El cántico de alabanza que resuena eternamente en las moradas celestiales y que Jesucristo, sumo Sacerdote, introdujo en este destierro ha sido continuado fiel y constantemente por la Iglesia situando a Dios como centro de nuestra vida durante todas las horas del día -Liturgia de las horas- y todos los días del año -Lectio Divina- Si quiere recibirla diariamente, por favor, apúntese aquí |
|
LITURGIA DE LAS HORAS CORRESPONDIENTE AL VIERNES SEMANA II DEL SALTERIO LECTIO DIVINA correspondiente al Viernes 2ª semana del Tiempo ordinario o 22 de enero, conmemoración de San Vicente (+304) San Vicente era un diácono español, y su martirio fue tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones. Era diácono o ayudante del Obispo de Zaragoza, España, San Valerio (cuya conmemoración se celebra hoy También). Como el obispo tenía dificultades para hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana. El Emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos y el gobernador Daciano hizo poner presos al Obispo Valerio y a su secretario Vicente. Les ofrecieron muchos regalos y premios si dejaban la religión de Cristo. Vicente dijo: "Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles, con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces Daciano desterró al Obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las más espantosas torturas. El primer martirio fue un tormento llamado: "el potro", que consistía en amarrarle cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Vicente, fiel a su nombre que significa "valeroso", aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo. El segundo tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. Y vino el tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas. Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios. San Agustín dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios". Dios cuando manda una pena, concede también el valor para sobrellevarla. El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando. El poeta Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz". Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el Cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente murió de emoción. El carcelero se convirtió al Cristianismo, y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente, al sentirse vencido por este valeroso diácono. LECTIO Primera lectura: Hebreos 8,6-13 Hermanos: 6 Jesús ha recibido un ministerio tanto más elevado cuanto que es mediador de una alianza superior y fundada en promesas mejores. 7 En efecto, si la primera alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario buscar una segunda. 8 Pero es un reproche el que Dios les hace cuando dice: Vienen días, dice el Señor, en que yo concluiré con el pueblo de Israel y de Judá una alianza nueva; 9 no como la alianza que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto Ellos no fueron fieles a mi alianza, y por eso los deseché, dice el Señor. 10 Pero ésta es la alianza que yo haré con el pueblo de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. 11 Nadie tendrá ya que instruir a su conciudadano ni a su hermano diciendo: «Conoce al Señor», porque todos me conocerán, del menor al mayor. 12 Pues yo perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. 13 Al decir alianza nueva, Dios ha declarado vieja a la primera; ahora bien, lo que se vuelve viejo y anticuado está a punto de desaparecer.
*•• «...éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados». En toda celebración eucarística, en el momento de la consagración, revivimos con estupor conmovido y adorador el misterio de la «alianza superior», cuyo mediador, como dice la carta a los Hebreos, es Jesús. El pasaje describe detenidamente con una extensa cita, tomada del capítulo 31 del libro del profeta Jeremías, la «nueva» alianza con la que Dios sustituye –declarándola superada- la precedente, estipulada mediante ritos y prácticas exteriores. El vínculo que había establecido con los padres, cuando liberó a su pueblo de Egipto, ha quedado roto a causa de la infidelidad de Israel; sin embargo, Dios no se detiene ante ello y estipula otra alianza, destinada a penetrar en lo íntimo del hombre, en su mente, en su corazón. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que el progresivo cumplimiento del deseo apasionado de Dios de hacerse reconocer y amar por el hombre, criatura pensada y querida en la libertad. El prodigio de esta «alianza nueva» consistirá en que, por fin, cada uno «conocerá» -esto es, amará- al Señor, que, una vez más, se manifiesta como Aquel que es misericordia, perdón (Ex 34,6ss). El lugar en que se consumará tal manifestación será la cruz del Hijo amado, Jesús.
Evangelio: Marcos 3,13-19 En aquel tiempo, Jesús 13 subió al monte, llamó a los que quiso y se acercaron a él. 14 Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar 15 con poder de expulsar a los demonios. 16 Designó a estos doce: a Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro; 17 a Santiago, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; 18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo 19 y Judas Iscariote, el que lo entregó.
