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LECTIO DIVINA MAYO DE 2023

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El cántico de alabanza que resuena eternamente en las moradas celestiales y que Jesucristo, sumo Sacerdote, introdujo en este destierro ha sido continuado fiel y constantemente por la Iglesia situando a Dios como centro de nuestra vida durante todas las horas del día -Liturgia de las horas- y todos los días del año -Lectio Divina-

Día 1

 Lunes de la cuarta semana de pascua o 1 de mayo, festividad de

san José Obrero

 

Esta fiesta fue instituida por el papa Pío XII en 1955. El uno de mayo, fiesta del trabajo, conmemoramos a san José, el esposo de la Virgen María, el artesano de Nazaret, bajo cuya tutela vivió y se inició en el trabajo y en el mundo social Jesús, llamado por sus conciudadanos "el hijo del carpintero". La fiesta la estableció Pío XII en 1955 y quiere ser una catequesis sobre el significado del trabajo humano a la luz de la fe. San José, hombre sencillo de pueblo, nos da el ejemplo de una vida honesta y laboriosa, ganándose el pan con el sudor de su frente, para él y para los a él confiados, por los servicios prestados a su prójimo. José ennobleció el trabajo, que ejerció sostenido y alentado por la convivencia con Jesús y María. Sin embargo, dado que no todas las naciones celebran la fiesta del trabajo el 1 de mayo, el nuevo calendario de 1969 ha reducido esta solemnidad a memoria facultativa.

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 11,1-18

En aquellos días,

1 los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la Palabra de Dios.

2 Y, cuando Pedro subió a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le echaban en cara

3 que hubiese entrado en casa de incircuncisos y hubiese comido con ellos.

4 Entonces Pedro comenzó a darles una explicación, punto por punto:

5 - Estaba yo en Jafa orando, cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Una especie de lienzo grande, colgado por las cuatro puntas, descendía desde el cielo y llegó hasta mí.

6 Yo lo miraba fijamente y vi que estaba lleno de cuadrúpedos, bestias, reptiles y aves.

7 Entonces oí una voz que me decía: "Pedro, levántate, mata y come".

8 "De ninguna manera, Señor -respondí- jamás ha entrado en mi boca cosa profana o impura".

9 Pero la voz me habló por segunda vez desde el cielo y me dijo: "Lo que Dios ha hecho puro no lo consideres tú impuro".

10 Esto se repitió tres veces, y después todo fue subido de nuevo al cielo.

11 En ese mismo momento, se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que me habían enviado desde Cesárea.

12 Y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Vinieron conmigo también estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre.

13 El nos contó cómo había visto un ángel que se presentó en su casa y le dijo "Manda que vayan a Jafa en busca de Simón, llamado Pedro

14 sus palabras te traerán la salvación a ti y a todos los de tu casa".

15 Apenas había comenzado yo a hablar, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos, lo mismo que sobre nosotros al principio.

16 Entonces recordé aquello que había dicho el Señor: "Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo".

17 Por tanto, si Dios les había dado a ellos el mismo don que a nosotros por creer en el Señor Jesucristo, quién era yo para oponerme a Dios?

18 Al oír esto, se callaron y alabaron a Dios diciendo: - ¡Así que también a los paganos les ha concedido Dios la conversión que lleva a la vida!

 

**• El pasaje presenta las dificultades que encontraban los ambientes judeocristianos respecto a la apertura a los paganos. Incluso Pedro, el guía autorizado, se ve obligado a dar cuentas, de manera detallada y paciente, para explicar cómo llegó a dar un paso tan atrevido. El  descontento nace por un motivo de tipo ritualista y alimenticio: nos vienen a la mente los reproches que dirigían los fariseos a Jesús porque se sentaba a la mesa con publícanos y pecadores (Le 5,30). Aunque también puede ser un pretexto destinado a esconder el verdadero reproche: cómo ha podido atreverse Pedro a bautizar sin hacer aceptar primero toda la iniciación judía?

Éste es el verdadero objeto del contencioso: se puede ser cristiano sin pasar por el judaísmo? Pedro comprende que los argumentos no habrían bastado para convencer, y por eso pasa a la narración de los hechos. De éstos se desprende que ha sido claramente Dios quien, a través de una cadena de acontecimientos, le ha "obligado" a tomar esta decisión.

El clima general del ambiente de la Iglesia de Jerusalén es de gran franqueza, pero también y sobre todo de verdadera fraternidad y apertura a la acción del Espíritu.

Los obstáculos todavía no han caído del todo, ya que sus convicciones están arraigadas y sus costumbres son inveteradas. Pero la conclusión muestra una satisfacción admirada: "¡Así que también a los paganos les ha concedido Dios la conversión que lleva a la vida!". La sucesión de los acontecimientos, guiados como es evidente por la mano de Dios, ha abierto ahora el camino de la predicación a los paganos. La autoridad de Pedro es la garantía más segura.

 

Evangelio: Juan 10,1-10 o bien Juan 10,11-18

(Para Juan 10,1-10 remitimos al evangelio del cuarto domingo de pascua, ciclo A, p. 197. Sin embargo, si esa lectura fue proclamada ayer, puede ser sustituida por Juan 10,11-18, o sea, por el evangelio del cuarto domingo de pascua, ciclo B, p. 205).

 

Evangelio: Juan 10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús:

1 Os aseguro que quien no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino por cualquier otra parte, es ladrón y salteador.

2 El pastor de las ovejas entra por la puerta.

3 A éste le abre el guarda para que entre, y las ovejas escuchan su voz; él llama a las suyas por su nombre y las saca fuera del redil.

4 Cuando han salido todas las suyas, se pone delante de ellas y las ovejas le siguen, pues conocen su voz.

5 En cambio, nunca siguen a un extraño, sino que huyen de él, porque su voz les resulta desconocida.

6 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no comprendieron su significado.

7 Entonces Jesús se lo explicó: - Os aseguro que yo soy la puerta por la que deben entrar las ovejas.

8 Todos los que vinieron antes que yo eran ladrones y salteadores. Por eso, las ovejas no les hicieron caso.

9 Yo soy la puerta. Todo el que entre en el redil por esta puerta estará a salvo, y sus esfuerzos por buscar el sustento no serán en vano.

10 El ladrón va al rebaño únicamente para robar, matar y destruir. Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud.

 

Evangelio: Juan 10,11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús:

11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas;

12 no como el asalariado, que ni es verdadero pastor ni propietario de las ovejas. Éste, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye. Y el lobo hace presa en ellas y las dispersa.

13 El asalariado se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no tiene interés por las ovejas.

14 Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí,

15 lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo le conozco a él; y yo doy mi vida por las ovejas.

16 Pero tengo otras ovejas que no están en este redil; también a éstas tengo que atraerlas para que escuchen mi voz. Entonces se formará un rebaño único, bajo la guía de un solo pastor.

17 El Padre me ama porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo.

18 Nadie tiene poder para quitármela; soy yo quien la doy por mi propia voluntad. Yo tengo poder para darla y para recuperarla de nuevo. Ésta es la misión que debo cumplir por encargo de mi Padre.

 

**• En el "Discurso del buen pastor" prosigue y profundiza Jesús en la autorrevelación mesiánica: mientras, en la primera parte (vv. 1-10), se define como el pastor contrapuesto a los "ladrones y salteadores", en el fragmento de la liturgia de hoy se pone la atención en el adjetivo "buen" (lit., "bello"), que califica a Jesús como el pastor ideal, modelo de los pastores, es decir, de los guías espirituales y políticos del rebaño de Israel (cf. Sal 23 y 79). En este caso, la figura que se le contrapone es la del "asalariado" (v. 12).

El diferente modo de proceder de cada uno permite distinguir entre el verdadero pastor y el asalariado. El primero no huye cuando llega el peligro, no abandona el rebaño, mientras que el segundo -que actúa por su interés personal- sólo tiene en cuenta salvar su propia vida y sus intereses. Sin embargo, hemos de subrayar también otro aspecto: el buen pastor que es Jesús llega incluso a ofrecer su vida no sólo a través del trabajo diario, sino a través de la muerte aceptada por sus ovejas, en su lugar, demostrando así ponerlas por delante de sí mismo de manera absoluta. Eso no lo hace ningún pastor de ganado. Esta semejanza ilumina sobre todo el amor de Dios, cuya realidad, no obstante, sigue siendo inexpresable

El amor del buen pastor que aparece en los vv. 14s está expresado sobre todo en términos de "conocimiento", o sea, de comunión profunda entre Jesús y sus ovejas.  Éste es el reverbero transparente de la relación que existe entre el Padre y Jesús, una relación de entrega absoluta y desinteresada que se difunde y rebosa sobre los otros: "Lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo le conozco a él; y yo doy mi vida por las ovejas". Jesús no habla aquí de "sus" ovejas, sino de "las" (todas) ovejas, aludiendo así a su misión respecto a toda la humanidad, que ha venido a reunir para volver a llevarla al Padre, como esposa toda bella, sin arruga ni mancha.

 

 

MEDITATIO

Expresión cotidiana de este amor en la vida de la familia de Nazaret es el trabajo. El texto evangélico precisa el tipo de trabajo con el que José trataba de asegurar el mantenimiento de la familia: el de carpintero. Esta simple palabra abarca toda la vida de José. Para Jesús éstos son los años de la vida escondida, de la que habla el evangelista tras el episodio ocurrido en el templo: "Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos" (Le 2, 51). Esta "sumisión", es decir, la obediencia de Jesús en la casa de Nazaret, es entendida también como participación en el trabajo de José. El que era llamado el "hijo del carpintero" había aprendido el trabajo de su "padre" putativo. Si la familia de Nazaret en el orden de la salvación y de la santidad es ejemplo y modelo para las familias humanas, lo es también análogamente el trabajo de Jesús al lado de José, el carpintero. En nuestra época, la Iglesia ha puesto también esto de relieve con la fiesta litúrgica de san José obrero, el 1 de mayo. El trabajo humano, y en particular el trabajo manual, tienen en el Evangelio un significado especial. Junto con la humanidad del Hijo de Dios, el trabajo ha formado parte del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido de modo particular. Gracias a su banco de trabajo, sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención.

En el crecimiento humano de Jesús "en sabiduría, edad y gracia" representó una parte notable la virtud de la laboriosidad, al ser "el trabajo un bien del hombre" que "transforma la naturaleza" y hace al hombre "en cierto sentido más hombre".

La importancia del trabajo en la vida del hombre requiere que se conozcan y asimilen aquellos contenidos "que ayuden a todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos respecto al hombre y al mundo y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo, asumiendo mediante la fe una viva participación en su triple misión de sacerdote, profeta y rey" (Juan Pablo II, Redemptoris cusios, nn. 22ss).

 

ORATIO

Oh san José, custodio de Jesús, esposo castísimo de María, que te pasaste la vida en el cumplimiento perfecto del deber, sosteniendo con el trabajo de tus manos a la sagrada familia de Nazaret, protege propicio a aquellos que, confiados, se dirigen a ti. Tú conoces sus aspiraciones, sus angustias, sus esperanzas, y ellos recurren a ti porque saben que encontrarán en ti quien los comprenda y proteja. También tú experimentaste la prueba, la fatiga, el cansancio, pero tu ánimo, colmado de la paz más profunda, exultó de alegría inenarrable por la intimidad con el Hijo de Dios, a ti confiado, y con María, su dulcísima Madre.

Haz que también tus protegidos comprendan que no están solos en su trabajo, haz que sepan descubrir a Jesús junto a ellos, acogerle con su gracia, custodiarle fielmente, como hiciste tú. Y obtén que en cada familia, en cada oficina, en todo taller, allí donde trabaje un cristiano, todo sea santificado en la caridad, en la paciencia, en la justicia, en la búsqueda del bien hacer, a fin de que desciendan abundantes los dones de la celeste predilección (Juan XXIII, Discorsi, messagi, colloqui, Ciudad del Vaticano 1961, pp. 326).

 

CONTEMPLATIO

Nuestro ojo, nuestra devoción, se detienen hoy en san José, el carpintero silencioso y trabajador, que dio a Jesús no el origen, sino el estado civil, la categoría social, la condición económica, la experiencia profesional, el ambiente familiar, la educación humana. Será preciso observar bien esta relación entre san José y Jesús, porque puede hacernos comprender muchas cosas del designio de Dios, que viene a este mundo para vivir entre los hombres, pero, al mismo tiempo, como su maestro y su salvador.

En primer lugar, es cierto, es evidente, que san José asume una gran importancia, si verdaderamente el Hijo de Dios hecho hombre le escogió precisamente a él para revestirse a sí mismo de su aparente filiación: a Jesús se le consideraba como "Filius fabri" (Mt 13,55), el Hijo del carpintero, y el carpintero era José. Jesús, el Mesías, quiso asumir la cualificación humana y social de este obrero, de este trabajador, que era ciertamente un buen hombre, hasta tal punto que el evangelio le llama "justo" (Mt 1,19), es decir, bueno, óptimo, irreprochable, y que, por consiguiente, se eleva ante nosotros a la altura del tipo perfecto, del modelo de toda virtud, del santo.

Pero hay más: la misión que realiza san José en la escena evangélica no es sólo la de una figura personalmente ejemplar e ideal; es una misión que se ejerce junto, mejor aún, sobre Jesús: será considerado como padre de Jesús (Le 3,23), será su protector, su defensor. Por eso la Iglesia, que no es otra cosa sino el cuerpo místico de Cristo, ha declarado a san José su propio protector, y como tal lo venera hoy, y como tal lo presenta a nuestro culto y a nuestra meditación (Insegnamenti di Paolo VI, Ciudad del Vaticano 1964, pp. 187ss).

 

ACTIO

        Repite con frecuencia y vive durante la jornada de hoy: "Haz prósperas, Señor, las obras de nuestras manos" (del salmo responsorial).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios "ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente".

Desde el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los hombres no solamente en cuanto individuos, sino también en cuanto miembros de una determinada comunidad. A los que eligió Dios manifestando su propósito, denominó pueblo suyo (Ex 3,7-12), con el que además estableció un pacto en el monte Sinaí.

Esta índole comunitaria se perfecciona y se consuma en la obra de Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana.

Asistió a las bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del hombre evocando las relaciones más comunes de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria corriente.

Sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria, santificó los vínculos humanos, sobre todo los de la familia, fuente de la vida social. Eligió la vida propia de un trabajador de su tiempo y de su tierra [...].

Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobreeminente laborando con sus propias manos en Nazaret.

De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también ei derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente.

Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común (Gaudium et spes, 32 y 67).

 

 

Día 2

Martes de la cuarta semana de pascua o 2 de mayo, conmemoración de

San Atanasio

 

Atanasio, nacido en Alejandría (Egipto) en torno al año 295, tuvo una formación cultural griega. Participó en el primer Concilio de Nicea (325). A los treinta y tres años se convirtió en patriarca de Alejandría, pero sufrió cinco exilios por su valiente oposición al arrianismo.

Fue a Roma, a Tréveris y al desierto egipcio, donde encontró el monacato. Murió en Alejandría el 2 de mayo de 373. Tiene el título de doctor entre los padres de la Iglesia. Escribió la Vida de san Antonio abad.

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 11,19-26

En aquellos días,

19 los discípulos que se habían dispersado a causa de la persecución provocada por el caso de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sin predicar la Palabra a nadie más que a los judíos.

20 Había, sin embargo, entre ellos algunos chipriotas y cirenenses, los cuales, al llegar a Antioquía, predicaban también a los no judíos, anunciándoles la Buena Noticia de Jesús, el Señor.

21 El poder del Señor estaba con ellos, y fue grande el número de los que creyeron y se convirtieron al Señor.

22 La noticia llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía.

23 Cuando éste llegó y vio lo que había realizado la gracia de Dios, se alegró y se puso a exhortar a todos para que se mantuvieran fieles al Señor,

24 pues era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se adhirió al Señor.

25 Después fue a Tarso a buscar a Saulo. –

26 Cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía, y estuvieron juntos un año entero en aquella iglesia, instruyendo a muchos. En Antioquía fue donde se empezó a llamar a los discípulos "cristianos".

 

*•"• Lo que Pedro realizó con Cornelio lo llevan a cabo también los discípulos perseguidos y dispersados y, además, a gran escala. Los helenistas, expulsados de Jerusalén, se transforman en misioneros y predican en Samaría, Fenicia, Chipre y Antioquía, dirigiéndose asimismo a los griegos, es decir, a los paganos. Antioquía, situada en la parte septentrional de Siria, junto al Mediterráneo, aparece como el lugar privilegiado de la misión a los paganos, como polo de difusión del "nuevo camino" entre los griegos. Es también el lugar donde percibe la gente la nueva realidad representada por los cristianos, su diferencia respecto a los judíos, su identidad específica y, por consiguiente, el nuevo nombre. Pero Jerusalén vigila: las mismas reservas que aparecieron respecto a la actuación de Pedro surgen ahora con respecto a la comunidad de Antioquía. Y se envía una "inspección". Afortunadamente, se escoge al hombre justo, Bernabé, que no por nada recibe el nombre de "hombre que infunde ánimo", el cual, por encontrarse "lleno del Espíritu Santo", estaba en condiciones de discernir la obra del mismo Espíritu y de comprender sus caminos. Y, por consiguiente, de animar a perseverar en el camino emprendido. Se presenta a Bernabé con gran simpatía: no sólo sabe ver la dirección de la historia de la salvación, sino comprender también que hacen falta hombres justos para secundar la acción del Espíritu. Por eso no se queda mano sobre mano, sino que se va a "repescar " a Pablo, olvidado en Tarso, pero ahora maduro para las grandes empresas misioneras, y lo introduce en el clima vivaz y dinámico de Antioquía.

 

Evangelio: Juan 10,22-30

Era invierno. Se celebraba en Jerusalén la fiesta que conmemoraba la dedicación del templo.

23 Jesús estaba en el templo, paseando por el pórtico de Salomón.

24 En esto, se le acercaron los judíos, se pusieron a su alrededor y le dijeron: - Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Cristo, dínoslo claramente de una vez.

25 Jesús les respondió: - Os lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído. Las obras que yo hago por la autoridad recibida de mi Padre dan testimonio de mí;

26 vosotros, sin embargo, no me creéis porque no pertenecéis a las ovejas de mi rebaño.

27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.

28 Yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre; nadie puede arrebatármelas.

29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de manos de mi Padre.

30 El Padre y yo somos uno.

 

**• Es la fiesta de la Dedicación, la que se celebra en Jerusalén durante el período invernal. Jesús pasea por el pórtico de Salomón por el lado oriental, que mira al valle del Cedrón. Se le acercan algunos y le plantean una pregunta sobre su identidad mesiánica (v. 24), una pregunta que tiene la apariencia de un interés sincero, aunque en realidad es insidiosa y provocativa. Jesús responde en dos momentos sucesivos: en primer lugar, sobre el mesiazgo (vv. 25-31) y, a continuación, sobre la divinidad (vv. 32-39).

Estamos ante la magna polémica que enfrentaba a Jesús con sus enemigos. Jesús ya había presentado antes de varios modos sus propias credenciales de Hijo de Dios y de enviado del Padre, especialmente a través de sus obras extraordinarias. Hubieran debido captar su mesiazgo y creer en su misión, pero lodo intento había resultado inútil (vv. 25s). Si muchos no aceptan su testimonio, la verdadera razón de ello consiste en el hecho de que no pertenecen a sn rebaño. En cambio, quien escucha da pruebas de pertenecer al nuevo pueblo de Dios (vv. 27s). Juan pone en boca de Jesús tres afirmaciones que señalan la identidad de las ovejas y sus características con respecto a Jesús: "Escuchan mi voz", "me siguen" y "no perecerán para siempre".

Los creyentes, que caminan en la verdad y en la luz, tendrán que sufrir, pero la vida de comunión con Cristo, vencedor de la muerte, les da la seguridad de la victoria. Su vida es asimismo para siempre comunión con el Padre, cuya mano, más poderosa que todo, los sostiene y los protege con la donación de su Hijo. La seguridad plena y definitiva que Jesús y el Padre garantizan a los creyentes se fundamenta en su profunda unidad y comunión: "El Padre y yo somos uno" (v. 30).

 

MEDITATIO

Desde que empecé a estudiar la historia de la Iglesia, Atanasio me pareció un personaje de la mayor importancia; su destino extraordinario, las persecuciones que padeció para consolidar la fe, su retorno y su segundo exilio seguido de un nuevo retorno, su dignidad de cristiano, su elevarse por encima de las más grandes desgracias que le acompañaron a lo largo de su historia, excitaron en mí una viva simpatía y un ardiente deseo de conocer más de cerca a este hombre y de estudiarlo directamente en sus obras. El misterioso sentimiento que me había ligado a él no me abandonó nunca, pues había encontrado en este padre una fuente abundante de alimento espiritual (J. A. Móhler, Athanase le Grana, et l'Église de son temps en lutte avec l'arrianisme, París 1840, I, p. 180).

 

ORATIO

Oh Virgen, tu gloria supera todas las cosas creadas. Qué hay que se pueda semejar a tu nobleza, madre del Verbo Dios? A quién te compararé, oh Virgen, entre toda la creación? Excelsos son los ángeles de Dios y los arcángeles, pero ¡cuánto los superas tú, María! Los ángeles y los arcángeles sirven con temor a aquel que habita en tu seno, y no se atreven a hablarle; tú, sin embargo, hablas con él libremente. Decimos que los querubines son excelsos, pero tú eres mucho más excelsa que ellos: los querubines sostienen el trono de Dios; tú, sin embargo, sostienes a Dios mismo entre tus brazos. Los serafines están delante de Dios, pero tú estás más presente que ellos; los serafines cubren su cara con las alas, no pudiendo contemplar la gloria perfecta; tú, en cambio, no sólo contemplas su cara, sino que la acaricias y llenas de leche su boca santa (Elogio de la Madre de Dios, de una homilía copta de san Atanasio).

 

CONTEMPLATIO

Sin un intelecto puro y una vida que tome como modelo la de los santos, no se pueden comprender las palabras de éstos.

Sólo en la cruz se muere con los brazos extendidos. Nosotros comemos la pascua del Señor en una casa: la Iglesia católica.

Brillad con el fulgor de la fe y de la verdad. Lo característico del cristianismo consiste precisamente en el descenso de la divinidad.

Cristo resucitado ha hecho de la vida del hombre una fiesta continua (de las obras de san Atanasio).

 

ACTIO

        Repite con frecuencia y medita durante la jornada sobre la enseñanza de san Atanasio: "El Señor nos conoce mejor que nosotros mismos".

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Es sorprendente que, a pesar de tan grandes privaciones y en medio de tantas actividades, Atanasio encontrara tiempo para una producción literaria tan vasta. La mayoría de sus escritos, es verdad, están estrechamente relacionados con su lucha en defensa de la fe nicena. Somete a examen crítico una y otra vez la argumentación dialéctica y exegética de sus adversarios y refuta las acusaciones que algunos enemigos sin escrúpulos lanzaban contra él. No se presenta como un sabio de profesión; dejaba de buen grado a otros la tarea de explorar los secretos del saber. Pero sus conocimientos de la Escritura, su habilidad en la lucha y la profundidad de sus convicciones le granjearon la admiración de las generaciones posteriores. Focio señala que "en todos sus escritos el estilo es claro, libre de redundancias y sencillo, pero serio y profundo, y sus argumentos, de los cuales tenía una buena reserva, son eficaces en extremo" (J. Quasten, Patrología, II, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1972, p. 25).

 

 

Día 3

Miércoles de la cuarta semana de pascua o 3 de mayo, festividad de los

Santos Felipe y Santiago

 

Felipe, originario de Betsaida, una comunidad helenizada, fue discípulo de Juan el Bautista y uno de los primeros discípulos de Jesús (Jn 1,43). Su nombre griego hace suponer su pertenencia a una comunidad helenística. También los recuerdos evangélicos nos hablan de sus relaciones con los paganos (Jn 12,20-30). El evangelio de Juan nos refiere otras tres intervenciones suyas (1,45; 6,5-7; 14,8). Según la tradición, Felipe evangelizó Turquía, donde murió mártir.

A Santiago, hijo de Alfeo (Mc 3,18), llamado "el menor" por la tradición, se le identifica como "hermano del Señor" (Me 6,3) y es el autor de la Carta de Santiago. Fue testigo privilegiado de la resurrección de Jesús (1 Cor 15,7) y ocupó un puesto preeminente en la comunidad de Jerusalén. Tras la dispersión de los apóstoles, en los años 36-37, Santiago aparece como cabeza de la Iglesia madre (Hch 21,18-26). Murió mártir hacia el año 62.

 

LECTIO

Primera lectura: 1 Corintios 15,1-8

1 Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié, que recibisteis y en el que habéis perseverado.

2 Es el Evangelio que os está salvando, si lo retenéis tal y como os lo anuncié; de no ser así, habríais creído en vano.

3 Porque yo os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras;

4 que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras;

5 que se apareció a Pedro y luego a los Doce.

6 Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que la mayor parte viven todavía, si bien algunos han muerto.

7 Luego se apareció a Santiago y, más tarde, a todos los apóstoles.

8 Y después de todos se me apareció a mí, como si de un hijo nacido a destiempo se tratara.

 

**• El vocabulario empleado por Pablo al comienzo de esta página deja entrever la importancia fundamental de la tradición en los comienzos de la comunidad cristiana: "Yo os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí".

A través de la tradición apostólica llegan a nosotros las noticias relativas al acontecimiento histórico-salvífico de la Pascua del Señor; a través de la tradición apostólica podemos remontarnos los cristianos a los orígenes e insertarnos en el flujo salvífico de aquella gracia.

Encontramos aquí también una antiquísima profesión de fe que, con bastante probabilidad, se remonta a los primeros momentos de la vida de los cristianos: "Que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los Doce" (vv. 3-5).

Si es verdad que la tradición apostólica nos transmite el mensaje que salva, también lo es que nuestra profesión de fe actualiza ese mismo mensaje y lo hace eficaz para la salvación.

El apóstol de los gentiles se preocupa también de citar a los primeros grandes testigos del Señor resucitado: Pedro, en primer lugar, y, a continuación, Santiago y todos los demás apóstoles; al final se encuentra el mismo Pablo, último entre todos, aunque es un eslabón importante de esta misma tradición.

 

Evangelio: Juan 14,6-14

En aquel tiempo,

6 Jesús le respondió a Tomás: -Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí.

7 Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis, pues ya lo habéis visto.

8 Entonces Felipe le dijo: -Señor, muéstranos al Padre; eso nos basta.

9 Jesús le contestó: - Llevo tanto tiempo con vosotros y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí, ve al Padre. Cómo me pides que os muestre al Padre?

10 No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra.

11 Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no creéis en mis palabras, creed al menos en las obras que hago.

12 Os aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo me voy al Padre.

13 En efecto, cualquier cosa que pidáis en mi nombre, os la concederé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14 Os concederé todo lo que pidáis en mi nombre.

 

*•• Si la primera lectura nos ha hablado de Santiago, ésta, en cambio, nos presenta un diálogo entre Felipe y Jesús, precedido de una autorrevelación que Jesús ofrece a Tomás. "Yo soy el camino, la verdad y la vida (v. 6); de este modo, a través del apóstol Tomás, Jesús nos indica a todos nosotros el camino que debemos recorrer para alcanzar la comunión con el Padre. Jesús es el único mediador entre el Padre y nosotros, y lo es desde siempre y para siempre.

También a Felipe le habla Jesús del Padre: éste es el punto de conexión entre las dos partes del fragmento evangélico.

Jesús confirma que, ya desde ahora y a través de su persona, podemos conocer a Dios; es más, podemos verle, y de este modo creer en la plena comunión que une a Jesús con Dios Padre. Y no sólo esto, sino que sus mismas palabras nos revelan la comunión que une a Jesús con el Padre y nuestra relación filial con el Padre. Escuchar y acoger la Palabra de Dios que llega a nosotros por medio del evangelio significa allanar el camino que nos conduce al Padre.

Además de sus palabras, también las obras de Jesús -de las que conservamos un vivo recuerdo en los relatos evangélicos-, acogidas en la fe, constituyen otros tantos caminos que se abren ante nosotros para comprender la verdadera identidad de Jesús, su relación con el Padre y nuestra relación con ambos.

 

MEDITATIO

Los dos apóstoles cuya fiesta celebramos hoy nos recuerdan dos aspectos fundamentales de nuestra experiencia de fe. Por un lado, Santiago nos conduce al carácter fundamental de la traditio apostólica. Ésta es importante y fundamental no tanto porque esté ligada a algunas personas, sino porque es de origen divino, dado que ha sido establecida por el mismo Jesús. También el objeto de la tradición apostólica hace a esta última preciosa e ineludible: estoy aludiendo sobre todo a la memoria de la pasión y muerte, resurrección y apariciones del Jesús resucitado a los Doce. De ahí que la tradición sea, al mismo tiempo, apostólica y pascual: en ella se inserta nuestra fe, aunque nos separen veinte siglos de historia.

El apóstol Felipe sugiere otra pista a nuestra meditación: él desea ver el rostro del Padre, y Jesús le responde que los rasgos de aquel rostro están ya presentes en él. Nuestra búsqueda del rostro de Dios, que en ocasiones se vuelve espasmódica y dolorosa, tampoco debería apartarse nunca de la pista que nos ofrecen los recuerdos evangélicos. Sólo una asidua y metódica frecuentación de los evangelios nos puede ofrecer un conocimiento suficiente y liberador de la personalidad de Jesús de Nazaret, de su misterio profundo, de su proyecto salvífico. Y de este modo, a través de esta pista, podremos entrever los rasgos de aquel rostro paterno al que toda la humanidad, de una manera más o menos explícita, tiende y anhela.

 

ORATIO

¡Muéstranos, Señor, tu rostro y estaremos salvados! Señor, queremos acoger a través de tu rostro, que es un rostro paterno, materno, misericordioso, la salvación que brota de tu corazón. Concédenos, oh Dios, ser capaces de captar a través de tu rostro la ternura de tu corazón. Tu rostro busco, Señor, muéstrame tu rostro.

Aunque en mi vida he buscado a otros en vez de a ti, aunque he deseado a otros en vez de a ti, oh Dios, hoy quiero reconocerte como mi único bien, como mi único deseo, como mi única meta.

Tu gloria, oh Dios, brilla en el rostro de Cristo. El de Jesús es un rostro humano, como el mío y como el de muchos hermanos y hermanas en la fe. Concédeme, oh Dios, reconocer tu presencia en la imagen tuya que has estampado en el rostro de mis hermanos y mis hermanas: los que caminan junto a mí, los que habitan cerca de mí, los que sufren en este valle de lágrimas.

 

CONTEMPLATIO

"Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21). Esta petición, hecha al apóstol Felipe por algunos griegos que habían acudido a Jerusalén para la peregrinación pascual, ha resonado también espiritualmente en nuestros oídos en este año jubilar. Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo "hablar" de Cristo, sino en cierto modo hacérselo "ver". Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?

Nuestro testimonio sería, además, enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro. El gran jubileo nos ha ayudado a serlo más profundamente. Al final del jubileo, a la vez que reemprendemos el ritmo ordinario, llevando en el ánimo las ricas experiencias vividas durante este período singular, la mirada se queda más que nunca fija en el rostro del Señor (Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 16).

 

ACTIO

        Repite y medita con frecuencia durante este día las palabras del apóstol Felipe: "Señor, muéstranos al Padre; eso nos basta" (Jn 14,8).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Mientras estaba sentado en el Ermitage frente al cuadro, tratando de empaparme de lo que veía, muchos grupos de turistas pasaban por allí. Aunque no estaban ni un minuto ante el cuadro, la mayoría de los guías se lo describían como el cuadro que representaba a un padre compasivo, y la mayoría hacían referencia al hecho de que fue uno de los últimos cuadros que Rembrandt pintó después de llevar una vida de sufrimiento. Así pues, de esto es de lo que trata el cuadro. Es la expresión humana de la compasión divina.

En vez de llamarse El regreso del hijo pródigo, muy bien podría haberse llamado La bienvenida del padre misericordioso.  Se pone menos énfasis en el hijo que en el padre. La parábola es en realidad una "parábola del amor del Padre" Al ver la forma como Rembrandt retrata al padre, surge en mi interior un sentimiento nuevo de ternura, misericordia y perdón. Pocas veces, si lo ha sido alguna vez, el amor compasivo de Dios ha sido expresado de forma tan conmovedora. Cada detalle de la figura del padre -la expresión de su cara, su postura, los colores de su ropa y, sobre todo, el gesto tranquilo de sus manos- habla del amor divino hacia la humanidad, un amor que existe desde el principio y para siempre.

Aquí se une todo: la historia de Rembrandt, la historia de la humanidad y la historia de Dios. Tiempo y eternidad se cruzan; la proximidad de la muerte y la vida eterna se tocan. Pecado y perdón se abrazan; lo divino y lo humano se hacen uno.

Lo que da al retrato del padre un poder tan irresistible es que lo más divino está captado en lo más humano (H. J. M. Nouwen, El regreso del hijo pródigo, PPC, Madrid 51995, p. 101).

 

 

Día 4

Jueves de la cuarta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 13,13-25

13 Pablo y los suyos zarparon de Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Pero Juan los dejó y se volvió a Jerusalén.

14 Ellos, pasando más allá de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia. Allí entraron en la sinagoga el sábado y se sentaron.

15 Después de la lectura de la Ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga les hicieron esta invitación: - Hermanos, si tenéis algo que decir a la asamblea, hablad.

16 Pablo entonces se levantó, impuso silencio con la mano y dijo: - Israelitas y los que teméis a Dios,

17 escuchad. El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros antepasados y engrandeció al pueblo durante su permanencia en Egipto; después los sacó de allí con brazo fuerte,

18 y por espacio de cuarenta años los cuidó en el desierto.

19 Después de destruir siete naciones en Canaán, les dio en herencia sus tierras.

20 Esto duró unos cuatrocientos cincuenta años. Después les dio jueces hasta los tiempos del profeta Samuel.

21 Pidieron luego un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.

22 Depuesto Saúl, les puso como rey a David, de quien hizo esta alabanza: He hallada a David, hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, el cual hará siempre mi voluntad.

23 De su posteridad, Dios, según su promesa, suscitó a Israel un Salvador, Jesús.

24 Antes de su venida, Juan había predicado a todo el pueblo de Israel un bautismo de penitencia.

25 El  mismo Juan, a punto ya de terminar su carrera, decía: "Yo no soy el que pensáis. Detrás de mí viene uno a quien no soy digno de desatar las sandalias".

 

**• Fue en Chipre donde tuvo lugar la conversión del procónsul romano Sergio Paulo. A partir de ese momento se llama a Saulo con el nombre romano de Pablo.

Por otra parte, este último pasa, de colaborador de Bernabé, a primer plano, convirtiéndose en el verdadero jefe de la expedición. A partir de ahora habla Lucas de "Pablo y Bernabé". Con este episodio, puede decirse que comienzan los "Hechos de Pablo". De Perge a Antioquía de Pisidia, situada en el corazón de la actual Turquía, hay unos quinientos kilómetros. Había que recorrerlos a pie, atravesando los montes del Tauro, expuestos a variaciones térmicas y los peligros de salteadores. Quizás se debiera a esto la vuelta a Jerusalén de Juan-Marcos.

Pero el interés de Lucas está totalmente concentrado en la Palabra. Ésta es anunciada en la sinagoga de la ciudad en el marco de una celebración litúrgica. Existe un paralelismo entre el discurso programático de Jesús (cf. Le 4,16-20) y este discurso, asimismo programático, de Pablo. Este último parte, en su argumentación, de las grandes líneas de la historia bíblica y centra su discurso en el rey David, a quien está ligada la promesa del Salvador.

La historia de Israel está presentada a grandes rasgos, porque todo en ella debe conducir a aquel que será el cumplimiento de la promesa, anunciado inmediatamente antes de la predicación de un bautismo de penitencia por parte de Juan. Presenta a Jesús como el mejor fruto de la historia de Israel y como el cumplimiento de sus esperanzas. Debemos señalar que la difusión de las comunidades judías en la diáspora, en las distintas legiones del Imperio romano, será un terreno ya preparado para recibir el mensaje de los primeros misioneros cristianos. Tienen en común una historia y una promesa. Y tienen también en común una organización capilar de base, de la que parten para el anuncio de la Buena Noticia.

 

Evangelio: Juan 13,16-20

En aquel tiempo, tras haber lavado Jesús los pies a sus discípulos, les dijo:

16 Yo os aseguro que un siervo no puede ser mayor que su señor, ni un enviado puede ser superior a quien lo envió.

17 Sabiendo esto, seréis dichosos si lo ponéis en práctica.

18 No estoy hablando de todos vosotros; yo sé muy bien a quiénes he elegido. Pero hay un texto de la Escritura que debe cumplirse: El que come mi pan se ha vuelto contra mí.

19 Os digo estas cosas ahora, antes de que sucedan, para que cuando sucedan creáis que yo soy.

20 Os aseguro que todo el que reciba a quien yo envíe, me recibe a mí mismo y, al recibirme a mí, recibe al que me envió.

 

**• El fragmento conclusivo del lavatorio de los pies vuelve sobre el tema del amor hecho humilde servicio.

Existe un misterio por comprender que va más allá del hecho concreto, y que la comunidad cristiana debe acoger y revivir: practicar la Palabra de Jesús y vivir la bienaventuranza del servicio hecho amor recíproco. El Señor subraya, en la intimidad de la última cena, que la vida cristiana no es sólo comprender, sino también "practicar"; no sólo conocer, sino "hacer" siguiendo su ejemplo.

Toda la acción cristiana nace del "hacer" que tiene su razón en la disponibilidad para todos los demás. El amor que salva es aceptar, en la fe, la propia aniquilación y la práctica de su ejemplo como regla de vida. Al arrodillarse ante sus discípulos para lavarles los pies, Jesús se entrega a ellos y realiza el gesto de su muerte en la cruz. Al humillarse ante ellos, les invita a entrar en la plenitud de su amor y a entregarse recíprocamente.

Con la invitación a imitar su ejemplo en la vida, Jesús se dirige a sus discípulos y, en particular, a aquel que iba a traicionarlo. El pensamiento de que uno de los suyos lo iba a entregar aflige profundamente al rabí. Con todo, su amor abraza a todos y no excluye ni siquiera al traidor de los gestos de bondad y de servicio. Lo único que le preocupa es que los otros discípulos no sufran el escándalo que provocará la traición de Judas, e intenta prevenirlos de esto citando un pasaje de la Escritura: "Hasta mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que compartía mi pan, me levanta calumnias" (Sal 41,10).

La denuncia anticipada, por parte del Maestro, de la traición de Judas se convierte para los discípulos en una prueba ulterior de su divinidad y en la confirmación de su presencia en todos los hechos relativos a su vida y a su muerte (v. 19). El destino de todo apóstol va ligado, inseparablemente, al de Jesús y, por medio de éste, al Padre (v. 20).

 

MEDITATIO

El Padre envía al Hijo, el Hijo envía a sus discípulos; y así como el Hijo repite el comportamiento del Padre, también los fieles de Jesús deben repetir el comportamiento del Hijo. Ahora bien, los discípulos saben que Jesús se ha comportado como un siervo que, reconociendo en cada hombre a su propio señor, se dedica a él, incluso en el más humilde de los servicios, según el significado simbólico del lavatorio de los pies. Pero como la ley del servicio es dura, pronto es removida y sustituida o suavizada o manipulada. Se habla así de servicio, se teoriza sobre él, pero nos mantenemos alejados del humilde servicio activo.

Por eso proclama Jesús bienaventurados no a los que hablan de servicio, sino a quienes lo practican. Acaso le traicionó Judas por esto? Pensaba acaso que aunque Jesús hablara de servicio, entendía de hecho el servicio del poder? No se marcharía cuando vio que el servicio, para Jesús, era precisamente el de los auténticos siervos, una realidad dura y no una palabra para adornarse? Y yo, cómo me sitúo ante el servicio? Conozco la sonoridad y la popularidad de la Palabra más que su humilde y a menudo humillante realidad? Medito en el servicio para hablar bien de él o para convencerme de que debo rebajarme a servir?

