obra del Espíritu en la variedad de formas. Él construye la Iglesia como una comunión orgánica en la diversidad de vocaciones, (vocaciones a la vida laical, al ministerio ordenado y a la vida consagrada).

 

     ¿Qué es la Vocación?  La vocación religiosa es un misterio de amor entre un Dios que llama y un ser humano que le responde libremente y por amor. La vocación es un misterio de elección divina, es una iniciativa de Dios a la que debemos responder, es una llamada de Dios para una tarea que abarca la vida entera. " Antes de haberte formado en el seno materno, te conocía y, antes que nacieses, te tenía consagrado " (Jer 1, 5). La vocación es un don muy grande que transforma a un hombre corriente en elegido de Dios. "No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure " (Jn 15,16).

 

    ¿Cómo saber si se tiene vocación? Dios nuestro Señor hace oír su voz de varias maneras: en un rato de oración, a través de las palabras de una persona o de un libro, etc. Suele surgir una inquietud que, si perdura un poco, será buena señal de que Dios desea algo. Dios es Amor y todos tenemos en nuestro corazón una pequeña chispa de amor "Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía." (Jr. 20,9). Abriendo el corazón a Dios oiremos su llamada y nos preguntaremos "Señor, ¿Qué quieres que haga?" (Hch 22,10). En su presencia, podremos afirmar: "¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido!" (Jr. 20,7).

 

      ¿Cuál sería el proceso interior de una vocación? Se puede resumir así: en primer lugar Dios nuestro Señor agranda el corazón del elegido . Esta persona descubre en su interior un nuevo afán de amar a Dios y al prójimo, y responde afirmativamente a la llamada divina. Entonces el Señor premia la entrega generosa de la vida con los dones propios de esa vocación y con una mayor capacidad de amor que Él llena. Y el corazón rebosa de alegría porque "nos has hecho para tí y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en tí". En general el mayor amor de Dios en el alma proporciona una alegría especial y una capacidad mayor de contagiar ese amor a otros. Además, con la vocación se reciben los dones necesarios para cumplir la nueva misión encomendada.

         No repares en tus miserias pues es Dios quien te llama y quien te guía "La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: «Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones». Yo respondí: «¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven». El Señor me dijo: «No digas: «Soy demasiado joven», porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte. El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca. " (Jr 1, 4-8).

          No busques excusas "Y dijo Jesús: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios»". Ten la valentía de escuchar a Dios, de hablar con El en la oración y de responder a su llamada: abandónate a su voluntad con decisión firme porque es Dios quien te llama y ....Dios es Amor

 

        Vida Contemplativa: Hay que decidirse y decidirse ya

        El hombre, desde su nacimiento, está sujeto a una limitación temporal pero es muy frecuente que se niegue a aceptarlo. Hace falta muchas veces que se lo recuerden como en una famosa lápida con una calavera del siglo XVII que en el camino de Santiago recuerda al peregrino: "Hace poco yo era como tú. Dentro de menos tú serás como yo".  Ya desde el Génesis (9,5) se nos recuerda: "A todos y a cada uno reclamaré el alma humana". Los místicos como S. Juan de la Cruz (dichos 64) nos recuerdan: "A la tarde te examinarán en el amor" .

        Esta realidad nos lleva a la reflexión de que la diferencia entre un hombre vivo y un hombre muerto es que el primero dispone de tiempo para hacer cosas buenas o malas o, lo que es casi lo mismo: perder el tiempo. Para un cristiano cada momento, cada segundo es una oportunidad de amar y alabar a Dios porque si a Dios y su Palabra los tenemos presentes el Espíritu mismo nos dirá que la vida misma es vocación en relación con Dios. Como dice Sor Teresita (ingresó en Clausura el día del nacimiento de Benedicto XVI)  "Cada día es una opción de oración. Yo no dejo de repetir: Gracias, perdón, Gracias, perdón" . De la mima forma se expresan el Libro de los Salmos (Salmo 29) "A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: «¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?. ¿Te va a dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad?".