*» Como ocurría ya en la primera lectura, también en este pasaje del evangelio vemos desplegarse la iniciativa de Dios, que, deseando vincular de una manera más estrecha consigo a la humanidad, elige a través de Jesús a algunos que experimenten de una manera más profunda su amor y se conviertan en testigos, anunciadores de la nueva alianza entre los hermanos. Las características de esta llamada responden al criterio de una libertad absoluta por parte del Maestro, que llamó «a los que quiso» (v. 13), es decir, a los que amaba. Con todo, la elección se hace siempre a favor de todos los hermanos. Marcos lo subraya inmediatamente después. Los eligió antes que nada «para que lo acompañaran» (v. 14), aprendiendo así a conocer el corazón del Padre manifestado en Jesús. Sólo a partir del vínculo profundo establecido con él son enviados los discípulos a anunciar a todos la «Buena Nueva» del amor del Padre. Jesús les confiere también el poder de vencer al mal y, por consiguiente, todo miedo, expulsando a los demonios (cf. v. 15). Los escogidos son doce, número entrañable en Israel; son, por tanto, los patriarcas del nuevo pueblo de Dios, testigos ante todos de todo lo que dice y hace Jesús. El primero es Simón, que recibe el nombre de Pedro-Roca, imagen de la fidelidad de Dios a su alianza (v. 16). Le siguen Santiago y Juan, a quienes dio Jesús, tal vez a causa de su carácter, el sobrenombre de «hijos del trueno» (v. 17), y después todos los otros hasta llegar a Judas Iscariote, el traidor: también él fue elegido por ser amado. Los Doce son gente normal, sin prerrogativas excepcionales, bien al contrario; y, sin embargo, precisamente a ellos confió Dios dar testimonio de su amor a los hombres.
MEDITATIO Dios creó todo el universo para el hombre y creó al hombre para unirlo a Él en Jesús, su Hijo. Esta certeza está en condiciones de iluminar y cambiar por completo nuestra vida, porque no es posible sentirnos amados sin que esto renueve desde el interior nuestra existencia y cambie nuestras relaciones. El riesgo que corremos es vivir como desmemoriados, dejándonos aplastar por la opacidad de un horizonte en el que no penetra la luz de Dios. «Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron» (cf. Jn 1,11), pero si lo recibimos, si nos abrimos a la alegría de la fe, entonces también nosotros nos convertimos en hijos, amados, escogidos, elegidos para estar siempre con él y para anunciarlo a los hermanos, con el poder de derrotar al Maligno, que recurrirá a todo para alejarnos de la alegría de este descubrimiento. ¿Dónde podemos alcanzar la fuerza para vivir la memoria de este amor poderoso, sino participando en el sacrificio eucarístico que cada día nos vuelve a llevar a las fuentes del don de Dios y vuelve a proponernos adherirnos a la nueva y eterna alianza entre Dios y el hombre que Jesús ha venido a establecer en su sangre divina derramada por nosotros?
ORATIO Señor Jesús, tú me has llamado también a mí para que esté contigo. Has vencido para siempre mi soledad dándome la plenitud de tu amor, capaz de renovar todas las cosas. Abre mi corazón para acoger cada día la novedad de tu Espíritu, que viene sobre mí y me impulsa a anunciarlo a mis hermanos. Hay una enorme necesidad de alegría, de amor y de paz a mi alrededor, entre todos los que viven más cerca de mí. Concédeme penetrar en el misterio de tu entrega de amor que renuevas por nosotros a diario sobre el altar, haz que yo llegue a ser un testigo creíble. Hazme comprender que «hay más alegría en dar que en recibir» y vence en mí toda resistencia, toda dureza, para que también yo sea para todos pan partido, sangre derramada, en el misterio de la nueva y eterna alianza entre Dios y el hombre, que tú has venido a sellar con tu sangre.