 

ORATIO

Sí, Señor mío, también yo pertenezco a la categoría de los siervos de nombre y de los servidos de hecho. Me gustaría ser considerado siervo tuyo, y algo menos ser considerado siervo de los otros. Porque si bien, teniendo todo en cuenta, ser considerado siervo tuyo es algo que gratifica, convertirse en siervo de los hombres no parece ni agradable ni honorable. Y por eso no he gustado aún la bienaventuranza del servicio: demasiadas palabras y pocos hechos; mucha teoría y poca práctica; mucha exaltación de los santos que han servido y poco compromiso con el servicio; muchas palabras hermosas para aquellos que me sirven y muy pocas ganas de pasar a su bando.

Señor misericordioso, abre mis ojos a las muchas ilusiones que cultivo sobre mi servicio; refuerza mis rodillas, que se niegan a plegarse para lavar los pies; da firmeza a mis manos, que se cansan de coger el barreño con el agua sucia por el polvo pegado a los pies de los viajeros que llaman a mi puerta. He de confesarte, Señor, que soy muy, muy débil, que ando muy lejos de tu ejemplo de vida. Concédeme tu Espíritu para ahuyentar mis miedos y para vencer mis timideces.

Señor, ten piedad de mis hermosas palabras sobre el servicio. Señor, ten piedad de mis escasas obras. Señor, ten piedad de mi corazón, que no conoce todavía la bienaventuranza del servicio verdadero y humillante.

 

CONTEMPLATIO

Lo que tiene de único el lavatorio de los pies es hacernos ver que estamos perdonados por anticipado y somos dignos de ser honrados. El ejemplo que deberán imitar siempre los apóstoles es esta actitud de respeto con cualquiera cuyo verdadero nombre está escrito en los cielos; una actitud de disponibilidad respecto a los hermanos. En conclusión, una actitud de misericordia: "Seréis dichosos si lo ponéis en práctica" (Jn 13,17).

Sí, porque todas las bienaventuranzas están incluidas en la misericordia, que se realiza en las mil formas inspiradas por el amor: también vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros. "Un siervo no puede ser mayor que su señor" (Jn 13,16) (P. M. de la Croix, L'Évangile de Jean et son témoignage spirituel, París 19592, p. 397).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas" (Gal 6,2).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Ha llegado la hora. Y el primer gesto que salta de aquel fatal golpe de gong, en un rito que parece predispuesto, es ir a coger un enroño. Qué debe hacer quien sabe que dentro de poco morirá?

Si ama a alguien y tiene algo para dejarle, debe dictar su testamento. Nosotros nos nacemos traer papel y pluma. Cristo fue a coger un barreño, una toalla, y derramó agua en un recipiente. Aquí empieza el testamento; aquí, tras secar el último pie, podría terminar también...

"Os he dado ejemplo..." Si tuviera que escoger una reliquia de la pasión, escogería entre los flagelos y las lanzas aquel barreño redondo de agua sucia. Dar la vuelta al mundo con ese recipiente bajo el brazo, mirar sólo los talones de la gente; y ante cada pie ceñirme la toalla, agacharme, no levantar los ojos más allá de la pantorrilla, para no distinguir a los amigos de los enemigos. Lavar los pies al ateo, al adicto a la cocaína, al traficante de armas, al asesino del muchacho en el cañaveral, al explotador de la prostituta en el callejón, al suicida, en silencio: hasta que hayan comprendido.

A mí no se me ha dado ya levantarme para transformarme a mí mismo en pan y en vino, para sudar sangre, para desafiar las espinas y los clavos. Mi pasión, mi imitación de Jesús a punto de morir, puede quedarse en esto (L. Santucci, Una vita di Cristo. Volete andavene anche voi? Cinisello B. 1 9952, pp. 205-207, passim).

 

 

Día 5

Viernes de la cuarta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 13,26-33

En aquellos días, llegado Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga:

26 Hermanos, hijos de la estirpe de Abrahán, y los que, sin serlo, teméis a Dios, es a vosotros a quienes se dirige este mensaje de salvación.

27 Ciertamente, los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, y al condenarlo cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los sábados.

28 Sin haber hallado en él ningún delito que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo matase.

29 Y después de cumplir todo lo que acerca de él estaba escrito, lo bajaron del madero y lo sepultaron.

30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.

31 Durante muchos días se apareció a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén, los cuales son ahora sus testigos ante el pueblo.

32 Y nosotros os anunciamos la Buena Noticia: que la promesa hecha a nuestros antepasados

33 Dios nos la ha cumplido a nosotros, sus descendientes, resucitando a Jesús, como está escrito también en el salmo segundo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.

 

*" En este discurso -su primer discurso programático,  Pablo desarrolla los mismos argumentos de fondo del primer discurso de Pedro en Pentecostés. Debía ser un esquema habitual en los que anunciaban la Buena Noticia en los ambientes judíos: las antiguas promesas se han cumplido ahora, a pesar del rechazo por parte de los habitantes de Jerusalén, que entregaron a Pilato a un inocente, al que Dios despertó de los muertos. Los matices del discurso son distintos, pero la sustancia es la misma: Jesús, injustamente condenado, ha sido reconocido justo por Dios mediante la resurrección. Y ésta es "la palabra de salvación", ésta es la "Buena Nueva", ésta es la realización de "la promesa hecha a nuestros antepasados": Dios es lo suficientemente fuerte para vencer el mal, incluso el más horrible. Dios dará la salvación a los que crean en su poder, el mismo poderque se manifestó en el acontecimiento pascual de Jesús.

Hemos de señalar que Pablo fundamenta el anuncio de la resurrección en declaraciones de "testigos". Pablo tiene mucho cuidado en no introducirse en el número de estos, con lo que reconoce su papel insustituible.

Él es sólo un portavoz de "lo que ha recibido". Con todo, se apresura a añadir: "Ynosotros os anunciamos la Buena Noticia", introduciéndose en el grupo de los evangelizadores. Nos anuncia la Palabra de salvación a nosotros, que somos los verdaderos hijos de Abrahán (Mt 3,9), los herederos de las promesas (Gal 3,16-29), el verdadero Israel de Dios (Gal 6,16), hoy, en este contexto concreto que es el nuestro.

 

Evangelio: Juan 14,1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

1 No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mí.

2 En la casa de mi Padre hay lugar para todos; de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora voy a prepararos ese lugar.

3 Una vez que me haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde voy a estar yo.

4 Vosotros ya sabéis el camino para ir adonde yo voy.

5 Tomás replicó: - Pero, Señor, no sabemos adonde vas, cómo vamos a saber el camino?

6 Jesús le respondió: - Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre sino por mí.

 

**• Los apóstoles, reunidos en torno a Jesús en el cenáculo, después del anuncio de la traición de Judas, de las negaciones de Pedro y de la inminente partida del Maestro, han quedado profundamente afectados. El desconcierto y el miedo han inundado la comunidad. Jesús lee en el rostro de sus discípulos una fuerte turbación, un peligro para la fe, y por eso les anima a que tengan fe en el Padre y en él (v. 1).

Si el Maestro exhorta a sus discípulos a la confianza es porque él está a punto de irse a la casa del Padre a prepararles un lugar. No deben entristecerse por su partida, porque no los abandona; más aún, volverá para llevarlos con él (vv. 3s).

Los apóstoles no comprenden las palabras de Jesús. Tomás manifiesta su absoluta incomprensión: no sabe la meta hacia la que se dirige Jesús ni el camino para llegar a ella; y es que entiende las cosas en un sentido material. Jesús, en cambio, va al Padre y precisa el medio para entrar en contacto personal con Dios: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (v. 6).

Esta fórmula de revelación es una de las cumbres más elevadas del misterio de Cristo y de la vida trinitaria: el hombre-Jesús es el camino porque es la verdad y la vida. En consecuencia, la meta no es Jesús verdad, sino el Padre, y Jesús es el mediador hacia el Padre. La función mediadora del hombre-Jesús hacia el Padre está explicitada por la verdad y por la vida. El Señor se vuelve así, para todos los discípulos, el camino al Padre, por ser la verdad y la vida. Él es el revelador del Padre y conduce a Dios, porque el Padre está presente en él y habla en verdad. Él es el "lugar" donde se vuelve disponible la salvación para los hombres y éstos entran en comunión con Dios.

 

MEDITATIO

 Jesús también me dice a mí hoy: "No te inquietes". Tú sabías, Señor, que también había de llegar para mí el momento de la inquietud y la turbación. Para mí y para tantos otros como yo. Cómo es posible que haya tantos odios y venganzas? Tanta corrupción e indiferencia? Tanta hambre de dinero y de poder? Tanta violencia y tanta prepotencia? Fíjate cómo nuestras ciudades se han vuelto semejantes a Sodoma y Gomorra: cómo es posible no sentirse inquieto?

Jesús responde a mi inquietud asegurándome que "también hay un lugar para mí" allí donde está él, un lugar preparado para quien, a pesar de la inquietud, persevera con él en las pruebas y en la tormenta. Y es que, en definitiva, también en el siglo XXI, sigue siendo él el camino, la verdad y la vida: con él es como podemos y debemos atravesar los ciclones de la avidez y

de la sensualidad sin límites y los vientos gélidos de la injusticia y del cinismo.

Todas las fuerzas que nos desvían, todas las tendencias arrolladuras que nos exigen estar firmemente aferrados a él.

Quieren llevarte por otros caminos? Acuérdate de que él es el camino. Quieren indicarte soluciones más adelantadas, más dignas del nuevo milenio? Acuérdate de que él es la verdad. Quieren enseñarte cómo vivir de un modo más intenso y libre? Acuérdate de que él es la vida. Acuérdate de que con él puedes iniciar una reconstrucción no ilusoria, aunque no fácil.

 

ORATIO

Sostén, Señor, mi corazón vacilante; tú mismo ves lo difícil que es no quedar preso del asombro en este mundo que parece haber olvidado incluso que has venido a nosotros. Tú mismo estás viendo cómo estamos destruyendo, en unos pocos decenios, un patrimonio espiritual acumulado durante siglos mediante un tenaz trabajo misionero y pastoral. Tú mismo estás viendo cómo envejecen tus fieles, sin que lleguen demasiados refuerzos, cómo disminuye la práctica religiosa y el número de vocaciones, cómo se disgrega la familia, cómo son considerados tus fieles con cierta suficiencia.

Sostén, Señor, mi fe vacilante, porque no quiero abandonarte a ti, que eres todo para mí. Sostén esta débil esperanza mía, que quisiera ver el nuevo milenio iluminado por tu verdad. Sostén la cada vez menos vivida llama del amor por mis hermanos, a los que quisiera hacer el supremo regalo de dar testimonio de ti como el único que pone en contacto con el Dios vivo y verdadero.

Haz que las palabras que dijiste a Tomás venzan todo mi desánimo y triunfen sobre mi debilidad. Porque estoy seguro de que eres tú quien tiene la última palabra: "A ti, Señor, me acojo; no quede yo avergonzado para siempre" (cf. Sal 71,1).

 

CONTEMPLATIO

Mediante la continua invocación y el continuo recuerdo de nuestro Señor Jesucristo, se implanta en nuestra mente una especie de divina tranquilidad, siempre que no olvidemos la oración continua dirigida a él, la sobriedad sin tregua y la obra de la vigilancia. En verdad, intentamos realizar siempre del mismo modo y de una manera propia la invocación a Jesucristo nuestro Señor, gritando con un corazón ferviente, de modo que podamos tener parte y gustar el santo nombre de Jesús. La continuidad, en efecto, tanto para la virtud como para el vicio, es la madre de la costumbre, y la costumbre tiene, después, la misma fuerza que la naturaleza. La mente que llega a semejante tranquilidad persigue, a continuación, a los enemigos como el perro que caza las liebres en el bosquecillo. El perro, para devorarlas; la mente, para aniquilarlos (Hesiquio, Discurso sobre la sobriedad  y las virtudes unidas a la salvación del alma, 98).

 

ACTIO

          Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: "Cómo podemos esconder nuestras heridas?", a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: "Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?".

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros (H. J. M. Nouwen, Pane per ¡I viaagio, Brescia 1997, p. 207 [trad. esp.: Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999]).

 

 

Día 6

Sábado de la cuarta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 13,44-52

44 El sábado siguiente casi toda la ciudad se congregó para escuchar la Palabra del Señor.

45 Los judíos, al ver la multitud, se llenaron de envidia y se pusieron a rebatir con insultos las palabras de Pablo.

46 Entonces, Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía: - A vosotros había que anunciaros antes que a nadie la Palabra de Dios, pero puesto que la rechazáis y vosotros mismos no os consideráis dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos.

47 Pues así nos lo mandó el Señor: Te he puesto como luz de las naciones para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra.

48 Los paganos, al oír esto, se alegraban y recibían con alabanzas el mensaje del Señor. Y todos los que estaban destinados a la vida eterna creyeron.

49 La Palabra del Señor se difundió por toda aquella región.

50 Los judíos, sin embargo, sublevaron a las mujeres distinguidas que adoraban al verdadero Dios, y a los principales de la ciudad, promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio.

51 Ellos, en señal de protesta, se sacudieron el polvo de los pies y se fueron a Iconio.

52 Los discípulos, por su parte, estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

 

**• Se presenta aquí una problemática muy sentida por la comunidad cristiana primitiva: el rechazo del Evangelio por parte de los judíos y la consiguiente predicación a los paganos. En nuestros días estamos menos interesados en este tipo de problemas relacionados con el derecho de precedencia de Israel a la salvación. Sin embargo, en aquella época estos problemas se consideraban con una gran seriedad y están presentados con una gran frecuencia en los Hechos de los Apóstoles (13,46s; 18,6;28,28) y en tres capítulos (9-11) de la Carta a los Romanos. Eran problemas que planteaban interrogantes y producían angustia en la conciencia de los discípulos: como es posible que el pueblo de las promesas no las haya reconocido una vez cumplidas?

Aquí se subraya la alegría de los nuevos destinatarios, los efectos positivos de la persecución, el clima de optimismo que invadía a los discípulos -"estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo"- en medio de unos acontecimientos que no se presentaban ciertamente demasiado tranquilos.

La Palabra, rechazada por los judíos, es acogida con entusiasmo por los paganos. Los apóstoles, rechazados en un lugar, se sacuden el polvo de los pies y difunden la Palabra en otros lugares. La persecución les llena de la alegría que viene del Espíritu y da la seguridad de seguir los pasos de Cristo, el justo rechazado por los hombres y exaltado por Dios.

El libro de los Hechos de los Apóstoles rebosa de optimismo, de ese optimismo que no procede de la carne, sino del Espíritu. La alegría no brota de los éxitos, sino de las tribulaciones; no procede de las realizaciones humanas, sino de sentirse configurados con Cristo, de sentirse encauzados por el camino hacia Dios.

 

Evangelio: Juan 14,7-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

7 Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis, pues ya lo habéis visto.

8 Entonces Felipe le dijo: - Señor, muéstranos al Padre; eso nos basta.

9 Jesús le contestó: - Llevo tanto tiempo con vosotros, y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí, ve al Padre. Cómo me pides que os muestre al Padre?

10 No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra.

11 Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no creéis en mis palabras, creed al menos en las obras que hago.

12 Os aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo me voy al Padre.

13 En efecto, cualquier cosa que pidáis en mi nombre os la concederé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14 Os concederé todo lo que pidáis en mi nombre.

 

*"• El tema fundamental del pasaje es la relación entre Jesús y el Padre. El evangelista, a la pregunta de por qué Jesús es el único mediador para llegar al Padre,  responde que sólo Cristo puede conducir a los hombres a la comunión con Dios. Jesús es el camino al Padre porque conduce a él a través de su persona: él está en el Padre y el Padre en él. A partir de esta mutua inmanencia entre Jesús y el Padre se hace comprensible que el conocimiento de Jesús lleve al conocimiento del Padre (v. 7).

El lenguaje del Maestro resulta oscuro para los discípulos, y, por eso, Felipe pide ver la gloria del Padre. No ha comprendido que se trata de ir al Padre a través de la persona de Jesús. Los discípulos no han sabido reconocer en la presencia visible de su rabí las palabras y las obras del Padre (v. 9). Para ver al Padre en el Hijo es preciso creer en la unión recíproca entre el Padre y el Hijo.

 

Sólo mediante la fe es posible comprender la copresencia entre Jesús y el Padre. De ahí que lo único que pueda pedir el hombre sea la fe y esperar con confianza ese don. El Señor, en su llamada a la fe, fundamenta la verdad de su enseñanza en una doble razón: su autoridad personal, que los discípulos han experimentado en otras ocasiones al vivir con Jesús, y el testimonio de "las obras que hago" (v. 11).

La obra que Jesús ha inaugurado con su misión de revelador es sólo un comienzo. Los discípulos proseguirán su misión de salvación. Más aún: harán obras semejantes a las suyas e incluso mayores. Por último, el Maestro se ocupa de animar a los suyos y a todos los que crean en él a participar en la obra de la evangelización y en su misma misión.

 

MEDITATIO

Felipe quiere ver al Padre, pero no ha sabido verlo en Jesús. Ha visto con los ojos la realidad externa, pero no ha visto la realidad escondida con los ojos, mucho más penetrantes, de la fe. Juan usa de una manera típica el verbo "ver" para indicar dos tipos de realidades: la del signo visible y la de la gloria del Verbo o realidad sobrenatural.

Y tú qué ves cuando contemplas las obras de Dios? Ves sólo la realidad sensible, el signo, o la acción de Dios, la realidad significada? Es bueno plantearse una pregunta como ésta, porque el secularismo invasor no se preocupa más que de la realidad visible, empírica, palpable. Aunque está dispuesto, a continuación, a correr detrás de "doctas fábulas" de tipo astrológico o mágico o pseudorreligioso. El discípulo de Jesús debe caminar entre el positivismo y la superstición, aceptando lo real de la realidad y aguzando la mirada de la fe, que nos permite ver la acción -o la "gloria"- de Dios en los acontecimientos humanos, a menudo intrincados, siempre misteriosos, nunca absurdos.

El Señor ha prometido a su Iglesia la posibilidad de hacer obras incluso mayores que las que él ha hecho: la grandeza ha de ser medida en el orden de los valores proclamados por él mismo, esto es, con el signo por excelencia que es la cruz. Se trata del signo del martirio, de la entrega, del amor que se da, de consumir nuestra propia vida por el prójimo: lo que exige ver y apreciar otro orden de valores distintos a los apreciados por el mundo, un orden de valores que, al final, atrae todos a él.

 

ORATIO

Me doy cuenta, Señor, de que soy un buen compañero de Felipe, es decir, que soy un poco miope para ver tu acción en el mundo. Ayer me lamentaba de la debilidad de tu Iglesia, y quizás no consiga vislumbrar tu posible mensaje. Me lamentaba asimismo, con acentos de nostalgia, del hundimiento de esta "cristiandad", sin lograr ver lo nuevo que estás haciendo brotar. Me lamento de verte ausente de la historia y no consigo verte allí donde antes no estabas presente y ahora, en cambio, lo estás.

Veo que no sé leer los "signos de los tiempos", dejándome ir unas veces hacia el pesimismo y otras hacia el optimismo, es decir, leyendo los acontecimientos humanos o bien mirando exclusivamente las debilidades de los hombres, o bien abandonándome a un providencialismo milagrero.

Enséñame tú el arte del discernimiento, concédeme el don de verte allí donde actúas y el modo en que lo haces. Purifica mi corazón para no sean mis estados de ánimo, sino tu luz la que me guíe para descubrirte y encontrarte allí donde actúas, para colaborar contigo, pero, sobre todo, para amarte como tú quieres.

 

CONTEMPLATIO

En medio de las tinieblas de la vida presente, la Escritura se ha vuelto la luz para nuestro camino. Por eso dice Pedro: "Hacéis bien en prestar[le] atención, como a lámpara que luce en lugar oscuro" (2 Pe 1,19). Y, a su vez, dice el salmista: "Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero" (Sal 118,105).

Sabemos, sin embargo, que esta misma lámpara es oscura para nosotros si la Verdad no la hace brillar en nuestras almas. Por eso dice aún el salmista: "Tú, Señor, eres mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas" (Sal 18,29). De qué sirve una luz que arde y no da luz? Pero la luz creada no brilla para nosotros si no es iluminada por la luz increada. Ahora bien, el Dios omnipotente, que ha creado las palabras de ambos Testamentos para nuestra salvación, él mismo es el intérprete (Gregorio Magno, Homilías sobre Ezequiel, 1,7,17).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Muéstrame, Señor, tus caminos" (Sal 24,4a).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Te revelaste, Señor, como invisible; eres un Dios escondido e inefable. Pero te haces visible en cada ser: la criatura es la flor de tu mirada. Tu mirada confiere el ser, Dios mío, tú te haces visible en la criatura.

Soy incapaz de darte un nombre, estás más allá del límite de toda definición humana. Socorre a los hijos de los hombres: ellos te veneran en figuras diferentes y eres para ellos causa de guerras religiosas. Sin embargo, ellos te desean, Bien único, oh Inefable y Sin Nombre.

No sigas oculto aún, manifiesta tu rostro: así seremos salvos. Responde a nuestra oración: desaparecerán la espada y el odio, encontraremos la unidad en la diversidad. Aplácate, Señor, tu justicia es misericordia: ten piedad de nosotros, frágiles criaturas (Nicolás de Cusa, cit. en G. Vannucci, 1/ libro della preghiera universale, Florencia, 1985, p. 367).

 

Día 7

 Quinto domingo de pascua Ciclo A

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 6,1-7

1 Por aquellos días, debido a que el grupo de los discípulos era muy grande, los creyentes de origen helenista murmuraron contra los de origen judío porque sus viudas no eran bien atendidas en el suministro cotidiano.

2 Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: - No está bien que nosotros dejemos de anunciar la Palabra de Dios para dedicarnos al servicio de las mesas.

3 Por tanto, elegid entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encomendaremos este servicio,

4 para que nosotros podamos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra.

5 La proposición agradó a todos, y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía.

6 Los presentaron ante los apóstoles, y ellos, después de orar, les impusieron las manos.

7 La Palabra de Dios se extendía, el número de discípulos aumentaba mucho en Jerusalén, e incluso muchos sacerdotes se adherían a la fe.

 

**• El cuadro ideal de la primera comunidad cristiana, presentado por Lucas en los "compendios" de los Hechos de los Apóstoles, da la impresión de que está estropeado por las tintas más oscuras introducidas con el episodio de Ananías y Safíra (5,1-11) y el relacionado con el descontento de los helenistas a causa de cierto descuido en la distribución de los bienes a los pobres.

Sin embargo, estos hechos nos ayudan a comprender la verdadera naturaleza de la Iglesia, que ni está a salvo de las penas ni se compone de santos. La comunión que se busca en ella de manera constante, el bien al que tiende, son resultado de un camino no exento de problemas y dificultades, afrontados y superados mediante una colaboración cotidiana y paciente, dejándose guiar por el Espíritu, que conduce a todos hacia la unidad perfecta a través de la multiplicidad de los carismas y de los ministerios (cf. Ef 4,11-13).

En el fragmento que nos presenta la liturgia de hoy se puede percibir el resultado de la atención otorgada por los Doce a las cuestiones planteadas por un grupo de discípulos. El hecho tiene una importancia fundamental: no sólo la dificultad no se vuelve motivo de desencuentro y de división, sino que lleva a los cristianos a tomar una mayor conciencia de su propio papel en la sociedad y a encontrar soluciones nuevas para poder hacerse "todo con todos". Poniéndose a la humilde escucha del Espíritu reciben luz para establecer una primera diferenciación en los servicios eclesiales. Los Doce examinan el problema, convocan a todos los discípulos y proponen una solución (vv. 2-4), que es aprobada y entra en vigor. Con todo ello manifiestan que la Iglesia es una realidad viva, en continuo crecimiento. En esta nueva situación, los apóstoles saben discernir cuál ha de ser su tarea insustituible: presidir la oración, transmitir con fidelidad las enseñanzas de Jesús, orientar a la comunidad para que elija de manera responsable en su seno a los hombres adecuados ("de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría") para ejercer un servicio caritativo que no excluya a nadie y difunda por todas partes el buen perfume de Cristo. El versículo con el que concluye la perícopa casi parece su coronación: la sabia articulación de los servicios en el interior de la Iglesia tiene como resultado la difusión de la Palabra de Dios y el incremento masivo de la comunidad cristiana con nuevas e inesperadas conversiones.

 

Segunda lectura: 1 Pedro 2,4-9

Queridos:

4 Acercándoos a él, piedra viva rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa para Dios,

5 también vosotros, como piedras vivas, vais construyendo un templo espiritual dedicado a un sacerdocio santo, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios.

6 Por eso dice la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra escogida, angular, preciosa; quien crea en ella no quedará defraudado.

7 El honor es para vosotros, los creyentes. Para los incrédulos, sin embargo: La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en piedra angular.

8 Y también: En piedra de tropiezo y roca donde se estrellan. Tropiezan, efectivamente, los que se niegan a acoger la Palabra, pues tal es su destino.

9 Vosotros, en cambio, sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa, pueblo adquirido en posesión para anunciar las grandezas del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.

 

**• El tema de la santidad, vocación propia de todos y cada uno de los cristianos, compromiso inderogable para el bautizado, es un tema central en la Primera carta de Pedro. Tras haber tratado el asunto desde el punto de vista espiritual (1,13-21) y práctico (1,22-2,1), fija ahora el apóstol su atención en el punto fundamental.

Santidad no es sinónimo de "buena conducta", ni tampoco simplemente de "lucha contra el pecado", sino de vida en Cristo, fuente de la "perfección", camino que conduce a ella. El autor, para explicar su pensamiento, se sirve de numerosas referencias bíblicas y, en particular, se refiere a la imagen de la "piedra angular", que aparece con distintos matices de significado en Is 28,16 y 8,14s, así como en el Sal 118,22. Jesús resucitado es la piedra viva, preciosa, sobre la que todos los que se adhieren a él son edificados como otras tantas piedras vivas, para formar un único templo espiritual en el que mora Dios. Así es como se constituye la comunidad nueva del nuevo y auténtico éxodo (v. 5b; Ex 19,5s).

Ésta, en su conjunto, se presenta como un organismo sacerdotal en el que cada miembro está llamado a ofrecer a Dios sacrificios espirituales gracias a la mediación de Jesucristo, sacerdote eterno que se ha inmolado a sí mismo para la salvación del hombre. Unido a él, el pueblo de los creyentes -adquirido a un precio elevado- no sólo lleva una vida que tiene como horizonte el cielo, sino que se convierte a su vez en cooperador de la salvación "para anunciar las grandezas" llevadas a cabo por Cristo, que ejerce su sacerdocio ya sea como servicio cultual en la liturgia de alabanza a Dios, ya sea como servicio de la Palabra, anuncio del Evangelio, apoyado por el testimonio eficaz de una vida arrancada de las tinieblas del pecado, para volverse radiante por la admirable luz de Dios.

 

Evangelio: Juan 14,1-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

1 No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mí.

2 En la casa de mi Padre hay lugar para todos; de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora voy a prepararos ese lugar.

3 Una vez que me haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde voy a estar yo.

4 Vosotros ya sabéis el camino para ir adonde yo voy.

5 Tomás replicó: - Pero, Señor, no sabemos adonde vas, cómo vamos a saber el camino?

6 Jesús le respondió: - Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre sino por mí.

7 Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis, pues ya lo habéis visto.

8 Entonces Felipe le dijo: - Señor, muéstranos al Padre; eso nos basta.

9 Jesús le contestó: - Llevo tanto tiempo con vosotros, y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre. Cómo me pides que os muestre al Padre?

10 No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra.

11 Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no creéis en mis palabras, creed al menos en las obras que hago.

12 Os aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo me voy al Padre.

 

**• Se trata de una perícopa tomada de los "discursos de despedida" que Jesús dirigió a los suyos durante la última cena, palabras que ahora se dirigen a la Iglesia.

El clima está cargado de dolorosa sorpresa por la predicción de la traición de uno de los apóstoles y de la triple negación de Pedro, y, al mismo tiempo, está invadido por un atormentado afecto a causa de la inminente separación. De ahí que Jesús consuele a los discípulos invitándoles a que tengan una fe más grande (v. 1) no sólo en Dios, sino también en él, que es el Hijo amado de Dios. Su "éxodo" ha de pasar, ciertamente, a través de la muerte y el descenso a los infiernos, pero tendrá como meta la "casa del Padre". Y precisamente en ella se detiene ahora Jesús. También es posible hacer frente al camino de la pasión con la mirada fija en el cielo. Él "se va", pero su partida no es definitiva; se va a preparar "un lugar" para ellos (v. 2). De este modo explica el sentido de su muerte de cruz y anuncia al mismo tiempo su retorno, aludiendo tanto a la resurrección -que, para los creyentes, ya es desde ahora anticipo de la vida eterna- como a la parusía, o sea, al retorno glorioso al final de los tiempos.

Con todo, el discurso de Jesús sigue estando oscuro para los discípulos, y sus preguntas inician un diálogo que nos ofrece revelaciones significativas por parte de Jesús. En el v. 7, por ejemplo, afirma Jesús su unidad perfecta con el Padre, hasta el punto de que verle a él es ver a Dios. Es Dios quien le ha enviado, y Jesús le obedece en todo (v. 10b), lo que le permite revelarlo de un modo completamente transparente. Sus "obras" dan testimonio de ello (v. 11). Del mismo modo, quien crea en él participará de su mismo poder divino y así se hará manifiesta la plena reconciliación acaecida entre el cielo y la tierra.

 

MEDITATIO

Jesús se manifiesta como camino, verdad y vida, y se entrega a nosotros a fin de que podamos alcanzar la verdadera y plena libertad ofrecida a los hijos de Dios para entrar en la heredad eterna. Se dirige a nosotros interrogándonos sobre la profundidad de nuestra relación con él. Es posible, en efecto, ser cristiano, comulgar, participar en todas las peregrinaciones y en todas las iniciativas y, sin embargo, no llegar nunca a conocer a Jesús, permaneciendo siempre en la superficie. Conocer a Jesús significa, más bien, experimentarlo interiormente, reconocer que él es el Hijo enviado por el Padre para salvarnos, la expresión del amor infinito de Dios por nosotros.

Todo eso es posible sólo mediante la fe. Creer es confiarse. No es comprender racionalmente; es acoger, dar crédito, encontrarse con el Señor y considerarlo en verdad como aquel que mueve los hilos de nuestra vida y dispone el desarrollo de todos los acontecimientos. Hasta que no lleguemos a esta experiencia de comunión -es decir, de abandono de nosotros mismos en aquel que nos ha incorporado a sí mismo en el bautismo- no podremos decir que conocemos plenamente a Jesús y, en él, al Padre. Ahora bien, para esto nos ha sido dado el Espíritu Santo. Él nos permite caminar por el sendero de Dios seguros de que lo dispone todo para nuestro bien.

 

ORATIO

Señor Jesús, Maestro bueno, nuestro corazón se muestra a menudo inquieto por todo el mal que hay en el mundo y por nuestras mismas debilidades, por las traiciones y negaciones de las que nos consideramos capaces. Aumenta nuestra fe en ti y en el Padre que nos has revelado.

Tú eres el camino: haz que te sigamos. Tú eres la verdad: haz que te conozcamos. Tú eres la vida: haz que vivamos en ti para ver al Padre y glorificar tu santo nombre ante todos los hombres.

 

CONTEMPLATIO

Nosotros te seguimos, Señor Jesús, pero tú llámanos para que podamos seguirte. Nadie puede subir sin ti. Tú eres el camino, la verdad, la vida, la posibilidad, la fe, el premio. Acoge a los tuyos: tú eres el camino. Confírmalos: tú eres la verdad. Reavívalos: tú eres la vida.

Admítenos a aquel bien que deseaba ver David, habitando en la casa del Padre, cuando se preguntaba: "Quién nos mostrará el bien?", y decía: "Creo que veré los bienes del Señor en el país de la vida". Los bienes se encuentran allí donde está la vida eterna, la vida sin culpa.

Ábrenos el corazón al verdadero bien, a tu bien divino, "en el que existimos, vivimos y nos movemos". Nos movemos si andamos por el camino; existimos si permanecemos en la verdad; vivimos si estamos en la vida.

Muéstranos el bien inalterable, único, inmutable, en el que podamos ser eternos y conocer todo bien: en ese bien se encuentra la paz serena, la luz inmortal, la gracia perenne, la santa herencia de las almas, la tranquilidad sin inquietud, no destinada a perecer, sino que ha sido sustraída a la muerte: allí donde no hay lágrimas ni mora el llanto -puede haber llanto donde no hay pecado?-, allí donde son liberados tus santos de los errores y de las inquietudes, del temor y del ansia, de las codicias, de todas las mezquindades y de todo afán corporal, allí donde se extiende la tierra de los vivos (Ambrosio, De bono mortis, xn,55).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "No se inquiete vuestro corazón" (Jn 14,1).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Hace algunos años, un hombre de Dios que me guiaba entonces me envió un mensaje que me asustó mucho: "Sea siempre fiel a Dios en la observación de sus promesas y no se preocupe de las burlas de los insulsos. Sepa que los santos siempre se han hecho la burla del mundo y de los mundanos y han sido pisoteados por el mundo y por sus máximas. El campo de la lucha entre Dios y Satanás es el alma humana, donde se desarrolla esta lucha en todos los momentos de la vida. Para vencer a enemigos tan poderosos, es preciso que el alma dé libre acceso al Señor y sea fortalecida por él con toda suerte de armas, que su luz la irradie para combatir contra las tinieblas del error, que se revista de Jesucristo, de su verdad y justicia, del escudo de la fe, de la Palabra de Dios. Para revestirnos de Jesucristo, es preciso que muramos a nosotros mismos. Estoy seguro de que nuestra Madre celestial le acompañará paso a paso.

Estaba yo confuso, mi mente daba vueltas, cavilaba en estos pensamientos sin llegar a ninguna conclusión. Pasó después otro trecho de vida y comprendí que morir a nosotros mismos es hacernos vivir a nosotros mismos. Caigo en la cuenta de que los momentos de vida plena son aquellos en que siento la tentación de hacer vivir en mí a Dios y su voluntad. Al final he comprendido que abandonarme a Dios no significa haber superado todos mis problemas, sino querer verdaderamente, con todo mi ser, que él pueda obrar en mí y pueda encontrar en mí una plena colaboración.

Al leer ahora de nuevo esta carta, cada palabra toma un valor diferente y, contrariamente a hace algunos años, me anima a continuar por este sendero (E. Olivero, Amare con il cuore di Dio, Turín 1993, pp. 72ss).

 

 

Día 8

Lunes de la quinta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 14,5-18

En aquellos días, en Iconio,

5 los paganos y los judíos con sus jefes tramaron un plan para maltratar e incluso apedrear a Pablo y Bernabé,

6 pero ellos se dieron cuenta y escaparon a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a sus alrededores,

7 donde también anunciaron la Buena Noticia.

8 Había en Listra un paralítico, cojo de nacimiento, que nunca había podido andar.

9 Un día que estaba oyendo hablar a Pablo, éste se le quedó mirando fijamente y, viendo que tenía suficiente fe como para ser curado,

10 le dijo en alta voz: - Levántate y ponte derecho. Él se levantó de un salto y echó a andar.

11 La gente, entonces, al ver lo que había hecho Pablo, comenzó a gritar en dialecto licaonio: - ¡Son dioses que han tomado forma humana y han bajado hasta nosotros!

12 Y llamaban Zeus a Bernabé y Hermes a Pablo, porque era él quien hablaba.

13 Por su parte, el sacerdote de Zeus, cuyo templo estaba a la entrada de la ciudad, hizo traer ante las puertas toros adornados con guirnaldas y, junto con toda la gente, pretendía ofrecer un sacrificio.

14 Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo se dieron cuenta de lo que pasaba, se rasgaron los vestidos e irrumpieron por medio de la gente gritando:

15 - Ciudadanos, qué es lo que hacéis? Nosotros somos de la misma condición que vosotros. Somos hombres y os anunciamos la Buena Noticia para que, abandonando estos dioses vacíos, os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.

16 En las pasadas generaciones, él permitió que cada nación siguiese su propio camino,

17 aunque no dejó de darse a conocer por sus beneficios, enviándoos desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, y llenando de alimento y alegría vuestros corazones.

18 Con estas palabras lograron convencer a la gente para que no les ofrecieran sacrificios, pero no les fue fácil.

 

*•• Estamos de nuevo ante un episodio de curación que continúa el paralelismo entre los hechos de Pedro y los de Pablo (la referencia a la curación del paralítico en la puerta "Hermosa" es evidente). Lucas usa aquí, como en otros lugares, el verbo "salvar" en el sentido de "curar", tal como recoge la traducción que presentamos.

La reacción del público, en cambio, es nueva. Mientras la reacción normal a un milagro entre los judíos era la de dar gloria a Dios (cf. 4,21), aquí, entre los paganos, se da gloria a los hombres. Había una antigua leyenda, ambientada en un pueblo no alejado de Listra, referente a Filemón y Baucis, dos agricultores que dieron hospitalidad a Zeus y a Hermes. Esta leyenda, recogida por Ovidio, debía de ser muy conocida por los habitantes de la región. Los honores tributados a los dos personajes estaban dictados también por la preocupación de no caer en el duro castigo que propinaron los dioses a los que no los acogieron. Hermes era venerado además como dios de la salud, y Pablo había curado al paralítico. Había, por tanto, más de un motivo para honrar como es debido a los dos extraordinarios personajes.

El discurso que sigue a continuación refleja una situación de emergencia y desconcierto. Pero es importante, porque se trata del primer discurso dirigido a los paganos. No se citan las Escrituras, pero sí aparece una invitación explícita a que abandonen los ídolos y se conviertan al Dios vivo y verdadero, creador de todas las cosas. Es probable que se trate de la argumentación típica empleada por los evangelizadores respecto a los paganos, una argumentación que ya había hecho muchos prosélitos entre ellos. Estamos ante un ejemplo de inculturación y de adaptación a la situación.

El hecho de que Bernabé y Pablo se rasgaran los vestidos y reaccionaran con espanto puede ser motivo de reflexión para los que no desdeñan los fáciles honores y los reconocimientos por méritos apostólicos.

 

Evangelio: Juan 14,21-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

21 El que acepta mis preceptos y los pone en práctica, ése me ama de verdad, y el que me ama será amado por mi Padre. También yo le amaré y me manifestaré a él.

22 Judas, no el Iscariote sino el otro, le preguntó: - Señor, cuál es la razón de manifestarte sólo a nosotros, y no al mundo?

23 Jesús le contestó: - El que me ama se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él.

24 Por el contrario, el que no guarda mis palabras es que no me ama. Y las palabras que escucháis no son mías, sino del Padre, que me envió.

25 Os he dicho todo esto mientras estoy con vosotros;

26 pero el Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo os he enseñado y os lo explicará todo.

 

**• El centro de interés del fragmento es la autorrevelación de Jesús, solicitada por una pregunta ulterior del apóstol Judas de Santiago. El Maestro había anunciado precedentemente a los discípulos que ya se había manifestado a ellos, aunque de un modo espiritual. Sin embargo, esas palabras no habían sido comprendidas por los suyos, que pensaban en una manifestación gloriosa y mesiánica delante de todos. Jesús se sirve de la pregunta del apóstol (v. 22) para plantear de nuevo el tema de la presencia de Dios en la vida del creyente (v. 23). Sólo quien ama está en condiciones de observar la Palabra de Jesús y de acoger su manifestación espiritual e interior.

Y quien observa esta Palabra (= los mandamientos) será amado por él y por el Padre. Más aún, quien muestre amor a Jesús recibirá en su propia intimidad la presencia del mismo: Jesús habitará en su corazón junto con el Padre y el Espíritu. Esta manifestación del Señor es espiritual. Se identifica con la presencia de Cristo en el alma de quien vive de manera conforme a su Palabra.

Esta presencia interior de Jesús constituye la "escatología realizada" entre Dios y los hombres. La inhabitación de la Trinidad en el creyente está, pues, condicionada no tanto por Dios como por nosotros mismos: amar a Jesús y observar su Palabra. En cambio, quien no ama ni practica los mandamientos no puede formar parte de esta vida de Dios (v. 24).

En este punto del coloquio, Jesús, lanzando una mirada retrospectiva a toda su misión de revelador, establece una distinción entre su enseñanza y la del Espíritu (vv. 25s): el tiempo de Cristo lleva en sí la verdad, porque Jesús es "la verdad" (14,6); el tiempo del Espíritu la ilumina y la hace penetrar en el corazón de los creyentes, porque "el Espíritu es la verdad" (1 Jn 5,6).