        El Libro de la Sabiduría nos explica claramente que la intensidad de la vida no depende en absoluto de su duración sino de su aprovechamiento pues es frecuente la reflexión del anciano moribundo "Corta y triste es nuestra vida y el trance final del hombre es irremediable. Nacimos casualmente y después seremos como si nunca hubiésemos existido. Con el tiempo nuestro nombre caerá en el olvido y nadie se acordará de nuestras obras. Pasará nuestra vida como rastro de nube y como neblina se disipará. Nuestra vida, una sombra que pasa, nuestro fin, irreversible"(Sb 2 1,2-4) en contraste a la reflexión sobre la corta vida del prudente "El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso. Agradó a Dios, Dios lo amó y Dios se lo llevó. Maduró en poco tiempo. Como su vida era grata a Dios, se apresuró a sacarlo de la maldad. La gente lo ve y no lo comprende, ni les cabe esto en la cabeza: la gracia y la misericordia son para sus elegidos y la protección para sus devotos"(Sb 4 7-10-13).
        La Carta a los Efesios dice: "Cristo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio" pero bien sabemos que toda esta maquinaria cuasi perfecta estaría inmovilizada, sería absolutamente estéril sin la "gasolina" que la pone en marcha: sin la permanente oración de la vida contemplativa. Porque su vida, aún sin uso de palabras, continúa y altamente lleva los fieles a Cristo y a la perfección cristiana, y para los buenos soldados de Cristo es como estandarte o guión que los excita al legítimo combate y los estimula a la corona
.

        Esta absoluta convicción hizo gritar a Santa Teresa del Niño Jesús: "Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el más noble de todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón, que este corazón estaba ARDIENDO DE AMOR. Comprendí que el Amor solo hacía obrar a los miembros de la Iglesia, que si el Amor llegara a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártires rehusarían verter su sangre... Comprendí que EL AMOR ENCERRABA TODAS LAS VOCACIONES. QUE EL AMOR ERA TODO, QUE ABARCABA TODOS LOS TIEMPOS Y TODOS LOS LUGARES... EN UNA PALABRA, QUE ES ¡ETERNO!"

            Además de entregarse a Dios y a los demás está el "egoísmo personal" porque, como dice S. Buenaventura: «Cuando una persona gusta cuán es suave el Señor, se aparta de todas las ocupaciones exteriores; entra entonces en su corazón y se dispone plenamente a la contemplación de Dios dirigida enteramente a los esplendores eternos; se hace radiante y es poseída por el esplendor eterno. Si el alma viera este Bellísimo incomparable, todos los vínculos de este mundo no podrían ya separarla de Él »

 

 

 

 

 

 

(Hch 17,26-28)

        El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre le faz de la tierra y determinó con exactitud el tiempo y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen a Dios, para ver si a tientas le buscaban y le hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en El vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17,26-28).

 

       

 

        El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre. Fui formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra. Yo nací cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas caudalosas. El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre. Antes que fueran cimentadas las montañas, antes que las colinas, yo nací, cuando él no había hecho aún la tierra ni los espacios ni los primeros elementos del mundo. Cuando él afianzaba el cielo, yo estaba allí; cuando trazaba el horizonte sobre el océano, cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando infundía poder a las fuentes del océano, cuando fijaba su límite al mar para que las aguas no transgredieran sus bordes, cuando afirmaba los cimientos de la tierra, yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él en todo tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres. Y ahora, hijos, escúchenme: ¡felices los que observan mis caminos! Escuchen la instrucción y sean sabios: ¡no la descuiden! ¡Feliz el hombre que me escucha, velando a mis puertas día tras día y vigilando a la entrada de mi casa! Porque el que me encuentra ha encontrado la vida y ha obtenido el favor del Señor; pero el que peca contra mí se hace daño a sí mismo y todos los que me odian, aman la muerte.(Prov. 8.22)

 

(S. Agustín, Conf. 1,1,1)

        Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu creación, pretende alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí el testimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios. A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo le incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza porque nos has hecho para tí y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en tí.