CONTEMPLATIO El Señor ha prometido a sus santos no sólo estar, sino permanecer también junto a ellos y, lo que es aún más grande, morar en ellos. ¿Qué digo? Está escrito nada menos que el Señor, amigo de los hombres, se une a sus santos con tal amor que forma un solo espíritu con ellos. Es imposible expresar la amistad de Dios por los hombres; su amor por nuestra estirpe supera todo discurso humano y sólo conviene a la divina bondad: en esto consiste, en efecto, la paz de Dios, que supera todo entendimiento. De modo análogo, la unión del Señor con aquellos a quienes ama está por encima de cualquier unión que podamos pensar, de cualquier ejemplo que podamos poner; por eso ha tenido que servirse la Escritura de muchas imágenes para expresarla, porque una sola hubiera sido insuficiente. Unas veces usa la figura de la casa y del que habita en ella, otras la de la vid y los sarmientos, otras las bodas, otras la cabeza y los miembros, pero ninguna corresponde a la realidad de tal modo que, por las imágenes, sea posible llegar al conocimiento exacto de la verdad. En efecto, la unión debe corresponder al amor, pero ¿qué realidad puede ser adecuada al amor divino? Las bodas no pueden unir a los esposos hasta tal punto que les haga estar y vivir el uno en el otro, como sucede con Cristo y la Iglesia. Los miembros están unidos a la cabeza, viven de esta conexión y, si son cortados, mueren, pero bastante más que a su cabeza están unidos a Cristo, y viven por él mucho más que por la unión a su cabeza. Y llego así a la realidad más extraordinaria: ¿quién está más unido a otro que consigo mismo? Pues bien, también esta unidad es inferior a la unión de la que hablamos. A buen seguro, cada uno de los espíritus bienaventurados es único e idéntico a sí mismo; sin embargo, está más unido al Salvador que a sí mismo: en efecto, ama al Salvador más que a sí mismo (Nicolás Cabasilas, La vita in Cristo, II [edición española: La vida en Cristo, Rialp, Madrid 1999]).
ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación» (Sal 84,8).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL No parece una cosa tan evidente que los cristianos sean una «estirpe elegida». Pendencieros, vanos, egoístas, petulantes, ingratos, tenaces en el resentimiento, los miembros de esta raza elegida a duras penas se distinguen en el marco de la universal miseria humana. Nada de lo nuestro puede haber motivado, ni de lejos, la elección divina. El único valor que hay en nosotros es precisamente esta elección, que lleva a cabo y explica cuanto de santo, de puro, de generoso, de sabio, de bueno... germina en un terreno tan sórdido y duro. La existencia de una «estirpe elegida» no significa que haya «estirpes excluidas». La estirpe elegida está compuesta por todos los que no se defienden del asalto del amor que está en el origen de todas las cosas que existen. Los «predestinados» son -allí donde se encuéntrenlos que se dejan amar. La Iglesia es la asamblea de los convocados por el amor del Padre. Somos un pueblo, unificado por la común dignidad y por la esperanza común. Somos un pueblo con la única ley del amor. Con nuestro comportamiento podemos desmentir mil veces esta realidad nuestra, pero no por ello deja de estar arraigada y de ser urgente dentro de nosotros. Somos un pueblo y parecemos una manada de litigiosos sumarios. Ahora bien, nadie debe ironizar ni escandalizarse. Nadie que sea capaz de registrar despiadadamente sus propias derrotas se maravillará de los ideales aparentemente inertes y traicionados por todos, con tal de que cada día se renueve el compromiso. Estoy tan asombrado y soy tan feliz de que me haya alcanzado la misericordia, que no llego a descubrir justamente motivos de indignación y de denuncia.
Somos un pueblo de gente que intenta amar en un mundo donde todo nos invita
a atrincherarnos en nosotros mismos; que intenta contemplar la realidad
verdadera y eterna, mientras que todos nos exhortan a disiparnos; que
intenta orar, esto es, abrirse al diálogo con el Padre, cuando todos están
persuadidos de que el cielo es un vacío y el mundo un orfanato. Todos estos
repetidos intentos, realizados ¡untos para que nuestro escaso ánimo se
multiplique y nuestros abatimientos no se sumen, eso es el pueblo de Dios
(G. Biffi, Meditazioni sulla vita ecclesiale, Milán 1972, pp.
129-132, passim).
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
HIMNO
SALMODIA
LECTURA BREVE
Ef 2, 13-16
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Benedictus Lc 1, 68-79
ORACIÓN
TERCIA, SEXTA, NONA
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
SALMODIA
LECTURA BREVE
Dt 1, 31b
CONCLUSIÓN
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
SALMODIA
LECTURA BREVE
1Co
2, 7-10a
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros
padres.