 

MEDITATIO

En tiempos no remotos, la inhabitación de la Trinidad era un tema bastante entrañable a los cristianos más atentos a las realidades de la fe. Hoy, al menos así lo parece, lo es un poco menos. Sin embargo, una vida "habitada por Dios" es muy distinta a una vida desierta, abandonada a sí misma, condenada a agotarse en los límites de la criatura.

Mi vida ha sido visitada por Dios. Él habita en mi interior más profundo. Él es el dulce huésped de mi alma: "Vendremos a él y viviremos en él". Cómo es posible vivir una vida trivial teniendo como huésped a la Trinidad? Cómo es posible no asombrarse por esta verdad, por esta extraordinaria realidad que nos arrebata de la soledad, ensalza la dignidad de la existencia, llena de estupor, da luz a la tonalidad grisácea de nuestra vida cotidiana, sumerge en el mundo divino, hace familiar la existencia con Dios, no cesa de asombrar y de maravillar, desplaza el centro de interés de toda la aventura terrena, colorea de sentido toda acción? Cómo no quedar sobresaltado de alegría frente a este ser mío mortal hecho templo de la Trinidad inmortal, frente a este cuerpo mío corruptible hecho santo e incorruptible por la intimidad con su Creador?

 

ORATIO

Te bendigo y te doy gracias, Señor mío, porque hoy has abierto mis ojos a todo lo que quieres obrar en mí y conmigo. Cómo es posible que, por lo general, viva yo como si estuvieras lejos? Cómo es posible que te busque fuera de mí? Cómo es posible que me olvide de que estás conmigo, dentro de mí?.

Señor, perdona mi ceguera y mi distracción. Perdona mi poco amor, que me impide buscarte allí donde tú quieres ser encontrado. Perdóname, porque lleno en ocasiones mi corazón de personas o cosas que no te dejan sitio a ti. Perdona todas las veces que me lamento por mi soledad, como si tú me hubieras dejado solo para recorrer los caminos del mundo.

Señor, hazte sentir tú también. Hazme volver, como tú sabes hacerlo, a la interioridad, a tu presencia dentro de mí. Ayúdame a alejar lo que ocupa el sitio que tú te has reservado en lo más íntimo de mí. Purifica mi corazón para que pueda verte presente en mi vida, operante, tranquilizador, indispensable. Refuerza, Señor, mi corazón, para que pueda verte y sentirte, para que pueda entablar contigo un diálogo de amor y vivir contigo una historia de amor destinada a no acabar nunca.

 

CONTEMPLATIO

Oh Dios mío, Trinidad a la que adoro, ayúdame a olvidarme de mí por completo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si ya mi alma estuviera en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de ti, oh mi Inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu misterio.

Pacifica mi alma, haz en ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo; que yo no te deje en ella nunca solo; que esté en ti enteramente, despierta del todo en mi fe, toda adoración, entregada por completo a tu acción creadora (Isabel de la Trinidad, cit. en A. Hamman, Compendio de la oración cristiana, Edicep, Valencia 1990, p. 204).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Vendremos a él y viviremos en él" (Jn 14,23).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero convertirme totalmente en deseo de saber para aprender todo de ti; y después, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijarte siempre y permanecer bajo tu gran luz, oh mi Astro amado, fascíname para que ya no pueda salir de tu resplandor.

Oh Fuego que consume, Espíritu de amor, ven a mí, para que se produzca en mi alma como una encarnación del Verbo; que yo le sea una humanidad añadida en la que él renueve todo su misterio. Y tú, Padre, inclínate sobre tu pobre y pequeña criatura, cúbrela con tu sombra, no veas en ella más que al Bienamado en el que has puesto todas tus complacencias.

Oh mis "Tres", mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a ti como una presa, entiérrate en mí para que yo me entierre en ti, mientras espero ir a contemplar en tu luz el abismo de tu grandeza (Isabel de la Trinidad, cit. en A. Hamman, Compendio de la oración cristiana, Edicep, Valencia 1990, p. 204).

 

 

Día 9

Martes de la quinta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 14,19-28

En aquellos días

19 llegaron de Antioquía de Pisidia y de Iconio algunos judíos que se ganaron a la gente. Apedrearon a Pablo y, pensando que estaba muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad.

20 Pero cuando sus discípulos lo rodearon, él se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente salió hacia Derbe con Bernabé.

21 Después de anunciar el Evangelio en Derbe y hacer bastantes discípulos, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía,

22 confortando a su paso los ánimos de los discípulos y exhortándoles a permanecer firmes en la fe. Les decían: - Tenemos que pasar muchas tribulaciones para poder entrar en el Reino de Dios.

23 Designaron responsables en cada iglesia y, después de orar y ayunar, los encomendaron al Señor, en quien habían creído.

24 Después atravesaron Pisidia, llegaron a Panfilia

25 y, después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía.

26 De allí regresaron por mar a Antioquía de Siria, donde habían sido encomendados a la protección de Dios para la misión que acababan de realizar.

27 Al llegar, reunieron a la comunidad y contaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los paganos la puerta de la fe.

28 Pablo y Bernabé permanecieron allí bastante tiempo con los discípulos.

 

**• Tras otro peligrosísimo episodio de intolerancia, resuelto sin llegar al drama gracias a que "sus discípulos lo rodearon", Pablo -ahora protagonista, junto con Bernabé- toma el camino de vuelta y visita las comunidades recién fundadas. Se trata de una verdadera "visita pastoral", en la que ambos confortan a los fieles y ponen las bases de una organización eclesiástica, es decir, ponen las bases para la continuidad de las comunidades.

Una continuidad garantizada por la conciencia del elevado coste del Reino de Dios: para entrar en el Reino de Dios "tenemos" que pasar por muchas tribulaciones. Una continuidad garantizada por la presencia de responsables que creen en el Señor y que han sido confiados a él. Los evangelizadores pasan; el Evangelio tiene que ser llevado continuamente adelante por nuevos evangelizadores y pastores. Esta preocupación por el futuro de la comunidad no puede disminuir nunca en la Iglesia, tampoco en nuestros días.

El viaje de vuelta está trazado a grandes rasgos, con rápidas pinceladas. Llegados a la iglesia de donde habían partido, contaron los abundantes frutos de la misión, sobre todo la confirmación de que Dios "había abierto a los paganos la puerta de la fe" (v. 27). El camino hacia los paganos parece ahora irreversible, y en Antioquía, ciudad abierta a la misión universal, es algo que parece obvio y pacífico. Pero no sucede así en todos los sitios. La parte menos dinámica de la Iglesia madre no piensa del mismo modo. Este dato será precursor de nuevos nubarrones, aunque también de clarificaciones decisivas.

 

Evangelio: Juan 14,27-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

27 Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os puede dar. No os inquietéis ni tengáis miedo.

28 Ya habéis oído lo que dije: "Me voy, pero volveré a vosotros". Si de verdad me amáis, deberíais alegraros de que me vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo.

29 Os lo he dicho antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

30 Ya no hablaré mucho con vosotros, porque se acerca el príncipe de este mundo. Y aunque no tiene ningún poder sobre mí,

31 tiene que ser así para demostrar al mundo que amo al Padre y que cumplo fielmente la misión que me encomendó.

 

**• Este pasaje, con el que concluye el primer coloquio de Jesús con los suyos, es un fragmento compuesto, y contiene palabras de despedida y de consuelo por parte del Maestro, que deja su comunidad y vuelve al Padre. Jesús, al despedirse de los suyos, les desea la "paz", el shalóm, que es el conjunto de los bienes mesiánicos, un don que viene de Dios y que Jesús posee. El motivo del consuelo debe prevalecer sobre el temor y la inquietud:

él, Jesús, es la paz.

Por eso añade Jesús una exhortación a la alegría. Aunque estén tristes por el alejamiento y el temor de quedarse solos, la separación de los discípulos respecto a Jesús es el paso hacia un bien mejor. Jesús va al Padre "porque el Padre es mayor" que él, es la plenitud de su gloria (v. 28). Ahora bien, la vuelta del Hijo al Padre está unida de manera inseparable al escándalo de la cruz. Jesús, con las predicciones que les ha hecho sobre su próxima muerte, no sólo pretende sostener la fe de los discípulos en el momento de la pasión, sino que quiere mostrar que los hechos que van a tener lugar forman parte del proyecto de Dios. En consecuencia, los suyos no deberán desanimarse: la fe será su fuerza y su único consuelo.

El tiempo terreno del Maestro está ahora a punto de concluir, le quedan pocos momentos para conversar aún con sus discípulos, "porque se acerca el príncipe de este mundo" (v. 30). Aunque se acerca Satanás, no tiene ningún poder sobre Jesús. Éste no tiene pecado y Satanás no tiene posibilidad de atacarle. La vida de Jesús está bajo el signo de la voluntad del Padre y se entrega libremente a la muerte en la cruz para que el hombre conozca la verdad.

 

MEDITATIO

El Señor ha derramado la paz en tu corazón: él está presente dentro de ti, con el Padre y el Espíritu Santo. Eso no puede más que darte un sentido de seguridad y de fuerza: si Dios está contigo, quién estará en contra de ti?

Sin embargo, a menudo estás inquieto y atemorizado: el mundo se presenta amenazante, los pasiones no dan tregua, todo parece desarrollarse "como si Dios no existiera", y Dios calla dentro de ti, juega a esconderse, no responde. Entonces tu corazón se espanta, te asalta la duda y tu paz queda asediada, cuando no se volatiliza. Ahora es cuando debes recordar que Dios está presente en la luz oscura de la fe, que has de ejercitar la fe en estos momentos para oír aquello que no oyes, para ver aquello que no ves, para agarrarte a un agarradero que has de buscar en la niebla. Es, en efecto, la fe lo que está en la base de la paz, que, de hecho, procede de la comunión con Dios. Fe en el Dios ya presente, pero no poseído aún en plenitud; fe que se madura en el tiempo de la ausencia del Esposo; fe que se perfecciona en la búsqueda del Esposo; fe que se purifica a través de los acontecimientos más duros y atroces.

La paz procede de una mirada de fe sobre la realidad de un Dios presente, aunque buscado con todo el ardor de un corazón herido por el sentimiento de su ausencia. La paz viene cuando se comprende y se acepta el misterio de la ausencia de Dios también en su presencia, en su silencio, en el sufrimiento y el misterio de la cruz como momento más elevado del amor de Dios y del testimonio de tu amor por él.

 

ORATIO

¡Cómo busco la paz, Señor, y cuántas veces la busco! Sin embargo, debo admitir que no siempre la busco donde se encuentra. A veces la busco como el mundo: busco un poco de paz para vivir en paz, para no incomodarme demasiado, para no dejarme turbar en exceso. También yo busco, en suma, la paz como la busca el mundo: lejos de la cruz, huyendo de quien me turba, evitando a los que me hacen perder la paciencia, esquivando las molestias y cerrando los ojos antes los sufrimientos de los otros. Cómo voy a poder vivir en paz si no me defiendo un poco de los otros? Y cómo voy a vivir en paz si no me concedo alguna satisfacción? Cómo se puede vivir en paz estando siempre sometido a presión? Todas estas son tentaciones frecuentes, lo sabes, Señor. Tentaciones que desvían mi mirada de ti, fuente de mi paz; tentaciones que me hacen olvidar tus palabras constructoras de una paz sólida y tenaz.

¡Vence, Señor, estas tentaciones mías! Haz oír tu voz a mi corazón turbado y enséñame tus caminos, que conducen a tu paz, a mi paz. No permitas que me olvide de ti por un poco de bienestar o por buscar una tranquilidad que, con frecuencia, es huir de tu presencia en mí y en mis hermanos.

 

CONTEMPLATIO

Cuando el Señor precisa: "Os doy mi paz, no como la da el mundo", qué debemos entender, sino que él no nos da la paz del mismo modo como la dan los que aman el mundo? Ésos, en efecto, se ponen de acuerdo para hacer la paz entre ellos, con el fin de gozar no de Dios, sino de los placeres que da el mundo a sus amigos, a cubierto de toda lid y de toda guerra. Y si también conceden paz a los justos, en el sentido de que dejan de perseguirlos, no se trata aún de la verdadera paz, en cuanto no es una concordia real, porque están desunidos los corazones. Del mismo modo que se dice consorte a quien une su suerte a la tuya, sólo cuando los corazones están unidos se puede hablar de concordia (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 77,5).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra-. "Os dejo mi paz. Que no se inquiete vuestro corazón" (cf. Jn 14,27).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu "yo" herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti.

 Cuando permites que tu "yo" herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu "yo" herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda (H. J. M. Nouwen, la voce dell'amore, Brescia 19972, 133s [trad. esp.: La voz interior del amor, PPC, Madrid 1997]).

 

 

Día 10

Miércoles de la quinta semana de pascua o día 10 de mayo, conmemoración de

San Juan de Ávila  

Dicen los autores que Juan de Ávila es la figura más importante del clero secular español del siglo XVI. Nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) hacia el año 1499. De familia muy rica, al morir sus padres repartió todos sus bienes entre los pobres y, después de tres años de oración y meditación, se decidió por el sacerdocio. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá, donde hizo amistad con el P. Guerrero, que después fue arzobispo de Granada y amigo suyo durante toda la vida.

Las sabias lecciones de artes del maestro Soto, de quien fue discípulo predilecto, y las lecturas del docto maestro Medina, que enseñaba por la nueva vía de los nominales, alternaban con la sabrosa lección de unos libros de Erasmo, saturados de espíritu paulino y salpicados de mordaces censuras ansiosas de reforma. Desarrolló su actividad apostólica especialmente en el sur de España. Murió santamente en Montilla (Córdoba) el 10 de mayo de 1569, diciendo "Jesús y María". Beatificado en 1894, el papa Pío XII le nombró "patrono del clero secular español" el 2 julio de 1946. Fue canonizado por Pablo VI en el año 1970.

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,1-6

En aquellos días,

1 algunos que habían bajado de Judea enseñaban a los hermanos: - Si no os circuncidáis según la tradición de Moisés, no podéis salvaros.

2 Este hecho provocó un altercado y una fuerte discusión de Pablo y Bernabé con ellos. Debido a ello, determinaron que Pablo, Bernabé y algunos otros subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y demás responsables.

3 Provistos, pues, por la iglesia de Antioquía de todo lo necesario para el viaje, atravesaron Fenicia y Samaría contando la conversión de los paganos y llenando de gran alegría a todos los hermanos.

4 Al llegar a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y demás responsables, y les contaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. 5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que se habían hecho creyentes, intervinieron diciendo que era necesario circuncidar a los convertidos y obligarles a cumplir la ley de Moisés.

6 Entonces los apóstoles y los demás responsables se reunieron para estudiar este asunto.

 

**- En el comienzo del fragmento aparece planteada la cuestión que tanto interesó y turbó a los primeros discípulos: hace falta la circuncisión para salvarse? Pablo y Bernabé responden decididamente que no. Pero y si los que dicen lo contrario contaran con el aval de las columnas de la Iglesia de Jerusalén?

De ahí viene la solución: ir directamente a Jerusalén. Allí, tras un viaje en el que cuentan sus éxitos apostólicos, suscitando una "gran alegría a todos los hermanos", fueron recibidos por "la iglesia, los apóstoles y demás responsables" y encuentran la misma oposición que hallaron en Antioquía por parte de los fariseos convertidos.

Su tesis es la típica de los judaizantes, contra los que Pablo tendrá que luchar durante mucho tiempo (cf. sobre todo Gal 5,6-12). Para éstos, la ley de Moisés tenía una validez perenne y, por consiguiente, también tenía que ser impuesta a los convertidos del paganismo. La cuestión es seria: de ahí que se convoque una reunión a la que asisten los apóstoles y los demás responsables.

Según una variante occidental del texto original, asistieron también "el conjunto de los hermanos ". Son las premisas del celebérrimo "Concilio de Jerusalén", la primera reunión oficial de la Iglesia para resolver una cuestión grave, de la que podía depender la difusión de la Palabra entre el mundo pagano. Sobre esta reunión se han derramado ríos de tinta (en parte por la dificultad de armonizar los datos de Lucas con los de Pablo). Con todo, la importancia de la reunión es indudable y sus resultados serán altamente  positivos.

 

Evangelio: Juan 15,1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.

2 El Padre corta todos los sarmientos unidos a mí que no dan fruto y poda los que dan fruto para que den más fruto.

3 Vosotros ya estáis limpios, gracias a las palabras que os he comunicado.

4 Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros. Ningún sarmiento puede producir fruto por sí mismo sin estar unido a la vid, y lo mismo os ocurrirá a vosotros si no estáis unidos a mí.

5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada.

6 El que no permanece unido a mí es arrojado fuera, como los sarmientos que se secan y son amontonados y arrojados al fuego para ser quemados.

7 Si permanecéis unidos a mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo tendréis.

8 Mi Padre recibe gloria cuando producís fruto en abundancia y os manifestáis así como discípulos míos.

 

MEDITATIO

Desde el principio de su sacerdocio, Juan de Ávila demostró en su predicación una elocuencia extraordinaria.  El pueblo acudía en gran número a escuchar sus sermones dondequiera que él fuera a predicar. Cada predicación la preparaba con cuatro o más horas en oración de rodillas. A veces, pasaba la noche entera ante un crucifijo o ante el santísimo sacramento, encomendando la predicación que iba a hacer después a la gente. Y los resultados eran formidables. Los pecadores se convertían a montones. A sus discípulos les decía: "Las almas se ganan con las rodillas". A uno que le preguntaba cómo hacer para lograr convertir al menos a una persona en cada sermón, le dijo: "Es que usted espera convertir en cada sermón a una persona?". "No, eso no", le respondió al otro. "Pues por eso es por lo que no los convierte -le dijo el santo-, porque para poder obtener conversiones hay que tener fe en que sí se conseguirán conversiones. ¡La fe mueve montañas!" A otro que le preguntaba cuál era la principal cualidad para poder llegar a ser un buen predicador, le respondió: "La principal cualidad es ¡amar mucho a Dios!".

 

ORATIO

Oh Dios, que hiciste de san Juan de Ávila un maestro ejemplar para tu pueblo por la santidad de su vida y por su celo apostólico, haz que también en nuestros días crezca la Iglesia en santidad por el celo ejemplar de tus ministros.

 

CONTEMPLATIO

Dios concedió a Juan de Ávila la especialísima cualidad de tener y ejercer un gran ascendiente sobre los sacerdotes. Bastaba con que le vieran celebrar misa o le oyeran un sermón para que los sacerdotes quedaran muy agradablemente impresionados por su modo de obrar y predicar. Y, después, en sus sermones, ellos solían estar entre el público oyéndole con gran atención.

El sabio escritor fray Luis de Granada se colocaba cerca de él, lápiz en mano, e iba escribiendo sus sermones. De cada sermón del santo sacaba el material necesario para él predicar luego al menos diez sermones. Los sacerdotes decían que cuando Juan de Ávila predicaba era como si estuvieran oyendo al mismo Dios.

Fue reuniendo grupos de sacerdotes y, haciéndoles meditar con frecuencia sobre la pasión de Jesucristo y sobre la eucaristía y rezar y recibir los sacramentos, les enfervorizaba y después los enviaba a predicar. Y los frutos que conseguían eran inmensos.

Un día, en Granada, mientras Juan de Ávila pronunciaba un importante sermón, de pronto se oyó en el templo un grito fortísimo. Era Juan de Dios -después, santo-, que había sido antes militar y comerciante y que ahora se convertía y empezaba una vida de santidad admirable. En adelante, Juan de Dios tendrá siempre como consejero a Juan de Ávila, a quien atribuirá su conversión.

Tres temas le llamaban mucho la atención para predicar: la eucaristía, el Espíritu Santo y la Virgen María. Y una de sus cualidades más admirables era su gran humildad: pese a sus brillantes éxitos apostólicos, siempre se creía un pobre y miserable pecador. Cuando estaba ya agonizante, vio que un sacerdote le trataba con una gran veneración, y le dijo: "Padre, tráteme como a un miserable pecador, porque eso es lo que he sido, nada más". Cuando en su última enfermedad los dolores arreciaban, apretaba el crucifijo entre sus manos y exclamaba: "Dios mío, si así te parece bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!".

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive siempre las palabras de san Juan de Ávila: "Dios mío, si así te parece bien que suceda, está bien ¡está muy bien!".

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

No sé otra cosa más eficaz con la que a vuestras mercedes persuada de lo que les conviene hacer que traerles a la memoria la alteza del beneficio que Dios nos ha hecho al llamarnos para la alteza del oficio sacerdotal. Y si elegir sacerdotes entonces era gran beneficio, qué será en el Nuevo Testamento, en el cual los sacerdotes de él somos como sol en comparación de noche y como verdad en comparación de figura?

Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hecho semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre, y semejables al portal de Belén y pesebre donde fue reclinado, y a la cruz donde murió, y al sepulcro donde fue sepultado. Y todas estas cosas santas, por haberlas Cristo tocado; y de lejanas tierras van a las ver, y derraman de devoción muchas lágrimas, y mudan sus vidas movidos por la gran santidad de aquellos lugares. Por qué los sacerdotes no son santos, pues es lugar donde Dios viene glorioso, inmortal, inefable, como no vino en otros lugares? Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración, y no lo trajeron los otros lugares, sacando a la Virgen. Relicarios somos de Dios, casa de Dios, y, a modo de decir, criadores de Dios, a los cuales nombres conviene gran santidad.

Esto, padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviere, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia que Dios oye sus oraciones y les da lo que piden, y tengan tanta familiaridad con él; que tengan virtudes más que de hombres y pongan admiración a los que los vieren: hombres celestiales o ángeles terrenales; y aun, si pudiere ser, mejor que ellos, pues tienen oficio más alto que ellos" ("De una plática de san Juan de Ávila, presbítero", Obras completas del santo maestro Juan de Ávila, BAC, 3, 364-365.370.373).

 

 

Día 11

Jueves de la quinta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,7-21

En aquellos días,

7 tras una larga discusión, se levantó Pedro y les dijo: - Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros tiempos, Dios me eligió a mí entre vosotros para que los paganos oyesen por mi boca la palabra del Evangelio y creyesen.

8 Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio en favor de ellos, otorgándoles el Espíritu Santo como a nosotros.

9 Sin hacer diferencia entre ellos y nosotros, purificó sus corazones con la fe.

10 Por qué queréis ahora poner a prueba a Dios tratando de imponer a los discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar?

11 Nosotros, en cambio, creemos que nos salvamos por la gracia de Jesús, el Señor, y ellos, exactamente igual.

12 Toda la multitud guardó silencio, y escuchaba a Bernabé y a Pablo contar las señales y prodigios que Dios había hecho entre los paganos por medio de ellos.

13 Cuando acabaron de hablar, tomó la palabra Santiago y dijo: - Hermanos, escuchadme:

14 Simón ha explicado cómo Dios, desde el principio, escogió entre los paganos un pueblo consagrado a su nombre.

15 Esto concuerda con las palabras de los profetas, pues está escrito:

16 Después de esto volveré y restauraré la tienda de David, que estaba destruida. Repararé sus ruinas y la volveré a levantar

17 para que el resto de los hombres busque al Señor, junto con todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre. Así lo dice el Señor, que realizó estas cosas,

18 anunciadas desde antiguo.

19 Por eso, yo pienso que no hay que crear dificultades a los paganos que se convierten.

20 Es suficiente escribirles que se abstengan de toda contaminación, de la idolatría, de matrimonios ilegales, de comer animales estrangulados y de la sangre.

21 Ya que desde siempre la ley de Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores, que la leen en las sinagogas todos los sábados.

 

*•• En la asamblea de Jerusalén están presentes dos preocupaciones: salvaguardar la universalidad del Evangelio y, al mismo tiempo, mantener la unidad de la Iglesia. La apertura al mundo pagano, es decir, la toma de conciencia de la universalidad del Evangelio, no da origen a dos Iglesias, sino a una única Iglesia con connotaciones pluralistas. Corresponde a Pedro la tarea de defender la opción de Antioquía. Y lo hace partiendo de su propia experiencia, apoyando plenamente la línea de Pablo, usando incluso su típico lenguaje teológico: "Creemos que nos salvamos por la gracia" (v. 11). En consecuencia, no se habla de imponer el peso de la circuncisión o cualquier otro fardo insoportable.

El problema de la convivencia de las dos culturas, formas, mentalidades, tradiciones, fue planteado por Santiago, portador de las instancias de la tradición. No se opone a Pedro, pero sugiere algunas observancias rituales importantes para los judíos, que permitirán una convivencia que no ofenda la sensibilidad de los que proceden del judaísmo. Se trata de normas de pureza legal tomadas del Levítico. Para Santiago, las comunidades de los cristianos judíos y paganos son diferentes, pero deben vivir sin altercados: por eso es preciso dar normas prudentes.

Entre el discurso de Pedro, el último en Hechos de los Apóstoles, y el de Santiago se ha intercalado el testimonio de los hechos por parte de Bernabé y Pablo, y todo el conjunto viene después de "una larga discusión" (v. 7). Ambos discursos podrían ser considerados como conclusión y resumen de un paciente "proceso de discernimiento comunitario" en el que han sido expuestos, escuchados y discutidos a fondo todos los hechos y todos los argumentos. De este modo, queda salvada la libertad del Evangelio y, también, la unidad de la Iglesia. Es un método que se considera cada vez más como ejemplar y que se presagia como el normal en las distintas decisiones eclesiales.

 

Evangelio: Juan 15,9-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

9 Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros. Permaneced en mi amor.

10 Pero sólo permaneceréis en mi amor si obedecéis mis mandamientos, lo mismo que yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

11 Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo y vuestro gozo sea completo.

 

**• Cuál es el fundamento del amor de Jesús por los suyos? El texto responde a esta pregunta. Todo tiene su origen en el amor que media entre el Padre y el Hijo. A esta comunión hemos de reconducir todas las iniciativas que Dios ha realizado en su designio de salvación para la humanidad: "Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros. Permaneced en mi amor" (v. 9). Ahora bien, el amor que Jesús alimenta por los suyos requiere una pronta y generosa respuesta. Ésta se verifica en la observación de los mandamientos de Jesús, en la permanencia en su amor, y tiene como modelo su ejemplo de vida en la obediencia radical al Padre hasta el sacrificio supremo de la misma.

Las palabras de Jesús siguen una lógica sencilla: el Padre ha amado al Hijo, y éste, al venir a los hombres, ha permanecido unido con él en el amor por medio de la actitud constante de un "sí" generoso y obediente al Padre. Lo mismo ha de tener lugar en la relación entre Jesús y los discípulos. Éstos han sido llamados a practicar, con fidelidad, lo que Jesús ha realizado a lo largo de su vida. Su respuesta debe ser el testimonio sincero del amor de Jesús por los suyos, permaneciendo profundamente unidos en su amor. El Señor pide a los suyos no tanto que le amen como que se dejen amar y acepten el amor que desde el Padre, a través de Jesús, desciende sobre ellos. Les pide que le amen dejándole a él la iniciativa, sin poner obstáculos a su venida. Les pide que acojan su don, que es plenitud de vida. Para permanecer en su amor es preciso cumplir una condición: observar los mandamientos según el modelo que tienen en Jesús.

 

MEDITATIO

"Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo y vuestro gozo sea completo" (v. 11): todos y cada uno de los discípulos están invitados a dejarse poseer por la alegría de Jesús, tras haberse dejado poseer por el amor de Dios. Mi existencia como discípulo consiste en dejar sitio a este amor divino, que es un amor "descendente", un amor que mueve al Padre a "entregar a su Hijo único" (Jn 3,16), un amor que mueve al Hijo a entregarse a sí mismo, un amor que mueve a los discípulos a hacer otro tanto, un amor que garantiza la "felicidad" del discípulo.

Cuando Jesús habla de las más que exigentes condiciones de este amor, dice claramente que son posibles porque este nuevo modo de amar procede de Dios. Es el amor mismo de Dios el que obra en mí, en ti, en todos los discípulos. Y no sólo eso, sino que recibiremos de Jesús "su" felicidad, la alegría que procede de haber amado como Dios ama, a través del impulso y de la imitación de Jesús. Se trata de algo que nada tiene que ver con el moralismo: aquí nos encontramos en la cima de la mística, de la mística de la acción, que implica la entrega de uno mismo e incluye ser poseídos del todo por el amor de Dios.

 

ORATIO

Señor Jesús, ayúdame a mirar hacia lo alto para tener el valor de mirar hacia abajo. Ayúdame a mirarte a ti, en el esplendor de los santos; a ti, completamente vuelto al Padre, que eres una sola cosa con él desde la eternidad. Fija mi mirada en ti para que también yo sea capaz de descender y hacer lo que tú has hecho. Y es que servir un poco puede resultar fácil, pero convertir toda la vida en un servicio es bastante difícil. Servir a los que no lo merecen, a los que no son agradecidos, a los que te rechazan, es todavía más arduo.

Te ruego que infundas en mi corazón ese amor tuyo arrollador, ese amor tuyo concreto, humilde, que has recibido del Padre y que ha plasmado tu vida, para que también yo pueda hacer lo que tú me dices que es preciso para ser discípulo tuyo. Mi servicio no será así un frustrarse de manera penosa; mi perseverancia en un servicio exento de gratificaciones será fuente de  felicidad, porque estaré poseído por la felicidad que viene de ti, esa felicidad que prometiste a los que dejan sitio a tu manera de amar.

 

CONTEMPLATIO

No habría aprendido yo a amar al Señor

si él no me hubiera amado.

Quién puede comprender el amor,

sino quien es amado?

Yo amo al Amado,

a él ama mi alma:

allí donde está su reposo,

allí estoy yo también.

Y no seré un extraño,

porque no hay envidia junto al Señor altísimo,

porque quien se une al Inmortal

también será inmortal,

y quien se complace en la vida

viviente será.

Que permanezca tu paz conmigo, Señor,

en los frutos de tu amor.

Enséñame el canto de tu verdad,

de suerte que venga a mí como fruto la alabanza,

abre en mí la cítara de tu Espíritu Santo

para que te alabe, Señor, con toda melodía.

Prorrumpo en un himno al Señor porque soy suyo

y cantaré la canción consagrada a él

porque mi corazón está lleno de él

(de las Odas de Salomón).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Permaneced en mi amor" (Jn 15,9b).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Uno de los más célebres músicos del mundo, que tocaba el laúd a la perfección, se volvió en breve tiempo tan gravemente sordo que perdió el oído por completo; sin embargo, continuó cantando y manejando su laúd con una maravillosa delicadeza. Ahora bien, como no podía experimentar placer alguno con su canto y su sonido, puesto que, falto de oído, no percibía su dulzura y su belleza, cantaba y tocaba únicamente para contentar a un príncipe, a quien tenía gran deseo de complacer, porque le estaba agradecidísimo, ya que había sido criado en su casa hasta la juventud. Por eso sentía una inexpresable alegría al complacerle, y cuando el príncipe le hacía señales de que le agradaba su canto, la alegría le ponía fuera de sí. Pero sucedía, en ocasiones, que el príncipe, para poner a prueba el amor de su amable músico, le ordenaba cantar y se iba de inmediato a cazar, dejándole solo; pero el deseo de obedecer los deseos de su señor le hacía continuar el canto con toda la atención, como si su príncipe estuviera presente, aunque verdaderamente no le produjera ningún gusto cantar, ya que no experimentaba el placer de la melodía, del que le privaba la sordera, ni podía gozar de la dulzura de las composiciones por él ejecutadas: "Mi corazón está dispuesto, oh Dios, mi corazón está dispuesto; quiero cantar y entonar himnos. Despierta, alma mía; despertad, cítara y arpa, quiero despertar a la aurora" (Francisco de Sales, Tratado del amor de Dios, IX, 9).

 

Día 12

Viernes de la quinta semana de pascua o

San Pancracio

Es un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declararse creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo. Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre". Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: "En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo". (Hechos 6,41). Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: "Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre". Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo. Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión. Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo. San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,22-31

En aquellos días,

22 los apóstoles y demás responsables, de acuerdo con el resto de la comunidad, decidieron escoger de entre ellos algunos hombres y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, el llamado Barsabás, y a Silas, personajes eminentes entre los hermanos.

23 A través de ellos les enviaron la siguiente carta: Los apóstoles y demás hermanos responsables, a los hermanos no judíos de Antioquía, Siria y Cilicia. Saludos.

24 Hemos oído que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han inquietado y desconcertado con sus palabras. Por tal motivo,

25 hemos decidido de común acuerdo escoger algunos hombres y enviároslos con nuestros amados Bernabé y Pablo,

26 hombres que han consagrado su vida al servicio de nuestro Señor Jesucristo.

27 Enviamos, pues, a Judas y a Silas, que os referirán lo mismo de palabra.

28 Porque hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros otras cargas más que las indispensables:

29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de carne de animales estrangulados y de matrimonios ilegales. Haréis bien en guardaros de todo esto. Que os vaya bien.

30 Los enviados se pusieron en camino y llegaron a Antioquía, donde convocaron una asamblea comunitaria y entregaron la carta;

31 su lectura les llenó de alegría y les proporcionó un gran consuelo.

 

**• La asamblea concluye eligiendo una delegación y con el envío de una carta. En ella se desautoriza a los rigoristas -o sea, a los que habían provocado el altercado- y se da vía libre a la apertura a los paganos, sin imponerles demasiadas cargas. Es importante la conciencia que tiene la asamblea de haber tomado una decisión bajo la iluminación del Espíritu Santo: la Iglesia ha experimentado, desde sus orígenes, la presencia del Espíritu y la ha transmitido a lo largo de los siglos. El discernimiento practicado -en el que ha participado toda la Iglesia- ha sido verdaderamente "espiritual", es decir, ha sido guiado por el Espíritu.

La delegación debe explicar los detalles del contenido del texto, así como las cláusulas de Santiago, presentadas como generosas; esto es, no como cargas pesadas. De hecho, esas limitaciones caerán pronto en desuso frente a la aplastante presencia de los procedentes del paganismo y la disminución del componente judío. El mismo Pablo, por su parte, no hizo nunca alusión a estas cláusulas.

La línea de Antioquía tiene ahora vía libre para su estilo de evangelización: sus tesis han sido aceptadas y avaladas plenamente. Se comprende que "su lectura les llenara de alegría y les proporcionara un gran consuelo". Este consuelo les animó a seguir por el camino emprendido. Antioquía se convierte ahora en el nuevo centro de irradiación del Evangelio y en el punto de partida de las nuevas empresas de Pablo. Reina un clima de alegría y de serenidad por el avance del Evangelio, que les hace cerciorarse de la importancia vital de la difusión del camino de la salvación a todos los hombres.

Esto nos hace reflexionar sobre la escasa presencia actual de esta preocupación en nuestras comunidades. Qué está pasando? Ha perdido su relevancia a nuestros ojos la causa del Evangelio? O será que han disminuido los hombres que, como Pablo y Bernabé, "han consagrado su vida al servicio de nuestro Señor Jesucristo"?

 

Evangelio: Juan 15,12-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

12 Mi mandamiento es éste: Amaos los unos a los otros como yo os he amado.

13 Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos.

14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.

12 En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora os llamo amigos porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre.

16 No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante y duradero. Así, el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre.

17 Lo que yo os mando es esto: que os améis los unos a los otros.

 

*•• Las relaciones entre Jesús y los discípulos asumen una intensidad particular en esta breve perícopa, donde se afronta el tema del mandamiento del amor fraterno: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (v. 12).

Los mandamientos que debe observar la comunidad mesiánica están compendiados en el amor fraterno. Este precepto del Señor glorifica al Padre. Supone vivir como verdaderos discípulos y dar como fruto el testimonio. Ahora bien, la calidad y la norma del amor al hermano son una sola: el amor que Jesús tiene por los suyos, un amor que ha llegado a su cima en la cruz (v. 13).

La cruz es el ejemplo de la entrega de Jesús hasta el extremo por sus discípulos: ha entregado su propia vida por aquellos a los que ama. Lo que desea, a cambio, de los suyos es la fidelidad al mismo mandamiento siguiendo su ejemplo. La riqueza del amor que une a Jesús con los suyos, y a los discípulos entre ellos es, en consecuencia, total y de una gran calidad.

El modelo del amor de Jesús por sus discípulos no tiene que ver solamente con el sacrificio de su vida, sino que contiene también otras prerrogativas: es relación de intimidad entre amigos y don gratuito (vv. 14s).

El signo mayor de la amistad entre dos amigos consiste en revelarse los secretos de sus corazones. El amor de amistad, del que nos habla Jesús, no se impone; es respuesta de adhesión en el seno de la fidelidad. El Maestro, al hacer partícipes a sus discípulos de los secretos de su vida, ha hecho madurar en ellos el seguimiento, les ha hecho comprender que la amistad es un don gratuito que procede de lo alto.

La verdadera amistad se sitúa en el orden de la salvación. Jesús ya no es para ellos el señor, sino el Padre y el confidente, y ellos ya no son siervos, sino amigos. Convertirse en discípulo de Jesús es don, gracia, elección y certeza de que nuestras peticiones dirigidas al Padre en nombre de Jesús serán escuchadas (vv. 16s).

 

MEDITATIO

"Mi mandamiento", el que resume todos los otros, el que distingue a un discípulo de Jesús de todos los demás, el que Juan llamará también "mandamiento nuevo", el típico e inconfundible de Jesús, es sencillo y exigente: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado". Seguir a Jesús consiste en amar al hermano hasta dar la vida por él, precisamente como hizo Jesús, el Hijo que bajó para dar la vida por mí.

Dar la vida no significa sólo "morir" por los hermanos. Puede ser incluso hermoso y deseado, en ciertos momentos en que sentimos en nosotros un particular impulso de generosidad. Dar la vida significa gastar nuestra propia vida para que sean felices los que viven junto a mí. Significa que cada mañana debo preguntarme cómo puedo hacer para no ser una carga para los que viven conmigo. Significa soportar sus silencios y sus "malas caras", aceptar los límites de su carácter, no extrañarse de sus contradicciones ni de sus pecados. Significa aceptar a mi prójimo tal como es, y no tal como debería ser.

 

ORATIO

Hoy me siento obligado, Señor, a preguntarme hasta qué punto me tomo en serio "tu" mandamiento, ese que me distingue como discípulo tuyo, ese que te tomas tan a pecho. Si me examino bien, debo confesar que no es, de hecho, el primer mandamiento, el que me tomo más a pecho. Y es que he puesto por delante muchos otros valores que el entorno considera más importantes o que me gratifican más y con mayor facilidad.

Ilumíname, Señor, para que, en mi vida, esté por encima de todo la preocupación por construir la fraternidad, por aceptar con benevolencia a mis hermanos y hermanas, por olvidar sus errores, por recordar constantemente tu mandamiento. Concédeme la íntima convicción de que es la práctica de este mandamiento lo que hace nuevo el mundo, de que mi verdadera contribución como creyente la brinda mi actitud fraterna. Ayúdame a poner en lo más alto de mi escala de valores este mandamiento, que es el más antiguo y el más nuevo, que cada día deberé aplicar a nuevas situaciones, para renovarme a mí mismo, mi existencia y mi ambiente vital.

 

CONTEMPLATIO

Oh santo Amor, quien no te conoce no ha podido gustar la suavidad de tus beneficios, que sólo la experiencia vivida nos revela. Pero quien te haya conocido o haya sido conocido por ti no puede concebir ya ninguna  duda. Porque tú eres el cumplimiento de la ley; tú, que me colmas y me calientas; tú, que me inflamas y enciendes mi corazón con una caridad inmensa. Tú eres el Maestro de los profetas, el compañero de los apóstoles, la fuerza de los mártires, la inspiración de los padres y de los doctores, la perfección de todos los santos. Y me preparas también a mí, Amor, para el verdadero servicio de Dios (Simeón el nuevo Teólogo).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Os he destinado para que vayáis y deis fruto" (Jn 15,16).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Cuando el Señor mandó a su pueblo amar al prójimo como a sí mismo (cf. Lv 19,18), no había venido aún a la tierra; de suerte que, sabiendo hasta qué punto se ama la propia persona, no podía pedir a sus criaturas un mayor amor al prójimo. Pero cuando Jesús dio a sus apóstoles un mandamiento nuevo, su mandamiento, no habló ya de amar al prójimo como a sí mismo, sino de amarlo como él, Jesús, lo amó y lo amará hasta la consumación de los siglos.