Magníficat Lc
1, 46-55
PRECES
ORACIÓN
CONCLUSIÓN
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. EXAMEN DE CONCIENCIA En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada. Después, se prosigue con la fórmula siguiente:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor. V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amén.
HIMNO
LECTURA BREVE
Jr 14, 9
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Nunc dimittis Lc 2, 29-32
ORACIÓN
CONCLUSIÓN
Antífonas finales a la Santísima Virgen María
II |
LITURGIA DE LAS HORAS CORRESPONDIENTE AL JUEVES SEMANA II DEL SALTERIO LECTIO DIVINA correspondiente al Jueves 2ª semana del Tiempo ordinario o 21 de Enero, conmemoración de Santa Inés Virgen y mártir. A comienzos del siglo IV, esta noble doncella romana, de doce o trece años de edad, rubricó con su sangre el carisma de su virginidad. La tradición cristiana la convirtió en arquetipo y símbolo de la virginidad hasta la inmolación. Se enamoró de ella el hijo del prefecto de Roma y le ofreció el matrimonio, que Inés rehusó. El padre del joven, enterado de que ella era cristiana, la sometió a crueles tormentos y vejaciones para doblegar su voluntad, pero no lo consiguió. Finalmente la virgen murió a golpe de espada. Sus padres la enterraron junto a la vía Nomentana. La Depositio martyrum es el primer documento donde se menciona el culto a santa Inés en Roma, en la vía Nomentana, el 21 de enero. Su nombre, Inés, que viene de Agnes («agnella», «corderita») y es la transcripción latina del adjetivo griego hagné («pura», «casta»), fue presagio de su mismo martirio. San Ambrosio en el De Virginibus y en el carmen, el papa Dámaso en el célebre epígrafe y Prudencio en el XIV himno del Perístéphanon presentan versiones que contrastan sobre el suplicio que se le infligió, aunque están de acuerdo en la edad y en el doble mérito de la joven santa.- Oración: Dios todopoderoso y eterno, que eliges a los débiles para confundir a los fuertes de este mundo, concédenos a cuantos celebramos el triunfo de tu mártir santa Inés imitar la firmeza de su fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
LECTIO Primera lectura: Hebreos 7,25-8,6 Hermanos: Cristo 7.25 puede perpetuamente salvar a los que por su medio se acercan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder por ellos. 26 Tal es el sumo sacerdote que nos hacía falta: santo, inocente, inmaculado, separado de los pecadores y más sublime que los cielos. 27 Él no tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer cada día sacrificios por sus propios pecados antes de ofrecerlos por los del pueblo, porque esto lo hizo de una vez para siempre ofreciéndose a sí mismo. 28 Y es que la ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles, pero la palabra del juramento, que vino después de la ley, hace al Hijo perfecto para siempre. 8.1 Esto es lo más importante de lo que venimos diciendo: que tenemos un sumo sacerdote que está sentado en los cielos a la derecha del trono de Dios, 2 como ministro del santuario y de la verdadera tienda de la presencia erigida por el Señor, y no por el hombre. 3 Todo sumo sacerdote, por haber sido instituido para ofrecer oblaciones y sacrificios, necesariamente debe tener algo que ofrecer. 4 Si sólo fuera para la tierra, Jesús no sería ni siquiera sacerdote, pues ya existen sacerdotes encargados por la ley de ofrecer oblaciones. 5 Estos sacerdotes celebran un culto que es sólo una imagen, una sombra de las realidades celestes, según la advertencia divina hecha a Moisés cuando se disponía a construir la tienda de la presencia: Mira -le dijo- hazlo todo conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. 6 Por eso, Jesús ha recibido un ministerio tanto más elevado cuanto que es mediador de una alianza superior y fundada en promesas mejores.