Señor, sé que no nos mandas nada imposible. Tú conoces mejor que yo mi debilidad, mi imperfección, sabes que no podré nunca amar a mis hermanas como tú las amas, si no eres aún tú, Jesús mío, quien las ama en mí. Para concederme esta nueva gracia has dado un mandamiento nuevo. ¡Oh! Cuánto lo amo, pues me da la garantía de que tu voluntad es amar en mí a todos aquellos a quienes me mandas amar. Sí, estoy convencida de ello; cuando practico la caridad, es sólo Jesús quien obra en mí. Cuanto más unida estoy a él, tanto más amo a mis hermanas (Teresa de Lisieux, Manuscritos autobiográficos C, Monte Carmelo, Burgos 1997).

 

Día 13

Sábado de la quinta semana de pascua o 13 de mayo,

Bienaventurada Virgen María de Fátima

 

            La Virgen María, vestida del sol, en su máximo esplendor, se aparece a tres pastorcitos en seis oportunidades, ante multitudes crecientes de testigos.

            Realiza revelaciones sobre castigos divinos que caerán sobre la humanidad si ésta no se arrepiente y convierte, y anuncia el triunfo final del Inmaculado Corazón de María. El 13 de octubre de 1917, en su última aparición, setenta mil testigos presencian un hecho conocido a partir de allí como "el milagro del sol".Fátima marca claramente un cambio de rumbo en la historia de la humanidad.

           No puede entenderse Fátima si no se la interpreta como la materialización de lo anunciado en el libro del Apocalipsis, capítulo 12, escrito por San Juan Evangelista, a partir de visiones que tuvo durante su estancia en la isla griega de Patmos.

           Allí se anuncia que �en ese tiempo una gran señal aparecerá en el cielo: Una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre Su cabeza. Está por dar a luz.�

         Fátima es un hito que señala una intervención más cercana de María en estos tiempos que vive el mundo, y a la cercanía del retorno de Jesús en Gloria, representado allí como Su segundo nacimiento, nuevamente en María, Su amada Madre.

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 16,1-10

En aquellos días,

1 llegó Pablo a Derbe y después a Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, de madre judía convertida al cristianismo y de padre griego.

2 Timoteo gozaba de buena reputación entre los hermanos de Listra e Iconio.  3 Pablo decidió llevarlo consigo y lo circuncidó debido a los judíos que había en aquella región, pues todos sabían que su padre era griego.

4 En todas las ciudades por donde pasaban comunicaban a los creyentes los acuerdos tomados por los apóstoles y demás responsables de Jerusalén y les recomendaban que los acatasen.

5 Las iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día.

6 Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo les impidió anunciar la Palabra en la provincia de Asia.

7 Llegaron a Misia e intentaron dirigirse a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió.

8 Así que pasaron de largo por Misia y bajaron hacia Tróade.

9 Aquella noche Pablo tuvo una visión. Se le presentó un macedonio y le hizo esta súplica: - Pasa a Macedonia, ven en nuestra ayuda.

10 Ante esta visión, procuramos pasar rápidamente a Macedonia, persuadidos de que Dios nos llamaba a anunciarles la Buena Noticia.

 

*•• Lucas pasa ahora a narrar los acontecimientos misioneros de Pablo: él será el protagonista de la tercera parte de los Hechos de los Apóstoles. El fragmento de hoy presenta el segundo viaje misionero, ya avanzado. Entre tanto ha tenido lugar la separación de Bernabé, a causa -según Lucas- de una diferente valoración de la persona de Juan Marcos. Pablo elige como nuevo compañero a un discípulo suyo al que siempre le unirá un gran cariño: Timoteo. Haciendo gala de una gran elasticidad pastoral, especialmente en vistas a la acción entre los judíos, Pablo lo hizo circuncidar, aunque no viera para ello ninguna necesidad doctrinal. Pablo se hace en verdad "todo para todos" por el Evangelio.

Es significativo el hecho de que el Espíritu hace prácticamente las veces de guía, corrigiendo la ruta de los misioneros. Lucas quiere subrayar que el protagonista y el director de la evangelización es el Espíritu Santo, que tiene sus planes, a menudo diferentes a los de los hombres. Es el Espíritu quien impulsa a Pablo a pasar a Europa, en vez de adentrarse en las regiones de Asia menor.

Hay un misterio en la llamada a los pueblos y las naciones que escapa por completo a la mirada humana. Baste con una sencilla reflexión: el programador de la evangelización es con toda claridad el Espíritu Santo; no se trata de una acción organizada por los hombres, aunque estén llenos de fe y de celo. En la acción de Pablo no había demasiada organización, sino una gran disponibilidad a la acción del Espíritu. No hace esto hoy actual y digno de atención este dicho, que podría parecer sólo un eslogan: "Menos organización y más Espíritu"?

 

Evangelio: Juan 15,18-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

18 Si el mundo os odia, recordad que primero me odió a mí.

19 Si pertenecierais al mundo, el mundo os amaría como cosa propia, pero como no pertenecéis al mundo, porque yo os elegí y os saqué de él, por eso el mundo os odia.

20 Recordad lo que os dije: "Ningún siervo es superior a su señor". Igual que me han perseguido a mí, os perseguirán a vosotros; y en la medida en que pongan en práctica mi enseñanza, también pondrán en práctica la vuestra.

21 Os tratarán así por mi causa, porque no conocen a aquel que me envió.

 

**• La perícopa contiene una advertencia de Jesús dirigida a sus discípulos sobre el odio y el rechazo del mundo que tendrán enfrente. Si la nota distintiva de la comunidad cristiana es el amor, ahora el Maestro presenta a los suyos lo que caracteriza al mundo que les rechaza: el odio (v. 18). El Señor advierte y explica ese odio del mundo y emite un juicio sobre el mismo.

El odio del mundo hacia la comunidad cristiana es consecuencia lógica de una opción de vida: los seguidores del Evangelio no pertenecen al mundo, y éste no puede aceptar a quien se opone a sus principios y opciones. Los creyentes, en virtud de su opción de vida a favor de Cristo, son considerados como extraños y enemigos. Su vida es una continua acusación contra las obras perversas del mundo y un reproche elocuente contra los malvados. Por eso es odiado y rechazado el hombre de fe.

Pero cómo se manifiesta el odio del mundo contra los discípulos? Mediante las persecuciones que han de padecer los creyentes por el nombre de Cristo. No son en verdad estas pruebas las que deben desanimar a los discípulos ni en su camino de fe ni en su misión de evangelización. También su Señor experimentó la incomprensión y el rechazo hasta la muerte (v. 20). Es más, la persecución y el sufrimiento son una de las condiciones de la gloria que toda la comunidad cristiana debe compartir con su Salvador. La suerte de los discípulos es idéntica a la de Cristo: si éste ha sido perseguido, también lo serán sus discípulos; si éste fue escuchado, también lo serán los suyos (vv. 20s).

 

MEDITATIO

Si pretendes vivir según tus convicciones de fe, no debe sorprenderte encontrar a tu alrededor la indiferencia o la hostilidad. No debe deprimirte que los medios de comunicación social se rían a menudo de manera sutil del estilo de vida cristiano, o que cuando expreses tus convicciones te vean como un anticuado, o que la gente te considere como alguien que pertenece a una era pasada, a una época de la que ya nos hemos despedido. Que no te abata el desaliento: eso es señal de que eres fiel a Cristo perseguido y a su Palabra de cruz. No debes entrar en crisis porque muchos no piensen en esa cruz como los seguidores de Jesús.

Una de las características de la fe es su perenne carácter inactual. Esa característica hemos de buscarla en su dimensión oblativa, que consiste en la llamada a la cruz, al sacrificio, al saber amar, a la justicia pagada con la propia piel. No debes, por tanto, "aguar" tu testimonio, ni bajar el grado de las exigencias de la Palabra, ni envolver con el silencio lo que es más comprometedor e impopular. Hay silencios que parecen excesivamente prudentes, que son expresión de temor ante los contragolpes de la opinión pública, que expresan preocupación por la hostilidad de quienes pueden hacernos daño.

 

ORATIO

Ayúdame, Señor, a vivir como tú quieres en medio de las dificultades originadas por la hostilidad del mundo. Ayúdame a no tener miedo de ser tu testigo, pero ayúdame también a no ser un juez severo con los que me ponen obstáculos en mi camino. Ayúdame, antes que nada, a comprender mis culpas, los motivos que puedo haber dado yo mismo, mis incumplimientos. La hostilidad puede venir también de mi comportamiento inadecuado. Y eso es algo que debo tener en cuenta.

Ayúdame a enfrentarme con valor a las reacciones que proceden del hecho de decir lo que tú dirías, de hacer las cosas que tú harías. Ayúdame a no tener nunca miedo a hacer un serio examen de conciencia, a no diluir tu mensaje y el testimonio que debo a tu santo nombre.

 

CONTEMPLATIO

El mundo que Dios reconcilia con él en la persona de Cristo, que ha sido salvado por medio de Cristo, y al que le han sido perdonados todos los pecados por los méritos de Cristo, ha sido elegido entre el mundo de los enemigos, de los condenados, de los corruptos. También los discípulos estaban en el mundo y fueron elegidos para que dejaran de formar parte del mismo. Fueron elegidos no por sus méritos, porque no habían hecho antes ninguna obra buena; tampoco por su naturaleza, porque ésta en virtud del libre albedrío había sido contaminada por el pecado en su mismo origen; fueron elegidos por una concesión gratuita, es decir por una auténtica gracia.

En efecto, el que del mundo eligió al mundo no encontró ya buenos a los que eligió, sino que los hizo buenos al elegirlos. Pero si eso es obra de la gracia, no lo es de las obras, pues de otro modo la gracia ya no sería gracia (cf. Rom 1 l,5s) (Agustín, Comentario al evangelio deJuan, 87,3).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Igual que me han perseguido a mí, os perseguirán a vosotros" (Jn 15,20).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Una de las cosas que debemos a nuestro Señor es no tener nunca miedo. Tener miedo es hacerle una doble injuria: en primer lugar, es olvidar que él está con nosotros, que nos ama y que es omnipotente; en segundo lugar, porque no nos configuramos con su voluntad: configuramos nuestra voluntad con la suya, todo lo que nos ocurra, dado que es querido y permitido por él, nos dejará alegres y no tendremos ni inquietudes ni temores. Tengamos, pues, esa fe que expulsa todo miedo; tengamos a nuestro lado, frente a nosotros y en nosotros, a nuestro Señor Jesucristo, Dios nuestro, que nos ama infinitamente, que es omnipotente, que sabe lo que es bueno para nosotros, que nos dice que busquemos el Reino de los Cielos y que el resto nos será dado por añadidura.

Caminemos seguros con esta bendita y omnipotente compañía por el camino de lo más perfecto, y estemos seguros de que no nos ocurrirá nada de lo que no podamos extraer el mayor bien para su gloria, para nuestra santificación y para la de los otros. Y que todo lo que nos ocurra será querido y permitido por él y, en consecuencia, lejos de toda sombra de temor, sólo hemos de decir: "Bendito sea Dios por todo lo que nos ocurra", y sólo hemos de rogarle que ordene todas las cosas, no según nuestras ideas, sino para su mayor gloria (Charles de Foucauld).

 

 

Día 14

Sexto domingo de pascua Ciclo A

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17

En aquellos días,

5 Felipe bajó a la ciudad de Samaría y estuvo allí predicando a Cristo.

6 La gente escuchaba con aprobación las palabras de Felipe y contemplaba los prodigios que realizaba.

7 Pues de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados.

8 Y hubo gran alegría en aquella ciudad.

14 Los apóstoles, que estaban en Jerusalén, oyeron que los habitantes de Samaría habían recibido la Palabra de Dios y les enviaron a Pedro y a Juan.

15 Éstos bajaron y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo,

16 pues aún no había venido sobre ninguno de ellos; sólo habían recibido el bautismo en el nombre de Jesús, el Señor.

17 Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo.

 

*" La persecución desencadenada contra los discípulos tras el martirio de Esteban provoca su dispersión fuera de Jerusalén, con excepción de los apóstoles (vv. 1-4).

Es una nueva siembra de la Palabra (Mc 4,3), mediante la cual se va cumpliendo el programa trazado por Jesús antes de la ascensión, cuando afirmaba que es preciso dar testimonio de él, más allá de Jerusalén, en  Judea y en Samaría y hasta los confines de la tierra (Hch 1,8).

El diácono Felipe se pone a predicar el Evangelio a los samaritanos y encuentra los ánimos bien dispuestos, ávidos de escuchar sus palabras, entusiasmados por los milagros que acompañan y confirman la predicación. Estos samaritanos muestran la autenticidad de su adhesión a Cristo mediante una conversión concreta. En efecto, los que reciben el anuncio de la salvación no vacilan en rechazar la fascinación ilusoria de la magia (vv. 9-13).

La fe se convierte en vida, y vida inundada por una "gran alegría", don del Espíritu: es el Espíritu quien empuja a los discípulos, guía la actividad misionera y hace crecer la Iglesia, no sólo en extensión, sino también en cohesión y unidad. Aunque alejadas desde el punto de vista geográfico, las distintas comunidades permanecen, en efecto, sólidamente arraigadas en el fundamento de los apóstoles (cf. Ef 2,20). Estos últimos deciden, de manera unánime, enviar desde Jerusalén a Pedro y Juan. En consecuencia, bajan a Samaría para transmitirles, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu del Resucitado (Jn 20,22s), una tarea propia del ministerio de los apóstoles. De este modo se establece un vínculo de comunión que edifica la Iglesia en la unidad.

 

Segunda lectura: 1 Pedro 3,15-18

Queridos:

15 Dad gloria a Cristo, el Señor, y estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones.

16 Placedlo, sin embargo, con dulzura y respeto, como quien tiene limpia la conciencia. Así, quienes hablan mal de vuestro buen comportamiento como cristianos se avergonzarán de sus calumnias.

17 Pues es preferible sufrir por hacer el bien, si así lo quiere Dios, que por hacer el mal.

18 También Cristo padeció una sola vez por los pecados, el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. En cuanto hombre sufrió la muerte, pero fue devuelto a la vida por el Espíritu.

 

**• Si queremos ser auténticos cristianos -afirma Pedro- no podemos evitar la persecución, sea cual sea la condición social a la que pertenezcamos. Para glorificar con nuestra vida el nombre de Cristo, es preciso no tener miedo de sufrir. El apóstol, citando Is 8,12b-13, exhorta a permanecer unidos al Señor. De ahí brota la fuerza limpia cuando se da razón de la propia fe. Si en el mundo domina la violencia, el cristiano debe resplandecer por la virtud de la fortaleza, que le hace manso y dulce en las palabras, siempre dispuesto a obrar conforme al Evangelio, y por eso incontestable (v. 16). En esas condiciones, cualquier sufrimiento padecido será "un sacrificio santo y agradable a Dios" (Rom 12,1), unido al de Cristo (v. 17).

Él, con su muerte expiatoria, ha liberado de la esclavitud del pecado a los hombres de todos los tiempos, tal como había profetizado Isaías (53,11b) del Siervo de YHWH. De este modo, toda la humanidad es reconducida a Dios, en calidad de ofrenda consagrada a él. El final de la perícopa (v. 18b) expresa de modo recargado y lapidario el significado de la pascua del Señor: "En cuanto hombre sufrió la muerte" -por haber asumido la carne de la humanidad para poder cargar sobre sí y expiar el pecado del hombre-, pero "fue devuelto a la vida por el Espíritu", porque el amor que le impulsó a la entrega total de sí mismo es más fuerte que la muerte.

En este paso -pascua- se revela la gloria de Dios. Sólo adorando en su propio corazón este misterio, tendrá el cristiano la fuerza necesaria para hacer frente a la persecución como su Señor, y dará testimonio con la palabra y con la vida de la esperanza que lo sostiene.

 

Evangelio: Juan 14,15-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

15 Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos,

16 y yo rogaré al Padre para que os envíe otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros.

17  Es el Espíritu de la verdad que no puede recibir el mundo, porque ni lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive en vosotros y está en vosotros.

18 No os dejaré huérfanos; volveré a estar con vosotros.

19 El mundo dejará de verme dentro de poco; vosotros, en cambio, seguiréis viéndome, porque yo vivo y vosotros también viviréis.

20 Cuando llegue ese momento, comprenderéis que yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros.

21 El que acepta mis preceptos y los pone en práctica, ése me ama de verdad, y el que me ama será amado por mi Padre. También yo lo amaré y me manifestaré a él.

 

*"• En el "discurso de despedida", Jesús ayuda a sus discípulos a comprender el sentido y el valor de su "ir al Padre", y les consuela por la pena que esta separación produce en ellos. Ese consuelo toma el significado concreto de una salida de sí para adherirse plenamente a la voluntad de Dios. La pascua estará completa si también los discípulos hacen su éxodo como Cristo. El éxodo que deben realizar no es ya de naturaleza geográfica, sino de orden espiritual, y se condensa en una actitud de obediencia: "Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos" (v. 15).

        El amor a Jesús no es un sentimiento, sino una vida fiel a su Palabra; tampoco es un sentimiento el amor de Jesús por los hombres. El amor es una persona, es Dios mismo, es el Espíritu Santo, que une al Hijo con el Padre en la eternidad y que ha sido derramado en el corazón de los creyentes (cf. Rom 5,5). En el cuarto evangelio se designa al Espíritu con un término tomado del vocabulario forense: Paráclito, "abogado defensor" o, mejor aún -puesto que esta función era desconocida para el derecho judío-, el "testigo a favor". De ahí la traducción: "Consolador". Jesús es el primer "paráclito" enviado por el Padre: tras su partida intercederá ante Dios para que envíe "otro paráclito", que permanecerá para siempre con los suyos. El "mundo" ignora su presencia, porque no es perceptible a los sentidos, aunque quienes están atentos a las cosas de Dios la conocen.

En la vida de la Iglesia todo se mueve al son del Espíritu: él es quien ora en los que oran; él es quien guía a la verdad completa; es también él quien mueve al arrepentimiento a los que han caído en pecado y abre los corazones a la conversión; él es quien hace comprender la inefable unidad entre el Padre y Jesús, y quien introducirá en ella a los discípulos (v. 20). Su presencia es para cada hombre la prenda de la misma vida eterna (v. 19), de la manifestación plena del rostro de Dios y de la comunión total con él: "El que acepta mis preceptos y los pone en práctica, ése me ama... y me manifestaré a él" (v. 21).

 

MEDITATIO

En el orden cotidiano de nuestra vida no tenemos siempre presente el motivo de nuestra alegría y de nuestra esperanza. Para que eso ocurra es preciso vivir con la mirada del corazón dirigida a Cristo, que repite más veces: "Si me amáis...". Todo depende de este "si".

Sin embargo, amar es lo que más difícil nos resulta, porque prevalece en nosotros la yesca del egoísmo y del orgullo, del repliegue en nosotros mismos, por encima del impulso a ofrecernos a los otros. A menudo, víctimas de nuestro mismo egoísmo, pecamos contra Dios y contra los hermanos. El amor está herido por nuestros rechazos y por nuestras avaricias. ¡Cuántas veces nos encontramos haciendo cálculos o dispuestos a amar sólo hasta cierto punto, sólo si vemos alguna utilidad práctica, algún resultado efectivo; en resumidas cuentas, sólo si, en definitiva, podemos sacar alguna ganancia!

Sin embargo, es siempre el amor mismo, en su gratuidad más total, la mayor ventaja. Sólo quien ama vive de verdad. Quien no ama está en la muerte. Así se revela el misterio de la alegría. Vivir la pascua significa redescubrir cada día que estamos llamados al amor y a la comunión. Que aunque somos débiles y con frecuencia nos sentimos aplastados por muchas preocupaciones y sufrimientos, se nos conceda no perder nunca el deseo de ser testigos del amor. Que cada día podamos decirle al Señor: "Concédeme, hoy, ser motivo de consuelo para mis hermanos, en especial para los más tristes y los que pasan por las pruebas más difíciles". "Concédeme, hoy, hacer brillar un rayo de luz en el camino de quienes no conocen la belleza de la vida". Que cada día podamos decir: he aquí la pascua. Que cada mañana podamos ponernos en camino impulsados por el Espíritu de amor, y así ya nada podrá asustarnos: hasta el dolor y la muerte se volverán acontecimientos de amor, acontecimientos pascuales, pasos a la vida nueva.

 

ORATIO

Señor Jesús, nosotros creemos que tú nos amas y deseamos amarte: danos el Espíritu de la verdad para que nos haga comprender y poner en práctica todas tus palabras de vida, esas que has traído para nosotros del corazón del Padre eterno. Tú estás siempre con nosotros y no nos dejas huérfanos: también nosotros queremos permanecer contigo. Sostén y aumenta en nosotros este deseo. Ruega por nosotros al Padre, para que nos envíe al "otro Consolador", el que nos defiende del maligno y nos hace recordar lo mucho que somos amados de modo totalmente gratuito. De esta forma seremos conducidos a la verdad completa, a la dulzura de la comunión, a la seguridad de la paz. Y el mundo, al verlo, sabrá que tú amas al Padre y cumples su voluntad, y que precisamente este amor salva el mundo. Amén.

 

CONTEMPLATIO

El alma que ha sido considerada digna de participar de la luz del Espíritu, y que ha sido iluminada por el esplendor de su gloría inefable, cuando el Espíritu mora en ella se vuelve toda luz, toda rostro, toda ojo, y no queda parte alguna de ella que no esté llena de ojos espirituales y de luz. Eso equivale a decir que ya no queda en ella nada de tenebroso, sino que es toda luz y Espíritu, está totalmente llena de ojos y no tiene ya reverso, sino que es anverso por todos lados, porque ha venido a ella y reside en ella la belleza indescriptible de la gloria y de la luz de Cristo.

Del mismo modo que el sol es totalmente semejante a sí mismo y no tiene ningún reverso, ningún lugar inferior, sino que brilla por todas partes con su luz [...], así también el alma que ha sido iluminada por la inefable belleza, gloria y luz del rostro de Cristo, y que, colmada de Espíritu Santo, ha sido hecha digna de convertirse en morada y templo de Dios, se vuelve toda ojo, toda luz, toda rostro, toda gloria y toda Espíritu, ya que de este modo Cristo la adorna, la transporta, la dirige, la sostiene y la conduce, y de este modo también la ilumina y la decora de belleza espiritual (Seudo-Macario, Primera Homilía, 2; en PG 34, 451).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra; "Grandes son las obras del Señor; las contemplan los que las aman" (Sal 110,2).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Estando en comunión con Jesús, nos encontramos bajo el influjo del Espíritu Santo y podemos ser creativos, obrar plenamente de un modo nuevo en la lucha por el Reino, la ciudad del amor. En Jesús y a través de él, podemos hacer frente a las fuerzas del mal y de la mentira inscritas en los corazones y en los grupos humanos, fuerzas que aplastan la vida, que aplastan a los débiles y a los humildes. Ya no somos nosotros quienes hablamos, sino el Espíritu Santo en nosotros.

Ya no somos nosotros los que vivimos, sino Jesús en nosotros. Jesús ha venido a hacer nuevas todas las cosas. En comunión con él en el Espíritu Santo, también nosotros podemos hacer nuevas todas las cosas y hacer cosas más grandes aún que las hechas por Jesús (Jn 14). Estando en comunión con Jesús, nuestras acciones nacen de la comunión y están orientadas hacia la comunión. También nuestras palabras están llamadas a brotar del silencio de la comunión para llegar al silencio del amor. Estamos llamados a beber en el corazón de Cristo para volvernos fuentes de vida para los otros, para dar nuestra vida a los otros (J. Vanier, Gesú, ¡l dono dell'amore, Bolonia 1994, p. 168 [trad. cat.: Jesús, el do de ¡'amor, Editorial Claret, Barcelona 1994]).

 

San Matías.- Clemente de Alejandría, basándose en la tradición, afirma que San Matías fue uno de los 72 discípulos que el Señor envió a predicar durante su ministerio. Los hechos de los Apóstoles afirman que Matías acompañó al Salvador, desde el Bautismo hasta la Ascensión. Cuando San Pedro decidió proceder a la elección de un nuevo Apóstol para reemplazar a Judas, los candidatos fueron José, llamado Bernabé y Matías. Finalmente, la elección cayó sobre Matías, quien pasó a formar parte del grupo de los doce. El Espíritu Santo descendió sobre él en Pentecostés y Matías se entregó a su misión. Clemente de Alejandría afirma que se distinguió por la insistencia con que predicaba la necesidad de mortificar la carne para dominar la sensualidad. Esta lección la había aprendido del mismo Jesucristo.

            Según la tradición, predicó primero en Judea y luego en otros países. Los griegos sostienen que evangelizó la Capadocia y las costas del Mar Caspio, que sufrió persecuciones de parte de los pueblos bárbaros donde misionó y obtuvo finalmente la corona del martirio en Cólquida. Los "Menaia" griegos sostienen que fue crucificado. Se dice que su cuerpo estuvo mucho tiempo en Jerusalén y que Santa Elena lo trasladó a Roma.

 

 

Día 15

Lunes de la sexta semana de pascua o 15 de mayo, conmemoración de

San Isidro Labrador

        Nacido en el Mayrit musulmán fue un labrador mozárabe que estuvo posiblemente al servicio de la familia Vargas y de otros tantos señores terratenientes como Francisco Vera. Su trabajo como jornalero más mencionado por los biógrafos es a cargo de Juan de Vargas, y se realizó principalmente en el área de Madrid y alrededores. Se conocen algunos detalles de su vida por las alabanzas que indica el códice  Ysidorus Agricola. En este documento se menciona que está casado con Santa María de la Cabeza, con un hijo y proporciona referencia de sólo cinco milagros,​ siendo los demás añadidos posteriormente procedentes de la tradición oral durante su proceso de beatificación por varios hagiógrafos. Pese a que aún no estuviese santificado, los madrileños le rendían un culto desde el siglo XII que iba incrementándose rápidamente en siglos posteriores. Por ello, las autoridades eclesiásticas, municipales, la aristocracia madrileña y la corona real española lideraron su proceso de canonización en el siglo XVI. Es patrono de los agricultores y de Madrid

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 16,11-15

11 Zarpamos, pues, de Tróade y fuimos derechos a Samotracia. Al día siguiente fuimos a Neápolis, y de allí a Filipos,

12 ciudad importante del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí permanecimos algunos días.

13 El sábado salimos fuera de la ciudad y fuimos junto al río, donde pensábamos que se reunían para orar. Nos sentamos y estuvimos hablando con las mujeres que se habían reunido.

14 Entre ellas había una llamada Lidia, que procedía de Tiatira y se dedicaba al comercio de la púrpura. Lidia adoraba al verdadero Dios, y el Señor le abrió el corazón para que aceptara las palabras de Pablo.

15 Después de haberse bautizado con toda su familia, nos suplicó: - Si consideráis que mi fe en el Señor es sincera, entrad y quedaos en mi casa. Y nos obligó a ello.

 

*•• Estamos en Europa, en Macedonia, la patria de Filipo el Macedonio, padre de Alejandro Magno. Sin embargo, para Pablo, probablemente se tratara de una de las tantas ciudades de lengua y cultura griegas del inmenso Imperio romano. La comunidad judía debía de ser aquí más bien exigua, si es verdad que no había sinagoga y las reuniones se celebraban junto al río. Al parecer, prevalece el público femenino, entre el cual destaca una rica comerciante de púrpura, cuyo nombre también se cita. Lidia es el paralelo femenino de Cornelio, y "adoraba al verdadero Dios": eso significa que era una pagana que se había acercado al judaísmo y se había convertido en una "prosélito".

Contrariamente a lo que había sucedido en Antioquía de Pisidia, donde algunas mujeres habían participado en la revuelta contra los misioneros, Lidia se siente atraída de inmediato por el mensaje cristiano. En efecto, "el Señor le abrió el corazón para que aceptara las palabras de Pablo". Precisamente como había hecho el Resucitado con los discípulos, cuando les abrió la mente (Le 24,25): es siempre el Señor quien acompaña a sus testigos y hace eficaz su Palabra cuando y donde cree oportuno.

Más tarde, se desencadenará la fantasía de los apócrifos sobre este episodio, tejiendo una historia de aventuras y acontecimientos inverosímiles que tendrían como protagonistas a Pablo y Lidia.

 

Evangelio: Juan 15,26-16,4a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

26 Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad que yo os enviaré y que procede del Padre, él dará testimonio sobre mí.

27 Vosotros mismos seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio.

1 Os he dicho todo esto para que vuestra fe no sucumba en la prueba.

2 Porque os expulsarán de la sinagoga. Más aún, llegará un momento en el que os quiten la vida pensando que dan culto a Dios.

3 Y actuarán así porque no conocen al Padre ni me conocen a mí.

4 Os lo digo de antemano para que, cuando llegue la hora, recordéis que ya os lo había anunciado yo.

 

*+• Jesús, después de haber advertido a los suyos del odio y de las persecuciones por parte del mundo, pretende ahora tranquilizarles diciéndoles que su fiel testimonio, en las duras pruebas que sufrirán por parte de los tribunales del mundo, será apoyado por el testimonio del Espíritu de la verdad, que él mismo les enviará desde el Padre. Más aún, las contradicciones serán el lugar donde se manifieste con poder la acción del Espíritu Santo, que hablará por ellos.

Cuál es el contexto del testimonio del Espíritu? El odio del mundo. En este clima de oposición es en el que tendrán que dar testimonio de Cristo los discípulos. Él, sin embargo, una vez glorificado, enviará al Paráclito en unidad con el Padre. El Espíritu "dará testimonio" en favor suyo (15,26). A este testimonio interior del Paráclito se añade el exterior de los discípulos (v. 27), banco de prueba para la fe cristiana: "Os expulsarán de la sinagoga. Más aún, llegará un momento en el que os quiten la vida pensando que dan culto a Dios" (16,2). Estas predicciones del Maestro a los suyos, realizadas con acentos de contenido sufrimiento, revelan la verdad de los acontecimientos que vivirán en breve los discípulos. Lo subraya para que éstos, a continuación, durante las pruebas, puedan acordarse de cuanto les dijo el Maestro y no tengan que sucumbir así al escándalo, y continúen confiando en él (v. 4). Los enemigos de la Iglesia pueden pensar que están de parte del justo y tener también a Dios de su parte; pero, como no han visto la verdad de la luz del Padre, reflejada en la persona de Jesús, no han conocido el verdadero rostro del Padre.

 

MEDITATIO

La vida del cristiano es, a la vez, tiempo de tentación y tiempo de testimonio, tiempo de lucha y tiempo de colaboración en la obra del Espíritu destinada a dar testimonio del Resucitado. Así como el Resucitado fue al Padre en medio de la incomprensión humana, así también los discípulos serán incomprendidos, expulsados de los lugares importantes e incluso les quitarán la vida. Se perfila aquí una visión "heroica" de la vida cristiana, una visión en la que el cristiano ha de ser testigo en el sentido más pleno, es decir, en el de mártir. La realidad de Cristo resulta tan decisiva para la humanidad y, al mismo tiempo, tan heterogénea con el modo común de pensar, que quien se pone de parte de Cristo será, inevitablemente, marginado e incluso suprimido. Eso es lo que ha sucedido en el siglo XX con el elevadísimo número de mártires. Es lo que está sucediendo y, presumiblemente, sucederá en el próximo siglo con la marginación práctica de quienes, en medio del sincretismo general o del fundamentalismo que resurge, se ponen de parte de Cristo, armado con el solo poder del Consolador.

También hoy los discípulos, elegidos para ser custodios y testigos de la realidad divina de Cristo, están advertidos de la incomprensión y de la hostilidad con que serán perseguidos por el mundo. Y lo hará unas veces en nombre del progreso, otras de la emancipación y de la modernización, de la liberación de los tabúes, de las batallas de la civilización, de los Derechos Humanos y de todas las motivaciones que en estos años se han esgrimido, en no raras ocasiones también para hacer olvidar el pasado cristiano e imponer nuevos modelos de vida.

 

ORATIO

Se anuncian, Señor, tiempos duros. El rechazo de tu memoria se está afirmando en algunas parles de nuestro mundo occidental como si In nombre hubiera sido la cobertura, si no la causa, de un momento oscuro de la historia de la humanidad. Haz, Señor, que no nos escandalicemos, sino que sepamos resistir, todos unidos, con la fuerza y el consuelo de tu Espíritu. Haz, sobre todo, que no tengamos que juzgar a quienes nos marginan, porque, en ocasiones, consideran "que dan culto a Dios" o, al menos, a la causa de la humanidad, a menudo de buena fe. Haznos conscientes de que también nosotros, los cristianos, hemos sido a veces, a lo largo de la historia, intolerantes y hemos perseguido a otros hermanos, creyendo dar culto a Dios.

Ayúdanos a ser humildes, a no caer en el victimismo, a dar testimonio de ti con firmeza y orgullo, aunque sin pretender ni aplausos, ni medallas, ni salvoconductos, ni reconocimientos, ni deseo de revancha. Haz que aprendamos a tener confianza sólo en la fuerza de tu Espíritu, para dar testimonio de ti también en el milenio que no ha hecho más que empezar.

 

CONTEMPLATIO

"El arco de los fuertes se ha quebrado, los que tambalean se ciñen de fuerza" (1 Sm 2,4). Con justicia, la gracia del Espíritu Santo recibe el nombre de vigor, ya que los elegidos, al recibirla, se vuelven fuertes contra todas las adversidades de este mundo. Quiénes, sino los apóstoles, han de considerarse débiles? En efecto, está escrito que, en el momento en que fue arrestado el Señor, todos, abandonándole, huyeron. Pero apenas los revistió el vigor, es una maravilla ver cómo los hizo fuertes. El Espíritu, con un estruendo imprevisto, descendió sobre ellos y transformó su debilidad en la potencia de una maravillosa caridad.

El vigor del Espíritu venció el temor, superó los terrores, las amenazas y las torturas, y a los que revistió bajando sobre ellos los adornó con las insignias de una audacia maravillosa para el combate espiritual; hasta tal punto que, en medio de los azotes, torturas y otros ultrajes, no sólo no temieron, sino que exultaron (Gregorio Magno, Comentario al Libro primero de los Reyes, 1,97).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "El Espíritu de la verdad dará testimonio sobre mí" (Jn 15,26).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Quedan hoy cristianos? Si tienes la impresión de que el cristianismo está viendo disminuir en nuestros días su papel de guía espiritual, si tienes la impresión de que la gente busca el significado del ser o no ser, de la vida y de la muerte, del amar y del ser amados, del ser joven y del envejecer, del dar y del recibir, del herir y del ser herido, y no espera ninguna respuesta de los testigos de Jesucristo, empieza a preguntarte entonces hasta qué punto estos testigos deberían llamarse a sí mismos cristianos.

El testigo cristiano es un testigo crítico, porque profesa que el Señor volverá para hacer nuevas todas las cosas. La vida cristiana llama a cambios radicales, porque el cristiano asume una distancia crítica respecto al mundo y, a pesar de todas las contradicciones, continúa diciendo que es posible un nuevo modo de ser humano y una nueva paz. Esta distancia crítica es un aspecto esencial de la verdadera oración (H. J. M. Nouwen, A mani aperte, Brescia 19973, p. 54).

 

 

Día 16

Martes de la sexta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 16,22-34

En aquellos días,

22 la gente se amotinó contra ellos, y los magistrados ordenaron que les despojaran de sus vestiduras y los azotaran con varas.

23 Después de una severa flagelación, los metieron en la cárcel y encargaron al carcelero que los guardase con cuidado.

24 El carcelero, siguiendo a la letra la orden, los metió en el calabozo más seguro y les sujetó los pies en el cepo.

25 A medianoche, Pablo y Silas oraban entonando himnos a Dios, mientras que los otros presos los escuchaban.

26 De repente, se produjo un gran terremoto, que sacudió los cimientos de la cárcel; se abrieron solas todas las puertas y a todos los presos se les soltaron las cadenas.

27 Al despertarse el carcelero y ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó el puñal con intención de suicidarse, pensando que los presos se habrían fugado. 28 Pero Pablo le gritó: - No te hagas daño, que estamos todos aquí.

29 El carcelero pidió una antorcha, entró en el calabozo y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas.

30 Después los sacó fuera y dijo: - Señores, qué debo hacer para salvarme?

31 Ellos le respondieron: - Si crees en el Señor Jesús, os salvaréis tú y tu familia.

32 Luego le explicaron a él y a todos sus familiares el mensaje del Señor.

33 En aquella misma hora de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las heridas y a continuación recibió el bautismo con todos los suyos.

34 Después los llevó a su casa, preparó un banquete y celebró con toda su familia la alegría de haber creído en Dios.

 

**• Pablo y Silas están en la cárcel por haber expulsado el espíritu de adivinación de una esclava: "El espíritu salió de ella en aquel mismo instante, pero sus amos, al ver que habían desaparecido sus expectativas de lucro, echaron mano a Pablo y a Silas y los llevaron a la plaza pública ante las autoridades" (vv. 18b-19) acusándoles de turbar el orden público.

Los "estrategas" de Filipos, sin hacer demasiadas averiguaciones, ordenan que azoten con varas a los acusados y encargan al carcelero que los vigile con cuidado. Por eso, al día siguiente, cuando los magistrados querían liberar a los prisioneros, Pablo protesta de manera vivaz y, haciéndose fuerte en su ciudadanía romana, les exige explicaciones por su acción ilegal.

Lucas se muestra solícito también en esta ocasión en sacar a la luz el derecho romano, que favorece la libre circulación de la Palabra. Las persecuciones todavía están lejos.

Entre ambos episodios "policíacos" se insería la clamorosa conversión narrada en nuestro pasaje: el testimonio sereno de los prisioneros, su lealtad, la serio de acontecimientos extraordinarios, conmueven al carcelero y le hacen plantear la pregunta: "Qué debo hacer para salvarme?".

La respuesta no consiste en una serie de preceptos, sino en la presentación de una persona: "Si crees en el Señor Jesús, os salvaréis tú y tu familia". Así, a la "prosélito judía" se añade un "funcionario romano": dos conversiones que entran a formar parle de una comunidad muy querida por Pablo. En electo, los cristianos de Filipos le habían "robado" a Pablo el corazón.

 

Evangelio: Juan 16,5b-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

5 Pero ahora vuelvo al que me envió y ninguno de vosotros me pregunta: "Adonde vas?".

6 Eso sí, al anunciaros estas cosas, la tristeza se ha apoderado de vosotros.

7 Y sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya, porque si no me voy el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré.

8 Cuando él venga, pondrá de manifiesto el error del mundo en relación con el pecado, con la justicia y con la condena.

9 Con el pecado, porque no creyeron en mí;

10 con la justicia, porque retorno al Padre y ya no me veréis;

11 con la condena, porque el que tiraniza a este mundo ha sido condenado.

 

**• El tema fundamental que nos propone el evangelista es el Espíritu Santo, testigo de Jesús y acusador del mundo. Los versículos introductorios recogen el tema de la tristeza de los discípulos. Jesús ha hablado de las persecuciones que deberán padecer los suyos, y éstos se sienten turbados frente a esos acontecimientos. Las palabras dirigidas por Jesús a los discípulos, recogidas en los vv. 5-7, sacan a la luz su cierre. Los discípulos, atemorizados por el inminente futuro de sufrimiento que les espera, son incapaces de confiarse al que es el único que puede hacerles superar toda tristeza y angustia.

Por eso les reprocha Jesús el hecho de que ninguno le pregunte qué significa su partida al Padre y su próxima pasión y muerte, de las que ya les ha hablado otras veces (cf. 7,33; 13,33; 14,2-5.12). Si hubieran comprendido el sentido de su misión de sufrimiento redentor, se habrían tranquilizado con el pensamiento de que su "ascenso" al Padre tendría como consecuencia la venida del Espíritu, quien reforzará su convicción en torno a la victoria de su fe y les dará la comprensión plena de la verdad del Evangelio.

Cuál será, entonces, la tarea del Espíritu? Dar testimonio contra el mundo, que está en pecado por haber rechazado a Cristo. Él, como abogado en un proceso, revelará a los creyentes, a lo largo del desarrollo de la historia, el error del mundo. Lo pondrá en situación de acusado por su pecado de incredulidad. Probará al mundo la justicia de Cristo. Demostrará que el juicio de condena contra Jesús es inconsistente; más aún: que se ha resuelto con la condena para siempre del "que tiraniza a este mundo", sobre el que ha triunfado Cristo con su muerte-exaltación (v. 11).

 

MEDITATIO

Mientras el mundo condena a los discípulos porque siguen a Cristo, el Espíritu dará la vuelta a la situación, revelando el verdadero ser del mundo, su error, su nulidad. Es una luz que procede del criterio del juicio divino, diferente e incluso opuesto al del mundo.

Los discípulos, perseguidos y condenados por los tribunales del mundo, pueden juzgar y condenar en lo íntimo de su conciencia al mundo, en espera del juicio final, que pondrá de manifiesto los términos exactos de la eterna lid.

De este Espíritu que refuerza los corazones, que hace evidentes las razones del creer, que da el valor necesario para oponerse a la mentalidad de este mundo, de este Espíritu -decía tenemos hoy una extrema necesidad. Y tenemos tanta necesidad porque se trata de un mundo cada vez más seguro de sí mismo, más persuasivo, más seductor. Tenemos necesidad, sobre todo, de este Espíritu que muestra al corazón y a la mente de cuantos creen que sectores completos del mundo "mundano" tienen en sí mismos componentes diabólicos, que la batalla entre Cristo y el Príncipe de este mundo continúa, que nosotros participamos en esta lucha decisiva, dentro de nosotros, entre nosotros y en el ambiente que nos rodea.

 

ORATIO

Envía tu Espíritu, Señor, para que podamos resistir al poder del mundo. Estás viendo lo débiles que somos, cómo disminuyen nuestras fuerzas, cómo disminuyen nuestras filas, cómo se vuelven cada vez más tímidos tus discípulos y cómo las razones del mundo están conquistando el corazón de no pocos de nuestros jóvenes y de los que ya no lo son. Qué podremos oponer al poder del mundo si tu Espíritu no está con nosotros? Nuestros argumentos no interesan demasiado, y apenas arañan las seguridades de pocos. Sin tu Espíritu corremos el riesgo de ser homologados con el sentir común.

Tenemos una extrema necesidad de una dosis masiva de tu Espíritu para no sentirnos los últimos defensores de una causa que, a los ojos de muchos, no tiene futuro. Envía a tu Paráclito, a tu Abogado, a tu Argumentador, a tu Defensor, a tu Consolador, para que no huyamos de la lucha, para que no nos quedemos sin armas, para que no nos veamos sumergidos en la envolvente mentalidad que proclama un tranquilo paganismo. Envía tu Espíritu para convertirnos en profetas críticos de este mundo, profetas entusiastas de tu mundo, de tu verdad.

 

CONTEMPLATIO

"Se acerca el príncipe de este mundo" (Jn 14,30). Quién es ese príncipe de este mundo, sino aquel de quien ya había hablado antes, diciendo: "Se acerca el príncipe de este mundo. Aunque no tiene ningún poder sobre mí", es decir, no encuentra nada que le dé derecho alguno, nada que le pertenezca, o sea, ningún pecado en absoluto? Gracias al pecado se ha convertido el diablo en el príncipe de este mundo.

El diablo no es, ciertamente, príncipe del cielo y de la tierra y de todas las cosas que están en el cielo y en la tierra, es decir, no es príncipe del mundo en el sentido en que se entiende el mundo con estas palabras: "Y el mundo fue hecho por él". Es príncipe de ese mundo del que el mismo evangelista dice inmediatamente después: "Y el mundo no lo reconoció", a saber: los hombres infieles, de los que el mundo -esto es, la superficie de la tierra- está lleno, y en medio de los cuales gime el mundo de los fieles, que fueron elegidos de en medio del mundo por aquel por cuya mediación fue hecho el mundo (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 79,2).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Cuando venga el Paráclito, pondrá de manifiesto el error del mundo en relación con el pecado" (Jn 16,8).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Qué signos caracterizan a los verdaderos profetas? Quiénes son esos revolucionarios? Los profetas críticos son personas que atraen a los otros con su fuerza interior. Los que se encuentran con ellos quedan fascinados y quieren saber más de ellos, porque tienen la impresión irresistible de que toman su fuerza de una fuente escondida, fuerte y abundante. Fluye de ellos una libertad interior que les concede una independencia que no es soberbia ni separación, pero que les hace capaces de estar por encima de las necesidades inmediatas y de las realidades más apremiantes.

Estos profetas críticos son movidos por lo que sucede a su alrededor, pero no dejan que eso los oprima o los destruya. Escuchan con atención, hablan con segura autoridad, pero no son gente que se incline al apresuramiento y al entusiasmo con facilidad. En todo lo que dicen y hacen parece como si hubiera ante ellos una visión viva, una visión que los que les escuchan pueden presumir, aunque no ver. Esta visión guía sus vidas y la obedecen. Por medio de ella saben cómo distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es.

Muchas cosas, que parecen de una apremiante inmediatez, no les agitan, y atribuyen una gran importancia a algunas cosas a las que los otros no prestan atención. No viven para mantener el status quo, sino que fabrican un mundo nuevo, cuyos rasgos ven. Ese mundo tiene para ellos tal aliciente que ni siquiera el miedo a la muerte ejercen sobre ellos un poder decisivo (H. J. M. Nouwen, A mani aperte, Brescia 19973, pp. 57ss).

 

 

Día 17

Miércoles de la sexta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 17,15.22-18,1

En aquel tiempo,

15 los que acompañaban a Pablo le llevaron hasta Atenas, y desde allí se volvieron con el encargo de avisar a Silas y Timoteo, para que se reunieran con Pablo lo más pronto posible.

22 Pablo, de pie, en medio del Areópago, dijo: - Atenienses, he observado que sois extremadamente religiosos.

23 En efecto, al recorrer vuestra ciudad y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado un altar en el que está escrito: "Al dios desconocido". Pues bien, eso que veneráis sin conocerlo es lo que yo os anuncio.

24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, y que es el Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por mano de hombre;

25 tampoco tiene necesidad de que los hombres le sirvan, pues él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.

26 El creó de un solo hombre todo el linaje humano para que habitara en toda la tierra, fijando a cada pueblo las épocas y los límites de su territorio,

27 con el fin de que buscaran a Dios, por sí mismos y de que, escudriñando a tientas, lo pudieran encontrar. En realidad, no está lejos de cada uno de nosotros,

28 ya que en él vivimos, nos movemos y existimos. Así lo han dicho algunos de vuestros poetas: "Somos de su linaje".

29 Por tanto, si somos del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a oro, plata, piedra o escultura hecha por arte y genio humanos.

30 Ahora, sin embargo, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, Dios hace saber a los hombres que todos, en todas partes, han de convertirse,

31 ya que él ha establecido un día, en el que va a juzgar al universo con justicia por medio de un hombre designado por él, a quien ha acreditado ante todos resucitándolo de entre los muertos.

32 Al oír aquello de "resurrección de entre los muertos", unos se echaron a reír; otros dijeron: - Ya te oiremos otra vez sobre esto.

33 Entonces Pablo abandonó la reunión.

34 Algunos, sin embargo, se unieron a él y creyeron; entre ellos Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros.

18 Después de esto, Pablo partió de Atenas y fue a Corinto.

 

*•• Se trata del famoso discurso en el Areópago (probablemente el consejo de la ciudad) de Atenas. Es el primer encuentro no tanto con el paganismo, que ya había tenido lugar en otras partes, sino con la cultura pagana, con los representantes de la élite cultural del tiempo: estoicos y epicúreos. Estamos ante un discurso bien preparado, hábil; un ejemplo de inculturación que, sin embargo, no quita ni un ápice a la originalidad del mensaje cristiano. A pesar de que Pablo usa elementos de la cultura de los oyentes, citando incluso a poetas griegos, del mismo modo que citaba las Escrituras cuando se dirigía a los judíos, no hace un discurso de filósofo, sino de profeta. Anuncia a un hombre resucitado de entre los muertos, que permite vencer la ignorancia en la que cayeron durante siglos naciones enteras, es decir, la idolatría.

Pablo se alinea con los más grandes filósofos y poetas que habían criticado la idolatría, pero dice lo que no podían decir ni los filósofos ni los poetas: es posible llegar a la verdad a través de un hombre, acreditado por Dios con la resurrección de los muertos; un hombre que será también el juez final, esto es, el criterio del bien y del mal. Frente a un anuncio tan poco "racional", el auditorio, como siempre, se divide. Muchos se van con la sonrisa en los labios, otros se adhieren al anuncio.

Se ha discutido mucho si el discurso, es decir, el intento de inculturación, fue un éxito o un fracaso. Del mismo modo que se ha discutido si, después de este intento, cambió Pablo sus modalidades de anuncio.

Sin embargo, parece que la intención de Lucas ha sido ofrecer el ejemplo de un modo de presentación del kerygma a los paganos cultos. Los resultados son los esperados, dado que la Palabra de Dios divide los corazones y las mentes. Con todo, hasta en la brillante y, en conjunto, superficial Atenas nace una comunidad cristiana: eso es lo importante para Lucas. Hay que recurrir a todas las modalidades de anuncio para predicar a Cristo.

 

Evangelio: Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

12 Tendría que deciros muchas más cosas, pero no podríais entenderlas ahora.

13 Cuando venga el Espíritu de la verdad, os iluminará para que podáis entender la verdad completa. Él no hablará por su cuenta, sino que dirá únicamente lo que ha oído, y os anunciará las cosas venideras.

14 El me glorificará, porque todo lo que os dé a conocer lo recibirá de mí.

15 Todo lo que tiene el Padre es mío también; por eso os he dicho que todo lo que el Espíritu os dé a conocer lo recibirá de mí.

 

**• El texto incluye la quinta promesa de la misión del Espíritu, maestro y guía hacia la plenitud de la verdad. Tras una introducción al tema (v. 12), el fragmento, de valor teológico, se desarrolla en tres pasajes paralelos, que concluye cada uno con la misma fórmula ("Os lo revelará": vv. 13.14.15) y con una progresión temática doctrinal sobre las tres personas divinas: el Espíritu, Cristo, el Padre.

Jesús querría revelar a los suyos muchas otras cosas, mas por ahora no pueden entenderlas. Antes tendrán que recibir el Espíritu. El Paráclito será la ayuda de los discípulos y les introducirá en "la verdad completa" (v. 13), esto es, inaugurará un período nuevo del conocimiento de la Palabra de Jesús. Su instrucción se desarrollará en lo íntimo del corazón de cada discípulo, y con ella conocerán los secretos de la verdad de Cristo y le podrán hacer entrar en ellos. La tarea del Espíritu será semejante a la de Jesús, aunque dirigida al pasado y al futuro. Del mismo modo que el Hijo, en su vida terrena, no hizo nada sin el consenso y la unidad del Padre, así el Espíritu, en el tiempo de la Iglesia pospascual, actuará en perfecta dependencia de Jesús y "dirá únicamente lo que ha oído" (v. 13c). Guiará en la comprensión interior de la Palabra de Jesús; más aún: de Jesús mismo, "y os anunciará las cosas venideras" (v. 13d), es decir, os hará ver la realidad de Dios y de los hombres, como el Padre y el Hijo la ven; os hará conocer, de modo verdadero, los acontecimientos del mundo y de la historia desde la perspectiva de la novedad iniciada por la muerte y la resurrección de Cristo, siempre nueva y creativa interiormente.

 

MEDITATIO

El Espíritu prometido permitirá a los discípulos comprender las cosas de Dios tal como han sido reveladas por Jesús. El Espíritu hará la exégesis de las palabras del Señor para que puedan caminar a través de la historia con la "mente de Dios", con su modo de ver y de juzgar, de sentir y de obrar. También expresa la alteridad del discípulo y de la Iglesia respecto al mundo. El sentido de las cosas, de la historia, de los acontecimientos, está reservado a los que tienen el Espíritu. Ahora bien, es preciso que el Espíritu pueda hablar. La tradición ha hablado de la necesidad de disponer de un corazón "purificado" para comprender las cosas de Dios tal como son sugeridas por el Espíritu. El Oriente cristiano ha meditado largamente sobre la bienaventuranza: "Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios". La visión de Dios y de sus cosas, la comprensión de las palabras de Jesús, su actualización a las distintas situaciones en diferentes momentos de la historia personal o general, están reservadas a aquellos que dejan hablar al Espíritu, en un corazón purificado, progresivamente liberado de los apegos y condicionamientos mundanos. Las épocas más creativas para la fe han sido las épocas en las que se nos obligaba a la liberación interior, a la oración, a la santidad.

Es en los santos donde las palabras del Señor se realizan al máximo. A ellos es a quienes se da la comprensión profunda de las cosas de Dios, así como una comprensión particular del momento histórico. Conocer la realidad según Dios es algo distinto al conocimiento necesario típico de la racionalidad: es dejar que el Espíritu hable en un corazón desalojado de las cosas demasiado terrenas.

 

ORATIO

Ayúdame, Señor, a liberarme de las demasiadas cosas que me impiden comprender "la verdad completa", comprender tu Palabra en el hoy, lo que me dices para mi hoy, lo que debo hacer aquí y ahora, sobre todo cómo debo ver mi vida y los acontecimientos que tienen que ver con mis hermanos, en la situación en que me encuentro. Purifica mi corazón para que mi ojo interior pueda ver tus caminos, para que mi oído interior pueda oír tu voluntad, para que mi instinto esté orientado hacia ti.

Las propuestas que se me hacen son múltiples. La comunicación me inunda hoy de mensajes multiformes y contradictorios. Con frecuencia no sé hacia dónde orientarme. Concédeme un corazón desprendido y vacío para dejarte hablar a ti; concédeme un corazón humilde para escuchar la voz de tu Iglesia, que me orienta.

Sobre todo, haz que no esté condicionado de tal modo por las indicaciones del mundo, que siga tus indicaciones a su luz. Si quiero ser luz del mundo, debo juzgar las soluciones del mundo a la luz que viene de ti. Unas veces mediante el proceso de un delicado discernimiento; otras, con la obligada nitidez. Purifícame e ilumíname, Señor.

 

CONTEMPLATIO

No esperéis escuchar de nosotros las verdades que el Señor no quiso decir a sus discípulos por no estar aún en condiciones de comprenderlas. Aplicaos, más bien, a progresar en la caridad, que desciende a vuestros corazones por medio del Espíritu Santo que os ha sido dado.

Gracias al fervor de vuestra caridad y al amor que alimentáis por las cosas del alma, podréis experimentar interiormente aquella luz, aquella voz espiritual que los hombres atados a la carne son incapaces de tolerar; y que no se presentan con signos que los ojos del cuerpo pueden ver, ni se hacen oír con sonidos que los oídos pueden oír. No se puede amar, ciertamente, lo que nos es del todo desconocido. Pero amando lo que conocemos en parte, por efecto de este mismo amor se llega a conocerlo cada vez mejor, cada vez de un modo más profundo (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 96,4).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Todo lo que os dé a conocer lo recibirá de mí" (Jn 16,14).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Hace varios años, tuve la oportunidad de encontrar a la madre Teresa de Calcuta. Tenía en aquel momento muchos problemas y decidí aprovechar esta ocasión para pedir consejo a la madre Teresa.

Apenas nos sentamos, empecé a mostrarle todos mis problemas y dificultades, intentando convencerla de lo complicados que eran. Cuando, tras haberle expuesto elaboradas explicaciones durante unos diez minutos, me callé, la madre Teresa me miró tranquilamente y me dijo: "Bien, si dedicas una hora cada día a adorar a tu Señor y no haces nunca lo que sabes que es injusto... todo irá bien". Cuando oí estas palabras me di cuenta de improviso de que había pinchado mi globo hinchado, un globo compuesto de complicada autoconmiseración, y me había señalado, mucho más allá de mí mismo, el lugar de la verdadera curación. En realidad, me quedé tan pasmado con su respuesta que no sentí ningún deseo o necesidad de continuar.

Al reflexionar sobre este breve, aunque decisivo, encuentro, me doy cuenta de que yo le había planteado una pregunta por lo bajo y ella me había dado una respuesta por lo alto. De primeras, su respuesta no parecía adecuada con respecto a mi pregunta, pero, después, empecé a comprender que su respuesta venía desde el lugar de Dios y no desde el lugar de mis lamentaciones. La mayoría de las veces reaccionamos a preguntas por lo bajo con respuestas por lo bajo. El resultado es que cada vez hay más preguntas y, con frecuencia, respuestas cada vez más confusas. La respuesta de la madre Teresa fue como una lámpara de luz en mi oscuridad. Conocí, de improviso, la verdad sobre mí mismo (H. J. M. Nouwen, Vivere nello Spiríto, Brescia 1984'', pp. 81 s).

 

 

Día 18

Jueves de la sexta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 18,1-8

En aquellos días,

1 Pablo partió de Atenas y fue a Corinto.

2 Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, el cual acababa de llegar de Italia con su mujer, Priscila, a raíz del decreto por el que Claudio había expulsado de Roma a todos los judíos. Pablo se unió a ellos

3 y, como eran del mismo oficio -se dedicaban a fabricar tiendas-, se quedó trabajando en su casa.

4 Todos los sábados conversaba en la sinagoga, tratando de convencer a judíos y griegos.

5 Pero, cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se consagró enteramente a la predicación de la Palabra, dando testimonio ante los judíos de que Jesús era el Mesías.

6 Como ellos se oponían y no cesaban de insultarle, sacudió sus vestidos y les dijo: - Vosotros sois los responsables de cuanto os suceda. Mi conciencia está limpia. En adelante, pues, me dirigiré a los paganos.

7 Dicho esto, se marchó de allí, y fue a casa de un tal Ticio Justo, que adoraba al verdadero Dios y vivía junto a la sinagoga.

8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia, y muchos de los corintios que oían la predicación, creían y se bautizaban.

 

*" Se trata de un fragmento de crónica que nos ofrece útiles indicaciones para comprender la vida cotidiana de Pablo y de los primeros evangelizadores. Nos hace saber que Pablo tenía un oficio, un trabajo manual, y lo ejercía, cosa poco conveniente para un hombre culto, dedicado a la Palabra, entre los atenienses, pero común entre los rabinos, que encontraban en el trabajo ocasiones de encuentro y, por consiguiente, de enseñanza.

Pablo se aloja y trabaja con una pareja de judíos expulsados de Roma por Claudio. Información útil para la datación de este período: el decreto imperial remonta, efectivamente, a los años 49-50.

La llegada de ayudantes permitió a Pablo dedicarse de manera exclusiva a la predicación. Lucas lleva buen cuidado en decir que Pablo parte siempre de los judíos: sólo tras el enésimo rechazo, esta vez más bien violento, declara que se dirigirá "en adelante" a los paganos. Ya lo había dicho en Antioquía de Pisidia (Hch 13,46s), y lo dirá asimismo más adelante. Se nota la preocupación del autor por explicar los motivos del paso a los paganos.

Tampoco aquí hay sólo espinas, porque, frente a la oposición judía, se convierte nada menos que el jefe de la sinagoga con toda su familia. Y empieza una abundante cosecha también entre los paganos.

Una observación: no hay síntomas de un cambio de "estrategia evangélica", como si, tras el escaso éxito en Atenas, Pablo hubiera decidido no cambiar nada en su predicación, ni respecto al contenido ni respecto al lenguaje.

El paso de Atenas a Corinto está presentado aquí más como una opción ulterior en favor de los paganos, que como un cambio de método, como si Pablo estuviera replanteándose su estrategia misionera.

 

Evangelio: Juan 16,16-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

16 Dentro de poco dejaréis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme.

17 Al oír esto, algunos de sus discípulos comentaban entre sí: - Qué significa esto? Acaba de decirnos: "Dentro de poco dejaréis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme". También nos ha dicho: "Porque me voy al Padre".

18 Y se preguntaban: - Qué quiere decir con eso de "dentro de poco"? No sabemos a qué se refiere.

19 Sabiendo Jesús que deseaban una aclaración, les dijo: - Estáis preocupados por el sentido de mis palabras: "Dentro de poco dejaréis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme".

20 Yo os aseguro que vosotros lloraréis y gemiréis, mientras que el mundo se sentirá satisfecho; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.

 

**• Jesús consuela a los suyos de la tristeza por su partida. Les asegura que esa tristeza durará poco: "Dentro de poco dejaréis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme" (v. 16). Qué significan estas enigmáticas afirmaciones de Jesús? Se refiere a los dos tiempos a los que Jesús está a punto de dar cumplimiento. El primero se refiere a su vida terrena, que está a punto de acabar; el segundo se refiere a su vida gloriosa, inaugurada con la resurrección. Su retorno posterior no se limita a las apariciones pascuales, sino que se prolonga en el corazón de los creyentes mediante su presencia en ellos.

        Las palabras del Maestro no son comprendidas por los discípulos, que se plantean varias preguntas (vv. 17s). Jesús, que conoce a los suyos por dentro y los acontecimientos que les esperan, intenta remover, a partir de las preguntas que le plantean, su tristeza, infundiéndoles la confianza en él con una nueva revelación: "Vuestra tristeza se convertirá en gozo" (v. 20).

La comunidad cristiana tendrá que hacer frente a todo un cúmulo de pruebas. Especialmente cuando le sea arrebatado el Esposo. Con su muerte, experimentará el llanto, la aflicción y el desconcierto, mientras que el mundo se sentirá alegre pensando que ha extirpado el mal. Estos momentos serán, para la comunidad, momentos de duda, de oscuridad y de silencio de Dios.

Pero la historia se tomará su revancha y, cuando esto llegue, la comunidad de los discípulos experimentará el gozo. Jesús no habla de sus sufrimientos -y tenía motivos para ello-, sino que piensa en los suyos más que en él, como el buen pastor en su rebaño.

 

MEDITATIO

El tiempo de la Iglesia es el tiempo en el que el discípulo se encuentra cogido entre dos gozos: el del mundo y el de Cristo. El gozo del mundo está ligado a la consecución de valores efímeros, como un saber puesto al servicio de intereses materiales; de una carrera social, científica; de la fama; de la rentabilidad económica de nuestras opciones. Sin tener en cuenta la exasperación de la sensualidad y de las sensaciones fuertes e impulsadas al extremo. Con estas cosas suele gozar el mundo.

El gozo que viene de Jesús deriva de ser sus discípulos, de saber que él está cerca en todo momento, que gastar la vida por él y por los hermanos es una inversión ventajosa y un honor grande; que lo único necesario es no perderle a él, sentir su proximidad, estar seguros de caminar hacia su posesión.

Nuestro corazón se encuentra cogido entre estos dos gozos: el primero es más inmediato, aunque fugaz: el segundo es más paciente, pero, sin embargo, no decepciona. A veces ambos gozos se enlazan; otras, se oponen. El corazón del discípulo debe estar orientado siempre hacia el "todavía no", hacia el decisivo "dentro de otro poco volveréis a verme", cuando el gozo, frecuentemente querido y creído, se volverá felicidad plena y sin sombras.

 

ORATIO

Te doy gracias, Señor, por tus visitas, que me llenan de alegría. Te doy gracias también por tus ausencias, que me hacen desear tu alegría. Bendito seas, ahora y siempre, porque sabes cómo gobernar mi corazón y atraerlo a ti.

Permíteme pedirte hoy que no me dejes demasiado solo a merced de los gozos de este mundo, para que no quede conquistado por ellos. Que no me dejes tampoco demasiado solo en las pruebas que el mundo me procura, para que no desespere de tu consuelo.

Sé que debería estar siempre alegre, "en todo tiempo", que siempre debería bendecirte y darte gracias. Sé que un discípulo tuyo no debería estar nunca triste. Pero tú socórreme cuando este mundo me parezca demasiado dulce, para que no me embriague, y también cuando me parezca demasiado amargo, para que no me aplaste. Ayúdame a buscar mi consuelo y mi gozo en ti Y no dejes de hacerte sentir por este pobre corazón mío, tan frágil y titubeante.

 

CONTEMPLATIO

La promesa del Señor, "dentro de otro poco volveréis a verme", se dirige a toda la Iglesia. El Señor no tardará en cumplir su promesa: un poco más y le veremos, allá arriba, donde ya no tendremos ninguna necesidad de dirigirle ninguna oración, de exponerle ninguna petición, porque ya no nos quedará nada que desear, nada escondido que queramos conocer. Este breve intervalo de tiempo nos parece largo a nosotros porque todavía debe transcurrir, pero cuando haya acabado nos daremos cuenta de lo breve que ha sido. Que nuestra alegría, por tanto, sea muy diferente a la que experimenta el mundo.

Que tampoco durante el trabajoso parto de este deseo nuestro permanezca nuestra tristeza completamente sin alegría, porque, como dice el Apóstol, debemos mostrarnos "alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación" (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 101,6).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Vuestra tristeza se convertirá en gozo" (Jn 16,20b).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.

Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza.

Incluso me atrevo a decir: "Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría". La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección basada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar (H. J. M. Nouwen, V/Vere ne//o Spirito, Brescia 1998\ pp. 17s).

 

 

Día 19

Viernes de la sexta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 18,9-18

Estando Pablo en Corinto,

9 una noche, el Señor le dijo en una visión: - No temas, sigue hablando, no te calles,

10 porque yo estoy contigo y nadie intentará hacerte mal. En esta ciudad hay muchos que llegarán a formar parte de mi pueblo.

11 Pablo permaneció en Corinto un año y seis meses, enseñando la Palabra de Dios.

12 Bajo el proconsulado de Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo llevaron ante el tribunal

13 con esta acusación: - Éste trata de persuadir a los hombres para que den culto a Dios en contra de la Ley.

14 Pablo se disponía a hablar, cuando Galión dijo a los judíos: - Si se tratase de un delito o de un crimen grave, yo os escucharía como es debido,

15 pero tratándose de cuestiones referentes a vuestra propia ley, allá vosotros. Yo no quiero ser juez de estas cosas.

16 Y los echó del tribunal.

17 Entonces todos ellos agarraron a Sostenes, el jefe de la sinagoga, y se pusieron a golpearle delante del tribunal. Pero Galión no hacía caso de lo que ocurría.

18 Pablo se quedó todavía bastante tiempo en Corinto. Después se despidió de los hermanos y se embarcó rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila. En Cencreas se había rapado la cabeza para cumplir un voto que había hecho.

 

*+• Otras informaciones de utilidad: los hechos se desarrollan hacia el año 51-52, que es cuando el procónsul Galión se encontraba en Corinto. Éste actúa de manera inteligente como "laico": no quiere entrometerse en cuestiones religiosas. A su modo de ver, las cuestiones que le someten son discusiones internas al judaísmo, cuestiones que no tienen nada que ver con su función.

Lucas lo subraya adrede, y da muestras de apreciar tanto la neutralidad de Roma como el hecho de que las autoridades romanas en general no se mostraran hostiles, en los comienzos, a los cristianos. Hasta salvaron a Pablo en más de una ocasión del fanatismo de sus adversarios.

Los judíos no se dan por vencidos y caldean en exceso la atmósfera: Pablo continúa llevando una vida difícil. Pero queda confortado y confirmado en su misión: está haciendo lo que quiere el Señor. Es el Señor quien quiere que se dedique también a los paganos. Estos continuos subrayados expresan -una vez más- la seriedad del problema del paso a los paganos para las primeras generaciones cristianas. Es casi una idea fija: cómo explicar el hecho de que el pueblo de la promesa hubiera rechazado a Jesús, mientras que éste era acogido por los gentiles, esto es, por los tan depreciados paganos? Pero es el Señor -nos asegura Lucas- quien dice: "En esta ciudad hay muchos que llegarán a formar parte de mi pueblo", como en otras muchas ciudades, un pueblo constituido por algunos judíos y por muchos paganos.

Y en Corinto, donde se encontraba lo mejor y lo peor de la cultura griega, la confrontación con el paganismo no iba a ser una broma: dieciocho meses en Corinto representan una verdadera iniciación en la evangelización de los gentiles.

Finalmente, concluye Pablo, casi a hurtadillas, su viaje misionero, embarcándose con sus patronos de trabajo, Priscila y Aquila, primero con destino a Jerusalén y después hacia Antioquía. A un misionero como Pablo, quedarse durante dieciocho meses en un solo lugar, aunque fuera con provecho, pudo parecerle excesivo.

 

Evangelio: Juan 16,20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

20 Yo os aseguro que vosotros lloraréis y gemiréis, mientras que el mundo se sentirá satisfecho; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.

21 Cuando una mujer va a dar a luz, siente tristeza, porque le ha llegado la hora, pero, cuando el niño ha nacido, su alegría le hace olvidar el sufrimiento pasado y está contenta por haber traído un niño al mundo.

22 Pues lo mismo vosotros: de momento estáis tristes, pero volveré a veros y de nuevo os alegraréis con una alegría que nadie os podrá quitar.

23 Cuando llegue ese día, ya no tendréis necesidad de preguntarme nada.

 

**• Jesús, cuando apenas ha terminado de señalar una de las constantes de la experiencia cristiana (la dura espera del encuentro gozoso y definitivo con él: v. 20), se vale de la imagen eficaz y delicada de la mujer que va a dar a luz un hijo (v. 21) para expresar el paso de la aflicción a la alegría sobreabundante. La alegría de la mujer es doble: han terminado sus propios sufrimientos y ha dado al mundo un nuevo ser.

La alegría cristiana va unida al dolor, pero desemboca en la vida nueva que es la pascua del Señor. A continuación, sigue Jesús explicando la comparación en sentido espiritual (v. 22). El dolor por la muerte oprobiosa del Hijo de Dios se mudará en gozo el día de la pascua, en una alegría sin fin que "nadie podrá quitar"los discípulos, porque está arraigada en la fe en Aquel que vive glorioso a la diestra de Dios.

Jesús ha hablado del tiempo inaugurado con su resurrección; en la continuación, añade: "Cuando llegue ese día, ya no tendréis necesidad de preguntarme nada" (v. 23b). La expresión "ese día" no se refiere sólo al día de la resurrección, sino a todo el tiempo que comenzará con ese acontecimiento. Desde ese día en adelante, la comunidad cristiana, iluminada plenamente por el Espíritu Santo, tendrá una nueva visión de las cosas y de la vida, y el Espíritu Santo iluminará interiormente a sus miembros y les hará conocer todo lo que sea necesario.

 

MEDITATIO

Seguimos con la alegría. En las palabras que aquí pronuncia Jesús subyace la idea del sufrimiento misionero como condición necesaria y lugar privilegiado de la alegría eclesial. De esta alegría fue maestro y protagonista el apóstol Pablo. En medio de las persecuciones que le vienen a causa de la predicación del Evangelio, afirma: "Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones" (2 Cor 7,4). Siguiendo su ejemplo, los convertidos acogen "la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (1 Tes 1,6). Los ministros de la Palabra están "como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos" (2 Cor 6,10).

Hoy como ayer, quien se compromete en el inmenso y minado campo de la difusión de la Palabra, en la tarea misionera, seguramente encontrará grandes tribulaciones, pero tiene garantizada la alegría. Se trata de la alegría que procede de poner en el mundo un "hombre nuevo", de ver reconstruidas a personas destruidas, de volver a dar sentido y vitalidad a vidas marchitas y apagadas, de ver aparecer la sonrisa en rostros sin esperanza. Es la alegría de ver aparecer la vida allí donde sólo había ruinas. Ese es el milagro de la misión. Por qué no superar el miedo al fracaso, para gozar de esta segurísima alegría, garantizada a los apóstoles generosos?

 

ORATIO

Hoy me doy cuenta, Señor, de que mi escaso compromiso con la misión puede proceder asimismo del temor al fracaso. Es preciso poner la cara, con el peligro de alcanzar resultados escasos e incluso irrisorios. Me doy cuenta también, Señor, de que no siento compasión por mi prójimo, que camina en su cómodo, aunque insano, cenagal. Y me pregunto si he experimentado de verdad tu amor, si conozco de verdad tu amor por mí, tu compasión por mí, lo que has hecho por mí. Es ésa, Señor, la razón por la que me encuentro a menudo árido y triste? Es ésa la razón de que no conozca las alegrías que proporciona ver reflorecer la vida? Se debe a eso que me sienta cansado y resignado?

Concédeme, Señor, un corazón grande, lleno de compasión, que me mueva a llevar tu vida a mi prójimo. Muéstrame, más allá de tanto bienestar y despreocupación, la profunda necesidad que hay en tantas personas de algo más y mejor: la necesidad de ti. Ayúdame a superar mi aridez, para llevar un poco de alegría, para que también en mí vuelva a florecer tu alegría.

 

CONTEMPLATIO

Que el que guía a las almas esté cerca de cada uno con la compasión y esté más dedicado que todos los demás a la contemplación, para asumir en él, con sus vísceras de misericordia, la debilidad de los otros y, al mismo tiempo, para ir más allá de sí mismo en la aspiración a las realidades invisibles, con la altura de la contemplación.

Y así, si mira con deseo hacia lo alto, no despreciará las debilidades del prójimo, o si, viceversa, se acerca a ellas, no descuidará la aspiración a lo alto.

Como la caridad se eleva a maravillosas alturas cuando se arrastra con misericordia hasta las bajezas del prójimo, cuanto con mayor benevolencia se pliegue a las debilidades, con más potencia subirá hacia lo alto (Gregorio Magno, Regla pastoral, n,5).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Nadie os podrá quitar vuestra alegría" (Jn 16,22).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La compasión consiste en tener el atrevimiento de reconocer nuestro recíproco destino, a fin de que podamos ir hacia adelante, todos ¡untos, hacia la tierra que Dios nos indica. Compasión significa también "compartir la alegría", lo que puede ser tan importante como compartir el dolor. Dar a los otros la posibilidad de ser completamente felices, dejar florecer en plenitud su alegría.

Ahora bien, la compasión es algo más que una esclavitud compartida con el mismo miedo y el mismo suspiro de alivio, y es más que una alegría compartida. Y es que tu compasión nace de la oración, nace de tu encuentro con Dios, que es también el Dios de todos.

En el mismo momento en que te des cuenta de que el Dios que te ama sin condiciones ama a todos los otros seres humanos con el mismo amor, se abrirá ante ti un nuevo modo de vivir, para que llegues a ver con unos ojos nuevos a los que viven a tu lado en este mundo. Te darás cuenta de que tampoco ellos tienen motivos para sentir miedo, de que tampoco deben esconderse detrás de un seto, de que tampoco tienen necesidad de armas para ser humanos.

Comprenderás que el jardín interior que ha estado desierto durante tanto tiempo, puede florecer también para ellos (H. J. M. Nouwen, A maní aperte, Brescia 19973, 47s).

 

Día 20

Sábado de la sexta semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura; Hechos de los Apóstoles 18,23-28

23 Después de pasar allí algún tiempo, salió y recorrió la región de Galacia y Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos en la fe.

24 Había llegado por entonces a Éfeso un judío llamado Apolo, originario de Alejandría. Era un hombre elocuente y muy versado en la Escritura.

25 Había sido instruido en el camino del Señor y hablaba con gran entusiasmo, enseñando con exactitud lo referente a Jesús, aunque sólo conocía el bautismo de Juan.

26 Se puso a hablar también con valentía en la sinagoga. Cuando le oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron aparte y le expusieron con mayor precisión el camino de Dios.

27 Como él deseaba ir a Acaya, los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos para que lo acogieran. Su llegada aprovechó mucho a los que habían creído por la gracia de Dios,

28 pues refutaba vigorosamente a los judíos en público, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Mesías.

 

**• Pablo empieza a viajar de nuevo desde Antioquía, que se ha convertido en el punto de partida y de referencia para la misión a los paganos, como lo era Jerusalén para los judíos cristianos. Sin embargo, la atención se dirige ahora a Éfeso, otra ciudad importante, donde se habían detenido Priscila y Aquila (nótese la precedencia otorgada a la mujer). Y aquí, en ausencia de Pablo, conocen a Apolo, un notable predicador, teólogo y misionero, que enseña exactamente lo que se refería a Jesús, aunque de manera incompleta, dado que sólo conocía el bautismo de Juan.

Frente a estas afirmaciones debemos confesar que conocemos bastante poco sobre la situación de las comunidades primitivas, sobre los circuitos de comunicación de la fe, sobre la geografía de la difusión, sobre las corrientes de pensamiento o sobre los grupos ligados a los distintos personajes. Apolo, que viene de Egipto, a donde ya ha llegado la Buena Noticia, ha sido convertido por los discípulos de Juan que conocieron a Jesús?

La vida de las primeras Iglesias debió de ser muy viva, y lo que se presenta en los Hechos de los Apóstoles es sólo una pequeña parte, una muestra, de la gran empresa de la evangelización, aunque una parte autorizada -ciertamente- por estar centrada en las dos columnas que son Pedro y Pablo; con todo, debe andar muy lejos de proporcionar un cuadro completo de la situación.

Al mismo tiempo que tenían lugar los acontecimientos narrados en los Hechos de los Apóstoles, un gran número de misioneros, aptos y entusiastas como Apolo, recorrían el mundo.

También es digna de destacar la tarea de los laicos, que se permiten "corregir" a muchas personalidades, proporcionando una contribución de no poca monta al arraigo del nuevo "camino del Señor" en Grecia, gracias a la cultura y a la dialéctica de un Apolo "puesto al día".

Toda la Iglesia participa en la empresa de la evangelización, cada uno con sus límites, aunque con el apoyo y la aportación fraterna de todos. Es verdaderamente maravillosa esta Iglesia fraterna, que parece tener en la cima de sus preocupaciones la difusión del Evangelio en todos los ámbitos.

 

Evangelio: Juan 16,23-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

23 Os aseguro que el Padre os concederá todo lo que le pidáis en mi nombre.

24 Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.

25 Hasta ahora os he hablado en un lenguaje figurado, pero llega la hora en que no recurriré más a ese lenguaje, sino que os hablaré del Padre claramente.

26 Cuando llegue ese día, vosotros mismos presentaréis vuestras súplicas al Padre en mi nombre; y no es necesario que os diga que yo voy a interceder ante el Padre por vosotros,

27 porque el Padre mismo os ama. Y os ama porque vosotros me amáis a mí y habéis creído que yo he venido de Dios.

28 Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo para volver al Padre.

 

**• El fragmento subraya el tema de la oración. La nueva era predicha por el Señor a los suyos consistirá en la comprensión de la relación recíproca que existe entre el Padre y el Hijo y en la manifestación de Jesús con el don de la oración eficaz, porque él es el único camino para la oración dirigida a Dios. Los discípulos no estaban acostumbrados a orar en el nombre de Jesús (v. 24). Ahora, sin embargo, por medio del Espíritu Santo enviado por el Padre, se ha inaugurado un tiempo nuevo en el que se pueden dirigir al Padre en el nombre de Jesús, porque su Señor, en virtud de su paso al Padre, se ha convertido en el verdadero mediador entre Dios y el hombre.

En consecuencia, Jesús, prosiguiendo el diálogo con sus discípulos, realiza una constatación sobre el pasado y, a continuación, proyecta una mirada sobre el futuro. Por lo que se refiere al pasado, que abarca toda su vida terrena, afirma que se ha servido de palabras y de imágenes que encerraban un significado profundo que ellos nos comprendían con frecuencia. Por lo que se refiere al futuro, desde el acontecimiento de la pascua en adelante, sus palabras dejarán de tener velos y llegarán al fondo de sus corazones (v. 25). En efecto, con la venida del Espíritu después de la pascua se inicia la nueva era en la que Jesús hablará abiertamente y todos podrán comprender la verdad sobre el Padre y lo que él pretende hacer conocer a los hombres.

En la oración es donde los discípulos conocerán la íntima relación que existe entre Jesús y el Padre, y la de éstos con ellos. A continuación serán escuchados, porque existirá un entendimiento perfecto en el amor y en la fe con Cristo, con el que serán casi una sola cosa. Más aún, serán escuchados porque son amados por el mismo Padre a causa de su fe en el misterio de la encarnación del Hijo (vv. 26s). La Palabra de Jesús es una palabra de vida que merece ser custodiada en el corazón.

 

MEDITATIO

La comunión de los discípulos con Jesús y con su misión les garantiza que el Padre escuchará su oración como escucha la del Hijo. Del mismo modo que las obras y las palabras de Jesús no son suyas, sino del Padre, tampoco las obras y las palabras de los discípulos son suyas, sino de Jesús, presente dentro de ellos: la omnipotencia de Jesús es la omnipotencia de los discípulos.

El gran mensaje contenido en esta página de Juan me provoca: por qué obtengo tan poco? Por qué soy tan poco eficaz? Por qué mi alegría es tan raramente plena? Y aún: por qué el misterio de la unión del Hijo con el Padre me atrae sólo de una manera débil? Por qué siento tan pocas veces la omnipotencia de Dios en mi acción? Y si estas preguntas estuvieran concadenadas? No estarán por casualidad mis ojos demasiado vueltos a la realidad de este mundo y demasiado poco al misterio de Dios, al amor del Padre al Hijo y del Hijo a los discípulos?