**• Ocupándose de un tema aparentemente lejano y obsoleto, el autor de la carta a los Hebreos nos presenta un pasaje repleto de contenidos que nos afectan de cerca. Jesús es el sumo sacerdote que necesitamos, «santo, inocente, inmaculado» (7,26). En efecto, a diferencia de los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento, Jesús no tiene que ofrecer, antes, nada por sus propios pecados y, después, por los nuestros, porque se ha ofrecido a sí mismo, de una manera perfecta y cumplida, de una vez por todas, inmolándose en la cruz. Estamos en el punto capital de lo que se va diciendo en la carta: Jesús, que ha asumido en plenitud la naturaleza humana, es y sigue siendo para siempre el Hijo sentado a la diestra del Padre, siempre vivo para interceder a favor nuestro. Todo lo que en el Antiguo Testamento era sólo sombra y figura ha encontrado, finalmente, una realización inesperada, porque, en Jesús, Dios mismo nos ha salido al encuentro para acercarnos a él. En Cristo coinciden el que ofrece el sacrificio y lo que se ofrece como tal, y con ello realiza una mediación única y extraordinaria entre Dios y el hombre.
Evangelio: Marcos 3,7-12 En aquel tiempo, 7 Jesús se retiró con sus discípulos hacia el lago y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, de TransJordania y de la región de Tiro y Sidón acudió a él una gran multitud, al oír hablar de lo que hacía. 9 Como había mucha gente, encargó a sus discípulos que le preparasen una barca, para que no lo estrujaran. 10 Pues había curado a muchos, y cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. 11 Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban: -Tú eres el Hijo de Dios. 12 Pero él les prohibía enérgicamente que lo descubriesen.
*•• El texto se abre con uno de los llamados «resúmenes», esto es, una síntesis de muchos hechos que hace de charnela entre diferentes pasajes. Estas conexiones son importantes porque el autor nos revela en ellas sus intenciones teológicas y nos ofrece la clave interpretativa del relato. En este resumen vemos a una gran multitud que acude a Jesús. Éste se retira con los discípulos junto al mar. La multitud se le echa encima hasta el punto de poner en peligro la incolumidad de Jesús, lo que le obliga a pedir a los discípulos que pongan a su disposición una barca para liberarse del asalto del gentío. Se trata de enfermos de todo tipo que se le echan literalmente encima (v. 9), casi para arrancarle, tocándole, una energía benéfica y sanadora. La fama de las curaciones que había realizado se había difundido rápidamente por las regiones que Marcos enumera al comienzo del relato. Es el mejor momento para que los espíritus inmundos pongan en escena una gran propaganda sobre Jesús: «Tú eres el Hijo de Dios», proclaman. Es la verdad, pero anunciada de una manera que la hace vana. En efecto, Satanás quiere anticipar la gloria de Jesús para hacerle evitar la cruz, que es lo único que la hace verdadera. También Pedro, más tarde y por una amistad mal entendida, intentará ahorrar al Maestro la prueba suprema y recibirá una dura reprimenda de Jesús: «¡Aléjate de mí, Satanás!» (cf. 8,31-33). También cuando nosotros intentamos huir de la cruz servimos de obstáculo a la realización del designio divino de salvación. Ahora bien, Jesús quiere ser fiel al Padre, que le llama a convertirse en el Siervo de YHWH; por eso resiste con firmeza a los que le tientan y les impide manifestar su identidad. Y es que todo conocimiento de Jesús sin amor a la cruz se vuelve una mentira tergiversadora.
MEDITATIO Las lecturas que nos ofrece la memoria litúrgica de hoy pueden ser consideradas con toda justicia como los «fundamentos» sobre los que se injertó el breve eje cronológico de la vida de quien sigue siendo hoy la más célebre y popular de las mártires romanas: santa Inés. Devotio supra aetatem, virtus supra natura, dice de ella el obispo Ambrosio en el De Virginibus: su consagración fue muy superior a la edad, su virtud fue muy superior a la naturaleza. Es ineluctable, pues, que aparezca la pregunta: ¿cómo es posible apresurarse a tan tierna edad, con seguridad, libertad, coraje y celo ardiente, a comprar el «campo del cielo» sin temer «la persecución, el peligro y la espada»? Pero quien no tenía sitio en su pequeño cuerpo para recibir un golpe de la espada tuvo fuerza para vencer a la espada. La alegría de haber encontrado a Jesús como su tesoro, el descubrimiento de su inefable belleza, suscitó en ella una poderosa proyección que se tradujo en su total entrega con la efusión de la sangre hasta la muerte cruenta. En alguna ocasión, las pruebas pueden alejar de Dios; sin embargo, Inés nos enseña que no es así, que no puede ser así: a quien ha saboreado a Cristo, Señor y Salvador, nada puede separarle de él, ni siquiera la muerte. La mirada pura, sencilla y plena de fe permitió a Inés descubrir la Verdad y abandonarse a ella con plena entrega: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios» (Mt 5,8). ¿Qué otro testimonio de amor parecerá tan grande y podrá igualar en una comparación la sublimidad de semejante entrega? En esta pequeña gran santa encontramos una especie de fermento, de método, de camino, que nos llevan más allá de la frontera de toda condición de muerte y nos dan la ocasión de volver a escoger al Señor haciéndonos desear, buscar y pedir que venga el Reino de los Cielos al mundo y a nosotros.