La mirada al mundo, aunque necesaria, no me ayuda ciertamente a salvarlo, a no ser que lo mire con los ojos y con el corazón del Padre, que ha dado al Hijo para la salvación del mundo y quiere implicarme en esta aventura decisiva, porque es una aventura que tiene que ver con la eternidad. El ojo de Dios me ayudaría a ver las necesidades -con frecuencia ocultas- de la gente, a encontrar el remedio "divino" y no sólo humano que debemos ofrecerles, la alegría plena que hemos de presentar, el amor que lo rescata todo. Y si mi problema fundamental fuera la débil contemplación?

 

ORATIO

¡Pedir en tu nombre, oh mi amadísimo Salvador, no sólo pronunciar tu nombre, sino hacer mía tu causa, perseguirla con tu corazón, ver el mundo con tus ojos, comprender tu alegría, querer entregarme como te entregaste tú! ¡Qué lejos estoy de todo esto! Por eso me quedo en ocasiones decepcionado en mi oración; por eso pierdo el ánimo en mi compromiso con tu servicio; por eso, ante a la escasez de resultados, me viene la tentación de abandonar.

Señor, mira con piedad mis veleidades al servirte, ven al encuentro de mis ilusorias esperanzas de gratificaciones, para sostenerme y purificarme. Forma en mí un corazón semejante al tuyo. Dame el impulso desinteresado de tu amor. Átame continuamente con el amor del Padre, para que pueda amar a mis hermanos como él los ama, como tú los amas, como yo quisiera amarlos. Y los amaré si vienes en mi ayuda. Ven, Señor, no me abandones. Envuélveme con tu luz y con tu amor.

 

CONTEMPLATIO

"Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa" (Jn 16,24). Esta alegría plena no es la de los sentidos carnales, sino la alegría espiritual; y cuando sea tan grande que nada pueda añadirse a ella, será evidentemente completa. Así pues, cualquier cosa que pidamos y que tenga como fin la consecución de esta alegría plena es precisamente lo que debemos pedir en el nombre de Cristo, si comprendemos de manera justa el sentido de la gracia divina y si el objeto de nuestras oraciones es la verdadera felicidad en la vida cierna. Cualquier otra cosa que pidamos no tiene valor alguno, no porque sea inexistente por completo, sino porque, frente a un bien tan grande como la vida eterna, cualquier otra cosa que podamos desear fuera de ella es menos que nada (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 102,2).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa" (Jn 16,24).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

En el clima de secularización en que vivimos, los líderes cristianos se sienten cada vez menos necesarios y cada vez más marginados. Muchos empiezan a preguntarse si no habrá llegado el momento de abandonar el sacerdocio; a menudo responden que "sí" y se marchan, buscan otra ocupación y unen sus esfuerzos a los de sus contemporáneos para contribuir de manera eficaz a mejorar el mundo. Con todo, no hemos de olvidar que existe otra situación completamente distinta. Por debajo de las grandes conquistas de nuestro tiempo se esconde una fuerte impresión de desesperación.

Si, por un lado, la eficiencia y el control son las grandes aspiraciones de nuestra sociedad, por otro hay millones de personas que, en este mundo orientado al éxito, tienen el corazón oprimido por la soledad, la falta de amistad y solidaridad, las relaciones rotas, el aburrimiento, la depresión y un profundo sentido de inutilidad. Es aquí donde se hace evidente la necesidad de un nuevo liderazgo cristiano.

El verdadero líder del futuro será aquel que se atreva a reivindicar su propia extrañeza en el mundo contemporáneo como una vocación divina que le hace expresar una profunda solidaridad con la angustia que se esconde bajo el esplendor del éxito y le hace llevar la luz de Jesús (H. J. M. Nouwen, Neí nome di Gesü, Brescia 19973, pp. 25%. [trad. esp.: En el nombre de Jesús, PPC, Madrid 1997]).

 

 

Día 21

La Ascensión del Señor

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1,1-11

1 Ya traté en mi primer libro, querido Teófilo, de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio

2 hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado sus instrucciones bajo la acción del Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido.

3 Después de su pasión, Jesús se les presentó con muchas y evidentes pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y habiéndoles del Reino de Dios.

4 Un día, mientras comían juntos, les ordenó: - No salgáis de Jerusalén; aguardad más bien la promesa que os hice de parte del Padre;

5 porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días.

6 Los que le acompañaban le preguntaron: - Señor, vas a restablecer ahora el reino de Israel?

7 Él les dijo: - No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder.

8 Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra.

9 Después de decir esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista.

10 Mientras estaban mirando atentamente al cielo viendo cómo se marchaba, se acercaron dos hombres con vestidos blancos

11 y les dijeron: - Galileos, por qué seguís mirando al cielo? Este Jesús que acaba de subir de vuestro lado al cielo vendrá como lo habéis visto marcharse.

 

**• Este breve prólogo une el libro de los Hechos de los Apóstoles al evangelio según san Lucas, como la segunda parte {"discurso", v. 1 al pie de la letra) de un mismo escrito y ofrece una síntesis del cuadro del ministerio terreno de Jesús (vv. 1-3). Se trata de un resumen que contiene preciosas indicaciones: Lucas quiere subrayar, en efecto, que los apóstoles, elegidos en el Espíritu, son testigos de toda la obra, enseñanza, pasión y resurrección de Jesús, y depositarios de las instrucciones particulares dadas por el Resucitado antes de su ascensión al cielo. Su autoridad, por consiguiente, ha sido querida por el Señor, que los ha puesto como fundamento de la Iglesia de todos los tiempos (Ef 2,20; Ap 12,14).

Jesús muestra tener un designio que escapa a los suyos (vv. 6s). El Reino de Dios del que habla (v. 3b) no coincide con el reino mesiánico de Israel; los tiempos o momentos de su cumplimiento sólo el Padre los conoce. Sus fronteras son "los confines de la tierra" (vv. 7s). Los apóstoles reciben, por tanto, una misión, pero no les corresponde a ellos "programarla". Sólo deben estar completamente disponibles al Espíritu prometido por el Padre (vv. 4-8). Como hizo en un tiempo Abrahán, también los apóstoles deben salir de su tierra -de su seguridad, de sus expectativas- y llevar el Evangelio a tierras lejanas, sin tener miedo de las persecuciones, fatigas, rechazos. La encomienda de la misión concluye la obra salvífica de Cristo en la tierra. Cumpliendo las profecías ligadas a la figura del Hijo del hombre apocalíptico, se eleva a lo alto, al cielo (esto es, a Dios), ante los ojos de los apóstoles -testigos asimismo, por consiguiente, de su glorificación- hasta que una nube lo quitó de su vista (cf. Dn 7,13).

Lucas presenta todo el ministerio de Jesús como una ascensión (desde Galilea a Jerusalén, y desde Jerusalén al cielo) y como un éxodo, que ahora llega a su cumplimiento definitivo: en la ascensión se realiza plenamente el "paso" (pascua) al Padre. Como anuncian dos hombres "con vestidos blancos" -es decir, dos enviados celestiales-, vendrá un día, glorioso, sobre las nubes (v. 11). No es preciso escrutar ahora con ansiedad los signos de los tiempos, puesto que se tratará de un acontecimiento tan manifiesto como su partida. Tendrá lugar en el tiempo elegido por el Padre (v. 7) para el último éxodo, el paso de la historia a la eternidad, la pascua desde el orden creado a Dios, la ascensión de la humanidad al abrazo trinitario.

 

Segunda lectura: Efesios 1,17-23

Hermanos:

17 Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda un espíritu de sabiduría y una revelación que os permita conocerlo plenamente.

18 Que ilumine los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza a la que habéis sido llamados, cuál la inmensa gloria otorgada en herencia a su pueblo,

19 y cuál la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, manifestada a través de su fuerza poderosa.

20 Es la fuerza que Dios desplegó en Cristo al resucitarlo de entre los muertos y sentarlo a su derecha en los cielos,

21 por encima de todo principado, potestad, poder y señorío; y por encima de cualquier otro título que se precie de tal no sólo en este mundo, sino también en el venidero.

22 Todo lo ha puesto Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia,

23 que es su cuerpo, y, por lo mismo, plenitud del que llena totalmente el universo.

 

**• La Carta a los Efesios se abre con la magna bendición en la que se contempla el maravilloso designio de Dios ("El misterio de su voluntad": v. 9), que abarca a toda la humanidad desde la eternidad (vv. 13s). Tras este exordio, la alabanza de Pablo se vuelve acción de gracias e intercesión por los cristianos de Éfeso, a fin de que se les conceda "un espíritu de sabiduría y una revelación", o sea, para que reciban -según el lenguaje apocalíptico- el don de comprender y gustar los misterios de Dios. En particular, pide para los fieles la luz espiritual, a fin de que vivan sabiendo lo que Dios ha predispuesto para ellos (v. 18) y va obrando con un poder extraordinario e infalible (v. 19).

La resurrección, la ascensión, la soberanía de Cristo sobre todas las realidades creadas, manifiestan la supereminente gloria de Dios, que, en él, ha vencido ya a la muerte y a cualquier potencia espiritual que se oponga al designio de la salvación (v. 21). El miedo ya no tiene razón de ser: Cristo, ascendido a la diestra del Padre, reina desde ahora. Él es la cabeza de toda la creación y, en particular, de la Iglesia, con la que forma una unidad indisoluble.

 

Evangelio: Mateo 28,16-20

En aquel tiempo,

16 los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado.

17 Al verlo, lo adoraron; ellos, que habían dudado.

18 Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras:

- Dios me ha dado autoridad plena sobre el cielo y la tierra.

19 Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

20 enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo.

 

**• El evangelio según san Mateo concluye con la perícopa que narra la aparición del Resucitado a los Once en Galilea. Mientras el recorrido terreno de Jesús llega  a su término, comienza la misión de los apóstoles, y precisamente a partir de la "Galilea de los gentiles", donde había comenzado el ministerio de Jesús a favor de Israel (4,12).

En el grupo de los Once conviven la adoración y la duda, y recuerdan, significativamente, el episodio de Pedro caminando sobre las aguas (14,31-33). Jesús, como entonces, se acerca a él para pedirle la fe. Jesús se presenta a los suyos como el Hijo del hombre glorioso (v. 18; cf. Dn 7,14) que, en virtud de su resurrección, sube a Dios y, con plena autoridad, deja a los suyos la encomienda final de continuar su propia misión, haciendo "discípulos a todos los pueblos" (v. 19). Ese "discipulado" se llevará a cabo mediante la inserción en la realidad viva de Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- a través del bautismo y la observación de todo lo que Jesús ha mandado (cf. Jn 14,23).

Precisamente este vínculo hace que entre la historia y el Reino eterno ya no exista barrera alguna, sino continuidad. Cristo, resucitado y ascendido al cielo, no está, sin embargo, lejos de la tierra; o, mejor aún, gracias a la ascensión de Jesús, la tierra ya no está lejos del cielo. Mateo se abre con la "buena nueva" del nacimiento del Salvador, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Y se cierra no con la partida de Cristo abandonando a los suyos, sino con la promesa de su permanencia hasta el final de los siglos: Jesús seguirá siendo para siempre el compañero de camino de la humanidad, hasta que ésta llegue a su meta gloriosa, en el seno de la Trinidad divina.

 

MEDITATIO

La atmósfera de la liturgia de la ascensión está penetrada siempre por una atormentadora nostalgia, porque nos pone en una fuerte tensión hacia el Cielo, verdadera patria del cristiano, y nos hace experimentar con mayor intensidad el deseo de la eternidad que también deberíamos sentir todos los días. En efecto, deberíamos consumirnos verdaderamente con la esperanza de contemplar sin velos el rostro de Dios. Sin embargo, con excesiva frecuencia advertimos que el peso de las realidades materiales nos mantiene pegados al suelo, nos despunta las alas, suscita en nosotros cansancio y duda.

Así se plantea un interrogante: cómo llegar a gozar de realidades que no son terrenas, que escapan a la experiencia sensible? Necesitamos un gusto especial suscitado en nosotros por el Espíritu Santo. La "santa alegría" que el Espíritu suscita en nosotros es muy diferente de la que se nos pasa de contrabando como tal. Es la alegría de las bienaventuranzas, fruto del sufrimiento, porque brota de la muerte y resurrección de Cristo. Se trata de una alegría santa, porque, en Cristo ascendido al cielo, nuestra humanidad ha sido ensalzada, elevada, mucho más allá de nuestros estrechos horizontes. Es preciso que nos dejemos educar para ver lo invisible. Cómo? Se ve creyendo, se siente esperando, se conoce amando. El misterio de la ascensión, tan bello y gozoso por el hecho de que nos presenta a Cristo vuelto de nuevo al seno del Padre, nos colma al mismo tiempo el corazón de sentimientos de humildad y bondad: Jesús permanece entre nosotros hasta el fin del mundo. Sólo ha cambiado de aspecto: lo encontramos en el pobre y en el que sufre. Por ahora no lo vemos glorioso. Lo conseguiremos sólo si antes lo reconocemos con verdadero amor en su humillación, acogiéndonos los unos a los otros.

 

ORATIO

Jesús, quisiéramos saber qué ha sido para ti volver al seno del Padre, volver a él no sólo como Dios, sino también como hombre, con las manos, los pies y el costado con esa llaga de amor. Sabemos lo que es entre nosotros la separación de las personas que amamos: la mirada los sigue todo lo que puede cuando se alejan...

El Padre nos concede también a nosotros, como a los apóstoles, esa luz que ilumina los ojos del corazón y que nos hace intuir que estás presente para siempre. Así podemos gustar ya desde ahora la viva esperanza a la que estamos llamados y abrazar con alegría la cruz, sabiendo que el humilde amor inmolado es la única fuerza adecuada para levantar el mundo.

 

CONTEMPLATIO

¡Oh bondad, caridad y admirable magnanimidad! Donde esté el Señor, allí estará el siervo: se puede dar una gloria más grande? [...] Ha asumido precisamente la naturaleza humana, glorificándola con el don de la santa resurrección y de la inmortalidad; la ha trasladado más arriba de todos los cielos y la ha colocado a su derecha. Ahí está toda mi esperanza, toda mi confianza: en él, en el hombre Cristo, hay, en efecto, una parte de cada uno de nosotros, está nuestra carne y nuestra sangre. Y allí donde reina una parte de mi ser, pienso que también reino yo. Allí donde es glorificada mi carne, allí está mi gloria. Aunque yo sea pecador, mi fe no puede poner en duda esta comunión.

No, el Señor no puede carecer de ternura hasta el punto de olvidar al hombre y no acordarse de lo que lleva en él mismo. Precisamente en él, en Jesucristo, Dios y Señor nuestro, infinitamente dulce, infinitamente benigno y clemente, en quien ya hemos resucitado, en quien ya vivimos la vida nueva, ya hemos ascendido al cielo y estamos sentados en las moradas celestes. Concédenos, Señor, por tu santo Espíritu, que podamos comprender, venerar y honrar este gran misterio de misericordia (Juan de Fécamp, Confessio theologica 11,6).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "La fidelidad del Señor dura por siempre" (Sal 116,2).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Existe otro mundo. Su tiempo no es nuestro tiempo, su espacio no es nuestro espacio; pero existe. No es posible situarlo, ni asignarle una localización en ningún sitio de nuestro universo sensible: sus leyes no son nuestras leyes; pero existe.

Yo lo he visto lanzarse, con la mirada del espíritu, cual "fulguración silenciosa", como trascendencia que se entrega; en semejante circunstancia ve el espíritu, con deslumbrante claridad, lo que los ojos del cuerpo no ven, por muy dilatados que estén por la atención y a pesar de que subsista en ellos, después de todo, una especie de sensación residual.

Existe casi una contradicción permanente en hablar de este otro mundo, que está aquí y que está allí, como del "Reino de los Cielos" del evangelio, que puede hacerse inteligible sin palabras y visible sin figuras, que sorprende totalmente sin confundir; pero existe. Es más bello que lo que llamamos belleza, más luminoso que lo que llamamos luz; sería un grave error hacernos una representación fantasmal y descolorida del mismo, como si fuera menos concreto que nuestro mundo sensible.

Todos caminamos hacia este mundo donde se inserta la resurrección de los cuerpos; en él es donde se realizará, en un instante, esa parte esencial de nosotros mismos que se puso de manifiesto para unos por el bautismo, para otros por la intuición espiritual, para todos por la caridad; en él es donde volveremos a encontrar a los que creíamos haber perdido y están salvos. No entraremos en una forma etérea, sino en pleno corazón de la vida misma, y allí haremos la experiencia de aquella alegría inaudita que se multiplica por toda la felicidad que dispensa en torno a sí, y por el misterio central de la efusión divina (A. Frossard, Ce un altro mondo, Turín 1976, pp. 142s [trad. esp.: Hay otro mundo? Rialp, Madrid 1981]).

 

 

Día 22

Lunes de la séptima semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 19,1-8

1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo llegó a Éfeso después de haber recorrido las regiones montañosas. Allí encontró a algunos discípulos,

2 a quienes preguntó: - Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe? Ellos respondieron: - Ni siquiera hemos oído hablar de que exista un Espíritu Santo.

3 Él les dijo: - Pues qué bautismo habéis recibido? Ellos respondieron: - El bautismo de Juan.

4 Pablo les dijo: - Juan bautizaba para que se convirtieran, diciendo al pueblo que creyeran en el que iba a venir después de él, esto es, en Jesús.

5 Cuando oyeron esto se bautizaron en el nombre de Jesús, el Señor.

6 Entonces Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.

7 Eran unos doce hombres en total.

8 Durante tres meses, Pablo estuvo asistiendo a la sinagoga; allí hablaba del Reino de Dios con gran valentía y persuasión.

 

**• La espléndida ciudad de Éfeso se convierte, pues, en el punto de encuentro de diferentes corrientes del cristianismo primitivo, con las que hoy también se mide Pablo. También se las tiene que ver con discípulos, más o menos remotos de Juan el Bautista, que forman parte de un movimiento más bien amplio y, para nosotros, todavía misterioso. La docena de "discípulos" tienen, probablemente, un pie en el grupo del Bautista y otro en el grupo de Jesús. Pablo los catequiza mostrando que precisamente Juan había indicado la superioridad de Jesús. Se nota aquí el intento de clarificar la relación entre el bautismo de Juan y el de Jesús: el primero está ligado a la penitencia; el segundo, a la acción del Espíritu.

El enlace, el encuentro y, a veces, el desencuentro entre las diferentes corrientes y movimientos debieron de ser vivaces, aunque Lucas no nos proporciona –quizás porque carece de ellas- informaciones más precisas.

No sabemos si fue Pablo quien los bautizó, pero sí fue él quien les impuso las manos, renovando otro Pentecostés, como ya había sucedido en otras ocasiones, especialmente con Pedro y Juan en Samaría. El Espíritu, ligado al bautismo en el nombre del Señor Jesús, los colma de sus dones y hablan en lenguas y profetizan.

Apremia a Lucas mostrar, entre otras cosas, que Pablo, aunque no es uno de los Doce, tiene los mismos poderes que ellos. También desea mostrar que los "Hechos de Pablo" se asemejan a los "Hechos de Pedro". Además de con los discípulos del Bautista, Pablo se las tiene que ver también, en Éfeso, con la magia y con el paganismo, en el famoso episodio de la revuelta de los orfebres.

 

Evangelio: Juan 16,29-33

En aquel tiempo,

29 los discípulos dijeron a Jesús: Cierto, ahora has hablado claramente y no en lenguaje figurado.

30 Ahora estamos seguros de que lo sabes todo y de que no es necesario que nadie te pregunte; por eso creemos que has venido de Dios.

31 Jesús les contestó: - Ahora creéis?

32 Pues mirad, se acerca la hora, mejor dicho, ha llegado ya, en que cada uno de vosotros se irá a lo suyo y a mí me dejaréis solo. Aunque yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

33 Os he dicho todo esto para que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo. En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo: yo he vencido al mundo.

 

**• El fragmento comienza con algunas palabras entusiastas de los discípulos de Jesús: "Ahora has hablado claramente y no en lenguaje figurado" (v. 29). Piensan los discípulos que las palabras del Señor sobre su misión son ahora comprensibles, pero olvidan que les había dicho que la nueva era comenzaría después de la resurrección y que la comprensión de sus palabras tendría como maestro interior al Espíritu Santo. Creen tener ahora en sus manos el secreto de la persona de Jesús y poseer una fe adulta en Dios. Jesús tendrá que hacerles constatar, por el contrario, que su fe tiene que ser reforzada aún, porque es demasiado incompleta para hacer frente a las pruebas que les esperan (vv. 31s).

Son palabras que esconden una gran amargura: el Nazareno predice el abandono por parte de sus amigos. Éstos se escandalizarán por la suerte humillante que sufrirá su Maestro.

Con todo, Jesús nunca está solo. Vive siempre en unidad con el Padre. Por eso termina el coloquio con los suyos pronunciando palabras llenas de esperanza y de confianza: "Os he dicho todo esto para que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo. En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo; yo he vencido al mundo" (y. 33). Jesús ha vencido al mundo desarmándolo con el amor. Ha elegido lo que cuenta a los ojos de Dios y perdura en la vida, no lo efímero. Y este mensaje es el que deja a sus discípulos como "testamento espiritual".

 

MEDITATIO

La solidez de la relación con Dios emerge en la hora de la prueba, cuando nos encontramos solos ante Dios y, de improviso, se diluyen los apoyos humanos y las grandes ilusiones. Entonces es cuando se manifiesta dónde está apoyado de verdad tu corazón: en tus propias seguridades o en la Palabra del Señor, en el abandono total en él. La fe se purifica en las pruebas y en la soledad, y nos introduce en el camino de Jesús, que afirma: "Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo", y nos hace considerar seriamente las palabras de Jesús: "Tened ánimo, yo he vencido al mundo".

La prueba y las tribulaciones pertenecen también a un proceso de maduración, porque nos hacen entrar en nosotros mismos, desear el silencio; nos sumergen en la soledad, allí donde siempre podemos descubrir nuestra vocación de estar "solos con el Solo", de anclarnos en aquel que nunca nos abandonará, con aquel a quien, juntos, aclamamos en los Salmos a menudo como nuestra roca, nuestro refugio, nuestra defensa, nuestro baluarte, nuestro consuelo. En esos momentos estas palabras asumen una verdad, una evidencia y una fuerza particular, y nos sentimos crecer en la comprensión del misterio de la vida y de nuestra íntima relación con Dios.

 

ORATIO

Ilumina, Señor, mis noches con la luz discreta de tu presencia. No me abandones en mis soledades, cuando todo parece hundirse a mi alrededor y cuando las presencias más familiares se me vuelven extrañas y son incapaces de consolarme. Tú también sabes, Jesús mío, lo terrible que es la soledad, cuando hasta el Padre se te hacía imposible de encontrar y te sentiste abandonado por él. Por esta terrible desolación por la que pasaste, ven en ayuda de mis desiertos, no me abandones cuando me siento abandonado por los otros.

Tú que sudaste sangre, alivia mis heridas. Tú que has resucitado, haz fecunda de vida la sensación de inutilidad y abandono. Por tu santa agonía, por tu gloriosa lucha contra el sentido de la derrota, llena mis momentos terribles, las horas y los días de vacío, para que yo pueda experimentarte como mi dulce salvador.

 

CONTEMPLATIO

En una noche oscura

con ansias, en amores inflamada

¡oh dichosa ventura!,

salí sin ser notada,

estando ya mi casa sosegada;

a escuras y segura

por la secreta escala, disfrazada,

¡oh dichosa ventura!,

a escuras y encelada,

estando ya mi casa sosegada;

en la noche dichosa,

en secreto, que nadie me veía

ni yo miraba cosa,

sin otra luz y guía

sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz de mediodía

a donde me esperaba

quien yo bien me sabía,

en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!;

¡oh noche amable más que el alborada!

¡oh noche que juntaste

Amado con amada,

amada en el Amado transformada!

(Juan de la Cruz, Obras completas, BAC, Madrid 1994 14).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo" (Jn 16,32b).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Cuando te sientas solo, debes intentar descubrir la fuente de este sentimiento. Eres propenso a escapar de tu soledad o bien a permanecer en ella. Cuando huyes de ella, tu soledad no disminuye realmente: lo único que haces es obligarla a salir de tu mente de manera provisional. Cuando empiezas a permanecer en ella, tus sentimientos no hacen más que volverse más fuertes y te vas deslizando hacia la depresión. La tarea espiritual no consiste ni en huir de la soledad ni en dejarse anegar por ella, sino en descubrir su fuente. No resulta fácil de hacer, pero cuando se logra identificar de algún modo el lugar de donde brotan estos sentimientos, pierden algo de su poder sobre ti.

Esta identificación no es una tarea intelectual; es una tarea del corazón. Con él debes buscar ese lugar sin miedo. Se trata de una búsqueda importante, porque conduce a discernir algo de bueno sobre ti mismo. El dolor de tu soledad puede tener sus raíces en tu vocación más profunda. Podrías descubrir que tu soledad está ligada a tu llamada a vivir por completo para Dios. La soledad se puede revelar entonces como el otro lado de tu don único. En cuanto experimentes en tu "yo" más íntimo la verdad, podrás descubrir que la soledad no sólo es tolerable, sino también fecunda. Lo que de primeras parecía doloroso, puede convertirse después en un sentimiento que -aun siendo penoso- te abre el camino hacia un conocimiento todavía más profundo del amor de Dios (H. J. M. Nouwen, La voce dell'amore, Brescia 19972, pp. 58s [trad. esp.: La voz interior del amor, PPC, Madrid 1997]).

 

Día 23

 Martes de la séptima semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 20,17-27

En aquellos días,

17 desde Mileto, Pablo mandó a buscar a los responsables de la iglesia de Efeso.

18 Cuando llegaron, les dijo: - Vosotros sabéis cómo me he comportado con vosotros todo el tiempo desde el primer día de mi llegada a la provincia de Asia.

19 He servido al Señor con toda humildad y con lágrimas, en medio de las pruebas que me han ocasionado las asechanzas de los judíos,

20 y no he omitido nada de cuanto os podía ser útil. Os he dado avisos y enseñanzas en público y en privado,

21 he tratado de convencer a judíos y griegos para que se convirtieran a Dios y creyeran en Jesús, nuestro Señor.

22 Ahora, como veis, forzado por el Espíritu, voy a Jerusalén, sin saber qué es lo que me espera allí.

23 Eso sí, el Espíritu Santo me asegura en todas las ciudades por las que paso que me esperan prisiones y tribulaciones.

24 Pero nada me importa mi vida, ni es para mí estimable, con tal de llevar a buen término mi carrera y el ministerio que he recibido de Jesús, el Señor: dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.

25 Ahora sé que ninguno de vosotros, entre quienes pasé anunciando el Reino de Dios, volverá a verme.

26 Por eso, quiero deciros hoy que no me hago responsable de lo que os suceda en adelante.

28 Porque nunca dejé de anunciaros todo el designio de Dios.

 

*• Tras la sublevación de los orfebres de Éfeso, reemprende Pablo sus viajes. Pasa a Grecia, se detiene en Tróade (donde devuelve la vida a un muerto durante una larguísima vigilia eucarística) y a continuación baja a Mileto, en las cercanías de Éfeso, desde donde manda llamar a los responsables de esta Iglesia. Con ellos mantiene una amplia conversación. Se trata del tercer gran discurso de Pablo referido por Lucas: el primero reflejaba la predicación dirigida a los judíos (capítulo 13); el segundo, la dirigida a los paganos (capítulo 17), y el tercero, la dirigida a los pastores de la Iglesia. Se trata de un discurso clásico de despedida o de un "testamento espiritual". Está dotado de una gran densidad humana y de una notable levadura espiritual. Es natural que haya sido muy comentado.

En él emerge la estatura de un misionero dedicado en cuerpo y alma a la causa del servicio del Señor. Un servicio total, exclusivo y continuado, que usa como criterio no la aprobación de los hombres, sino el designio de Dios. Entre las muchísimas notas que podríamos comentar, hay tres características de la acción de Pablo que parecen llamar la atención de la mirada de manera evidente. La humildad en el servicio del Señor: se trata de una virtud desconocida en el mundo pagano, engrandecida y hecha apetecible por el ejemplo del Señor Jesús, que vino a servir y no a ser servido; el valor: Pablo ha anunciado el Evangelio "con lágrimas, en rnedio de las pruebas", sin dejarse condicionar por las oposiciones; el desinterés, no sólo trabajando con sus propias manos, sino impulsándose hasta decir: "Nada me importa mi vida, ni es para mí estimable, con tal de llevar a buen término mi carrera". El valor más importante es el Evangelio, no la conservación de la propia vida; para Pablo, lo más importante es lo que recogen las últimas palabras de la perícopa: "Nunca dejé de anunciaros todo el designio de Dios".

Para él personalmente, para Pablo, se perfila un futuro oscuro, un futuro cargado de prisiones y tribulaciones, iluminado por la certeza de ser "forzado por el Espíritu". Lo importante es "llevar a buen término mi carrera"; la evangelización es urgente, necesita impulso, empeño, concentración, dedicación exclusiva. Es demasiado importante como para no tomarla en serio. Lo es también para mí?

 

Evangelio: Juan 17,1-1 la

En aquel tiempo,

1 Jesús levantó los ojos y exclamó: - Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique.

2 Tú le diste poder sobre todos los hombres para que él dé la vida eterna a todos los que tú le has dado.

3 Y la vida eterna consiste en esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado.

4 Yo te he glorificado aquí en el mundo cumpliendo la obra que me encomendaste.

5 Ahora, pues, Padre, glorifícame con aquella gloria que ya compartía contigo antes de que el mundo existiera.

6 Yo te he dado a conocer a aquellos que tú me diste de entre el mundo. Eran tuyos, tú me los diste, y ellos han aceptado tu Palabra.

7 Ahora han llegado a comprender que todo lo que me diste viene de ti.

8 Yo les he enseñado lo que aprendí de ti, y ellos han aceptado mi enseñanza. Ahora saben, con absoluta certeza, que yo he venido de ti y han creído que fuiste tú quien me envió.

9 Yo te ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque te pertenecen.

10 Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.

11 Ya no estaré más en el mundo; ellos continúan en el mundo, mientras yo me voy a ti.

 

**• La primera parte de la "Oración sacerdotal" está compuesta por dos fragmentos (vv. 1-5 y vv. 6-1 la), unidos entre sí por el tema de la entrega de todos los hombres a Jesús por parte del Padre. Los w, 1-5 se concentran en la petición de la gloria por parte del Hijo. Estamos en el momento más solemne del coloquio entre Jesús y los discípulos. Jesús es consciente de que su misión está llegando a su término, y, con el gesto típico del orante -levantar los ojos al cielo, es decir, al lugar simbólico de la morada de Dios-, da comienzo a su oración.

Lo primero que pide es que su misión llegue a su culminación definitiva con su propia glorificación. Pero esa glorificación la pide sólo para glorificar al Padre (v. 2). Jesús ha recibido todo el poder del Padre, que ha puesto todas las cosas en sus manos, hasta el poder de dar la vida eterna a los que el Padre le ha confiado. Y la vida eterna consiste en esto: en conocer al único Dios verdadero y a aquel que ha sido enviado por él a los hombres, el Hijo (v. 3). Como es natural, no se trata de la vida eterna entendida como contemplación de Dios, sino de la vida que se adquiere a través de la fe. Ésta es participación en la vida íntima del Padre y del Hijo. De este modo, al término de su misión de revelador, profesa Jesús que ha glorificado al Padre en la tierra, cumpliendo en su totalidad la misión que le había confiado el Padre.

Jesús no quiere la gloria como recompensa, sino sólo llegar a la plenitud de la revelación con su libre aceptación de la muerte en la cruz. A continuación, piensa Jesús en sus discípulos, a quienes ha manifestado el designio del Padre. Éstos han respondido con la fe y así glorificarán al Hijo acogiendo la Palabra y practicándola en el amor.

 

MEDITATIO

"La vida eterna consiste en esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado" (Jn 17,3). Conocer al Dios de Jesucristo, conocer al Hijo y al Espíritu Santo, conocerlos no sólo con la mente, sino también con el corazón, conocerlos estando en comunión con ellos, conocerlos de modo que olvidemos todo lo demás: eso es la "vida eterna". Lo demás pertenece a las cosas que pasan, a la infinita vanidad del todo, a lo que carece de consistencia, a lo que tiene una vida efímera, a lo que no vale la pena aferrarse.

Mi vida ha de ser un continuo progreso en el conocimiento del Dios vivo y verdadero, un progreso en la sublime ciencia de Cristo, un caminar según el Espíritu, porque esta vida es ya vida eterna. Una vida, a veces, poco apetecible, porque la condición humana hay que vivirla en la carne y en la sangre, porque el mundo me envuelve y me condiciona, porque mi fe es todavía titubeante e insegura. Pero basta con que me detenga un poco a reflexionar en las palabras del Señor, basta con que invoque su Espíritu, para que reemprenda el camino hacia el inefable mundo de Dios y llegue a comprender la fortuna de haber escuchado, también hoy, estas palabras que me unen al Padre y al Hijo, en el vínculo del Espíritu, para pregustar algunas gotas del dulcísimo océano de la vida eterna.

 

ORATIO

Infunde en mi corazón, Señor, los dones de la ciencia y de la sabiduría, para que pueda conocerte cada vez mejor, para que pueda gustarte cada vez mejor, para que pueda amarte cada vez mejor, para que pueda poseerte cada vez mejor. Si me abandonas a mí mismo poco después de haber leído estas palabras luyas, consideraré más importante algo urgente que tenga que hacer y correré el riesgo de olvidarte.

Concédeme el don del consejo, para que te busque y te conozca incluso en medio de las ocupaciones que me esperan dentro de poco. Concédeme el don del discernimiento, para que pueda optar por ti en todas las cosas, según la enseñanza de tu Hijo. Concédeme ver brillar la luz de tu rostro en todo rostro humano, para que siempre te busque a ti y sólo a ti. Concédeme el instinto divino de buscar que seas glorificado y conocido, antes y más de lo que pueda serlo yo.

Y perdóname desde ahora si te olvido, si persigo de una manera impropia las cosas de esta tierra, si me lleno con frecuencia de nociones y sentimientos que no me unen a ti. No me abandones a mí mismo, Señor, porque tú eres mi vida, tú eres la vida eterna.

 

CONTEMPLATIO

Nosotros ya hemos llegado a la fe, ya hemos creído en las cosas divinas que hemos oído, y amamos a aquel en quien creemos. Ahora bien, cuando estamos oprimidos por preocupaciones vanas, nos encontramos en la oscuridad y en la confusión. Y en semejante estado, cuando el Señor nos sugiere sentimientos justos respecto a él, es como si nos hiciera oír su voz desde una nube, pero a él no le vemos. Son, ciertamente, cosas sublimes las que aprendemos de él, pero a aquel que nos instruye con sus secretas inspiraciones no le vemos aún.

Oímos las palabras de Dios dentro de nuestro corazón, sabemos con qué fidelidad y empeño debemos responder a su amor y, sin embargo, débiles como somos, volvemos a recaer, desde la cima de nuestra reflexión interior, en las cosas de costumbre y nos sentimos tentados por la fastidiosa inoportunidad de nuestros pecados. Con todo, tampoco en esos momentos nos abandona Dios: enseguida vuelve a aparecer en la mente, disipa las nieblas de las tentaciones, infunde la lluvia de la compunción y vuelve a traer el sol de la inteligencia penetrante. Y así nos demuestra cuánto nos ama, porque no nos abandona ni siquiera cuando le rechazamos (Gregorio Magno, Comentario moral a Job, XXX,4s).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "La vida eterna consiste en esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado" (Jn 17,3).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La pregunta que orienta, durante nuestra breve existencia, gran parte de nuestro comportamiento es la siguiente: "Quién soy?". Es posible que nos planteemos en raras ocasiones esta pregunta de modo formal, pero la vivimos de una manera muy concreta en las decisiones que hemos de tomar todos los días. Las tres respuestas que solemos dar, por lo general, son éstas: "Somos lo que hacemos, somos lo que los otros dicen de nosotros, somos lo que tenemos" o, con otras palabras: "Somos nuestro éxito, nuestra popularidad, nuestro poder".

Es importante que nos demos cuenta de la fragilidad de una vida que dependa del éxito, de la popularidad y del poder. Su fragilidad deriva del hecho de que los tres son factores externos, unos factores que podemos controlar de un modo bastante limitado. Perder el trabajo, la fama o la riqueza depende a menudo de acontecimientos que escapan por completo a nuestro control; ahora bien, cuando dependemos de ellos, nos hemos malvendido al mundo, porque somos lo que el mundo nos da. Y la muerte nos quita todo eso. La afirmación final se convierte en ésta: "Cuando muramos, estaremos muertos", porque cuando muramos no podremos hacer ninguna otra cosa, la gente ya no hablará de nosotros y ya no tendremos nada. Cuando seamos lo que el mundo hace de nosotros, no podremos ser después de haber dejado este mundo.

Jesús vino a anunciarnos que una identidad basada en el éxito, en la popularidad y el poder es una falsa identidad: es una ilusión. Jesús dice alto y fuerte: "No seáis lo que el mundo hace de vosotros, sino hijos de Dios" (H. J. M. Nouwen, Vivere nello Spirito, Brescia 19984, pp. 131s).

 

 

Día 24

Miércoles de la séptima semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 20,28-38

En aquel tiempo, decía Pablo a los responsables de la Iglesia de Efeso:

28 Cuidad de vosotros mismos y de todo el rebaño, pues el Espíritu Santo os ha constituido pastores para apacentar la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su propio Hijo.

29 Yo sé que, después de mi partida, entrarán en medio de vosotros lobos crueles, que no perdonarán al rebaño.

30 Incluso de entre vosotros mismos saldrán algunos difundiendo doctrinas perniciosas, para arrastrar a los discípulos detrás de ellos.

31 Por eso, estad alerta y acordaos de que durante tres años, noche y día, no me cansé de amonestar con lágrimas a cada uno de vosotros.

32 Ahora os encomiendo a Dios y a su Palabra de gracia, que tiene fuerza para que crezcáis en la fe y para haceros partícipes de la herencia reservada a los consagrados.

33 A nadie he pedido plata, oro o vestidos.

34 Bien sabéis que con el trabajo de mis manos he ganado lo necesario para mí y para mis compañeros.

35 Siempre os he mostrado que es así como se debe trabajar para poder socorrer a los débiles, recordando las palabras de Jesús, el Señor, que dijo: "Hay más felicidad en dar que en recibir".

36 Cuando terminó de hablar, se puso de rodillas y oró con todos ellos.

37 Todos rompieron a llorar, abrazaban a Pablo y le besaban.

38 Estaban apenados sobre todo porque les había dicho que no le volverían a ver más. Después le acompañaron hasta el barco.

 

>*• Pablo se dirige a los responsables -presbíteros y obispos- de la Iglesia, es decir, a los "pastores" encargados de "apacentar la Iglesia de Dios". En vez de especificar el contenido de estas funciones, insiste en el deber de la vigilancia.

Se perfilan muchos peligros en el horizonte, peligros desde el exterior y peligros desde el interior. Peligros, sobre todo, de difusión de falsas doctrinas, obra de "lobos crueles". La Iglesia de Dios es una realidad preciosa porque ha sido adquirida "con la sangre de su propio Hijo", de ahí la gran responsabilidad de los que la presiden.

El pastor debe vigilar "noche y día", "con lágrimas", primero a sí mismo y después a los otros, para preservar su propio rebaño de los enemigos. Pablo esboza aquí, en pocas palabras, las grandes responsabilidades de la vida del pastor.

Consciente de que está pidiendo mucho, y casi para tranquilizarlos, los confía "a Dios y a su Palabra de gracia, que tiene fuerza para que crezcáis en la fe y para haceros partícipes de la herencia reservada a los consagrados". Parecería más lógico que confiara la Palabra a los responsables; sin embargo, confía los responsables a la Palabra, porque es ella la que tiene fuerza para que crezcan en la fe y para hacerles partícipes de la herencia reservada a los santos.

Y, para terminar, otro recuerdo de su desinterés personal destinado a los pastores, para que se esmeren también en el desinterés en su ministerio. Cita una máxima que no se encuentra en los evangelios, pero que Pablo pudo haber recogido de viva voz en boca de los testigos.