ORATIO Padre, gracias por haber dado a tu Iglesia a la virgen Inés. Ella, que no se dejó atraer por las fatuas luces de la idolatría, segura de conquistar la «perla preciosa» de la gloria del cielo, hizo frente con coraje a la prueba del martirio y se entregó espontáneamente a sus verdugos. Haz que nosotros, sostenidos por su ejemplo, no desfallezcamos en las tentaciones, en las fatigas y en cualquier género de tribulaciones de la vida. Haz firme y cierta en nosotros la fe de que nada ni nadie podrá separarnos de tu amor, a no ser nosotros mismos. Tú, que para nuestra justificación no perdonaste a tu Hijo, sino que lo entregaste por nosotros, nos lo darás todo en él. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor, muerto y resucitado, en quien has manifestado tu realeza sobre todas las cosas.
CONTEMPLATIO Hoy es el día del nacimiento de la bienaventurada virgen Inés en el que, consagrada por su sangre, entregó el espíritu al cielo al que pertenecía. Se mostró dispuesta para el martirio cuando todavía no lo estaba para las nupcias. Vacilaba en los adultos la fe y se plegaba también el viejo cansado. Aterrorizados por el temor, los padres aumentaron la vigilancia del pudor; mas la fe, que no puede ser contenida, abrió las puertas de la custodia. Podría creerse que se encamina a las nupcias, al ver su rostro sonriente, llevando al esposo una singular riqueza dotada del tributo de la sangre. Quieren obligarla a encender las lámparas ante los altares de la nefanda divinidad. Ella responde: «¡Ah! No son ésas las lámparas que presentaron las vírgenes de Cristo». «Este fuego apaga la fe, esta llama quita la luz; aquí, herid aquí, a fin de que con la sangre que corra pueda yo apagar los fuegos». Y, herida, ¡qué decoro mostró! En efecto, cubriéndose toda con el vestido, aseguró el cuidado del pudor a fin de que nadie la viera descubierta. En la muerte estaba vivo el pudor: se había cubierto el rostro con la mano, hincó la rodilla en tierra, cayendo pudorosa. (Ambrosio de Milán, «Inno per il natale di Agnese», en Inni, Milán 1992, pp. 211ss).