Concluye aquí el ciclo de la evangelización dirigida al mundo griego. Nuevas fatigas y pruebas esperan ahora a Pablo, quien siente que entra en una fase diferente de su apasionada vida de apóstol.

 

Evangelio: Juan 17,11b-19

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró de este modo:

11 Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno.

12 Mientras yo estaba con ellos en el mundo, yo mismo guardaba, en tu nombre, a los que me diste. Los he protegido de tal manera que ninguno de ellos se ha perdido, fuera del que tenía que perderse para que se cumpliera lo que dice la Escritura.

13 Ahora, en cambio, yo me voy a ti. Si digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo es para que ellos puedan participar plenamente en mi alegría.

14 Yo les he comunicado tu mensaje, pero el mundo los odia, porque no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo.

15 No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno.

16 Ellos no pertenecen al mundo como tampoco pertenezco yo.

17 Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.

18 Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí.

19 Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que también ellos se ofrezcan enteramente a ti, por medio de la verdad.

 

**• El fragmento incluye la segunda parte de la "Oración Sacerdotal" de intercesión que Jesús, como Hijo, dirige al Padre. Tiene como objeto la custodia de la comunidad de los discípulos, que permanecen en el mundo.

El texto se divide en dos partes: al comienzo se desarrolla el tema del contraste entre los discípulos y el mundo (vv. 1 lb-16); a continuación se habla de la santificación de éstos en la verdad (vv. 17-19). Si, por una parte, emerge la oposición entre los creyentes y el mundo, por otra se manifiesta con vigor el amor del Padre en Jesús, que ora para que los suyos sean custodiados en la fe.

En el primer fragmento pasa revista Jesús a varios temas de manera sucesiva: la unidad de los suyos (v. 11b), su custodia a excepción "del que tenía que perderse" (v. 12), la preservación del maligno y del odio del mundo (vv. 14s). En el segundo fragmento, Jesús, después de haber pedido al Padre que defienda a los suyos del maligno (v. 15) y después de haber subrayado en negativo su no pertenencia al mundo (vv. 14.16), pide en positivo la santificación de los discípulos: "Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad" (v. 17). Le ruega así al Padre, al que ha llamado "santo" (v. 11b), que haga también santos en la verdad a los que le pertenecen. Los discípulos tienen la tarea de prolongar en el mundo la misma misión de Jesús. Ahora bien, éstos, expuestos al poder del maligno, necesitan, para cumplir su misión, no sólo la protección del Padre, sino también la obra santificadora de Jesús.

 

MEDITATIO

Estamos frente a un fragmento en el que Jesús aparece particularmente preocupado por el poder del mundo y por su posible influencia en sus discípulos. En el mundo actúa el maligno con su espíritu de mentira, belicosamente contrario a la verdad, que es Cristo. La posición de los discípulos es delicada; deben permanecer en el mundo, sin quedar contaminados por el mismo.

Estarán apoyados por su oración, por su palabra y por su Espíritu. En consecuencia, no deben temer. Y añade Agustín: "Qué quiere decir: "Por ellos me santifico yo mismo", sino que yo los santifico en mí mismo en cuanto ellos son yo? En efecto, habla de aquellos que constituyen los miembros de su cuerpo".

Todo esto nos induce a reflexionar, una vez más, sobre el poder del mundo, aunque también sobre su debilidad: poder para quien se deja seducir, debilidad para quien se deja guiar íntimamente por la Palabra de Jesús y conducir por su Espíritu. Es posible que en estos años hayamos infravalorado al "mundo", una palabra que se ha vuelto ambigua, que indica, unas veces, el lugar de la acción del Espíritu y de los signos de los tiempos y, otras, el lugar donde se desarrolla el eterno conflicto entre el maligno y Jesús. La Palabra de Jesús y su Espíritu nos ayudan a discernir los distintos rostros del mundo, a distinguir las llamadas del Espíritu de los sutiles engaños del maligno, los mensajes de Dios de la mentira del enemigo.

Esto es tanto más seguro en la medida en que la Palabra y el Espíritu no son asumidos y casi gestados individualmente, sino acogidos dentro de la comunidad de los discípulos, que forman la santa comunión de la Iglesia.

 

ORATIO

Me impresiona, Señor, tu insistencia en la peligrosidad del mundo. Y me doy cuenta de que hoy también tenemos necesidad de esta puesta en guardia. Y yo el primero de todos. El mundo de la libertad, de la igualdad de oportunidades para todos, para todas las religiones, para todas las opiniones, para todos los modos de vida, tiene su encanto, porque, a fin de cuentas, es el mundo de la tolerancia, de la laicidad, de la libertad para todos.

Pero es también el mundo donde están admitidas todas las "transgresiones", donde todas las modas, hasta las más perversas y detestables, son presentadas como normales, donde toda la prensa tiene derecho a la libre circulación...

Confíame, Señor, a tu Palabra. Recuérdame que no soy de este mundo, que te pertenezco a ti. Santifícame en tu verdad, asimílame a tu mentalidad, a tu vida. Tú, que has orado por mí, hazme santo en tu verdad, para que camine siempre por tus caminos y use de este mundo como lo harías tú.

CONTEMPLATIO

"No pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo" (.ln 17,14). Esta separación de los discípulos respecto al mundo es llevada a cabo por la gracia que los ha regenerado, en cuanto que, por su generación natural, pertenecen al mundo, y por eso había dicho el Señor antes: "No pertenecéis al mundo, porque yo os elegí y os saqué de él" (Jn 15,19). La gracia les ha concedido no pertenecer más al mundo, del mismo modo que no forma parte de él el Señor, que los ha liberado. El Señor no perteneció nunca al mundo, porque, incluso en su forma de siervo, nació del Espíritu Santo, de ese Espíritu del que renacerán los discípulos. Éstos, repito, no son ya del mundo, porque han renacido del Espíritu Santo (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 108,1).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Ellos no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo" (Jn 17,16).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

"Estar en el mundo sin ser del mundo." Esta frase es una hermosa síntesis del modo en que habla Jesús de la vida espiritual. Es una vida en virtud de la cual el Espíritu de amor nos transforma por completo. Sin embargo, es una vida en la que todo parece cambiado.

La vida espiritual puede ser vivida de tantos modos como personas hay. La novedad consiste en haberse desplazado desde la multitud de las cosas al Reino de Dios. Consiste en haber sido liberados de las constricciones del mundo y en haber encaminado nuestros corazones hacia lo único necesario.

La novedad consiste en el hecho de que no vivamos ya los muchos negocios, nuestra relación con la gente y los acontecimientos como causas de preocupaciones sin fin, sino que empecemos a considerarlos como la rica variedad de los modos a través de los cuales se hace presente Dios en medio de nosotros. Nuestros conflictos y dolores, los deberes y las promesas, nuestras familias y nuestros amigos, las actividades y los proyectos, las esperanzas y las inspiraciones, no se nos presentan ya como otros tantos aspectos fatigosos de una realidad que difícilmente logramos mantener ¡untos, sino como modalidad de afirmación y de revelación de la nueva vida del Espíritu que está en nosotros. "Todo lo demás", que antes nos ocupaba y nos preocupaba tanto, ahora se convierte en don o desafío que refuerza o profundiza la nueva vida que hemos descubierto (H. J. M. Nouwen, Invito a la vita spirituale, Brescia 2002, pp. 44ss).

 

 

Día 25

Jueves de la séptima semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 22,30; 23,6-11

22,30 Al día siguiente, queriendo averiguar exactamente de qué le acusaban los judíos, el tribuno hizo que lo desatasen y mandó reunir a los jefes de los sacerdotes y a todo el Sanedrín; sacó después a Pablo y lo presentó delante de ellos.

23,6 Como Pablo sabía que parte de ellos eran saduceos y parte fariseos, gritó en el Sanedrín: - Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me juzgan por creer en la resurrección de los muertos.

7 Al decir él esto, se produjo una discusión entre los fariseos y los saduceos y se dividió la asamblea.

8 Pues los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos creen en todo eso.

9 Así que se produjo un griterío inmenso. Algunos maestros de la Ley del partido de los fariseos se pusieron en pie y afirmaron enérgicamente: - Nosotros no encontramos nada malo en este hombre. Y si le ha hablado un espíritu o un ángel?

10 Como la discusión se hacía cada vez más fuerte, el tribuno tuvo miedo de que despedazaran a Pablo y ordenó a los soldados que bajaran, para sacarlo de allí y llevarlo al cuartel.

11 La noche siguiente, el Señor se le apareció y le dijo: - Ten ánimo, pues tienes que dar testimonio de mí en Roma igual que lo has dado en Jerusalén.

 

**• Es el segundo discurso de Pablo en su nueva condición de prisionero. Había subido a Jerusalén para visitara aquella comunidad y había seguido, con "incauta" condescendencia, el consejo de Santiago de subir al templo. Lo descubren en él y, si no hubiera sido salvado por el tribuno romano, que le permite hablar a la muchedumbre, casi le cuesta la vida. De este modo tiene ocasión de contar, una vez más, su conversión, relato al que siguió una nueva intervención del tribuno romano ordenando a los soldados que lo llevaran al cuartel. Una vez allí, Pablo declara su ciudadanía romana.

Al día siguiente le llevan ante el Sanedrín, donde pronuncia este habilidoso discurso. Pablo juega con las divisiones entre fariseos y saduceos a propósito de la resurrección de los muertos. Con ello despierta un furor teológico que les hace llegar a las manos. Los fariseos, superando la prudente posición del mismo Gamaliel, se alinean con Pablo y en contra del adversario común. Los romanos tienen que salvar otra vez al apóstol. La particular belicosidad de los judíos -belicosidad que se verifica en esta visita de Pablo- es un indicador de la tensión nacionalista que estaba subiendo en el ambiente: todo lo que tenía visos de amenazar la identidad nacional era rechazado, hasta el punto de llegar a la abierta rebelión contra Roma.

Son páginas que reproducen el clima de exasperación nacionalista que conducirá al drama de la destrucción de la ciudad. Pablo es consolado y tranquilizado de nuevo sobre su alta misión de "testigo", no sólo en Jerusalén, sino en el mismo corazón del mundo conocido. Fue una vida heroica la de Pablo, empleada exclusivamente al servicio del evangelio.

 

Evangelio: Juan 17,20-26

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y oró de este modo:

20 No te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que creerán en mí por medio de su palabra.

21 Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado.

22 Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros.

23 Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado y que les amas a ellos como me amas a mí.

24 Padre, yo deseo que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo.

25 Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo, en cambio, te conozco y todos éstos han llegado a reconocer que tú me has enviado.

26 Les he dado a conocer quién eres, y continuaré dándote a conocer para que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos y yo mismo esté en ellos.

 

**• En la tercera parte de su "Oración sacerdotal" dilata Jesús el horizonte. Antes había invocado al Padre por sí mismo y por la comunidad de los discípulos. Ahora su oración se extiende en favor de todos los futuros creyentes (vv. 20-26). Tras una invocación general (v. 20), siguen dos partes bien distintas: la oración por la unidad (vv. 21-23) y la oración por la salvación (vv. 24-26).

Jesús, después de haber presentado a las personas por las que pretende orar, le pide al Padre el don de la unidad en la fe y en el amor para todos los creyentes. Esta unidad tiene su origen y está calificada por "lo mismo que" (= kathós), es decir, por la copresencia del Padre y del Hijo, por la vida de unión profunda entre ellos, fundamento y modelo de la comunidad de los creyentes. En este ambiente vital, todos se hacen "uno" en la medida en que acogen a Jesús y creen en su Palabra. Este alto ideal, inspirado en la vida de unión entre las personas divinas, encierra para la comunidad cristiana una vigorosa llamada a la fe y es signo luminoso de la misma misión de Jesús. La unidad entre Jesús y la comunidad cristiana se representa así como una inhabitación: "Yo en ellos y tú en mí" (v. 23a). En Cristo se   realiza,por tanto, el perfeccionamiento hacia la unidad.

A continuación, Jesús manifiesta los últimos deseos en los que asocia a los discípulos los creyentes de todas las épocas de la historia, y para los cuales pide el cumplimiento de la promesa ya hecha a los discípulos (v. 24).

En la petición final, Jesús vuelve al tema de la gloria, recupera el de la misión, es decir, el tema de hacer conocer al Padre (vv. 25s), y concluye pidiendo que todos sean admitidos en la intimidad del misterio, donde existe desde siempre la comunión de vida en el amor entre el Padre y el Hijo. La unidad con el Padre, fuente del amor, tiene lugar, no obstante, en el creyente por medio de la presencia interior del Espíritu de Jesús.

 

MEDITATIO

"Que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado" (Jn 17,21): la "prueba" de que Jesús no es un charlatán, ni uno de tantos profetas, sino el enviado de Dios, está confiada a la fraternidad entre los discípulos. La fraternidad es el signo por excelencia del origen divino del cristianismo: eso es lo que dicen las palabras del Señor. Construir fraternidad es la apologética más segura y autorizada.

Las palabras del Señor son claras, y vinculan la credibilidad del cristianismo a su capacidad de promover la fraternidad. Esa capacidad se manifiesta allí donde los hombres y mujeres ponen su empeño en vivir como hermanos y hermanas, allí donde se tiene como sumo ideal aceptarse como cada uno es para tender a la unidad, allí donde no se busca sobresalir, imponer, rivalizar, emerger, sino ayudarse, comprenderse, apoyarse; allí donde la benevolencia constituye un programa prioritario; allí donde se ponen las bases para una recuperación de la credibilidad del cristianismo.

Estas palabras han sido y son olvidadas con mucha frecuencia. Eso ha tenido como consecuencia que en la vida espiritual, en la misión, en la pastoral, se han cultivado otros ideales. Otra consecuencia ha sido el escaso carácter incisivo de esos programas, a los que el Señor no ha garantizado el valor de "signo probatorio" de su origen divino ni del origen divino de su mensaje.

 

ORATIO

¡Qué ciego estoy, Señor! Tus palabras pasan por encima de mí como si fueran piedras, sin dejar un signo permanente.

La razón de ello es que me he comprometido en mil cosas, y he olvidado lo que tú consideras prioritario para promover tu reino. He intentado hacer mucho, pero me he olvidado de sumergirme en la fraternidad, que es lo que tú, sin embargo, consideras como tu signo.

He de reconocerlo, Señor: con frecuencia tu mensaje no emerge, y no lo hace porque no brotan comunidades fraternas perfectamente realizadas. Señor, abre mis ojos para comprender el misterio de la fraternidad, la fuerza misionera de la comunión, capaz de vencer los recelos y las resistencias. Ayúdame a creer en el milagro de la fraternidad como punto de partida para toda misión. Ayuda a los cristianos a redescubrir el alcance revolucionario de estas palabras tuyas, para que se comprometan en este proyecto, que es, con toda seguridad, el tuyo. Otros proyectos son, probablemente, demasiado humanos.

 

CONTEMPLATIO

Revestidos del hábito religioso a los ojos de todos, hemos venido desde situaciones sociales diferentes para vivir juntos nuestra fe y escuchar la Palabra del Señor omnipotente, y, pecadores en diferentes grados, nos hemos reunido hasta formar un solo corazón en la santa Iglesia, de tal modo que se ve realizado con claridad lo que dice Isaías anunciando la Iglesia: "Serán vecinos el lobo y el cordero" (Is 11,6).

Sí, gracias a las entrañas de la santa caridad, el lobo vivirá junto al cordero, porque aquellos que en el mundo eran rapaces conviven en paz con los bondadosos y mansos. El leopardo se tumba junto al chivo porque un hombre, abigarrado por las manchas de sus pecados, acepta humillarse junto con quien se desprecia y se reconoce pecador (Gregorio Magno, Homilías sobre Ezequiel, II, 4,3).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado" (Jn 17,21).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Jesús nos revela que hemos sido llamados por Dios para ser testigos vivos de su amor, y llegamos a serlo siguiendo a Jesús y amándonos los unos a los otros como él nos ama. Qué supone todo esto para el matrimonio, para la amistad, para la comunidad? Supone que la fuente del amor que sostiene las relaciones no son los que las viven, sino Dios, que los llama al mismo tiempo. Amarse el uno al otro no significa aferrarse al otro para estar seguros en un mundo hostil, sino vivir ¡untos de tal modo que cada uno pueda reconocernos como personas que hacen visible el amor de Dios en el mundo.

No sólo toda paternidad y maternidad proceden de Dios, sino que también proceden de él toda amistad, toda asociación en matrimonio y toda comunidad. Cuando vivimos como si las relaciones humanas fueran sólo de naturaleza humana y, por consiguiente, sujetas a las transformaciones y a los cambios de las normas y de las costumbres, no podemos esperar otra cosa que la inmensa fragmentación y alienación que caracterizan a nuestra sociedad. Pero cuando invoquemos a Dios y lo reclamemos constantemente como fuente de todo amor, descubriremos el amor como un don de Dios a su pueblo (H. J. M. Nouwen, Vivere nello Spirito, 19984, pp. 125s). 

 

 

Día 26

Viernes de la séptima semana de pascua o 26 de mayo, festividad de

san Felipe Neri

 

Felipe Neri nació en Florencia en 1515. A los veinte años se fue a Roma con la intención de vivir como laico y eremita. Sin embargo, su afabilidad y alegría le rodearon pronto de jóvenes, convirtiéndose en un educador paterno e incisivo de los mismos. Fue el verdadero apóstol de Roma, que, gracias sobre todo a su acción, mejoró considerablemente su rostro cristiano.

Alma de artista, promovió la música, especialmente el "oratorio". Fundó asimismo una modalidad original de vida consagrada a la que dio el nombre de "oratorio". Fue un hombre de oración intensa, director espiritual, confesor iluminado, místico, amigo y consejero de papas. Murió en la noche del Corpus Christi de 1595.

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 25,13-21

13 Algunos días después, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesárea a saludar a Festo.

14 Como se detuvieron allí muchos días, Festo expuso al rey el asunto de Pablo: - Hay aquí un hombre que Félix me dejó encarcelado.

15 Cuando estuve en Jerusalén, los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos me presentaron una acusación contra él pidiendo su condena.

16 Yo les respondí que los romanos no acostumbran a entregar a ningún hombre antes que el acusado comparezca ante los acusadores y tenga oportunidad de defenderse de la acusación.

17 Reunidos, pues, aquí sin demora alguna, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a ese hombre.

18 Los acusadores comparecieron, pero no presentaron ninguno de los cargos que yo sospechaba.

19 Sólo le acusaban de ciertas cuestiones referentes a su propia religión y a un tal Jesús, ya muerto y que, según Pablo, está vivo.

20 Perplejo yo ante cuestiones de este tipo, le dije si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí.

21 Pero entonces Pablo solicitó que se le reservara para el juicio de Augusto. Así que he ordenado que lo dejen en la cárcel hasta que se presente la oportunidad de remitirlo al César.

 

**• Han pasado dos años y Pablo sigue prisionero. Pero también ha llegado Festo, un magistrado mucho más honesto y solícito que el anterior. La lectura presenta una de las muchas vicisitudes por las que pasa el prisionero Pablo, que no pierde ocasión para anunciar lo que, para él, es lo más importante, incluso ante el rey y los príncipes, por muy indignos y poco ejemplares que sean, como la incestuosa pareja formada por Agripa y Berenice. El procurador Festo había comprendido bien el núcleo de la cuestión: lo que separaba a los judíos de Pablo no era una doctrina, sino un hecho, mejor aún: el testimonio sobre el hecho de la resurrección de Jesús.

Lucas parece un admirador del sistema jurídico romano e incluso saca a la luz algunos de sus principios rectores. Y pone de manifiesto la prontitud para explotar en favor del Evangelio este admirado ordenamiento jurídico. Pablo podrá ir a Roma gracias a su apelación al César. Irá como prisionero, es verdad, pero irá a Roma. Es interesante leer la continuación del relato, donde se presenta el encuentro de Pablo con la extraña pareja y con el representante del Imperio romano: también ellos están interesados en el asunto de Jesús y convierten la resurrección en tema de conversación. El valor de Pablo, que no teme exponerse, obliga a todo tipo de personas a ponerse frente al hecho de la resurrección, que ahora se ha convertido en el motivo fundador del nuevo camino de salvación.

 

Evangelio: Juan 21,15-19

En aquel tiempo, una vez se hubo manifestado a los discípulos,

15 después de comer, Jesús preguntó a Pedro: - Simón, hijo de Juan, me amas más que éstos? Pedro le contestó: - Sí, Señor, tú sabes que te amo. Entonces Jesús le dijo: - Apacienta mis corderos.

16 Jesús volvió a preguntarle: - Simón, hijo de Juan, me amas? Pedro respondió: - Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: - Cuida de mis ovejas.

17 Por tercera vez insistió Jesús: - Simón, hijo de Juan, me amas? Pedro se entristeció, porque Jesús le había preguntado por tercera vez si le amaba, y le respondió: - Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo. Entonces Jesús le dijo: - Apacienta mis ovejas.

18 Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te ceñías el vestido e ibas adonde querías; mas, cuando seas viejo, extenderás los brazos y será otro quien te ceñirá y te conducirá adonde no quieras ir.

19 Jesús dijo esto para indicar la clase de muerte con la que Pedro daría gloria a Dios. Después añadió: - Sígueme.

 

*•• La perícopa está totalmente centrada en la figura de Simón Pedro. El evangelista, con dos pequeños fragmentos discursivos, especifica cuál es el papel del apóstol en la comunidad eclesial: ha sido llamado para desempeñar el ministerio de pastor (vv. 15-17) y para dar testimonio con el martirio (vv. 18s). De ahí que el Señor, antes de confiar a Pedro el encargo pastoral de la Iglesia, le exija una confesión de amor. Ésa es la condición indispensable para poder ejercer una función de guía espiritual. Y el Señor requiere el amor de Pedro tres veces (vv. 15.16.17), con un ritmo creciente.

La insistencia de Jesús en el amor ha de ser leída como condición para establecer la relación de intimidad filial que Pedro debe mantener con el Señor. Antes que en cualquier dote humana, el ministerio pastoral de Pedro se basa en una confiada comunión interior y no en un puesto de prestigio o de poder: una intimidad que no puede ser apreciada con medidas humanas, sino que es reconocida por el Señor mismo, que escruta el corazón. Y el Hijo de Dios, que conoce bien el ánimo del apóstol, le responde confiándole la misión de apacentar a su rebaño: "Apacienta mis ovejas" (v. 17c).

Al ministerio pastoral le sigue después el testimonio del martirio. También Pedro debe refrendar su amor a Jesús con la entrega de su vida (cf. Jn 15,13). El fragmento concluye con algunas palabras redactadas por el autor sobre el tema del seguimiento. La misión de la Iglesia y de todos sus discípulos es siempre la del seguimiento de Jesús, único modelo de vida.

 

MEDITATIO

La amable figura del "santo de la alegría" conserva intacta la irresistible atracción que ejercía en cuantos se acercaban a él para aprender a conocer y experimentar las fuentes auténticas de la alegría cristiana.

En efecto, cuando recorremos la biografía de san Felipe Neri, nos sorprende y fascina el modo alegre y amable con el que sabía educar, acercándose fraternal y pacientemente a todos. Como es sabido, este santo solía recoger sus enseñanzas en breves y amenas máximas: "Estad quietos, si podéis", "escrúpulos y melancolía, fuera de mi casa", "sed humildes y no altaneros", "el hombre que no hace oración es un animal sin palabra" y -llevándose la mano a la frente- "la santidad consiste en tres dedos de frente". En la ingeniosidad de éstos y otros muchos "dichos" se puede apreciar el conocimiento agudo y realista que había ido adquiriendo de la naturaleza humana y de la dinámica de la gracia. En estas enseñanzas rápidas y concisas traducía la experiencia de su larga vida y la sabiduría de un corazón en el que moraba el Espíritu Santo.

Para la espiritualidad cristiana, estos aforismos se han convertido en una especie de patrimonio sapiencial. San Felipe, abierto a las exigencias de la sociedad de su tiempo, no rechazó ese anhelo de alegría, sino que se esforzó por dar a conocer su verdadero manantial, que había descubierto en el mensaje evangélico. La palabra de Cristo es la que modela el rostro auténtico del hombre, revelando los rasgos que hacen de él un hijo amado por el Padre, acogido como hermano por el Verbo encarnado, y santificado por el Espíritu Santo. Las leyes del Evangelio y los mandamientos de Cristo conducen a la alegría y a la felicidad: ésta es la verdad que san Felipe Neri proclamaba a los jóvenes con los que se encontraba en su trabajo apostólico diario (Juan Pablo II, con ocasión del cuarto centenario de la muerte de san Felipe Neri, 1995).

 

ORATIO

Algunas jaculatorias de san Felipe Neri:

- Aún no te conozco Jesús, porque no te busco.

- Desconfío de mí mismo y confío en ti, Jesús mío.

- Jesús mío, ya te lo he dicho: si no me ayudas, nunca haré nada bien.

- Si no me ayudas, Jesús mío, estoy arruinado.

- Señora bendita, concédeme la gracia de que me acuerde siempre de tu virginidad.

- Virgen Madre, ruega por mí a Jesús.

 

CONTEMPLATIO

No es tiempo de dormir, porque el paraíso no está hecho para los holgazanes.

Hijitos, vivid con alegría: no quiero escrúpulos, ni melancolías; me basta con que no cometáis pecados.

La melancolía y la mente turbada acarrean gran daño al espíritu, mientras que la alegría conforta el corazón y hace que se persevere mejor en la buena vida. Por eso, el siervo de Dios debería estar siempre alegre.

No hay que amar a Dios por interés, sino por puro amor, amándole incluso sin ningún gusto sensible, porque así merece ser amado.

No se puede ganar el alma y la ropa del otro. Y quien quiera el fruto de las almas que prescinda de las bolsas.

Es preciso decir con san Pablo: "No quiero vuestras cosas, sino a vosotros" (algunos dichos de san Felipe Neri).

 

ACTIO

Repite hoy esta máxima entrañable a san Felipe Neri: "Escrúpulos y melancolía, fuera de mi casa".

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

"El santo de la alegría", "el santo humorista", dijo Goethe. El apóstol de Roma desbarata los estereotipos tradicionales de la santidad. En una época en la que la reforma tridentina imponía una, disciplina rigurosa, empleando para tal fin el Santo Oficio, el índice, la Inquisición, Felipe Neri tranquilizaba, consolaba y atraía al camino de Dios "con gran alegría y facilidad" a quienes se confiaban a él.

Entre todos los santos que contribuyeron a la reforma tridentina, la figura de Felipe Neri es la más pintoresca y cautivadora. Se trata de un hombre que suscita entusiasmo. Su humor, su vena bromista, su tendencia natural a la alegría -muy diferentes de las prácticas austeras de la época-, hicieron que encontrara muchos discípulos. No cabe duda de que aquella alegría le venía de la conciencia continua de la presencia de Dios. Pero antes de comprender la profundidad de su espiritualidad y de conocer los dones y favores místicos con los que había sido colmado, se siente uno conquistado por sus dones naturales: una suavidad radiante, una mezcla de perspicacia y de payasadas, una gran sensibilidad musical y un profundo amor por la belleza de la naturaleza, un realismo pleno de sabiduría y de sentido práctico. Como la melancolía es mala consejera, puso la alegría en el primer puesto, junto a la sencillez y a la dulzura: nada de austeridad desalentadora, sino piedad afectiva, caridad, asambleas calurosas.

En el clima de la reforma católica romana, en cuyo servicio trabajaron hombres fuertes, vigorosos y, en ocasiones, implacables, como Pablo IV, san Ignacio de Loyola, san Carlos Borromeo o san Pío V, Felipe Neri se abrió un camino original. Humanizó la religión inventando un modelo de confianza y de moderación al que se han vuelto con interés los siglos posteriores (J. Delumeau [ed.], Storia dei Santi e della Santitá cristiana, Milán 1991, VIII, pp. 99ss).

 

 

Día 27

Sábado de la séptima semana de pascua

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 28,16-20.30-31

16 Cuando entramos en Roma, se permitió a Pablo quedarse en una casa particular, con un soldado que lo custodiase.

17 Tres días después, Pablo convocó a los dirigentes de los judíos. Cuando llegaron, les dijo: - Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros antepasados, fui detenido en Jerusalén y entregado a los romanos.

18 Ellos, después de interrogarme, quisieron ponerme en libertad, ya que no había contra mí ningún cargo que mereciera la muerte.

19 Pero como los judíos se opusieron a ello, me vi obligado a apelar al César, aunque sin intención de acusar a mi pueblo.

20 Éste es, pues, el motivo de haberos llamado. Quería veros y conversar con vosotros, pues a causa de la esperanza de Israel llevo estas cadenas.

30 Pablo estuvo dos años enteros en una casa alquilada por él, y allí recibía a todos los que iban a verle.

31 Podía anunciar el Reino de Dios y enseñar cuanto se refiere a Jesucristo, el Señor, con toda libertad y sin obstáculo alguno.

 

*•• Entre la lectura de ayer y la de hoy está por medio el agitado viaje de Pablo: desde Cesárea a la isla de Creta, los catorce días de tempestad, la estancia en Malta, el viaje de Malta a Roma, la cálida acogida por parte de los hermanos. El fragmento de hoy es un resumen de su actividad en Roma, donde Pablo puede vivir en "régimen de libertad vigilada" en una casa privada. Comienza, como siempre, la predicación a los judíos con resultados alternos, podía "anunciar el Reino de Dios y enseñar cuanto se refiere a Jesucristo, el Señor, con toda libertad y sin obstáculo alguno".

Lucas ha alcanzado su objetivo: la carrera de la Palabra es imparable; el Evangelio ha llegado al corazón del mundo, es predicado con toda libertad y sin obstáculo alguno "hasta los confines de la tierra". Nada ha podido ni podrá detenerlo. Pablo es uno de los muchos testigos de Jesús, un campeón ejemplar, heroico y dotado de autoridad, pero no el único. Las vicisitudes personales de Pablo no parecen interesar demasiado a Lucas, que corta aquí su relato, sin informarnos sobre la suerte del campeón: lo que le importa de verdad es que Pablo haya culminado su propia misión, una misión que es la de todo cristiano, a saber: ser testigo de la resurrección, tener el valor de anunciarla por doquier, convertir cada situación, aun la más improbable, en una ocasión para decir que Jesús es el Señor y el Salvador. "La Palabra de Dios no está encadenada" (2 Tim 2,8s). No hay ocasión en la que no pueda ser

anunciada la Palabra de Dios.

 

Evangelio: Juan 21,20-25

En aquel tiempo,

20 Pedro miró alrededor y vio que, detrás de ellos, venía el otro discípulo al que Jesús tanto quería, el mismo que en la última cena estuvo recostado sobre el pecho de Jesús y le había preguntado: "Señor, quién es el que te va a entregar?".

21 Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: - Señor, y éste qué?

22 Jesús le contestó: - Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, a ti qué? Tú sígueme.

23 Estas palabras fueron interpretadas por los hermanos en el sentido de que este discípulo no iba a morir. Sin embargo, Jesús no había dicho a Pedro que aquel discípulo no moriría, sino: "Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, a ti qué?".

24 Este discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y nosotros sabemos que dice la verdad.

25 Jesús hizo muchas otras cosas. Si se quisieran recordar una por una, pienso que ni en el mundo entero cabrían los libros que podrían escribirse.

 

*•• El epílogo del evangelio de Juan está relacionado con la misión propia del discípulo amado. El fragmento está formado por dos pequeñas unidades, que también están subdivididas a su vez: predicción sobre el futuro del discípulo amado (vv. 20-23) y segunda conclusión del evangelio (vv. 24s). El redactor de este capítulo 21, a través de una comparación entre Pedro y el otro discípulo, pretende identificar de manera inequívoca al "otro discípulo al que Jesús tanto quería" (Jn 13,23; 19,26; 21,7.20). La pregunta que Pedro plantea, a continuación, a Jesús sobre la suerte del discípulo amado recibe de parte del Maestro una respuesta que no deja lugar a equívocos, en la que afirma la libertad soberana de Dios respecto a cada hombre.

Pero quizás sea posible proyectar alguna luz sobre estos misteriosos versículos intentando poner de manifiesto cierto fondo histórico del tiempo en el que el autor los escribió. El texto no estuvo provocado realmente por las discusiones que tuvieron lugar en la Iglesia de los orígenes entre los discípulos de Pedro y los del discípulo amado sobre el "poder primacial" del primero. Más bien fue introducido por el redactor del capítulo para demostrar, sobre una base histórica, dos cosas: a) que carecía de fundamento la opinión difundida de que el discípulo amado no había muerto; b)  que esa muerte, una vez acaecida, tenía la misma importancia para el Señor que el martirio sufrido por el apóstol Pedro.

Por último, los versículos finales (vv. 24s) subrayan una cosa simple, pero verdadera: la revelación de Jesús, ligada al ministerio de su persona, es algo tan grande y profundo que escapa al alcance del hombre.

 

MEDITATIO – CONTEMPLATIO - LECTURA ESPIRITUAL

 

Podemos concentrar nuestra reflexión uniendo las tres partes en un espléndido fragmento de Agustín, donde el obispo de Hipona hace la comparación entre Pedro y Juan.

La Iglesia conoce dos vidas, que la predicación divina le ha enseñado y recomendado. Una de ellas es en la fe, la otra es en la clara visión de Dios; una pertenece al tiempo de la peregrinación en este mundo, la otra a la morada perpetua en la eternidad; una se desarrolla en la fatiga, la otra en el reposo; una en las obras de la vida activa, la otra en el premio de la contemplación; una intenta mantenerse alejada del mal para hacer el bien, la otra no tiene que evitar ningún mal, sino sólo gozar de un inmenso bien; una combate con el enemigo, la otra reina sin más contrastes; una es fuerte en las desgracias, la otra no conoce la adversidad; una lucha para mantener frenadas las pasiones carnales, la otra reposa en las alegrías del espíritu; una se afana por vencer, la otra goza tranquila en paz de los frutos de la victoria; una pide ayuda bajo el asalto de las tentaciones, la otra, libre de toda tentación, se mantiene en alegría en el seno mismo de aquel que le ayuda; una corre en ayuda del indigente, la otra vive donde no hay necesidades; una perdona las ofensas para ser, a su vez, perdonada, la otra no sufre ninguna ofensa que tenga que perdonar, no tiene que hacerse perdonar ninguna ofensa; una está sometida a duras pruebas que la preservan del orgullo, la otra está tan colmada de gracia que se siente libre de toda aflicción, tan estrechamente unida al sumo bien, que no está expuesta a ninguna tentación de orgullo; una discierne entre el bien y el mal, la otra no contempla más que el bien. En consecuencia, una es buena, pero se encuentra todavía en medio de las miserias; la otra es mejor porque es beata. La vida terrena está representada en el apóstol Pedro; la eterna, en el apóstol Juan.

El curso de la primera se extiende hasta la consumación de los siglos, y allí encontrará su fin; la realización cabal de la otra está remitida al final de los siglos y al mundo futuro, y no tendrá ningún término.

Por eso el Señor le dice a Pedro: "Sígueme", mientras que hablando de Juan dice: "Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, a ti qué? Tú sígueme". Qué significan estas palabras? Según lo que yo puedo juzgar y comprender, éste es el sentido: "Tú sígueme ", soportando, como yo lo he hecho, los sufrimientos temporales y terrenos; aquél, sin embargo se queda hasta que yo venga a entregar a todos la posesión de los bienes eternos".

Aquí soportamos los males de este mundo en la tierra de los mortales; allá arriba veremos los bienes del Señor en la tierra de los vivos para siempre. Que nadie, sin embargo, piense separar a estos dos ilustres apóstoles. Ambos vivían la vida que se personifica en Pedro y ambos vivirían la vida que se personifica en Juan. En la imagen de lo que representaban, uno seguía a Cristo, el otro estaba a la espera. Ambos, sin embargo, por medio de la fe, soportaban las miserias de este mundo y esperaban, ambos también, la felicidad futura de la bienaventuranza eterna (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 124,5).

 ORATIO

Ayúdame, Señor, a soportar los males en la tierra de los que hemos de morir para gozar de tus bienes en la tierra de los vivos.

 ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Tú sigueme" (Jn 21,22b).

 

Día 28

Solemnidad de Pentecostés Ciclo A

 

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11

1 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.

2 De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban.

3 Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos.

4 Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo los movía a expresarse.

5 Se hallaban por entonces en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones de la tierra.

6 Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron estupefactos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.

7 Todos, atónitos y admirados, decían: - No son galileos todos los que hablan?

8 Entonces cómo es que cada uno de nosotros les oímos hablar en nuestra lengua materna?

9 Partos, medos, elamitas, y los que viven en Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfília, Egipto y la parte de Libia que limita con Cirene, los forasteros romanos,

10 judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos proclamar en nuestras lenguas las grandezas de Dios.

 

**• Cuando el día de Pentecostés llegaba a su conclusión -aunque el acontecimiento narrado tiene lugar hacia las nueve de la mañana, la fiesta había comenzado ya la noche precedente- se cumple también la promesa de Jesús (1,1-5) en un contexto que recuerda las grandes teofanías del Antiguo Testamento y, en particular, la de Ex 19, preludio del don de la Ley, que el judaísmo celebraba precisamente el día de Pentecostés (vv. ls). Se presenta al Espíritu como plenitud. Él es el cumplimiento de la promesa. Como un viento impetuoso llena toda la casa y a todos los presentes; como fuego teofánico asume el aspecto de lenguas de fuego que se posan sobre cada uno, comunicándoles el poder de una palabra encendida que les permite hablar en múltiples lenguas extrañas (vv. 3s).

El acontecimiento tiene lugar en un sitio delimitado (v. 1) e implica a un número restringido de personas, pero a partir de ese momento y de esas personas comienza una obra evangelizadora de ilimitadas dimensiones (".todas las naciones de la tierra": v. 5b). El don de la Palabra, primer carisma suscitado por el Espíritu, está destinado a la alabanza del Padre y al anuncio para que todos, mediante el testimonio de los discípulos, puedan abrirse a la fe y dar gloria a Dios (v. 11b).

Dos son las características que distinguen esta nueva capacidad de comunicación ampliada por el Espíritu: en primer lugar, es comprensible a cada uno, consiguiendo la unidad lingüística destruida en Babel (Gn 11,1-9); en

segundo lugar, parece referirse a la palabra extática de los profetas más antiguos (cf. 1 Sm 10,5-7) y, de todos modos, es interpretada como profética por el mismo Pedro, cuando explica lo que les ha pasado a los judíos de todas procedencias (vv. 17s).

El Espíritu irrumpe y transforma el corazón de los discípulos volviéndolos capaces de intuir, seguir y atestiguar los caminos de Dios, para guiar a todo el mundo a la plena comunión con él, en la unidad de la fe en Jesucristo, crucificado y resucitado (vv. 22s y 38s; cf. Ef 4,13).

 

Segunda lectura: 1 Corintios 12,3b-7.12s

Hermanos:

3 Nadie puede decir: "Jesús es Señor" si no está movido por el Espíritu Santo.

4 Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo.

5 Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.

6 Hay diversidad de actividades, pero uno mismo es el Dios que activa todas las cosas en todos.

7 A cada cual se le concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos.

12 Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un cuerpo, así también Cristo.

13 Porque todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo, a fin de formar un solo cuerpo, y todos hemos bebido también el mismo Espíritu.

 

**• Pablo dirige a los corintios, entusiasmados por las manifestaciones del Espíritu que tienen lugar en su comunidad, algunas consideraciones importantes para un recto discernimiento. Cómo reconocer la acción del Espíritu en una persona? No por hechos extraordinarios, sino antes que nada por la fe profunda con la que cree y profesa que Jesús es Dios (v. 3b).

Cómo reconocer también la acción del Espíritu en la comunidad? El Espíritu es un incansable operador de unidad: él es quien edifica la Iglesia como un solo cuerpo, el cuerpo místico de Cristo (v. 12), en el que es insertado el cristiano como miembro vivo por medio del bautismo. Esta unidad, que se encuentra en el origen de la vida cristiana y es el término al que tiende la acción del Espíritu, se va llevando a cabo a través de la multiplicidad de carismas -don del único Espíritu-, ministerios -servicios eclesiales confiados por el único Señor- y actividades que hace posible el único Dios, fuente de toda realidad (vv. 4-6). Cómo reconocer, entonces, la autenticidad -es decir, la efectiva procedencia divina- de los distintos carismas, ministerios y actividades presentes en la comunidad?

Pablo lo aclara en el v. 7: "A cada cual se le concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos", o sea, para hacer crecer todo el cuerpo eclesial en la unidad, "en la medida que conviene a la plena madurez de Cristo" (Ef 4,13): por eso el mayor de todos los carismas, el indispensable, el único que durará para siempre, es la caridad (12,31-13,13).

 

Evangelio: Juan 20,19-23

19 Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: - La paz esté con vosotros.

20 Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

21 Jesús les dijo de nuevo: - La paz esté con vosotros. Y añadió: - Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros.

22 Sopló sobre ellos y les dijo: - Recibid el Espíritu Santo.

23 A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará, y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.

 

**• La noche de pascua, Jesús, a quien el Padre ha resucitado de entre los muertos mediante el poder del Espíritu Santo (Rom 1,4), se aparece a los apóstoles reunidos en el cenáculo y les comunica el don unificador y santificador de Dios. Es el Pentecostés joaneo, que el evangelista aproxima al tiempo de la resurrección para subrayar su particular perspectiva teológica: es única la "hora" a la que tendía toda la existencia terrena de Jesús, es la hora en la que glorifica al Padre mediante el sacrificio de la cruz y la entrega del Espíritu en la muerte (19,3ab, al pie de la letra), y es también, inseparablemente, la hora en la que el Padre glorifica al Hijo en la resurrección. En esta hora única Jesús transmite a los discípulos el Espíritu (v. 27) y, con ello, su paz (vv. 19.21), su misión (v. 21b) y el poder sobrenatural para llevarla a cabo.

El Espíritu -como repite la Iglesia en la fórmula sacramental de la absolución- fue derramado para la remisión de los pecados. El Cordero de Dios ha tomado sobre sí el pecado del mundo (1,29), destruyéndolo en su cuerpo inmolado en la cruz (cf. Col 2,13s; Ef 2,15-18). Y continúa su acción salvífica a través de los apóstoles, haciendo renacer a una vida nueva y restituyendo a la pureza originaria a los que se acercan a recibir el perdón de Dios y se abren, a través de un arrepentimiento sincero, a recibir el don del Espíritu Santo (Hch 2,38s).

 

MEDITATIO

El domingo de Pentecostés recoge toda la alegría pascual como un haz de luz resplandeciente y la difunde con una impetuosidad incontenible no sólo en los corazones, sino en toda la tierra. El Resucitado se ha convertido en el Señor del universo: todas las cosas tocadas por él quedan como investidas por el fuego, envueltas en su luz, se vuelven incandescentes y transparentes ante la mirada de la fe. Ahora bien, es posible decir que "Jesús es el Señor" sólo con la palabra?

Que Jesús es el Señor sólo puede ser dicho de verdad con la vida, demostrando de manera concreta que él ocupa todos los espacios de nuestra existencia. En él, todas las diferencias se convierten en una expresión de la belleza divina, todas las diferencias forman la armonía de la unidad en el amor. Hemos sido reunidos conjuntamente "para formar un solo cuerpo" y, al mismo tiempo, tenemos dones diferentes, diferentes carismas, cada uno tiene su propio rostro de santidad. El amor, antes que reducirlo, incrementa todo lo que hay de bueno en nosotros y nos hace a los unos don para los otros. Sin embargo, no podemos vivir en el Espíritu si no tenemos paz en el corazón y si no nos convertimos en instrumentos de paz entre nuestros hermanos, testigos de la esperanza, custodios de la verdadera alegría.

 

ORATIO

Ven, Espíritu divino,

manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre;

don en tus dones espléndido;

luz que penetras las almas;

fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,

descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,

brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas

y reconforta en los duelos.

Ven, Espíritu enviado por el Padre,

en nombre de Jesús, el Hijo amado:

haz una y santa a la Iglesia

para las nupcias eternas del Cielo.

 

CONTEMPLATIO

Muéstrate solícito en unirte al Espíritu Santo. Él viene apenas se le invoca, y sólo hemos de invocarlo, porque ya está presente. Cuando se le invoca, viene con la abundancia de las bendiciones de Dios. Él es el río impetuoso que da alegría a la ciudad de Dios (cf. Sal 45,5) y, cuando viene, si te encuentra humilde y tranquilo, aunque estés tembloroso ante la Palabra de Dios, reposará sobre ti y te revelará lo que esconde el Padre a los sabios y a los prudentes de este mundo. Empezarán a resplandecer para ti aquellas cosas que la Sabiduría pudo revelar en la tierra a los discípulos, pero que ellos no pudieron soportar hasta la venida del Espíritu de la verdad, que les habría de enseñar la verdad completa.

Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, "Dios es Espíritu" (Jn 4,24). Dado que es preciso que sus adoradores lo adoren en Espíritu y en verdad, los que desean conocerlo y experimentarlo deben buscar sólo en el Espíritu la inteligencia de la fe y el sentido puro y simple de esa verdad.

El Espíritu es -para los pobres de espíritu- la luz iluminadora, la caridad que atrae, la mansedumbre más benéfica, el acceso del hombre a Dios, el amor amante, la devoción, la piedad en medio de las tinieblas y de la ignorancia de esta vida (Guillermo de Saint-Thierry, Speculum fidei, 46).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor" (de la liturgia).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La Iglesia tiene necesidad de su perenne Pentecostés. Necesita fuego en el corazón, palabras en los labios, profecía en la mirada. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, necesita una pureza total, vida interior. La Iglesia tiene necesidad de volver a sentir subir desde lo profundo de su intimidad personal, como si fuera un llanto, una poesía, una oración, un himno, la voz orante del Espíritu Santo, que nos sustituye y ora en nosotros y por nosotros "con gemidos inefables" y que interpreta el discurso que nosotros solos no sabemos dirigir a Dios. La Iglesia necesita recuperar la sed, el gusto, la certeza de su verdad, y escuchar con silencio inviolable y dócil disponibilidad la voz, el coloquio elocuente en la absorción contemplativa del Espíritu, el cual nos enseña "toda verdad".

A continuación, necesita también la Iglesia sentir que vuelve a fluir, por todas sus facultades humanas, la onda del amor que se llama caridad y que es difundida en nuestros propios corazones "por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". La Iglesia, toda ella penetrada de fe, necesita experimentar la urgencia, el ardor, el celo de esta caridad; tiene necesidad de testimonio, de apostolado. Lo habéis escuchado, hombres vivos, jóvenes, almas consagradas, hermanos en el sacerdocio? De eso tiene necesidad la Iglesia. Tiene necesidad del Espíritu Santo en nosotros, en cada uno de nosotros y en todos nosotros a la vez, en nosotros como iglesia. Sí, es del Espíritu Santo de lo que, sobre todo hoy, tiene necesidad la Iglesia. Decidle, por tanto, siempre: "¡Ven!" (Pablo VI, Discurso del 29 de noviembre de 1972).

 

Día 29

 Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia

 

 

LECTIO

Primera lectura: Génesis 3, 9-15.20

9 Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: "Dónde estás?"

10 Este contestó: "Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí."

11 El replicó: "Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?"

12 Dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí."

13 Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: "Por qué lo has hecho?" Y contestó la mujer: "La serpiente me sedujo, y comí."

14 Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: "Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.

15 Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar."

20 El hombre llamó a su mujer "Eva", por ser ella la madre de todos los vivientes.

 

**• En el capítulo tercero del Génesis se describe el drama más profundo de la humanidad: la caída original que introduce la muerte en la creación. Tras la consumación del pecado por Adán y Eva, hay un momento de silencio en el que se oye sólo a Dios acercarse por el jardín.

        No es precisamente motivo de fiesta y encuentro. Ahora Adán se oculta. Pero la voz le interpela: "Dónde estás?" (v. 9b). Adán sale de su escondite, pero no responde a la pregunta, mostrando que no está a la altura, no está ya en Dios. Sus palabras dan testimonio de esta triste realidad. En primer lugar declara abiertamente que le domina el miedo y la vergüenza: la criatura hasta hace bien poco libre se siente ahora esclava. Luego, indirectamente, manifiesta el estado de soledad en el que vive: la relación con la mujer y la creación, antes fundada en la amistad y la ayuda recíproca, ahora está sujeta al engaño, la sospecha, la oposición. Frente al Creador, que había gozado con la belleza de la creación, aparece un universo hecho trizas, radicalmente  afectado por el mal.

Después de escuchar a los tres culpables, Dios pronuncia la sentencia. El lector que ha seguido desde el comienzo el desarrollo del drama sagrado, esperaría la condena a muerte (de acuerdo con Gn 2,17). Por el contrario, se propone un castigo que aparece como un camino de purificación con vistas a una salvación prometida (v. 15). Dios, que comienza a revelarse como el Misericordioso, se ha puesto de parte del hombre contra la serpiente -símbolo del mal- que recibe la maldición.

La humanidad será ciertamente herida, pero sólo en el calcañar, es decir, en una parte no vital y fácil de curar; la serpiente, por el contrario, será herida en la cabeza, derrotada definitivamente. Por eso se ha definido al v. 15 como "protoevangelio", primer anuncio de la victoria del hombre sobre el pecado y la muerte.

La victoria se atribuye al "linaje de la mujer". La versión griega de los Setenta comprendió "linaje" en sentido individual y el primitivo cristianismo legó el texto en clave mesiánica, como profecía de la encarnación de Cristo. La Vulgata atribuye directamente la victoria a la mujer; de ahí la difundida representación de María aplastando con el pie la cabeza de la serpiente.

Notemos, finalmente, el nombre nuevo que el hombre da a la mujer: Eva, madre de los vivientes (no de los mortales). Podemos ver aquí la prefiguración de María, la nueva Eva que cooperará en la obra de la restauración de la humanidad pecadora y Jesús la consignará como madre de la Iglesia naciente, justo en el momento de su muerte en la cruz.

o, bien

 

Primera lectura: Hechos 1, 12-14

12 Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.

13 Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago.

14 Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

 

            **• Los Hechos de los Apóstoles, que es la historia escrita del trabajo del Espíritu Santo en la Primera Iglesia, comparte con nosotros una historia tierna. Escuchamos en el primer capítulo acerca de cómo los primeros once que vieron a Jesús ascender, regresaron a Jerusalén a orar. Escuchamos sus nombres y luego el nombre de María, con quien ellos de juntaron a orar en el “cenáculo.”  María, la Madre de la Iglesia, María la medianera de todos Las Gracias, María, Madre de Misericordia, le da ánimos a Pedro con su mirar y con su inclinación de cabeza. En forma callada, ella empieza su papel en la reunión. Con sus gestos ella dice “oremos.”

        Oremos para que gocemos el ser creyentes. Oremos para vivir como mujeres y hombres que confían en los regales espirituales que hemos recibido, que empezaron en el Bautismo y se fortalecieron en la Confirmación. Oremos en la libertad del saber quiénes somos como regalos de Dios en este momento y en este lugar.

        Podemos orar también con la callada y presente fe de María, la Madre de Jesús. María, La que sus acciones hablaron más fuerte que sus palabras. Creemos que ella está presente en nuestros “cenáculos” cuando nos reunimos como Iglesia. Sus palabras no son grabadas en la Muerte de Jesús ni en Su Resurrección, pero ella ser mantuvo fiel mientras miraba lo que no podía cambiar. Oremos también para tener esa misma confianza en los misterios.

 

Evangelio: Juan 19, 25-34

25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.

26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo."

27 Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: " "Tengo sed." "

29 Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.

30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: "Todo está cumplido." E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

31 Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.

32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.

33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,

34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

 

           **• La Madre de Jesús aparece dos veces en el evangelio de Juan: al comienzo, en las bodas de Caná (Jn 2,1-5), y al final, a los pies de la Cruz (Jn 19,25-27). Estos dos episodios, exclusivos del evangelio de Juan, tienen un valor simbólico muy profundo.

        En el primero ejerce de Madre de Dios haciéndole una pequeña observación banal para indicarle lo que debe hacer "¡No tienen vino!" y aún sabiendo que no había llegado su hora continua diciendo "Haced lo que él os diga!". Maravillosa la complicidad entre Madre e Hijo. No olvidemos que después de la pérdida de Jesús en el templo el único relato que tenemos de la vida oculta de Jesús y su vida familiar se nos narra " Bajó con ellos a Nazaret, y vivió bajo su tutela. Su madre guardaba todos estos recuerdos en su corazón y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante dios y ante los hombres.

        En el Evangelio de hoy, el Dios crucificado por los hombres nos entrega a nosotros, los hombres, su mayor tesoro

 

 

MEDITATIO

      Alzo en este momento mi corazón a Dios y pido, por mediación de la Virgen Santísima -que está en la Iglesia, pero sobre la Iglesia: entre Cristo y la Iglesia, para proteger, para reinar, para ser Madre de los hombres, como lo es de Jesús Señor Nuestro-; pido que nos conceda esa prudencia a todos, y especialmente a los que, metidos en el torrente circulatorio de la sociedad, deseamos trabajar por Dios: verdaderamente nos conviene aprender a ser prudentes .

          Me gusta volver con la imaginación a aquellos años en los que Jesús permaneció junto a su Madre, que abarcan casi toda la vida de Nuestro Señor en este mundo. Verle pequeño, cuando María lo cuida y lo besa y lo entretiene. Verle crecer, ante los ojos enamorados de su Madre y de José, su padre en la tierra. Con cuánta ternura y con cuánta delicadeza María y el Santo Patriarca se preocuparían de Jesús durante su infancia y, en silencio, aprenderían mucho y constantemente de Él. Sus almas se irían haciendo al alma de aquel Hijo, Hombre y Dios. Por eso la Madre —y, después de Ella, José— conoce como nadie los sentimientos del Corazón de Cristo, y los dos son el camino mejor, afirmaría que el único, para llegar al Salvador.

         Que en cada uno de vosotros, escribía San Ambrosio, esté el alma de María, para alabar al Señor; que en cada uno esté el espíritu de María, para gozarse en Dios. Y este Padre de la iglesia añade unas consideraciones que a primera vista resultan atrevidas, pero que tienen un sentido espiritual claro para la vida del cristiano. Según la carne, una sola es la Madre de Cristo; según la fe, Cristo es fruto de todos nosotros

 

ORATIO

María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, contigo damos gracias a Dios por la espléndida vocación y por la multiforme misión confiada a los fieles laicos. Virgen del Magníficat, llénanos de reconocimiento y entusiasmo por esta vocación y por esta misión. Abre nuestros corazones a las inmensas perspectivas del Reino de Dios y del anuncio del Evangelio a toda criatura.

Virgen valiente, inspira en nosotros fortaleza de ánimo y confianza en Dios, para que sepamos superar los obstáculos que encontremos en el cumplimiento de nuestra misión. Enséñanos a tratar las realidades del mundo con un vivo sentido de responsabilidad cristiana y en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Dios. Tú, que junto a los apóstoles has estado en oración en el cenáculo esperando la venida del Espíritu de Pentecostés, invoca su renovada efusión sobre todos los fieles laicos, para que correspondan plenamente a su vocación y misión, como sarmientos de la verdadera vid, llamados a dar mucho fruto para la vida del mundo.

Virgen Madre, guíanos y mantennos para que vivamos siempre como auténticos hijos de la Iglesia de tu Hijo y podamos contribuir a establecer sobre la tierra la civilización de la verdad y del amor, según el deseo de Dios y para su gloria. Amén.

 

 

CONTEMPLATIO

      Pensemos en quién fue la Virgen María: una joven judía, que esperaba con todo el corazón la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón de joven hija de Israel, había un secreto que ella misma aún no lo sabía: en el designio del amor de Dios estaba destinada a convertirse en la Madre del Redentor. En la Anunciación, el mensajero de Dios la llama “llena de gracia” y le revela este proyecto. María responde “sí”, y desde ese momento la fe de María recibe una nueva luz: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que se hizo carne en ella y en quien que se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación.

            La vivió en la sencillez de las miles de ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en cómo ofrecer los alimentos, la ropa, la atención en el hogar… Esta misma existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolla una relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El “sí” de María, ya perfecto al principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se ha extendido abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su Hijo. María siempre ha vivido inmersa en el misterio del Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de Dios.

 

ACTIO

LLevemos hoy nosotros a Dios en nuestro corazón como llevó María en sus entrañas a Jesús ante su prima Isabel.

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

     

         Su mucho amor a Nuestra Señora y su falta de cultura teológica llevó, a un buen cristiano, a hacerme conocer cierta anécdota que voy a narraros, porque —con toda su ingenuidad— es lógica en persona de pocas letras.

         Tómelo —me decía— como un desahogo: comprenda mi tristeza ante algunas cosas que suceden en estos tiempos. Durante la preparación y el desarrollo del actual Concilio, se ha propuesto incluir el tema de la Virgen. Así: el tema. Hablan de ese modo los hijos? Es ésa la fe que han profesado siempre los fieles? Desde cuándo el amor a la Virgen es un tema, sobre el que se admita entablar una disputa a propósito de su conveniencia?

La Madre de Dios y, por eso, Madre de todos los cristianos, no será Madre de la Iglesia, que es la reunión de los que han sido bautizados y han renacido en Cristo?

         Si algo está reñido con el amor, es la cicatería. No me importa ser muy claro; si no lo fuera —continuaba— me parecería una ofensa a Nuestra Madre Santa. Se ha discutido si era o no oportuno llamar a María Madre de la Iglesia. Me molesta descender a más detalles. Pero la Madre de Dios y, por eso, Madre de todos los cristianos, no será Madre de la Iglesia, que es la reunión de los que han sido bautizados y han renacido en Cristo, hijo de María?

         No me explico —seguía— de dónde nace la mezquindad de escatimar ese título en alabanza de Nuestra Señora. ¡Qué diferente es la fe de la Iglesia! El tema de la Virgen. Pretenden los hijos plantear el tema del amor a su madre? La quieren y basta. La querrán mucho, si son buenos hijos. Del tema —o del esquema— hablan los extraños, los que estudian el caso con la frialdad del enunciado de un problema. Hasta aquí el desahogo recto y piadoso, pero injusto, de aquella alma simple y devotísima.

         Sigamos nosotros ahora considerando este misterio de la Maternidad divina de María, en una oración callada, afirmando desde el fondo del alma: Virgen, Madre de Dios: Aquel a quien los Cielos no pueden contener, se ha encerrado en tu seno para tomar la carne de hombre.

         Mirad lo que nos hace recitar hoy la liturgia: bienaventuradas sean las entrañas de la Virgen María, que acogieron al Hijo del Padre eterno. Una exclamación vieja y nueva, humana y divina. Es decir al Señor, como se usa en algunos sitios para ensalzar a una persona: ¡bendita sea la madre que te trajo al mundo! (San José Mª Escribá).

 

 

Día 30

Martes 8ª semana del Tiempo ordinario o 30 de mayo, festividad de

san Fernando

 

LECTIO

Primera lectura: Eclesiástico 35,1-12

1 Quien observa la ley multiplica las ofrendas; quien sigue los mandamientos ofrece sacrificio de comunión.

2 Quien devuelve un favor hace una ofrenda de flor de harina, y quien da limosna ofrece sacrificio de alabanza.

3 Apartarse del mal agrada al Señor, huir de la injusticia es sacrificio expiatorio.

4 No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues en esto consisten los mandamientos.

5 La ofrenda del justo dignifica el altar, su suave olor se eleva hasta el Altísimo.

6 El sacrificio del justo es aceptable, su memoria no quedará en el olvido.

7 Glorifica al Señor con generosidad y no escatimes las primicias que ofreces.

8 Siempre que ofrezcas algo, hazlo con semblante alegre, y paga los diezmos de buena gana.

9 Da al Altísimo según te dio él a ti, con generosidad, según tus posibilidades.

10 Porque el Señor sabe retribuir y te devolverá siete veces más.

11 No trates de sobornar al Señor, pues no lo aceptaría, ni te apoyes en sacrificio injusto,

12 porque el Señor es juez y no hace acepción de personas.

 

*•• En este fragmento manifiesta el autor que es, al mismo tiempo, ritualista y moralista, o sea, que se siente apegado tanto al culto como a la ley divina en todas sus facetas. Hace concluir aquí ambas tendencias, considerando que la misma práctica de la ley es culto. Lo captamos ya desde el principio, cuando establece un repetido paralelismo entre la observancia de la ley -o una de sus manifestaciones- y un acto de culto (observancia de la ley-ofrendas; cumplimiento de los mandamientos- sacrificio de comunión; devolver un favor-flor de harina; practicar la limosna-sacrificios de alabanza; abstenerse de la injusticia-sacrificio expiatorio). Acredita un profundo conocimiento de los diferentes actos de culto con que se honraba a Dios.

Su mensaje gira en torno a dos ideas. De ellas, la primera es más teológica, y la otra más ritual. El magno principio: "La ofrenda del justo dignifica el altar... El sacrificio del justo es aceptable" (w. 5ss), al poner en relación el compromiso o santidad de vida ("justo") con la acción de la ofrenda en el templo, anticipa y satisface la exigencia de unidad-comunión de la persona que Mateo exigirá de una manera categórica: "Así pues, si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda" (Mt 5,23ss).

La otra idea recuerda la generosidad que hay que mostrar en la ofrenda al Señor. El pensamiento recoge el precepto de Ex 23,15 ("Nadie se presentará ante mí con las manos vacías"), enriqueciéndola con una motivación sapiencial: "Porque el Señor sabe retribuir, y te devolverá siete veces más" (v. 10). En términos populares y simplificados, es como decir que con el Señor no se lleva nunca las de perder.

 

Evangelio: Marcos 10,28-31

En aquel tiempo,

28 Pedro le dijo a Jesús: -Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

29 Jesús respondió: -Os aseguro que todo aquel que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras por mí y por la Buena Noticia,

30 recibirá en el tiempo presente cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque junto con persecuciones, y en el mundo futuro la vida eterna.

31 Hay muchos primeros que serán últimos y muchos últimos que serán primeros.

 

*"• Se ha desarrollado una situación ante los ojos de Jesús y de sus discípulos: un explosivo deseo de seguimiento ha naufragado miserablemente entre las dificultades de una riqueza que ha enredado hasta el impulso más noble. El resultado ha sido el fracaso: caídos los ideales, han quedado los trozos de la amargura. Jesús ha aprovechado la ocasión para poner en guardia contra los peligros de una riqueza que esclaviza. Éste es el antecedente del pasaje que hemos leído hoy.

Pedro, como en otros casos, toma la palabra. No plantea una verdadera pregunta, pero su consideración equivale a una pregunta dirigida a Jesús. Pedro y los demás del grupo lo han dejado todo y se han adherido a la propuesta de Jesús. Se han comportado de una manera diametralmente opuesta al rico de más arriba. De una manera implícita, aflora la pregunta: si aquél se ha ido triste, en estado de quiebra, qué será de nosotros? Jesús no hace esperar la respuesta clarificadora. Habla de una recompensa que se distribuye entre el hoy del tiempo ("el tiempo presente") y el mañana de la eternidad ("el mundo futuro"). A quienes lo han dejado todo –explicitado con siete realidades que abarcan el mundo del bienestar, de los afectos y de la profesión (casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, campos)- se les promete cien veces más.

No se trata de una operación simplemente matemática ni rigurosamente bancaria. Si bien el seguimiento ha traído consigo rupturas con el programa de vida que teníamos (propiedades, familia, profesión), también es verdad que no ha creado gente inadaptada o personas sin referencias. Aquí podemos ver una alusión a la vida eclesial de la primera comunidad, donde era fuerte el sentido de pertenencia y los miembros se llamaban "hermanos" entre sí. El añadido "junto con persecuciones " (v. 30) recuerda que en el tiempo presente no se puede alejar la sombra de la cruz. Se goza, se obtiene, pero de un modo condicionado. El premio definitivo es "en el mundo futuro" y consiste en la "vida eterna". Esa expresión no tiene necesidad de explicaciones o de complementos.

Es la vida con Dios, una vida exuberante, que no conoce ocaso. El v. 31 es una sentencia de carácter sapiencial que prevé el vuelco de la situación. Es un aviso para que nadie se considere nunca de los que ya han llegado, y a la vigilancia, porque el seguimiento es siempre un compromiso de vida.

 

MEDITATIO

Una lectura apresurada y superficial de los textos de hoy podría hacer surgir la idea de que nuestra relación con el Señor es semejante a la que mantenemos con un banco: depositamos una suma de dinero y, después de cierto tiempo, la retiramos con los intereses. La diferencia sería sólo cuantitativa: la tasa del interés dado por el Señor sería extremadamente generosa: el séptuplo para la primera lectura y hasta el céntuplo para el evangelio. Obviamente, no hemos tomado el camino adecuado.

Antes que nada, hemos de señalar que es preciso construir una relación interior, profunda y global. El libro del Eclesiástico pedía la observancia de la ley, y los apóstoles se han adherido al seguimiento de Jesús: en ambos casos se trata de entrar en comunión con Alguien.

Lo que más vale es la ofrenda de nuestra vida en forma de fidelidad a la voluntad divina, de generosidad en el seguimiento de su enseñanza o sugerencias. La ofrenda de cualquier don es sólo manifestación o prolongación de la ofrenda de nuestra persona. Y también a nivel personal se sitúa la recompensa. Esto se comprende mejor en el pasaje evangélico. La perspectiva final y gloriosa de la recompensa es "la vida eterna", que -dicho con otras palabras- es la visio Dei, la comunión plena y definitiva con la Trinidad. Seguir a Cristo significa entrar, con él, en él y por él, en el misterio trinitario. Éste es el verdadero céntuplo. El interés bancario tiene aquí poco que ver.

 

ORATIO

Perdónanos, Señor, nuestra mentalidad comercial. Estamos acostumbrados a cuantificar y a "monetizar" todo. "Cuánto es eso en dinero?", es una frase que aparece a menudo en nuestros labios. Esta mentalidad de contables invade y contamina asimismo nuestra relación contigo. Nosotros te damos y tú nos das..., sólo que muchas veces las cuentas no salen. Comienzan nuestras crisis. Tú nos pareces lejano, insensible a nuestros problemas...

Perdónanos, Señor, si te hemos reducido a un buen "supercontable", a administrador delegado del Reino de los Cielos. Ayúdanos a calcular en términos de gracia que es gratuidad, potencia de amor, desinterés. Ayúdanos a dar y a darnos sin calcular, alegres de gastarnos para que tú seas conocido y amado. Sabemos, ciertamente, que en materia de generosidad no hay quien te gane. Si después quieres echarnos una mano para que abramos nuestra cartera, la caja fuerte de nuestro tiempo y de nuestra disponibilidad para compartir con los otros, tanto mejor. Nos sentiremos de verdad hijos de aquel Padre que es pródigo en amor con todos.

Ayúdanos a desear ese premio que eres tú mismo, presente ya hoy en nuestra vida, con la esperanza de que nosotros podamos reposar un día, definitivamente, en la tuya.

 

CONTEMPLATIO

Acaso no prometes además un premio a los que guardan tus mandamientos, más preciosos que el oro fino, más dulces que la miel de un panal? Por cierto que sí, y un premio grandioso, como dice Santiago: La corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman. Y qué es esta corona de la vida? Un bien superior a cuanto podamos pensar o desear, como dice san Pablo, citando al profeta Isaías: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman.

En verdad es muy grande el premio que proporciona la observancia de tus mandamientos. Y no sólo aquel mandamiento, el primero y el más grande, es provechoso para el hombre que lo cumple, no para Dios que lo impone, sino que también los demás mandamientos de Dios perfeccionan al que los cumple, lo embellecen, lo instruyen, lo ilustran, lo hacen en definitiva bueno y feliz.

Por esto, si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación, comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin, serás dichoso; si no lo alcanzas, serás un desdichado.

Por consiguiente, debes considerar como realmente bueno lo que te lleva a tu fin y como realmente malo lo que te aparta del mismo. Para el auténtico sabio, lo próspero y lo adverso, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, los honores y los desprecios, la vida y la muerte, son cosas que, de por sí, no son ni deseables ni aborrecibles. Si contribuyen a la gloria de Dios y a tu felicidad eterna, son cosas buenas y deseables; de lo contrario, son malas y aborrecibles (Roberto Belarmino, "Sobre la elevación de la mente hacia Dios", grado 1, en Opera omnia 6, edición de 1862, 214).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Da al Altísimo según te dio él a ti, con generosidad, según tus posibilidades" (Eclo 35,9).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Iba yo paseando por el camino. Un mendigo, un viejo harapiento, me detuvo. Tenía los ojos inflamados, llenos de lágrimas, los labios de color violeta, la ropa a jirones y mostraba unas llagas repugnantes. ¡Oh, cómo había maltratado la miseria a aquel ser infeliz! Me tendió una mano roja, hinchada, sucia. Con un gesto me pidió que le socorriera. Me hurgué en todos los bolsillos. No llevaba ni el monedero, ni el reloj, ni siquiera el pañuelo, no llevaba justamente nada encima.

El mendigo seguía allí, esperando. Tendía la mano y le sacudía un leve temblor. Turbado, confuso, cogí vigorosamente aquella mano sucia y temblorosa: "Tenga paciencia, hermano, no llevo nada". El mendigo me miró con sus ojos inflamados; sus labios de color violeta se entreabrieron y sonrieron, y me estrechó a su vez los helados dedos. "¡No tiene importancia, hermano!", murmuró, "gracias de todos modos. También esto es una limosna". Comprendí que también yo había recibido una limosna de aquel hermano (I. Turgheniev, Le poesie in prosa, Lanciano 1923).

 

 

Día 31

Visitación de la Virgen María

 

La fiesta de la Visitación viene siendo celebrada por los franciscanos desde finales del siglo XIII. El papa Bonifacio IX (1389-1404) la introdujo en el calendario universal de la Iglesia. Clemente VIII (1592-1605) compuso los textos litúrgicos del oficio que precedió a la última reforma. Sólo dos años después de que éste empezara a usarse (1608), san Francisco de Sales ponía el nombre de Visitación a la orden monástica fundada por él en Annecy. Esta fiesta, que tradicionalmente se celebraba el 2 de julio, ha sido anticipada por el nuevo calendario a fin de armonizarla con la memoria de los acontecimientos del Evangelio a lo largo del año litúrgico, situándola entre la Anunciación, 25 de marzo, y el nacimiento de Juan el Bautista, 24 de junio.

 

LECTIO

Primera lectura: Sofonías 3,14- 18a

14 ¡Da gritos de alegría, Sión; exulta de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén!

15 El Señor ha anulado la sentencia que pesaba sobre ti, ha barrido a tus enemigos; el Señor es rey de Israel en medio de ti, no tendrás que temer ya ningún mal.

16 Aquel día dirán a Jerusalén: "No tengas miedo, Sión, que tus brazos no flaqueen;

17 el Señor, tu Dios, en medio de ti, es un salvador poderoso. Dará saltos de alegría por ti, su amor te renovará, por tu causa danzará y se regocijará,

18 como en los días de fiesta".

 

"*• Con el profeta Sofonías nos encontramos en el siglo VI antes de Cristo, en tiempos del rey Josías. Es un período marcado por continuas infidelidades a Dios por parte de Israel, que se ata a alianzas humanas y cede a las modas y a los cultos de los extranjeros. El profeta tiene ante sus ojos esta situación tan amarga y, aunque proclama "el día terrible de YHWH" sobre todas las naciones -incluida Judá- y sabe que el juicio de Dios pone al desnudo el pecado, es siempre una invitación a la conversión.

Sofonías abre así un claro de luz y de esperanza: la "hija de Sión" es invitada a alegrarse y a exultar en vistas de "aquel día" (v. 16b), día mesiánico. Ya no es el día de la ira, sino el día de la misericordia, el día del nuevo amor entre Dios y su pueblo. Israel está llamado ahora a ver que "el Señor es rey de Israel en medio de ti" (v. 15).

La hija de Sión debe exultar, alegrarse "de todo corazón", es decir, con todo su ser, porque -¡gran misterio!- el Dios que parecía alejado ha revocado la condena. Y él goza ya con esto. Dios exulta, Dios realizará el milagro de hacer cosas nuevas, Dios se alegrará por la hija de Sión. Sólo la presencia de YHWH en medio de su pueblo es fuente y motivo de una renovada esperanza. "No tengas miedo, Sión, que tus brazos no flaqueen" (v. 16), porque Dios "es un salvador poderoso" (v. 17), "el Señor, tu Dios, en medio de ti", es el Emmanuel.

 

Evangelio: Lucas 1,39-56

39 Por aquellos días, María se puso en camino y se fue deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá.

40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

41 Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño empezó a dar saltos en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo,

42 exclamó a grandes voces: -Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.

43 Pero cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?

44 Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno.

45 ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

46 Entonces María dijo:

47 Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador,

48 porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,

49 porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo,

50 y es misericordioso siempre con aquellos que le honran.

51 Desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio.

52 Derribó de sus tronos a los poderosos y ensalzó a los humildes.

53 Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.

54 Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia,

55 como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre.

56 María estuvo con Isabel unos tres meses; después volvió a su casa.

 

*•• Los dos fragmentos del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús, en Lucas, convergen en la narración de la visita de María a Isabel. María, como Abrahán, nuestro padre en la fe, se levanta y se apresura a ir hacia la montaña (v. 39). María e Isabel son las dos mujeres que acogen la acción de Dios: la primera de modo activo, con su consentimiento; la segunda de modo pasivo. Ambas, agraciadas, experimentan la acción poderosa del Espíritu Santo. Isabel lleva en su seno al Precursor y, en virtud de esta presencia en ella, da voz al hijo que lleva en sus entrañas indicando ya en la Madre al Hijo. Proclama lo que la ha hecho grande y bienaventurada a María, la fe: "¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá" (v. 45). Al cántico de Isabel (vv. 42-45) le sigue el cántico de María, que revela la acción poderosa de Dios en ella, la misma que da cumplimiento a las antiguas promesas hechas a Abrahán en favor de Israel. Dios hace maravillas y despliega su poder a partir de la humildad -que es reconocimiento de la propia pobreza radical- de su criatura y de su pueblo (v. 48). El Magníficat es la primera manifestación pública de Jesús, de esta realidad aún escondida pero que se impone ya y obra en los que la acogen, como María: la realidad viva del Verbo encarnado en ella la impulsa a no detenerse en sí misma y la abre a la dimensión del servicio: "María estuvo con Isabel unos tres meses" (v. 56).

 

MEDITATIO

La hija de Sión de la que habla Sofonías y que experimenta la revocación de la condena es figura de María. Ésta ha sido agraciada por Dios, ha sido alcanzada en su pobreza de criatura. Así como Dios interviene con su omnipotencia en favor del pueblo de Israel a partir de la pobreza, así ocurre también con nosotros: Dios despliega su omnipotencia a partir de nuestra pobreza.

María no ve aún la realidad de Jesús presente en ella, pero lo cree ya, igual que el profeta Sofonías no veía aún la realidad de la revocación de la condena, pero la creía ya presente, dentro de la historia de Israel. Son miradas de fe, y también nosotros necesitamos esta mirada, una capacidad visual que penetre en lo hondo de los acontecimientos que vivimos. Un ojo que sepa reconocer que la fe, la alegría que viene del Espíritu y el servicio -los elementos que emergen de las lecturas- son como la punta de un iceberg. Indican que debajo hay algo grande, enorme: "Aquel a quien los cielos no pueden contener".

Es la presencia de Dios lo que motiva y alimenta la fe, la alegría y el servicio. Sin embargo, si dejamos que las tibias aguas de la indiferencia, de la prisa, de los afanes, de nuestra propia realización, se suelten y quiten espacio en nosotros a la presencia de Dios, entonces todo se pone al revés: la fe se convierte en ideología o huida de la realidad; la exultación en el espíritu, en euforia o alegría pasajera y superficial; el servicio, en búsqueda de nosotros mismos o autoafirmación.

Como María, verdadero modelo de discipulado, abramos la mente, el corazón, la vida, a la acogida de la Palabra en nosotros. Entonces también nosotros podremos vislumbrar y cantar con admiración la acción de Dios, que actúa en la historia de la humanidad y en nuestra historia personal. Y podremos decir, en esa caridad mutua que es servicio, que el Reino de Dios, en Cristo, está ya en medio de nosotros.

 

ORATIO

Daré gracias al Señor con todo el corazón (Sal 111,1a).

¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus decisiones e inescrutables sus caminos! (Rom 11,33).

Justo es el Señor en todos sus caminos, santo en todas sus obras (Sal 145,17).

Qué devolveré al Señor por todo lo que me ha dado? (Sal 115,12, Vulgata). Entonces yo digo: Aquí estoy, para hacer lo que está escrito en el libro sobre mí. Amo tu voluntad, Dios mío, llevo tu ley en mis entrañas (Sal 40,8ss).

Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén (Ap 7,12).

 

CONTEMPLATIO

He aquí cómo la humildad está unida a la caridad en la Señora y cómo su humildad hace que se la exalte.

En efecto, "Dios mira las cosas bajas" para levantarlas (Sal 93,6; 138,6); por esta razón, al ver a la santa Virgen humillarse por debajo de todas las criaturas, proyectó sus ojos sobre ella y la levantó por encima de todas. Cosa que nos manifiesta ella misma con las palabras del sagrado cántico (Le 1,48): "Puesto que el Señor ha mirado mi pobreza, mi bajeza y mi miseria, todas las naciones me llamarán dichosa". Es como si hubiera querido decir a santa Isabel: "Tú me proclamas dichosa, y lo soy verdaderamente, pero toda mi felicidad procede del hecho de que Dios ha mirado mi nada y mi abyección ". Sin embargo, nuestra Señora no se contentó con haberse humillado hasta ese punto en presencia de la divina Majestad, porque sabía bien que la humildad y la caridad no alcanzan el nivel de la perfección si no se derraman sobre el prójimo.

Del amor a Dios deriva el amor al prójimo, y el santo apóstol decía (Rom 13,8; Gal 5,14; Ef 5,lss) que en la medida en que tu amor a Dios sea grande lo será también tu amor al prójimo. Esto es lo que nos enseña san Juan cuando dice (1 Jn 4,20): "Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve".

Así pues, si queremos demostrar que amamos mucho a Dios y queremos que nos crean cuando lo afirmamos, debemos amar mucho a nuestros hermanos, servirles y ayudarles en sus necesidades. Así, la santa Virgen, conociendo esta verdad, "se levantó" con prontitud, dice el evangelista (Le 1,39), y "se fue deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá" [...], para servir a su prima Isabel en su vejez y en su espera (Francisco de Sales, Le esortazioni, Roma 1992, pp. 502ss).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy las palabras de Isabel: "¡Dichosa tú, que has creído!" (ce 1,45).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

En la narración evangélica relativa a María hemos de señalar una circunstancia muy importante: ella fue, a buen seguro, iluminada interiormente por un carisma de luz extraordinario, como su inocencia y su misión debían asegurarle; en el evangelio se manifiesta la limpidez cognoscitiva y la intuición profética de las cosas divinas que inundaban su privilegiada alma. Y, sin embargo, la Señora tuvo fe, la cual supone no la evidencia directa del conocimiento, sino la aceptación de la verdad a causa

de la palabra reveladora de Dios. "También la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe", dice el Concilio (LG 58). Es el evangelio el que indica su meritorio camino, que nosotros recordaremos y celebraremos con el único elogio de Isabel, elogio estupendo y revelador de la psicología y de la virtud de María: "¡Dichosa tú, que has creído!" (Lc 1,45).

Y podremos encontrar la confirmación de esta virtud fundamental de la Señora en todas las páginas del evangelio donde aparece lo que ella era, lo que dijo, lo que hizo, de suerte que nos sintamos obligados a sentarnos en la escuela de su ejemplo y a encontrar en las actitudes que definen la incomparable figura de María ante el misterio de Cristo, que en ella se realiza, las formas típicas para los espíritus que quieren ser religiosos según el plan divino de nuestra salvación; son formas de escucha, de exploración, de aceptación, de sacrificio; y, a continuación, también de meditación, de espera y de interrogación, de posesión interior, de seguridad calma y soberana en el juicio y en la acción, y, por último, de plenitud de oración y de comunión, propias, ciertamente, de aquella alma única llena de gracia y envuelta por el Espíritu Santo, pero formas también de re, y por eso próximas a nosotros, no sólo admirables por nosotros, sino imitables (Pablo VI, "Audiencia general del 10 de mayo de 1967", en id., Ave María, Madre della Chiesa, Cásale Monf. 1988, pp. 140ss).