ACTIO Repite hoy con frecuencia, orando con santa Inés: «Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? » (Rom 8,31).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL La serenidad con la que Inés afronta el martirio [en el himno ambrosiano], como si fuera al encuentro de Cristo, deja intuir su profunda interioridad y el amor al esposo celestial [...]. De la joven mártir encaminada al encuentro con Cristo, su esposo, se exalta la dote constituida no por bienes patrimoniales, sino por riquezas espirituales, así como las virtudes y los valores evangélicos ligados al «tributo de la sangre», la sangre de los mártires, considerada como la herencia más preciosa que pueda ofrecerse a Dios. La jovencita «es obligada a encender lámparas ante los altares». Y como respuesta a las absurdas pretensiones idólatras, Inés, apoyándose en sus convicciones personales, se niega a realizar el rito sacrílego y se refiere a las lámparas nupciales de las vírgenes cristianas (cf. Mt 25,1-13). Su resistencia a dejarse conducir ante los altares profanos está atestiguada igualmente en el tratado La vírgenes: «Arrastrada contra su voluntad a los altares, tiende entre las llamas las manos a Cristo e incluso en medio de aquel fuego sacrílego traza el signo del Señor glorioso». Al fuego en honor de la divinidad pagana, Inés contrapone la luz de la fe. «La fe es una lámpara -afirma Ambrosio-, una lámpara [que] no puede dar luz si no toma la luz de otra fuente», la Palabra de Dios, aue es el mismo Verbum Dei lux [...]. Inés apaga con la sangre los fuegos del culto pagano; una actitud semejante anima a la virgen antioquena Pelagia. Sigue, a continuación, la escena de la adolescente dispuesta a desafiar a sus verdugos: «Aquí, herid aquí...», exclama indicando el pecho donde herir [...]. Se exalta, por último, la intrépida confesión de fe de la niña. Dada su joven edad, el testimonio de Inés en el proceso no habría podido obtener reconocimiento jurídico; lo pudo su heroico coraje, que la impulsó a afrontar el martirio. Antes de caer bajo los golpes del verdugo, Inés se cubre con el vestido las partes descubiertas y, nada preocupada por los tormentos y por la muerte inminente, se muestra solícitaa recogerse la cabellera y a tapar los miembros desnudos a las miradas indiscretas [...].
Inés encuentra en la
oración la fuerza para no retroceder frente a la prueba suprema, conservando
la dignidad y la compostura propias de una verdadera mártir. La heroína
muere de modo ejemplar, como las grandes figuras que la han precedido;
apoyadas por la ayuda del Espíritu, no fueron vencidas, sino que se
entregaron voluntariamente a los perseguidores, ofreciendo un gran ejemplo
de libertad cristiana incluso ante la muerte. La virgen Inés cae casta y
reservada. En ella triunfa el casto pudor, y su martirio lleva en sí el
germen de la vida nueva (A. Bonato en S. Ambrogio, Inni, Milán 1992,
pp. 216-221, passim).
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
SALMODIA
LECTURA BREVE
Rm 14, 17-19
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Benedictus Lc 1, 68-79
ORACIÓN
Humildemente te pedimos, a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente
misma de toda luz, que, meditando fielmente tu ley, vivamos siempre en tu
claridad. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
TERCIA, SEXTA, NONA
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
SALMODIA
LECTURA BREVE
Ga 5, 13-14
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
SALMODIA
LECTURA BREVE
1P 1, 22-23
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
A los hambrientos de justicia, el Señor los sacia y colma de bienes.
Magníficat Lc 1, 46-55
Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones,
PRECES
ORACIÓN
CONCLUSIÓN
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. EXAMEN DE CONCIENCIA En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada. Después, se prosigue con la fórmula siguiente:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor. V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amén.
HIMNO
SALMODIA
LECTURA BREVE
1Ts 5, 23
RESPONSORIO BREVE
Nunc dimittis Lc 2, 29-32
CONCLUSIÓN
Antífonas finales a la Santísima Virgen María
II
SANTOS FRUCTUOSO, EULOGIO Y
AUGURIO. Entre los mártires más preclaros de la España
romana destacan el obispo de Tarragona san Fructuoso y sus diáconos Augurio
y Eulogio. Gracias a las Actas de su martirio, excepcionales en su
autenticidad y escritas con una sublime sencillez, conocemos detalles
primorosos de la organización eclesiástica y de la vida cristiana de la
España antigua. Prudencio dedicó a estos santos sus mejores versos. Durante
la persecución de los emperadores Valeriano y Galieno, después de una
admirable confesión de fe ante el procurador romano Emiliano, fueron
conducidos a la cárcel y después al anfiteatro, donde el obispo, con voz
clara, ante los fieles que estaban presentes, oró por la Iglesia universal.
Seguidamente fueron arrojados a las llamas, donde completaron su martirio
orando de rodillas. Era el 21 de enero del año 259. En España su fiesta se
celebra el 20 de enero- Oración:
Señor, tú que concediste al obispo san Fructuoso dar su vida por la Iglesia,
que se extiende de oriente a occidente, y quisiste que sus diáconos, Augurio
y Eulogio, le acompañaran al martirio llenos de alegría, haz que tu Iglesia
viva siempre gozosa en la esperanza y se consagre, sin desfallecimientos, al
bien de todos los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
|